PROBLEMAS:
1.
¿Qué quiere decir Charles Darwin con que el
hombre se origina de otras especies?
¿Qué se piensa actualmente sobre el origen
del hombre de las demás especies?
2.
Construya árboles evolutivos del hombre a
través de la historia humana. Nombre
características de esos tipos humanos.
3.
¿Qué hombres vinieron primeros: los
recolectores, los de la Edad de Piedra, los de la
Edad de las herramientas y
armas o fundición de metales? ¿Qué fabricaban para su supervivencia y
qué
características humanas tenían?
4.
¿Qué es hominización y qué características
tiene el hombre actual homo sapiens sapiens?
5.
Explique qué diferencias evolutivas tienen
las procariotas y eucariotas con respecto a la atmósfera
primitiva o “caldo
de cultivo” (teoría de Oparin)
HIPÓTESIS:
INVESTIGACIÓN:
1. Charles Darwin al decir esto,
hace referencia al proceso mediante el cual el hombre fue evolucionando a través
del tiempo. “En el siglo XIX, surgió la otra idea perturbadora. Darwin nos
dice que el hombre es el resultado de la evolución de la vida en la Tierra. Un
ser íntimamente emparentado con los primates y no el producto de uno creación
especial. Todavía se escucha, a veces, los ecos del encendido debate que sus
ideas generaron a mediados del siglo pasado.” (Los Caminos de la Evolución
– Biología II – página 148).
EVOLUCIÓN
DE LOS PRIMATES (Villésalomon – Biología
Gral.- Editorial. Interamericana página 450)
Muchas
personas se interesan por conocer sus raíces. Para muchos, esto significa
conocer los antecesores inmediatos de los abuelos. En este capítulo se
estudian, la que podrían llamarse “raíces profundas”, rastreando los
ancestros de la raza humana hasta la aparición delos primates, hace 65 millones
de años. Aun después de un año de la publicación de Origen
of species., de Charles Darwin, las pruebas fosilíferas de la raza humana
eran escasas y poco satisfactorias. Sin embargo, en los últimos 40 o 50 años,
la investigación ha encontrado datos importantes acerca del origen del hombre,
sobre todo en Africa oriental.
Los
seres humanos y otros primates son mamíferos, miembros de la clase Mamalia. El
lector recordará que los mamíferos son animales homeotérmicos
(de sangre caliente) que poseen polos, y alimentan a sus crías con leche
producida en las glándulas mamarias. Casi todos los mamíferos son vivíparos,
es decir que paren a sus crías vivas, a diferencia de los animales que ponen
huevos. Aunque los mamíferos se originaron de los reptiles hace unos 210
millones de años, su importancia era secundaria. Fue la “época de los
reptiles”, y éstos eran los animales dominantes en toda la Tierra. En la era
Mesozoica hubo tres líneas importantes de mamíferos: 1) multituber-culados,
que dieron lugar a monotremas con pico de pato como el ornitorrinco; 2)
marsupiales, ancestros del conocido canguro y de la zarigüeya; y 3) mamíferos
placentarios, semejantes a la musaraña, que ingerían insectos y vivían un a
existencia nocturna en los árboles. Estos mamíferos permanecieron como un
componente de la vida en la Tierra, por casi 150 millones de años.
Los
dinosaurios y muchos reptiles se extinguieron hace cerca de 65 millones de años.
Esto condujo al “vaciamiento” de muchos nichos que los mamíferos pudieron
ocupar. Por otro lado, las angiospermas, incluso algunos árboles, sufrieron
radiación adaptativa y dieron origen a nuevas condiciones ambientales, fuentes
de alimento y protección contra depredadores. A principio de la era Cenozoica,
los mamíferos sufrieron radiación adaptativa. Los primeros primates
evolucionaron de mamíferos arborícolas, semejantes a la musaraña, originados
en la “época de los reptiles”. El organismo vivo más parecido a estos
ancestros tan antiguos es la musaraña de los árboles de Sudamérica.
Por
sus ancestros, la mayoría de los primates posee adaptaciones para una
existencia arborícola. Una de las características más importantes de los
primates es la presencia de cinco dígitos en mano y pies: cuatro dígitos y un
pulgar oponible. Esto permite a los primates agarrase de objetos, como las ramas
de los árboles. Las uñas proporcionan una cubierta protectora a las puntas de
los dedos. Las yemas de los dedos son sensibles y diestras. Otra características
de la vida arborícola está dada por las extremidades, que rotan con libertad a
nivel de caderas y de hombros. Esto da a los primates una movilidad completa
para trepar y alcanzar los alimentos de los árboles. La localización de los
ojos al frente de la cabeza y el hocico corto es una adaptación que proporciona
una visión estereoscópica o tridimensional. Tal característica es esencial
para los animales arborícolas, ya que un error en la percepción de la
profundidad puede provocar una caída fatal. Además de la visión aguda, la
audición en los primates también lo es, no así el sentido del olfato.
Los
primates comparten muchas otras carácterísticas; entre ellas, un
compartamiento social complejo. Algunos biólogos consideran que el aprendizaje,
asociado con interacciones en las sociedades de los primates, pudo ser un factor
importante en la evolución de una masa encefálica más voluminosa y compleja.
Al reproducirse, los primates dan origen a un descendiente indefenso, que
requiere de protección y nutrición por un período prolongado.
Hay
dos subórdenes en el orden de los primates. Los prosimios (que
significa antes de los simios) incluye lemures, lorises y tarseros. Los antropoides
comprenden monos, simios y seres humanos, que son los primates con masa encefálica
más grande, en particular, el cerebro.
EL
HOMBRE: UN PRIMATE(Los caminos de la Evolución
– Biología II)
UN
LUGAR PARA EL HOMBRE
Tal
como sostuvimos en el capítulo anterior, los mamíferos se diversificaron a lo
largo de los últimos 65 millones de años. Dentro de este grupo surgieron y se
diversificaron a su vez, los primates.
Los
fósiles nos muestran que los primeros primates eran organismos de pequeño tamaño,
que vivían en las copas de los árboles y que, probablemente, se alimentaban de
insectos.
Dentro
de los primates actuales encontramos dos grandes grupos, que se distribuyen en
zonas geográficas bien diferenciadas.
Por
una parte el mono araña, el mono aullador y el tití son primate característicos
del nuevo mundo (América). Por la otra los “grandes monos” como los
chimpancés, gorilas y mandriles, son característicos del viejo mundo (Asia y
Africa). El ser humano es un primate que, a diferencia del resto, se ha
expandido por todo el planeta.
A
nadie escapa la semejanza entre el hombre y los primates. Este parecido se hace
más evidente cuando se compara al ser humano con los grandes monos que, por esa
razón son llamados antropoides (o simios): chimpancés, gorilas, gibones y
orangutanes, todos ellos del viejo mundo. De hecho, el término orangután
significa en lenguaje malayo, hombre de los bosques. Pero más allá de aquellas
características que resaltan a simple vista, las investigaciones biológicas
refuerzan y confirman la validez de esta impresión: el hombre comparte con el
chimpancé el 99% de la información
genética contenida en el ADN. De esta forma, resulta evidente que la especie Homo
sapiens a la que pertenecemos está emparentada con los antropoides, en
particular con gorilas y chimpancés.
EL
HOMBRE: ¿DESCIENDE DEL MONO?
Las
consideraciones respecto de la historia evolutiva del género Homo
presentan algunas confusiones que impiden comprender el tema. Una de las más
habituales se refiere a la frase “el hombre desciende del mono”, expresada
como una conclusión obligada de la teoría darwinista de la evolución. Ocurre
que el concepto de “mono” utilizado aquí es tan difuso que no queda claro a
qué se refiere. El término “mono” bien puede referir a los simios actuales
como el chimpancé y el gorila, o bien a alguna de las formas fósiles que se
han descubierto y que se extinguieron hace millones de años atrás.
