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SINCRO-DESTINO

Primera Parte

La Promesa del Potencial Ilimitado

La Naturaleza del Alma

Deepak Chopra

 
 

La Naturaleza del Alma

En la vastedad del océano no existe el ego. Visto a distancia, desde la Luna o desde un satélite, el

océano parece quieto e inanimado, una enorme franja azul que circunda la Tierra. Sin embargo,

conforme nos acercamos, comprobamos que está en movimiento constante, agitado por corrientes y

mareas, remolinos y olas. Nosotros vemos estos patrones como entidades distintas. Cuando una ola

se levanta podemos ver su cresta, su rompimiento y su movimiento hacia la orilla. Sin embargo, es

imposible separar la ola del océano. Es imposible sacar una ola con un balde y llevarla a casa. Si

tomas una fotografía de una ola y regresas al día siguiente, ninguna será exactamente igual.

        El océano es una analogía maravillosa para comprender el alma. Imagina que el océano ¿s la

realidad no circunscrita, el campo de posibilidades infinitas, el nivel virtual de existencia que

sincroniza todo. Cada uno de nosotros es como una ola de ese océano. Somos creados a partir de él

y constituye la esencia misma de lo que somos. Así como las olas tienen una forma específica,

nosotros adoptamos intrincados patrones de realidad no circunscrita. Este océano vasto e infinito de

posibilidad es la esencia del mundo físico. El océano representa lo no circunscrito y la ola, lo

circunscrito. Ambos están íntimamente vinculados.

        Una vez que sabemos que el alma deriva del reino no circunscrito o virtual, nuestro lugar en el

Universo se hace evidente: somos tanto circunscritos como no circunscritos, patrones individuales

que emergen de la inteligencia no circunscrita, la cual es parte de todo y de todos los demás. Po-

demos pensar entonces que el alma tiene dos partes. El alma vasta, no circunscrita, existe en el nivel

virtual o espiritual. Es poderosa, pura y capaz de cualquier cosa. La parte personal, circunscrita,

existe en el nivel cuántico. Ésta es la que se manifiesta en nuestra vida cotidiana y que mantiene la

esencia de lo que somos. También es poderosa, pura y capaz de cualquier cosa. El mismo potencial

ilimitado del espíritu infinito también reside en cada uno. Nuestra alma personal, aquélla en la que

pensamos cuando pensamos en nosotros, es una floración del akna eterna.

        Si aprendiéramos a vivir desde el nivel del alma, veríamos que la parte más valiosa y luminosa

de nuestro ser está conectada con todos los ritmos del Universo. Seríamos conscientes de nuestra

capacidad de hacer milagros. Dejaríamos de sentir temor, añoranza, odio, ansiedad y duda. Vivir

desde el nivel del alma, significa dejar atrás el ego y las limitaciones de la mente que nos atan a los

sucesos y consecuencias del mundo físico.

        En la vastedad del océano, nada reclama atención individual. Hay olas, remolinos y mareas,

pero en última instancia, todo es océano. Nosotros somos patrones del ámbito cuántico que

aparentan ser personas; en última instancia, todo es espíritu.

        No obstante, todos nos sentimos plenamente individuales, ¿no es así? Nuestros sentidos nos

confirman que estos cuerpos son reales y tenemos pensamientos personales e individuales.

Aprendemos, nos enamoramos, tenemos hijos y trabajamos en nuestras carreras. ¿Cómo es que no

sentimos este vasto océano arremolinándose en nuestro interior? ¿Por qué sentimos que nuestras

vidas están tan circunscritas? Todo se debe a los tres niveles de existencia.

        En el nivel físico, en lo que llamamos mundo real, el alma es el observador que participa en la

observación. Siempre que observamos, hay tres elementos involucrados. El primero, que ocurre en el

mundo físico, es el objeto observado. El segundo, que ocurre en el nivel de la mente, es el proceso

de observación. El tercer elemento es el observador mismo, al que llamamos alma.

        Veamos un sencillo ejemplo. Primero, un animal cuadrúpedo y peludo se convierte en objeto

de tu observación. En seguida, tus ojos reciben la imagen del objeto y transmiten la señal a la mente,

que interpreta ese objeto como un perro. Pero ¿quién está observando al perro? Dirige la conciencia

hacia adentro y percibirás una presencia en tu interior. Esa presencia es tu alma, la extensión de la

inteligencia no circunscrita que florece en ti. Así pues, el alma está involucrada en el proceso de

conocimiento, pero también es la que conoce. Esta presencia, esta conciencia, esto que conoce, es

inmutable. Es un punto de referencia fijo en medio del cambiante paisaje del mundo físico.

