PERDONAR
Cuando mi cabeza se despejó, tomé conciencia de algo frío y húmedo
contra mi mejilla derecha. Abrí con lentitud los ojos. El resto de
mi cuerpo estaba inmovilizado. Durante un instante, el lobo mediano
me miró y me olfateó, con la cola erizada, y luego disparó hacia el
bosque cuando me incorporé para sentarme.
Invadido por un estupor lánguido, recuperé mi mochila bajo la luz
mortecina, me interné en la densa arboleda y armé la carpa, luego de
lo cual casi me desplomé en la bolsa de dormir. Durante un momento
me esforcé por permanecer despierto, intrigado por mi extraño
encuentro con Charlene. ¿Por qué estaba en la otra dimensión? ¿Qué
nos había unido?
A la mañana siguiente me desperté temprano y me preparé una comida
con avena que engullí rápidamente, luego caminé otra vez con cuidado
hacia la pequeña ensenada que había pasado de camino hacia el cerro,
para lavarme la cara y llenar la cantimplora. Todavía me sentía
cansado, pero también ansioso por encontrar a Curtis.
De pronto me sobresaltó el ruido de una explosión, hacia el este.
"Tiene que ser Curtis", pensé mientras corría hasta la carpa. Una
ola de miedo me invadió mientras empacaba; emprendí la marcha en
dirección al sonido de la explosión.
Después de un kilómetro, los bosques terminaban de golpe en un sitio
que parecía una pastura abandonada. Sobre el camino, varios hilos de
alambre de púa oxidado colgaban sueltos entre los árboles. Oteé el
campo abierto y la línea de los árboles y los matorrales densos,
unos cien metros más adelante. En ese momento los arbustos se
abrieron y apareció Curtis, que emprendió una carrera alocada
directamente hacia donde me hallaba yo. Le hice señas, me reconoció
enseguida y disminuyó la velocidad. Cuando me alcanzó, pasó con
cuidado por el alambre de púas y se dejó caer contra un árbol,
respirando agitado.
—¿Qué pasó? —pregunté—. ¿Qué hizo explotar? Movió la cabeza.
—No pude hacer demasiado. Están realizando el experimento bajo
tierra. No tenía suficientes explosivos y... no quería lastimar a la
gente que se encontraba adentro. Sólo pude volar una antena
parabólica externa, lo que con suerte va a demorarlos un poco.
—¿Cómo logró llegar tan cerca?
—Puse las cargas anoche, después de que oscureció. Seguro que no
esperan que haya alguien por acá, porque hay muy pocos guardias
afuera.
Hizo una pausa mientras oíamos el ruido de camionetas a lo lejos.
—Tenemos que salir de este valle —continuó— y conseguir ayuda. Ahora
no nos queda alternativa. Van a venir.
—Espere un momento —dije—. Creo que tenemos una posibilidad de
detenerlos, pero debo encontrar a Maya y a Charlene.
Sus ojos se abrieron.
—¿Se refiere a Charlene Billings?
—Así es.
—La conozco. Hacía investigaciones por contrato para la empresa. No
la veía desde hacía años, pero anoche la vi, entrando en el bunker
subterráneo. Iba con varios hombres, todos fuertemente armados.
—¿La llevaban contra su voluntad?
—No sabría decirlo —respondió Curtis, distraído, concentrado en el
ruido de las camionetas que ahora parecían avanzar en nuestra
dirección—. Tenemos que irnos de acá. Conozco un lugar donde podemos
refugiamos hasta que oscurezca, pero debemos damos prisa. —Volvió a
mirar hacia el este. —Dejé una pista falsa, pero no va a engañarlos
durante mucho tiempo.
—Tengo que contarle qué pasó —dije—. Encontré de nuevo a Wil.
—Está bien, cuéntemelo en el camino —replicó, caminando rápido—.
Debemos movemos.
Miré fuera de la boca de la cueva y a través de la profunda garganta
hasta la pendiente opuesta. Ningún movimiento. Escuché con atención
pero no oí nada. Habíamos caminado en dirección nordeste un
kilómetro y medio, más o menos, y lo más rápido posible le había
contado a Curtis lo que había experimentado en la otra dimensión,
poniendo énfasis en mi creencia de que Williams tenía razón.
Podríamos frenar el experimento si lográbamos encontrar al resto del
grupo y recordar la Visión más amplia.
Me daba cuenta de que Curtis se resistía. Había escuchado un
momento pero después empezó a divagar sobre su asociación anterior
con Charlene. Me sentía frustrado porque no sabía nada que pudiera
explicar qué tenía que ver ella con el experimento. También me dijo
cómo había conocido a David. Me explicó que se habían hecho amigos
después de un encuentro casual en el cual habían salido a relucir
muchas experiencias comunes durante el servicio militar.
Le dije que resultaba significativo que tanto él como yo tuviéramos
una relación con David y que conociéramos a Charlene.
—No sé qué significa —repuso, distraído, y yo lo dejé pasar, pero
sabía que era una prueba más de que todos nos encontrábamos en ese
valle por una razón. Luego seguimos caminando en silencio mientras
Curtis buscaba la cueva. Cuando la hallamos volvió atrás, borró
nuestras huellas con ramas secas de pino y luego se demoró afuera
hasta convencerse de que no nos habían visto.
—La sopa está lista —anunció más tarde. Había usado mi calentador y
mi agua para cocinar el último alimento deshidratado que me quedaba.
Me acerqué, serví un bol para cada uno y después volví a sentarme en
la boca de la cueva, mirando para afuera.
—¿Así que cree que este grupo puede reunir suficiente energía como
para provocar un efecto en esta gente? —preguntó.
—No lo sé con exactitud —respondí—. Tenemos que averiguarlo.
Meneó la cabeza.
—No creo que sea posible algo así. Es probable que lo único que haya
logrado con mis pequeños explosivos haya sido irritarlos y ponerlos
en guardia. Van a traer más gente, pero no creo que se detengan.
Deben de tener una antena de repuesto por ahí. Tal vez debería haber
volado la puerta. Podría haberlo hecho. Pero no pude llegar a eso.
Charlene estaba adentro, y quién sabe cuántos más. Tendría que haber
acortado el tiempo y me habrían atrapado... pero tal vez habría
valido la pena.
—No, no piense eso —dije—. Encontraremos otra manera.
—¿Cómo?
—Ya se nos ocurrirá.
De pronto oímos de nuevo el débil sonido de vehículos y al mismo
tiempo noté movimiento en la pendiente, más abajo.
—Hay alguien —señalé.
Nos agazapamos y miramos con atención. La figura volvió a moverse,
oculta en parte por la maleza.
—Es Maya —dije, incrédulo.
Curtis y yo nos miramos un largo rato.
Al fin, hice un movimiento para levantarme.
—Iré por ella.
Me tomó del brazo.
—Agáchese y, si los vehículos se acercan, déjela y vuelva. No se
arriesgue a que lo vean.
Asentí y corrí con cuidado pendiente abajo. Cuando estuve bastante
cerca, me detuve y escuché. Las camionetas seguían acercándose. La
llamé en voz baja. Se quedó paralizada un momento, después me
reconoció y subió la pendiente rocosa hasta donde yo me hallaba.
—¡Me parece increíble haberlo encontrado! —exclamó al tiempo que me
presionaba el cuello con la mano.
La llevé hasta la cueva y la ayudé a pasar por la abertura de la
roca. Parecía agotada y tenía los brazos cubiertos de rasguños,
algunos de los cuales todavía
sangraban.
—¿Qué pasó? —preguntó—. Oí una explosión y aparecieron esas
camionetas por todas partes.
—¿Alguien la vio venir para este lado? —preguntó Curtis con
irritación. Estaba de pie y miraba hacia afuera.
