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La Reaparición del Instructor del Mundo

La Reaparición de Cristo

por el Maestro Tibetano Djwhal Khul
(Portavoz de la Gran Fraternidad Blanca)

 

 Texto extractado de: "La Reaparición de Cristo", de Alice A. Bailey de mismo título.

www.elmistico.com.ar/descarga/alicebailey

 

Dios Trascendente, más grande, más vasto y más incluyente que el mundo de Su Creación, ha sido reconocido y ensalzado universalmente; todos los credos pueden afirmar con Shri Krishna (cuando habla como Dios, el Creador) que, “habiendo compenetrado todo el universo con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco”. Este Dios Trascendente  ha dominado  el pensamiento  religioso de millones de personas sencillas y espirituales a lo largo de los siglos, desde que la humanidad  inició su camino hacia la divinidad.

 

Lentamente  va despertando  la incipiente conciencia de la humanidad a la gran verdad paralela de Dios Inmanente, “compenetrando” divinamente todas las formas, condicionando desde adentro todos los reinos de la naturaleza, expresando la divinidad innata a través de los seres humanos y (hace dos mil años) personificando la naturaleza de esa divina Inmanencia en la Persona del Cristo. Hoy, como consecuencia de esta Presencia divina en manifestación, está penetrando un nuevo concepto en la mente de los hombres por todas partes: el del “Cristo en nosotros esperanza es de gloria” (Col. 1-27). Existe una creciente y progresiva creencia de que el Cristo está en nosotros, como Lo estuvo en el Maestro Jesús, creencia que alterará los asuntos del mundo y la actitud del género humano hacia la vida

 

La maravillosa vida que vivió hace dos mil años, permanece todavía con nosotros y no ha perdido nada de su frescura, pues es inspiración, esperanza, estímulo y ejemplo eternos. El amor que Él expresó todavía influencia el mundo cautivo del pensamiento, aunque relativamente pocos han intentado realmente demostrar la misma cualidad de Su amor, un amor que lleva infaliblemente al servicio mundial, al completo olvido de sí mismo y a una vida radiante y magnética. Las palabras que Él pronunció fueron pocas y sencillas, y todos los hombres pueden comprenderlas, pero su significado en gran parte se ha perdido en las tortuosas legitimaciones y discusiones de San Pablo, y en las extensas disputas de los comentaristas teológicos, desde que Cristo vivió y nos dejó o lo hizo aparentemente.

 

No obstante, Cristo se halla hoy más cerca de la humanidad que en cualquier otro período de la historia humana; está más cerca de lo que sospecha el más anhelante y esperanzado discípulo, y puede estarlo aún más si lo escrito aquí es comprendido y llevado a la atención de todos los hombres, porque Cristo pertenece a la humanidad, al mundo de los hombres y no sólo a las iglesias y a las creencias religiosas de todo el mundo.

 

A Su alrededor —en ese Elevado Lugar de la Tierra donde Él tiene Su morada— se hallan reunidos hoy todos Sus grandes Discípulos, los Maestros de Sabiduría, y todos esos Liberados Hijos de Dios que en el transcurso de las épocas han pasado de la oscuridad a la Luz, de lo irreal a lo Real y de la muerte a la Inmortalidad. Están dispuestos a cumplir Su mandato y a obedecerlo como Maestro de Maestros e Instructor de Ángeles y hombres. Los Exponentes y Representantes de todos los credos del mundo que están bajo Su guía, esperan que llegue el momento de revelar que no están solos aquellos que hoy luchan en el caos de los asuntos mundiales y tratan de resolver la crisis mundial. Dios Trascendente está trabajando por medio del Cristo y de la Jerarquía espiritual para traer alivio; Dios Inmanente en todos los hombres esta a las puertas de ser Reconocido en forma estupenda.

 

La gran Sucesión Apostólica de Conocedores de Dios está preparada hoy para iniciar una actividad renovada, una sucesión de Aquellos Que han vivido en la Tierra, han aceptado la realidad de Dios Trascendente, han descubierto la realidad de Dios Inmanente, han manifestado en Sus propias vidas las características divinas de la vida del Cristo y (porque han vivido en la tierra como Él lo hizo y lo hace) han “penetrado detrás del velo, por nosotros, dándonos un ejemplo para que también sigamos Sus pasos” y los de Ellos. Eventualmente también nosotros perteneceremos a esa gran sucesión.

 

El Buda Mismo se halla detrás del Cristo reconociendo humildemente la tarea divina que Él está a punto de consumar, debido a la inminencia de esa realización espiritual. No sólo son conocedores de Sus planes Quienes actúan conscientemente en el Reino de Dios, sino que esos grandes Seres espirituales Que viven y moran en el “Hogar del Padre”, en el “centro donde la Voluntad de Dios es conocida”, también han sido movilizados y organizados para ayudar en Su trabajo. La línea espiritual de sucesión, desde el trono del Anciano de los Días hasta el más humilde discípulo (reunidos a los pies del Cristo), está concentrada hoy en la tarea de ayudar a la humanidad.

 

Está a punto de llegar el gran momento que tan pacientemente Él ha estado esperando; el “fin de la era”, a lo cual se refirió cuando hablaba a Su pequeño grupo de discípulos: “¡He ahí!”, “Yo estoy con vosotros hasta el fin de la era”. En la actualidad permanece y espera, sabiendo que ha llegado el momento en que “verá los afanes de su alma y será saciado” (Is. 53,11).

 

En toda la sucesión espiritual de los Hijos de Dios, sólo se ve y se siente expectación y preparación. “La Jerarquía espera”. Ha hecho todo lo que era posible en cuanto a la presente oportunidad. El Cristo aguarda en paciente silencio, atento al esfuerzo que materializará Su trabajo en la tierra y le permitirá continuar el esfuerzo que inició hace 2.000 años en Palestina. El Buda también espera preparado para desempeñar Su parte, si la humanidad Le ofrece la oportunidad. Ahora todo depende de la correcta acción de las personas de buena voluntad.

