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LA DÉCIMA REVELACIÓN

EN BUSCA DE LA LUZ INTERIOR

RECORDAR

James Redfield

 
 

RECORDAR

 A la mañana siguiente, me desperté sobresaltado por el chillido de un halcón que pasó volando muy alto y me trajo a la conciencia. Durante unos instantes escuché con atención imaginando sus orgullosas ondulaciones. Gritó una vez más y luego calló. Me senté y me asomé por la cortina de la carpa; el día estaba nublado pero caluroso y una leve brisa balanceaba las copas de los árboles. No había indicio alguno del sonido inarticulado. Me puse un par de pantalones cortos, tomé un rollo de cinta adhesiva de mi mochila y con cuidado envolví toda la articulación, rodeando el tobillo con cuidado. Sentí muy poco dolor. Luego me arrastré fuera de la carpa y me puse de pie. Después de unos instantes apoyé el peso sobre el pie y di un paso tentativo. Sentía débil el tobillo pero si bien renqueaba ligeramente, parecía soportarme. Me pregunté: ¿Habrá ayudado el procedimiento de Maya, o simplemente el tobillo no estaba tan mal herido? Imposible saberlo.

Volví a revisar la mochila, saqué una muda de ropa y después tomé los platos sucios de la noche anterior. Con mucha prudencia, atento a cualquier sonido o movimiento extraño, caminé hasta el río. Cuando localicé un lugar que no estuviera a la vista, entré en el agua que encontré fría y refrescante. Permanecí en ella sin pensar, tratando de olvidar la ansiedad que empezaba a crecer en mis entrañas, observando los colores de las hojas que se movían encima de mi cabeza.

De repente empecé a recordar un sueño de la noche anterior. Estaba sentado en una roca... algo pasaba... Estaba Wil... y otros. Vagamente, recordaba un campo azul y ámbar. Me esforcé pero no logré recordar nada más.

Al abrir un frasco de jabón, noté que los árboles y los arbustos que me rodeaban de pronto parecían crecer. De alguna manera, el acto de recordar mi sueño había aumentado mi energía. Empecé a sentirme más liviano. Me bañé a toda prisa y lavé los platos. Al terminar, noté que una roca grande que había a mi derecha se parecía mucho a la roca en la que estaba sentado en mi sueño. Me detuve e inspeccioné de cerca el peñasco. Chato y de unos tres metros de diámetro, su color y su forma coincidían.

En unos minutos, desarmé la carpa, empaqué y ocul­té mis cosas debajo de unas ramas caídas. Luego volví a la roca, me senté y traté de recordar el campo azul y la posición exacta que Wil ocupaba en el sueño. Estaba a mi izquierda y un poquito más atrás. En ese momento me vino a la mente una clara imagen de su cara, como en una foto en primer plano. Luché por mantener los detalles exactos para recrear su imagen y al hacerlo la rodeé con el campo azul.

A los pocos segundos experimenté una sensación de tironeo en el plexo solar y de repente estaba de nuevo caminando entre los colores. Cuando me detuvo, el lugar era azul claro y luminoso y Wil se hallaba a nú lado.

—¡Gracias a Dios volviste! —exclamó mientras se acercaba—. Te hiciste tan denso que no podía encontrarte.

—¿Qué pasó antes? —pregunté—. ¿Por qué se hizo tan fuerte el sonido inarticulado?

—No lo sé.

—¿Dónde estamos?

—Es un nivel particular en el cual parecen tener lugar los sueños.

Miré el campo azul. No se movía nada.

—¿Has estado aquí antes?

—Sí. Vine antes de encontrarte en las cascadas, aunque en ese momento no sabía por qué.

Durante un instante los dos inspeccionamos de nuevo los alrededores. Wil preguntó:

—¿Qué te pasó cuando volviste?

Con excitación, empecé a describir todo lo que había ocurrido, concentrándome primero en el pronóstico de colapso ambiental y civil de Joel. Wil me escuchaba con atención, asimilando cada aspecto del punto de vista de Joel.

—Expresaba el Miedo. Asentí.

