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SINCRO-DESTINO

Segunda Parte

Como Despegar los Caminos del Destino

Segundo Principio

Deepak Chopra

 
 

Descubro Mi Yo no circunscripto a través del espejo de las relaciones

Sutra: Tat Tvam Asi

Me veo en los demás y veo a los demás en mí mismo, La comprensión del funcionamiento de las relaciones humanas es una de las claves más importantes del sincrodestino.

En Occidente tendemos a esperar que la psicología popular nos proporcione estrategias para manejar nuestros pensamientos y sentimientos. Con demasiada frecuencia, los libros

de autoayuda nos proponen manipular nuestras relaciones para hacerlas más satisfactorias. Sin

embargo, el desarrollo de relaciones humanas positivas implica mucho más que una táctica; significa

crear un entorno humano en el que el sincrodestino pueda manifestarse. Esto es absolutamente

fundamental, en el mismo sentido en que lo es la fuerza de gravedad o el aire que respiramos.

         El mantra para este principio dice: «Yo soy aquello». Este principio se basa en el primero, en

el que aprendimos que todos somos extensiones del campo universal de energía, distintos puntos de

vista de una entidad única. Yo soy aquello implica ver todas las cosas del mundo, ver a todas las

personas del mundo y darnos cuenta de que estamos mirando otra versión de nosotros. Tú y yo

somos lo mismo. Todo es lo mismo. Yo soy aquello, tú eres aquello, todo es aquello. Todos somos

espejos de los demás y debemos aprender a vernos en el reflejo de las demás personas. A esto se le

llama espejo de las relaciones. A través del espejo de una relación, descubro mi yo no circunscrito.

Por esta razón, el desarrollo de las relaciones es la actividad más importante de mi vida. Todo lo que

veo a mi alrededor es una expresión de mí mismo.

         Por todo esto, las relaciones son una herramienta para la evolución espiritual cuya meta última

es la unidad en la conciencia. Todos somos inevitablemente parte de la misma conciencia universal,

pero los verdaderos avances tienen lugar cuando empezamos a reconocer esa conexión en nuestra

vida cotidiana.

         Las relaciones son una de las maneras más efectivas para alcanzar la unidad en la

conciencia, porque siempre estamos envueltos en relaciones. Piensa en la red de relaciones que

mantienes: padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, relaciones amorosas. Todas son, en

esencia, experiencias espirituales. Por ejemplo, cuando estás enamorado, romántica y

profundamente enamorado, tienes una sensación de atemporalidad. En ese momento, estás en paz

con la incertidumbre. Te sientes de maravilla, pero vulnerable; sientes cercanía pero también

desprotección. Estás transformándote, cambiando, pero sin miedo. Te sientes maravillado. Ésa es

una experiencia espiritual.

         A través del espejo de las relaciones, de cada una de ellas, descubrimos estados prolongados

de conciencia. Tanto aquellos a quienes amamos como aquellos por quienes sentimos rechazo, son

espejos de nosotros. ¿Hacia quiénes nos sentimos atraídos? Hacia las personas que tienen

características similares a las nuestras, pero eso no es todo. Queremos estar en su compañía porque

subconscientemente sentimos que al hacerlo, nosotros podemos manifestar más de esas carac-

terísticas. Del mismo modo, sentimos rechazo hacia las personas que nos reflejan las características

que negamos de nosotros. Si sientes una fuerte reacción negativa hacia alguien, puedes estar seguro

de que tú y esa persona tienen características en común, características que no estás dispuesto a

aceptar. Si las aceptaras, no te molestarían.

         Cuando reconocemos que podemos vernos en los demás, cada relación se convierte en una

herramienta para la evolución de nuestra conciencia. Gracias a esta evolución experimentamos

estados extendidos de conciencia. Es en estos estados, cuando accedemos al ámbito no circunscrito,

que podemos experimentar el sincrodestino.

        La próxima vez que te sientas atraído por alguien, pregúntate qué te atrajo. ¿Su belleza,

gracia, elegancia, autoridad, poder o inteligencia? Cualquier cosa que haya sido, sé consciente de

que esa característica también florece en ti. Si prestas atención a esos sentimientos podrás iniciar el

proceso de convertirte en ti más plenamente.

        Obviamente, lo mismo se aplica a las personas hacia las que sientes rechazo. Al adoptar más

plenamente tu verdadero yo, debes comprender y aceptar tus características menos atractivas. La

naturaleza esencial del Universo es la coexistencia de valores opuestos. No puedes ser valeroso si

no tienes a un cobarde en tu interior; no puedes ser generoso si no tienes a un tacaño; no puedes ser

virtuoso si careces de la capacidad para actuar con maldad.

