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   HYPNOSIS Y REGRESION

   A Través del Tiempo - 2° libro

  Capitulo 2

  Brian Weiss

 

La hipnosis es la técnica que utilizo principalmente para ayudar a los pacientes en el acceso a recuerdos de vidas pasadas. Mucha gente se pregunta qué es la hipnosis y qué ocurre cuando una persona se encuentra en estado hipnótico, pero en realidad no hay misterio. La hipnosis es un estado de concentración enfocada, del tipo que muchos experimentamos todos los días.

Cuando estamos relajados y nuestra concentración es tan intensa que no nos distraen los ruidos exteriores ni otros estímulos, nos encontramos en estado de hipnosis ligera. Toda hipnosis es, en realidad. autohipnosis, en cuanto que el paciente domina el proceso. El terapeuta es sólo un guía. Casi todos entramos en estados hipnóticos todos los días: cuando estamos absortos en un buen libro o una película, cuando conducimos el coche en la parte final del regreso a casa sin saber cómo llegamos allí, hemos estado funcionando con “piloto automático”.

 
   

Uno de los objetivos de la hipnosis, así como de la meditación, es el acceso al subconsciente. Esta es la parte de nuestra mente que yace bajo la conciencia común, por debajo del constante bombardeo de pensamientos, sensaciones, estímulos exteriores y otros ataques a nuestra atención. La mente subconsciente funciona en un plano más profundo que nuestro plano de conciencia habitual. En el subconsciente los procesos mentales se producen sin que los percibamos de modo consciente. Cuando estos procesos subconscientes cruzan de súbito nuestra conciencia, experimentamos instantes de intuición, sabiduría y creatividad.

El subconsciente no está limitado por nuestras fronteras impuestas de lógica, espacio y tiempo. Puede recordarlo todo, cada momento. Puede transmitir soluciones creativas a nuestros problemas. Puede trascender lo ordinario para alcanzar una sabiduría muy superior a nuestra capacidad cotidiana. La hipnosis llega a la sabiduría del subconsciente de un modo concentrado, a fin de lograr la curación. Estamos en hipnosis cada vez que la relación habitual entre conciencia y subconsciente se reconfigura de modo tal que el subconsciente desempeña un papel más dominante. Existe un amplio espectro de técnicas hipnóticas. Han sido ideadas para aprovechar un amplio espectro de estados hipnóticos, desde el ligero a los planos profundos.

En cierto modo, la hipnosis es un continuo en el que captamos la mente consciente y la subconsciente en mayor o menor grado. He descubierto que muchas personas pueden ser hipnotizadas en un punto adecuado de la terapia si se les informa sobre la hipnosis y se discuten y allanan sus miedos. La mayoría tiene un concepto equivocado de la hipnosis a causa de la manera en que la han representado la televisión, las películas y los espectáculos teatrales.

Estar hipnotizado no es estar dormido. La conciencia sabe siempre lo que uno cxperimenta mientras está hipnotizado. Pese al profundo contacto subconsciente, la mente puede comentar, criticar y censurar. Tenemos siempre control sobre lo que decimos. La hipnosis no es un suero de la verdad”. No se entra en una máquina del tiempo para encontrarse súbitamente transportado a otro tiempo y otro lugar. sin noción del presente. Algunas personas, durante la hipnosis, contemplan el pasado como si estuvieran mirando una película. Otros participan más vívidamente, con reacciones más emotivas. Los hay que “sienten” las cosas, más que “verlas”. A veces, la reacción predominante es la de oír y hasta la de oler. Después la persona recuerda todo lo experimentado durante la sesión de hipnosis.

