La
Intencion
Todo niño
que conozca la historia de Aladino sueña con encontrar una lámpara
maravillosa de la que
surja un
genio capaz de concederle cualquier deseo. Como adultos sabemos que
no existen
lámparas ni
genios tales, lo que deja al deseo encerrado en el interior de cada
quien. Pero ¿qué
pasaría si
los deseos pudieran hacerse realidad? ¿Qué desearías para ti? ¿Qué
satisfacerla tus
necesidades
en el nivel más profundo y básico? ¿Qué permitiría a tu alma cumplir
con su destino?
Todo lo que ocurre en el Universo se origina con la intención. Ya
sea que quiera mover los
dedos de
mis pies, comprar un regalo de cumpleaños para mi esposa, beber una
taza de café o
escribir
este libro, todo comienza con la intención. Esta intención surge
siempre de la mente no
circunscrita o universal, pero se localiza en la mente individual.
Una vez localizada, se convierte en
realidad
física.
De
hecho, si no fuera por la intención, la realidad física no
existiría. La intención activa la
correlación
no circunscrita y sincronizada del cerebro. Siempre que hay una
cognición o percepción
de la
realidad física, las distintas regiones del cerebro muestran una
«sincronía de fase y frecuencia»,
en los
patrones que activan las neuronas individuales en diferentes partes
del cerebro. Ésta es una
sincronización circunscrita de una frecuencia de alrededor de 40
hertz (40 ciclos por segundo).
También se
le conoce como vinculación y es necesaria para la cognición. Sin
ésta no veríamos a las
personas
como personas, a las casas como casas, a los árboles como árboles o
a los rostros de las
fotografías
como rostros. Veríamos puntos en blanco y negro, líneas dispersas,
manchas de luz y
sombra. De
hecho, los objetos de la percepción sólo son detectados como señales
electromagnéticas
que se
encienden o apagan. La sincronización organizada por la intención
convierte los puntos, las
líneas
dispersas, las descargas eléctricas y los patrones de luz y sombra
en un todo, en una
gestalt
que crea
una imagen del mundo como una experiencia subjetiva. El mundo no
existe como imagen
sino como
impulsos que se encienden y apagan; estos puntos son códigos
digitales que se activan de
manera
aparentemente aleatoria. La sincronización los organiza y los
convierte en una experiencia
cerebral,
en un sonido, una textura, una forma, un sabor o un olor a través de
la intención. Tú, como
inteligencia no circunscrita, rotulas esa experiencia y de pronto se
crea un objeto material en la
conciencia
subjetiva.
El
mundo es como un manchón de Rorschach, al que convertimos en un
mundo de objetos
materiales
a través de la sincronización orquestada por la intención. El mundo,
antes de ser
observado,
y el sistema nervioso, antes del deseo o la intención de observar
algo, existen como un
campo de
actividades caótico, dinámico y no lineal, que permanece en un
estado de desequilibrio
(actividad
inestable). La intención organiza sincrónicamente estas actividades
aparentemente
disímbolas,
caóticas y carentes de relación del universo no circunscrito; las
convierte en un sistema
altamente
ordenado, auto-organizado y dinámico que se manifiesta de manera
simultánea como un
mundo
observado y como un sistema nervioso a través del cual ese mundo es
observado. La inten-
ción no
surge del sistema nervioso, pero se organiza en él. Sin embargo, la
intención es responsable
de otras
cosas además de la cognición y la percepción. Todo aprendizaje,
recuerdo, razonamiento,
inferencia
y actividad motora están precedidos por la intención. La intención
es la base misma de la creación.
El
antiguo texto védico conocido como
Upanishad
afirma: «Tú
eres lo que tu deseo más
profundo
es. Como es tu deseo, es tu intención. Como es tu intención, es tu
voluntad. Como es tu
voluntad,
son tus actos. Como son tus actos, es tu destino». Nuestro destino
proviene en última
instancia
de los niveles más profundos del deseo y también del nivel más
profundo de la intención.
Ambos están
íntimamente vinculados.
