El secreto del mundo es que todas las cosas
subsisten y no mueren; tan sólo se retiran y desaparecen de nuestra
vista para regresar más tarde. Nada muere; los hombres fingen estar
muertos y tienen que aguantar la parodia de sus funerales y
afligidas necrológicas, y ahí están, de pie, mirando por la
ventana, sanos y salvos, con un nuevo y extraño disfraz.
RALPH WALDO EMERSON
Tanto Pedro como yo necesitábamos conocer mejor el origen de aquel
intenso dolor que se había incrementado desde la trágica muerte de
su hermano. Teníamos que hallar una explicación a la
superficialidad de sus relaciones. ¿ Quizá las críticas continuas
de su madre a sus novias y el sentimiento de culpabilidad por aquel
aborto le impedían enamorarse de verdad? ¿ O tal vez no había
encontrado todavía a la mujer idónea?
El proceso de regresión es parecido al de buscar petróleo: nunca se
sabe exactamente dónde excavar, pero cuanto más profunda es la
perforación, más posibilidades hay de encontrarlo.
En esa sesión estábamos profundizando 'más. Hacía muy poco
tiempo que Pedro había empezado a recordar sus vidas pasadas. Es
frecuente que en las primeras exploraciones se evoquen los momentos
más traumáticos de las vidas anteriores. Una vez más, esto volvió a
ocurrir.
-Soy un soldado... inglés, creo -dijo Pedro-. Llegamos todos en un
barco para tomar por asalto la fortaleza de los enemigos. Es
enorme, con altos y gruesos muros. Han interceptado el
puerto con unas rocas inmensas. Hemos de acceder por otro lugar.
Pedro se calló. La invasión se retrasaba. -Sigue adelante en el
tiempo -le sugerí-. Intenta ver qué ocurre después. Le di tres
palmadas en la frente para concentrar su atención y
ayudarle a avanzar en el tiempo.
-Hemos podido acceder por las rocas y hemos entrado en la
fortaleza -dijo resoplando y sudando-. Hay unos pequeños
túneles, los atravesamos pero no sabemos adónde nos dirigimos, los
túneles son estrechos y de techos bajos. Avanzamos agachados y en
fila.
Pedro empezó a sudar muchísimo. Respiraba muy rápido y parecía muy
alterado.
-Enfrente hay una puerta pequeña. La abrimos y entramos.
»jDios mío! -exclamó súbitamente-. Los españoles están al otro lado.
Nos van matando a medida que entramos, uno por uno... ¡Me han
clavado una espada! -dijo dando un grito ahogado y llevándose una
mano al cuello. Su respiración se aceleró todavía más. Se estaba
quedando sin aire y las gotas de sudor se deslizaban por su cara y
le empapaban la camisa.
De repente se quedó quieto, empezó a respirar con regularidad y se
tranquilizó. Le pasé un pañuelo por la frente y el rostro para
secarle, y poco a poco, dejó de transpirar.
-Floto por encima de mi cuerpo -dijo-. He dejado esta vida... tantos
cadáveres... tanta sangre... pero ahora floto por encima de ellos.
Continuó flotando en silencio durante unos minutos.
-Haz un repaso de esta vida -le indiqué-.
¿Qué has aprendido? ¿ Cuál es la lección?
Él consideró con especial cuidado estas preguntas, desde una
elevada perspectiva.
-He descubierto que la violencia refleja una profunda ignorancia. Mi
muerte fue absurda.
Fallecí lejos de mi hogar y de mis seres queridos, [por culpa de la
codicia de los demás. Los ingleses y los españoles se mataron los
unos a los otros estúpidamente en tierras lejanas a causa del oro.
Lo robaron y se mataron por él. La codicia y la 'Violencia acabó con
sus vidas... se habían olvidado del amor...
Pedro se quedó en silencio. Dejé que descansara y asimilara
aquellas extraordinarias lecciones. Yo también me puse a pensar en
ellas. Con el paso de los siglos, desde esa muerte sin sentido de
Pedro en la fortaleza, lejos de su hogar inglés, el oro se ha
transformado en dólares, libras, yenes y pesos, pero todavía nos
matamos los unos a los otros por él. En realidad esto ha ocurrido
siempre a lo largo de la historia. Qué poco hemos aprendido con los
siglos. ¿ Cuánto más necesitamos sufrir antes de recordar de nuevo
que el amor existe?