Puede parecer que se requiere mucha habilidad para llegar a esos niveles más profundos de hipnosis. Sin embargo todos los experimentamos con facilidad todos los días, cuando pasamos por ese estado intermedio entre la vigilia y el dormir, conocido como “estado hipnagógico”. Un tipo de estado hipnagógico es ese en el que nos encontramos cuando empezamos a despertar y aún recordamos vívidamente nuestros sueños, sin estar aún despiertos totalmente. Es el período anterior al momento en que los recuerdos y las preocupaciones cotidianas nos entran en la mente. Como la hipnosis, el estado hipnagógico es profundamente creativo. Cuando pasamos por él, la mente está completamente vuelta hacia adentro y puede alcanzar la inspiración del subconsciente. Muchos consideran que el estado hipnagógico es un estado “de genio”. sin límites ni fronteras. Cuando estamos en él tenemos acceso a todos nuestros recursos, sin ninguna de nuestras restricciones autoimpuestas.

Thomas Edison valoraba tanto el estado hipnagógico que desarrolló una técnica propia para mantenerlo mientras trabajaba en sus inventos. Sentado en determinada silla, Edison utilizaba técnicas de relajación y meditación para alcanzar ese estado de conciencia que está entre el sueño y la vigilia. Sostenía algunas bolillas en la mano cerrada, con la palma hacia abajo y apoyada en el brazo del sillón. Debajo de la mano había un cuenco metálico. Si Edison se dormía, se le abría la mano y las bolillas caían al cuenco metálico; entonces el ruido lo despertaba. Repetía el procedimiento una y otra vez.

Este estado hipnagógico se parece mucho a la hipnosis y, en realidad, es más profundo que algunos niveles hipnóticos. Ayudando al paciente a alcanzar un plano más profundo de su mente, el terapeuta diestro en técnicas de hipnosis puede acelerar dramáticamente el proceso de curación. Y cuando las ideas y las soluciones creativas se extienden más allá de los problemas personales pueden resultar beneficiados grandes sectores de la sociedad, así como todos nos hemos beneficiado al inventar Thomas Edison la lamparilla eléctrica. El proceso puede tocar al mundo.

El escuchar una voz que guíe ayuda a focalizar la concentración y a que el paciente alcance un nivel de hipnosis y relajación más profundas. La hipnosis no ofrece peligro. Entre las personas que hipnoticé, ninguna ha quedado pegada al estado hipnótico. Se puede emerger de él cuando se desee. Nadie ha violado nunca sus principios morales y éticos. Nadie ha actuado involuntariamente como una gallina o un pato. Nadie puede dominarte. Tienes el control absoluto.

Durante la hipnosis, tu mente está siempre despierta y observando. Es por eso que, al estar profundamente hipnotizados y envueltos activamente en una secuencia de recuerdos de infancia o de una vida anterior, podemos responder a las preguntas del terapeuta, hablar en el idioma que utilizamos habitualmente, conocer los sitios geográficos que vemos y hasta conocer el año, que suele aparecer ante la vista interior o presentarse en la mente sin más. La mente hipnotizada, que siempre retiene una noción y un conocimiento del presente, pone en contexto los recuerdos de infancia o de vidas pasadas. Si aparece el año 1900 y nos vemos construyendo una pirámide en el antiguo Egipto, sabemos que es el año 1900 a. de C., aunque no veamos esas letras.

Es también por eso que un paciente hipnotizado, al encontrarse en un campesino que combate en una guerra de la Europa medieval, por ejemplo, puede reconocer en ciertas personas de esa vida pasada a las que conoce en su vida actual. Por eso puede hablar inglés moderno, comparar las toscas armas de esa época con las que pueda haber visto o usado en su vida actual, dar fechas, etcétera.

Su mente actual está despierta, observando y haciendo comentarios. Siempre puede comparar los detalles y hechos con los de su vida actual. Es el observador de la película, Su Crítico y, habitualmente, también su estrella. Y mientras tanto permanece en relajado estado hipnótico.

La hipnosis pone al paciente en un estado que ofrece un gran potencial curativo, por brindar al paciente acceso al subconsciente. Para hablar metafóricamente, pone al paciente en la selva mágica que contiene el árbol de la curación. Pero si la hipnosis lo deja entrar en ese territorio curativo, el proceso de regresión es el árbol cuyas frutas sagradas debe comer para curarse.

