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SINCRO-DESTINO

Primera Parte

La Promesa del Potencial Ilimitado

La Intencion

Deepak Chopra

 
 

La Intencion

Todo niño que conozca la historia de Aladino sueña con encontrar una lámpara maravillosa de la que

surja un genio capaz de concederle cualquier deseo. Como adultos sabemos que no existen

lámparas ni genios tales, lo que deja al deseo encerrado en el interior de cada quien. Pero ¿qué

pasaría si los deseos pudieran hacerse realidad? ¿Qué desearías para ti? ¿Qué satisfacerla tus

necesidades en el nivel más profundo y básico? ¿Qué permitiría a tu alma cumplir con su destino?

        Todo lo que ocurre en el Universo se origina con la intención. Ya sea que quiera mover los

dedos de mis pies, comprar un regalo de cumpleaños para mi esposa, beber una taza de café o

escribir este libro, todo comienza con la intención. Esta intención surge siempre de la mente no

circunscrita o universal, pero se localiza en la mente individual. Una vez localizada, se convierte en

realidad física.

        De hecho, si no fuera por la intención, la realidad física no existiría. La intención activa la

correlación no circunscrita y sincronizada del cerebro. Siempre que hay una cognición o percepción

de la realidad física, las distintas regiones del cerebro muestran una «sincronía de fase y frecuencia»,

en los patrones que activan las neuronas individuales en diferentes partes del cerebro. Ésta es una

sincronización circunscrita de una frecuencia de alrededor de 40 hertz (40 ciclos por segundo).

También se le conoce como vinculación y es necesaria para la cognición. Sin ésta no veríamos a las

personas como personas, a las casas como casas, a los árboles como árboles o a los rostros de las

fotografías como rostros. Veríamos puntos en blanco y negro, líneas dispersas, manchas de luz y

sombra. De hecho, los objetos de la percepción sólo son detectados como señales electromagnéticas

que se encienden o apagan. La sincronización organizada por la intención convierte los puntos, las

líneas dispersas, las descargas eléctricas y los patrones de luz y sombra en un todo, en una gestalt

que crea una imagen del mundo como una experiencia subjetiva. El mundo no existe como imagen

sino como impulsos que se encienden y apagan; estos puntos son códigos digitales que se activan de

manera aparentemente aleatoria. La sincronización los organiza y los convierte en una experiencia

cerebral, en un sonido, una textura, una forma, un sabor o un olor a través de la intención. Tú, como

inteligencia no circunscrita, rotulas esa experiencia y de pronto se crea un objeto material en la

conciencia subjetiva.

        El mundo es como un manchón de Rorschach, al que convertimos en un mundo de objetos

materiales a través de la sincronización orquestada por la intención. El mundo, antes de ser

observado, y el sistema nervioso, antes del deseo o la intención de observar algo, existen como un

campo de actividades caótico, dinámico y no lineal, que permanece en un estado de desequilibrio

(actividad inestable). La intención organiza sincrónicamente estas actividades aparentemente

disímbolas, caóticas y carentes de relación del universo no circunscrito; las convierte en un sistema

altamente ordenado, auto-organizado y dinámico que se manifiesta de manera simultánea como un

mundo observado y como un sistema nervioso a través del cual ese mundo es observado. La inten-

ción no surge del sistema nervioso, pero se organiza en él. Sin embargo, la intención es responsable

de otras cosas además de la cognición y la percepción. Todo aprendizaje, recuerdo, razonamiento,

inferencia y actividad motora están precedidos por la intención. La intención es la base misma de la creación.

        El antiguo texto védico conocido como Upanishad afirma: «Tú eres lo que tu deseo más

profundo es. Como es tu deseo, es tu intención. Como es tu intención, es tu voluntad. Como es tu

voluntad, son tus actos. Como son tus actos, es tu destino». Nuestro destino proviene en última

instancia de los niveles más profundos del deseo y también del nivel más profundo de la intención.

Ambos están íntimamente vinculados.

        ¿Qué es la intención? Generalmente se cree que es un pensamiento sobre algo que quieres

lograr u obtener en tu vida, pero es más que eso. La intención es una forma de satisfacer una

necesidad, ya sea de objetos materiales, de una relación, de realización espiritual o de amor. La

intención es un pensamiento que te ayuda a satisfacer una necesidad, y lo lógico es que una vez que

la hayas satisfecho, te sientas feliz.