Actualmente, está claramente establecido que el hombre no desciende del
gorila o el chimpancé. No obstante, si retrocedemos lo suficiente en el tiempo,
podemos encontrar un antepasado común entre el chimpancé y el hombre. De
esta forma, estos primates actuales podrían, tal vez ser considerados nuestros
“primos” dentro de la historia evolutiva.
Como
se observa en el siguiente árbol evolutivo (ver diseño experimental), la tan
mentada frase “el hombre desciende del mono” no tiene sentido si se
consideran como tales a los primates vivientes.
EL
ESLABÓN PERDIDO
La
idea de que existe un fósil intermedio que conecta los
antepasados del hombre con el hombre actual, responde a una visión
ingenua y errada de la teoría evolutiva.
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|
1.
Ver árbol evolutivo en “diseño experimental”.
RESTOS
FÓSILES (El
Hombre - Vol. 3 – Geografía Universal MARIN -
Ed. MARIN S.A.)
Todo
lo que sabemos de aquellos remotos seres que vivieron en tan lejanas épocas,
debemos estudiarlo en sus restos fósiles. Los hallazgos que se han producido en
los últimos 120 años, aproximadamente, han sido numerosos, casi todos ellos
desperdigados por los continentes del Viejo Mundo y, naturalmente, han aportado
noticias de seres muy distintos y de antigüedad muy diversa.
El
escepticismo de Voltaire.
Recordemos
que Voltaire, espíritu escéptico e irónico, negaba en redondo la existencia
de fósiles, y aunque Juan Jacobo Scheuchzer creía, a principios del siglo
XVIII, en la existencia del hombre anterior al Diluvio, la mayor parte de los
hombres de Ciencia opinaban que los fósiles no eran si no una “vis plástica”,
una especie de broma de la Naturaleza. Cuando Messerschmidt descubrió en
tierras de Siberia el cadáver completo de un mamut enterrado en la nieve, la
atención por los tiempos que entonces se llamaban “antidiluvianos” se
acrecentó. Este hecho ocurría en 1724, fecha que señala un despertar del
interés científico hacia el hombre prehistórico y las investigaciones
paleontológicas. Los hallazgos de restos humanos fósiles arrancan en la
segunda mitad del siglo pasado. La Paleontología es, pues, una Ciencia muy
joven.
Se
describen a continuación, por orden cronológico de descubrimientos, los restos
encontrados en poco más del último siglo, y se reserva para otros puntos la
explicación de las teorías esbozadas sobre estos hallazgos, así como la
reconstrucción de la vida de
nuestros antepasados prehistóricos, y la enumeración de los restos materiales
que nos han legado.
Descubrimiento
del cráneo de Gibraltar.
En
1848 se descubrió en las brechas cuaternarias de Forbes Quarry, en Gibralyar,
un cráneo con la faz y gran parte de la caja craneana intactas. Este hallazgo
causó gran sensación por la forma no común de la frente y por la existencia
de prominentes arcos superciliares, datos indicadores de un acentuado
primitivismo de l ejemplar humano al que pertenecían los huesos.
En
1856, se hallaron los famosos restos de Neanderthal (valle de Neander) en una gruta situada en las cercanías
de la ciudad alemana de Düsseldorf, que suministraron el cráneo típico de la
raza que ha recibido este nombre. Dicho cráneo es voluminoso y desproporcionado
a la exigua estatura (1,50 metros) de su poseedor. Mide 208 mm de diámetro
anteroposterior, por 156 mm de diámetro transversal, lo que le proporciona
acentuada doliococefalia, de carácter ovoide, presentando su mayor diámetro
transversal en el tercio posterior. Su frente es pequeña y huidiza, el hueso
frontal termina en su parte delantera con robustos arcos superciliatonianos. La
capacidad craneal es, por término medio, de 1.400 cm3.
El
torso de este hombre debía de ser robusto; los brazos, de mayor longitud que
del hombre actual y llegándole casi a las rodillas. Las piernas, en cambio,
eran cortas, con los fémures arqueados. En suma, el hombre Neanderthal presenta
caracteres mixtos de hombre y de mono, con ligero predominio de los segundos.
En
1868, con motivo del establecimiento de una línea de ferrocarril entre Périgueux
y Agen, se descubrieron cinco esqueletos humanos en un abrigo situado en un
lugar llamado Cro-Magnon. Con ellos, y con numerosos restos encontrados en otros
lugares, se ha reconstruido el tipo llamado de Cro-Magnon
o también Homo Sapiens. Era de
elevada estatura (superior a 1,80 metros) y su cabeza, grande de cara ortógnata.
Habían desaparecido los arcos superciliares y presentaba, en cambio, el reborde
mentoniano. En este tipo humano los miembros son largos y robustos, el cráneo
es dolicocéfalo y su contorno oval. Todo indica ya la existencia de una gran
inteligencia.
En
1886 se hallaron en Spy (Bélgica) unos esqueletos de tipo neanderthaloide que,
pese a su estado fragmentario, fueron durante los mejores documentos de este
tipo humano.
En
1887 se encontró la famosa mandíbula de Bañola (Gerona, España), poderosa y
neanderthaloide. Y al año siguiente, en Chancellade, cerca de Périgueux
(Dordogne, Francia) unos restos prototipos de otra raza que se ha denominado con
el nombre del lugar geográfico del hallazgo. El hombre
de Chancellade, contemporáneo del de Cro-Magnon, ofrece notables variantes
con respecto a éste. En primer lugar su talla no rebasa 1,55 metros. El cráneo
es muy voluminoso, dolicocéfalo, y con una elevadísima capacidad, que llega a
los 1.700 cm3. La cara, alta y ancha, ofrece unos pómulos muy
salientes, nariz larga y estrecha y mandíbula inferior fuerte y con reborde
mentoniano. Su tipo recuerda bastante a los esquimales de Groendalia.
En
1891-92, Eugène Dubois halló en la isla de Java unos restos humanos que
denominó Pithecanthropus erectus
(hombre-mono que va de pie). Complementados estos hallazgos con otros
posteriores, se ha formado un nuevo tipo primitivo cuyo cráneo es de
dimensiones mucho más reducidas que las del hombre de Neanderthal, midiendo 185
mm de diámetro anteroposterior por 130 mm de diámetro transversal. En
consecuencia, la capacidad endocraneana era inferior, de 835 a 914 cm3;
la frente huidiza, y marcadísimos los arcos superciliares. La mandíbula
inferior es más robusta que la del hombre de Neanderthal, los dientes presentan
caracteres pitecoides, y los huesos de los miembros son parecidos a los del
hombre actual por lo que es difícil relacionarlos con el cráneo primitivo que
se ha reseñado. Dubois creyó, desde luego, haber hallado el eslabón entre el
mono y el hombre, lo que originó su denominación.
La
primitiva mandíbula de Mauer.
El
siguiente hallazgo tuvo efecto en 1.907, en un arenal cerca de Mauer,
Heidelberg, donde se halló una mandíbula inferior. El fósil se encontraba a
24 metros de profundidad, en unos depósitos aluviales correspondientes a unos
de los niveles más antiguos del Cuaternario. Por su antigüedad parece
corresponder a la época del Pithecanthorpus antes citado y parece ser el resto
más antiguo hallado en Europa. Con esta mandíbula se formó, quizá
precipitadamente, un nuevo tipo humano llamado Homo Heidelbergensis, cuy os caracteres se han deducido de la extraña
asociación entre la mandíbula, de aspecto claramente pitecoide, y la dentición,
totalmente humana.