—Creo que no —contestó—. Pude esconderme. Los presenté rápidamente.
Curtis dijo:
—Iré a echar un vistazo. —Salió por la abertura y desapareció.
Abrí mi mochila y saqué un botiquín de primeros auxilios.
—¿Pudo encontrar a su amigo en la oficina del alguacil?
—No, ni siquiera logré volver al pueblo. Había oficiales en todos
los caminos de regreso. Vi a una mujer a la que conocía y le di una
nota para que se la llevara. Es lo único que pude hacer.
Apliqué un poco de antiséptico sobre una raspadura de la rodilla de
Maya.
—Entonces, ¿por qué no se fue con la mujer que vio? ¿Por qué cambió
de idea y volvió aquí?
Tomó el antiséptico y en silencio empezó a aplicarlo en zonas que yo
no podía alcanzar. Luego, habló:
—No sé por qué regresé. Tal vez porque no cesaba de tener esos
recuerdos. —Me miró. —Quiero entender qué está ocurriendo.
Me senté frente a ella y le hice una síntesis de todo lo que había
pasado desde nuestra separación, sobre todo la información que Wil y
yo habíamos recibido sobre el proceso grupal de superar el
resentimiento para encontrar la Visión Global.
Me miró abrumada, pero en apariencia aceptando su papel.
—Noté que ya no renquea.
—Sí, supongo que desapareció cuando recordé de dónde venía.
Me miró un instante y dijo:
—Somos sólo tres. Usted dijo que Williams y Feyman habían visto a
siete. ¿Dónde cree que están?
—No sé —respondí—. Pero me alegra que esté acá. Usted es la que
entiende de fe y visualización.
Una mirada de terror le cruzó la cara.
A los pocos minutos llegó Curtis y nos dijo que no había visto nada
fuera de lo común; luego se sentó lejos de nosotros para terminar su
comida. Me levanté, serví otro plato y se lo di a Maya.
Curtis se inclinó y le alcanzó su cantimplora.
—¿Sabe? —dijo—. Corrió un riesgo enorme al caminar por acá tan
expuesta. Podría haberlos conducido directamente hasta nosotros.
Maya me dirigió una mirada y luego replicó, un poco a la defensiva:
—¡Estaba tratando de escapar! No sabía que ustedes estaban acá. Ni
siquiera habría venido para este lado de no haber sido por los
pájaros.
—Bueno, tiene que entender que nos encontramos en una situación muy
difícil —la interrumpió Curtis—. Todavía no detuvimos este
experimento. —Se levantó, volvió a salir y se sentó detrás de una
roca grande, junto a la abertura.
—¿Por qué está tan furioso conmigo? —preguntó Maya.
—Usted dijo que tenía recuerdos. Maya. ¿De qué tipo?
—Qué sé yo... De otra época, supongo. Como que trato de frenar algo
violento. Por eso me resulta todo tan extraño.
—¿Curtis le resulta familiar? Hizo un esfuerzo de concentración.
—Tal vez, no sé. ¿Por qué?
—¿Recuerda que antes le hablé de una visión de todos nosotros en el
pasado, durante las guerras de los americanos nativos? Bueno, a
usted la mataban, y había alguien más, que al parecer la seguía y
también lo mataban. Creo que era Curtis.
—¿Él me culpa? Oh, Dios, con razón está tan enojado.
—Maya, ¿recuerda algo sobre lo que hacían los dos? Cerró los ojos y
otra vez trató de pensar. De repente me miró y dijo:
—¿También había un americano nativo? ¿Un chamán?
—Sí —respondí—. También lo mataban.
—Estábamos pensando en algo... —De pronto me miró a los ojos. —No,
estábamos visualizando. Creíamos que podíamos parar la guerra... Es
todo lo que veo.
—Tiene que hablar con Curtís y superar este enojo. Es parte del
proceso de recordar.
—¿Habla en serio? ¿Con lo enojado que está?
—Iré a hablarle yo primero —dije, poniéndome de pie.
Asintió y me alejé. Fui hasta la boca de la cueva y me arrastré
hasta donde se hallaba Curtís. ' —¿En qué piensa? —pregunté.
Me miró un poco incómodo.
—Pienso que su amiga tiene algo que me saca de quicio.
—¿Qué siente, exactamente?
—No sé. Me sentí mal en cuanto la vi. Tuve la sensación de que
podía cometer algún error y exponemos o permitir que nos capturen.
—¿Que nos maten, quizás?
—¡Sí, que nos maten! —La fuerza del tono nos sorprendió a los dos.
Curtis respiró hondo y se encogió de hombros.
—¿Se acuerda de las visiones que le mencioné de la época de las
guerras de los americanos nativos en el siglo XIX?
—Vagamente —murmuró.
—Bueno, en ese momento no se lo dije, pero creo que los vi a usted y
a Maya juntos. Curtis, a los dos los mataron unos soldados.
Levantó la vista.
—¿Y usted cree que por eso estoy enfadado con ella? Sonreí.
En ese momento, una leve disonancia invadió el aire y los dos oímos
el sonido inarticulado.
—Maldición —exclamó—. Están disparando otra vez.
Lo tomé del brazo.
—Curtis, tenemos que averiguar qué trataban de hacer Maya y usted en
aquel momento, por qué fallaron y qué quieren que sea distinto esta
vez.
Sacudió la cabeza.
—Ni siquiera sé si creo mucho en todo esto; no sabría por dónde
empezar.
—Considero que si habla con ella algo va a surgir. Se limitó a
mirarme.
—¿Lo intentará?
Asintió y volvimos a la cueva. Maya sonrió con torpeza.
—Lamento haberme mostrado tan enojado —se disculpo Curtis—. Al
parecer, es posible que esté enojado por algo que pasó hace mucho
tiempo.
—Olvídelo —dijo ella—. Ojalá pudiéramos recordar qué tratábamos de
hacer. Curtis la miró fijo.
—Creo recordar que usted hace algo relacionado con alguna clase de
sanación. —Me miró. —¿Usted me lo dijo?
—No creo —respondí—, pero es cierto.
—Soy médica —explicó Maya—. En mi trabajo uso la fe e imágenes
positivas.
—¿Fe? ¿Quiere decir que trata a la gente desde una perspectiva
religiosa?
—Bueno, sólo en un sentido general. Cuando hablé de fe, me refería a
la fuerza energética que proviene de la esperanza humana. Trabajo en
una clínica donde tratamos de entender la fe como un proceso mental
real, como medio para ayudar a crear el futuro.
—¿Y cómo llegó a todo eso? —preguntó Curtis. Miró a Curtis y después
a mí.
—Toda mi vida me preparó para analizar la idea de cura. —Continuó
contándole a Curtís la misma historia de su vida que me había
relatado antes, incluida la tendencia de la madre a preocuparse y su
temor a enfermarse de cáncer. Mientras Maya hablaba de todo lo que
le había ocurrido. Curtis y yo le hacíamos preguntas. Al escucharla
y darle energía, el cansancio que había evidenciado empezó a
aflojar, sus ojos se iluminaron poco a poco y se sentó más derecha.
Curtis le preguntó:
—¿Cree que la preocupación y la visión negativa de su madre respecto
de su futuro afectaron su salud?
—Sí. Los seres humanos atraemos a nuestras vidas dos tipos
particulares de hechos: lo que creemos y lo que tememos. Pero lo
hacemos de manera inconsciente. Como médica, creo que podría ganarse
mucho si concientizáramos plenamente el proceso.
Curtis asintió.
—¿Pero cómo se hace?
Maya no respondió. Se puso de pie y miró a lo lejos, con una mirada
llena de pánico.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Acabo de... ver lo que pasó durante las guerras.