—Eso es lo que creo. ¿Supones que en realidad está pasando todo lo que dijo? —pregunté.

—Creo que el peligro consiste en que mucha gente empieza a creer que eso es lo que está  sucediendo. Recuerda lo que decía la Novena Revelación: al avanzar, el renacimiento espiritual debe superar la polarización del Miedo.

Miré fijamente a Wil.

—Me encontré con alguien más, una mujer. Wil escuchó la descripción de mi experiencia con Maya, en especial lo de la herida en mi tobillo y sus procedimientos de cura. Al terminar, miró a la distancia, pensando.

—Creo que Maya es la mujer de la visión de Williams —agregué—. La mujer que trataba de impedir la guerra con los americanos nativos.

—Tal vez su idea de sanación contenga la clave del manejo del Miedo.

Asentí y le hice señas de que continuara.

"Es todo muy lógico —dijo—. Mira lo que ya pasó. Viniste aquí buscando a Charlene y encontraste a David, quien dijo que la Décima trata de una mayor compren­sión del renacimiento espiritual que está produciéndose en el planeta, comprensión que se alcanza captando nuestra relación con la dimensión de la Otra Vida. Dijo que la revelación habla de aclarar la naturaleza de las intuiciones, de sostenerlas en nuestra mente, de ver nuestro camino sincrónico de una manera más plena.

"Más tarde, pensaste en cómo sostener tus intui­ciones, me encontraste en las cascadas y yo te confirmé que sostener las intuiciones, las imágenes mentales de nosotros mismos, constituye el modo operativo también en la Otra Vida, y que los seres humanos nos movemos en armonía con esta otra dimensión. Poco después, los dos observamos la revisión de vida de William y lo vimos sufrir por no recordar algo que había querido hacer, que era reunirse con un grupo de gente para ayudar a mane­jar este Miedo que amenaza nuestro despertar espiritual.

"Él dice que debemos entender este Miedo y hacer algo al respecto, y después nos separamos y tú te encontraste con un periodista, Joel, que se explaya enun­ciando ¿qué? Una visión espantosa del futuro. De hecho, el miedo a la destrucción total de la Civilización.

"Luego de lo cual, obviamente, das con una mujer cuya vida tiene que ver con sanar y la forma en que ella facilita la sanación consiste en ayudar a la gente a superar los bloqueos del miedo estimulando su memoria, ayu­dándola a discernir por qué está en el planeta. La clave tiene que ser este recordar.

Un movimiento repentino en el ambiente desvió nuestra atención. A unos cien metros parecía estar for­mándose otro grupo de almas.

"Tal vez están aquí para ayudar a alguien con su sueño —dijo Wil.

Lo miré fijo.

—¿Nos ayudan a soñar?

—Sí, de alguna manera. Anoche, cuando soñaste, había algunas otras almas aquí.

—¿Cómo supiste lo de mi sueño?

—Cuando regresaste a lo físico, traté de encontrarte pero no pude. Entonces, mientras esperaba, empecé a ver tu cara y vine aquí. La última vez que vine a este lugar no podía entender qué pasaba, pero ahora creo comprender qué sucede cuando soñamos.

Sacudí la cabeza sin comprender. Wil hizo un gesto señalando las almas.

—Al parecer, todo sucede de manera sincronizada. Estos seres que ves quizás estaban aquí igual que yo antes, por coincidencia, y ahora es probable que estén esperando para ver quién aparece en su cuerpo onírico.

De pronto, el sonido inarticulado de fondo se volvió más intenso y no pude responder. Me sentía confundido, mareado. Wil se acercó a mí y volvió a tocarme la espalda.

—¡Quédate conmigo! —dijo-. Por alguna razón, tenemos que ver esto.

Luché para aclarar mi mente, luego noté que otra forma se manifestaba en el espacio, junto a las almas. Al principio pensé que aparecían más almas, pero después me di cuenta de que la formación era mucho más grande de lo que había visto hasta ese momento. Por último, vi que toda la escena se proyectaba ante nosotros, como un holograma, con personajes, escenografía, diálogos y todo. Un individuo solo parecía estar en el centro de la acción, un hombre, vagamente familiar. Después de un momento de concentración, me di cuenta de que la persona que se hallaba ante nosotros era Joel.