¿Qué es la intención? Generalmente se cree que es un pensamiento
sobre algo que quieres
lograr u
obtener en tu vida, pero es más que eso. La intención es una forma
de satisfacer una
necesidad,
ya sea de objetos materiales, de una relación, de realización
espiritual o de amor. La
intención
es un pensamiento que te ayuda a satisfacer una necesidad, y lo
lógico es que una vez que
la hayas
satisfecho, te sientas feliz.
Desde este punto de vista, la finalidad de todas nuestras
intenciones es sentirnos felices o
realizados.
Si se nos preguntara qué queremos, tal vez contestaríamos «quiero
más dinero». Si nos
preguntaran
por qué, diríamos algo como «bueno, así podría pasar más tiempo con
mis hijos». Si nos
preguntaran
por qué queremos pasar más tiempo con nuestros hijos, podríamos
decir: «Porque así
sería
feliz». Esto muestra que el fin último de todos nuestros objetivos,
es esa realización en el nivel
espiritual
a la que llamamos felicidad, dicha o amor.
Toda la actividad del Universo tiene su origen en la intención. De
acuerdo con la tradición
védica, «la
intención es una fuerza de la naturaleza». La intención mantiene el
equilibrio de todos los
elementos y
las fuerzas que permiten al Universo seguir evolucionando.
La
intención incluso orquesta la creatividad. Ésta tiene lugar en el
nivel individual pero también
ocurre
universalmente, esto permite que el mundo dé saltos cuánticos en su
evolución,
periódicamente. En última instancia, cuando morimos el alma da un
salto cuántico en la creatividad.
En efecto,
el alma dice: «Ahora debo expresarme a través de un nuevo organismo
o encarnación».
Así pues,
la intención proviene del alma universal, se localiza en un. alma
individual y finalmente se
expresa a
través de una mente individual, circunscrita.
A
partir de las experiencias pasadas creamos los recuerdos, que son la
base de la
imaginación
y el deseo, y como hemos visto, el deseo es la base de la acción. El
ciclo se perpetúa a
sí mismo.
En la tradición védica y el budismo este ciclo recibe el nombre de
Rueda de Samsara, base
de la
existencia terrenal. El «yo» no circunscrito se convierte en el «yo»
circunscrito, cuando atraviesa
este
proceso kármico.
Cuando la intención se repite, crea un hábito. Mientras más se
repita la intención, más
probable es
que la conciencia universal dé lugar al mismo patrón y manifieste la
intención en el
mundo
físico. Si recuerdas el apartado sobre física, una onda-partícula
que está dentro de una caja
no
observada es, simultáneamente, una onda y una partícula, y adopta
una forma definitiva sólo
hasta que
es observada; comprenderás que en el momento de la observación, la
probabilidad se
transmuta
en forma definida. Esta es la misma idea, sólo que cuando la
intención se repite, es más
probable
que el patrón de la mente no circunscrita se transmute siguiendo tu
intención, y se
manifieste
como una realidad física. Esto crea la ilusión de lo fácil y lo
difícil, de lo posible y lo
imposible.
Por ello, si realmente quieres trascender lo mundano debes aprender
a pensar y a soñar lo
imposible.
Sólo con los pensamientos repetidos lo imposible puede hacerse
posible, por medio de la
intención
de la mente no circunscrita.
La
mente no circunscrita que está en ti es la misma que está en mí, o
para el caso, en un
rinoceronte, una jirafa, un ave o un gusano. Hasta las piedras
tienen inteligencia no circunscrita. Esta
mente no
circunscrita, esta conciencia pura, es lo que nos da el sentido del
«yo»,el «yo» que dice,
«soy Deepak»,
«soy un ave», el «yo» que dice quién eres o quién crees que eres.
Esta conciencia
universales
el único «yo» que existe. Pero ese «yo» único y universal
experimenta un proceso de
diferenciación; se transforma en un número casi infinito de
observadores y observados, espectadores
y
escenarios, formas orgánicas e inorgánicas, todos los seres y
objetos que conforman el mundo
físico.