         Todos tenemos un alma, pero como cada uno observa desde lugares y experiencias

diferentes, no todos observamos las mismas cosas ni de la misma manera. Las variaciones se deben

a las interpretaciones personales. Por ejemplo, si tú y yo observáramos a un mismo perro, tendríamos

pensamientos distintos. Yo podría considerarlo un animal feroz y sentir temor. Tú podrías verlo como

una compañía amigable. Nuestras mentes interpretan la observación de distinta forma. Si yo veo un

perro, corro; si tú lo ves, le silbas y juegas con él.

         La interpretación ocurre en el nivel de la mente, pero la que está condicionada por la

experiencia es nuestra alma individual; ésta influye en las elecciones e interpretaciones por los

recuerdos de experiencias pasadas. Estos pequeñísimos granos o semillas de la memoria se

acumulan en el transcurso de la vida y la combinación de recuerdos e imaginación basada en la

experiencia recibe el nombre de karma. El karma se acumula en la parte personal del alma, en esa

ola que forma la esencia de nuestro ser y la matiza. El alma personal gobierna la conciencia y es el

paradigma de la clase de persona en que cada uno se convertirá. Además, nuestros actos pueden

influir en el alma personal, y modificar el karma para bien o para mal.

         La parte universal y no circunscrita del alma no es afectada por nuestros actos, pero está

conectada con un espíritu puro e inmutable. De hecho, la definición de iluminación es el

reconocimiento de que soy un ser infinito que ve y es visto, que observa y es observado desde un

punto de vista específico y localizado. No importa cuánto hayamos complicado nuestras vidas,

siempre es posible recurrir a la parte universal del alma, al campo infinito de potencial puro y

modificar el curso de nuestro destino. Eso es el sincrodestino: aprovechar la conexión entre las

almas, personal y universal, para moldear nuestras vidas.

         Las semillas de la memoria acumuladas por la experiencia, nuestro karma, ayudan a

determinar quiénes somos, pero la individualidad de nuestra alma personal está determinada por

otros factores. Las relaciones desempeñan un papel importante en la construcción del alma.

Permíteme explicarlo detalladamente a través de un análisis de los distintos aspectos de la

existencia. Cuando examinamos nuestros cuerpos físicos, nos damos cuenta de que no son más que

un conjunto de moléculas recicladas. Las células de nuestro cuerpo se crean, mueren y reemplazan,

muchas veces, a lo largo de nuestra vida. En forma constante, estamos rehaciéndonos. Para

regenerarse, nuestros cuerpos convierten los alimentos que consumimos en los componentes

básicos de la vida.

El planeta mismo provee los nutrientes que necesitamos para renovarnos y las

células que desechamos vuelven a él. Por ello, podemos afirmar que constantemente transformamos

nuestros cuerpos físicos, por medio del reciclamiento de la Tierra.

         Ahora considera las emociones; éstas sólo son energía reciclada. No surgen de nosotros;

vienen y van en función de las situaciones, circunstancias, relaciones y acontecimientos. El 11 de

septiembre de 2001, la fecha del desastre del World Trade Center, los sucesos desencadenaron el

miedo y el terror. Estas poderosas emociones continuaron vigentes durante meses. Las emociones

no se generan aisladamente; siempre se producen por alguna interacción con el entorno. Si no hay

circunstancias ni relaciones, no hay emociones. Así pues, aunque monte en cólera, de hecho no es

mi cólera. Es cólera que se ha asentado en mí por un momento.

         Piensa en la última vez que estuviste entre personas que experimentaban una emoción

similar, por ejemplo, en una turba furiosa, entre los dolientes en un funeral o entre los; aficionados en

un partido de fútbol. Es casi imposible no dejarse llevar por esa emoción, pues aumenta su potencia

cuando la expresan simultáneamente tantas personas. En estas situaciones, no se trata de tu ira, tu

tristeza o tu júbilo. Cada emoción depende del contexto, las circunstancias y las relaciones que

definen tu realidad en ese momento.