        Desde este punto de vista, la finalidad de todas nuestras intenciones es sentirnos felices o

realizados. Si se nos preguntara qué queremos, tal vez contestaríamos «quiero más dinero». Si nos

preguntaran por qué, diríamos algo como «bueno, así podría pasar más tiempo con mis hijos». Si nos

preguntaran por qué queremos pasar más tiempo con nuestros hijos, podríamos decir: «Porque así

sería feliz». Esto muestra que el fin último de todos nuestros objetivos, es esa realización en el nivel

espiritual a la que llamamos felicidad, dicha o amor.

        Toda la actividad del Universo tiene su origen en la intención. De acuerdo con la tradición

védica, «la intención es una fuerza de la naturaleza». La intención mantiene el equilibrio de todos los

elementos y las fuerzas que permiten al Universo seguir evolucionando.

        La intención incluso orquesta la creatividad. Ésta tiene lugar en el nivel individual pero también

ocurre universalmente, esto permite que el mundo dé saltos cuánticos en su evolución,

periódicamente. En última instancia, cuando morimos el alma da un salto cuántico en la creatividad.

En efecto, el alma dice: «Ahora debo expresarme a través de un nuevo organismo o encarnación».

Así pues, la intención proviene del alma universal, se localiza en un. alma individual y finalmente se

expresa a través de una mente individual, circunscrita.

        A partir de las experiencias pasadas creamos los recuerdos, que son la base de la

imaginación y el deseo, y como hemos visto, el deseo es la base de la acción. El ciclo se perpetúa a

sí mismo. En la tradición védica y el budismo este ciclo recibe el nombre de Rueda de Samsara, base

de la existencia terrenal. El «yo» no circunscrito se convierte en el «yo» circunscrito, cuando atraviesa

este proceso kármico.

        Cuando la intención se repite, crea un hábito. Mientras más se repita la intención, más

probable es que la conciencia universal dé lugar al mismo patrón y manifieste la intención en el

mundo físico. Si recuerdas el apartado sobre física, una onda-partícula que está dentro de una caja

no observada es, simultáneamente, una onda y una partícula, y adopta una forma definitiva sólo

hasta que es observada; comprenderás que en el momento de la observación, la probabilidad se

transmuta en forma definida. Esta es la misma idea, sólo que cuando la intención se repite, es más

probable que el patrón de la mente no circunscrita se transmute siguiendo tu intención, y se

manifieste como una realidad física. Esto crea la ilusión de lo fácil y lo difícil, de lo posible y lo

imposible. Por ello, si realmente quieres trascender lo mundano debes aprender a pensar y a soñar lo

imposible. Sólo con los pensamientos repetidos lo imposible puede hacerse posible, por medio de la

intención de la mente no circunscrita.

        La mente no circunscrita que está en ti es la misma que está en mí, o para el caso, en un

rinoceronte, una jirafa, un ave o un gusano. Hasta las piedras tienen inteligencia no circunscrita. Esta

mente no circunscrita, esta conciencia pura, es lo que nos da el sentido del «yo»,el «yo» que dice,

«soy Deepak», «soy un ave», el «yo» que dice quién eres o quién crees que eres. Esta conciencia

universales el único «yo» que existe. Pero ese «yo» único y universal experimenta un proceso de

diferenciación; se transforma en un número casi infinito de observadores y observados, espectadores

y escenarios, formas orgánicas e inorgánicas, todos los seres y objetos que conforman el mundo

físico. Este hábito de la conciencia universal de diferenciarse en conciencias particulares es anterior a

la interpretación. Por lo tanto, antes de que el «yo soy» diga «soy Deepak», o jirafa, o gusano, es

simplemente «yo soy». El potencial creativo infinito del «yo» organiza el «yo» comunal y lo transforma

en el «yo» que eres tú, o yo, o cualquier otra cosa que haya en el Universo.