 

Del hogar del Padre (el “centro donde la Voluntad de Dios es conocida”, o Shamballa del esoterista) ha surgido el fíat: La hora ha llegado. Del Reino de Dios donde el Cristo reina, de nuevo la respuesta ha sido lanzada: “Padre, hágase Tu voluntad”. En el desdichado, perplejo y esforzado mundo de los hombres se eleva incesantemente el clamor: “Que Cristo retorne a la Tierra”, porque en los tres grandes centros espirituales: el Hogar del Padre, el Reino de Dios y la Humanidad que va despertando, existe un solo propósito, una sola idea y una conjunta expectativa.

 

Es esencial que exista hoy un mayor conocimiento respecto al “centro donde la voluntad de Dios es conocida”. E1 público debería poseer cierto conocimiento respecto a este elevado centro espiritual al cual —si hemos de creer en el Evangelio— Cristo mismo siempre le prestó atención. Frecuentemente leemos en El Nuevo Testamento que “el Padre Le habló” o que “Él oyó una voz” inaudible para otros, o que se oyeron las palabras “Éste es mi Hijo amado”. Repetidas veces leemos que Le fue otorgado el sello de aprobación (como se lo denomina espiritualmente). Sólo el Padre, el Logos planetario, “Aquel en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser” (He. 17,28), el Señor del Mundo, el Anciano de los Días (Da. 7,9), puede pronunciar esta palabra final de aprobación. Como bien sabemos, el Maestro Jesús ha pasado por cinco crisis o iniciaciones —el Nacimiento en Belén, el Bautismo, la Transfiguración, la Crucifixión y la Resurrección. Pero detrás de esta evidente y práctica enseñanza subsiste una idea oculta o pensamiento de algo mucho más elevado y de gran importancia, la Voz de aprobación del Padre reconociendo lo que Cristo realizó.

 

Cuando el Cristo complete durante los próximos dos mil años el trabajo que inició hace dos mil años, con seguridad esa Voz de aprobación será escuchada nuevamente y le será otorgado el reconocimiento divino de Su advenimiento. Entonces el Cristo recibirá esa magna iniciación sobre la cual nada sabemos, excepto que dos aspectos divinos se unirán y fusionarán en Él (Amor-Sabiduría en plena manifestación, motivados por la voluntad o poder divinos). Entonces el Buda y el Cristo comparecerán juntos ante el Padre, el Señor del Mundo, verán juntos la Gloria del Señor y, eventualmente, prestarán un servicio más elevado, cuya naturaleza y calibre desconocemos.

 

No escribo con espíritu fanático o adventista, ni hablo como un teólogo especulativo o un exponente de una fase del ansioso pensamiento religioso. Hablo porque muchos saben que el momento está maduro y que la llamada de los corazones sencillos y plenos de fe ha penetrado hasta las más elevadas esferas espirituales y ha puesto en movimiento energías y fuerzas que ya no pueden ser detenidas. El clamor invocador de la angustiada humanidad es hoy tan grande y sólido, que conjuntamente con la sabiduría y el conocimiento de la Jerarquía Espiritual ha dado lugar a que se inicien ciertas actividades en el Hogar del Padre, que redundarán en la Gloria de Dios, en la transformación   de la Divina Voluntad al bien en humana buena voluntad y en la resultante paz en la tierra.

 

Se está por escribir un nuevo capítulo en el Gran Libro de la vida espiritual; una nueva expansión de conciencia es un acontecimiento inminente; la humanidad puede hoy reconocer la preocupación de la divinidad y la acentuada expectación confirmará la exactitud de la afirmación bíblica: “Y todo ojo Lo verá” (Rev. 1,7). La vivencia religiosa o la historia espiritual del género humano, puede ser resumida en una serie de reconocimientos —el reconocimiento de Aquellos que, en el transcurso de las épocas, han constituido la Sucesión Apostólica y que culminó con la aparición entre los hombres de los grandes guías religiosos que han venido desde el año 700 a.C. y fundaron los grandes credos modernos y, por sobre todo, el Cristo mismo que personificó la perfección de Dios Inmanente, más el conocimiento de Dios Trascendente; el reconocimiento de estos conceptos espirituales superiores, de amor, vida y relación, fluctuando siempre en el trasfondo del pensamiento humano y que están ahora a punto de ser expresados correctamente; el reconocimiento de la verdadera hermandad entre los hombres, basada en la divina vida una, que actúa a través del alma una y se expresa a través de la humanidad una; el reconocimiento, por lo tanto, de la relación que existe entre la vida divina, en todo el mundo, y la humanidad misma. El desarrollo de esta actitud espiritual conducirá a las correctas relaciones humanas y a la eventual paz mundial.

 

Posiblemente ahora se produzca otro reconocimiento. El reconocimiento en el mundo del inminente retorno del Cristo (¡sí puede aplicarse esta frase a Quien nunca nos ha abandonado!) y de las nuevas oportunidades espirituales que ofrecerá este acontecimiento.