         ¿Qué hay de los pensamientos? Éstos son información reciclada. Cada pensamiento forma

parte de una base de datos colectiva. Hace 100 años hubiera sido imposible decir: «Voy a viajar a

Disney World en Delta Airlines». No existía este concepto en el mundo, por lo que era imposible tener

ese pensamiento. No había Disney World, Delta Airlines ni vuelos comerciales. Hasta los

pensamientos más originales son simplemente información reciclada, saltos cuánticos de creatividad

 

que surgen del mismo estrato de información colectiva y reciclada.

Átomo de sodio (Na)

     

 

        Aunque la expresión «salto cuántico» se ha extendido al lenguaje cotidiano, en realidad tiene

un significado específico. Cuando en la escuela se habla de los átomos, normalmente se advierte que

tienen un núcleo con protones y neutrones, y que los electrones giran alrededor de aquél en órbitas

fijas ubicadas a distancias distintas.

        Dicen que los electrones permanecen en una órbita, pero que a veces cambian a otra. Si

absorbe energía, un electrón puede saltar a una órbita superior; si libera energía, puede caer a una

órbita inferior. Lo que no dicen es que cuando un electrón cambia de una órbita a otra, no se mueve a

través del espacio que las separa; en un momento está en la órbita A y al siguiente está en la B, sin

haber recorrido el espacio entre las dos. A esto se le llama salto cuántico. Un salto cuántico es un

cambio de estatus —de un conjunto de circunstancias a otro— que ocurre de manera inmediata, sin

sucesos intermedios.

        Los científicos han aprendido que no pueden predecir cuándo ni dónde ocurrirá un salto

cuántico. Pueden crear modelos matemáticos que les permiten calcularlo aproximadamente, pero no

predecirlo del todo. En el nivel subatómico, esa imprevisibilidad parece no tener consecuencias. Si un

electrón salta de una órbita a otra, ¿en qué nos afecta? Si piensas en todos los átomos del mundo y

sumas los efectos de su imprevisibilidad, el resultado es, literalmente, el caos.

        Los científicos reconocen la imprevisibilidad de la naturaleza y han tratado de encontrarle un

sentido. Hasta los sucesos aparentemente más simples están gobernados por esta imprevisibilidad.

¿Cuándo y dónde aparecen las burbujas en una «acerola de agua hirviendo? ¿Qué patrones formará

el humo de un cigarrillo encendido? ¿Cómo se relaciona la posición de las moléculas de agua que

están en lo alto de una cascada con la que tendrán a la caída? Como afirma James Gleick en su libro

Chaos, en lo que concierne a la física clásica, Dios bien pudo haber puesto todas esas moléculas de

agua bajo la mesa y haberlas agitado personalmente.

        La nueva ciencia del caos trata de predecir lo impredecible a través de intrincados modelos

matemáticos. El ejemplo clásico es que una mariposa bate las alas en Texas y seis días después hay

un tornado en Tokio. La conexión tal vez no sea evidente, pero existe. Ese pequeño cambio

provocado por la mariposa en la presión del aire puede multiplicarse, magnificarse y producir un

tornado, pero es imposible saberlo con precisión. Esta es la razón por la que los meteorólogos

parecen equivocarse con tanta frecuencia y por la que las predicciones, hechas con más de 48 horas

de anticipación, parecen poco confiables. A pesar de ello, de todos los acontecimientos que hay en el

mundo, el clima es el más predecible.

        En el nivel espiritual, esto significa que jamás podremos saber a ciencia cierta qué rumbo

tomará la vida, qué cambios pueden provocar en nuestro destino esos pequeños batimientos de

intención y acción. Asimismo, nos dice que nunca podremos conocer plenamente la mente de Dios.

Jamás comprenderemos cabalmente el cómo, el dónde ni el cuándo de nada, ni siquiera de algo tan

simple como el agua hirviendo. Debemos rendirnos ala incertidumbre y apreciar su belleza.

         Toda creatividad se basa en saltos cuánticos e incertidumbre. Las ideas verdaderamente

novedosas surgen del sustrato colectivo de información en momentos especiales. Estas ideas no se

originan en el afortunado individuo, sino en la conciencia colectiva. Por eso es frecuente que dos o

más personas realicen descubrimientos científicos significativos al mismo tiempo. Las ideas circulan

en el inconsciente colectivo y las mentes preparadas están listas para traducir esa información. Ésta

es la naturaleza del genio; ser capaz de comprender lo conocible aun cuando nadie más reconozca

que está ahí. En un momento, la innovación o la idea creativa no existe y al siguiente es parte de

nuestro mundo consciente. Mientras tanto, ¿en dónde estuvo? En el ámbito virtual, en el nivel del

espíritu universal donde todo es potencial. En ocasiones, este potencial genera algo previsible; otras,

algo nuevo, pero en este reino ya existen todas las posibilidades.