        Éste es el mismo concepto de los dos niveles del alma, el universal y el individual, pero

trasladado a un contexto personal. Como seres humanos estamos acostumbrados a pensar en

nuestro ser individual como «yo», sin notar o apreciar el «yo» más grande y universal al que

llamamos alma universal. La palabra «yo» es simplemente un ingenioso punto de referencia que

utilizamos para localizar nuestro punto de vista único en el alma universal. Sin embargo, cuando nos

definimos sólo como un «yo» individual, perdemos la capacidad de imaginar más allá de los límites de

 

 

lo que tradicionalmente se considera como posible. No es que en el «yo» universal todo sea posible;

es que ya existe, y lo único que necesita para transformarse en una realidad en el mundo físico es la

intención.

     

        Las diferencias entre el «yo» individual o mente circunscrita y el «yo» universal o mente no

circunscrita pueden verse claramente en el cuadro que se localiza en la siguiente página.

        La diferencia entre la mente circunscrita y la no circunscrita es la que hay entre lo ordinario y

lo extraordinario. La mente circunscrita es personal e individual para cada uno de nosotros. Es la que

sostiene nuestro ego, el «yo» autodefinido que va por el mundo y que está esclavizado a los hábitos

condicionados. Por su misma naturaleza, la mente circunscrita nos separa del resto de la creación.

Establece divisiones sólidas que nos sentimos obligados a defender, aun cuando esto implique

aislarnos de significados más profundos y conexiones dichosas que resultan de sentirnos parte de lo

universal.

Mente circunscrita

1. mente del ego

2. mente individual

3. conciencia individual

4.conciencia condicionada

5. lineal

6. actúa en el tiempo, el espacio y la causalidad

7. confinada a la temporalidad y limitada

8. racional

9. condicionada a pensamientos y

   comportamientos habituales, forjada por las

   experiencias individuales y colectivas

10. divide

11. diálogo interno: esto soy yo y esto es mío

12. dominada por el temor

13. requiere energía

14. necesita aprobación

15. interpreta el «yo» que está en el observador

  como algo distinto del «yo» que está en lo

  observado

16. piensa en términos de causa y efecto

17. algorítmica

18. continua

19. consciente

20. activa cuando los sentidos están activos

  porque la experiencia sensorial está

  circunscrita

Mente no circunscrita

1. espíritu

2. alma

3. conciencia universal

4. conciencia pura

5. sincrónica

6. actúa fuera del espacio, el tiempo y la

   causalidad

7. intemporal e infinita

8. intuitiva/creativa

9. no condicionada, infinitamente

   correlacionada, infinitamente creativa

10. une

11. diálogo interno: todo esto es yo y todo esto

  es mío

12. dominada por el amor

13. funciona sin energía

14. inmune a la crítica y a la Adulación

15. sabe que el «yo» del observador y lo

  observado es el Mismo

16. observa una interconexión no causal, una

  correlación interdependiente

17. no algorítmica

18. discontinua

19. supra-consciente

20. siempre activa, pero más accesible para sí

  misma cuando los sentidos han sido

  suspendidos o desplazados, por ejemplo al

  dormir, durante los sueños, la meditación, el

  sopor, él trance, la oración

21. se expresa a través de los sistemas

  autónomo y endocrino, y aún más importante,

  a través de la sincronización de estos

  sistemas (también a través de la

  sincronización de lo particular y lo universal,

  del microcosmos y el macrocosmos)

22. se expresa a través del sistema nervioso

  intencionado (elección individual)

         La mente circunscrita es lenta, agotadora y racional, y carece de imaginación o creatividad.

Requiere atención y aprobación constantes, por lo que tiende a sentir temor, desazón y dolor.

         Por su parte, la mente no circunscrita es alma o espíritu puro, es la conciencia universal. Actúa

más allá de los límites del espacio y él tiempo, y es la gran fuerza organizadora y unificadora del

Universo, de alcance y duración infinita. Por naturaleza, el alma no circunscrita se vincula con todas

las cosas porque es todas las cosas. No requiere atención, energía ni aprobación; es completa en sí

misma, por lo que atrae el amor y la aceptación. Es inminentemente creativa, la fuente de la que fluye

toda la creación. Nos permite imaginar más allá de los límites de lo que la mente circunscrita

considera posible, pensar sin restricciones y creer en milagros.

         Los saltos creativos dados por la mente no circunscrita, han sido confirmados por la ciencia.