—¿Qué pasó? —preguntó Curtis. Lo miró.
—Recuerdo que estábamos en los bosques. Puedo verlo todo: los
soldados, el humo de la pólvora.
Curtis cayó en una profunda reflexión; era obvio que trataba de
capturar el recuerdo.
—Yo estaba —masculló—. ¿Por qué estaba ahí? —Miró a Maya. —¡Usted me
llevó a ese lugar! Yo no sabía nada: era sólo un veedor del
Congreso. ¡Usted me dijo que podíamos detener la lucha!
Ella se volvió, tratando de entender.
—Pensé que podíamos... Hay una forma... Espere un momento, no
estábamos solos. —Se dio vuelta y me miró, ahora con una expresión
de rabia dibujada en la cara. —Usted también estaba, pero nos
abandonó. ¿Por qué nos dejó?
Su afirmación activó el recuerdo que había recuperado antes. Les
dije a ambos lo que había visto, describí a los otros que también
estaban allí: los ancianos de varias tribus, Charlene, yo. Expliqué
que un anciano manifestó un firme apoyo a los esfuerzos de Maya,
pero creía que el momento no era el indicado y sostenía que las
tribus todavía no habían encontrado su visión correcta. Les dije que
otro jefe había estallado de rabia ante las atrocidades cometidas
por los soldados blancos.
—No pude quedarme —les dije. Describí mi recuerdo de la experiencia
con los franciscanos. —No pude evitar la necesidad de huir. Tenía
que salvarme. Lo siento.
Maya parecía perdida en sus pensamientos. Le toqué el brazo.
—Los ancianos sabían que no podía funcionar y Charlene confirmó que
todavía no habíamos recordado la sabiduría de los antepasados.
—Entonces, ¿por qué se quedó con nosotros uno de los jefes?
—preguntó Maya.
—Porque no quería que ustedes dos murieran solos.
—¡Yo no quería morir! —exclamó Curtis con violencia, mirando a
Maya—. Usted me guió mal.
—Lo lamento —se excusó ella—. No recuerdo qué fue lo que salió mal.
—Yo sí sé qué salió mal —dijo él—. Usted creyó que podía detener una
guerra simplemente porque así lo deseaba.
Maya lo miró un momento y luego me miró a mí.
—Tiene razón. Estábamos visualizando que los soldados debían
suspender su agresión, pero no contábamos con una imagen clara de
cómo ocurriría. No dio resultado porque no teníamos toda la
información. Todos visualizábamos a partir del miedo, no de la fe.
Funciona igual que el proceso de sanar nuestros cuerpos. Cuando
recordamos lo que en realidad se supone que debemos hacer en la
vida, eso puede restablecer nuestra salud. Cuando podemos recordar
lo que se supone que toda la humanidad debe hacer, empezando ya
mismo, a partir de este momento, podemos sanar el mundo.
—Aparentemente —continué yo—, nuestra Visión del Nacimiento contiene
no sólo lo que pensamos hacer en forma individual en la dimensión
física, sino también una visión más amplia de lo que los seres
humanos han tratado de hacer a lo largo de toda la historia y los
detalles del lugar adonde vamos y cómo llegar allí. Lo único que
debemos hacer es amplificar nuestra energía y compartir nuestras
intenciones de Nacimiento, y entonces podemos recordar.
Antes de que Maya respondiera. Curtis se puso de pie de un salto y
fue hasta la boca de la cueva.
—Oí algo —dijo—. Hay alguien afuera. Maya y yo nos agachamos a su
lado, tratando de ver.
Nada se movía; entonces me pareció detectar el ruido de roce de
alguien que caminaba.
—Voy a verificar —anunció Curtis, y salió. Miré a Maya.
—Mejor voy con él.
—Yo también voy —dijo ella.
Seguimos a Curtis por la pendiente hasta una saliente desde donde
podíamos ver directamente la garganta situada entre las dos colinas.
Un hombre y una mujer, en parte ocultos por la maleza, cruzaban las
rocas más abajo, en dirección al oeste.
—¡Esa mujer está en problemas! —exclamó Maya.
—¿Cómo lo sabe? —pregunté.
—Lo sé. Me resulta familiar.
La mujer se volvió una vez y el hombre la empujó en forma
amenazadora, exponiendo una pistola que llevaba en la mano derecha.
Maya se inclinó hacia adelante, mirándonos.
—¿Vieron eso? Debemos hacer algo.
Miré con más atención. La mujer tenía el pelo claro y llevaba
puestos unos pantalones de fajina verdes con bolsillos en las
piernas y una remera. En un momento se volvió y le dijo algo a su
captor; luego nos miró un instante, lo que me dio la oportunidad de
verle la cara.
—Es Charlene —dije—. ¿Adónde creen que la lleva?
—¿Quién sabe? —contestó Curtis—. Miren, creo que puedo ayudar, pero
tengo que hacerlo solo. Necesito que los dos se queden acá.
Protesté, pero Curtis no aceptaba hacerlo de otra manera. Lo vimos
dirigirse hacia la izquierda y bajar por la pendiente hasta la zona
de los bosques. Desde allí se arrastró en silencio hasta otra
saliente de roca, justo a tres metros del fondo de la garganta.
—Van a tener que pasar justo al lado de él —le dije a Maya.
Observamos ansiosos cómo se acercaban a las rocas. En el preciso
instante en que pasaban. Curtis saltó colina abajo y cayó sobre el
hombre, al que derribó. Lo aferró de la garganta de una manera muy
peculiar hasta que dejó de moverse. Charlene se echó atrás,
asustada, e hizo el amago de echar a correr.
—¡Charlene, espera! —gritó Curtis. Charlene se detuvo y dio un paso
adelante con mucha cautela. —Soy Curtis Farrell. Trabajamos juntos
en DelTech, ¿te acuerdas? Estoy aquí para ayudarte.
Ella lo reconoció y se acercó. Maya y yo bajamos con cuidado la
colina. Cuando Charlene me vio, se quedó helada; luego corrió a
abrazarme. Curtis se abalanzó sobre nosotros y nos arrojó al suelo.
—Agáchense —ordenó—. Podrían vemos. Ayudé a Curtis a atar al guardia
con un rollo de cinta que encontramos en su bolsillo, y lo subimos
por la pendiente hasta el monte.
—¿Qué le hiciste? —preguntó Charlene. Curtis le revisaba en ese
momento los bolsillos.
—Lo dejé knock out. Nada más. Se pondrá bien. Maya se agachó
para verificar su pulso.
Charlene se volvió hacia mí buscando mi mano.
—¿Cómo llegaste acá? —preguntó.
Tomé aliento y le conté que me habían llamado de su oficina para
informarme sobre su desaparición, que había encontrado el dibujo y
había llegado al valle para buscarla.
Sonrió.
—Hice el mapa con la intención de llamarte, pero salí tan rápido que
no tuve tiempo... —Su voz se apagó al mirarme a los ojos. Luego
dijo:
—Creo que te vi ayer, en la otra dimensión. La llevé a un costado,
lejos de los demás.
—Yo también te vi, pero no pude comunicarme contigo.
Mientras nos mirábamos sentí que mi cuerpo se volvía más liviano,
que me invadía una ola de amor orgásmico, centrado no en mi zona
pélvica sino alrededor de la parte exterior de mi piel. Al mismo
tiempo, sentía que caía en los ojos de Charlene. Su sonrisa se
intensificó, y me di cuenta de que ella sentía lo mismo.
Un movimiento de Curtis rompió el hechizo; me percaté de que tanto
él como Maya nos miraban.
Miré de nuevo a Charlene.