Este hábito de la conciencia universal de diferenciarse en
conciencias particulares es anterior a
la
interpretación. Por lo tanto, antes de que el «yo soy» diga «soy
Deepak», o jirafa, o gusano, es
simplemente
«yo soy». El potencial creativo infinito del «yo» organiza el «yo»
comunal y lo transforma
en el «yo»
que eres tú, o yo, o cualquier otra cosa que haya en el Universo.
Éste es el mismo concepto de los dos niveles del alma, el universal
y el individual, pero
trasladado
a un contexto personal. Como seres humanos estamos acostumbrados a
pensar en
nuestro ser
individual como «yo», sin notar o apreciar el «yo» más grande y
universal al que
llamamos
alma universal. La palabra «yo» es simplemente un ingenioso punto de
referencia que
utilizamos
para localizar nuestro punto de vista único en el alma universal.
Sin embargo, cuando nos
definimos
sólo como un «yo» individual, perdemos la capacidad de imaginar más
allá de los límites de
lo que
tradicionalmente se considera como posible. No es que en el «yo»
universal todo sea posible;
es que ya
existe, y lo único que necesita para transformarse en una realidad
en el mundo físico es la
intención.
Las
diferencias entre el «yo» individual o mente circunscrita y el «yo»
universal o mente no
circunscrita pueden verse claramente en el cuadro que se localiza en
la siguiente página.
La
diferencia entre la mente circunscrita y la no circunscrita es la
que hay entre lo ordinario y
lo
extraordinario. La mente circunscrita es personal e individual para
cada uno de nosotros. Es la que
sostiene
nuestro ego, el «yo» autodefinido que va por el mundo y que está
esclavizado a los hábitos
condicionados. Por su misma naturaleza, la mente circunscrita nos
separa del resto de la creación.
Establece
divisiones sólidas que nos sentimos obligados a defender, aun cuando
esto implique
aislarnos
de significados más profundos y conexiones dichosas que resultan de
sentirnos parte de lo
universal.
Mente circunscrita
1. mente
del ego
2. mente
individual
3.
conciencia individual
4.conciencia condicionada
5. lineal
6. actúa en
el tiempo, el espacio y la causalidad
7.
confinada a la temporalidad y limitada
8. racional
9.
condicionada a pensamientos y
comportamientos habituales, forjada por las
experiencias individuales y colectivas
10. divide
11. diálogo
interno: esto soy yo y esto es mío
12.
dominada por el temor
13.
requiere energía
14.
necesita aprobación
15.
interpreta el «yo» que está en el observador
como algo
distinto del «yo» que está en lo
observado
16. piensa
en términos de causa y efecto
17.
algorítmica
18.
continua
19.
consciente
20. activa
cuando los sentidos están activos
porque la
experiencia sensorial está
circunscrita
Mente no circunscrita
1. espíritu
2. alma
3.
conciencia universal
4.
conciencia pura
5.
sincrónica
6. actúa
fuera del espacio, el tiempo y la
causalidad
7.
intemporal e infinita
8.
intuitiva/creativa
9. no
condicionada, infinitamente
correlacionada, infinitamente creativa
10. une
11. diálogo
interno: todo esto es yo y todo esto
es mío
12.
dominada por el amor
13.
funciona sin energía
14. inmune
a la crítica y a la Adulación
15. sabe
que el «yo» del observador y lo
observado
es el Mismo
16. observa
una interconexión no causal, una
correlación interdependiente
17. no
algorítmica
18.
discontinua
19. supra-consciente
20. siempre
activa, pero más accesible para sí
misma
cuando los sentidos han sido
suspendidos o desplazados, por ejemplo al
dormir,
durante los sueños, la meditación, el
sopor, él
trance, la oración
21. se
expresa a través de los sistemas
autónomo
y endocrino, y aún más importante,
a través
de la sincronización de estos
sistemas
(también a través de la
sincronización de lo particular y lo universal,
del
microcosmos y el macrocosmos)
22. se
expresa a través del sistema nervioso
intencionado (elección individual)
La
mente circunscrita es lenta, agotadora y racional, y carece de
imaginación o creatividad.