 

La base para dicho reconocimiento reside en la profunda convicción, innata en la conciencia humana, de que algún gran Instructor, Salvador, Revelador, Legislador o Representante divino, proveniente del mundo de las realidades espirituales, debe aparecer, debido a la necesidad y demanda humanas. En el transcurso  de los siglos, en los momentos más apremiantes de la humanidad y en respuesta a su demanda, siempre ha aparecido bajo diferentes nombres un divino Hijo de Dios. Entonces vino el Cristo y aparentemente nos dejó, sin haber terminado Su tarea y sin haber consumado lo que Él había visualizado para la humanidad. Parecería que todo Su trabajo ha sido obstaculizado y frustrado durante dos mil años y que de nada ha valido, pues la proliferación de las iglesias, a través de los siglos, no constituye una garantía del triunfo espiritual que Él pretendía. Hace falta algo más que las interpretaciones teológicas y el crecimiento numérico de las religiones mundiales (incluyendo el Cristianismo y el Budismo) para poder probar que Su misión mundial fue llevada a cabo con éxito. Aunque Su realización parecía imposible, se requirieron tres condiciones mediante las cuales podía intentarse poner a prueba Su trabajo; dichas condiciones son actualmente hechos comprobados. Primero, como ya hemos visto, existe una condición planetaria general que desafortunadamente (debido al egoísmo del hombre) fue de índole tan catastrófica que la humanidad se vio obligada a reconocer la causa y el origen del desastre; segundo, un despertar espiritual que sería impulsado desde las más recónditas profundidades de la conciencia del hombre, y esto sucede hoy como resultado de la Guerra Mundial (1914-1945); tercero, un creciente clamor invocador, oración o demanda que asciende hacia las elevadas fuentes espirituales, cualquiera sea el nombre con que se las designe.

 

Hoy estas tres condiciones se han cumplido, y la humanidad enfrenta una renovada oportunidad. El desastre sufrido por la humanidad es universal y nadie ha escapado a él; todos estamos, en una u otra forma, implicados —física, económica o socialmente. El despertar espiritual de los hombres (creyentes o no, pero en mayor escala los no creyentes) es general y cabal, pudiendo observarse en todas partes un retorno hacia Dios. Finalmente, ambas causas han hecho que la humanidad eleve, como nunca, una demanda invocadora más clara, pura y altruista, que en ninguna otra época de la historia humana, porque está basada en un pensamiento más claro y en la angustia común. La verdadera religión está surgiendo nuevamente en los corazones de los hombres de todas las tierras; el reconocimiento de esta esperanza y antecedentes divinos, posiblemente permita que los pueblos vuelvan a las iglesias y a las religiones mundiales, pero con toda seguridad hará que vuelvan a Dios.

 

Religión es, indudablemente, el nombre dado a la demanda invocadora de la humanidad, que trae una respuesta evocadora del Espíritu de Dios, espíritu que actúa en cada corazón humano y en todo grupo, y también lo hace por intermedio de la Jerarquía espiritual del planeta. Impele al Cristo, Guía de la Jerarquía, a actuar, y la acción que emprenda permitirá que Él retorne con Sus discípulos.

 

La idea del retorno del Cristo es muy familiar, y el concepto de que el Hijo de Dios regresa en respuesta a las necesidades humanas, está incluido en las enseñanzas de casi todos los credos mundiales. Desde que aparentemente partió hacia esa esfera, donde Lo han ubicado sus fieles, pequeños grupos de esas personas llegaron a creer que en tal o cual fecha regresaría, pero sus profecías y esperanzas se vieron siempre defraudadas. No ha vuelto. Ellos han sido burlados por las multitudes y censurados por los hombres inteligentes. Sus ojos no Lo han visto ni ha habido una indicación tangible de Su presencia. En la actualidad millares de personas saben que E1 vendrá; los planes para Su venida están desarrollándose sin haberse establecido fecha ni hora. Sólo dos o tres lo saben, pero “en la hora en que menos penséis Él vendrá”. (Mt. 24,44)

   

Al pensador ortodoxo de cualquier credo, le resulta difícil aceptar la verdad de que Cristo no puede volver porque ha estado siempre aquí en la Tierra, vigilando el destino espiritual de la humanidad. Nunca nos ha dejado, sino que en cuerpo físico y de incógnito, aunque no oculto, ha guiado los asuntos de la Jerarquía espiritual y de Sus discípulos y trabajadores, los cuales se han comprometido conjuntamente con Él a servir en la Tierra. Él puede únicamente re-aparecer. Es una verdad espiritual que quienes han surgido de la tumba a la plenitud de la vida de resurrección, pueden estar visibles y al mismo tiempo invisibles para la visión del creyente. Ver y reconocer, son dos cosas muy distintas, y uno de los grandes reconocimientos de la humanidad, en un futuro próximo, es que siempre ha estado con nosotros compartiendo los valores familiares, las características peculiares de nuestra civilización y sus innumerables dones otorgados al hombre.

 

Las primeras señales de que Se aproxima con sus discípulos ya pueden ser percibidas por quienes observan e interpretan correctamente los signos de los tiempos, pudiendo observarse, entre esos signos, la unión espiritual de los que aman a sus semejantes, que es en realidad la organización del ejército físico externo del Señor, ejército cuya única arma es el amor, la correcta palabra y las correctas relaciones humanas. El establecimiento de esta organización desconocida ha continuado con extraordinaria rapidez durante la post-guerra, pues la humanidad está cansada de odios y controversias.

 

Los colaboradores del Cristo se encuentran ya activos en el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, constituyendo el grupo más poderoso de precursores que jamás hubo precedido la entrada de una gran Figura mundial en la palestra del vivir humano. Su trabajo e influencia hoy se ven y se sienten en todas partes, y nada puede destruir lo que ya han realizado. Desde 1935 se ha experimentado con el efecto espiritual y organizador de la Invocación expresada y enunciada, y la energía del clamor invocador de la humanidad ha sido dirigida hacia esos canales que van desde la Tierra hasta ese Elevado Lugar donde mora el Cristo. Desde allí ha sido trasmitida a esas esferas aún más elevadas, donde la atención del Señor del Mundo, el Anciano de los Días, el Padre de todos, más las Energías Creadoras y los Seres Vivientes que moran con Él, pueden ser enfocadas sobre la humanidad y darse los pasos que personifiquen con mayor rapidez los Propósitos de Dios.