Los huecos en los registros de fósiles sugieren saltos creativos de imaginación por parte de la

naturaleza, hipótesis conocida como equilibrio discontinuo. Por ejemplo, existen antiguos fósiles de

anfibios y aves, pero no de criaturas que los vinculen entre sí. Esto sugiere un salto cuántico de

imaginación; los anfibios quisieron aprender a volar y las aves fueron resultado de esa intención. Los

científicos creen que los humanos evolucionaron de los primates, pero no hay registro de fósiles de la

fase intermedia, el eslabón perdido. Primero había sólo primates y de repente aparecieron los

humanos. ¿Qué hubo en medio? Nada.

         Estos constantes saltos de imaginación dan lugar a lo que nosotros vemos como el Universo.

A lo largo de nuestra vida hemos visto el desarrollo de la televisión, el Internet, el correo electrónico,

la tecnología nuclear y la exploración del espacio. Lo que nos guía es la imaginación, y aunque ésta

es propiedad de la conciencia universal, todas estas expresiones circunscritas la condicionan. Los

seres humanos tenemos la capacidad de ir más allá. Con la mente circunscrita —el «yo»

circunscrito— tomamos decisiones por medio de la intención; y la mente no circunscrita —el «yo» no

circunscrito— se encarga sincrónicamente de los detalles para satisfacer la intención. Así es como los

sueños se vuelven realidad.

         Déjame explicártelo con un ejemplo. El «yo» circunscrito, que es Deepak, quiere sentirse bien

a través del ejercicio y perder peso. Así pues, Deepak, el «yo» circunscrito, corre todos los días en la

caminadora o en la playa. El «yo» no circunscrito de Deepak hace esto posible al hacer que el cuerpo

de Deepak realice muchas funciones simultáneamente: el corazón tiene que latir más rápido y

bombear más sangre, los tejidos tienen que consumir más oxígeno, los pulmones tienen que respirar

más rápida y profundamente, y el azúcar, que es el combustible del organismo, tiene que quemarse

rápidamente y convertirse en bióxido de carbono y agua para que se genere energía. Si el

abastecimiento de combustible disminuye, hay que secretar insulina para que el glucógeno almace-

nado en el hígado se use como combustible. Las células inmunológicas tienen que ser estimuladas

para que el cuerpo pueda resistir las infecciones que hay en el entorno mientras corro. Ésta es una

lista abreviada de las cosas que deben ocurrir simultánea y sincrónicamente para que mi intención de

correr se cumpla. De hecho, hay trillones y trillones de actividades que deben ocurrir de manera no

circunscrita, simultáneamente, para que Deepak disfrute del acto de correr.

         Como vemos, la operación del cuerpo está siendo organizada por la mente no circunscrita, y

mientras todas estas actividades están siendo sincronizadas, Deepak disfruta su carrera. No le

preocupa si su corazón bombea la cantidad adecuada de sangre o si su hígado se olvida de

metabolizar el glucógeno para convertirlo en azúcar. Eso corresponde a la inteligencia no circunscrita.

El «yo» circunscrito se propone algo, y el «yo» no circunscrito organiza sincrónicamente todos los

detalles.

         No obstante, el «yo» circunscrito no siempre coopera y a veces toma malas decisiones.

Imagina a un hombre llamado Jim Smith. Está en una fiesta, y el Jim Smith circunscrito dice: «Me

estoy divirtiendo en esta fiesta». Le da un sorbo a su champaña, se relaja y hace algunas nuevas

amistades. El Jim Smith no circunscrito también está divirtiéndose en la fiesta, conectándose y

disfrutando el momento. Pero ¿qué pasaría si el «yo» circunscrito dijera: «Me estoy divirtiendo de lo

lindo». Quizá bebería más y se embriagaría. Emborracharse es una forma de desconectarse, y el

«yo» no circunscrito informa al «yo» circunscrito que esa decisión tiene un precio. El «yo» no

circunscrito le proporciona al «yo» circunscrito un dolor de cabeza y una cruda a la mañana siguiente.

Ésta es su manera de comunicarse con el «yo» circunscrito, de decirle: «Si abusas de ti mismo, te

sentirás mal».

         El «yo» circunscrito enfrentará repercusiones más graves si ignora los esfuerzos del «yo» no

circunscrito por disuadirlo de tomar esa decisión. Por ejemplo, si el «yo» circunscrito ignora ese

mensaje y se embriaga todos los días, el Jim Smith circunscrito puede quedarse sin empleo, perder

sus ingresos, deteriorar sus relaciones familiares y quizá enfermar de cirrosis y, finalmente, morir.

