Por otra parte, los años que estuve sometida al tormento
de mi coalcoholismo fueron sumamente dolorosos. Si alguien me
hubiera dicho que todo eso era necesario, pues tenía mucho por saber
y esa era la manera más eficaz de aprenderlo… bueno, no creo que lo
hubiera escuchado agradecida. Aunque, retrospectivamente, comprendo
lo necesario y hasta lo perfecto que fue todo eso, aun aceptando que
el don valía esos sufrimientos, aun así podría no haber aceptado a
conciencia pasar por todo lo que viví a fin de aprender lo que ahora
sé. Ninguno de nosotros se sometería de buena gana a esa herida
tormentosa a fin de recibir el don, pues este no parece valer tanto,
desde nuestra poco esclarecida perspectiva.
Imagina que alguien se presenta ante ti para decirte:
“En estos años siguientes vas a pasar por unas cuantas dificultades.
Sufrirás una depresión constante, por momentos incapacitante, y un
par de veces te derrumbarás por colapsos nerviosos. Pasarás por dos
divorcios; por un tiempo perderás a tus dos hijos, que no podrán
convivir con todas tus dificultades; desarrollarás graves alergias
digestivas y otros problemas de salud. ¡Ah!, también sufrirás una
humillación profesional, cuando te despidan de tu empleo. Todo esto
te pondrá de rodillas y por fin te rendirás a la necesidad de
recibir la ayuda que necesitas, no de un terapeuta, sino de un grupo
de colegas que te prestarán apoyo para que adoptes un enfoque
espiritual de tus problemas. Tu recuperación demandará años, pero
con el correr del tiempo aprenderás y comprenderás la importancia de
muchas cosas que aún no captas siquiera. Entonces estarás realmente
en condiciones de ayudar a otras personas en tu profesión,
escribiendo libros sobre la adicción a las relaciones”.
¿Cuál sería tu reacción? A mí me ocurrió todo esto y
más aun, pero de haber podido optar yo habría dicho: “¡Ni pensarlo!
¡No hay nada que valga tanto la pena para pasar por todo eso!”
Y si, pocos años después, me hubieran informado que, a
fin de escribir este tercer libro, primero debería pasar seis años
largos y vacíos en reclusión, habría dicho: “No, no podría. Soy una
persona demasiado activa. Tiene que haber otra manera…
Ya ves por qué el alma no nos da alternativa. Sabe lo
que necesitamos experimentar y diseña los cuerpos físico, emotivo
astral y mental que, juntos, conformarán nuestro siguiente vehículo
para la existencia en el plano terrestre. Estos cuerpos nos hacen
atraer las experiencias necesarias sin consentimiento consciente. El
alma sabe también, que en último término, aunque pueda demandarnos
muchas vidas, el valor de las lecciones que hemos aprendido y la
conciencia alcanzada sobrepasará ampliamente los sufrimientos
soportados. Además, el sufrimiento se esfuma de la memoria, como los
dolores de parto una vez nacido el bebé; de lo contrario, sus
efectos duraderos se pueden elaborar más adelante, mediante ciclos
de curación. Pero todo progreso de conciencia alcanzado durante la
existencia en el plano terrestre pasa de encarnación a encarnación,
pues se acumula en nuestros cuerpos energéticos sutiles. Se lo puede
reestimular con bastante facilidad en una encarnación subsiguiente,
una vez que alcanzamos suficiente madurez física, emocional y
mental. Esto explica porqué gran parte de nuestro aprendizaje
subjetivo encierra un “ ¡Ajá! ” : es que traemos de regreso a la
conciencia alguna verdad que ya estaba almacenada en lo profundo de
uno mismo.
LA ESPIRAL EVOLUTIVA
Considera lo que sigue como una fórmula para todo el
viaje del alma durante la existencia en el plano terrestre,
encarnándose una y otra vez en materia física con el fin de lograr
la expansión de la conciencia:
Paz →
Deseo → Experiencia → Herida → Rendición ↓
↑
Iluminación ← Don curativo ← Intervención divina
Toda evolución se produce en una espiral o ciclo;
después de cada giro de la espiral hay un punto de conclusión, una
saciedad que dice: “Con esto basta”. Entre dos encarnaciones tenemos
un período de descanso. Al fin esa paz es de nuevo agitada por el
deseo de expansión. En los seres humanos es el deseo lo que crea el
impulso hacia cada oportunidad de expresión física. La espiral gira
hacia arriba hasta que la iluminación última nos libera
definitivamente de la necesidad de expresión física. La espiral gira
hacia arriba hasta que la iluminación última nos libera
definitivamente de la necesidad de expresión física. Todo lo
intercalado se experimenta a fin de contribuir a esa iluminación.
Esta fórmula se aplica a todo el viaje asumido por cada uno de
nosotros por cuenta del alma; se inició hace muchos milenios, cuando
el alma respondió por primera vez al reclamo de enviar una porción
de sí abajo, a la materia física, con el siguiente propósito:
EXPRESION • EXPERIENCIA • EXPANSION
La fórmula se aplica también a cualquier episodio de
expresión, experiencia y expansión dentro del viaje más amplio. Un
episodio puede producirse dentro de una sola vida o extenderse a lo
largo de muchas antes de que se alcance la conciencia que cura
mediante la comprensión y el remedio.
¿CUÁL ES TU HERIDA?