Otro
descubrimiento, éste ocurrido en tierras francesas
en 1908, estuvo constituido por varios
esqueletos de neanderthales encontrados en La Chapelle-aux-Saints. Su buen
estado de conservación ha permitido presentarlos como prototipos de esta raza,
cuyos caracteres se explicaron anteriormente. Nuevos hallazgos en La Ferraise,
el año siguiente, y en La Quinta (Charente), en 1911, incrementaron los
conocimientos sobre este tipo humano prehistórico.
Diez
años hubieron de pasar hasta que se hallara en una mina de Broken Hill
(Rhodesia) un cráneo en buen estado de conservación, acompañando de diversos
huesos pertenecientes, con toda verosimilitud, a varios individuos. Los
caracteres de este cráneo son neanderthaloides, con gran aplastamiento del cráneo
y dolicefalia, así como casi carencia de frente. Las condiciones del yacimiento
y de la fauna hallada in situ
permitieron a los antropólogos fechar los restos dándoles una mayor antigüedad
que la de su posible tipo similar europeo.
En
la misma África austral se halló, en 1924, por el paleontólogo Dart, en una
brecha cercana a una caverna, una porción de cráneo con un molde endocraneano
natural. La caverna se hallaba cerca del poblado de Taugns, y las señales inequívocas
de tratarse de un niño han determinado la denominación de Niño
de Taugns con que se conoce este hallazgo. Nuevos descubrimientos que se
citarán en su lugar cronológico han permitido formar un nuevo tipo al que se
denomina Austrolopithecus africanus. Se trata de un simio con caracteres
humanos. El cráneo de Taugns parece pertenecer a una niña de 5 ó 6 años con
dentición de leche. La cara es hocicuda, de abertura nasal aplastada, pero con
menos prognatismo que los monos. La capacidad craneana es de 500 cm3,
que podría elevarse a 600 ó 700 en un individuo adulto del mismo tipo,
capacidad semejante a loa de los gorilas actuales, aunque superior a la de los
chimpancés (450 cm3). Los lóbulos frontales y parietales están más
desarrollados que los de los antropoides, lo que indica una superioridad
intelectual sobre éstos. La dentición aparece mixta antropoide y hombre,
aunque destaca por su macrodoncia. En suma, parece tratarse de otro tipo mixto
de hombre y mono, en el que los caracteres humanos predominan sobre los
simiescos.
En
1925, un nuevo hallazgo en Weimar-Ehringsdorf (Alemania) de un cráneo bien
conservado enriquecía el conocimiento del tipo de Neanderthal y permitía a los
prehistoriadores ampliar el área hábitat de esta raza.
De
1925 a 1931 datan los hallazgos sensacionales de estos restos fósiles en
Palestina, llamados de Monte Carmelo. Después del cráneo de Tabgha o de
Galilea, encontrado cerca del lago de Genezaret, se descubrieron en varias
grutas un cráneo infantil y los restos de nueve esqueletos, seis de los cuales
eran adultos. Más tarde, nuevos hallazgos –un esqueleto femenino joven, una
mandíbula y dos cráneos con fragmentos de esqueletos- completaron los
descubrimientos. Aun conservado los toros supraorbitales, la platicefalia y la
proyección delk cuerpo hacia adelante, propia de los neanderthales, una serie
de caracteres suavizan la brutalidad de rasgos de aquéllos y han permitido a
los antropólogos pensar en un tipo intermedio entre las “razas” de
Neanderthal y la de Cro-Magnon: su frente es más abombada, la cara posee menos
prognatismo, la talla es mayor (de 1,68 a 1,78 m en los hombres, y 1,51 a
1,57 en las mujeres). Mientras la columna vertebral es todavía neanderthaloide,
los fémures son ya totalmente humanos. Por todos estos caracteres, muchos
antropólogos se sienten inclinados a creer que el gran vacío existente entre
el hombre de Neanderthal y el de Cro-Magnon podría ser rellenado por estos
palestinianos, así como por los del hombre de Steinheim, del que se hablará
posteriormente.
En
1927tuvo lugar un descubrimiento, en la depresión lacustre de Asselar, en pleno
desierto dahariano, a 400 km. al noroeste de Tomboctú, de un esqueleto que se
ha emparentado con los cromagnones europeos, lo que demostraría la expansión
de esta raza.
El
Sinanthrropus de Pekín.
En
el mismo año, Davidson Black estableció, a base de una serie de
descubrimientos que había comenzado en 1921, un nuevo tipo humano primitivo
conocido con el nombre de Sinanthropus
pekinansis por haberse hallado en los alrededores de Pekín, en la localidad
de Chu-ku-Tien. Primero
fueron unos molares de aspecto humano, seguidos de un cráneo y, con
posterioridad, multitud de huesos enteros y fragmentados. Con todos ellos se ha
reconstruido la figura de este hombre, que parece emparentado con el
Pithecantropus de Java. Su cráneo es dolicocéfalo, con salientes órbitas
superciliares y la frente huidiza, pero ligeramente abombada. El occipital es
deprimido, y la sección transversal del cráneoaparece fuertemente pitecoide.
La capacidad media de estos cráneos es de 1000 cm3, lo que la sitúa
entre la del Pithecanthropus y la de los hombres modernos. El cerebro sería
deprimido y sencillo, recordando el del chimpancé. El maxilar presenta en
fuerte prognatismo y su nariz se parece a la a la de los monos platirrinos.
Carece, naturalmente, de reborde mentoniano. Por la dentición parece un ser
intermedio entre los hombre y los antropoides. Los restos hallados permiten
deducir que su posición era erecta, que los huesos de las piernas son humanos y
que su estatura oscilaría entre 1,50 y 1,60 m los varones.
En
la misma famosa colina de Chu-ku-Tien se encontraron posteriormente los restos fósiles
de 7 individuos (4 adultos, un adolescente y 2 niños), que parecen haber sido
sepultados intencionadamente, y cuyos caracteres emparentados con la raza de
Cro-Magnon.
Italia
ha contribuido también a los hallazgos de restos humanos fósiles con los
descubrimientos realizados en 1929 y 1935, por Sergio Sergi, de dos cráneos de
caracteres claramente neanderthaloides, en Saccopastore, cerca de Roma.
Hombres
de Neanderthal en Java.
El
área de dispersión del tipo Neanderthal se amplió con los descubrimientos
realizados en 1931 por Oppernoorth, en la lkocaliddad de Ngandong (Java), donde
halló diez cráneos de adultos y uno de un niño, de uno 10 años. Estos cráneos
son más primitivos que los hallados en Europa y se acercan, en cuanto a
cronología, a los encontrados en África. Sus proporciones rebasan las mayores
conocidas, llegando a tener 221mm de diámetro anteposterior por 157 mm de diámetro
transversal. Los caracteres neanderthaloides aparecenmtremendamente acentuados,
indicando un mayor primitivismo del tipo.
Sensacional
fue el hallazgo realzado por Berkhemer en 1933 en un arenal de
Steinheim-an-Murr, cerca de Stuttgart, de un cráneo femenino, cuyos caracteres
neanderthaloides suavizados determinaron que se creyera precipitadamente que se
trataba de un tipo intermedio entre el hombre de Neanderthal y el de Cro-Magnon.
Un estudio más atento del cráneo de Steinheim parece demostrar que las
variantes que el él se observan con respecto a los demás cráneos
neanderthalianos descritos, han de atribuirse a variaciones sexuales, que se
encuentran también entre las hembras de los antropoides, especialmente de
chimpancés y gorilas.
Importantísimo
fue el hallazgo, en 1935, cerca del lago Njarasa, en África oriental, por Kohl
Larsen, de restos fragmentarios de dos o tres cráneos, uno de los cuales ha
podido ser reconstruido. Se trata de un tipo humanoide evidentemente emparentado
con el Pithecanthropus de Java y con el Sinanthropus de Pekín, es decir, dolicéfalo,
con toros supraorbitales muy salientes, región occipital prominente y terminada
no de una forma redondeada, sino en punta, con capacidad inferior a los 1100 cm3,
y dentición de tipo mixto entre humana y pitecoide.