¿Por qué? Porque la decisión de beber no actuaba a favor del Jim Smith circunscrito y del no

circunscrito. No era una intención pura, pues el «yo» circunscrito la había deformado; había cambiado

de forma al trasladarse de la mente no circunscrita a la circunscrita. Una intención sólo puede

cumplirse sincrónicamente si satisface las necesidades tanto del «yo» circunscrito como del no cir-

cunscrito. La intención no circunscrita siempre apunta a la evolución y, por lo tanto, se orienta a las

interacciones armoniosas que actúan en favor del bien mayor.

        La intención siempre se origina en el ámbito universal. La intención universal es, en última

instancia, la que cumple la intención circunscrita, siempre y cuando favorezca las necesidades de la

mente circunscrita (yo) y la mente no circunscrita (el espíritu universal). Sólo entonces las mentes

circunscrita y no circunscrita cooperarán. Sin embargo, hay un factor que complica las cosas. Existen

billones de seres humanos y trillones de otros seres en el planeta, cada uno con intenciones circuns-

critas. Digamos que voy a ofrecer una fiesta y planeo hornear montones de pasteles de todos

tamaños. Para ello he comprado azúcar, harina y todos los demás ingredientes necesarios. Todo esto

lo almaceno en mi despensa y así atraigo a hormigas y ratones que intentan comerse el azúcar y el

harina. Cuando descubro la actividad de los ratones, compro ratoneras e insecticida. Algunos ratones

mueren; las bacterias los invaden y empiezan a degradar sus cuerpos.

        Si analizamos con más detalle esta situación, encontraremos una conspiración de sucesos

relacionados. Cada uno dio lugar a todos los demás. Para que este drama pudiera ocurrir tuvo que

cultivarse trigo y caña de azúcar. Eso implica granjas, granjeros, lluvias, sol, tractores, consumidores,

minoristas, mayoristas, transportistas, ferrocarriles, mercados financieros, tiendas de abarrotes y

empleados, inversionistas, insecticidas, plantas químicas, conocimientos de química, etcétera. El

número de mentes individuales circunscritas que participa es enorme.

        Cabe entonces preguntar: ¿Quién influye en quién? ¿De quién es la intención que da lugar a

estos acontecimientos? La mía fue hornear pasteles. ¿Es mi intención influir en el comportamiento del

planeta entero, en los granjeros, el mercado de valores y los precios del trigo, sin mencionar el com-

portamiento de las hormigas y los ratones en mi alacena, y la actividad de otros elementos y fuerzas

del Universo? ¿Era mi intención de servir pasteles la única en la que el Universo entero debía

cooperar? Un ratón —suponiendo que pudiera reflexionar sobre su intención— podría creer que la

responsable de esta serie de acontecimientos había sido la suya, desde la actividad de los

comerciantes de grano y las condiciones del clima, hasta mi decisión de hornear pasteles.

        Dé hecho, las bacterias bien podrían creer que su intención había organizado la actividad de

todo el Universo, incluyendo mi decisión de comprar el veneno que les proporcionó las proteínas que

habrían de consumir. Las cosas pueden ser muy confusas cuando empezamos a preguntarnos de

quién fue la intención que dio lugar a determinado acontecimiento.

        ¿De quién es la intención que está creando toda esta actividad? En la realidad más profunda,

el «yo» que organiza todos estos sucesos es el «yo» no circunscrito, universal. Esta fuerza

ordenadora, coordina y sincroniza simultáneamente un numero infinito de acontecimientos. La mente

no circunscrita vuelve constantemente a sí misma, y se renueva y renueva su creatividad, de manera

que lo viejo nunca se queda estancado, sino que nace de nuevo y a cada momento. Aunque la

intención proviene del «yo» circunscrito e individual, desde mi perspectiva y la del gato, el ratón, las

hormigas, las bacterias y las personas que van a asistir a la fiesta, pareciera que se trata de la

intención de un «yo» personal. En cada lugar, cada organismo podría estar pensando: «¡Es mi

intención!» Todos y cada uno creen que su «yo» circunscrito personal es el que está haciendo algo;

no obstante, en un panorama más amplio, todas estas mentes circunscritas diferentes dan lugar y

crean a cada una de las demás, a través de la intención de la mente no circunscrita. Los árboles

deben respirar para que yo pueda hacerlo. Los ríos deben correr para que mi sangre pueda circular.