 

Por primera vez en la historia de la humanidad la demanda de los pueblos de la Tierra es tan poderosa y acorde con la orientación divina, en tiempo y espacio, que inevitablemente se cumplirá; el esperado Representante espiritual debe aparecer, pero esta vez no vendrá solo, vendrá acompañado por Aquellos Cuyas vidas y palabras serán reconocidas por todos los sectores del pensamiento humano. Las profecías simbólicas que se encuentran en todas las Escrituras mundiales, respecto a este inminente acontecimiento, demostrarán su veracidad, no obstante su simbolismo deberá ser reinterpretado; las circunstancias y los acontecimientos no serán exactamente como las Escrituras parecen indicar. Vendrá, por ejemplo, en las “nubes del cielo” (Mt. 26,64), según las Escrituras Cristianas, pero ¿qué tiene esto de sobrenatural cuando millones de personas viajan por las nubes a cualquier hora del día y de la noche? Lo menciono como una profecía de las más destacadas y conocidas; sin embargo tiene muy poco significado para nuestra civilización moderna. Lo importante es que Él vendrá.

 

El Festival de Wesak se ha celebrado durante siglos en el conocido valle de los Himalayas, créase o no, a fin de:

 

1. Corroborar que el Cristo existe físicamente entre nosotros desde Su supuesta partida.

 

2. Comprobar, en el plano físico, la real similitud del acercamiento a Dios de Oriente y Occidente. Tanto el Cristo como el Buda están presentes.

 

3. Establecer un lugar de reunión para aquellos que anualmente, en forma sintética y simbólica, se vinculan y representan al Hogar del Padre, al Reino de Dios y a la humanidad.

 

4. Demostrar la naturaleza del trabajo que debe realizar el Cristo como gran Intermediario, actuando como Representante de la Jerarquía espiritual y Guía del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo. Como Representante pedirá que se reconozca la real existencia del Reino de Dios, aquí y ahora.

 

Uno de los mensajes importantes para quienes leemos estas palabras, quizás lo constituya la gran verdad y realidad actual de la Presencia física del Cristo en la Tierra, de Su grupo de discípulos y ejecutivos, de las actividades representativas del grupo en bien del género humano y de la estrecha relación que existe entre Ellos, relación que surge en ciertos grandes festivales espirituales e incluye no sólo al Reino de Dios sino también al Padre, y al Hogar del Padre. Tenemos el Festival de Pascua en Aries, el Festival del Buda en Tauro, cuya Presencia física expresa la solidaridad espiritual de nuestro planeta, y el Festival de Junio en Géminis, denominado peculiarmente el Festival del Cristo, en el que —como Guía del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo— pronuncia la nueva Invocación en bien de las personas de buena voluntad de todo el mundo, reuniendo al mismo tiempo las demandas incipientes e inexpresadas de quienes buscan un nuevo y mejor modo de vivir. Anhelan amar en la vida diaria, establecer correctas relaciones humanas y comprender el Plan subyacente.

 

Lo importante son estos acontecimientos físicos, no las vagas esperanzas y promesas de los dogmas teológicos. La Presencia física en nuestro planeta de estas conocidas figuras espirituales, como el Señor del Mundo, el Anciano de los Días, los Siete Espíritus ante el trono de Dios, el Buda, Guía espiritual de Oriente, y el Cristo, Guía espiritual de Occidente, absorben nuestra atención en esta época culminante. La creencia incierta de Su existencia, las vagas especulaciones acerca de Su trabajo, el interés puesto al servicio del bienestar humano y el aún no convincente, aunque esperanzado, ferviente anhelo de los creyentes (y también de los no creyentes), pronto serán reemplazados por el cabal conocimiento y el reconocimiento visual, por las señales de la actividad colaboradora y la reorganización (por hombres de inusitado poder) de la vida política, religiosa, económica y social de la humanidad.

 

Esto no vendrá como consecuencia de una proclamación o un maravilloso acontecimiento planetario que hará exclamar a los seres humanos: “¡Loado sea, Él está aquí! ¡He ahí los signos de Su divinidad!”, porque sólo provocaría antagonismo y burla, rechazo o credulidad fanática.

 

Vendrá por el reconocimiento de su capacidad de liderazgo, debido a los cambios dinámicos, pero lógicos, efectuados en los asuntos mundiales, y a la acción emprendida por los pueblos desde lo más recóndito de sus conciencias.

 

Hace muchos años manifesté que el Cristo podría venir de tres formas diferentes, o más bien, que la realidad de Su Presencia podría comprobarse en tres fases distintas.

 

En ese momento se señaló que lo primero que haría el Cristo sería estimular la conciencia espiritual del hombre, evocar en amplia escala las demandas espirituales de la humanidad y fomentar —a escala mundial— la conciencia Crística en el corazón humano. Esto ya se ha hecho con resultados muy efectivos. Las demandas clamorosas de los hombres de buena voluntad, de los trabajadores en el campo de la beneficencia y de quienes se han comprometido a colaborar internacionalmente para aliviar los sufrimientos del mundo y establecer correctas relaciones humanas, expresan innegablemente la naturaleza de este proceso. Esta fase del trabajo preparatorio que señala Su advenimiento ha llegado a una etapa donde nada puede detener su progreso o disminuir su ímpetu. A pesar de las apariencias este surgimiento de la conciencia Crística ha sido un éxito, y lo que puede aparecer como una actividad contraria no tiene importancia a la larga, por ser de naturaleza temporal.