         Si nuestros cuerpos son tierra reciclada, nuestras emociones energía reciclada y nuestros

pensamientos información reciclada, ¿qué es lo que nos hace individuales? ¿qué hay de la

personalidad? La personalidad tampoco se origina con nosotros; se forma por la identificación

selectiva con las situaciones y por las relaciones. Piensa en un amigo cercano. ¿Cómo lo defines?

Generalmente lo hacemos a través de las personas de su vida: cónyuge, hijos, padres, o compañeros

de trabajo. También describimos a las personas en el contexto de las situaciones de sus vidas: qué

clase de trabajo realizan, dónde viven, cómo se divierten. Lo que llamamos personalidad se erige sobre un  cimiento de relaciones y situaciones.

         Entonces cabe preguntarse: si mi cuerpo, emociones, pensamientos y personalidad no son

originales ni las he creado yo, ¿quién soy en realidad? De acuerdo con muchas tradiciones

espirituales, una de las grandes verdades es que yo soy el otro. Sin el otro, no existiríamos. Tu alma

es el reflejó de todas las almas. Imagina lo que implicaría tratar de comprender la compleja red de

interacciones personales que te han hecho lo que eres hoy: toda tu familia y amigos, cada maestro y

compañero de clase que has tenido, cada dependiente de cada tienda que has visitado, cada persona

con la que has trabajado o con la que has tenido contacto en algún momentode tu vida. Luego, para

comprender a todas esas personas y la influencia que pudieran haber ejercido en ti, tendrías que

descubrir quiénes son ellos. Ahora tendrías que describir la red de relaciones de cada una de estas

personas y la tuya. Al final descubrirías que tendrías que describir al Universo entero para definir a

una sola persona. Por ello podemos decir que cada persona es el Universo entero. Tú eres el infinito

visto desde un punto de vista específico y localizado. Tu alma es la parte de ti que es universal e

individual al mismo tiempo, y es un reflejo de todas las demás almas.

         Para definir de este modo al alma, es necesario comprender que tu alma es personal y

universal al mismo tiempo, lo que tiene significados y consecuencias que rebasan tu experiencia

personal de vida. El alma es el observador que interpreta y elige en una confluencia de relaciones.

Éstas proveen los antecedentes, el escenario, los personajes y los acontecimientos que forjan la

historia de nuestras vidas. Así como el alma se crea a través de relaciones y es un reflejo de todas

ellas, la experiencia de vida se crea a partir del contexto y del significado.

         Cuando digo contexto me refiero a todo aquello que nos rodea y permite comprender el

significado de las palabras, los actos o los sucesos específicos. Por ejemplo, una palabra puede tener

distintos significados en función de lo que la rodea, de su contexto. Si digo la palabra «hoja» fuera de

contexto, tú no puedes saber si me refiero a una hoja de árbol o a una hoja de papel. Cuando

decimos que alguien citó nuestras palabras fuera de contexto es porque se malentendió su

significado, pues el contexto determina el significado de todo. El flujo de significados es el flujo de la

vida. Nuestro contexto determina la manera en que interpretamos lo que sucede, momento a

momento, y estas interpretaciones se convierten en nuestra experiencia.

         Finalmente llegamos a una definición más completa del alma. El alma es el observador que

interpreta y elige con base en el karma; es también una confluencia de relaciones de la que surgen

los contextos y los significados, y este flujo de contextos y significados es lo que da lugar a la

experiencia. Así pues, a través del alma creamos nuestras vidas.

         Como veremos más adelante, la mejor manera de acercarse a la comprensión de la

naturaleza dual del alma y de explorar el campo del potencial no circunscrito, es meditar. La

meditación permite alcanzar el nivel del alma, al eliminar de la maraña de pensamientos y emociones

que mantienen nuestra atención sujeta al mundo físico. Cuando cerramos los ojos para meditar, los

pensamientos surgen de manera espontánea. Sólo hay dos clases de pensamiento: recuerdos e

imaginación. Sin embargo, como ya se dijo, estos pensamientos no se originan en nuestro cuerpo físico.

