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EL CIELO RESPONDE

Primera Parte

El universo suprafisico

Jorge Olguin

 

 III

EL UNIVERSO SUPRAFÍSICO

 

“Es suma estupidez creer en una opinión a causa del número de los que la tienen”.

Giordano Bruno

 
   

Según antiguos conocimientos se decía que la materia estaba conformada por vórtices de energía. Lord Kelvin, el físico que definió el cero absoluto y elaboró una escala de grados de temperatura, opinaba que no había nada sólido en lo material, que todo era una gran ilusión alimentada por una falsa realidad.

Dio el ejemplo de un anillo de humo que, al girar, guardaba su consistencia sin desarmarse. Así como ese anillo en vórtice daba una apariencia de solidez, gracias a la ilusión dada por el movimiento giratorio del mismo, Lord Kelvin utilizaba esa figura simbólica para poder explicar que los átomos también eran anillos en vórtice, pues se comportaban de la misma manera.

 

Más aún, proclamó que todas las propiedades de esas pequeñas partículas derivaban de ese movimiento giratorio en forma de vórtice, en medio del éter.

Pero como había una convicción generalizada de que la materia se componía de partículas tangibles (comparaban la forma del átomo con la de una bola de billar), la teoría de Lord Kelvin quedaba totalmente relegada al olvido.

La ciencia siguió avanzando. El átomo fue dividido y se llegó a visualizar como un sistema planetario en miniatura, donde el núcleo estaba formado por protones (carga positiva) y neutrones (sin carga aparente), y alrededor de ese núcleo giraban los electrones (de carga negativa).

Se demostró que el éter no existía como tal y que lo que imperaba era un vacío casi absoluto. Albert Einstein había escrito una fórmula: E = M x C2, donde E es la energía, M es la materia y C2 es el cuadrado de la velocidad de la luz.

Esa fórmula se llegó a demostrar algunos años después con el estallido de la bomba atómica, donde una fracción de materia se transformó en una inmensa cantidad de energía, llegando a arrasar una ciudad entera.

Si Kelvin viviera hoy no hablaría de átomos en forma de vórtice girando en medio del éter, sino que sería más sutil. Se preguntaría: si puede existir una onda de energía... ¿por qué no un vórtice de energía? ¿Y cómo estaría conformado un vórtice de energía? ¡Por una partícula elemental!

O sea:  Una partícula elemental es un vórtice de energía.

El propio Einstein una vez definió la materia como una energía congelada. El vórtice nos da un panorama mucho más claro: demuestra que la partícula elemental se mueve en espiral y el movimiento es el fundamento mismo de la materia.

El gran logro de esta teoría es el poder demostrar que la materia es una forma de energía.

¿Cómo puede ser —dirán algunos— si la energía es inmaterial?

La respuesta es simple. De la misma forma que el movimiento no puede existir si no se avanza en una dirección determinada, la energía no existe si no es con una forma definida.

No es que dicha energía forme un vórtice o una onda: el vórtice es la energía en sí.

En el mundo que conocemos a simple vista, el universo material que todos podemos observar, hay dos formas básicas de energía: la electricidad y la luz visible.

La materia es el tercer tipo de energía.

La mayoría de los vórtices tienen forma de cono, por ejemplo, los remolinos y los tornados, que giran como si fueran un gigantesco trompo.

Pero en el mundo de las partículas subatómicas, el vórtice forma una figura geométrica distinta: ni como “anillos de humo” ni como trompos. En este caso, la partícula elemental tiene la forma de un vórtice esférico. O sea: el vórtice es un movimiento en espiral de tres dimensiones y así llega a formar una bola giratoria de energía.

Para configurar ese vórtice en nuestra imaginación, podemos representarlo mentalmente como un pequeñísimo ovillo de lana, con una rotación continua.

El movimiento giratorio es lo que crea la estabilidad de la partícula, al igual que el anillo de humo (que no se desarma) y el trompo (que no se cae mientras gira).

No son ejemplos exactos, pero sirven para dar una idea aproximada de lo que estamos hablando.

Ahora volvamos a lo que se dijo precedentemente, donde se demostró que mediante una fisión nuclear podía liberarse una gran cantidad de energía.

¿Cómo ilustramos el tema con el ejemplo del ovillo de lana?

Es fácil. Si desenrollamos dicho ovillo en una habitación cualquiera, tendría una longitud tal que no cabría en ella, mientras que enrollado lo contendríamos dentro de una mano.

