Uno de
los objetivos de la hipnosis, así como de la meditación, es el
acceso al subconsciente. Esta es la parte de nuestra mente que yace
bajo la conciencia común, por debajo del constante bombardeo de
pensamientos, sensaciones, estímulos exteriores y otros ataques a
nuestra atención. La mente subconsciente funciona en un plano más
profundo que nuestro plano de conciencia habitual. En el
subconsciente los procesos mentales se producen sin que los
percibamos de modo consciente. Cuando estos procesos subconscientes
cruzan de súbito nuestra conciencia, experimentamos instantes de
intuición, sabiduría y creatividad.
El
subconsciente no está limitado por nuestras fronteras impuestas de
lógica, espacio y tiempo. Puede recordarlo todo, cada momento. Puede
transmitir soluciones creativas a nuestros problemas. Puede
trascender lo ordinario para alcanzar una sabiduría muy superior a
nuestra capacidad cotidiana. La hipnosis llega a la sabiduría del
subconsciente de un modo concentrado, a fin de lograr la curación.
Estamos en hipnosis cada vez que la relación habitual entre
conciencia y subconsciente se reconfigura de modo tal que el
subconsciente desempeña un papel más dominante. Existe un amplio
espectro de técnicas hipnóticas. Han sido ideadas para aprovechar un
amplio espectro de estados hipnóticos, desde el ligero a los planos
profundos.
En cierto
modo, la hipnosis es un continuo en el que captamos la mente
consciente y la subconsciente en mayor o menor grado. He descubierto
que muchas personas pueden ser hipnotizadas en un punto adecuado de
la terapia si se les informa sobre la hipnosis y se discuten y
allanan sus miedos. La mayoría tiene un concepto equivocado de la
hipnosis a causa de la manera en que la han representado la
televisión, las películas y los espectáculos teatrales.
Estar
hipnotizado no es estar dormido. La conciencia sabe siempre lo que
uno cxperimenta mientras está hipnotizado. Pese al profundo contacto
subconsciente, la mente puede comentar, criticar y censurar. Tenemos
siempre control sobre lo que decimos. La hipnosis no es un suero de
la verdad”. No se entra en una máquina del tiempo para encontrarse
súbitamente transportado a otro tiempo y otro lugar. sin noción del
presente. Algunas personas, durante la hipnosis, contemplan el
pasado como si estuvieran mirando una película. Otros participan más
vívidamente, con reacciones más emotivas. Los hay que “sienten” las
cosas, más que “verlas”. A veces, la reacción predominante es la de
oír y hasta la de oler. Después la persona recuerda todo lo
experimentado durante la sesión de hipnosis.
Puede
parecer que se requiere mucha habilidad para llegar a esos niveles
más profundos de hipnosis. Sin embargo todos los experimentamos con
facilidad todos los días, cuando pasamos por ese estado intermedio
entre la vigilia y el dormir, conocido como “estado hipnagógico”. Un
tipo de estado hipnagógico es ese en el que nos encontramos cuando
empezamos a despertar y aún recordamos vívidamente nuestros sueños,
sin estar aún despiertos totalmente. Es el período anterior al
momento en que los recuerdos y las preocupaciones cotidianas nos
entran en la mente. Como la hipnosis, el estado hipnagógico es
profundamente creativo. Cuando pasamos por él, la mente está
completamente vuelta hacia adentro y puede alcanzar la inspiración
del subconsciente. Muchos consideran que el estado hipnagógico es un
estado “de genio”. sin límites ni fronteras. Cuando estamos en él
tenemos acceso a todos nuestros recursos, sin ninguna de nuestras
restricciones autoimpuestas.
Thomas
Edison valoraba tanto el estado hipnagógico que desarrolló una
técnica propia para mantenerlo mientras trabajaba en sus inventos.