—Quiero contarte lo que ha estado pasando —dije, y le describí que
había visto otra vez a Wil, que había descubierto lo de la
polarización del Miedo y el grupo que regresaba. —Charlene, ¿cómo
entraste en la dimensión de la Otra Vida?
Bajó la cabeza.
—Todo esto es culpa mía. Hasta ayer no supe lo peligroso que era.
Le hablé a Feyman de las revelaciones. Mientras tú estabas todavía
en Perú, descubrí otro grupo que conocía las Nueve Revelaciones, y
las estudié con ellos en profundidad. Tuve muchas de las
experiencias que mencionabas en la carta que me escribiste. Más
tarde, vine a este valle con un amigo porque habíamos oído decir que
los lugares sagrados de aquí estaban conectados de alguna manera
con la Décima Revelación. Mi amigo no experimentó nada en especial,
pero yo sí, y me quedé para explorar. Fue entonces cuando encontré a
Feyman, que me empleó para que le enseñara lo que sabía. A partir de
ese momento estaba conmigo todo el tiempo. Insistía en que no
llamara a mi oficina, por razones de seguridad; entonces escribí
cartas cambiando los horarios de todas mis citas. Supongo que
interceptaba mis cartas; por eso todos pensaron que había
desaparecido.
"Con Feyman exploré la mayoría de los vórtices, en especial los de
la loma de Codder y las cascadas. Él no podía sentir la energía
personalmente, pero más tarde me di cuenta de que nos rastreaba en
forma electrónica y obtenía cierto perfil de energía de mí cuando
llegábamos al lugar. Después podía agrandar la zona y encontrar la
localización exacta del vórtice, por medios electrónicos. Miré a
Curtis, que asintió a guisa de confirmación. Los ojos de Charlene se
llenaron de lágrimas.
—Me engañó por completo. Dijo que trabajaba en una fuente muy barata
de energía que nos liberaría a todos. Me envió a zonas remotas del
monte durante gran parte de la experimentación. Sólo más tarde,
cuando lo enfrenté, admitió los peligros de lo que estaba haciendo.
Curtis se volvió para mirar a Charlene.
—Feyman Carter era el jefe de ingenieros de DelTech. ¿Te acuerdas?
—No —dijo ella—, pero es quien controla por entero el proyecto.
Ahora hay otra empresa involucrada, y tienen estos hombres armados;
Feyman los llama "operativos". Al final le dije que me iba, y fue
entonces cuando me puso bajo vigilancia. Cuando le dije que nunca
lograría salirse con la suya en esto, se rió. Se jactó de tener en
el Ministerio del Interior a alguien que trabajaba con él.
—¿Adónde te mandaba? —preguntó Curtis. Charlene sacudió la cabeza.
—No tengo idea.
—No creo que tuviera intenciones de dejarte con vida —opinó Curtis—.
No después de decirte eso.
Un silencio angustiado se abatió sobre el grupo...
—Lo que no entiendo —dijo al final Charlene— es por qué aquí, en
este monte. ¿Qué quiere con estas localizaciones de energía?
La mirada de Curtis y la mía volvieron a cruzarse, y él dijo
entonces:
—Experimenta con una forma de centralizar esta fuente de energía que
encontró concentrándose en las sendas dimensionales de este valle.
Por eso es tan peligroso.
Noté que Charlene miraba a Maya y sonreía. Maya le devolvió la
mirada con expresión cálida.
—Cuando estaba en las cascadas —contó Charlene— pasé a la otra
dimensión y todos los recuerdos me vinieron a la mente. —Me miró.
—Después pude volver varias veces, incluso cuando estaba vigilada,
ayer. Fue cuando te vi a ti... —me dijo.
Hizo una pausa y volvió a mirar al grupo.
—Vi que nos hallamos todos acá para detener este experimento, si
podemos recordar algo. Maya la miraba con atención.
—Entendiste lo que queríamos hacer durante la batalla con los
soldados y nos ayudaste —dijo—. Aun sabiendo que no podía salir
bien.
La sonrisa de Charlene me reveló que recordaba.
—Hemos recordado la mayor parte de lo que pasó
—comenté—. Pero hasta ahora no hemos podido recordar cómo planeamos
hacerlo de otra manera esta vez. ¿Te acuerdas?
Charlene meneó la cabeza.
—Sólo algunas partes. Sé que debemos identificar nuestros
sentimientos inconscientes recíprocos para poder seguir adelante.
—Me miró a los ojos e hizo una pausa.
—Todo esto forma parte de la Décima Revelación... sólo que todavía
no se ha escrito en ninguna parte. Va surgiendo de manera
intuitiva. Asentí.
—Lo sabemos.
—Parte de la Décima es una ampliación de la Octava. Sólo un grupo
que actúe siguiendo plenamente la Octava Revelación puede lograr
este tipo de lucidez superior.
—No puedo seguirte —dijo Curtis.
—La Octava se refiere a saber cómo elevar a los demás —explicó—,
saber cómo enviar energía concentrándonos en la belleza y la
sabiduría del yo superior del otro. Este proceso puede elevar el
nivel de energía y creatividad al grupo de manera exponencial. Por
desgracia, a muchos grupos les cuesta elevarse entre sí de esta
manera, aun cuando los individuos involucrados sean capaces de
hacerlo en otros momentos. Esto ocurre sobre todo si el grupo está
orientado hacia el trabajo, un grupo de empleados, por ejemplo, o
gente que se reúne para crear un proyecto único de algún tipo,
porque muchas veces estas personas han estado juntas antes. El
problema es que surgen viejas emociones de vidas pasadas y se
interponen.
"Nos toca trabajar con alguien y en forma automática nos desagrada,
sin saber exactamente por qué. O puede pasar justo lo contrario; que
no le agrademos a la otra persona, también por razones que no
comprendemos. Las emociones que surgen pueden ser celos, irritación,
envidia, resentimiento, amargura, culpa o cualesquiera otras. Lo que
intuimos con claridad es que ningún grupo puede alcanzar su máximo
potencial si los participantes no tratan de entender y superar estas
emociones.
Maya se inclinó hacia adelante.
—Es justo lo que hemos estado haciendo: superar las emociones que
aparecieron, los resentimientos de cuando estuvimos juntos antes.
—¿Te fue mostrada tu Visión del Nacimiento? —pregunté.
—Sí —respondió Charlene—. Pero no logré ir más lejos. No tenía
suficiente energía. Lo único que vi es que se formaban grupos y que
yo debía estar aquí, en este valle, en un grupo de siete. ¿Dónde
estaban los otros?
En ese momento atrajo nuestra atención el ruido de otro vehículo,
hacia el norte, a lo lejos.
—No podemos quedarnos acá —dijo Curtis—. Estamos demasiado
expuestos. Regresemos a la cueva.
Charlene terminó lo que quedaba de la comida y me dio el plato. Como
no tenía más agua, lo guardé sucio en mi mochila y me senté otra
vez. Curtis entró por la boca de la caverna y se sentó frente a mí
al lado de Maya, quien le sonrió débilmente. Charlene estaba sentada
a mi izquierda. El operativo había quedado fuera de la cueva,
todavía atado y amordazado.
—¿Está todo bien afuera? —le preguntó Charlene a Curtis.
Él parecía nervioso.
—Supongo que sí, pero oí más ruidos al norte. Creo que tendremos que
quedamos aquí hasta que oscurezca.
Durante un momento nos limitamos a miramos, mientras cada uno
trataba de elevar su energía.
Al fin, los miré a todos y les hablé del proceso de llegar a la
Visión Global que había visto con el grupo de almas de Feyman. Al
terminar, miré a Charlene y le pregunté:
—¿Qué más recibiste respecto de ese proceso de esclarecimiento?
—Lo único que entendí —respondió Charlene— es que el proceso no
puede empezar hasta no retomar por completo al amor.