Requiere
atención y aprobación constantes, por lo que tiende a sentir temor,
desazón y dolor.
Por su parte, la mente no circunscrita es alma o espíritu puro, es
la conciencia universal. Actúa
más allá de
los límites del espacio y él tiempo, y es la gran fuerza
organizadora y unificadora del
Universo,
de alcance y duración infinita. Por naturaleza, el alma no
circunscrita se vincula con todas
las cosas
porque
es
todas las cosas. No requiere atención, energía ni aprobación; es
completa en sí
misma, por
lo que atrae el amor y la aceptación. Es inminentemente creativa, la
fuente de la que fluye
toda la
creación. Nos permite imaginar más allá de los límites de lo que la
mente circunscrita
considera
posible, pensar sin restricciones y creer en milagros.
Los saltos creativos dados por la mente no circunscrita, han sido
confirmados por la ciencia.
Los huecos
en los registros de fósiles sugieren saltos creativos de imaginación
por parte de la
naturaleza,
hipótesis conocida como equilibrio discontinuo. Por ejemplo, existen
antiguos fósiles de
anfibios y
aves, pero no de criaturas que los vinculen entre sí. Esto sugiere
un salto cuántico de
imaginación; los anfibios quisieron aprender a volar y las aves
fueron resultado de esa intención. Los
científicos
creen que los humanos evolucionaron de los primates, pero no hay
registro de fósiles de la
fase
intermedia, el eslabón perdido. Primero había sólo primates y de
repente aparecieron los
humanos.
¿Qué hubo en medio? Nada.
Estos constantes saltos de imaginación dan lugar a lo que nosotros
vemos como el Universo.
A lo largo
de nuestra vida hemos visto el desarrollo de la televisión, el
Internet, el correo electrónico,
la
tecnología nuclear y la exploración del espacio. Lo que nos guía es
la imaginación, y aunque ésta
es
propiedad de la conciencia universal, todas estas expresiones
circunscritas la condicionan. Los
seres
humanos tenemos la capacidad de ir más allá. Con la mente
circunscrita —el «yo»
circunscrito— tomamos decisiones por medio de la intención; y la
mente no circunscrita —el «yo» no
circunscrito— se encarga sincrónicamente de los detalles para
satisfacer la intención. Así es como los
sueños se
vuelven realidad.
Déjame explicártelo con un ejemplo. El «yo» circunscrito, que es
Deepak, quiere sentirse bien
a través
del ejercicio y perder peso. Así pues, Deepak, el «yo» circunscrito,
corre todos los días en la
caminadora
o en la playa. El «yo» no circunscrito de Deepak hace esto posible
al hacer que el cuerpo
de Deepak
realice muchas funciones simultáneamente: el corazón tiene que latir
más rápido y
bombear más
sangre, los tejidos tienen que consumir más oxígeno, los pulmones
tienen que respirar
más rápida
y profundamente, y el azúcar, que es el combustible del organismo,
tiene que quemarse
rápidamente
y convertirse en bióxido de carbono y agua para que se genere
energía. Si el
abastecimiento de combustible disminuye, hay que secretar insulina
para que el glucógeno almace-
nado en el
hígado se use como combustible. Las células inmunológicas tienen que
ser estimuladas
para que el
cuerpo pueda resistir las infecciones que hay en el entorno mientras
corro. Ésta es una
lista
abreviada de las cosas que deben ocurrir simultánea y
sincrónicamente para que mi intención de
correr se
cumpla. De hecho, hay trillones y trillones de actividades que deben
ocurrir de manera no
circunscrita, simultáneamente, para que Deepak disfrute del acto de
correr.
Como vemos, la operación del cuerpo está siendo organizada por la
mente no circunscrita, y
mientras
todas estas actividades están siendo sincronizadas, Deepak disfruta
su carrera. No le
preocupa si
su corazón bombea la cantidad adecuada de sangre o si su hígado se
olvida de
metabolizar
el glucógeno para convertirlo en azúcar. Eso corresponde a la
inteligencia no circunscrita.