Con toda probabilidad, si estás leyendo este libro es
porque, en términos de la fórmula para la evolución de la
conciencia, estás envuelto en un episodio en el punto de la herida y
luchas por librarte de su dolor. Es herida cualquier situación que
te cause un profundo y duradero malestar emocional, aunque la misma
situación no afectara a cualquier otra persona de igual manera. La
herida puede basarse en factores internos o externos; puede ser
infligida por otros o por el Destino; puede ser una situación
permanente o de las que, con el tiempo, disminuyen o dejan de ser
una carga. Cualquiera sea su naturaleza, casi siempre pensamos que
nuestra herida es injusta e inmerecida. Finalmente, como veremos, la
herida se experimenta de modo muy distinto en diferentes etapas de
la curación. Lo que en un momento considerábamos una prisión
constrictiva se convierte más adelante en una puerta a la
comprensión.
Echemos una mirada a tu herida y al efecto que tiene en
tu vida y tu conciencia. No intentaremos “arreglarla”, porque lo que
buscamos no es eso, sino expandir la conciencia. Sin embargo, una
mayor comprensión acelera el proceso de curación y expansión.
Podría resultarte útil especificar el nombre de tu
herida, en forma directa y concisa. Utiliza una palabra o la frase
más breve que puedas, como en los ejemplos siguientes:
Enfermedad mortal • SIDA • Adicción de un ser querido •
Falta
de amor • Desventaja • Inadaptación • Desempleo •
Pérdida de un ser querido • Bancarrota • Impotencia •
Minoridad • Inestabilidad • Aislamiento • Desfiguración •
Acoso
sexual • Discapacidad • Maltrato • Abandono •
Adicción • Ser rechazado • Ser adoptado • Fracaso •
Depresión • Divorcio • Tendencias suicidas
Ahora visualízate con un distintivo que anuncie al mundo
entero tu herida, tu dolor, para que puedas experimentar en tu
imaginación cómo te sentirías si no tuvieras que esforzarte tanto en
continuar, pese a lo que te está pasando.
Ciertas costumbres tradicionales, como el luto o la
cinta negra en la manga, cumplían justamente esta función; liberar
al doliente de responder a las expectativas habituales de la
sociedad durante el período de luto. Hoy en día hemos abandonado
esas prácticas casi por completo, pero por el momento te pondrás la
“cinta negra” bajo la forma de un distintivo imaginario, que te
excusará de la necesidad de mostrarte “normal”.
Yo solía aplicar una variante de esta técnica cuando
dictaba un curso titulado “Comprensión de las adicciones”.
Solicitaba que todos los participantes usaran un distintivo
anunciando una adicción contra la cual estuvieran luchando. Casi
todos descubrieron algo gracias a las reacciones que provocaba este
ejercicio. Algunos experimentaban vergüenza; otros se sentían
“descubiertos”. Había quienes sólo podían nombrar una adicción
secundaria en vez de la que constituía su problema principal. Para
muchos fue una sorpresa experimentar alivio, pues ya no tenían que
seguir disimulando algo tan importante. ¡Y algunos no sabían cuál
escoger!
Observa tus propias reacciones al imaginarte con un
distintivo que identifica tu herida. ¿Sientes vergüenza? ¿Tanta que
no puedes identificarla siquiera en tu imaginación? ¿Buscas una
manera menos dolorosa de expresarla o escoges un problema menos
acuciante? ¿O te sientes aliviado de que los otros lo sepan, porque
tal vez alguno te comprenda? ¿Te sientes herido en tantas formas que
te cuesta elegir sólo una? No hay reacciones correctas ni
incorrectas. Observa cuál es la tuya, simplemente, pues te dirá algo
sobre el modo en que estás tratando tu herida.
Admitir ante otros que nuestra herida existe es un paso
inicial necesario para encaminarse hacia la fase de rendición, en la
fórmula ya citada. Por esta razón, en los programas de doce pasos,
las reuniones comienzan con los presentes admitiendo que son
alcohólicos, drogadictos, glotones, jugadores o lo que sea; de ese
modo se identifican abiertamente con lo que por mucho tiempo
trataron de ocultar y que, de ese modo, estaba haciéndoles la vida
imposible. Por supuesto, es más adecuado admitir eso en reuniones
anónimas que en público. En este caso te pido que admitas tu herida
sólo en tu imaginación, porque basta eso para ayudar a liberar en
parte la energía que empleas para disimular lo que, al presente, es
una gran parte de ti.
De cualquier modo, todos “mostramos” nuestras heridas en
lo energético y todos podemos, aunque sea inconscientemente,
detectar esas heridas en los campos energéticos ajenos. Se puede
decir que, en un plano profundo, nada está oculto y no existen los
secretos. A medida que continuemos evolucionando, acabaremos por
leer conscientemente los campos de energía ajenos. Cuando así ocurra
ya no será posible negar nada y será más fácil continuar con la
propia curación.
Ahora bien: en una escala de uno a diez, ¿cómo
clasificarías el impacto que tiene tu herida en tu vida? Dicho de
otro modo: ¿qué porcentaje ocupa tu herida en lo que actualmente
eres? Tómate un momento para evaluar esto. Muchísimas personas
descubren que su herida representa el noventa por ciento o más de lo
que son, en cuanto a sus pensamientos, sentimientos, conducta y uso
diario de su energía. Debes comprender que el grado de dominio que
la herida tenga sobre ti es también la medida de su poder de
transformarte. Una herida profunda es un tema alrededor del cual se
organizará tu herida hasta que esté curada y recibas su don. Por
cierto, se puede ver la herida como parte de una conspiración entre
el alma y el cometido de nuestra vida.