Sentado en determinada silla, Edison utilizaba técnicas de
relajación y meditación para alcanzar ese estado de conciencia que
está entre el sueño y la vigilia. Sostenía algunas bolillas en la
mano cerrada, con la palma hacia abajo y apoyada en el brazo del
sillón. Debajo de la mano había un cuenco metálico. Si Edison se
dormía, se le abría la mano y las bolillas caían al cuenco metálico;
entonces el ruido lo despertaba. Repetía el procedimiento una y otra
vez.
Este
estado hipnagógico se parece mucho a la hipnosis y, en realidad, es
más profundo que algunos niveles hipnóticos. Ayudando al paciente a
alcanzar un plano más profundo de su mente, el terapeuta
diestro en técnicas de hipnosis puede acelerar dramáticamente el
proceso de curación. Y cuando las ideas y las soluciones creativas
se extienden más allá de los problemas personales pueden
resultar beneficiados grandes sectores de la sociedad, así como
todos nos hemos beneficiado al inventar Thomas Edison la lamparilla
eléctrica. El proceso puede tocar al mundo.
El
escuchar una voz que guíe ayuda a focalizar la concentración y a que
el paciente alcance un nivel de hipnosis y relajación más
profundas. La hipnosis no ofrece peligro. Entre las personas que
hipnoticé, ninguna ha quedado pegada al estado hipnótico. Se puede
emerger de él cuando se desee. Nadie ha violado nunca sus principios
morales y éticos. Nadie ha actuado involuntariamente como una
gallina o un pato. Nadie puede dominarte. Tienes el control
absoluto.
Durante
la hipnosis, tu mente está siempre despierta y observando. Es por
eso que, al estar profundamente hipnotizados y envueltos activamente
en una secuencia de recuerdos de infancia o de una vida anterior,
podemos responder a las preguntas del terapeuta, hablar en el idioma
que utilizamos habitualmente, conocer los sitios geográficos que
vemos y hasta conocer el año, que suele aparecer ante la vista
interior o presentarse en la mente sin más. La mente hipnotizada,
que siempre retiene una noción y un conocimiento del presente, pone
en contexto los recuerdos de infancia o de vidas pasadas. Si aparece
el año 1900 y nos vemos construyendo una pirámide en el antiguo
Egipto, sabemos que es el año 1900 a. de C., aunque no veamos esas
letras.
Es
también por eso que un paciente hipnotizado, al encontrarse en un
campesino que combate en una guerra de la Europa medieval, por
ejemplo, puede reconocer en ciertas personas de esa vida pasada a
las que conoce en su vida actual. Por eso puede hablar inglés
moderno, comparar las toscas armas de esa época con las que pueda
haber visto o usado en su vida actual, dar fechas, etcétera.
Su mente
actual está despierta, observando y haciendo comentarios. Siempre
puede comparar los detalles y hechos con los de su vida actual. Es
el observador de la película, Su Crítico y, habitualmente, también
su estrella. Y mientras tanto permanece en relajado estado
hipnótico.
La
hipnosis pone al paciente en un estado que ofrece un gran potencial
curativo, por brindar al paciente acceso al subconsciente. Para
hablar metafóricamente, pone al paciente en la selva mágica que
contiene el árbol de la curación. Pero si la hipnosis lo deja entrar
en ese territorio curativo, el proceso de regresión es el árbol
cuyas frutas
sagradas debe comer para curarse.
La
terapia de regresión es el acto mental de retroceder a una época
anterior, cualquiera que sea, a fin de recobrar recuerdos que puedan
estar influyendo negativamente sobre la vida actual del paciente y
que son, tal vez, la fuente de sus síntomas. La hipnosis permite a
la mente cruzar las barreras de la conciencia para aprovechar esa
información, e ineluye esas barreras que impiden a los pacientes el
acceso consciente a las vidas pasadas.