La terapia de regresión es el acto mental de retroceder a una época anterior, cualquiera que sea, a fin de recobrar recuerdos que puedan estar influyendo negativamente sobre la vida actual del paciente y que son, tal vez, la fuente de sus síntomas. La hipnosis permite a la mente cruzar las barreras de la conciencia para aprovechar esa información, e ineluye esas barreras que impiden a los pacientes el acceso consciente a las vidas pasadas.

Compulsión repetitiva es el nombre con el que Freud describe el impulso, con frecuencia irresistible, de redramatizar o repetir experiencias emocionales, típicamente dolorosas, que sucedieron en nuestro pasado. En sus Escritos sobre el psicoanálisis (1938), el famoso psicoanalista británico Ernest Jones define la compulsión repetitiva como “el impulso ciego de repetir experiencias y situaciones anteriores, sin relación con ventaja alguna que se pudiera obtener haciéndolo, desde el punto de vista del placer-dolor”. Por muy perjudicial y destructiva que sea una conducta, la persona parece compelida a repetirla. La voluntad no es efectiva para dominar la compulsión.

Freud descubrió que es efectivo traer a la conciencia el trauma inicial, liberarlo catárticamente (proceso que los terapeutas llamamos abreacción) e integrarlo que se ha sentido y aprendido. La terapia de regresión hipnótica, realizada por un terapeuta hábil, comienza por poner al paciente en estado hipnótico y luego le da las herramientas necesarias para traer a la luz un incidente de ese tipo. Con frecuencia el incidente se produjo durante la infancia. Esto es teoría psicoanalítica común.

Pero en otras oportunidades, tal como descubrí durante el tratamiento de Catherine, el trauma inicial se extiende mucho más hacia atrás, por vidas pasadas. He descubierto que un cuarénta por ciento de mis pacientes necesitan hurgar en otras vidas para resolver los problemas elínicos de su vida actual. Para casi todos los demás es bastante fructífera la regresión a un período anterior de esta vida.

Sin embargo, para ese primer cuarenta por ciento, la elave de la curación es la regresión a vidas previas. Operando entre los límites elásicamente aceptados de la vida actual, el mejor de los terapeutas no logrará la curación completa de un paciente cuyos síntomas hayan sido causados por un trauma ocurrido en una vida anterior, tal vez siglos o milenios antes. Pero cuando se emplea la terapia de vidas pasadas para traer a la conciencia esos recuerdos, largamente reprimidos, la mejoría de los síntomas suele ser veloz y dramática.

Un ejemplo del síndrome de compulsión repetitiva es el modelo de exhibicionismo sexual compulsivo. Sé de un joven que se ve compulsivamente dominado por una forma de exhibicionismo, específicamente: exponer sus genitales ante ciertas mujeres mientras se masturba en un automóvil. Obviamente, esa conducta es peligrosa y destructiva. Este joven escandaliza a las mujeres y ha sido arrestado varias veces. Sin embargo su compulsión repetitiva continúa reiterándose.

Su terapeuta ha rastreado los orígenes de su conducta hasta ciertos incidentes sexuales que se produjeron entre ese joven y su madre cuando era pequeño. La madre solía acariciar a su hijo mientras lo bañaba y él experimentaba erecciones. En ese niño se provocaron sensaciones confusas, excitantes y perturbadoras. Eran sensaciones sumamente intensas; parte de la compulsión del joven parecía ser un deseo de recrear la intensidad de aquellas antiguas emociones.

Pese al éxito que obtuvo este excelente terapeuta en descubrir un trauma temprano, la terapia ha dado sólo resultados parciales y el hombre padece de recaídas frecuentes. Aunque esa conducta le provoca profundos sentimientos de culpa y vergüenza, además de someterlo a otros peligros, experimenta sobrecogedores impulsos de repetirla.