EN QUÉ SIRVEN LAS
HERIDAS A LA EVOLUCIÓN
A veces, como en el caso siguiente, la herida nos empuja
hacia el camino que el alma quiere y hacernos tomar y al que la
personalidad se resiste. Otro modo de decir esto es que una herida
puede crear la presión necesaria para que avancemos en un ciclo de
curación.
Bancarrota. La herida de Renée fue la bancarrota. Era doblemente
canceriana; tanto su sol como su ascendente la imbuían de una gran
ansia de seguridad. Cuando “lo perdió todo”, para utilizar sus
palabras, nunca se recobró del golpe. En los años en que la empresa
de su marido, antes lucrativa, comenzó a fallar y su matrimonio se
fue desmoronando por la tensión de los problemas financieros, ella
buscó ayuda en muchos psíquicos, desesperada por un consejo que
pudiera devolver el rumbo a su vida. Varias veces le dijeron que sí,
que la vida de ambos estaba sufriendo varios cambios, pero que eso
era necesario para que, al final, cada uno de ellos pudiera ser más
feliz; eso no hizo sino intensificar su miedo. Aún no sabía que la
inminente quiebra y el divorcio serían los catalizadores para la
curación profunda de una herida mucho más honda, muy relacionada con
quien ella era y su razón de estar aquí.
Aunque Renée y yo nos conocimos en un radiante día de verano, ella
vestía toda de negro. El pelo, oscuro y largo, colgaba en un velo
recto, tras el cual parecía esconderse. Sus grandes ojos tenían una
expresión sobresaltada; una expresión crónica de miedo y
preocupación prestaba un aspecto casi amenazador a su cara, tan
bonita. Su aura, como la ropa y la expresión, era pesada, oscura y
constreñida.
Renée se había divorciado hacía ya varios años, pero la
pérdida de todo el dinero la preocupaba mucho más que el fin del
matrimonio. Una y otra vez, iniciaba sus frases con las palabras:
“cuando teníamos dinero…” Desde la bancarrota luchaba por mantenerse
sola; si decidió consultarme fue porque acababa de perder su empleo
y no lograba hallar otro, situación que la estaba hundiendo casi en
el pánico. Una amiga común le había dicho que yo interpretaba
ocasionalmente el horóscopo y, una vez más, venía en busca de
consuelo. Llegó desesperada por oírme decir que conseguiría otro
empleo y que todo volvería pronto a la normalidad. En cuanto la vi,
la intuición me dijo que jamás volvería “a la normalidad”; por el
contrario, iría hacia delante, hacia un reino enteramente nuevo. Su
edad confirmaba mi corazonada: tenía cuarenta y dos años.
Según
la astrología, cabe esperar que se produzcan cambios significativos
cada siete años, debido a los aspectos que asume Saturno en la carta
natal. Pero a los veintiuno, cuarenta y dos, sesenta y tres y
ochenta y cuatro, la fuerza explosiva y revolucionaria de Urano se
agrega a la tendencia saturnina a enseñar mediante el sufrimiento.
Era de sospechar que Renée , estando en la decisiva edad de cuarenta
y dos años, estaba a punto de sufrir una gran conmoción.
Su carta natal indicaba que, decididamente, tenía
lecciones que aprender en esta vida, referidas al dinero y a la
riqueza material. Pero más interesante me resultaron las señales de
un enorme poder y un notable don psíquico propio, que adoptaría una
rarísima forma de expresión. Cuando se lo mencioné, Renée bajó la
vista a su regazo, escudada tras su largo telón de pelo. Decidí no
seguir hablando y esperar. Durante un instante, ella guardó un
silencio tenso; luego admitió, incómoda, que su abuela había sido
una psíquica muy dotada. Me limité a asentir con la cabeza y aguardé
el resto del relato.
Por
fin balbuceó que siempre había deseado ser psíquica, que poseía la
capacidad de hablar con los animales, comunicarse con ellos y
traducir esa comunicación a palabras. También recibía orientación
que le indicaba cómo dirigir la energía para ayudar a la curación de
animales enfermos o heridos. En realidad, varios amigos que conocían
esa habilidad le solicitaban lecturas de sus mascotas o sus animales
de exposición. Aquellos que tenían animales atacados por misteriosas
heridas, enfermedades o conductas desconcertantes eran los que más
le pedían ayuda. Hasta entonces ella se había negado a
satisfacerlos, intimidada por la posibilidad de provocar la crítica
o algo peor en cualquier grupo religioso o individuo que pudiera
sentirse amenazado por sus “poderes”. Cuando aventuré que un don tan
maravilloso debía ser aprovechado, ella me espetó:
-
¡Es obvio que a ti
nunca te quemaron en la hoguera!
-
¿Ya ti sí?
–pregunté.
Por
toda respuesta se retiró aun más tras su velo de cabellos y se
retorció las manos; eran manos bellas y sensibles, con largos y
finos dedos ahusados. Manos de psíquica, manos de curandera.
-
Sólo sé que esto es
lo que más deseo hacer en el mundo. Quiero ayudar y sé que puedo,
pero tengo tanto miedo…
Dejó
morir sus palabras y se estrujó las manos con tanta fuerza que los
nudillos se le pusieron blancos.
Ese
día, fue poco lo que pude decir para ayudarla, y no volví a verla
hasta pasados dos años. En realidad Renée tuvo que decirme quién
era, sacudiéndome el brazo entre risas, mientras intentaba activar
mi memoria. Nunca habría reconocido en esa mujer vibrante y alegre,
cuyo pelo corto refulgía, a la misma Renée que había conocido dos
años antes.