Este
mismo año de 1935 presenció otro descubrimiento de gran valor. Se trata del cráneo
de Swanscombe, del nombre de esta localidad situada en el condado de Sussex, en
una terraza del Támesis. Junto con el llamado cráneo de Piltdown, hallado años
antes, pero que relacionamos con éste, constituyen quizá los documentos más
discutidos del hombre fósil.
El
caso del llamado hombre del Piltdown demuestra
hasta qué punto es necesario extremar las precauciones cuando se trata de un
tema delicado como es la Antropología. En 1912, Charles Dawson afirmó haber
encontrado los restos de un nuevo tipo humano que denomino Eoanthropus
Dawsonii. Se trataba de un cráneo que podía pertenecer a un Cro-Magnon,
acompañado de una mandíbula claramente simiesca provista de dientes. La
contradicción entre cráneo y mandíbula llenó de preocupación a los
investigadores, pues mientras unos admitían que, en efecto, se encontraban ante
un nuevo tipo, otros se inclinaban por suponer un error. En 1953 se sometieron
los restos a la prueba de la fluorina y se demostró que se trataba de una clara
superchería. El hueso moderno contiene poco flúor y mucho nitrógeno, al
contrario que los huesos antiguos, y fue fácil demostrar que el cráneo databa
de unos 50 000 años mientras la mandíbula había pertenecido a un chimpancé
reciente. Los dientes habían sido colocados con el objeto de provocar mayor
desorientación. El descubrimiento del fraude no fue un golpe para la
investigación antropológica, sino un alivio ya que el fósil de Piltdown no
encajaba dentro del concepto de evolución y aparición del hombre.
La
ya copiosa serie de primates hallados en Java se enriqueció en 1936 con el
descubrimiento de un cráneo infantil, perteneciente a un individuo de una edad
entre los 2 y los 5 años, que fue encontrado en Modjokerto. El interés de este
descubrimiento ha quedado atenuado hasta ahora por la falta de otros cráneos
infantiles (de Sinanthropus o Pithecanthropus) con los que establecer la debida
comparación. Su capacidad craneal, de 700 cm3, supone para un adulto
del mismo tipo la de 1100 centímetros cúbicos, es decir, la que se asigna a
las variantes citadas.
Sobre
la base del descubrimiento del “Niño de Taugns”, citado anteriormente, se
comenzó a trabajar en África del Sur para hallar nuevos ejemplares de este
tipo que calificamos entonces de Austrolopithecus
africanus. Las excavaciones fueron coronadas por el éxito entre los años
1936 y 1938, y posteriormente, en 1946 y 1947. Primero fue un cráneo de adulto
encontrado en julio de 1936 en una gruta de Sterkfontein, cerca de Pretoria.
Después, el arqueólogo Broomm, que había efectuado este hallazgo, logró
encontrar en el mismo yacimiento dientes aislados, así como un fragmento de
mandíbula. En 1938, cerca del mismo lugar, en Kromdrai, se hallaba otro cráneo
de un tipo ligeramente distinto, el primero due denominado Plesianthropus y el segundo
Paranthropus robustus. Lso dos componen el grupo de los Australopithecus,
relacionados con el niño de Taugns. Su descubridor supone que vivieron al final
del Plioceno o comienzos del Pleistoceno, es decir, en la frontera entre las
Edades Terciaria y Cuaternaria, con lo que la antigüedad de estos individuos
retrocedería hasta más de un millón de años.
Ambos
presentan un aspecto claramente antropoide, con un cráneo alargado dotado de
salientes arcos superficiales. La capacidad craneana oscila entre los 500 y los
600 cm3, siempre superior a la del chimpancé, que varía entre los
400 y 450 cm3, pero inferior a la del Pithecanthropus (entre 850 y
1220 cm3). La dentición en ambos tipos mixta de caracteres humanos y
antropoides. Las diferencias entre ambos son solamente de detalle: la cara del
Plesianthropus es más alargada que la del Paranthropus, y odo parece indicar
que nos encontramos ante un individuo intermedio entre los Antropoides y los
Pithecanthrópidos.
Recientes
hallazgos de fósiles han vuelto a ofrecer esqueletos neanderthaloides en
diferentes lugaresÑ así en Kiik-Koba (Crimea, Rusia) y en Baisun (Siberia),
probando una vez más la extensa área habitada por el tipo de Neanderthal.
OREOPITHECUS
Y ZINJANTHROPUS
En
1958 se encontró en una mina de carbón de Grosseto (Toscana, Italia) el
esqueleto de un homínido sejante a otro hallado en 1872. Hürzeler ha estudiado
estos fósiles, que han recibido el nombre de Oreopithecus, y ha creído ver en ellos rasgos humanos, situándolos
entre diez y doce millones de años nuestros.
En
1959, el antropólogo inglés Luis S. B. Leaky descubrió numerosos fósiles en
el valle del Oldoway, en Tantanica, África. Después de largos estudios, llegó
a la conclusión de que pertenecían a un hombre de talla inferior a 1,50 m, de
anchas espaldas, piernas arqueadas, de unos 18 años, dolicocéfalo y con una
capacidad craneana casi igual a la mitad del hombre de hoy. Este nuevo tipo fue
calificado con el nombre de Zinjanthropus. El número de hallazgos se amplió, y si bien su edad
fue fijada primeramente en 500 000 años, determinaciones más precisas la
elevan, en la actualidad, a más de 1 750 000 años, es decir, ya en el
Terciario.
En
1962, el profesor Leaky anunció que había descubierto en Kenia los restos de
un homínido cuya edad se cifraba en 14.000.000 años. El Hombre de Fort Tenan,
como se lo denominó, se encontraría, pues, a mitad de camino entre el
Zijanthropus y el Proconsul, también descubierto por Leaky y que se sitúa a
unos 25.000.000 años de nosotros. El descubrimiento de un Pre-Zinjanthropus, y la discusiónque estos hallazgos han promovido
entre los hombres de Ciencia, aconsejan que, de momento, se tomen estas noticias
y estas fechas con una considerable dosis de prudencia. Posiblemente estos tipos
a que nos referimos correspondan a determinadas formas más o menos primitivas
al Austrolopithecus.
Es
muy posible que éstos, originarios de África, dieran lugar a dos ramas, una
que terminaría con los Paranthropus, carnívoros y muy primitivos, y otra de
alimentación omnívora, que daría origen a formas humanas o pre-humanas, las
cuales utilizarían ya la porra, los huesos y mandíbulas de otros animales, y
otros objetos de ataque y defensa, primera manifestación de inteligencia que no
poseen los simios, y que ya prefiguran los utensilios prehistóricos que
posiblemente utilizara el hombre de Neanderthal.
Nos
encontramos, pues, con una cuna del hombre primitivo en África: los
Australopithecus, llamados así por aparecer en un continente austral. Otra se
halla en Indonesia y Asia oriental, formada por los Pithecanthropus, los
Sinanthropus de China y los Atlathropus del Norte de África (Marruecos y
Argelia). En ellos se da claramente la posición erecta, la marcha bípeda y la
cerebralización. La frente es muy pequeña, el ángulo facial
muy débil y la capacidad craneana muy exigua. Éstos serían estadios
muy primitivos del desarrollo humano.
En
Europa aparece el hombre de Neanderthal, mucho más perfeccionado respecto a los
tipos anteriormente citados, que vivió entre los 150.000 y los 50.000 años.
