La doctrina hermética no afirma solamente que todo
está en movimiento constante, sino que las diferencias entre las
diversas manifestaciones del poder universal se deben por completo
al diferente modo e intensidad vibratoria. Y no sólo esto, sino que
aun el TODO mismo manifiesta una vibración constante de tal infinita
intensidad y rapidez, que prácticamente puede considerarse como si
estuviera en reposo. Los instructores llaman la atención del
estudiante sobre el hecho de que aun en el plano físico un objeto
que gire rápidamente, como una rueda, por ejemplo, parece estar
inmóvil. El espíritu es uno de los polos de la vibración,
constituyendo el otro polo formas de materia extremadamente densas.
Entre ambos polos hay millones y millones de diferentes intensidades
y modos de vibración.
La ciencia moderna ha comprobado que todo lo que
llamamos materia y energía no es más que «modos de movimientos
vibratorios», y algunos de los más avanzados hombres de ciencia se
están encaminando rápidamente hacia el punto de vista que los
ocultistas tienen sobre los fenómenos de la mente: simples modos de
vibración o movimiento. Veamos ahora lo que la ciencia tiene que
decir sobre las vibraciones en la materia y en la energía.
En primer lugar, la ciencia dice que toda materia
manifiesta, en algún grado, la vibración producida por la
temperatura o el calor. Esté un objeto frío o caliente (pues ambos
no son más que grados de la misma cosa), manifiesta ciertas
vibraciones calóricas, y en ese sentido está en vibración. Todas las
partículas de materia están siguiendo un movimiento circular, lo
mismo los corpúsculos que los astros. Los planetas giran en torno de
un sol, y muchos de ellos giran también sobre sus propios ejes. Los
soles, a su vez, giran en torno de puntos centrales mayores, y se
cree que éstos giran también alrededor de otros todavía más grandes,
y así sucesivamente, ad infinitum. Las moléculas de que se
compone cualquier clase de materia están en constante vibración,
moviéndose unas en torno de otras, y también unas contra otras. Las
moléculas están compuestas por átomos, los que, como aquellas,
también están en constante movimiento y vibración. Los átomos están
compuestos por corpúsculos, llamados también «electrones», «iones»,
etc., los que también están en un estado de rapidísima moción,
girando unos en torno de otros, con diversas modalidades
vibratorias. Y de esta manera toda materia manifiesta vibración, de
acuerdo con el principio hermético correspondiente.
Y así sucede también con las diversas formas de
energía. La ciencia dice que la luz, el calor, el magnetismo y la
electricidad no son más que formas de movimiento vibratorio
relacionado de alguna manera con el éter, o probablemente emanado de
él. La ciencia no ha tratado aún de explicar la naturaleza del
fenómeno conocido como cohesión, que es el principio de la atracción
molecular, ni de la afinidad química, que es el principio de la
atracción atómica; ni de la gravitación (el mayor misterio de los
tres), que es el principio de atracción por el cual toda partícula o
masa de materia se siente atraída hacia toda otra partícula o masa.
Estas tres modalidades de la energía no las comprende aún la
ciencia, si bien los estudiosos se inclinan a pensar que son también
manifestaciones de alguna forma de energía vibratoria, cosa que los
herméticos han enseñado durante largas edades en el pasado.
El éter universal, cuya existencia postula la
ciencia sin comprender claramente su naturaleza, ya había sido
explicado por los herméticos, quienes aseguraban que era una
manifestación superior de lo que erróneamente se llamaba materia; es
decir, que el éter era materia en un grado de vibración superior. El
nombre que le daban era el de Sustancia Etérea, y decían que esta
sustancia era de tenuidad y elasticidad extremas, llenando el
espacio universal, sirviendo como médium de transmisión para las
ondas de energía vibratoria como el calor, la luz, la electricidad,
el magnetismo, etc. La sustancia etérea es el eslabón de unión entre
la modalidad de energía vibratoria que conocemos como materia por un
lado y la que conocemos como energía o fuerza, por el otro,
manifestando además un grado de vibración, en intensidad y modo,
completamente propio.
Los hombres de ciencia proponen como ilustración
para ver los efectos del aumento de vibración una rueda girando con
gran rapidez. Supongamos primeramente que la rueda gira lentamente.
Entonces diríamos que es un «objeto». Si el objeto gira lentamente
lo podremos ver fácilmente, pero no sentimos el menor sonido.
Aumentándose gradualmente la velocidad en pocos momentos se hace
ésta tan rápida que comienza a oírse una nota muy baja y grave.
Conforme sigue aumentando la velocidad la nota se va elevando en la
escala musical, y así se van distinguiendo unas tras otras las
diversas notas conforme aumenta la velocidad de rotación.
Finalmente, cuando el movimiento ha llegado a cierto límite se llega
a la última nota perceptible por el oído humano, y si la velocidad
aumenta aún, sigue el mayor silencio.