Esos
dos años habían sido increíbles. Al fracasar en todos sus intentos
de hallar empleo, como su situación financiera empeoraba si pausa,
Renée empezó, muy contra su voluntad, a hacer lecturas de los
animales de sus amigos. Los resultados fueron impresionantes. Cada
lectura, dirigida por sus guías, incluía detalles sobre la historia
de ese animal que ella no tenía modo de conocer, verificados por los
propietarios actuales, los anteriores o los criadores. Su capacidad
empezó a ser reconocida cuando los propietarios de varios caballos
cojos informaron que los animales volvieron a la salud gracias a sus
“trabajos de energía” a larga distancia y a recomendaciones suyas
que los propietarios respetaron. Empezó a desarrollar más confianza
a medida que perfectos desconocidos le pedían lecturas sobre aves,
serpientes, caballos, gatos y perros. Sólo requería el nombre y la
fotografía del animal para sintonizar lo que él estuviera
comunicando.
En
general, los animales se comunican con los seres humanos que los
sintonizan psíquicamente enviando imágenes telepáticas de lo que
ansían, lo que les falta, etcétera. Renée descubrió que, a veces, le
enviaban la imagen del ambiente o la situación que deseaban. Con
frecuencia esta imagen se hacía realidad poco después, casi como el
animal le hubiera mostrado su futuro. Por ejemplo: un enorme e
intimidante perro guardián, cuya propietaria trataba de hallarle un
nuevo hogar, mostró a Renée la imagen de unos niños montados en su
lomo. Antes de esa lectura su propietaria no lo consideraba adecuado
para una familia con niños, pero pocos días después, cuando la madre
de dos pequeños vio al perro en el parque y quiso llevárselo, pese
a su feroz reputación, la mujer aceptó, aunque vaciló. Al día
siguiente la nueva propietaria llamó para contarle que sus hijos se
habían pasado la mañana montados en el perro, el cual parecía muy
feliz.
Renée
me contó, orgullosa, que ahora da clases para enseñar a muchas
personas a comunicarse con los animales; esto, junto con las
lecturas y los trabajos curativos, la mantienen ocupada y feliz.
Ahora frecuenta mucho a su ex esposo, que ha iniciado una nueva
empresa, de la cual disfruta mucho, y se está recuperando
financieramente.
-
El me comprende
mejor que nadie y entiende mi trabajo –comentó Renée-. Siempre me ha
alentado a seguir este camino, pero yo tenía demasiado miedo para
intentarlo, hasta que me encontré sola y no tuve más remedio. Ahora
no me explico cómo pude vivir sin hacer otra cosa, y él también.
-
¿Y en cuanto al
dinero? – pregunté.
-
Oh, eso. –Se echó a
reír. – En realidad, hacía años que mis finanzas no estaban tan bien
como ahora, pero ya no le doy tanta importancia. La verdad es que,
cuando teníamos tanto dinero, yo no era realmente feliz; sin embargo
tenía mucho miedo de perderlo. –Su voz se tornó reflexiva. –Tal vez
porque, en el fondo, ya sabía que estaba destinada a arreglarme sola
y a trabajar como psíquica, y tenía mucho miedo de ir allí otra vez,
por lo que pudiera pasar.
Noté
que Renée había empleado la expresión “otra vez”, pero no le hice
ningún comentario. Como ella se había esforzado tan poco en esta
vida para desarrollar su percepción psíquica y su habilidad
curativa, lo más probable era que la hubiera desarrollado en otras
encarnaciones. La bancarrota fue la herida que impulsó a Renée a
reclamar esos dones innatos, que debe de haber pagado muy caros en
otra época y en otro lugar. Sólo al utilizarlos otra vez pudo dar
paz a la “bruja perseguida” que llevaba sutilmente en su conciencia
y, hasta cierto punto, también en su aspecto. La curación de esa
profunda herida de otra vida curó también la de esta existencia. La
quiebra había cumplido su propósito, obligándola a rendirse a su
propio proceso de curación. Y el miedo a la persecución hizo que
examinara a conciencia los motivos de todo cuanto hacía en el reino
psíquico.
-
Debo admitir
–prosiguió Renée-, que en cierto modo comprendo que las lecturas
psíquicas y la curación por energía pueden parecer peligrosas y
hasta algo malo. Es porque se usa la voluntad y, a menos que una se
deje guiar en todo por una voluntad superior, lo que usa es sólo una
voluntad terca y egoísta.
Hizo
una pausa.
-
ahora rezo siempre y
pido a diario orientación: antes de cada lectura, antes de cada
clase. Quiero que mi único motivo sea el amor. Y siento esa guía y
ese amor cuando operan a través de mí, aun cuando las cosas no son
como yo creo que deberían ser. –volvió a mirarme, serios los ojos.
–Espero haber aprendido a no emplear mal mi don, a usarlo sólo de
la manera más elevada posible.
En la
época actual, que confiera tanto atractivo a dones psíquicos como el
de Renée, tendemos a suponer que cualquier persona dotada de esas
habilidades debe de tener una conciencia muy elevada. Esto no es más
acertado que atribuir una gran evolución espiritual a quien tiene un
don innato para la música, la pintura o la matemática superior.
Cualquier don que nos hace sobresalir (una gran belleza, el talento,
la inteligencia, la fuerza atlética o lo que sea) es en verdad una
prueba. Cuanto mayor es el don, mayor el desafío de usarlo con
responsabilidad, pese a las oportunidades y las tentaciones de hace
lo contrario.