 

También se indicó en ese momento que el segundo paso de la Jerarquía sería plasmar en las mentes de los hombres iluminados de todo el mundo, las ideas espirituales que expresan las nuevas verdades, el “descenso” (si así puedo denominarlo) de los nuevos conceptos que regirán la vida humana y la influencia que ejercerá el Cristo sobre los discípulos mundiales y el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo. Este movimiento planificado por la Jerarquía, progresa bien; los hombres y mujeres de todas partes y de todos los sectores de la vida enuncian las nuevas verdades que guiarán en el futuro el vivir humano, y fundan nuevas organizaciones, movimientos y grupos —grandes o pequeños— que harán conocer a las masas humanas la realidad de la necesidad y el modo de enfrentarla. Lo hacen impulsados por el fervor de sus corazones y por la amorosa respuesta a la angustia humana y, aunque no lo expresen, sin embargo están trabajando para exteriorizar el Reino de Dios en la Tierra. Ante la evidente multiplicidad de organizaciones, libros, conferencias, etc., resulta imposible negar estos hechos.

 

En tercer lugar, se dice que el Cristo podría venir en Persona y caminar entre los hombres como lo hizo anteriormente. Esto aún no ha ocurrido, pero se formulan los planes que le permitirán hacerlo. Dichos planes no incluyen el nacimiento de algún hermoso niño en un buen hogar de la Tierra; ni habrá proclamas extravagantes; tampoco existirá el crédulo reconocimiento de los bien intencionados y de los ignorantes, como sucede tan frecuentemente hoy, ni aparecerá alguien que diga: “Este es el Cristo. Esta aquí o allí”. No obstante, quisiera destacar que la amplia difusión de tales enunciados y relatos, aunque indeseables, engañosos y erróneos, demuestran sin embargo la expectativa humana por Su inminente advenimiento. La creencia en Su llegada es algo fundamental en la conciencia humana. No se ha establecido todavía cómo y de qué manera vendrá. El momento exacto no ha llegado aún, ni se ha determinado la forma en que aparecerá. La naturaleza real de los dos primeros pasos preparatorios, dados ya por la Jerarquía bajo Su dirección, son la garantía de que Él vendrá, y cuando lo haga, la humanidad estará preparada.

 

Resumiremos ciertos aspectos de la obra que inició hace dos mil años, porque nos dará la clave de Su trabajo futuro. Parte del mismo es bien conocido, pues ha sido destacado por todos los credos y en particular por los instructores de la fe cristiana. Pero todos ellos presentaron Su tarea de manera muy difícil para ser comprendida por el hombre, y el indebido énfasis puesto sobre su divinidad (algo que el Cristo jamás hizo resaltar) inducen a creer que Él y sólo Él y nadie más puede realizar las mismas obras. Los teólogos han olvidado que Él mismo manifestó: “Mayores cosas que estas haréis, porque Yo voy al Padre” (Juan, 14,12). Con esto Él quiere significar que la entrada al Hogar del Padre traería como resultado tal afluencia de poder espiritual, visión y realización creadora para el hombre, que sus hazañas deberían superar las Suyas; porque debido a la distorsión de sus enseñanzas y su remota relación con el hombre, no hemos podido hacer aún esas “cosas mayores”. Con seguridad algún día las haremos, aunque en ciertos aspectos ya fueron hechas. Permítaseme relatar alguna de las cosas que Él hizo y que nosotros también podemos hacer con su ayuda.

 

1. Por primera vez en la historia de la humanidad el amor de Dios encarnó en un hombre y Cristo inauguró la era del amor. Esta expresión del amor divino todavía está formándose; el mundo aún no está henchido de amor y muy pocos comprenden el significado real de esta palabra. Pero, hablando simbólicamente, cuando las Naciones Unidas hayan adquirido un verdadero y efectivo poder, entonces se habrá asegurarlo el bienestar en el mundo. ¿Qué es ese bienestar, sino amor en acción? ¿Qué es la colaboración internacional, sino el amor a escala mundial? Estas son las cosas que fueron expresadas por el amor de Dios en Cristo y para las cuales hoy trabajamos para traerlas a la existencia. Tratamos de hacerlo a gran escala a pesar de la oposición —oposición que sólo puede triunfar temporalmente, tal es el poder del espíritu que ha despertado en el hombre. Estas son las cosas que la Jerarquía está ayudando a realizar y continuará haciéndolo con sus ya eficaces procedimientos.

 

2. Cristo enseñó también que el Reino de Dios se hallaba en la Tierra, y también dijo que buscáramos primeramente ese Reino, considerando todo lo demás como secundario. Ese Reino, formado por aquellos que en el transcurso de las épocas persiguieron fines espirituales y se liberaron de las limitaciones del cuerpo físico, del dominio emocional y de la mente obstaculizadora, ha estado siempre con nosotros. Sus ciudadanos, desconocidos para la mayoría, viven hoy en cuerpos físicos, trabajan para el bienestar de la humanidad, aplican la técnica general del amor, en vez de la emoción, y constituyen ese gran grupo de “Mentes Iluminadas” que guían los destinos del mundo. El Reino de Dios no es algo que descenderá sobre la Tierra cuando el hombre sea suficientemente bueno. Es algo que ya está actuando eficientemente y demanda reconocimiento. Este grupo organizado ya está reconocido por quienes en verdad buscan primeramente el Reino de Dios y con ello descubren que tal Reino ya está aquí. Muchos saben que el Cristo y sus discípulos están presentes físicamente en la Tierra y que el Reino que Ellos rigen, con sus leyes y modos de actuar, es familiar para muchas personas y así ha sido en todas las épocas.