Basándome en mi experiencia con más de trescientas regresiones individuales a vidas pasadas, existe una buena posibilidad de que el fracaso parcial de esta terapia se deba a que el trauma original se haya producido en vidas anteriores. Tal vez la manifestación más reciente, la experimentada en su vida actual, sea sólo la última en una serie de traumas similares. El modelo recurrente ya ha quedado establecido. Es preciso traer a la conciencia todos los traumas y no sólo los más recientes. Entonces se puede producir la curación completa.

Muchos de mis pacientes han recordado con los efectos de la hipnosis diferentes modelos traumáticos que se repiten de modos diversos, vida tras vida. Esos modelos ineluyen el abuso entre padre e hija, recurrente a lo largo de los siglos, sólo para emerger una vez más en la vida actual. También ineluyen el esposo abusivo de una vida anterior que es, en la actualidad, el padre violento. El alcoholismo es un estado que ha arruinado varias vidas; una pareja en guerra constante descubrió que habían tenido una conexión homicida en cuatro vidas anteriores.

Muchos de estos pacientes habían estado sometidos a terapia convencional antes de recurrir a mí, pero la terapia no era efectiva o sólo tenía un éxito parcial. Para estos pacientes era necesaria una terapia de regresión a vidas pasadas para erradicar por completo los síntomas y poner fin, de modo definitivo, a estos cielos recurrentes de conducta perjudicial y mal adaptada.

Esta integración requiere una capacidad terapéutica y una experiencia considerables, pues el material evocado suele tener una poderosa carga emocional. Por lo tanto, no recomiendo ninguna terapia de vidas pasadas llevada a cabo por un terapeuta que no esté respaldado por una institución tradicional, que no tenga un diploma de médico, psicólogo, asistente social u otros estudios tradicionales. Los terapeutas de vidas pasadas no tradicionales ,pueden carecer de la habilidad necesaria para dejar que un recuerdo se desarrolle a su propio ritmo y para ayudar al paciente a integrar el material.

Empero, experimentar una regresión a vidas pasadas solo y en casa es, en la mayor parte de los casos, benéfico y relajante. El subconsciente es sabio y no proporcionará a la conciencia un recuerdo que esta no sea capaz de asimilar. Existe un leve riesgo de que se presenten síntomas adversos, como la ansiedad o la culpa. Pero se los puede aliviar, en caso necesario, con una visita a un terapeuta preparado. Si un individuo experimenta la menor reacción adversa mientras está operando a solas, interrumpirá la experiencia, protegido por el subconsciente; en cambio, el terapeuta no preparado podría tratar de imponerse al subconsciente y obligar a ese individuo a proseguir antes de que esté listo para hacerlo.

Como mi actividad psiquiátrica es febril, mi prioridad es curar a mis pacientes antes que comprobar la validez de sus recuerdos de vidas anteriores, aunque esa comprobación también es de suma importancia.

He descubierto que los pacientes evocan y describen los recuerdos de vidas pasadas según uno de dos modelos. El primero es el que llamo “patrón elásico”. En el patrón elásico, el paciente entra en una vida y puede ofrecer detalles muy completos sobre esa existencia y sus acontecimientos. Casi como en un relato va pasando gran parte de esa vida; con frecuencia se parte del nacimiento o de la niñez y no se termina hasta la muerte. Es posible que el paciente experimente, serenamente y sin dolor, la escena de la muerte y una revisión de su vida, en la cual se iluminan y analizan las lecciones de esa existencia, con el beneficio de una mayor sabiduría y, posiblemente, con la guía de figuras religiosas o espirituales.

Catherine recordó muchas de sus vidas según el modelo elásico de regresión. He aquí el extracto de una de ellas, aparentemente en Egipto, en la cual Catherine comenzó recordando una plaga originada en el agua que había matado a su padre y a su hermano. Ella había trabajado con los sacerdotes que preparaban los cuerpos para la sepultura. Al iniciarse los recuerdos y también en este extracto, Catherine tenía dieciséis años.