        Gastamos gran parte de nuestras vidas negando este lado oscuro y terminamos proyectando

esas características oscuras en quienes nos rodean. ¿Has conocido personas que atraigan

sistemáticamente a su vida a los sujetos equivocados? Normalmente, aquéllas no comprenden por

qué les sucede esto una y otra vez, año tras año. No es que atraigan esa oscuridad; es que no están

dispuestas a aprobarlas en sus propias vidas. Un encuentro con una persona que no te agrada es

una oportunidad para aceptar la paradoja de la coexistencia de los opuestos; de descubrir una nueva

faceta de ti. Es otro paso a favor del desarrollo de tu ser espiritual. Las personas más esclarecidas del

mundo aceptan todo su potencial de luz y oscuridad. Cuando estás con alguien que reconoce y

aprueba sus rasgos negativos, nunca te sientes juzgado. Esto sólo ocurre cuando las personas ven el

bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, como características externas.

        Cuando estamos dispuestos a aceptar los lados luminoso y oscuro de nuestro ser, podemos

empezar a curarnos y a curar nuestras relaciones. Empieza por algo muy simple, con la persona más

desagradable que se te pueda ocurrir. Por ejemplo, piensa en Adolfo Hitler y di: ¿Cómo es posible

que yo pueda parecerme a Hitler? La mayoría se niega a aceptar algún parecido, por mínimo que

sea, con Adolfo Hitler. Pero piénsalo detenidamente. ¿Alguna vez has expresado prejuicios con

respecto a algún grupo de personas por su nombre, su color de piel, su acento, su discapacidad? Si

puedes pensar en algún ejemplo de esto en tu vida, entonces debes aceptar la similitud entre tú y

Adolfo Hitler. Todos somos multidimensionales, omnidimensionales. Todo lo que existe en algún lugar

del mundo también existe en nosotros. Cuando aceptamos esos distintos aspectos de nuestro ser,

reconocemos nuestra conexión con la conciencia universal y expandimos nuestra conciencia

personal.

        Hay un maravilloso relato sufí que ilustra la manera en que este espejo influye en nuestras

vidas. Un hombre llegó a un pueblo y fue a ver al maestro sufí, el anciano sabio de la localidad. El

visitante dijo:

        —Estoy considerando mudarme aquí. Me preguntaba qué clase de vecindario es éste.

¿Puede decirme cómo son las personas de aquí?

        —Dime qué clase de personas vivían en el lugar de donde vienes —dijo el maestro sufí.

        —Oh, eran salteadores, estafadores y embusteros.

        —¿Sabes algo? Ésa es exactamente la clase de personas que viven aquí.

        El visitante se fue y nunca volvió. Media hora después, otro hombre entró al pueblo, buscó al

maestro sufí y le dijo:

        —Estoy pensando en mudarme para acá. ¿Puede decirme qué clase de personas viven aquí?

        —Dime qué clase de personas vivían en el lugar de donde vienes —volvió a responder el

maestro.

        —Oh, eran las personas más amables, dulces, compasivas y afectuosas. ¡Los voy a extrañar

muchísimo!

        —Ésa es exactamente la clase de personas que vive aquí —dijo el maestro.

        Esta historia nos recuerda que las características que distinguimos más claramente en los

demás están presentes en nosotros. Cuando seamos capaces de ver en el espejo de las relaciones,

podremos empezar a ver nuestro ser completo. Para esto es necesario estar en paz con nuestra

ambigüedad, aceptar todos los aspectos de nosotros. Necesitamos reconocer, en un nivel profundo,

que tener características negativas no significa que seamos imperfectos. Nadie tiene exclusivamente

características positivas. La presencia de características negativas sólo significa que estamos

completos; gracias a esta totalidad, podemos acceder más fácilmente a nuestro ser universal, no

circunscrito.

     

Ejercicio 3: Aceptar la dualidad

Para este ejercicio, necesitas una hoja de papel y una pluma.

         Piensa en una persona que te resulte muy atractiva. En el lado izquierdo del papel haz una

lista de diez o más características positivas de esa persona. Anota todo lo que se te ocurra. Escribe

rápidamente. El secreto está en no darle tiempo a tu mente consciente para que edite tus

pensamientos. ¿Por qué te gusta esta persona? ¿Porqué la encuentras atractiva? ¿Qué admiras en

ella? ¿Es una persona amable, afectuosa, flexible, independiente? ¿Admiras que maneje un auto her-

moso, que luzca un peinado favorecedor, que viva en una casa bonita? Sólo tú vas a ver esta lista; sé

completamente honesto. Si te atoras antes de llegar a diez características, di en voz alta: «Me gusta

esta persona porque.».» y llena el espacio en blanco. Puedes escribir tantas como quieras, pero no te

detengas antes de llegar a diez.