—Es fácil decirlo —objetó Curtis—. La cuestión es hacerlo.
Nos miramos y simultáneamente nos dimos cuenta de que la energía se
trasladaba a Maya.
—La clave reside en reconocer la emoción, tomar plena conciencia del
sentimiento y luego comunicarlo con honestidad, por torpes que
puedan resultar nuestros intentos. Esto trae toda la emoción a la
conciencia presente y a la larga permite relegarla al pasado, que es
el lugar al cual pertenece. Por eso, pasar por el a veces largo
proceso de decirlo, discutirlo, ponerlo sobre el tapete, nos
ilumina, de modo que podemos retomar a un estado de amor, que es la
emoción más elevada.
Durante un instante todos nos miramos; me di cuenta de que la mayor
parte de la emoción negativa se había disipado.
—Espera un momento —dije—. ¿Y Charlene? Tiene que haber emociones
residuales hacia ella. —Miré a Maya. —Sé que usted sintió algo.
—Sí —respondió Maya—. Pero sólo cosas positivas, un sentimiento de
gratitud. Ella se quedó y trató de ayudar... —Maya hizo una pausa
para estudiar la cara de Charlene. —Trataste de decimos algo, algo
sobre los ancestros. Pero no hicimos caso.
Me adelanté hacia Charlene.
—¿A ti también te mataron? Maya respondió por ella:
—No, no la mataron. Había ido a tratar de llamar a los soldados una
vez más.
—Así es. Pero las tropas se habían ido. Maya preguntó:
—¿Quién más siente algo hacia Charlene?
—Yo no siento nada —dijo Curtis.
—¿Y tú, Charlene? —pregunté—. ¿Qué sientes hacia nosotros?
Durante un momento su mirada recorrió a cada integrante del grupo.
—No me parece que exista ningún sentimiento residual hacia Curtis
—dijo—. Y hacia Maya todo es positivo. —Sus ojos se fijaron en los
míos. —Hacia ti creo que siento un poco de rencor.
—¿Por qué? —pregunté.
—Porque eras tan práctico e indiferente, eras un hombre
independiente que no estaba dispuesto a comprometerse si la
sincronización no era perfecta.
—Charlene —dije—. Ya me había sacrificado por esas revelaciones como
un monje. Sentía que habría sido inútil. Mis protestas la irritaron;
miró para otra parte. Maya me tocó el brazo.
—Su comentario fue defensivo. Si usted responde de esa manera, la
otra persona no se siente escuchada. La emoción que alberga queda en
su mente porque sigue pensando maneras de hacerlo entender, de
convencerlo. O pasa a ser inconsciente y entonces lo que ensombrece
la energía entre los dos es un malestar. Sea como fuere, la emoción
sigue siendo un problema que se interpone en el camino. Le sugiero
que reconozca cómo podía estar sintiéndose ella.
Miré a Charlene.
—Ah, comprendo. Ojalá hubiera podido ayudar. Tal vez podría haber
hecho algo si hubiera tenido el coraje. Charlene asintió y sonrió.
—¿Y usted? —preguntó Maya, mirándome—. ¿Qué siente por Charlene?
—Supongo
que siento un poco de culpa —respondí—. No tanta culpa por la
guerra, sino por el presente, por esta situación. Me había mantenido
alejado durante varios meses. Creo que si hubiera hablado contigo
inmediatamente después de llegar de Perú, tal vez podríamos haber
frenado antes el experimento y nada de esto estaría pasando.
Nadie respondió.
—¿Hay algún otro sentimiento? —preguntó Maya.
Nos miramos.
En ese momento, bajo la dirección de Maya, cada uno se concentró en
su conexión interior para reunir toda la energía posible. Al enfocar
la belleza que me rodeaba, una oleada de amor me recorrió el cuerpo.
El color apagado de las paredes de la cueva y el suelo empezaron a
encenderse y brillar. La cara de cada una de las personas adquirió
más energía. Un estremecimiento hizo vibrar mi espina dorsal.
—Ahora —indicó Maya—. Estamos listos para averiguar qué pensábamos
hacer esta vez... —Volvió a hundirse en una profunda reflexión.
—Yo... sabía que esto iba a pasar —dijo al fin—. Esto era parte de
mi Visión del Nacimiento; debía dirigir el proceso de amplificación.
Cuando tratamos de detener la guerra contra los americanos nativos,
no sabíamos cómo hacerlo.
Mientras hablaba, noté un movimiento detrás de ella, en la pared de
la cueva. Al principio pensé que era un reflejo de luz, pero luego
detecté una sombra verde oscuro exactamente igual a la que había
percibido antes, cuando observaba el grupo de almas de Maya. Al
esforzarme por enfocar el globo de luz, de unos treinta
centímetros, se agrandó hasta formar una escena holográfica que se
calcó directamente en la pared, llena de formas humanoides difusas.
Miré a los demás; nadie parecía ver la imagen, excepto yo.
Sabía que era el grupo de almas de Maya, y en cuanto tuve esa
certeza empecé a recibir un torrente de información intuitiva.
Volví a ver su Visión del Nacimiento, su intención superior de nacer
en su familia particular, la enfermedad de su madre, el consiguiente
interés en la medicina, en especial la conexión mente/cuerpo, y
ahora este encuentro. Oí claramente que ningún grupo puede alcanzar
su poder creativo total hasta no concientizar y luego amplificar su
energía.
—Una vez libre de las emociones —decía ahora Maya—, un grupo puede
superar con mayor facilidad las luchas y los dramas de poder y
encontrar su creatividad plena. Pero tenemos que hacerlo de manera
consciente, encontrando una expresión personal superior en cada
cara.
La mirada interrogante de Curtis trajo aparejada una explicación más
amplia.
—Tal como
lo revela la Octava Revelación —continuó Maya—, si miramos bien la
cara de otra persona, podemos derribar cualquier fachada o defensa
del yo que pueda haber y encontrar la expresión auténtica del
individuo, su yo real. En general, la mayoría de las personas no
saben qué mirar cuando se hablan. ¿Los ojos? Cuesta concentrarse en
los dos. ¿Cuál, entonces? ¿O sería mejor enfocar el rasgo más
sobresaliente, como la nariz o la boca?
"En
realidad, estamos llamados a enfocar toda la cara, que con su
singularidad de luz y sombra y disposición de los rasgos es como
una mancha de tinta. Pero dentro de esa colección de rasgos podemos
encontrar una expresión auténtica, el alma que se adelanta. Cuando
nos concentramos en el amor, la energía afectiva es enviada a este
aspecto del yo superior de la persona, y la persona parecerá cambiar
ante nuestros ojos al instalarse allí sus mayores capacidades.
"Todos
los grandes maestros enviaron siempre este tipo de energía hacia sus
estudiantes. Por eso fueron grandes maestros. Pero el efecto es aún
mayor con grupos que interactúan de esta manera con cada
integrante, porque cada persona envía energía a las demás, todos los
miembros acceden a otro nivel de sabiduría que tiene más energía a
su disposición, y esta energía más elevada es enviada de vuelta a
todos los demás en lo que pasa a ser un "efecto invernadero".
Miré a
Maya tratando de encontrar su expresión superior. Ya no parecía
cansada ni renuente para nada. Sus rasgos revelaban, en cambio, una
certeza y un talento que no había expresado antes. Miré a los otros
y vi que se concentraban también en Maya. Cuando volví a mirarla,
noté que parecía abrevar en el verde de su grupo de almas. Ya no
sólo absorbía su conocimiento; daba la impresión de moverse en una
suerte de armonía con ellas.
Maya había dejado de hablar y respiraba hondo. Sentí que la energía
se apartaba de ella.