 

Cristo es el Sanador y Salvador del mundo. Actúa porque es el alma personificada de toda Realidad. Actúa hoy, como lo hizo en Palestina hace dos mil años, por intermedio de grupos. Allí actuó por medio de sus tres discípulos amados, de los doce apóstoles, de los setenta elegidos y de los quinientos seguidores... Él ahora actúa por intermedio de los Maestros y de Sus grupos, intensificando así grandemente Sus esfuerzos. Puede actuar y lo hará, por intermedio de todos los grupos, en la medida en que se adapten al servicio planeado de difundir amor y lograr alinearse conscientemente con el gran poder de los grupos internos.

 

Esos grupos que siempre han proclamado la Presencia física del Cristo, han tergiversado de tal manera la enseñanza con afirmaciones dogmáticas sobre detalles sin importancia y enunciados ridículos, que la verdad subyacente no ha sido reconocida, ni han presentado un Reino atrayente. Ese Reino existe, pero no es un lugar de disciplina ni de arpas doradas, habitado por fanáticos ignorantes, sino un campo de servicio y un lugar donde todo hombre tiene plena libertad para ejercer su divinidad al servicio de la humanidad.

 

3. El Cristo reveló en la Transfiguración la gloria innata en todos los hombres. La triple naturaleza inferior —física, emocional y mental— yace allí postrada ante la gloria revelada. En aquel mismo momento en que estaba encarnado el Cristo Inmanente y la humanidad estaba representada por los tres apóstoles, surgió una voz desde el Hogar del Padre, reconociendo la divinidad revelada y la Primogenitura del Cristo Transfigurado. Sobre esta divinidad innata, esta reconocida Primogenitura, se basa la hermandad de los hombres —una vida, una gloria que será revelada y un parentesco divino. Hoy, en gran escala (aunque no se tenga en cuenta lo que implica la divinidad), la gloria del hombre y su parentesco fundamental, es ya un hecho en la conciencia humana. Conjuntamente con esas características tan deplorables que parecieran negar toda divinidad, tenemos las maravillosas realizaciones del hombre y su triunfo sobre la naturaleza. La gloria de los descubrimientos científicos y la magnífica evidencia del arte creador, tanto moderno como antiguo, no dejan lugar a dudas respecto a la divinidad del hombre. He aquí, entonces, las “cosas más grandes” de las que Cristo hablara, y aquí también el triunfo del Cristo dentro del corazón humano.

 

Uno de los increíbles triunfos de las fuerzas del mal es que siempre se habla de la conciencia Crística en términos de religión, de concurrencia a las iglesias y de creencias ortodoxas. Ser un ciudadano del Reino de Dios no significa que uno deba ser necesariamente miembro de alguna iglesia ortodoxa. El Cristo divino en el corazón humano puede expresarse en los muchos y diversos sectores del vivir humano —política, arte, economía, vida social, ciencia y religión. Convendría recordar que la única vez que Cristo visitó como adulto el templo de los judíos, provocó un disturbio. La humanidad está pasando de una gloria a otra, y esto se observa con toda claridad en el extenso panorama histórico, gloria que se revela hoy en todos los campos de la actividad humana; por lo tanto la Transfiguración de quienes se hallan en la cúspide de la ola de la civilización humana, está muy cercana.

 

4. Finalmente con el triunfo de la Crucifixión o gran Renunciación (como se la denomina con más exactitud en Oriente), el Cristo ancló por primera vez en la Tierra un tenue hilo de la voluntad divina proveniente del Hogar del Padre (Shamballa), que pasó a la comprensiva custodia del Reino de Dios y, por intermedio del Cristo, fue presentado a la humanidad. Por medio de ciertos grandes Hijos de Dios, los tres aspectos divinos o características de la divina Trinidad —voluntad, amor e inteligencia—, se convirtieron en parte de los pensamientos y aspiraciones humanas. Los cristianos son propensos a olvidar que el Cristo no pasó sobre la cruz la agonía de las últimas horas, sino en el Huerto de Getsemaní. Entonces, en agonía y casi sin esperanzas, Su voluntad se sumergió en la voluntad del Padre, exclamando: “Padre, hágase Tu voluntad, y no la mía” (Lucas 22,42).

Algo nuevo, planeado desde las mismas profundidades del tiempo, ocurrió entonces en aquel tranquilo huerto; el Cristo, representando a la humanidad, ancló o estableció en la Tierra la Voluntad del Padre e hizo posible que la humanidad inteligente la cumpliera. Hasta entonces esa Voluntad sólo era conocida en el Hogar del Padre; la Jerarquía Espiritual la reconoció y adaptó a las necesidades del mundo, actuando bajo la guía del Cristo, y así tomó forma como Plan divino. Hoy, debido a lo que Cristo realizó en Su momento de crisis cientos de años atrás, la humanidad puede agregar sus esfuerzos para llevar a cabo ese Plan. La voluntad al bien del Hogar del Padre puede convertirse en buena voluntad en el Reino de Dios y ser trasformada en correctas relaciones humanas por la humanidad inteligente. De esta manera la línea directa, o hilo de la Voluntad de Dios, se extiende hoy desde el lugar más alto al más bajo, y a su debido tiempo puede convertirse en un cable por el cual podrán ascender los hijos de los hombres y descender el amoroso y viviente espíritu de Dios.

 

Olvidando distancias, lejanías y vaguedades, comprendamos que estamos hablando de acontecimientos exactos y reales de nuestro planeta. Tratamos con reconocimientos, hechos y acontecimientos auténticos, que son del dominio consciente de muchos. El Cristo histórico y el Cristo en el corazón humano son realidades planetarias.

 

Hay un aspecto de este retorno del Cristo que nunca ha sido mencionado y del cual no se ha hecho referencia alguna. Es el hecho de lo que supondrá para el Cristo reaparecer de nuevo entre los hombres, y enfrentarse a las actividades diarias y externas. ¿Qué sentirá Él cuando llegue el momento de aparecer?