—Se ponía a la gente en cuevas. Los cadáveres eran conservados en cuevas. Pero antes debían ser preparados por los sacerdotes. Debían ser envueltos y untados con ungüento. Se los mantenía en cuevas, pero el país está inundado... Dicen que el agua es mala. No bebáis el agua.

— ¿Hay algún tratamiento? ¿Algo dio resultado?

—Se nos dieron hierbas, hierbas diferentes. Los olores... las hierbas y... Percibo el olor. ¡Lo huelo!

— ¿Reconoces el olor?

—Es blanco. Lo cuelgan del techo.

— ¿Es como ajo?

—Está colgado alrededor... las propiedades son similares, sí. Sus propiedades... Se pone en la boca, en las orejas, en la nariz, en todas partes. El olor es fuerte. Se creía que impedía la entrada de los malos espíritus en el cuerpo. Fruta... purpúrea, o algo redondo con superficie purpúrea, corteza purpúrea...

— ¿Reconoces la cultura en que estás? ¿Te parece familiar?

—No sé.

—Esa cosa purpúrea, ¿es algún tipo de fruta?

—Tanis.

— ¿Te ayudará eso? ¿Es para la enfermedad?

—En ese tiempo, sí.

—Tanis —repetí, tratando una vez más de ver si se refería a lo que llamamos tanino o ácido tánico—. De esta vida, ¿qué se ha sepultado en tu vida actual? ¿Por qué vuelves una y otra vez aquí? ¿Qué te molesta tanto?

—La religión -Susurró Catherine, de inmediato—, la religión de esa época. Era una religión de miedo... miedo. Había tantas cosas que temer.., y tantos dioses...

— ¿Recuerdas los nombres de algunos dioses?

—Veo ojos. Veo una cosa negra... una especie de... parece un chacal. Está en una estatua. Es una especie de guardián. Veo una mujer. una diosa, con una especie de toca.

— ¿Sabes el nombre de la diosa?

—Osiris... Sirus... algo así. Veo un ojo... un ojo, sólo un ojo con una cadena. Es de oro.

— ¿Un ojo?

—Sí...

— ¿Quién es Hathor?

— ¿Qué? ..

— ¡Hathor! ¿Quién es?

Yo nunca había oído hablar de Hathor, aunque sabía que Osiris, si la pronunciación era correcta, era el hermano-esposo de Isis, una gran deidad egipcia. Hathor, según supe después. era la diosa egipcia del amor, el regocijo y la alegría.

— ¿Es uno de los dioses? —pregunté.

— iHathor, Hathor! —Hubo una larga pausa.— Pájaro... es plano.., plano, un fénix...

Guardó silencio otra vez.

—Avanza ahora en el tiempo, hasta el último día de esa vida. Ve hasta tu último día, pero antes de morir. Dime qué ves.

Respondió con un susurro muy suave.

—Veo edificios y gentes. Veo sandalias, sandalias. Hay un paño rústico, una especie de paño rústico.

— ¿Qué ocurre? Ve ahora al momento de tu muerte. ¿Qué te ocurre? Tú puedes verlo.

— No veo.., no me veo mas.

— ¿Dónde estás? ¿Qué ves?

—Nada.., sólo oscuridad.., veo una luz, una luz cálida.

Ya había muerto, había pasado al estado espiritual. Al parecer, no necesitaba experimentar Otra vez su muerte real.

— ¿Puedes acercarte a la luz? —pregunté.

—Allá voy.

Descansaba apaciblemente, esperando otra vez.

— ¿Puedes mirar ahora hacia atrás, hacia las lecciones de esa vida? ¿Tienes ya concienciade ellas?

—No —susurró. Continuaba esperando. De pronto se mostró alerta, aunque sus ojos permanecían cerrados. Su voz fue más potente.

— Siento... ¡Alguien me habla!

— ¿Qué te dicen?

—Hablan de la paciencia. Uno debe tener paciencia...

—Sí, continúa.