Mientras mirábamos, la escena empezó a desarro­llarse como el argumento de una película. Me esforcé por seguirla, pero mi cabeza todavía estaba embotada; no lograba entender qué ocurría. A medida que el episodio avanzaba y el diálogo se volvía más intenso las almas y el periodista iban acercándose. Después de varios minutos, el drama terminó y todos desaparecieron.

—¿Qué era lo que pasaba? —pregunté.

—El individuo del centro de la escena estaba soñando —explicó Wil.

—Era Joel, el hombre del cual te hablé —aclaré. Wil se volvió hacia mí, asombrado.

—¿Estás seguro?

—Sí.

—¿Entendiste el sueño que acaba de tener?

—No, no pude. ¿Qué pasaba?

 

—El sueño era sobre una guerra. Huía de una ciudad arrasada por las bombas que explotaban a su alrededor, corriendo para salvar su vida sin pensar en otra cosa que la seguridad y la supervivencia. Cuando logró evadirse del horror y subió a una montaña para mirar la ciudad que había quedado atrás, recordó de pronto que le habían ordenado que se reuniera con otro grupo de soldados y proveyera una pieza secreta de un dispositivo nuevo que desactivaría las armas del enemigo. Horrorizado, se daba cuenta de que, por no presentarse, el grupo y la ciudad eran destruidos sistemáticamente frente a sus ojos.

—Una pesadilla —comenté.

—Sí, pero tiene un sentido. Cuando soñamos re­gresamos en forma inconsciente a este nivel de sueño y otras almas vienen a ayudarnos. No olvides qué hacen los sueños; esclarecen el manejo de las situaciones actuales de nuestra vida. La Séptima Revelación habla de interpretar los sueños superponiendo el argumento del sueño a la situación real que enfrentamos en la vida.

Me volví y miré a Wil.

—Pero, ¿qué papel desempeñan las almas? Apenas terminé de hacer la pregunta, empezamos a movemos otra vez. Wil mantenía la mano en mi espalda. Al detenernos, la luz viraba hacia un verde intenso, pero se veían bellísimas olas de ámbar circulando a nuestro alrededor. Cuando las enfoqué con decisión, los haces ámbar se convirtieron en almas individuales.

Observé a Wil, que exhibía una amplia sonrisa. El lugar parecía invadido por un mayor clima de celebración y alegría. Mientras miraba las almas, varias se pusieron directamente frente a nosotros y se agolparon en un grupo. Sus caras eran muy sonrientes, aunque seguía resultando difícil enfocarlas durante mucho tiempo.

—Están tan llenas de amor —dije.

—Trata de captar su conocimiento —me aconsejó Wil. Al concentrarme en ellas con esta intención, me di cuenta de que esas almas estaban asociadas con Maya. De hecho, estaban extasiadas con sus recientes autorrevelaciones, en especial su comprensión de la preparación para la vida que le habían brindado la madre y el padre. Parecían saber que Maya había vivido una revisión completa de la Sexta Revelación y se hallaba a punto de recordar por qué había nacido.

Me volví para mirar a Wil, que reconoció que él también veía las imágenes.

En ese momento oí de nuevo el sonido inarticulado; mi estómago se puso tenso. Wil me sostuvo los hombros y la espalda con firmeza. Al cesar el sonido, mi vibración había bajado de manera considerable y miré en dirección al grupo de almas para tratar de abrirme y conectarme con su energía en un esfuerzo por impulsar la mía. Para mi gran sorpresa, se habían salido de foco y se habían alejado de mí hasta una nueva posición dos veces más alejada.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Trataste de conectarte con ellas para aumentar tu energía —respondió Wil—, en vez de ir hacia adentro y conectarte directamente con la energía de Dios que hay dentro de ti. Yo lo hice también en una oportunidad. Estas almas no permiten que uno las confunda con la fuente divina. Saben que semejante identificación no contribuye a nuestro crecimiento.