Existe luego un período claramente estudiado de transición que se sitúa entre
los 50.00 y los 45.000 años, durante los cuales el hombre de Nanderthal se
extingue y predomina claramente el hombre de Cro-Magnon, del cual descendemos.
Sobre
un mapa del Viejo Continente puede dibujarse una enorme T, llamada T
de Vallois. El trazo vertical se prolonga hasta Sudáfrica
(Austrolopithecus) y el horizontal abarca desde Europa (Neanderthaloides y
Atlanthropus de África) hasta la Indonesia (Pithecanthropus). La cruz de esta T
coincide con el Fértil Creciente, la ancestral cuna de la civilización y del
hombre. (Ver mapa en “diseño experimental”).
HOMÍNIDOS
(Tomo 8 – Enciclopedia Hispánica – Editorial Británica.)
Los
primates experimentaron un proceso de adaptación que tuvo su inicio en
paleoceno hace unos 70 millones de años. Muchos de ellos conformaron líneas
evolutivas que perduraron y entre todos se distinguieron aquellos que pueden
considerarse ancestros del género humano. Así, durante el mioceno y el
principio del plioceno, entre 30 y 10 millones de años atrás, se diferenciaron
los homínidos, grupo que presentaba múltiples caracteres evolutivos que los
distinguían de los antropoides.
Ramapitecos.
En 1.932 el paleontólogo británico G. E. Lewis descubrió en las colinas
indias de Siwalik restos mandibulares y dentales de un primate que presentaban
caracteres evolutivos diferenciadores. El Ramapithecus, como dio en llamársele, fue considerado el eslabón
entre los antropoides y los homínidos evolucionados, aunque algunas modernas
teorías disienten de tal principio y asocian este género con la evolución del
orangután.
Australopitecos.
En 1924, al hacer saltar con dinamita de una cantera en Taung, en Sudáfrica, se
obtuvo por casualidad un cráneo que ofrecía algunos rasgos de chimpancé,
aunque prevalecían otros en clara línea de hominización. Este homínido, el Australopithecus
africanus, conocido como Baby Dart
por los estudios que le dedicó el paleontólogo británico Raymond Arthur Dart,
carecía de la visera frontal propia de los antropoides, tenía una capacidad
craneana de 500 cm3 (que habría dado en la edad adulta unos 600 o
700 cm3) y una dentadura con sólo dos caracteres goriloides, ninguno
propio del chimpancé y 20 comnunes con el hombre. Poco tiempo después, el
profesor Dart encontró otros restos adultos parecidos, con pelvis que se
acercaban a un 95% de caracteres humanos, a los que dio el nombre de Austrolopithecus prometheus por haber encontrado a su alrededor
restos de fuego y unas piedras talladas esferoidales.
A
pesar de la apariencia de simios de estos restos, el análisis anatómico
disuadió de considerarlos como volución de los antropoides y los presentó
como una evolución de los homínidos. Posteriores hallazgos permitieron
establecer dos ramas: una más robusta, vegetariana, que se mantuvo en el
bosque; otra más grácil, de menor tamaño, bípeda, erecta y omnívora. Otros
autores explican estas diferencias como restos pertenecientes al macho o a la
hembre, o bien incluyen la rama grácil en el género Homo.
Homo
habilis. En 1960 se descubrió en Olduvai,
Tanzania, una mandíbula infantil junto con los otros parietales, una clavícula,
y algunos huesos de la mano y los pies, rodeados de objetos de la cultura de los
guijarros. Aunque estos restos se hallaban en un nivel del suelo más bajo al de
otros restos de austrolipiteco robusto, los rasgos anatómicos obligaron a
adscribirlo a un nuevo grupo más evolucionado: el Homo
habilis, denominación asignada en 1964.
Homo
erectus. Según las teorías de Darwin, el
naturalista alemán Ernst Haeckel auguró que tendría que haber existido un ser
mitad mono (pithecus) y mitad hombre (anthrópos).
El investigador holandés Eugène Dubois buscó y encontró en Trinil, en la
Isla de Java, el tipo que denominó Pithecanthropus
erectus. Se trataba de un ser totalmente bípedo, con una capacidad craneana
de 900 cm3, casi dos veces mayor que su ancestro el Austrolopithecus,
pero con la frente, órbitas y mandíbulas semejantes a los antropoides. De él
se encontraron con posterioridad restos semejantes en China (Sinanthropus),
en Europa (Hombre de Heidelberg) y en África (Atlanthropus). Estas variedades de la especie genéricamente
denominada Homo erectus cubrieron, según
las diversas hipótesis paleontológicas, un período de duración variable que
concluyó hace unos 130.000 años.
Homo
sapiens. Cerca de la aldea alemana de
Neanderthal se descubrió en 1856 un extraño cráneo de aspecto simiesco pero
de una capacidad craneana de 1600 a 2000 cm3. El hallazgo supuso la
transición hacia una especie más evolucionada, el Homo
sapiens, de la que el espécimen hallado en Alemania constituyó la
subespecie Homo sapiens neanderthalensis.
Se trataba de individuos de baja estatura de caja craneana y rostro grandes, que
ocupaban hace unos 50.000 años el sur y el centro de Europa. Restos fósiles
han permitido aportar la hipótesis de que se produjera la desaparición del
hombre de Neanderthal como consecuencia del predominio de la otra subespecie, Homo
sapiens sapiens, el hombre de Cro-Magnon que procedía del oriente. Los
primeros restos del Cro-Magnon datan de hace 32.000 años, aunque se cree que es
probable que hubiera penetrado en Europa con anterioridad.
La
hipótesis de la aniquilación del Neanderthal tiene su contrapartida en otra
teoría paleontológica, en función de la cual la desaparición de aquél se
produjo por la fusión de ambas subespecies. Tal planteamiento se basa en el
hallazgo de los dos tipos de esqueletos prácticamente juntos en el monte
Carmelo de Israel.
El
pleistoceno, período que abarca el último millón de años, se caracterizó
por las cinco sucesivas glaciaciones que se produjeron sobre la Tierra. El
hombre actual, que apareció en las dos últimas, pudo, a raíz de su evolución
desde los homínidos, afrontar las dificultades y amenazas que la naturaleza
planteaba y llegar a fabricar los instrumentos que permitirían que un ser físicamente
débil alcanzase el dominio del hábitat natural.
2.
PREHISTORIA
(Tomo 12 – Enciclopedia Hispánica)
Antes
del siglo XIX se creía, según la cronología bíblica, que la antigüedad del
hombre sobre la Tierra no se remontaba más que a unos cuantos miles de años en
el pasado. Sin embargo, los estudios científicos sobre los restos culturales de
la prehistoria demostraron que la especie humana a conocido una larga evolución
desde la fabricación de los primero utensilios hasta la aparición de datos
escritos sobre sus formas de vida y sus ideas.
La
prehistoria es la parte de la historia universal que comprende el período
anterior a la invención de la escritura. Este período es muy desigual para las
distintas zonas del mundo, tanto en su comienzo y final como en sus pasos
evolutivos. Así en Egipto y Mesopotamia la prehistoria acabó en torno al
tercer milenio antes de la era cristiana, mientras
que en algunas partes de Oceanía, África y América se han mantenido
formas de vida prehistóricas hasta el siglo XX.
La
periodización tradicional de la prehistoria, definida por John Lubbock y
Christian Jürgensen Thomsen, describe las etapas sucesivas de paleolítico o
edad de la piedra tallada, neolítico o edad de la piedra pulimentada, y edad de
los metales –cobre, bronce y hierro-. La primera de estas etapas, el paleolítico,
se extendió desde el momento de la aparición de los primeros homínidos
inteligentes, probablemente antes del año 600.000 a.C., hasta el 10.000-9.000,
y corresponde a un tipo de economía basada en la caza, la pesca y la recolección.