La respuesta provino del Maestro poeta.

—Paciencia y tiempo... Todo llega a su debido tiempo. No se puede apresurar una vida. no se puede resolver según un plan, como tanta gente quiere. Debemos aceptar lo que nos sobreviene en un momento dado y no Pedir más. Pero la vida es infinita; jamás morimos, jamás nacimos, en realidad. Sólo pasamos por diferentes fases. No hay final. Los humanos tienen muchas dimensiones. Pero el tiempo no es como lo vemos, sino lecciones que hay que aprender.

Los detalles funerarios, la hierba empleada para luchar contra la enfermedad y las estatuas de dioses son todos típicos de la regresión elásica. También los amplios períodos cubiertos por la memoria, desde los dieciséis años hasta la muerte. Aunque Catherine no recordó aquí la experiencia de la muerte en sí (la había rememorado en una sesión previa), pasó por ella para recibir la información espiritual iluminadora del otro lado.

El segundo modelo de regresión a vidas pasadas es el que llamo “patrón del flujo de momentos elaves”. En el flujo de momentos elaves, el subconsciente enhebra los momentos más importantes o significativos de un racimo de vidas, los momentos elaves que mejor elucidarán el trauma oculto y curarán con más celeridad y potencia al paciente.

A veces el flujo ineluye la revisión entre dos vidas;

a veces, no. En ocasiones la lección o el patrón es sutil y no queda en elaro basta que se aproxima el final del flujo o cuando pregunto específicamente cuál es. Otras veces es instantáneamente telegrafiado por el flujo de momentos elaves.

En algunos pacientes, el flujo de momentos elaves tiene una cualidad fragmentaria que puede expandirse, ya en un flujo más detallado, ya en un patrón elásico en sesiones posteriores, según el óptimo flujo de recuerdos y curación para cada paciente en especial, según lo determine su subconsciente. Con frecuencia, el flujo de momentos elaves pasa de trauma en trauma de modo dramático, pero también apaciblemente y con suavidad, de muerte a muerte, tejiendo su propia forma de iluminación, imperturbable, pero también profundamente curativa. He aquí algunos ejemplos del flujo de momentos elaves, también tomados del caso de Catherine. Estos recuerdos provienen de su primera sesión de regresión a vidas pasadas:.

—Hay árboles y un camino de piedra. Veo una fogata en la que se cocina. Soy rubia. Llevo un vestido pardo, largo y áspero; calzo sandalias. Tengo veinticinco años. Tengo una pequeña llamada Eleastra... Es Rachel. (Rachel es actualmente su sobrina, con la que siempre ha mantenido un vínculo muy estrecho.) Hace mucho calor... Hay olas grandes que derriban los árboles. No tengo hacia dónde correr. Hace frío; el agua está fría. Debo salvar a mi niña, pero no puedo... sólo puedo abrazarla con fuerza. Me ahogo; el agua me asfixia. No puedo respirar, no puedo tragar... agua salada. La pequeña me es arrancada de los brazos...Veo nubes... Mi pequeña está conmigo. Y otros de la aldea. Veo a mi hermano.

Descansaba; esa vida había terminado. Permanecía en trance profundo...

—Continúa —dije...—. ¿Recuerdas algo más?

—...tengo un vestido de encaje negro y encaje negro en la cabeza. Mi pelo es oscuro, con algo de gris. Es 1756 (d. de C). Soy española. Me llamo Luisa y tengo cincuenta y seis años. Estoy bailando. Hay otros que también bailan. (Larga pausa.) Estoy enferma; tengo fiebre, sudores fríos... Hay mucha gente enferma; la gente se muere. Los médicos no lo saben, pero fue por el agua.

La llevé hacia adelante en el tiempo.

— “Me recobro, pero aún me duele la cabeza; aún me duelen los ojos y la cabeza por la fiebre, por el agua... Muchos mueren.