Compulsión repetitiva es el nombre con el que Freud describe el
impulso, con frecuencia irresistible, de redramatizar o repetir
experiencias emocionales, típicamente dolorosas, que sucedieron en
nuestro pasado. En sus Escritos sobre el psicoanálisis
(1938), el famoso psicoanalista británico Ernest Jones define la
compulsión repetitiva como “el impulso ciego de repetir experiencias
y situaciones anteriores, sin relación con ventaja alguna que se
pudiera obtener haciéndolo, desde el punto de vista del
placer-dolor”. Por muy perjudicial y destructiva que sea una
conducta, la persona parece compelida a repetirla. La voluntad no es
efectiva para dominar la compulsión.
Freud
descubrió que es efectivo traer a la conciencia el trauma inicial,
liberarlo catárticamente (proceso que los terapeutas llamamos
abreacción) e integrarlo que se ha sentido y aprendido. La terapia
de regresión hipnótica, realizada por un terapeuta hábil, comienza
por poner al paciente en estado hipnótico y luego le da las
herramientas necesarias para traer a la luz un incidente de ese
tipo. Con frecuencia el incidente se produjo durante la infancia.
Esto es teoría psicoanalítica común.
Pero en
otras oportunidades, tal como descubrí durante el tratamiento de
Catherine, el trauma inicial se extiende mucho más hacia atrás, por
vidas pasadas. He descubierto que un cuarénta por ciento de mis
pacientes necesitan hurgar en otras vidas para resolver los
problemas elínicos de su vida actual. Para casi todos los demás es
bastante fructífera la regresión a un período anterior de esta vida.
Sin
embargo, para ese primer cuarenta por ciento, la elave de la
curación es la regresión a vidas previas. Operando entre los límites
elásicamente aceptados de la vida actual, el mejor de los terapeutas
no logrará la curación completa de un paciente cuyos síntomas hayan
sido causados por un trauma ocurrido en una vida anterior, tal vez
siglos o milenios antes. Pero cuando se emplea la terapia de vidas
pasadas para traer a la conciencia esos recuerdos, largamente
reprimidos, la mejoría de los síntomas suele ser veloz y dramática.
Un
ejemplo del síndrome de compulsión repetitiva es el modelo de
exhibicionismo sexual compulsivo. Sé de un joven que se ve
compulsivamente dominado por una forma de exhibicionismo,
específicamente: exponer sus genitales ante ciertas mujeres mientras
se masturba en un automóvil. Obviamente, esa conducta es peligrosa y
destructiva. Este joven escandaliza a las mujeres y ha sido
arrestado varias veces. Sin embargo su compulsión repetitiva
continúa reiterándose.
Su
terapeuta ha rastreado los orígenes de su conducta hasta ciertos
incidentes sexuales que se produjeron entre ese joven y su madre
cuando era pequeño. La madre solía acariciar a su hijo mientras lo
bañaba y él experimentaba erecciones. En ese niño se provocaron
sensaciones confusas, excitantes y perturbadoras. Eran sensaciones
sumamente intensas; parte de la compulsión del joven parecía ser un
deseo de recrear la intensidad de aquellas antiguas emociones.
Pese al
éxito que obtuvo este excelente terapeuta en descubrir un trauma
temprano, la terapia ha dado sólo resultados parciales y el hombre
padece de recaídas frecuentes. Aunque esa conducta le provoca
profundos sentimientos de culpa y vergüenza, además de someterlo a
otros peligros, experimenta sobrecogedores impulsos de repetirla.
Basándome
en mi experiencia con más de trescientas regresiones individuales a
vidas pasadas, existe una buena posibilidad de que el fracaso
parcial de esta terapia se deba a que el trauma original se haya
producido en vidas anteriores. Tal vez la manifestación más
reciente, la experimentada en su vida actual, sea sólo la última en
una serie de traumas similares. El modelo recurrente ya ha quedado
establecido. Es preciso traer a la conciencia todos los traumas y no
sólo los más recientes. Entonces se puede producir la curación
completa.