El
neolítico, precedido en algunos lugares por una fase de transición denominada
mesolítico, duró desde el 9.000 hasta el 5.000-4.000 en el cercano oriente y
se caracterizó por la producción de alimentos mediante la agricultura y la
ganadería. Entendido como revolución agrícola, el neolítico se extendió por
gran parte del mundo y se mantuvo hasta el segundo gran salto económico de la
humanidad: la revolución industrial iniciada en Gran Bretaña en la segunda
mitad del siglo XVIII. La edad de los metales comenzó en el cercano oriente en
el cuarto milenio antes de la era cristiana y constituyó la última fase de la
prehistoria, inmediatamente anterior a la aparición de la escritura.
Otros
criterios de periodización son el de Lewis Henry Morgan, que denominó
salvajismo al paleolítico, barbarie al neolítico y al calcolítico (edad de
cobre) y civilización a la edad de bronce antigua; y el de Vere Gordon Childe,
que distinguió entre salvajismo (paleolítico), revolución agrícola (neolítico)
y revolución urbana (edad de los metales).
Salvo
en el período de la edad de los metales, en el que puede conservarse fuentes
escritas indirectas (por ejemplo, de la edad de los metales en España por
escritos latinos), el prehistoriador debe utilizar generalmente las fuentes
arqueológicas, es decir, los restos materiales de las sociedades prehistóricas.
Estos restos –armas y útiles de piedra y hueso, pinturas y objetos artísticos,
piezas de cerámica, huesos de animales o de hombres, etc.- suelen ser muy
escasos y fragmentarios en cada estadio cultural, lo que hace que cualquier
descubrimiento pueda alterar los conocimientos y periodizaciones anteriores al
mismo.
La
datación de los restos se realiza mediante el método estratigráfico, basado
en el estudio de los estratos del terreno en los que aparecen dichos restos,
cuya edad se conoce por el conocimiento de la estructura geológica y del
yacimiento. También se emplean métodos tipológicos, derivados del estudio
evolutivo de los objetos; y físicos, mediante el análisis de elementos
radiactivos como el carbono 14 o el flúor, y los pares potasio-argón,
torio-iridio, etc..
Ampliación
del Paleolítico, Neolítico y Edad de los Metal.
EL
PALEOLÍTICO (Tomo Geografía e Historia –
Enciclopedia Aula - Editorial
Cultural)
La
evolución cultural de los hombres prehistóricos, cuya reconstrucción se ha
llevado a cabo mediante el estudio de los restos materiales hallados en
yacimientos, cuevas y abrigos naturales, se ha dividido en una serie de etapas,
definidas principalmente por la técnica de fabricación de los útiles de
piedra. El primero de estos períodos es el paleolítico (= piedra antigua), que
abarca la mayor parte de la existencia del hombre sobre la Tierra, y se divide a
la vez en varias etapas. El hombre paleolítico vivía fundamentalmente de la
recolección y la caza y, por tanto, sus instrumentos (hachas de manos,
raspadores, raederas, cuchillas, etc.) estaban concebidos especialmente para
dichos fines.
El
paleolítico inferior comienza con la cultura de los pebble
tools, propias de los austrolopitecos, en la que los instrumentos líticos,
muy rudimentarios, eran simples cantos rodados o guijarros golpeados por uno de
sus lados para obtener de tal forma aristas cortantes. Tras la aparición del Homo erectus esta técnica fue evolucionando hacia una industria más
perfeccionada de hachas de mano y lascas (esquirlas desprendidas de la piedra
golpeada), que se desarrollo a lo largo de varios períodos sucesivos. La piedra
más utilizada era el sílex, aunque también se tallaban otros materiales, como
la obsidiana o cuarcita.
En
los comienzos de la última glaciación (la denominada Würm), se extiende
ampliamente la industria muteriense, junto con otras similares, que definen al
paleolítico medio y cuya característica fundamental estriba en el mayor
perfeccionamiento de los útiles líticos. En la fabricación de estos
utensilios se combinan las técnicas anteriores de núcleos labrados y lascas y
se introduce al tiempo la aplicación de un retoque lateral más acabado. El
hombre de Neanderthal, inventor y difusor de esta técnica, se encuentra ahora
mucho mejor armado y equipado que sus predecesores, pues cuenta con puntas
afiladas para cazar y con todo tipo de instrumentos que le permiten trabajar la
piedra y la madera.
Finalmente,
los hombres del paleolítico superior, muy similares ya a los actuales,
incorpora técnicas mucho más avanzadas y especializadas, fabrican útiles de
piedra, hueso y asta, y poseen una organización social muy compleja. Durante
este período se desarrolla además el primer arte conocido de la historia
humana. Obras escultóricas, como la de “Venus”, entre ellas la célebre
efigie de Willendfor; pinturas, como las de Altamira (España) o Lascaux
(Francia), o grabados en hueso o piedras, como los de Limeuil (Francia) o el
Parpallo (España), denotan la necesidad experimentada por el hombre primitivo
de expresar sus preocupaciones religiosas, al tiempo que nos ayudan a comprender
algunos aspectos fundamentales de su vida social y material (la caza, el papel
de la magia, la veneración hacia la mujer dentro de un tipo de sociedad
matriarcal, etc.).
LA
REVOLUCIÓN DEL NEOLÍTICO (Misma fuente)
Al
finalizar la última glaciación, la desertización de los territorios que
anteriormente habían sido templados y húmedos determinó un cambio paulatino
en la forma de vida de las poblaciones humanas. La decadencia cultural y la
emigración de los animales y hombres hacia el norte y el oeste caracterizaron
al mesolítico, etapa oscura y de transición que tuvo su inicio en torno al
10.000 a.J.C., se fue configurando en Oriente Medio y Próximo (Jericó, en
Palestina; Qalat Jarmo, en Irak; Hacilar, en Turquía) un cambio que resultaría
fundamental en la evolución de la Humanidad: la revolución neolítica.
Esta
nueva etapa cultural no sólo supuso la introducción de un procedimiento nuevo
en el trabajo de los instrumentos pétreos (el pulimento), junto con otras
importantes técnicas complementarias (cerámica, cestería, tejido, rueda,
construcción de edificios), sino que produjo en las estructuras económicas,
políticas e ideológicas de las sociedades humanas una transformación
sustancial que, en sus aspectos básicos, se ha mantenido con escasas
variaciones hasta la aparición de otra gran revolución histórica: la
industrial, iniciada hace apenas un par de siglos. En primer lugar, el neolítico
implicó la sustitución de la economía recolectora y cazadora del paleolítico
por una forma de vida basada en la agricultura y la ganadería, lo que permitió
el asentamiento estable o semiestable de las poblaciones en lugares concretos.
Este proceso fue lento y progresivo y estuvo determinado de manera fundamental
por la necesidad de asegurar la alimentación en un período de cambio climático
y por la experiencia adquirida durante milenios en la recolección de cereales y
legumbres y en la caza de algunos animales especialmente adecuados para la
domesticación (el perro, el buey, el caballo, la oveja y la cabra, etc.).
La
nueva economía agropecuaria dio lugar por primera vez a la producción de un
excedente que podía ser almacenado e intercambiado, hecho del cual derivaron
algunas consecuencias extraordinarias importancia tales como el aumento de la
población (debido a la mejor alimentación), el desarrollo del comercio y,
sobre todo, la organización política de la sociedad, basada en un complicado
sistema de división del trabajo. Con el sedentarismo surgieron la ciudad, la
propiedad privada y la configuración patriarcal de la familia (como necesidad
indispensable para la transmisión hereditaria de las propiedades); la actividad
económica se diversificó, y cada miembro de la comunidad se
especializó en un determinado trabajo cuyo producto podía ser cambiado
por el de los demás. Esta estructura trajo inevitablemente consigo un primer
conjunto de leyes, derivadas de la nueva conformación de la familia y la
sociedad, y este incipiente ordenamiento jurídico exigió a su vez la figura de
una autoridad que lo garantizara. Al mismo tiempo, se produjo también una
importante evolución en el terreno de las ideas,
en particular por lo que respecta a la religiosidad y el culto de los
muertos. Surgieron así las castas de sacerdotes y brujos, encargados de la
explicación de los fenómenos naturales y de la medición entre los hombres y
las divinidades.