Creo
que Renée estaba atendiendo dos defectos de carácter provenientes de
vidas anteriores: la codicia y el egoísmo, que probablemente la
habían llevado a abusar de sus poderes. En esta vida, su miedo a la
persecución era garantía de que, si utilizaba sus dones, lo haría
con responsabilidad. Fue un paso vital en su evolución, como
psíquica y como alma encarnada.
ATENDER DEFECTOS DE
CARÁCTER A TRAVÉS DE LAS HERIDAS
Como
veremos en este capítulo, las heridas y los defectos de carácter
están estrechamente relacionados. A veces sufrimos una herida por un
defecto de carácter que acerca a nosotros cierto tipo de personas y
de hechos. En otros casos, la herida puede no resultar de un defecto
de carácter, pero aun así es un medio de atender y superar fallas
semejantes.
Analiza ahora, si quieres, los defectos de carácter que
tu alma pueda haber decidido atender mediante tu dificultad o tu
herida actual. Bien pueden estar representados en los que llamamos
siete pecados capitales. Originariamente, “pecar” significaba
“fallar el blanco”. El arquero que arrojaba su flecha y no daba en
el blanco había pecado. Pecar así es parte necesaria e inevitable
del aprendizaje de todo arquero… y también para aprender a ser un
alma en cuerpo físico. Natural es también el impulso innato de
superar el error, de alcanzar la perfección y dar en el blanco, como
arquero y como alma encarnada.
Aunque los siete pecados capitales puedan parecer
anticuados y arcaicos, aún siguen muy vigentes entre nosotros:
Ira
Orgullo
Gula
Codicia
Vanidad
Lujuria
Pereza
He aquí algunas de las reacciones humanas más naturales
y previsibles ante las presiones y limitaciones de vivir en un
cuerpo físico en el plano terrestre. Sin embargo, a medida que nos
vamos reconciliando con el alma, todos esos defectos de carácter o
pecados deben ser refinados hasta convertirlos en su opuesto. La ira
debe evolucionar hasta convertirse en tolerancia; el orgullo en
humildad, la gula en moderación; la codicia en conformidad con lo
que se posee; la vanidad en modestia; la lujuria, en una relación
casta, y la pereza en la voluntad de cargar con el propio peso. A
estos defectos de carácter yo agregaría dos: la obsesión egocéntrica
que debe ceder en el servicio al prójimo, y la terquedad que tiene
que ser reemplazada por la sumisión a una Voluntad Superior a la
nuestra.
Analicemos por un momento las oportunidades que nos
proporcionan las diversas heridas para atender particulares defectos
de carácter. Si nos sentimos faltos de amor, por ejemplo, el
verdadero problema puede estar en nuestra obsesión egocéntrica,
nuestra exigencia de que nos presten atención. Si estamos
desfigurados, quizás estemos aprendiendo a basar nuestro valer en
algo que no sea el aspecto físico. Si sufrimos una desventaja
económica, tal vez estemos atendiendo un arraigado hábito de
codicia. Nuestra lección es, por lo tanto, aprender a compartir lo
poco que poseemos, pues compartir es la base de la prosperidad
saludable.
Todos estos ejemplos están excesivamente simplificados.
En la mayoría de los casos, tanto la expresión de nuestros defectos
como las situaciones por las que debemos atenderlos son muy
personales. No vayas a pensar, por ejemplo, que todos los pobres lo
son para curarse de la codicia. Al fin y al cabo, juzgar al prójimo
también es un defecto de carácter.
Puesto que los defectos de carácter se desarrollan y
ahondan a lo largo de muchas vidas, pueden ser necesarias varias
encarnaciones para convertirlos en virtudes. Pero con el cultivo de
cada una de estas virtudes nuestro egocentrismo es reemplazado por
una actitud que toma en cuenta el bienestar del prójimo. Desarrollar
esta conciencia de grupo es una de las tareas básicas al las que se
enfrenta, tarde o temprano, toda alma en encarnación individual.
Inevitablemente atraemos hacia nosotros la presión y las
oportunidades que nos permiten hacerlo.
DESCUBRIR LA VERDAD
MEDIANTE EL TRAUMA
Otra de nuestras tareas en la encarnación es desechar el
error. Con frecuencia nuestras heridas se vinculan con algún error
con el cual hemos vivido varias existencias. Aun cuando logramos,
finalmente, emerger de ese error, es raro que sepamos apreciar la
magnitud del proceso que hemos sobrellevado. El siguiente relato
ilustra el vínculo que puede haber entre la herida de abandono y la
falsa ilusión del rescate por obra de un salvador. Muestra el
complejo proceso por el cual una persona se abrió paso hacia la
verdad.
Jennifer nunca había pensado mucho en el tema de las vidas
anteriores; no estaba siquiera segura de creer en ellas y nunca
había esperado hundirse súbitamente en ese tipo de experiencias. Una
antigua lesión de cuello y hombro hizo que recurriera a Irene, una
hábil practicante de las técnicas de Ida Rolf para corregir con
masaje profundo la desalineación estructural. Esa era la novena de
las diez sesiones acostumbradas. Mientras Irene trabajaba alrededor
de la boca y las mandíbulas, para eliminar la tensión habitual,
Jennifer emitió una serie de chillidos que fueron creciendo, hasta
convertirse en alaridos de terror; su cuerpo era presa de violentas
convulsiones.
Como
Irene había pasado por una experiencia similar, al igual que varios
de sus pacientes, reconoció de inmediato lo que estaba ocurriendo.
Sujetando la mano a Jennifer, le dijo con serena firmeza:
-Mira
y dime qué está pasando. Dime lo que ves.