Muchos de
mis pacientes han recordado con los efectos de la hipnosis
diferentes modelos traumáticos que se repiten de modos diversos,
vida tras vida. Esos modelos ineluyen el abuso entre padre e hija,
recurrente a lo largo de los siglos, sólo para emerger una vez más
en la vida actual. También ineluyen el esposo abusivo de una vida
anterior que es, en la actualidad, el padre violento. El alcoholismo
es un estado que ha arruinado varias vidas; una pareja en guerra
constante descubrió que habían tenido una conexión homicida en
cuatro vidas anteriores.
Muchos de
estos pacientes habían estado sometidos a terapia convencional antes
de recurrir a mí, pero la terapia no era efectiva o sólo tenía un
éxito parcial. Para estos pacientes era necesaria una terapia de
regresión a vidas pasadas para erradicar por completo los síntomas y
poner fin, de modo definitivo, a estos cielos recurrentes de
conducta perjudicial y mal adaptada.
Esta
integración requiere una capacidad terapéutica y una experiencia
considerables, pues el material evocado suele tener una poderosa
carga emocional. Por lo tanto, no recomiendo ninguna terapia de
vidas pasadas llevada a cabo por un terapeuta que no esté respaldado
por una institución tradicional, que no tenga un diploma de médico,
psicólogo, asistente social u otros estudios tradicionales. Los
terapeutas de vidas pasadas no tradicionales ,pueden carecer de la
habilidad necesaria para dejar que un recuerdo se desarrolle a su
propio ritmo y para ayudar al paciente a integrar el material.
Empero,
experimentar una regresión a vidas pasadas solo y en casa es, en la
mayor parte de los casos, benéfico y relajante. El subconsciente es
sabio y no proporcionará a la conciencia un recuerdo que esta no sea
capaz de asimilar. Existe un leve riesgo de que se presenten
síntomas adversos, como la ansiedad o la culpa. Pero se los puede
aliviar, en caso necesario, con una visita a un terapeuta preparado.
Si un individuo experimenta la menor reacción adversa mientras está
operando a solas, interrumpirá la experiencia, protegido por el
subconsciente; en cambio, el terapeuta no preparado podría tratar de
imponerse al subconsciente y obligar a ese individuo a proseguir
antes de que esté listo para hacerlo.
Como mi
actividad psiquiátrica es febril, mi prioridad es curar a mis
pacientes antes que comprobar la validez de sus recuerdos de vidas
anteriores, aunque esa comprobación también es de suma importancia.
He
descubierto que los pacientes evocan y describen los recuerdos de
vidas pasadas según uno de dos modelos. El primero es el que llamo
“patrón elásico”. En el patrón elásico, el paciente entra en una
vida y puede ofrecer detalles muy completos sobre esa existencia y
sus acontecimientos. Casi como en un relato va pasando gran parte de
esa vida; con frecuencia se parte del nacimiento o de la niñez y no
se termina hasta la muerte. Es posible que el paciente experimente,
serenamente y sin dolor, la escena de la muerte y una revisión de su
vida, en la cual se iluminan y analizan las lecciones de esa
existencia, con el beneficio de una mayor sabiduría y, posiblemente,
con la guía de figuras religiosas o espirituales.
Catherine
recordó muchas de sus vidas según el modelo elásico de regresión. He
aquí el extracto de una de ellas, aparentemente en Egipto, en la
cual Catherine comenzó recordando una plaga originada en el agua que
había matado a su padre y a su hermano. Ella había trabajado con los
sacerdotes que preparaban los cuerpos para la sepultura. Al
iniciarse los recuerdos y también en este extracto, Catherine tenía
dieciséis años.
—Se ponía
a la gente en cuevas. Los cadáveres eran conservados en cuevas. Pero
antes debían ser preparados por los sacerdotes. Debían ser envueltos
y untados con ungüento. Se los mantenía en cuevas, pero el país está
inundado... Dicen que el agua es mala. No bebáis el agua.