El «yo»
circunscrito se propone algo, y el «yo» no circunscrito organiza
sincrónicamente todos los
detalles.
No
obstante, el «yo» circunscrito no siempre coopera y a veces toma
malas decisiones.
Imagina a
un hombre llamado Jim Smith. Está en una fiesta, y el Jim Smith
circunscrito dice: «Me
estoy
divirtiendo en esta fiesta». Le da un sorbo a su champaña, se relaja
y hace algunas nuevas
amistades.
El Jim Smith no circunscrito también está divirtiéndose en la
fiesta, conectándose y
disfrutando
el momento. Pero ¿qué pasaría si el «yo» circunscrito dijera: «Me
estoy divirtiendo de lo
lindo».
Quizá bebería más y se embriagaría. Emborracharse es una forma de
desconectarse, y el
«yo» no
circunscrito informa al «yo» circunscrito que esa decisión tiene un
precio. El «yo» no
circunscrito le proporciona al «yo» circunscrito un dolor de cabeza
y una cruda a la mañana siguiente.
Ésta es su
manera de comunicarse con el «yo» circunscrito, de decirle: «Si
abusas de ti mismo, te
sentirás
mal».
El
«yo» circunscrito enfrentará repercusiones más graves si ignora los
esfuerzos del «yo» no
circunscrito por disuadirlo de tomar esa decisión. Por ejemplo, si
el «yo» circunscrito ignora ese
mensaje y
se embriaga todos los días, el Jim Smith circunscrito puede quedarse
sin empleo, perder
sus
ingresos, deteriorar sus relaciones familiares y quizá enfermar de
cirrosis y, finalmente, morir.
¿Por qué?
Porque la decisión de beber no actuaba a favor del Jim Smith
circunscrito y del no
circunscrito. No era una intención pura, pues el «yo» circunscrito
la había deformado; había cambiado
de forma al
trasladarse de la mente no circunscrita a la circunscrita. Una
intención sólo puede
cumplirse
sincrónicamente si satisface las necesidades tanto del «yo»
circunscrito como del no cir-
cunscrito.
La intención no circunscrita siempre apunta a la evolución y, por lo
tanto, se orienta a las
interacciones armoniosas que actúan en favor del bien mayor.
La
intención siempre se origina en el ámbito universal. La intención
universal es, en última
instancia,
la que cumple la intención circunscrita, siempre y cuando favorezca
las necesidades de la
mente
circunscrita (yo) y la mente no circunscrita (el espíritu
universal). Sólo entonces las mentes
circunscrita y no circunscrita cooperarán. Sin embargo, hay un
factor que complica las cosas. Existen
billones de
seres humanos y trillones de otros seres en el planeta, cada uno con
intenciones circuns-
critas.
Digamos que voy a ofrecer una fiesta y planeo hornear montones de
pasteles de todos
tamaños.
Para ello he comprado azúcar, harina y todos los demás ingredientes
necesarios. Todo esto
lo almaceno
en mi despensa y así atraigo a hormigas y ratones que intentan
comerse el azúcar y el
harina.
Cuando descubro la actividad de los ratones, compro ratoneras e
insecticida. Algunos ratones
mueren; las
bacterias los invaden y empiezan a degradar sus cuerpos.
Si
analizamos con más detalle esta situación, encontraremos una
conspiración de sucesos
relacionados. Cada uno dio lugar a todos los demás. Para que este
drama pudiera ocurrir tuvo que
cultivarse
trigo y caña de azúcar. Eso implica granjas, granjeros, lluvias,
sol, tractores, consumidores,
minoristas,
mayoristas, transportistas, ferrocarriles, mercados financieros,
tiendas de abarrotes y
empleados,
inversionistas, insecticidas, plantas químicas, conocimientos de
química, etcétera. El
número de
mentes individuales circunscritas que participa es enorme.