. Pedro, sentado en el sillón, empezó a mover la cabeza de un lado a
otro. Sonreía de placer. De un modo espontáneo,
acababa
de entrar en otra vida mucho más reciente. Tan pronto como empezó a
recordar vidas pasadas, las experiencias que visualizó fueron
especialmente vívidas.
-¿Qué te ocurre ahora? .
-Soy una mujer --dijo-. Soy bastante guapa. Tengo el pelo largo y
rubio, los ojos azules y la piel muy blanca.
Vestía un elegante traje, era una prostituta muy cotizada en
Alemania después de la Primera Guerra Mundial. A pesar de que el
país estaba abrumado por una inflación galopante, los ricos
disponían de dinero para disfrutar de sus servicios.
Pedro tenía dificultades para recordar el nombre de aquella
elegante mujer.
-Magda, creo -dijo.
Dejé que continuara, pues no quería desviar su atención de las
imágenes que estaba evocando.
-El trabajo me va muy bien -dijo Magda con orgullo-. Soy la
confidente de políticos, altos cargos militares y hombres de
negocios muy Importantes.
Conforme iba recordando más detalles, su tono se volvía más
arrogante.
-Están todos obsesionados por mi belleza y mi talento -añadió-. Yo
siempre sé lo que tengo que hacer.
Pensé para mí: «Seguramente gracias a todas tus vidas como hombre.»
Luego empezó a susurrar.
-Ejerzo una inmensa influencia sobre todos ellos... Puedo hacerles
cambiar de opinión... Harían cualquier cosa por mí -dijo orgullosa
de su posición y su capacidad para dominar a aquellos hombres tan
poderosos-. Generalmente sé más que ellos -continuó en un tono
ligeramente compungido-. ¡Yo les doy lecciones de política! Le
encantaban el poder y las intrigas políticas. Magda tenía
una voz excelente y solía cantar en locales nocturnos muy refinados.
Aprendió a manipular a los hombres. Sin embargo, su poder político
era indirecto. Siempre tenía que ejercerlo por mediación de los
hombres y se sentía frustrada por ello. En una vida futura, Pedro
no iba a necesitar intermediarios.
Un hombre joven estaba de pie, apartado del resto.
-Es el más inteligente y formal de todos -dijo Magda-. Tiene el pelo
castaño y los ojos azules... ¡Se apasiona con todo lo que hace! Nos
pasamos largas horas hablando. Y creo que nos queremos.
No reconoció a este hombre como alguien perteneciente a su vida
actual.
Pedro tenía ahora un aire triste. Vi cómo se le formaba una
lágrima en el ojo izquierdo.
-Lo dejé por otro hombre, uno mayor, más importante y poderoso, que
me quería sólo para él. No seguí los impulsos de mi corazón. Cometí
un grave error. Le hice mucho daño. Nunca me perdonó... no lo
entendió.
Magda optó por la seguridad y el poder en lugar de inclinarse por
el amor, la verdadera fuente de la fuerza y la seguridad.
Por lo visto aquella decisión se convirtió en un punto crítico en su
vida. Llegó a una encrucijada en su camino, y una vez eligió, ya no
pudo volver atrás.
Este hombre mayor perdió el poder cuando la política alemana .se
desplazó .bruscamente hacia los nuevos y violentos partidos.
Abandonó a Magda. Ella había perdido la pista de aquel joven
apasionado. Con el tiempo se empezó a deteriorar físicamente debido
a una afección sexual crónica, probablemente la sífilis. Cayó en una
fuerte depresión que no fue capaz de superar.
-Ve al final de esta vida -le insté-. Trata de ver lo que te ocurrió
y quién estaba contigo.
-Estoy en un camastro de un hospital. Es un hospital para pobres.
Hay mucha gente enferma que gime: los más miserables de la tierra.
¡Debemos de estar en el infierno! -dijo.
-¿Puedes verte?
-Mi cuerpo es grotesco -contestó Magda. -¿ Hay médicos y enfermeras
contigo?
-Están por ahí -contestó con amargura-.
No me hacen caso, no sienten pena por mí. No están de acuerdo con la
vida que he llevado ni con lo que he hecho. Y ahora me están
castigando -añadió.
Aquella vida llena de belleza, poder e intrigas había pasado a ser
patética. Flotó por encima de su cuerpo, libre por fin.