A
partir del V milenio, la revolución neolítica se fue extendiendo desde el Próximo
Oriente hacia diversas zonas del Mediterráneo y Europa occidental, hacia la
llanura euroasiática y el norte de China, y hacia la India, Indochina y China
meridional. En cada uno de estos grandes territorios el neolítico adoptó
formas específicas en las cuestiones referentes a cultivos y ganaderías
(centeno en el norte de Europa, arroz y mijo en China), cerámica, tipos de
utillaje lítico empleado en las labores agrícolas, y formas constructivas
(cabañas semiexcavadas en el suelo, palafitos, materiales de contrucción).
LA
EDAD DE LOS MET ALES (Misma fuente)
El
descubrimiento de las técnicas metalúrgicas supuso un nuevo salto cualitativo
en el proceso evolutivo de la Humanidad. La fabricación de objetos metálicos,
superiores en calidad y duración a los de piedra, constituyó un
factor de desequilibrio entre las razas y poblaciones humanas, y determinó
un importante impulso para los intercambios culturales y comerciales, efectuados
entre zonas cada vez más distantes.
Aunque
los primeros metales que se trabajaron fueron el oro y la plata (en el Próximo
Oriente, el Cáucaso, la región alpina y España), con fines suntuario y
comerciales, la verdadera entrada en la Edad de los Metales, tuvo su origen en
el desarrollo de las técnicas de fabricación de objetos de cobre y bronce,
debido principalmente a su valor utilitario. La metalurgia del cobre se inició
en el V milenio a.J.C. en Anatolia y el Egeo, y desde allí se extendió a lo
largo del IV milenio hacia Mesopotamia y Egipto, donde dio lugar a la industria
del bronce: así el proceso de evolución cultural producido en estas últimas
zonas por la revolución neolítica y la metalurgia trajo como consecuencia
inevitable la aparición de las primeras civilizaciones históricas.
Posteriormente, durante los milenios III y II, se desarrollarían las
importantes culturas de Creta y el Egeo, así como las de la India y China. En
la Europa central y occidental, sin embargo, el tránsito a la civilización
histórica no se produjo hasta la segunda mitad del I milenio, como consecuencia
fenicia, griega y romana. En estas zonas había continuado desarrollándose
mientras tanto un neolítico cada vez más perfeccionado, en el que la
introducción de la metalurgia produjo una gran diferenciación en los grados de
la evolución cultural de los distinto pueblos. A lo largo del III milenio se
extendió por Europa la cultura megalítica (grandes monumentos de piedra de carácter
religioso-funerarios), y se produjeron grandes movimientos de población, entre
los que cabe destacar por su gran extensión espacial el del pueblo del vaso
campaniforme (desde España hacia el este) y el de la cultura de las hachas de combate (de oeste a este).
La
técnica del hierro, descubierta en Oriente Medio hacia el III milenio a.J.C.,
comenzó a extenderse hacia el siguiente milenio y llegó a Europa Occidental
hacia el siglo XVII a.J.C., dando lugar a importantes culturas, como la de los campos
de urnas (Europa central y meridional), la de Hallstatt (Austria, siglo VIII
a.J.C.) y la de La Tène (Suiza, siglo V a.J.C.), correspondiendo estas dos últimas
al período de mayor florecimiento de la cultura céltica, que más tarde se vería
relegada a las islas Británicas.
La
Edad de la Piedra Tallada (cap.2 –
Historia Dinámica – Ed. Kapelusz)
Cuando
la historia comenzó, hace más de 5.000 años, la humanidad había ya recorrido
un largo camino. Se había elevado lentamente desde una existencia primaria a
una vida civilizada. Hace poco más de un siglo que ha comenzado el estudio de
esta época. Antes se ignoraba hasta la antigüedad del hombre sobre la Tierra.
Descubrimiento
de la Prehistoria
Origen.
A
mediados del siglo XIX, al construirse un canal en las tierras de Somma
(Francia), desenterraron piedras cuyas formas muy regulares, no parecían
naturales. Esto inquietó a un grupo de estudiosos de la ciudad de Abbeville.
Uno de ellos, Casimiro Picard, afirmó que si los utensilios encontrados en las
excavaciones estaban mezclados con osamentas de especies animales ya
extinguidas, la existencia del hombre prehistórico quedaba demostrada. Poco
tiempo después, un director de Aduanas, Boucher de Pethres, continuó su obra.
Con mucha suerte y buena imaginación siguió reuniendo guijarros y afirmando
que el hombre había existido mucho antes de lo que se pensaba. Los sabios lo
escucharon con desdén o indiferencia, pero pronto le dieron la razón. La
ciencia prehistórica había nacido
En
1.856, unos obreros limpiaban el terreno de una
gruta en Neanderthal (cerca de Düsseldorf, en Alemania) y encontraron entre las
piedras una bóveda craneana de forma poco habitual.
Otros
descubrimientos confirmaron esta hipótesis.
En
1873, en el norte de España, una niña que jugaba en una gruta gritó: “¡toros!
¡toros!” porque descubrió en la penumbra, las admirables pinturas de
Altamira.
Métodos.
Con
la ayuda de estos documentos: utensilios, huesos humanos, trabajos diversos, es
posible reconstruir el género de vida de los hombres prehistóricos, su aspecto
físico y hasta sus creencias. Hay algo más aún: estos utensilios, estos
restos humanos se mezclaron en el suelo con restos vegetales y animales. Piedras
y aluviones desenterraron formando una capa de terreno. Luego una sucesión de
capas análogas terminó por cubrirlos.
Ha
transcurrido un siglo, desde aquellos descubrimientos y primeros tanteos. Los
sabios aprendieron a leer hoja por hoja esa especie de “libro” donde duerme
el secreto de la prehistoria. El examen minucioso de una capa permite
reconstruir el medio natural, clima, plantas, animales de una época
determinada, y el estudio consciente de estas capas superpuestas permite seguir
las transformaciones del medio, los cambios de tipo físico de los hombres y los
progresos de la civilización.
Gracias
a estos útiles de piedra, únicos documentos que forman una serie continua, se
han podido distinguir en la prehistoria períodos o edades:
·
Edad de piedra tallada o Paleolítico (o
piedra antigua) dividido en inferior, medio y superior.
·
Edad de piedra pulida o Neolítico (piedra
nueva) seguido por la Edad de los metales (cobre, bronce, hierro) también
llamada Edad de la civilización y que pertenece ya a la historia de los tiempos
que la preceden.
Edad
del Paleolítico inferior
Los
primeros hombres.
Este
primer hombre era de características muy primitivas, el Pitecantropo;
con su frente reprimida y su mandíbula maciza manchaba erguido sobre sus
miembros. Se distinguía de los animales más que por sus diferencias físicas
por dos conquistas fundamentales: la utilización del fuego y la fabricación de
armas y utensilios, primero en madera y después en piedra, sobre todo en sílice.
Los hombres llegaron a tallar esta roca dura golpeándola con otra piedra. Con
reciente habilidad perfeccionaron los instrumentos.
El
paleolítico superior.
La
vida y arte.