Al fin y al cabo sólo hay un «yo», exuberante, abundante, eterno, rítmico e indivisible. Todas las

divisiones son ilusorias. El «yo» circunscrito sólo alcanza la realización como «yo» no circunscrito

cuando ambos se conectan. Entonces empezamos a percibir que sólo existe un «yo» universal, y

cuando nos conectamos empezamos a experimentar confianza, amor, perdón, gratitud, compasión,

rendición, el no hacer. Así funciona la oración. Alfred Lord Tennyson, el gran poeta, dijo una vez: «La

oración provoca más cosas de las que soñamos». Pero no se trata de una oración producto de una

intención forzada; es la delicadeza, la sincronía, la rendición, la gratitud, la confianza, el amor y la

compasión lo que me permiten, a mí, el «yo» circunscrito, experimentar y convertirme en el «yo» no

circunscrito.

         Estamos tan atados a nuestro «yo» circunscrito, individual y personal que quedamos ciegos

ante la magnificencia que está más allá de éste. La ignorancia es conciencia restringida. Para notar

algo hay que ignorar todo lo demás. Así es como lo no circunscrito se vuelve circunscrito. Cuando

noto algo, ignoro todo aquello que lo rodea pero que contribuye a su existencia y, por lo tanto, forma

parte de él. Cuando el «yo» que es mi ego observa, sólo ve lo particular e ignora lo universal. Pero

cuando el «yo» espiritual observa, puede ver el flujo del Universo que hace posible lo particular.

         Esta interconexión, esta indivisibilidad, es lo que hace que la vida no sólo sea posible, sino

milagrosa. El mar de interrelaciones se convierte en olas individuales que estallan en gotas

espumosas que brillan como diamantes y se reflejan unas a otras sólo para volver a hundirse en las

profundidades del océano. Sólo existe un momento eterno —amor, espíritu o conciencia eterna— que

constantemente se convierte en observador y en observado. Nosotros somos esas gotas cristalinas;

cada uno hermoso y único por un momento, cada uno parte del otro, cada uno reflejando al otro.

Todos provenimos del amor, espíritu o conciencia eterna; somos una figuración del «yo» universal.

Aunque la interpretación, la memoria y los hábitos crean la ilusión de familiaridad o identidad de

nuestra continuidad, minuto a minuto, en realidad hay posibilidades infinitas en nuestra esencia;

posibilidades que sólo necesitan la intención para hacerse realidad.

         La intención orquesta posibilidades infinitas. Tal vez te preguntes qué clase de intención es la

ideal. ¿Qué pedirías si tu intención pudiera cumplirse en este momento? Si tu intención es un deseo

meramente personal y se orienta a la gratificación individual, los «yoes» circunscrito y no circunscritos

pueden perder sincronización. ¿Cuántas veces has oído a las personas decir que quieren ganar la

lotería? Eso puede ocurrir, pero sólo si la satisfacción de esa intención te favorece a ti tanto como al

propósito mayor. Tal vez te digas: «Quiero ganar la lotería para comprarme un nuevo BMW». Hasta

esa intención favorece a muchas personas: a ti, al fabricante del auto, a sus empleados, a los

inversionistas y a la economía. Sin embargo, no es una intención tan poderosa como la de alguien

como la Madre Teresa, porque su deseo de reunir dinero era resultado del deseo de satisfacer a

otros, de dar y recibir en un nivel más profundo en favor de la gran cadena del ser. Cuando la

intención de la mente no circunscrita está apoyada por la mente circunscrita, es holística y por tanto

más eficaz.

         Podemos preguntarnos a propósito de cada una de nuestras intenciones: «¿Cómo me

beneficiará y cómo beneficiará a todos con quienes tengo contacto?» Si la respuesta es que

provocará dicha y satisfacción auténticas en mí y en todos aquellos en quienes influyen mis actos,

entonces mi intención, junto con la rendición a la mente no circunscrita, organiza su propio

cumplimiento. Existen tácticas para descubrir la intención pura y auténtica que constituye el destino

de tu vida, mismas que trataremos más adelante. Sin embargo, lo esencial es partir de un lugar de

conciencia sosegada y afianzada, crear una intención apropiada en el corazón y dejar que el «yo»

circunscrito se funda con el «yo» no circunscrito para permitir que la voluntad de Dios se cumpla a

través de uno. He enseñado esta técnica a miles de personas que me han comentado que les

funciona tan bien como a mí.