Obviamente, en este flujo de momentos elaves el modelo es el trauma experimentado por el desastre natural, La naturaleza emocionalmente concentrada del patrón de flujo de momentos elaves puede parecer intensa, pero según mi experiencia, revivir el trauma de la muerte ofrece sólo un riesgo mínimo de provocar una reacción perturbadora, en cualquiera de ambos patrones. En manos de un terapeuta preparado e ineluso trabajando solos en casa, casi todos manejan e integran los recuerdos sin dificultad. En realidad, se sienten mucho mejor. El terapeuta puede indicarles que floten por sobre la escena de muerte, si lo consideran necesariO, para observar sin emoción, y el subconsciente es capaz de retirar al paciente de la experiencia regresiva. Se puede optar por no experimentar en absoluto la escena de muerte. Siempre hay alternativas. Pero la intensidad de la terapia de vidas pasadas no asusta a quienes la experimentan.

La terapia de vidas pasadas que fluye de momento elave en momento elave es una modalidad terapéutica muy práctica y efectiva, en la cual pueden producirse las conexiones necesarias entre vidas pasadas y vida actual en menos de una hora, en vez de exigir varias. Sin embargo, el flujo de momentos elaves tiende a proporcionar al paciente menos validación que el patrón elásico, pues su foco es la esencia, no los detalles.

Por mi parte no puedo prever cuál de estos patrones adoptará un paciente. Ambos curan por igual.

Por fin, no todos necesitan recordar vidas anteriores mediante la regresión con hipnosis. No todos cargan el peso de traumas de vidas pasadas o cicatrices que sean importantes en la vida actual. Con frecuencia, lo que el paciente necesita es concentrarse en el presente, no en el pasado. Sin embargo, enseño a la mayoría de mis pacientes técnicas de meditación y autohipnosis, pues tienen un gran valor para la vida cotidiana. Ya sea que un paciente quiera curarse del insomnio, reducir una presión arterial elevada, bajar de peso, dejar de fumar, reforzar el sistema inmunológico para combatir infecciones y enfermedades crónicas, reducir la tensión nerviosa o alcanzar estados de relajación y paz interior, puede usar eficazmente estas técnicas por el resto de su vida.

Pese a los beneficios, hay momentos en que los pacientes rechazarán la hipnosis. A veces los motivos son asombrosos.

Cuando yo era psiquiatra residente en la Academia de Medicina de Yale, me derivaron a un hombre de negocios para que tratara su miedo a los aviones. Por entonces yo era uno de los pocos terapeutas de Yale que empleaba la hipnosis para curar fobias monomaniáticas, es decir: el miedo a algo específico, tal como a volar, a conducir por una autopista o a las serpientes. Por su trabajo, este comerciante debía viajar mucho. Como sólo empleaba transporte por tierra, su necesidad de superar ese miedo era obvia.

Describí cuidadosamente el procedimiento hipnótico. Le transmití mi confianza y mi optimismo con respecto a su curación, asegurándole que ya no estaría paralizado por el temor y que no sólo sus perspectivas comerciales se beneficiarían con esa curación, sino que podría pasar sus vacaciones en sitios más lejanos y exóticos. Mejoraría todo su estilo de vida y la calidad de su existencia.

Me miró pensativo, frunciendo el entrecejo. Los segundos pasaban lentamente. ¿Por qué no se lo veía más entusiasmado?

—No, gracias, doctor -Dijo al fin—. ¡No quiero el tratamiento!

Eso me tomó completamente desprevenido. Había tratado con éxito a muchos pacientes con síntomas similares, sin que ninguno rechazara mi ayuda.

— ¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué no quiere curarse?

—Porque le creo, doctor. Usted me curará. Ya no tendré miedo de volar. Y entonces subiré al avión, el aparato despegará, luego se estrellará y esa será mi muerte. ¡No, gracias!

Contra eso no tuve argumento. Salió cordialmente de mi consultorio, con su fobia intacta, pero innegablemente aún vivo.

Yo estaba aprendiendo más sobre la mente humana, sus resistencias y negativas

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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