Bajo
el abrigo de las rocas, cerca de las tiendas hechas de cueros de animales, las
mujeres que vuelven de recolectar plantas salvajes, se muestran activas,
hacendosas; cocinan piezas de caza sobre el fuego que ahora encienden a
voluntad; cosen, con ayuda de agujas hueso y con hilos fabricados con tendones
largos y delgados, sacos, tiendas de cuero de reno y vestidos. Los hombres
vuelven cansados trayendo cuartos de mamuts y renos muertos. Cazan solos o por
pequeños grupos. A veces la tribu entera participa de una gran expedición de
caza porque han avistado una tropa de renos o de bisontes. A su regreso, cerca
del fuego, los hombres descansan, tallan sus armas, curan a los heridos. Luego,
se arrastran encorvados para entrar en sus grutas. Allí, en las paredes,
representan los animales como tal los han cazado. En el transcurso de ceremonias
rituales, los acribillan con flechas, persuadidos de que, al herirlos en la
imagen, no se podrán librar de sus perseguidores. En el secreto de las grutas,
pues, se preparan con ayuda de la magia, las grandes cacerías.
Ver
características humanas de los hombres en el punto anterior.
3.
LA
HOMINIZACIÓN (El hombre Volumen III- ya
citado)
La
posición de la Iglesia Católica respecto de la teoría evolucionista fijada
por S. S. Pío XII en 1950 en su encíclica “Humani Generis”, sentando el
criterio de que podría admitirse incluso para el género humano, dejando a
salvo la creación del alma espiritual e inmortal que, en un memento determinado
del proceso de hominización, habría sido difundida por Dios al hombre.
La
aparición del Homo sapiens sapiens en el mundo significa el triunfo y el
predominio del sistema nervioso y de las funciones cerebrales, si se estudia la
evolución de las especies desde un punto de vista puramente anatómico. Si se
considera la marcha progresiva y ascendente de los seres vivos desde la euglena
(especie de protozoo clasificable entre el mundo vegetal y animal), cuya
irretabilidad y simples movimientos son ya una manifestación nerviosa, hasta el
desenvolvimiento craneal y encefálico de los mamíferos, se advierte un gran
camino recorrido en sentido de complicación y especialización.
La
boca, la garra y la mano serían, al mismo tiempo, distintas fases de utilización
de instrumentos, por así decirlo, obedientes a órdenes emanadas de un centro
superior. La existencia de la mano, con un dedo oponible a los demás, es
condición necesaria para que el homínido pueda agarrar instrumentos, armas o
trabajar la madera, el hueso, la piedra, etc. La posición bípeda sitúa los órganos
de los sentidos en un punto elevado que permite dominar el ambiente, advertir
los peligros y, por tanto, actuar con rapidez.
El
comienzo de la hominización debe fijarse, prácticamente, a un millón de años
de nuestros días. Para conseguir 7la evolución positiva de un antropoide era
necesario aumentar la capacidad craneal. Es curioso constatar que los simios con
los huesos del cráneo totalmente soldados, y si bien este crece, no puede
llegar a adquirir el desarrollo considerable que se observa en la especie
humana. El hecho se debe a que en el hombre los huesos craneales no están
soldados, sino que poseen frontanelas, es decir, espacios sólo recubiertos por
la piel, es decir, islas de solidificación y expansión.
La
utilización de objetos contundentes a modo de armas, revela la aparición de la
inteligencia, pues no existen simios que utilicen garrotes o piedras para la
defensa y el ataque. En cambio en los yacimientos de fósiles de
Australopithecus se encuentran huesos de cérvidos, algunos de los cuales
demuestran que fueron utilizados a modo de porras, especialmente algunos fémures.
Resulta notable, por ejemplo, comprobar que los cóndilos de estos fémures
coinciden con los aplastamientos de ciertos cráneos de simios encontrados en el
lugar. Demostrarían que los homínidos usaron los huesos de siervo a modo de
garrote para matar a los simios, de cuya carne se alimentaron. El primer
instrumento utilizado no fue pues, la piedra, sino el garrote, probablemente óseo.
Ver
características del Homo sapiens sapiens en el punto 2)
5.OPARIN
Y HALDANE (Los caminos de la evolución)
LA
“SOPA” DE LA VIDA
Tal
como lo destacamos en “Biología I. La vida en la Tierra”, el hecho de que
el Universo esté formado por un número determinado de elementos es uno de los
descubrimientos más importantes de la ciencia moderna. Los nombres de algunos
de ellos nos resultan muy familiares: carbono, oxígeno, hidrógeno, oro, plata,
sodio, potasio, cloro.
Cada
uno de ellos está formado por un tipo diferente de partículas llamada átomo.
Así encontramos que hay átomos de oxígeno, átomos de oro, etc. Los átomos
se unen para formar moléculas, como
por ejemplo la de agua que está constituida por la unión de dos átomos de
hidrógeno y uno de oxígeno.
Resulta
evidente que los seres vivos no están formados por ninguna sustancia
“particular”: la autoorganización de
los seres vivos y su capacidad para reproducirse dependen de una complejísima
combinación de algunos de los 92 elementos naturales conocidos.
Aunque
hay una gran variedad de moléculas, las que caracterizan a los seres vivos están
constituidas básicamente por seis diferentes clases de átomos: carbono, oxígeno,
hidrógeno, fósforo, nitrógeno, azufre.
En
el siguiente diagrama se compara la abundancia relativa de los elementos en la
corteza terrestre en el cuerpo
humano (ver diseño experimental).
Sin
embargo, lo9s átomos de estos 6 elementos se combinan de a miles o millones
para formar las enormes macromoléculas: el ácido desoxirribonucleico (ADN).
A
su vez, estas macromoléculas pueden unirse e interactuar formando estructuras
muy complejas como las células. Las células son las estructuras básicas que manifiestan
las propiedades de la vida. Este conocimiento nos permite afirmar que:
Las
propiedades de los sistemas vivos son consecuencia de las
complejas interacciones entre las grandes moléculas.
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Por
lo tanto, si se pudiera explicar cómo surgieron por primera vez estas complejas
moléculas –las macromoléculas- se podría comenzar a develar la incógnita
sobre el origen de la vida. Los investigadores diseñaron entonces diversos
modelos y experiencias para explicar el origen de estas grandes moléculas.
Entre estos, los primeros fueron el bioquímico ruso Alexander
Oparin (1898-1980) y el
investigador J. B. S. Haldane (1892-1964). Ellos propusieron que las condiciones
de la Tierra primitiva en las cuales surgieron las grandes moléculascaracterísticas de los seres vivos, eran muy diferentes a las actuales.
Estas diferencias en las condiciones climáticas, físico-químicas, etc. del
planeta primitivo respecto del actual, explican por qué se formaron espontáneamente
en el pasado las moléculasd características de la vida y por qué hoy no
surgen de esta forma.
Entre
estas diferencias destacaremos sólo dos: la ausencia de oxígeno, ya que el oxígeno
reacciona con las grandes moléculas descomponiéndolas como ocurre en las
combustiones y la ausencia de seres vivos que se alimentaran de las moléculas
que se iban formando.
Dado
que la síntesis de las grandes macromoléculas características de los sistemas
vivos requiere de energía, se planteaba un primer interrogante en relación a
cuáles pudiera haber sido en el pasado dichas fuentes de energía. La ausencia
de oxígeno atmosférico implicó la falta de ozono. Actualmente, el ozono es
una barrera que impide la llegada de radiación ultravioleta proveniente del Sol
a la superficie terrestre. En la Tierra primitiva, por lo tanto, este tipo de
radiación llegaba casi sin obstáculos. La radiación ultravioleta pudo haber sido una de las fuentes de energía
para que, a partir de sustancias cuyas moléculas son sencillas – tomando en
cuenta el número, variedad y disposición de los átomos que la forman -,
pudiesen construirse las macromoléculas .
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