Repetidas veces, pese a los gritos de la paciente, Irene insistió
para que describiera la dura prueba. Cuando Jennifer pudo hacerlo,
la escena fue perdiendo parte de su carga emocional, hasta que ella
pudo relatar el incidente según se desarrollaba, desde el principio
al fin.
-Es
un niño de ocho o nueve años – comenzó-. No se me parece en nada,
pero yo lo conozco. Sé todo lo que piensa y siente, quién es muy en
el fondo.
“Afuera empieza a oscurecer. Nos hemos sentado a cenar. Todo es muy
sencillo y tosco. Mi padre es granjero.
Luchando por dominar sus emociones, Jennifer continuó:
-Derriban la puerta a puntapiés. Ni siquiera los oímos llegar. Yo
estoy de espaldas a la puerta, pero veo todo en la cara de mi padre.
Es como si dijera: “Han venido.”
“Visten uniforme y dicen algo a mi padre, le gritan, pero no sé qué
dicen. Dos de ellos van de cuarto en cuarto, rompiendo nuestros
muebles con la culata de los fusiles. Hay una cortina que cubre la
alacena, en la cocina, y allí es donde hallan lo que están buscando:
el transmisor de radio que operaba mi padre. La ponen en la mesa y
la destrozan ante nuestra vista. Luego uno de los soldados me clava
los dedos en el hombro. –Jennifer hizo una mueca intensa, sintiendo
el dolor.- Me arrastra afuera. Grito: “ ¡Papá, papa! ”
Jennifer volvió a romper en lágrimas; su respiración se hizo rápida
y superficial, en tanto se esforzaba por continuar.
-Me
lleva detrás de un granero, empujándome con su fusil. Luego me
aferra por los hombros y me estrella contra la pared, mientras
grita. No puedo protegerme. La cabeza se me golpea contra la pared y
me derrumbo. Entonces me patea; estoy ene. Suelo y él me patea una y
otra vez. –Por entonces Jennifer estaba gimiendo.- No dejo de
pensar: “Mi padre vendrá a salvarme. El es muy fuerte. Vendrá a
impedir esto”. –Miró a Irene por entre un torrente de lágrimas.- Eso
es todo. Así termina.
Irene
se sentó en la camilla, junto a Jennifer, y la abrazó hasta que hubo
desaparecido en parte la inmediatez aterrorizante de la escena.
Luego explicó lo que Jennifer ya había comprendido: que
probablemente había visto y sentido el violento final de su
encarnación más reciente. Sugirió la posibilidad de que la
existencia actual de Jennifer estuviera dominada por un tema
relacionado con esa muerte cruel. ¿Podría Jennifer identificarlo?
Después de un largo momento de silencio, ella meneó la cabeza y
respondió con suave convicción:
-Si
me abandonan moriré. –Tras otra pausa larga agregó, con un gesto
afirmativo: -Así me sentí cuando era ese niño y mi padre no acudió;
abandonado. Y en esta vida me han abandonado una y otra vez.
Irene
asintió.
-Yo
diría que el abandono ya era un problema para ti aun antes de esa
vida, porque así interpretaste el trauma: como abandono. Podrías
haberte sentido desconcertada por el ataque””Esto no es justo. Yo no
he hecho nada para merecer esto.” En ese caso ahora podrías estar
atendiendo el problema de la justicia, en vez del abandono. O
pudiste sentir ira y el deseo de venganza. Ignorando que te quedaban
pocos minutos de vida, pudiste haberte prometido: “Cuando sea grande
mataré a este hombre.”
“Lo
que cristaliza en el momento de una muerte violenta suele fijar el
patrón de la vida siguiente. Y la única manera de liberar esa
energía cristalizada es mediante una perspectiva totalmente distinta
o, en tu caso, el abandono.
-eso
es lo que ha ocurrido –dijo Jennifer-. Es como si me hubiera pasado
la vida preparándome para lo que sucedió el año pasado, el morir mi
esposo. Yo lo amaba mucho… lo amo –se corrigió-, pero pude permitir
que se fuera, que me dejara, porque eso fue lo que él eligió. Creo
que fue lo más difícil y lo mejor que hice nunca.
-Comienza por el principio- propuso Irene.
La
historia de Jennifer, narrada sin rastros de autocompasión, era en
verdad una saga de abandonos.
-Mi
padre abandonó a mamá cuando yo tenía cuatro años. Yo lo adoraba,
pero de pronto desapareció. Todavía recuerdo que no dejaba de
llorar, preguntando dónde estaba mi papito. Pero como las preguntas
enojaban a mi madre, aprendí a no hacerlas, aunque me moría por
saber. A los cinco años también mi madre se fue y me dejó con i
abuela. De vez en cuando nos hacía una breve visita, cada dos o tres
años, pero por entonces era más una desconocida que una madre.
Cuando yo tenía unos trece años, dejó de venir. Mi abuela no
respondía a ninguna de mis preguntas sobre mis padres. A él lo
odiaba y de ella estaba muy avergonzada. Y yo seguía sin preguntar,
para mantener la paz.
“Mi
abuela siempre me hizo notar que yo era una carga financiera; por
eso se alegró de que, a los dieciséis años, ganara un certamen y
comenzara a ganar dinero como modelo profesional. Tuve bastante
éxito y, a los dieciocho años, conocí a un hombre mucho mayor que
yo, escritor. Sus atenciones me halagaban; me la compuse para
ignorar que bebía mucho más de lo que escribía. El me convenció de
que lo acompañara a México, donde pasamos tres años en una especie
de colonia de escritores. Hasta que él volvió a Estados Unidos, y me
dejó con un embarazo de siete meses.