         Parte de la dificultad es concebir una intención que no interfiera con la intención universal. Los

científicos intentaron introducir el «arroz de oro» en algunos países en vías de desarrollo, que

padecen escasez de alimentos; una variedad creada por la ingeniería genética que contiene

insecticidas naturales que permiten al arroz crecer en abundancia. Sin embargo, hubo algunos

problemas. El arroz creado por la ingeniería genética no posee los aromas naturales que atraen a

varios insectos importantes en la manutención y propagación de la cadena alimenticia. Los

ecologistas temen que este arroz perturbe el ecosistema local y que, en última instancia, trastorne el

clima; esto podría acarrear terribles consecuencias para todo el planeta. La conciencia estrecha o

circunscrita —que observa sólo la situación particular— intenta resolverla de manera circunscrita; la

conciencia expandida, el «yo» no circunscrito, observa las relaciones, las aves, las abejas, las

ardillas, las marmotas y el clima (debe haber una determinada población de árboles, flora y fauna

para permitir cierto tipo de clima). Una buena intención puede resultar contraproducente si se ignora

la intención del «yo» no circunscrito. Los intrincados vínculos de interconexión no sólo requieren

desinterés; también necesitan coordinación con los demás «yoes» individuales que provienen del

«yo» universal.

La intención no puede ser forzada, obligada ni presionada. Piensa que es como atrapar

pompas de jabón en el aire: es una empresa delicada que no puede apresurarse ni forzarse. Lo

mismo pasa con la meditación o el sueno. Uno no puede intentar meditar o dormir. Estas actividades

requieren soltarse y mientras más nos esforcemos, menos éxito tendremos. La meditación ocurre; el

sueño ocurre. Es igual con la intención; mientras menos interfiramos con ella, más comprobaremos

que posee su propio poder organizador infinito. La intención tiene en sí los mecanismos para su

propio cumplimiento, tal como una semilla contiene todo lo que necesita para convertirse en el árbol,

la flor y el fruto. No tengo que hacer nada con esa semilla; simplemente debo sembrarla y regarla.

Ella creará todo por sí misma, sin que yo intervenga.

         La intención es una semilla en la conciencia o espíritu. Si le prestas atención comprobarás que

tiene en sí los medios para lograr su propio cumplimiento. El poder organizador infinito de la intención

orquesta innumerables detalles en forma simultánea.

         La intención genera coincidencias; ésta es la razón por la que, cuando pensamos en algo,

ocurre. La intención es la razón por la cual algunas personas tienen remisiones espontáneas o se

curan solas. La intención organiza toda la creatividad del Universo; nosotros, como seres humanos,

somos capaces de crear cambios positivos en nuestra vida a través de la intención. ¿Por qué

entonces perdemos esa habilidad? La habilidad se pierde cuando la imagen de uno mismo eclipsa al

ser, cuando sacrificamos nuestro ser verdadero a favor del ego.

         La conciencia de que «yo» soy algo distinto a «tú», tiene lugar alrededor de los dos o tres

años de edad. A esta edad, el bebé empieza a diferenciar entre «yo» y «mío», y entre «no yo» y «no

mío». Esta distinción provoca ansiedad. En realidad, el mundo no es algo distinto a nosotros, sino

parte del continuo de la conciencia. La intención funciona aprovechando las fuerzas creativas

inherentes al Universo. Así como tenemos nuestra creatividad personal, el Universo también

manifiesta creatividad.

         El Universo está vivo y consciente, y responde a nuestras intenciones cuando mantenemos la

relación íntima con él y lo vemos no como algo separado, sino como una prolongación de nuestro cuerpo.

         El poder de la intención puede restaurarse a través del regreso al ser verdadero, de la

activación del ser. Quienes logran lo anterior, restablecen su conexión con la mente no circunscrita;

no sienten deseos de manipular ni controlar a los demás; se mantienen al margen de la crítica y la

adulación, no se sienten inferiores a nadie, pero tampoco superiores; están en contacto con el punto

de referencia interno que es su alma y no con su ego. La ansiedad deja de ser un problema —pues

ésta emana de la necesidad del ego de protegerse—, y esa ansiedad es lo que interfiere con lo

espontáneo de la intención. La intención es el mecanismo por el que el espíritu se transforma en

realidad material.