Si pudiéramos desenrollar así un vórtice de energía, la cantidad liberada sería impresionantemente grande.

Así como  el ovillo de lana es una figura muy compactada de ese material, una partícula elemental en vórtice es una forma muy concentrada de energía.

Esta teoría también puede explicar la carga eléctrica de la materia.

Por ejemplo, dijimos que el vórtice es un movimiento en espiral de tres dimensiones, pero ese movimiento giratorio tiene dos sentidos posibles: desde el centro de la espiral hacia fuera o desde el borde hacia el punto central.

El vórtice centrípeto corresponde a una carga positiva y el vórtice centrífugo a una carga negativa.

La teoría también aclara el concepto de la masa: La masa es una medida de la cantidad de energía que contiene una espiral.

La materia se ve así como una ilusión de lo real.

Siempre acostumbramos a decir: “Tan sólido como una montaña”, pero... ¿hasta qué punto la montaña es una entidad sólida?

Si la materia es un conjunto de partículas elementales y éstas, a su vez, son vórtices de energía, nada de lo aprendido hasta el presente tiene vigencia.

Una partícula elemental de materia es una bola giratoria de energía, un vórtice esférico en movimiento.  Pero hay distintas vibraciones en ese vórtice y cada vibración representa una partícula distinta (un quark, un leptón, etc.) [1] Si el movimiento ocurre a la velocidad de la luz,  el vórtice deja de ser  una partícula elemental  para transformarse en un fotón.

Según  Einstein, ningún cuerpo puede moverse a mayor velocidad que la de la luz. Pero... ¿esa regla es también aplicable a la energía en sí?

Si el movimiento del vórtice llegara a vencer esa barrera y superara la velocidad de la luz, daría origen a un tipo de energía por completo distinto, a la que llamaríamos la superenergía o supraenergía.

Obviamente, la energía y la supraenergía serían distintas. La materia que formaría la energía se diferenciaría en sustancia de la que formaría el vórtice supraenergético.

La materia conocida se detecta en el universo físico. La materia formada por la supraenergía estaría contenida en un universo suprafísico. Habría suprapartículas y suprafotones, y juntos darían cabida a  una realidad suprafísica.

Nuestra materia no podría afectar a ningún elemento de ese mundo, pues su sustancia sería completamente distinta. Su vibración sería tan alta que ese suprauniverso no podría captarse por nuestra realidad. Los elementos de ese mundo serían absolutamente invisibles e intangibles para nosotros.

¿Cómo comprobar la existencia de tales formas suprafísicas, si nuestros sentidos no las pueden captar?

Si la supraenergía no se encuentra en nuestro espacio-tiempo, las formas suprafísicas están en un nivel superior de vibración.

Así se explicarían muchos de los fenómenos paranormales que tanto nos intrigan. Por ejemplo, la transustanciación.

Todos hemos escuchado historias donde había objetos que desaparecían y aparecían en forma misteriosa. La ciencia tradicional nunca tuvo explicación para tales hechos.

Antes habíamos dicho que cada partícula elemental era un vórtice de energía donde el movimiento en espiral es inferior a la velocidad de la luz. Imaginemos que ese movimiento en vórtice se acelera más y más.

Al sobrepasar el límite de la velocidad de la luz, la energía se transformaría en forma instantánea en supraenergía. La partícula elemental dejaría de interactuar con la luz visible y la materia, y no se podría detectar por medios normales. No se movería a ningún otro sitio, pero dejaría de ser perceptible para nosotros.

Si en forma hipotética se pudiera revertir el proceso, el vórtice deceleraría y la supraenergía se revertiría a energía y podríamos detectar la partícula, que reaparecería de inmediato.

Dicho proceso de ida y vuelta se denomina transustanciación. Es el puente entre lo normal y lo paranormal.

Si tuviéramos el poder para cruzar ese puente podríamos desmaterializar o materializar todo objeto que quisiéramos estudiar.

Según la religión judeocristiana, los cielos podrían ser la denominación bíblica para los planos de supraenergía, existentes más allá de la velocidad de la luz.

Falta aclarar qué papel tiene el espacio casi vacío de materia en esta teoría.

El centro del vórtice energético sería la materia y la energía de los bordes del vórtice, que no logramos percibir en forma directa, sería el espacio.

El espacio se origina en las regiones más tenues del vórtice y la materia está compuesta por las partes más densas del mismo.

[1]  Una parte de la teoría cuántica de supercuerdas que expuso en Estados Unidos, en 1998,  el físico argentino Baldacena, coincide con este enunciado.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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