   

Me concentré interiormente y al final mi energía volvió.

—¿Cómo podemos lograr que regresen? —pregunté.

En cuanto hablé, volvieron a su posición original. Wil y yo nos miramos; luego él empezó a contemplar al grupo con mirada intensa y sorprendida.

—¿Qué ves? —pregunté. Me hizo un gesto hacia ellas sin desviar su mirada y yo también me concentré en el grupo de almas, tratando de volver a conectarme con su conocimiento. Al cabo de varios instantes empecé a ver a Maya. Estaba inmersa en el medio verde. Sus rasgos parecían un poco distintos y brillaban con un gran resplandor, pero yo tenía la abso­luta certeza de que era ella. Al enfocar su cara, una imagen holográfica se dibujó ante nosotros: una imagen de Maya que se encontraba de nuevo en la época de la guerra del siglo XIX, de pie, en una cabaña de troncos con varias personas, entusiasmada con la idea de frenar el conflicto.

Parecía percibir que para realizar semejante proeza la cuestión era simplemente recordar cómo alcanzar la energía. Pensaba que podía lograrse; sólo bastaba que se reunieran las personas indicadas con una intención común. Un hombre joven, vestido con ropa costosa, la es­cuchaba con suma atención. Reconocí en él al hombre robusto que luego fue asesinado con ella en la selva. La visión se adelantó velozmente hasta su intento fallido de hablar con los líderes del ejército y por último a la región salvaje donde ella y el muchacho fueron asesinados.

Mientras observábamos, ella se despertó después de su muerte en la Otra Vida, y revisó su vida, abrumada por la forma obsesiva y hasta ingenua en que había perseguido su objetivo de detener la guerra. Supo que muchos de los otros habían tenido razón; no era el mo­mento correcto. No habíamos recordado suficiente conocimiento de la Otra Vida para realizar semejante proeza. Todavía no.

Pasada la revisión, vimos cómo entraba en el medio verde, rodeada por el mismo grupo de almas que estaban frente a nosotros. De manera sorprendente, parecía haber una expresión común en las caras de todo el grupo. En cierto nivel, debajo de sus rasgos, las almas en su tota­lidad se parecían a Maya.

Miré a Wil con aire inquisitivo.

—Éste es el grupo de almas de Maya —dijo.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté.

—Es un grupo de almas con el cual resuena estrechamente —explicó con excitación—. La lógica es perfecta. Uno de los viajes que emprendí, antes de encon­trarte, fue a otro grupo que de alguna manera se parecía a ti. Creo que era tu grupo de almas.

Antes de que pudiera decir algo, se produjo un movimiento en el grupo de almas situadas delante de nosotros. Estaba apareciendo otra vez una imagen de Maya. Rodeada aún por su grupo en el medio verde, pa­recía estar de pie, muy tranquila, frente a una luz blanca intensa, similar a la que habíamos visto en la Revisión de Vida de Williams. Ella era consciente de que ocurría algo muy profundo. Su capacidad para moverse en la Otra Vida había disminuido y su atención se desviaba de nuevo a la Tierra. Podía ver a su futura madre, recién casada, sentada en una galería, preguntándose si su salud resistiría el hecho de tener un hijo.

Maya empezaba a darse cuenta del gran progreso que podía lograr si nacía de esta madre. La mujer ex­perimentaba grandes miedos en cuanto a su salud y por lo tanto generaría rápidamente en la mente de un niño una conciencia en temas relacionados con la salud. Sería el lugar ideal para desarrollar una inquietud por la medicina y la sanación, y no sería un conocimiento considerado sólo en términos intelectuales, en los que el yo aparece con alguna teoría extraña y sin pruebas frente a los desafíos de la vida real. Maya sabía que perso­nalmente tenía tendencia a ser poco realista y fantasiosa y que ya había pagado caro dicho desatino. Eso no volvería a pasar si el recuerdo inconsciente de lo que había pasado en el siglo XIX le reiteraba que fuera muy prudente. No, actuaría con menos prisa, se aislaría más y el medio establecido por esa mujer sería perfecto.