Cabe entonces preguntar: ¿Quién influye en quién? ¿De quién es la
intención que da lugar a
estos
acontecimientos? La mía fue hornear pasteles. ¿Es mi intención
influir en el comportamiento del
planeta
entero, en los granjeros, el mercado de valores y los precios del
trigo, sin mencionar el com-
portamiento
de las hormigas y los ratones en mi alacena, y la actividad de otros
elementos y fuerzas
del
Universo? ¿Era mi intención de servir pasteles la única en la que el
Universo entero debía
cooperar?
Un ratón —suponiendo que pudiera reflexionar sobre su intención—
podría creer que la
responsable
de esta serie de acontecimientos había sido la suya, desde la
actividad de los
comerciantes de grano y las condiciones del clima, hasta mi decisión
de hornear pasteles.
Dé
hecho, las bacterias bien podrían creer que su intención había
organizado la actividad de
todo el
Universo, incluyendo mi decisión de comprar el veneno que les
proporcionó las proteínas que
habrían de
consumir. Las cosas pueden ser muy confusas cuando empezamos a
preguntarnos de
quién fue
la intención que dio lugar a determinado acontecimiento.
¿De
quién
es
la intención que está creando toda esta actividad? En la realidad
más profunda,
el «yo» que
organiza todos estos sucesos es el «yo» no circunscrito, universal.
Esta fuerza
ordenadora,
coordina y sincroniza simultáneamente un numero infinito de
acontecimientos. La mente
no
circunscrita vuelve constantemente a sí misma, y se renueva y
renueva su creatividad, de manera
que lo
viejo nunca se queda estancado, sino que nace de nuevo y a cada
momento. Aunque la
intención
proviene del «yo» circunscrito e individual, desde mi perspectiva y
la del gato, el ratón, las
hormigas,
las bacterias y las personas que van a asistir a la fiesta,
pareciera que se trata de la
intención
de un «yo» personal. En cada lugar, cada organismo podría estar
pensando: «¡Es mi
intención!»
Todos y cada uno creen que su «yo» circunscrito personal es el que
está haciendo algo;
no
obstante, en un panorama más amplio, todas estas mentes
circunscritas diferentes dan lugar y
crean a
cada una de las demás, a través de la intención de la mente no
circunscrita. Los árboles
deben
respirar para que yo pueda hacerlo. Los ríos deben correr para que
mi sangre pueda circular.
Al fin y al
cabo sólo hay un «yo», exuberante, abundante, eterno, rítmico e
indivisible. Todas las
divisiones
son ilusorias. El «yo» circunscrito sólo alcanza la realización como
«yo» no circunscrito
cuando
ambos se conectan. Entonces empezamos a percibir que sólo existe un
«yo» universal, y
cuando nos
conectamos empezamos a experimentar confianza, amor, perdón,
gratitud, compasión,
rendición,
el no hacer. Así funciona la oración. Alfred Lord Tennyson, el gran
poeta, dijo una vez: «La
oración
provoca más cosas de las que soñamos». Pero no se trata de una
oración producto de una
intención
forzada; es la delicadeza, la sincronía, la rendición, la gratitud,
la confianza, el amor y la
compasión
lo que me permiten, a mí, el «yo» circunscrito, experimentar y
convertirme en el «yo» no
circunscrito.
Estamos tan atados a nuestro «yo» circunscrito, individual y
personal que quedamos ciegos
ante la
magnificencia que está más allá de éste. La ignorancia es conciencia
restringida. Para notar
algo hay
que ignorar todo lo demás. Así es como lo no circunscrito se vuelve
circunscrito. Cuando
noto algo,
ignoro todo aquello que lo rodea pero que contribuye a su existencia
y, por lo tanto, forma
parte de
él. Cuando el «yo» que es mi ego observa, sólo ve lo particular e
ignora lo universal. Pero
cuando el
«yo» espiritual observa, puede ver el flujo del Universo que hace
posible lo particular.
Esta interconexión, esta indivisibilidad, es lo que hace que la vida
no sólo sea posible, sino
milagrosa.