Nada se oye ya, pues la intensidad del movimiento es
tan alta que el oído humano no puede registrar sus vibraciones.
Entonces comienzan a percibirse poco a poco sucesivos grados de
color. Después de un tiempo el ojo comienza a percibir un oscuro
color rojo. Este rojo va haciéndose cada vez más brillante. Si la
velocidad sigue aumentando el rojo se convertirá en anaranjado, el
anaranjado en amarillo. Después seguirán sucesivamente matices
verdes, azules y añil, y finalmente aparecerá el matiz violeta. La
velocidad se acrecienta más aún: entonces desaparece todo color,
porque el ojo humano ya no puede registrarlos. Pero ciertas
radiaciones humanas emanan del objeto en revolución: los rayos que
se usan en la fotografía y otras radiaciones sutiles de la luz.
Después comienzan a manifestarse los rayos conocidos
bajo el nombre de X, y más tarde empiezan a emanarse electricidad y
magnetismo.
Cuando el objeto ha alcanzado cierto grado de
vibración, sus moléculas se desintegran, resolviéndose en sus
elementos originales o átomos. Después de los átomos, según el
principio de vibración, se separarían en innumerables corpúsculos o
electrones, de los que están compuestos. Y, finalmente, hasta los
corpúsculos desaparecerían y podría decirse que el objeto estaría
compuesto por sustancia etérea. La ciencia no se atreve a llevar la
ilustración más allá, pero los herméticos dicen que si las
vibraciones continuaran aumentando el objeto pasaría sucesivamente
por estados de manifestación superiores, llegando al plano mental y
después al espiritual, hasta ser por último absorbido en el TODO QUE
ES EL Espíritu Absoluto. El «objeto», sin embargo, habría dejado de
ser tal mucho antes de llegar a la sustancia etérea, pero de todas
maneras la ilustración es correcta en cuanto demuestra los efectos
del aumento continuo de la intensidad vibratoria. Debe recordarse
que en la ilustración anterior, con el llegar a los estados en que
el objeto irradia color, luz, etc., no se ha resuelto aún la
cuestión en esas formas de energía (que están en un grado mucho más
elevado), sino que simplemente llega a un grado de vibración en el
que esas energías se libertan hasta cierto punto de las limitadoras
influencias de las moléculas, átomos y corpúsculos. Esas energías,
si bien son muy superiores en la escala a la materia, están
aprisionadas y confinadas en las combinaciones materiales, en razón
de las fuerzas que se manifiestan a través de ellas, y empleando
formas materiales, y de esta manera se confinan en sus creaciones
corpóreas, lo que, hasta cierto punto, es cierto en toda creación,
quedando la fuerza creadora envuelta en su propia creación.
Pero la doctrina hermética va mucho más allá que la
ciencia moderna, y afirma que toda manifestación de pensamiento,
emoción, razón, voluntad, deseo o cualquier otro estado mental, va
acompañada por vibraciones, parte de las cuales se emanan al
exterior y tienden a afectar las mentes de los demás por
«inducción». Esta es la causa de la telepatía, de la influencia
mental y de otros efectos del poder de una mente sobre otra, la que
ya va siendo de dominio público, debido a la gran cantidad de obras
de ocultismo que están publicando discípulos e instructores sobre
estas materias.
Cada pensamiento, emoción o estado mental tiene en
su correspondiente intensidad y modalidad vibratoria. Y, otras, esos
estados mentales pueden ser reproducidos, así como una nota musical
puede ser reproducida haciendo vibrar las cuerdas de un instrumento
con la velocidad requerida, o como se puede reproducir un color
cualquiera. Conociendo el Principio de Vibración, aplicado a los
fenómenos mentales, uno puede polarizar su mente en el grado que
quiera, obteniendo así un perfecto dominio y contralor sobre sus
estados mentales. De la misma manera, podrá afectar las mentes de
los demás, produciendo en ellos los requeridos estados mentales. En
una palabra, podrá producir en el Plano Mental lo que la ciencia
produce en el físico, o sea las vibraciones a voluntad. Este poder,
por supuesto, puede adquirirse únicamente mediante las
instrucciones, ejercicios y prácticas apropiadas, siendo la ciencia
que las enseña, la de la «transmutación mental», una de la rama de
la Filosofía Hermética.
Un poco de reflexión sobre lo que hemos dicho
mostrará que el Principio de Vibración está oculto tras todos los
maravillosos fenómenos de los poderes manifestados por los Maestros
y Adeptos, quienes pueden aparentemente eludir las leyes de la
Naturaleza, pero que, realmente, no hacen más que emplear una ley
contra otra, un principio contra otros, y que llevan a cabo sus
resultados modificando las vibraciones de las cosas materiales o de
las energías, realizando así lo que comúnmente llamamos milagros.