—Siempre supe que los grupos podían adquirir un nivel superior de
funcionamiento —dijo de pronto Curtis—, sobre todo en los ambientes
de trabajo. Pero no había podido vivenciarlo hasta ahora... Ahora
entré en esta dimensión para participar en la transformación de la
empresa y transmitir esta visión a la creatividad empresarial, para
poder utilizar al fin las nuevas fuentes de energía de la manera
correcta e implementar la automatización de la producción de la
Novena Revelación.
Hizo una pausa, pensativo, y agregó: —Es decir, la empresa es
acusada muchas veces de ser el malo ambicioso, sin control y sin
conciencia. Y supongo que fue así en el pasado. Pero siento que
también la empresa avanzó hacia una conciencia espiritual y que
necesitábamos un nuevo tipo de ética empresarial.
En ese momento vi otro movimiento de luz, directamente detrás de
Curtis. Lo observé durante varios segundos y después me di cuenta de
que también estaba viendo la formación de su grupo de almas. Al
igual que con el grupo de Maya, cuando enfoqué la imagen que
aparecía logré captar su conocimiento colectivo. Curtis había nacido
en el punto culminante de la revolución industrial que se produjo
justo después de la Segunda Guerra Mundial. El poderío nuclear había
sido el triunfo final y el horror impactante de la visión
materialista del mundo, y él había llegado con la visión de que el
avance tecnológico ahora podía hacerse consciente, y moverse, con
plena conciencia, hacia su propósito determinado.
—Recién ahora —dijo de pronto Curtis— estamos listos para comprender
cómo hacer evolucionar a la empresa y la consiguiente nueva
tecnología de una manera consciente; todas las medidas están en su
lugar. No es casual que una de las categorías estadísticas más
importantes de la economía sea el índice de productividad: el
registro de cuántos bienes y servicios produce cada individuo en
nuestra sociedad. Los aumentos de productividad han crecido en forma
constante debido a los descubrimientos tecnológicos y al uso más
amplio de los recursos naturales y la energía. A lo largo de los
años, el individuo ha ido encontrando cada vez más formas de crear.
Mientras hablaba, me vino una idea a la mente. Al principio decidí
guardarla para mí, pero luego todos me miraron.
—¿El daño ambiental que está causando el crecimiento económico no
constituye una limitación natural para la empresa? No podemos seguir
como hasta ahora, porque el medio ambiente va a romperse,
literalmente. Muchos de los peces del océano ya están tan
contaminados que no podemos comerlos. Las tasas de cáncer aumentan
en forma exponencial. Hasta la Asociación Médica dice que las
mujeres y los niños no deben comer verduras comerciales debido a los
residuos de pesticidas. Si esto continúa, ¿se imaginan qué clase de
mundo les dejaremos a nuestros hijos?
Apenas terminé de decir esto, recordé lo que Joel había dicho antes
sobre el colapso del ambiente. Sentí cómo mi energía bajaba al
experimentar el mismo Miedo.
De pronto me golpeó un brote de energía cuando todos me miraron en
un esfuerzo por volver a encontrar mi verdadera expresión. Enseguida
restablecí mi conexión interna.
—Tiene razón —dijo Curtis—, pero nuestra respuesta a este problema
ya está cambiando. Hemos avanzado en la tecnología como en un túnel
inconsciente, olvidando que vivimos en un planeta orgánico, un
planeta de energía. No obstante, una de las áreas empresariales más
creativas es la del campo de control de la contaminación.
"Nuestro problema fue tratar de depender del Estado para controlar a
los contaminadores. La contaminación es contraria a la ley desde
hace tiempo, pero nunca bastarán las reglamentaciones estatales para
evitar que se arrojen ilegalmente desechos químicos o que se
ventilen las chimeneas a medianoche. Esta contaminación de la
biosfera no terminará del todo hasta que una ciudadanía alarmada
saque sus grabadoras de video y pesque a esta gente in fraganti. En
cierto modo, la empresa y los empleados de la empresa deben
reglamentarse a sí mismos.
Maya se inclinó hacia adelante.
—Yo veo otro problema con la forma en que evoluciona la economía.
¿Qué pasa con todos los trabajadores desalojados que pierden sus
trabajos debido a que la economía cada vez se automatiza más? ¿Cómo
pueden sobrevivir? Antes teníamos una clase media grande, y ahora
disminuye con rapidez.
Curtis sonrió y le brillaron los ojos. La imagen de su grupo de
almas creció detrás de él.
—Estas personas desplazadas sobrevivirán aprendiendo a vivir de
manera intuitiva y sincrónica —pronosticó—. Todos tenemos que
entenderlo: no hay vuelta atrás. Ya estamos viviendo la era de la
información. Cada uno tendrá que educarse lo mejor que pueda, ser
experto en algo para poder estar en el lugar indicado para asesorar
a otro, o prestar otro servicio. Cuanto más técnica sea la
automatización y más rápido cambie el mundo, más información
necesitaremos de la persona indicada que llegue a nuestras vidas en
el momento justo. No hace falta una educación formal para eso; sólo
un nicho que uno se cree para sí mismo a través de la autoformación.
"No obstante, para que este flujo se establezca de manera óptima en
toda la economía, los propósitos declarados de las empresas deben
alcanzar una conciencia superior. Nuestras intuiciones orientadoras
se vuelven más claras cuando enfocamos la empresa desde una
perspectiva evolucionista. Nuestros planteos deben cambiar. En vez
de preguntamos qué producto o servicio podemos producir para ganar
más dinero, empezamos a preguntamos qué podemos producir que libere
e informe y haga que el mundo sea mejor y al mismo tiempo asegure un
delicado equilibrio ambiental.
"A la ecuación de la libre empresa se suma un nuevo código de ética.
Tenemos que despertar, estemos donde estemos, y preguntamos: "¿Qué
estamos creando? ¿Responde en forma consciente al objetivo general
para el cual fue inventada la tecnología en primer lugar, el de
facilitar la subsistencia día a día, para que la orientación
dominante de la vida pase de la mera supervivencia y la comodidad al
intercambio de información espiritual pura?". Todos debemos ver que
tenemos una participación en la evolución hacia costos de
subsistencia cada vez menores hasta que los medios básicos de
supervivencia resulten prácticamente gratis.
"Podemos avanzar hacia un capitalismo de veras ilustrado si, en vez
de recargar todo lo que el mercado puede soportar, seguimos una
nueva ética empresarial basada en bajar nuestros precios a un
porcentaje específico como declaración consciente del destino que
queremos para la economía. Este sería el equivalente empresarial de
sumamos a la fuerza de "pagar el diezmo" de la Novena Revelación.
Charlene se volvió para mirarlo con el rostro luminoso.
—Entiendo lo que dices. Quieres decir que si todas las empresas
reducen los precios en un diez por ciento, el costo de vida de
todos, incluidos la materia prima y las provisiones de las empresas
mismas, también bajará.
—Eso es. Aunque algunos precios podrían subir temporariamente cuando
cada uno tome en cuenta el verdadero costo de la eliminación de los
residuos y otros efectos ambientales. En general, los precios
disminuirán de manera sistemática de todos modos.
—¿No se produce ya ese proceso a veces, como consecuencia de las
leyes del mercado? —pregunté.
—Sí —respondió Curtis—, por supuesto, pero puede acelerarse si lo
hacemos en forma consciente, pese a que, tal como lo predice la
Novena Revelación, este proceso se verá favorecido por el
descubrimiento de una fuente de energía muy barata. Al parecer,
Feyman la encontró. Pero la energía debe ponerse a disposición de
todos, de la manera menos costosa posible, si se pretende que tenga
el mayor impacto liberador.
A medida que hablaba, parecía inspirarse más. Se volvió y me miró
fijo.