 

En El Nuevo Testamento se habla de una gran iniciación a la que hemos llamado la Ascensión, sobre la cual nada sabemos. El Evangelio da únicamente muy pocos detalles; lo acontecido en la cima de la montaña y los observadores, y también sobre las palabras de Cristo, que les aseguraba que no los abandonaría. “Luego una nube Lo ocultó” (He. 1.9). Ninguno de los presentes pudo seguirlo. Sus conciencias no podían penetrar hasta el lugar donde Él había decidido ir, e incluso interpretaron mal Sus palabras; solamente en un sentido vago y místico la humanidad ha comprendido Su desaparición, o la significación de su invisible pero perdurable Presencia. A los observadores se les aseguró, por medio de dos Conocedores de Dios, que estaban también presentes, que Él volvería nuevamente de la misma manera. Ascendió. La nube Lo recibió. Las nubes que hoy cubren nuestro planeta esperan revelarLo.

 

Ahora espera  el momento de descender. Este descenso a nuestro acongojado mundo de los hombres no Le ofrece ningún cuadro seductor. Desde su tranquilo retiro en la montaña, El ha esperado, guiado y vigilado a la humanidad, y ha entrenado a Sus discípulos, iniciados y al Nuevo Grupo de Servidores del Mundo. Ahora debe venir para ocupar Su lugar prominente en el escenario mundial y desempeñar Su parte en el gran drama que se está desarrollando allí. Esta vez no desempeñará su parte en la oscuridad como lo hizo antes, sino a la vista de todo el mundo. Debido a lo reducido de nuestro pequeño planeta, al predominio de la radio, la televisión y a la rapidez de las comunicaciones, Su actuación será observada por todos, y tal perspectiva seguramente le ha de producir cierta consternación, pues debe pasar por ciertas pruebas y también por grandes reajustes y por una experiencia penosa e inevitable. No vendrá como el omnipotente Dios de la ignorante creación del hombre, sino como el Cristo, el Fundador del Reino de Dios en la Tierra, para terminar el trabajo que Él comenzó, y nuevamente demostrar la divinidad en circunstancias mucho más difíciles.

 

Sin embargo, al Cristo lo hacen sufrir más sus propios allegados que el resto del mundo. El aspirante avanzado obstaculiza más Su trabajo que el pensador inteligente. No fue la crueldad en el mundo externo de los hombres lo que Le causó el profundo dolor, sino sus propios discípulos, además del masivo sufrimiento de la humanidad —padecido durante su ciclo de vida que incluye el pasado, el presente y el futuro.

 

Viene a corregir los errores y las malas interpretaciones de quienes han osado interpretar sus sencillas palabras en términos de su propia ignorancia, y a reconocer a aquellos cuyo fiel servicio ha hecho posible Su retorno. Como preparación para recibir una gran iniciación está enfrentando también una gran prueba, y cuando haya pasado la prueba y cumplido Su tarea, ocupará un lugar más elevado en el Hogar del Padre, o irá a servir a un lugar lejano, donde sólo podrán seguirlo los más excelsos seres. Su función actual será entonces desempeñada por Aquel a quien El ha preparado y entrenado.

 

Pero antes de que esto pueda suceder tendrá que entrar nuevamente a la palestra, desempeñar Su parte en los acontecimientos mundiales y demostrar el alcance de Su misión. Reunirá físicamente a Su alrededor a Sus asociados y asesores elegidos y no serán aquellos que reunió en días primitivos, sino esos miembros de la familia humana que hoy Lo reconocen y se están preparando para trabajar con Él, en la medida de sus posibilidades. Planea retornar ahora a un mundo muy distinto, debido en gran parte al desarrollo intelectual de las masas, y se Le presentan enormes dificultades para cumplir inteligentemente la Voluntad de Dios en la Tierra; no sólo debe llegar a los corazones de los hombres (como lo hizo anteriormente) sino a sus intelectos. Su trabajo principal consiste en establecer correctas relaciones humanas en todos los aspectos del vivir humano. Les pediría que usen la imaginación y traten de pensar en las implicaciones de la tarea que Le espera; reflexionen sobre las dificultades que inevitablemente debe enfrentar y, sobre todo, la dificultad de cambiar el erróneo énfasis intelectual de las masas.

 

A Él, el representante del Amor de Dios, se le ha pedido que actúe nuevamente en la palestra mundial, donde su primer mensaje ha sido rechazado, olvidado o mal interpretado durante dos mil años; donde el odio y la separatividad han caracterizado a los hombres del mundo entero. Esto Lo precipitará a una atmósfera extraña y a una situación donde necesitará todos Sus recursos divinos y deberá ser probado al máximo. La idea generalmente aceptada de que regresará como un guerrero triunfante, omnipotente e irresistible, no tiene verdadera base. El hecho real de sólido fundamento, es que finalmente conducirá a Su pueblo, la humanidad, a Jerusalén, pero no a la ciudad judía llamada Jerusalén, sino al “lugar de paz” que es lo que significa la palabra Jerusalén.

 

Una consideración cuidadosa de la situación mundial actual y el constante uso de la imaginación, revelarán al pensador sincero cuán aterradora es la tarea que El ha emprendido. Pero “Él volvió de nuevo su rostro para ir a Jerusalén” (Lc. 9,51). El Cristo reaparecerá y llevará a la humanidad a una civilización y a un estado de conciencia donde las correctas relaciones humanas y la colaboración mundial en bien de todos, constituirán la tónica universal. A través del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo y de los hombres de buena voluntad, se vinculará definitivamente con la voluntad de Dios (los asuntos de Su Padre), en tal forma, que la eterna voluntad-al-bien será traducida por la humanidad en buena voluntad y correctas relaciones. Entonces Su tarea se habrá cumplido; quedará libre para dejarnos de nuevo, pero esta vez no volverá; dejará a los hombres en manos de ese Gran Servidor espiritual que será el nuevo Guía de la Jerarquía, la Iglesia invisible.