— ¿Hay
algún tratamiento? ¿Algo dio resultado?
—Se nos
dieron hierbas, hierbas diferentes. Los olores... las hierbas y...
Percibo el olor. ¡Lo huelo!
—
¿Reconoces el olor?
—Es
blanco. Lo cuelgan del techo.
— ¿Es
como ajo?
—Está
colgado alrededor... las propiedades son similares, sí. Sus
propiedades... Se pone en la boca, en las orejas, en la nariz, en
todas partes. El olor es fuerte. Se creía que impedía la entrada de
los malos espíritus en el cuerpo. Fruta... purpúrea, o algo redondo
con superficie purpúrea, corteza purpúrea...
—
¿Reconoces la cultura en que estás? ¿Te parece familiar?
—No
sé.
—Esa cosa
purpúrea, ¿es algún tipo de fruta?
—Tanis.
— ¿Te
ayudará eso? ¿Es para la enfermedad?
—En ese
tiempo, sí.
—Tanis
—repetí, tratando una vez más de ver si se refería a lo que llamamos
tanino o ácido tánico—. De esta vida, ¿qué se ha sepultado en tu
vida actual? ¿Por qué vuelves una y otra vez aquí? ¿Qué te molesta
tanto?
—La
religión -Susurró Catherine, de inmediato—, la religión de esa
época. Era una religión de miedo... miedo. Había tantas cosas que
temer.., y tantos dioses...
—
¿Recuerdas los nombres de algunos dioses?
—Veo
ojos. Veo una cosa negra... una especie de... parece un chacal. Está
en una estatua. Es una especie de guardián. Veo una mujer. una
diosa, con una especie de toca.
— ¿Sabes
el nombre de la diosa?
—Osiris...
Sirus... algo así. Veo un ojo... un ojo, sólo un ojo con una cadena.
Es de oro.
— ¿Un
ojo?
—Sí...
— ¿Quién
es Hathor?
— ¿Qué?
..
— ¡Hathor!
¿Quién es?
Yo nunca
había oído hablar de Hathor, aunque sabía que Osiris, si la
pronunciación era correcta, era el hermano-esposo de Isis, una gran
deidad egipcia. Hathor, según supe después. era la diosa egipcia del
amor, el regocijo y la alegría.
— ¿Es uno
de los dioses? —pregunté.
— iHathor,
Hathor! —Hubo una larga pausa.— Pájaro... es plano.., plano, un
fénix...
Guardó
silencio otra vez.
—Avanza
ahora en el tiempo, hasta el último día de esa vida. Ve hasta tu
último día, pero antes de morir. Dime qué ves.
Respondió
con un susurro muy suave.
—Veo
edificios y gentes. Veo sandalias, sandalias. Hay un paño rústico,
una especie de paño rústico.
— ¿Qué
ocurre? Ve ahora al momento de tu muerte. ¿Qué te ocurre? Tú puedes
verlo.
— No
veo.., no me veo mas.
— ¿Dónde
estás? ¿Qué ves?
—Nada..,
sólo oscuridad.., veo una luz, una luz cálida.
Ya había
muerto, había pasado al estado espiritual. Al parecer, no necesitaba
experimentar Otra vez su muerte real.
— ¿Puedes
acercarte a la luz? —pregunté.
—Allá
voy.
Descansaba apaciblemente, esperando otra vez.
— ¿Puedes
mirar ahora hacia atrás, hacia las lecciones de esa vida? ¿Tienes ya
concienciade ellas?
—No
—susurró. Continuaba esperando. De pronto se mostró alerta, aunque
sus ojos permanecían cerrados. Su voz fue más potente.
—
Siento... ¡Alguien me habla!
— ¿Qué te
dicen?
—Hablan
de la paciencia. Uno debe tener paciencia...
—Sí,
continúa.
La
respuesta provino del Maestro poeta.