“tuve
a mi hija Lori en México; para mantenerla administraba casas de
vacaciones para norteamericanos. Cuando a Lori le llegó el tiempo de
ir a la escuela, volvimos aquí, a California, donde me había criado.
“En
esos años tuve relaciones con varios hombres. Algunos me abandonaron
por otra. Otros me abandonaron, simplemente. En su mayoría eran
alcohólicos. Por fin, alrededor de los treinta y dos años, ingresé
en AA. Ya no soportaba lo que la vida me estaba dando. Se me ocurrió
que, si ingresaba en AA, descubriría cómo retener al último de mis
alcohólicos. Aun así él se marchó, pero por entonces yo había
aprendido de los otros miembros a resistirlo mejor. Por lo que oía
en las reuniones, sumé dos más dos y comprendí que mi madre había
tenido problemas de alcoholismo; sin duda mi padre también. Me había
pasado la vida tratando de retener a un alcohólico u otro,
aterrorizada por la posibilidad de que se fueran. En AA comencé a
comprender que, a veces, la mayor muestra de amor es dejar que
alguien se vaya. Esa fue, para mí, la lección más dura. Algo en mi
gritaba siempre: “¡No me abandones, no me abandones! ¡No quiero que
me abandonen otra vez!
“Tras
un par de años en el programa tropecé con Gregor. Si existe la
pareja perfecta, eso era Gregor para mí. Nos entendíamos a la
perfección.
“Nos
casamos un año después, aunque a veces me pregunto cómo tuvo el
valor de asumir semejante compromiso. Mi hija no estaba conforme, y
eso es decir poco. Tuve que ir a las reuniones de AA sólo para
recordar que algunas cosas no se pueden cambiar ni componer. Nada
deseaba tanto como que todos fuéramos felices juntos, pero eso nunca
cuajó. Gregor era muy amable, paciente y afectuoso. Pero casi pienso
que Lori echaba de menos todos los dramas que habíamos vivido con
los alcohólicos.
“Una
noche, de buenas a primeras, llamó el padre de Lori. En su vida la
había visto y así, de pronto, quería que ella viajara a Chicago APRA
visitarlo. Después de esa llamada discutimos la posibilidad de que
ella lo visitara en el verano. En cambio huyó. Subió a un autobús y
fue directamente al apartamento del padre. Tenía catorce años.
Gregor y yo, después de muchos exámenes de conciencia, decidimos
respetar la decisión de Lori. Si la obligábamos a regresar podía
volver a huir, y tratar de impedirlo nos habría amargado a todos.
Los dos creíamos, supongo, que ella volvería por su propia voluntad.
Pero Lori consiguió una agencia en Chicago y se inició como modelo a
los quince años, tal vez siguiendo mis pasos, en cierto modo. Ahora
tiene diecinueve y habla de dedicarse a la actuación. Es un estilo
de vida muy sofisticado, pero creo que le sienta bien. Quizá porque
no la vi convertirse en la joven que es ahora, todavía espero que
entre por la puerta trasera, que vuelva a casa.
“Tras
la huida de Lori, supuse que no podía pasar nada peor”. Creo que,
sin Gregor y AA, me habría vuelto loca.
“Y
entonces, hace dos años, Gregor se derrumbó con un ataque de asma.
Cuando llegamos al hospital no tenía signos vitales. Lo revivieron;
pasó días enteros sin hacer otra cosa que llorar. Por fin me tomó de
la mano y me dijo que no tenía miedo alguno y que iba a lanzarse.
Esas fueron sus palabras exactas: “Creo que voy a lanzarme”.
“Yo
entendí lo que eso significaba. Iba a vivir en vez de tratar de
mantenerse vivo. Y a mí se me abandonaba otra vez. Pero también supe
que esa era su vida y que tenía derecho a elegir. Y comprendí que su
elección era absolutamente acertada.
“Gregor era tallador de madera. Le encantaba ese trabajo, aunque
lijar era muy malo para su asma. Amaba a los amigos que vivían en la
zona; a muchos los conocía desde la niñez. Amaba las montañas donde
vivíamos, llenas de tantas especies de chaparrales y mohos como no
hay casi en ningún otro lugar de la tierra, por la humedad del
océano. Eso era mortal para él, pero aquí tenía su corazón.
“Volvió a casa y recobró lentamente sus fuerza. Todos sus amigos
comenzaron a venir. Era casi como si hicieran peregrinajes para
verlo. También vino Lori; le dijo lo mucho que lo amaba y lo
agradecida que estaba por todo lo que le había dado como padrastro.
Lo que ocurrió entre ellos fue todo lo que yo soñaba.
“Cada
momento estaba lleno de vida, porque sabíamos que era tiempo
prestado. Era como si estuviéramos en luna de miel: sinceros,
libres, presentes, sin dar nada por sentado. Muchas veces, más de
las que quisiera admitir, yo habría querido aferrarlo y rogarle que
pensara en mí, que se mudara a un sitio donde pudiera respirar,
estar a salvo, vivir… Pero estábamos viviendo, tal como él deseaba,
y ese era el único regalo que yo podía hacerle. Tuvimos todo un año
antes de que sufriera otro ataque terrible; esa vez estaba solo, en
la cabina de su camión, en el estacionamiento del supermercado.
La
voz de Jennifer se redujo a un susurro. Después de un momento
continuó hablando.