—Es la idea que quise aportar al venir aquí —dijo—. Nunca lo vi con
tanta claridad. Por eso quise tener las experiencias de vida que
tuve; quería estar preparado para transmitir este mensaje.
—¿De veras piensa que la cantidad de gente que baje los precios
bastará para cambiar algo? —preguntó Maya—. ¿Sobre todo si les saca
dinero del bolsillo? Parecería ir en contra de la naturaleza
humana.
Curtis no respondió. Me miró en cambio a mí, al igual que los demás,
como si fuera yo el encargado de responder. Durante un momento
guardé silencio, hasta sentir que la energía se movía.
—Curtis tiene razón —dije al fin—. Lo haremos de todos modos aunque
debamos renunciar a algún beneficio personal a corto plazo. Nada de
esto resultará lógico hasta no comprender la Novena y la Décima
Revelaciones. Si creemos que la vida es sólo una cuestión de
supervivencia personal en un mundo esencialmente sin sentido y
hostil, entonces es lógico centrar toda nuestra inteligencia en
vivir con la mayor comodidad posible y cuidar que nuestros hijos
tengan las mismas oportunidades. Pero si comprendemos las primeras
nueve revelaciones y vemos la vida en términos espirituales como una
evolución espiritual, con responsabilidades espirituales, nuestra
visión cambia por completo.
"Y una vez que empecemos a entender la Décima, veremos el proceso
del nacimiento desde la perspectiva de la Otra Vida, y nos daremos
cuenta de que todos estamos aquí para poner la dimensión terrenal en
armonía con la esfera celestial. Además, la oportunidad y él éxito
constituyen un proceso muy misterioso, y si hacemos funcionar
nuestra vida económica en el flujo del plan general, encontraremos
de manera sincrónica a todas las demás personas que hagan lo mismo,
y de pronto se abrirá para nosotros la prosperidad.
"Lo haremos —continué—, porque de manera individual es allí adonde
nos llevarán la intuición y las coincidencias. Recordaremos más
acerca de nuestras Visiones del Nacimiento y se tornará evidente la
intención que teníamos de hacer determinada contribución al mundo.
Y, lo que es más importante, sabremos que, si no seguimos esa
intuición, no sólo terminarán las coincidencias mágicas y el sentido
de inspiración, sino que tal vez debamos observar nuestras acciones
en una Revisión de la Otra Vida. Tendremos que enfrentar nuestro
fracaso.
Callé de pronto, al notar que Charlene y Maya miraban con ojos muy
abiertos el espado detrás de mí. Por reflejo, me di vuelta; a mis
espaldas se dibujaba el contorno borroso de mi grupo de almas,
docenas de individuos que se desvanecían a lo lejos, una vez más,
como si las paredes de la cueva no existieran.
—¿Qué están mirando? —preguntó Curtis.
—Es su grupo de almas —dijo Charlene—. Vi esos grupos cuando estuve
en las cascadas.
—Yo vi un grupo detrás de Maya y de Curtis —comenté.
Maya se dio vuelta y miró el espacio que había detrás de ella. El
grupo titiló una vez y después se definió plenamente.
—No veo nada —dijo Curtis—. ¿Dónde están? Maya siguió mirando. Veía
todos los grupos.
—Están ayudándonos, ¿no? Pueden damos la visión que buscamos.
En cuanto hizo ese comentario, todos los grupos se alejaron y se
volvieron menos claros.
—¿Qué pasó? —preguntó Maya.
—Es su expectativa —dije—. Si recurre a ellas buscando energía como
reemplazo de su propia conexión interior con Dios, se van. No
permiten la dependencia. A mí me pasó lo mismo.
Charlene hizo un gesto, asintiendo.
—A mí también me ocurrió. Son como una familia. Estamos conectadas
con ellas en pensamiento, pero debemos sostener nuestra propia
conexión con la fuente divina independientemente de ellas para poder
vincularnos con ellas y absorber lo que saben, que es en realidad
nuestra propia memoria superior.
—¿Mantienen la memoria para nosotros? —preguntó Maya.
—Sí —respondió Charlene, mirándome directamente. Empezó a decir
algo pero se detuvo, como si la idea se le hubiera escapado por el
momento. Luego dijo:
—Empiezo a comprender lo que vi en la otra dimensión. En la Otra
Vida, cada uno proviene de un grupo de almas particular, y cada uno
de estos grupos tiene un ángulo o una verdad especial para dar al
resto de la humanidad.
—Me miró. —Por ejemplo, tú vienes de un grupo de "facilitadoras".
¿Lo sabías? Almas que ayudan a desarrollar nuestra comprensión
filosófica respecto de qué es la vida. Todos los que pertenecen a
este grupo de almas tratan siempre de encontrar la mejor y más
completa forma de describir la realidad espiritual. Tú luchas con
información compleja porque eres muy consistente, avanzas y exploras
hasta encontrar una manera de expresarlo claramente.
La miré interrogante, lo cual la hizo reír.
—Es un don que tienes —me tranquilizó. Volviéndose a Maya, dijo:
—Y en tu caso. Maya, tu grupo de almas se orienta hacia la salud y
el bienestar. Se consideran solidificadoras de la dimensión física,
que mantienen a nuestras células funcionando de manera óptima y
llena de energía, y rastrean y eliminan los bloqueos emocionales
antes de que se manifiesten en enfermedad.
"El grupo de Curtis tiene que ver con la transformación del uso de
la tecnología y nuestra comprensión general del comercio. A lo largo
de la historia humana, este grupo ha trabajado para espiritualizar
nuestros conceptos de dinero y capitalismo, para encontrar la
conceptualización ideal.
Charlene hizo una pausa; yo empecé a ver una imagen de luz titilando
detrás de ella.
—¿Y tú, Charlene? —pregunté—. ¿Qué hace tu grupo?
—Somos periodistas, investigadoras —respondió—, que trabajamos para
ayudar a la gente a apreciar y aprender de los demás. El periodismo
consiste en realidad en analizar en profundidad la vida y las
creencias de la gente y las organizaciones que abarca, en su
verdadera esencia, en su expresión y forma superiores, como estamos
viendo ahora en cada uno de nosotros, su mensaje positivo y su
contribución al mundo.
Recordé otra vez mi conversación con Joel, sobre todo su cinismo
agotado.
—No es fácil ver a los periodistas haciendo eso —dije.
—No estamos haciéndolo —respondió—. No todavía. Pero es el ideal
hacia el cual evoluciona la profesión. Ése será nuestro verdadero
destino una vez que nos sintamos más seguros y nos liberemos de la
vieja visión del mundo en la cual necesitamos "ganar" y poner la
energía y el status de nuestro lado.
"Coincide perfectamente con la razón por la que quise nacer en mi
familia. Todos eran muy inquisidores. Absorbí su entusiasmo, su
necesidad de información. Por eso fui periodista durante tanto
tiempo y después con la empresa de investigaciones. Quería ayudar a
elaborar la técnica de informar y después encontrarme con...
Hizo una pausa y volvió a ensimismarse, mirando el piso de la cueva.
Luego abrió los ojos y dijo: —Sé cómo estamos trayendo la Visión
Global. Al recordar nuestras Visiones del Nacimiento e integrarlas
como grupo, fusionamos el poder de nuestros grupos relativos en la
otra dimensión, y eso nos ayuda a recordar aún más, de manera que al
final obtenemos la Visión general del Mundo.
Todos la miramos, perplejos.
—Miren toda la situación —explicó—. Cada persona en la Tierra
pertenece a un grupo de almas, y estos grupos de almas representan a
los distintos grupos ocupacionales que existen en el planeta: gente
de la medicina, abogados, contadores, programadores informáticos,
productores agrícolas, todos los campos de la actividad humana. Una
vez que la persona encuentra su trabajo correcto, el trabajo se
adecua perfectamente a ella y entonces trabaja con otros miembros de
su grupo de almas.