—Paciencia y tiempo... Todo llega a su debido tiempo. No se puede
apresurar una vida. no se puede resolver según un plan, como tanta
gente quiere. Debemos aceptar lo que nos sobreviene en un momento
dado y no Pedir más. Pero la vida es infinita; jamás morimos, jamás
nacimos, en realidad. Sólo pasamos por diferentes fases. No hay
final. Los humanos tienen muchas dimensiones. Pero el tiempo no es
como lo vemos, sino lecciones que hay que aprender.
Los
detalles funerarios, la hierba empleada para luchar contra la
enfermedad y las estatuas de dioses son todos típicos de la
regresión elásica. También los amplios períodos cubiertos por la
memoria, desde los dieciséis años hasta la muerte. Aunque Catherine
no recordó aquí la experiencia de la muerte en sí (la había
rememorado en una sesión previa), pasó por ella para recibir la
información espiritual iluminadora del otro lado.
El
segundo modelo de regresión a vidas pasadas es el que llamo “patrón
del flujo de momentos elaves”. En el flujo de momentos elaves, el
subconsciente enhebra los momentos más importantes o significativos
de un racimo de vidas, los momentos elaves que mejor elucidarán el
trauma oculto y curarán con más celeridad y potencia al paciente.
A veces
el flujo ineluye la revisión entre dos vidas;
a veces,
no. En ocasiones la lección o el patrón es sutil y no queda en elaro
basta que se aproxima el final del flujo o cuando pregunto
específicamente cuál es. Otras veces es instantáneamente
telegrafiado por el flujo de momentos elaves.
En
algunos pacientes, el flujo de momentos elaves tiene una cualidad
fragmentaria que puede expandirse, ya en un flujo más detallado, ya
en un patrón elásico en sesiones posteriores, según el óptimo flujo
de recuerdos y curación para cada paciente en especial, según lo
determine su subconsciente. Con frecuencia, el flujo de momentos
elaves pasa de trauma en trauma de modo dramático, pero también
apaciblemente y con suavidad, de muerte a muerte, tejiendo su propia
forma de iluminación, imperturbable, pero también profundamente
curativa. He aquí algunos ejemplos del flujo de momentos elaves,
también tomados del caso de Catherine. Estos recuerdos provienen de
su primera sesión de regresión a vidas pasadas:.
—Hay
árboles y un camino de piedra. Veo una fogata en la que se cocina.
Soy rubia. Llevo un vestido pardo, largo y áspero; calzo sandalias.
Tengo veinticinco años. Tengo una pequeña llamada Eleastra... Es
Rachel. (Rachel es actualmente su sobrina, con la que siempre ha
mantenido un vínculo muy estrecho.) Hace mucho calor... Hay olas
grandes que derriban los árboles. No tengo hacia dónde correr. Hace
frío; el agua está fría. Debo salvar a mi niña, pero no puedo...
sólo puedo abrazarla con fuerza. Me ahogo; el agua me asfixia. No
puedo respirar, no puedo tragar... agua salada. La pequeña me es
arrancada de los brazos...Veo nubes... Mi pequeña está conmigo. Y
otros de la aldea. Veo a mi hermano.
Descansaba; esa vida había terminado. Permanecía en trance
profundo...
—Continúa
—dije...—. ¿Recuerdas algo más?
—...tengo
un vestido de encaje negro y encaje negro en la cabeza. Mi pelo es
oscuro, con algo de gris. Es 1756 (d. de C). Soy española. Me
llamo Luisa y tengo cincuenta y seis años. Estoy bailando. Hay otros
que también bailan. (Larga pausa.) Estoy enferma; tengo fiebre,
sudores fríos... Hay mucha gente enferma; la gente se muere. Los
médicos no lo saben, pero fue por el agua.
La llevé
hacia adelante en el tiempo.
— “Me
recobro, pero aún me duele la cabeza; aún me duelen los ojos y la
cabeza por la fiebre, por el agua... Muchos mueren.