-A
veces me pregunto si hice lo correcto. Podría haber discutido con
él, insistir que tenía la obligación de vivir por mí; pude tratar de
que se mudara, de que no trabajara más. Pude no haberlo perdido
nunca de vista. Pero aunque nadie más lo sepa, yo sé que dejarlo
vivir ese año como deseaba, sin estorbarlo, fue lo mejor, la mayor
muestra de amor que he dado en mi vida.
-Yo
también lo sé – dijo Irene, estrujándole los hombros-. Y también sé
apreciar la tremenda iniciación por la que has pasado. Una
iniciación es una expansión de la conciencia, un medio de abrir la
mente y el corazón al reconocimiento de lo que ya existe en la
realidad. Eso es lo que te ha pasado.
“Supongo que has pasado vidas enteras explorando los temas de la
pérdida, el abandono, la deserción. Terminaste tu vida anterior
convencida de que el abandono representaba la muerte. Después de
perder a tantas personas importantes en esta vida, por fin buscaste
ayuda y aprendiste un enfoque completamente distinto de tus
problemas. Aprendiste a dejar ir, a dejar que Dios obre, ¿no? A
rendirte. Entonces sobrevino la prueba. Debías permitir que alguien
a quien amabas tanto tomara una decisión por la cual serías
nuevamente abandonada. ¿Te das cuenta de lo que has demostrado? Que
el poder del amor es más fuerte que el poder de la muerte. ¡Que
victoria!
Jennifer meneó la cabeza.
-
No lo siento como
una victoria. Lo extraño demasiado.
Irene
asintió.
-
Lo sé. Pero ¿y si
tuviéramos una cantidad fija de años para cada vida? Si es así, como
yo lo creo, mira lo que pasó. En vez de tratar de complacerte,
haciendo todo lo posible para posponer la muerte que tú temías y él
no, Gregor pudo pasar ese último año exactamente como deseaba. Y fue
tu victoria la que lo hizo posible.
-
Las victorias no
tienen por qué ser maravillosas, ¿no? –preguntó Jennifer,
melancólica.
-
- Tal vez no, para
la personalidad. Pero el alma sabe cuándo hemos alcanzado algo de
tanta magnitud como tú. Creo que, si hoy has tenido esa experiencia
de tu vida pasada, fue para ayudarte a comprender lo que has
logrado. Puede parecerte poca compensación, pero la posibilidad de
ver, por fin, el modo en que todo se ordena es un don que proviene
de tu alma.
-
- He rezado para
comprender por qué debía ocurrir todo esto –admitió Jennifer-. Y
ahora lo comprendo, al menos hasta cierto punto.
DESCUBRIR EL DON EN
LA HERIDA
Ahora que has leído ejemplos del servicio que prestan
las heridas a la evolución espiritual, pregúntate: “¿De qué modo
obra mi herida sobre mí? ¿De qué modo me está incitando a crecer, a
expandirme, a extender mi conciencia de lo personal a lo universal?
¿Cómo me ayuda a superar mis defectos de carácter y a liberarme de
la ilusión? ”
Recuerda que, cuando Jennifer rezaba por lograr
comprender y, una vez que la herida hubo cumplido su propósito,
las respuestas llegaron de una manera muy extraña. No todos
tendremos experiencias de vidas pasadas tan gráficas como la de
Jennifer, además de contar con una persona que pueda explicarnos su
significado. En realidad, con respecto a las vidas pasadas debemos
recordar siempre que nuestro único interés válido es el de nuestra
vida actual. Ella contiene todo lo que debe interesarnos. Buscar
revelaciones sobre vidas pasadas por pura curiosidad es, cuanto
menos, un gusto caprichoso y totalmente insalubre. Es preciso
ocuparse de los temas, las presiones y los defectos de carácter que
uno tiene en el presente. Sólo cuando hayamos superado hasta cierto
punto los defectos de carácter puede sernos útil conocer los
detalles de las vidas pasadas que vengan al caso. De lo contrario,
no servirán más que para distraernos de nuestros desafíos actuales o
como excusa para no enfrentarlos.
Una ley espiritual pertinente establece que, cuando
llega el momento adecuado, lo que debemos saber nos será revelado
sin esfuerzo alguno de nuestra parte. Así lo demuestra la historia
de Jennifer, pues ella no buscó activamente revelaciones sobre su
vida anterior. La información se presentó por sí sola cuando era
útil para profundizar su comprensión y su corazón.
Es prudente confiar en que el alma sabrá elegir el
momento y el método para efectuar esas revelaciones. Gran parte de
lo que atribuimos a la casualidad, al azar, es en verdad la obra
sutil del alma. A veces nuestra captación proviene de algo tan
simple como una conversación entre dos desconocidos oída por
casualidad. Otras veces estamos leyendo un libro o viendo una
película y de pronto vemos, sabemos. Puede ocurrir que, mientras
meditamos o soñamos, algo se mueva en nosotros y surja una captación
que no podríamos expresar con palabras. Pero nos vemos cambiados de
alguna manera profunda e irrevocable.
¿Todo ocurre por casualidad, pues? ¿No hay nada que
podamos hacer para facilitar un proceso esencialmente divino?
Como Jennifer, podemos pedir, podemos rezar pidiendo
comprender nuestra herida, su finalidad, su lección. Podemos orar
pidiendo fuerzas para no resistirnos a sus enseñanzas, pues cada vez
que nos negamos a ocuparnos de nuestros defectos de carácter, estos
empeoran en vez de desaparecer. Entonces se hace necesario otro
ciclo de curación.