 

Surge aquí el interrogante: ¿En qué forma podremos ser útiles? ¿Cómo podremos ayudar durante esta etapa preparatoria?

 

La tarea que desempeñan los miembros de la Jerarquía es enorme y los discípulos que están en contacto consciente con los Maestros de Sabiduría o, si se prefiere el término, con los discípulos avanzados del Cristo, trabajan día y noche a fin de establecer esa confianza, correcta actitud, comprensión de la empresa, o impulso espiritual divino para allanar su camino. Ellos y sus grupos de discípulos menores, aspirantes y estudiantes de las realidades, permanecen unidos y detrás del Cristo, permitiéndole así cumplir Su propósito. Su mayor realización consiste en provocar una crisis cíclica en la vida espiritual de nuestro planeta, anticipada en el Hogar del Padre (Shamballa) hace miles de años. Ellos han registrado la realidad, por primera vez en la historia humana, de que los tres centros o grupos espirituales, por medio de los cuales actúa Dios, están unidos y enfocados en el mismo objetivo. Shamballa, la Jerarquía espiritual y la Humanidad (el Hogar del Padre, el Reino de Dios y el Mundo de los Hombres) están empeñados en un vasto movimiento para intensificar la Luz del Mundo. Esta Luz iluminara (en forma desconocida hasta ahora) no sólo el Hogar del Padre, fuente de nuestra luz planetaria, sino también el centro espiritual de donde han emanado los Instructores y los Salvadores mundiales que aparecieron ante los hombres y exclamaron, como lo hicieron Hermes, el Buda y el Cristo: “Yo soy la Luz del mundo.” Esa luz ahora inundará el mundo, iluminando las mentes de los hombres y alumbrando los lugares oscuros del vivir humano.

 

El Cristo traerá luz y, por sobre todas las cosas, traerá “vida más abundante”, pero hasta que ello no se produzca no sabemos qué significa; no podemos darnos cuenta lo que implicará esta revelación ni las nuevas perspectivas que se abrirán ante nosotros. Por Su intermedio, la Luz y la Vida están en camino de ser interpretadas y aplicadas en términos de buena voluntad y de correctas relaciones humanas. Con este fin se está preparando la Jerarquía espiritual. Esta vez el Cristo no vendrá sólo porque Sus colaboradores vendrán con Él. Su experiencia y la de Ellos será contraria a la anterior, porque ahora todos los ojos Lo verán, todos los oídos Lo oirán y todas las mentes Lo juzgarán.

 

En el trabajo de reconstrucción que el Cristo se propone realizar, podemos ayudar libremente si nos familiarizamos con los hechos que se exponen a continuación, haciéndolos conocer a todos aquellos con quienes estamos en contacto:

 

1. Que la reaparición del Cristo es inminente.

 

2. Que el Cristo, inmanente en todo corazón humano, puede ser evocado si reconocemos Su reaparición.

 

3. Que las circunstancias de Su retorno están sólo relatadas en forma simbólica en las Escrituras mundiales; esto quizás produzca un cambio vital en las ideas preconcebidas de la humanidad.

 

4. Que la principal preparación es que haya paz en el mundo, paz fundada en la buena voluntad cultivada, que conducirá inevitablemente a las correctas relaciones humanas y por lo tanto, al establecimiento (hablando en sentido figurado) de líneas de luz entre una nación y otra, una religión y otra, un grupo y otro y un hombre y otro.

 

Si logramos hacer que se reconozcan estas cuatro ideas en todo el mundo en general, contrarrestando las críticas inteligentes de que todo lo que se dice es demasiado vago, profético y visionario, mucho habremos realizado. Es muy posible que el viejo axioma: “la mente es el matador de lo real”, pueda ser fundamentalmente cierto en lo que a las masas se refiere, y que el acercamiento puramente intelectual (que rechaza la visión y rehúsa  aceptar lo improbable) sea más falaz que el presentimiento de los Conocedores de Dios y de la multitud expectante.

 

La Jerarquía espiritual está investida de inteligencia divina y compuesta por Aquellos que han reunido en Sí el intelecto y la intuición, lo práctico y lo aparentemente impráctico, y el actual modo de vivir y de ser del hombre que tiene visión. En todos los sectores del vivir diario hay que buscar a esas personas que deben ser entrenadas para que reconozcan la divinidad en las respuestas esenciales del plano físico a las nuevas expansiones de conciencia. El Cristo que retornará no será igual al Cristo que (aparentemente) partió. No será un “varón de dolores” ni una figura silenciosa y pensativa; hará declaraciones espirituales que no será necesario interpretar, ni serán tergiversadas porque Él estará presente para explicar el verdadero significado.

 

Durante dos mil años ha sido el Guía supremo de la Iglesia Invisible, la Jerarquía Espiritual, compuesta de discípulos de todos los credos. Reconoce y ama a quienes no son cristianos, pero mantienen su lealtad a los Fundadores de sus respectivas religiones, el Buda, Mahoma, y otros. No le interesa el credo que profesen, si su objetivo es el amor a Dios y a la humanidad. Si los hombres buscan al Cristo que dejó a Sus discípulos hace siglos, fracasarán y no reconocerán al Cristo que está en proceso de retornar. El Cristo no tiene barreras religiosas en Su conciencia, ni le da importancia a la religión que profesa el hombre.

El Hijo de Dios está en camino y no viene solo. Su avanzada ya está aquí y el Plan que deben cumplir ya está trazado y aclarado. Que el reconocimiento sea el objetivo.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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