Obviamente, en este flujo de momentos elaves el modelo es el trauma
experimentado por el desastre natural, La naturaleza emocionalmente
concentrada del patrón de flujo de momentos elaves puede parecer
intensa, pero según mi experiencia, revivir el trauma de la muerte
ofrece sólo un riesgo mínimo de provocar una reacción perturbadora,
en cualquiera de ambos patrones. En manos de un terapeuta preparado
e ineluso trabajando solos en casa, casi todos manejan e integran
los recuerdos sin dificultad. En realidad, se sienten mucho mejor.
El terapeuta puede indicarles que floten por sobre la escena de
muerte, si lo consideran necesariO, para observar sin emoción, y el
subconsciente es capaz de retirar al paciente de la experiencia
regresiva. Se puede optar por no experimentar en absoluto la escena
de muerte. Siempre hay alternativas. Pero la intensidad de la
terapia de vidas pasadas no asusta a quienes la experimentan.
La
terapia de vidas pasadas que fluye de momento elave en momento elave
es una modalidad terapéutica muy práctica y efectiva, en la cual
pueden producirse las conexiones necesarias entre vidas pasadas y
vida actual en menos de una hora, en vez de exigir varias. Sin
embargo, el flujo de momentos elaves tiende a proporcionar al
paciente menos validación que el patrón elásico, pues su foco es la
esencia, no los detalles.
Por mi
parte no puedo prever cuál de estos patrones adoptará un paciente.
Ambos curan por igual.
Por fin,
no todos necesitan recordar vidas anteriores mediante la regresión
con hipnosis. No todos cargan el peso de traumas de vidas pasadas o
cicatrices que sean importantes en la vida actual. Con frecuencia,
lo que el paciente necesita es concentrarse en el presente, no en el
pasado. Sin embargo, enseño a la mayoría de mis pacientes técnicas
de meditación y autohipnosis, pues tienen un gran valor para la vida
cotidiana. Ya sea que un paciente quiera curarse del insomnio,
reducir una presión arterial elevada, bajar de peso, dejar de fumar,
reforzar el sistema inmunológico para combatir infecciones y
enfermedades crónicas, reducir la tensión nerviosa o alcanzar
estados de relajación y paz interior, puede usar eficazmente estas
técnicas por el resto de su vida.
Pese a
los beneficios, hay momentos en que los pacientes rechazarán la
hipnosis. A veces los motivos son asombrosos.
Cuando yo
era psiquiatra residente en la Academia de Medicina de Yale, me
derivaron a un hombre de negocios para que tratara su miedo a los
aviones. Por entonces yo era uno de los pocos terapeutas de Yale que
empleaba la hipnosis para curar fobias monomaniáticas, es decir: el
miedo a algo específico, tal como a volar, a conducir por una
autopista o a las serpientes. Por su trabajo, este comerciante debía
viajar mucho. Como sólo empleaba transporte por tierra, su necesidad
de superar ese miedo era obvia.
Describí
cuidadosamente el procedimiento hipnótico. Le transmití mi confianza
y mi optimismo con respecto a su curación, asegurándole que ya no
estaría paralizado por el temor y que no sólo sus perspectivas
comerciales se beneficiarían con esa curación, sino que podría pasar
sus vacaciones en sitios más lejanos y exóticos. Mejoraría todo su
estilo de vida y la calidad de su existencia.
Me miró
pensativo, frunciendo el entrecejo. Los segundos pasaban lentamente.
¿Por qué no se lo veía más entusiasmado?
—No,
gracias, doctor -Dijo al fin—. ¡No quiero el tratamiento!
Eso me
tomó completamente desprevenido. Había tratado con éxito a muchos
pacientes con síntomas similares, sin que ninguno rechazara mi
ayuda.
— ¿Por
qué? —pregunté—. ¿Por qué no quiere curarse?