"Cuando despertamos y empezamos a recordar nuestras Visiones del
Nacimiento, por qué estamos acá, los grupos ocupacionales a los
cuales pertenecemos se armonizan más con los integrantes de nuestro
grupo en la otra dimensión y cada grupo ocupacional en la Tierra
avanza hacia el verdadero objetivo de su alma, su papel de servicio
en la sociedad humana.
Todos seguimos fascinados.
—Como nosotros, los periodistas —prosiguió—. A lo largo de la
historia hemos sido los individuos más inquisitivos respecto de lo
que hacían otros en la cultura. Y luego, hace unos pocos siglos,
tomamos suficiente conciencia de nosotros mismos como para formar
una ocupación definida. Desde ese momento nos hemos ocupado de
ampliar nuestro uso de los medios de comunicación, llegando cada
vez a más personas con nuestros informativos y esa clase de cosas.
Pero, como todos los demás, fuimos víctimas de la inseguridad.
Pensamos que para atraer la atención y la energía del resto de la
humanidad debíamos inventar noticias cada vez más sensacionales,
partiendo de la idea de que sólo lo negativo y lo violento vende.
"Sea como fuere, no es ése nuestro verdadero papel, sino el de
profundizar y espiritualizar nuestra percepción de los demás.
Nosotros vemos y luego transmitimos qué hacen y qué defienden los
distintos grupos de almas y los individuos dentro de esos grupos,
con lo cual facilitamos el aprendizaje de la verdad que otros
suministran.
"Esto vale para cada grupo ocupacional; todos estamos despertando a
nuestro verdadero mensaje y a nuestro propósito. Y cuando esto
ocurra en todo el planeta, podremos entonces avanzar. Podemos formar
asociaciones espirituales cercanas con personas ajenas a nuestro
grupo de almas particular, como lo estamos haciendo aquí y ahora.
¿Ven lo que acaba de pasar? Todos compartimos el mensaje que vinimos
a dar, el mensaje que nos fue mostrado previamente en nuestras
Visiones del Nacimiento y que transforma no sólo la sociedad humana
sino también la cultura en la Otra Vida.
"Primero, cada uno de nuestros grupos de almas se aproxima en
vibración a nosotros en la Tierra, y nosotros a ellos, con lo cual
las dos dimensiones se abren. Gracias a esta proximidad, podemos
empezar a tener comunicación entre las dimensiones. Somos capaces
de ver a las almas en la Otra Vida y captar su conocimiento y su
memoria con mayor rapidez. Eso está ocurriendo cada vez con mayor
frecuencia en la Tierra.
Mientras Charlene hablaba, noté que los grupos de almas que estaban
detrás de cada uno de nosotros se ampliaban y extendían hasta tocar
a los otros y formar un círculo continuo a nuestro alrededor. Me dio
la sensación de que la convergencia me catapultaba a un nivel más
elevado de conciencia.
Charlene también pareció sentirlo. Respiró hondo y luego prosiguió
con énfasis:
—La otra cosa que sucede en la Otra Vida es que los grupos mismos se
aproximan entre sí en resonancia. Por eso la Tierra es el foco
primordial de las almas en el Cielo. No pueden unirse solas. Allí,
los grupos de almas se hallan fragmentados y fuera de resonancia
entre sí, porque viven en un mundo imaginario de ideas que se
manifiestan en forma instantánea y desaparecen con igual rapidez, de
modo que la realidad siempre es arbitraria. No hay un mundo natural,
una estructura atómica, tal como tenemos aquí, que sirva como
plataforma estable, un escenario de fondo, común a todos.
Producimos alteraciones en lo que pasa en este escenario, pero las
ideas se manifiestan con mucho más lentitud y debemos llegar a algún
acuerdo respecto de lo que queremos que pase en el futuro. Este
acuerdo, este consenso, esta unidad de visión respecto de la Tierra,
es lo que también reúne a los grupos de almas en la dimensión de la
Otra Vida. Por eso se considera tan importante la dimensión
terrenal. Es la dimensión donde tiene lugar la verdadera unificación
de las almas.
"Éste es el proceso que hay detrás del largo viaje histórico que
emprendieron los seres humanos. Los grupos de almas de la Otra Vida
endeuden la Visión Global, la visión de la manera en que el mundo
físico puede evolucionar y las dimensiones pueden acercarse, pero
esto sólo pueden llevarlo a cabo individuos nacidos en lo físico,
uno por vez, con la esperanza de llevar la realidad consensual de la
Tierra en esa dirección. La arena física es el teatro en el cual se
ha representado la evolución para ambas dimensiones, y ahora estamos
llevándola a su culminación al recordar de manera consciente lo que
está ocurriendo.
Hizo con el dedo un movimiento abarcador que nos envolvió a todos.
—Ésa es la conciencia que estamos recordando todos, aquí mismo, y es
la conciencia que otros grupos, como nosotros, están recordando en
todo el planeta. Todos tenemos una parte de la visión total, y si
compartimos lo que sabemos y unificamos nuestros grupos de almas
podemos traer toda la situación a la conciencia.
De pronto Charlene fue interrumpida por un leve temblor que sacudió
la tierra debajo de la cueva. Del techo cayeron partículas de polvo.
Al mismo tiempo, volvimos a oír el sonido inarticulado, pero esta
vez la disonancia había desaparecido; resultaba casi armónico.
—Oh, Dios —dijo Curtis—. Ya casi tienen las calibraciones exactas.
Debemos volver al bunker. —Hizo un movimiento para levantarse y el
nivel de energía del grupo cayó a pique.
—Espere —dije—. ¿Qué vamos a hacer ahí? Convinimos en que
esperaríamos hasta que oscureciera; todavía quedan muchas horas de
luz. Yo digo que nos quedemos acá. Logramos un nivel alto de energía
pero todavía no avanzamos hasta el resto del proceso. Al parecer,
eliminamos nuestras emociones residuales, amplificamos nuestra
energía y compartimos nuestras Visiones del Nacimiento, pero todavía
no vimos la intención detrás de la historia. Creo que podemos lograr
más si nos quedamos donde estamos a salvo y tratamos de avanzar más.
—Incluso mientras hablaba veía una imagen de todos nosotros
nuevamente en el valle, juntos en la oscuridad.
—Es demasiado tarde para eso —dijo Curtis—. Ya están listos para
concluir el experimento. Si todavía se puede hacer algo, tenemos que
ir ahí y ahora.
Lo miré fijo.
—Usted dijo que era probable que mataran a Charlene. Si nos atrapan,
nos harán lo mismo a nosotros.
Maya se tomó la cara entre las manos y Curtis miró para otro lado,
tratando de ahuyentar el pánico.
—Bueno, yo voy —dijo al fin Curtis. Charlene se inclinó hacia
adelante.
—Creo que deberíamos seguir juntos.
Por un instante, la vi vestida con ropa de americana nativa, otra
vez en los bosques vírgenes del siglo XIX. La imagen se desvaneció
enseguida.
Maya se puso de pie.
—Charlene tiene razón —dijo—. Debemos seguir juntos y tal vez
resulte útil ver qué están haciendo.
Miré hacia afuera por la entrada de la cueva con una sensación de
renuencia muy afianzada en mi interior.
—¿Qué vamos a hacer con el... operativo... que está afuera?
—Lo arrastraremos a la cueva y lo dejaremos aquí .—dijo Curtis—. Por
la mañana enviaremos a alguien, si podemos.
Mis ojos se cruzaron con los de Charlene y asentí.
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