         Ahora trae a tu conciencia a alguien que te resulte repulsivo, alguien que moleste, te irrite, te

exaspere o te incomode en alguna forma. Empieza a definir las características específicas que te

parecen poco atractivas. En el lado derecho del papel, elabora una lista de diez o más de estos

rasgos indeseables. ¿Por qué te molesta esa persona? ¿Por qué te molesta o enfurece? Escribe

tantas características como quieras, pero no te detengas antes de diez.

         Cuando hayas terminado ambas listas, piensa de nuevo en la persona que te parece atractiva

e identifica al menos tres características poco atractivas de ella. No rechaces esta idea; nadie es

perfecto (mientras más puedas aprender a aceptar esto en los demás, más dispuesto estarás a

hacerlo en ti). Luego piensa en la persona que te parece poco atractiva e identifica tres rasgos que

sean relativamente interesantes.

         Ahora debes tener, al menos, 26 características escritas en el papel. Léelas todas y encierra

en un círculo las que puedas reconocer en ti. Por ejemplo, si escribiste «compasivo» para la persona

atractiva, pregúntate si alguna vez has actuado con compasión. Si es así, encierra esa palabra. No lo

pienses demasiado; responde con lo primero que se te ocurra. Haz esto con todas las palabras de la

lista; encierra las que describan un rasgo que puedas identificar en tu propia naturaleza.

         Lee la lista otra vez. Entre las palabras que no encerraste, encuentra las que definitivamente

no te puedes aplicar, las que no te describen en absoluto. Señálalas con una palomita.

         Por último, entre las palabras encerradas en un círculo, identifica las tres que mejor te

describan. Da vuelta a la hoja y escribe esas tres palabras. Luego vuelve a las palabras palomeadas

e identifica las tres que menos te describan, las que por ninguna circunstancia se te pueden aplicar.

Escribe estas tres palabras atrás de la hoja, debajo de las tres que mejor te describen. Lee esas seis

palabras: las tres que mejor te describen y las tres que menos se te aplican. Tú tienes todos estos

rasgos y características. Las características que niegas con mayor energía también son parte de ti, y

probablemente son las que provocan más turbulencias en tu vida. Atraes a las personas que tienen

estas seis características, las más positivas porque tal vez sientas que no las mereces, y las más

negativas porque te rehúsas a reconocer su presencia en tu vida.

         Una vez que puedas verte en los demás, será mucho más fácil establecer contacto con ellos y,

a través de esa conexión, descubrir la conciencia de la unidad. La puerta que lleva al sincrodestirto

estará abierta. Éste es el poder del espejo de las relaciones.

Ejercicio 4: Namaste

La palabra sánscrita «Namaste» (que se pronuncia namastéi) significa «el espíritu que está en mí

honra al espíritu que está en ti». Cuando establezcas contacto visual por primera vez con otra

persona, di para ti: «Namaste». Ésta es una forma de reconocer que el ser que está ahí, es el mismo

que está aquí.

       Cuando lo haces, la otra persona reconoce en un nivel profundo todo lo que tiene que ver

contigo: tu lenguaje corporal, tu expresión, tus palabras, tu timbre de voz. Aunque este saludo se

hace en silencio, la otra persona percibirá consciente o inconscientemente el respeto implícito en él.

Practica este ejercicio unos días y verifica si puedes notar alguna diferencia en tus interacciones con

los demás.

       Afirmaciones sutra

para el segundo principio

Imagina que tu espíritu no sólo está en ti sino en todos los demás seres y en todo lo que existe.

       (tat tvam asi)

       Imagina que todos son un reflejo de ti.

       (tat tvam asi)

       Imagina que cuando miras el Universo estás mirando tu espejo.

       (tat tvam asi)

       Imagina que ves lo que los demás ven.

       (tat tvam asi)

       Imagina que puedes sentir lo que los demás sienten.

       (tat tvam asi)

       Imagina que eres las características que más admiras en los demás.

       (tat tvam asi)

       Imagina que los demás reflejan las características que más aprecias de ti.

       (tat tvam asi)

       Imagina que eres una persona que está en un salón de espejos. Puedes verte a kilómetros de

distancia y cada reflejo que ves es de ti mismo aunque parece distinto.

       (tat tvam asi)

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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