-Ahora estoy en paz. Sólo quiero descansar- dijo.
Pedro se quedó en silencio. Continuaríamos revisando aquella vida en
otra ocasión. Él estaba agotado y le desperté.
En las cinco semanas siguientes, su dolor crónico en el cuello y el
hombro izquierdo empezó a remitir. Los médicos que le atendieron
nunca encontraron el origen de aquella dolencia. Evidentemente
tampoco consideraron la posibilidad de que su causa fuera una
herida mortal de espada que Pedro recibió varios siglos atrás.
La estrechez de miras de la mayoría de la gente no deja de
sorprenderme. Conozco a muchas personas que están obsesionadas por
la educación de sus hijos. Se preocupan por cuál será el mejor
parvulario, por si es preferible llevados a una escuela privada o
pública, por cuáles son los cursos preparatorios para la
selectividad mejor diseñados. Piensan que de este modo sus hijos
obtendrán mejores notas y gracias a ello, y también a las
actividades extracurriculares que habrán realizado, estarán en
condiciones de entrar en aquella universidad determinada, de cursar
ese máster en concreto, y así ad infinitum. Luego, repiten
el mismo ciclo con sus nietos.
Tales personas piensan que este mundo no evoluciona y que el futuro
será una réplica del presente.
Si seguimos devastando nuestros bosques y destruyendo así nuestras
fuentes de oxígeno, ¿qué van a respirar nuestros hijos dentro de
treinta o cuarenta años? Si no dejamos de envenenar el agua y los
alimentos naturales, ¿ de qué se nutrirán? Si continuamos
produciendo un exceso de CFC y otros desechos orgánicos y
agujereando sin ningún escrúpulo la capa de ozono, ¿podrán vivir en
el exterior? Si nuestro planeta se sobrecalienta debido al efecto
invernadero y el nivel de los océanos aumenta hasta inundar nuestras
costas y presionar demasiado las fallas oceánicas y continentales,
¿dónde vivirán? Y los hijos y nietos de los chinos, los africanos,
los australianos y del resto del mundo son tan vulnerables como los
demás, pues también son inevitablemente residentes de este planeta.
Además hay otra cuestión. Si nos reencarnamos, no hay duda de que
seremos uno de estos niños.
Entonces, ¿por qué nos preocupamos tanto por los tests de
inteligencia y por las universidades cuando no dispondremos de un
mundo que albergue a nuestros descendientes?
¿ Por qué la gente se obsesiona tanto por vivir muchos años? ¿ Para
qué conseguir unos pocos años más de vida? ¿ Para pasados
infelizmente en un geriátrico? ¿ De qué sirve preocuparse por el
nivel de colesterol, las dietas ricas en fibra, el control de las
grasas, los ejercicios aeróbicos, etc.?
¿No tendría más sentido disfrutar del presente, realizarnos cada
día, amar y ser amados, y no preocupamos tanto de la salud física en
ese futuro incierto? ¿Y si no hay futuro? ¿Y si la muerte es una
liberación y un estado de felicidad?
Con esto no quiero decir que nos olvidemos de nuestro cuerpo y que
fumemos y bebamos en exceso ni tampoco que abusemos de ciertas
sustancias o nos volvamos obesos. Esto nos causaría dolor,
aflicción e incapacidad física. Simplemente dejemos de preocupamos
tanto por el futuro. Tratemos de ser felices ahora.
La paradoja es que, adoptando esta actitud y sintiéndonos dichosos
en el presente, es probable que vivamos más
años.
El cuerpo y el alma son como el coche y el conductor. Recordemos
siempre que somos el conductor y no el coche. No debemos
identificarnos con el vehículo. Este empeño actual en prolongar
nuestra vida, en vivir hasta los cien años, es una locura. Sería
como conservar nuestro viejo Ford después de haber recorrido con él
más de trescientos mil kilómetros. La carrocería está oxidada, el
circuito de transmisión se ha reparado cinco veces, el motor se
está cayendo a trozos, y aun así nos resistimos a cambiado.
Entretanto, hay un Corvette de primera mano esperándonos a la
vuelta de la esquina. Sólo hemos de bajar tranquilamente del Ford y
subimos al hermoso Corvette. El conductor, el alma, nunca cambia.
Sólo cambiamos de coche.
Y, por cierto, creo que a vosotros os está esperando un Ferrari en
la calle.
|
|