         Realiza este pequeño experimento mental: piensa en la cena de anoche. ¿Puedes recordar

qué cenaste? ¿A qué sabía la comida? ¿Qué conversaciones hubo a tu alrededor? Ahora bien,

¿dónde estaba esa información antes de que te preguntara? La cena ocurrió, pero la información

sobre ella no existía sino come información potencial. Si un cirujano entrara a tu cerebro, no

encontraría ningún rastro de información sobre lo que cenaste anoche. La memoria reside en el nivel

del alma hasta que la evocamos. Una vez que decidimos recordar la cena, conscientemente, la

actividad eléctrica y la liberación de sustancias químicas nos indican actividad plena del cerebro; pero

el recuerdo no ocupaba un lugar en el cerebro, antes de que lo evocáramos. El simple hecho de

formular una pregunta o de intentar recordar un suceso convierte un recuerdo virtual en un recuerdo real.        

         Lo mismo sucede con la imaginación. Un pensamiento no existe en la vida mental o física,

hasta que surge del reino virtual. No obstante, la imaginación puede tener un efecto poderoso sobre

la mente y el cuerpo. Un experimento mental común pero efectivo consiste en imaginar que partes un

limón en rebanadas grandes, que pones una de estas entre tus dientes y que muerdes la pulpa.

Imagina cómo se derrama el jugo en tu boca cuando muerdes. Si eres como la mayoría de las

personas, ese fugaz pensamiento provocó que secretaras saliva. Así es como el cuerpo te dice que

cree lo que tu mente está diciéndole. Pero vuelvo a preguntar: ¿dónde estaba ese limón antes de que

te pidiera que pensaras en él? Sólo existía en el nivel del potencial.

         Así pues, la imaginación, la comprensión, la intuición, el significado, la intención, el propósito o

la creatividad no tienen nada que ver con el cerebro. Éstos organizan su actividad a través de él, pero

son cualidades del ámbito no circunscrito que están más allá del tiempo y el espacio. A pesar de ello,

sentimos su impacto con fuerza. Una vez que entran en nuestra mente, tenemos que hacer algo con

ellos y el resultado determina en parte la manera como nos definimos a nosotros mismos. Esto se

debe a que tenemos mentes racionales y tendemos a crear historias alrededor de estos

pensamientos. Si pensamos: «Mi esposo me ama», «mis hijos Son felices» o «disfruto mi trabajo»,

creamos historias racionales alrededor de estos pensamientos y creamos un significado a partir de

ellas. Luego las vivimos en el mundo físico. A esto llamamos vida diaria.

         Estas historias derivan de las relaciones, contextos y significados evocados a través de la

memoria, los cuales provienen del karma y la experiencia. Conforme vivimos estas historias, nos

damos cuenta de que no son originales. Aunque los detalles varían de un individuo a otro, los temas y

motivos son eternos, arquetipos básicos que se repiten incesantemente: héroes y villanos, pecado y

redención, lo divino y lo diabólico, la lujuria prohibida y el amor incondicional. Estos son los mismos

temas que nos fascinan en las telenovelas, las columnas de chismes y los tabloides, donde se

expresan de manera ligeramente exagerada. Nos fascinan porque en esas historias podemos

identificar aspectos de nuestra alma. Son los mismos arquetipos que se representan de manera

exagerada en las mitologías; ya sea que analicemos la mitología hindú, griega o egipcia,

encontraremos los mismos temas y motivos. Estas historias son más convincentes y dramáticas que

la ficción, porque resuenan en nuestras almas.

         Ahora podemos pulir todavía más nuestra definición de alma. El alma es la confluencia de ignificados, contextos, relaciones e historias míticas o temas arquetípicos que dan lugar a los

pensamientos, recuerdos y deseos cotidianos (condicionados por el karma) que crean las historias en

las que participamos.

         En casi todos, la participación en estas historias se da de manera automática, inconsciente.

Vivimos como actores que reciben sólo una línea a la vez, que actúan sin comprender la historia

completa. Sin embargo, cuando nos ponemos en contacto con nuestra alma podemos contemplar

todo el guión. Comprendemos. Seguimos participando en la historia, pero ahora lo hacemos con

jovialidad, conciencia y plenitud. Podemos tomar decisiones basadas en el conocimiento y nacidas de

la libertad. Cada momento adquiere mayor profundidad, pues comprendemos cuál es su significado

en el contexto de nuestra vida.

     

Sin embargo, lo más emocionante es que podemos re escribir la obra y modificar lospersonajes con la intención de aprovechar las oportunidades que ofrecen las coincidencias y de adherirnos al llamado de nuestra alma.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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