         La espiritualidad madura requiere sensatez de conciencia. Si eres sensato, eres sensible a la

retroalimentación y, al mismo tiempo, inmune a la crítica y la adulación; aprendes a soltarte y dejas de

preocuparte por los resultados; tienes confianza en el desenlace y empiezas a percibir la

sincronicidad que se organiza en forma permanente, a tu alrededor. La intención proporciona

oportunidades para las que debes mantenerte alerta. La buena suerte sucede cuando la oportunidad

y la preparación coinciden. La intención te ofrecerá las oportunidades, pero debes actuar cuando eso ocurra.

         Siempre que actúes, hazlo con la actitud de que no eres tú quien realiza la acción, de que tus

acciones son en realidad las de la inteligencia no circunscrita, del espíritu universal organizador.

Empezarás a notar una gran disminución de ansiedad y te sentirás menos preocupado por los

resultados. El estrés es una forma de ansiedad. Si estás estresado, olvídate de la sincronicidad. La

sincronicidad es un medio para ponernos en contacto con Dios; es el sendero hacia el significado y el

propósito de la vida; es un medio para experimentar el amor y la compasión; es un medio para

conectarse con la inteligencia no circunscrita del Universo. Si mi atención está puesta en situaciones

que generan estrés, será difícil que tenga acceso a la sincronicidad. Para hacerlo con efectividad

debes tener una actitud de rendición al ámbito universal, el cual es mucho más grande que cualquier

cosa que puedas imaginar. La rendición requiere dar un salto de fe, un salto a lo desconocido. Tu

diálogo interno puede reforzarlo diciendo: «Las cosas no me están saliendo como quisiera.

Abandonaré mi idea de cómo deben ser. Mi sentido de 'yo' y 'mío' debe expandirse». Si das este salto

de fe serás recompensado en abundancia. Si te sorprendes preocupándote por las cuentas del mes

próximo, lo apropiado sería recordar que tu intención no es únicamente satisfacer tus necesidades,

sino también mandar a tus hijos a la escuela, contribuir en tu comunidad. Todos queremos satisfacer

nuestras necesidades; sin embargo, una vez que hayas expresado tu intención de satisfacerlas,

llévalas a la mente infinita diciendo: «Pongo todo esto en tus manos. No voy a preocuparme porque

tú, la inteligencia no circunscrita que reside en mí, te encargarás de ello».

         Los grandes artistas plásticos, jazzistas, escritores y científicos afirman que cuando crean

necesitan trascender sus identidades individuales. He trabajado con muchos músicos y compositores,

y nunca he conocido a ninguno que piense en las regalías mientras escribe una canción. Una canción

o una pieza musical nueva implica soltarse, dejar incubar en el ámbito no circunscrito y permitir que la

música o la canción venga a ti. Todos los procesos creativos se apoyan en una etapa de incubación y

consentimiento. La sincronización es un proceso creativo, pero en este caso la mente creativa es el

cosmos. Cuando la preocupación por uno desaparece, la inteligencia no circunscrita hace su aparición.

         Recuerda: tus pensamientos no deben estar en conflicto con los propósitos del Universo. El

deseo de ganar la lotería puede incrementar tu sensación de estar separado del Universo. Personas

que han ganado la lotería afirman frecuentemente que se sintieron alejados de sus familiares y

amigos y que no obtuvieron más felicidad. El deseo de dinero por el dinero provoca enajenación.

         ¿Cómo podemos saber cuáles de nuestras intenciones es probable que se cumplan? La

respuesta reside en prestar atención a las pistas que ofrece la mente no circunscrita. Toma

conciencia de las coincidencias que ocurren en tu vida. Las coincidencias son mensajes. Son pistas

provenientes de Dios, espíritu o realidad no circunscrita, que te instan a liberarte de tu condiciona-

miento kármico, de los patrones habituales de pensamiento.

Te ofrecen una oportunidad de acceder a un ámbito de conciencia en donde te sientes amado y cuidado por la inteligencia infinita de la que emanas. Las tradiciones espirituales llaman a esto estado de gracia.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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