El mar de interrelaciones se convierte en olas individuales que
estallan en gotas
espumosas
que brillan como diamantes y se reflejan unas a otras sólo para
volver a hundirse en las
profundidades del océano. Sólo existe un momento eterno —amor,
espíritu o conciencia eterna— que
constantemente se convierte en observador y en observado. Nosotros
somos esas gotas cristalinas;
cada uno
hermoso y único por un momento, cada uno parte del otro, cada uno
reflejando al otro.
Todos
provenimos del amor, espíritu o conciencia eterna; somos una
figuración del «yo» universal.
Aunque la
interpretación, la memoria y los hábitos crean la ilusión de
familiaridad o identidad de
nuestra
continuidad, minuto a minuto, en realidad hay posibilidades
infinitas en nuestra esencia;
posibilidades que sólo necesitan la intención para hacerse realidad.
La
intención orquesta posibilidades infinitas. Tal vez te preguntes qué
clase de intención es la
ideal. ¿Qué
pedirías si tu intención pudiera cumplirse en este momento? Si tu
intención es un deseo
meramente
personal y se orienta a la gratificación individual, los «yoes»
circunscrito y no circunscritos
pueden
perder sincronización. ¿Cuántas veces has oído a las personas decir
que quieren ganar la
lotería?
Eso puede ocurrir, pero sólo si la satisfacción de esa intención te
favorece a ti tanto como al
propósito
mayor. Tal vez te digas: «Quiero ganar la lotería para comprarme un
nuevo BMW». Hasta
esa
intención favorece a muchas personas: a ti, al fabricante del auto,
a sus empleados, a los
inversionistas y a la economía. Sin embargo, no es una intención tan
poderosa como la de alguien
como la
Madre Teresa, porque su deseo de reunir dinero era resultado del
deseo de satisfacer a
otros, de
dar y recibir en un nivel más profundo en favor de la gran cadena
del ser. Cuando la
intención
de la mente no circunscrita está apoyada por la mente circunscrita,
es holística y por tanto
más eficaz.
Podemos preguntarnos a propósito de cada una de nuestras
intenciones: «¿Cómo me
beneficiará
y cómo beneficiará a todos con quienes tengo contacto?» Si la
respuesta es que
provocará
dicha y satisfacción auténticas en mí y en todos aquellos en quienes
influyen mis actos,
entonces mi
intención, junto con la rendición a la mente no circunscrita,
organiza su propio
cumplimiento. Existen tácticas para descubrir la intención pura y
auténtica que constituye el destino
de tu vida,
mismas que trataremos más adelante. Sin embargo, lo esencial es
partir de un lugar de
conciencia
sosegada y afianzada, crear una intención apropiada en el corazón y
dejar que el «yo»
circunscrito se funda con el «yo» no circunscrito para permitir que
la voluntad de Dios se cumpla a
través de
uno. He enseñado esta técnica a miles de personas que me han
comentado que les
funciona
tan bien como a mí.
Parte de la dificultad es concebir una intención que no interfiera
con la intención universal. Los
científicos
intentaron introducir el «arroz de oro» en algunos países en vías de
desarrollo, que
padecen
escasez de alimentos; una variedad creada por la ingeniería genética
que contiene
insecticidas naturales que permiten al arroz crecer en abundancia.
Sin embargo, hubo algunos
problemas.
El arroz creado por la ingeniería genética no posee los aromas
naturales que atraen a
varios
insectos importantes en la manutención y propagación de la cadena
alimenticia. Los
ecologistas
temen que este arroz perturbe el ecosistema local y que, en última
instancia, trastorne el
clima; esto
podría acarrear terribles consecuencias para todo el planeta. La
conciencia estrecha o
circunscrita —que observa sólo la situación particular— intenta
resolverla de manera circunscrita; la
conciencia
expandida, el «yo» no circunscrito, observa las relaciones, las
aves, las abejas, las
ardillas,
las marmotas y el clima (debe haber una determinada población de
árboles, flora y fauna
para
permitir cierto tipo de clima). Una buena intención puede resultar
contraproducente si se ignora
la
intención del «yo» no circunscrito. Los intrincados vínculos de
interconexión no sólo requieren
desinterés;
también necesitan coordinación con los demás «yoes» individuales que
provienen del
«yo»
universal.