Wil captó mi mirada.

—Estamos viendo lo que pasó cuando ella empezó a contemplar su vida actual —dijo.

De repente Maya vio cómo podía desarrollarse su relación con la madre. Crecería expuesta a la negatividad de su madre, a sus miedos, su tendencia a culpar a los médicos, lo cual inspiraría su interés por la conexión mente/cuerpo y la responsabilidad de los pacientes en la cura, y devolvería esa información a su madre, que entonces podría participar en su propia recuperación. Su madre pasaría a ser su primera paciente y luego una seguidora clave, un ejemplo excelente de los beneficios de la nueva medicina.

Su foco se trasladó al futuro padre, sentado en el columpio junto a la mujer. De vez en cuando la mujer hacía una pregunta y él emitía una breve respuesta. Quería, sobre todo, estar sentado y contemplar, no hablar. Su mente desbordaba de posibilidades de inves­tigaciones e interrogantes biológicos exóticos que sabía no habían sido planteados nunca antes: la relación entre la inspiración y el sistema inmunológico. Maya vio las ventajas de este distanciamiento. Con él, ella podría superar su propia tendencia a ilusionarse; debería pensar por sí misma y ser realista, desde el principio. Al fin, ella y su padre podrían llegar a comunicarse en un nivel científico y él abriría y le brindaría un soporte técnico rico para fundamentar sus nuevos métodos.

Vio con claridad que ser hija de esos padres podría resultar igualmente ventajoso para ellos. Así como sus padres estimularían un interés precoz por la sanación, ella a su vez los orientaría en una dirección predestinada: a la madre, hacia una aceptación de su papel en la prevención de la enfermedad; a su padre, hacia la supe­ración de su tendencia a ocultarse de los demás y a vivir sólo en su mente.

Mientras mirábamos, su visión fue más allá de su nacimiento anticipado e ingresó en lo que podía ocurrir en la infancia. Vio una multitud de personas específicas que llegaban a su vida en el momento exacto para esti­mular en ella el aprendizaje y la experiencia médica.

En la facultad de medicina, sólo se cruzaban en su camino los pacientes y los médicos indicados para estimular una orientación alternativa en su práctica.

Su visión se trasladó a su encuentro con el socio de su clínica y el establecimiento de un nuevo modelo de sanación. Y entonces su visión revelaba algo más: parti­ciparía en un despertar más global. Ante nosotros, vimos su descubrimiento de las Revelaciones y luego el descubrimiento de un grupo especial, uno de muchos grupos independientes con distintos fundamentos, que empezaban a gravitar juntos en todo el mundo. Estos grupos recordarían quiénes eran en un nivel superior y servirían para superar la polarización.

De pronto se vio participando en conversaciones importantes con un hombre en especial. Era robusto, atlético, capaz, y estaba vestido con uniforme de fajina. Sorprendido, me di cuenta de que ella sabía que era el hombre con el cual había sido asesinada en el siglo xix. Me concentré en él con intensidad y experimenté otro shock. Era el mismo hombre que había visto en la revisión de vida de Williams, el compañero de trabajo al que no había logrado despertar.

Luego de esto, su visión se amplió a un nivel que superaba mi capacidad de comprender. Su cuerpo se unió con la luz cegadora que había detrás de él. Todo lo que conseguí recibir fue que su visión personal de lo que podía realizar con su nacimiento era envuelta por una visión más amplia que abarcaba toda la historia y el futuro de la especie humana. Ella parecía ver su vida posible con máxima perspectiva, claramente situada dentro del espectro completo de dónde había estado y adónde iba la humanidad. Yo sentía todo eso pero no podía ver las imágenes en sí.

Por último la visión de Maya llegó a su fin y pudimos verla otra vez en el medio verde, rodeada todavía por su grupo. Ahora observaban una escena en la Tierra. Al parecer, sus futuros padres habían decidido concebir un hijo y estaban uniéndose en el acto de amor propiamente dicho que garantizaría su concepción.

El grupo de almas de Maya había intensificado su energía y ahora parecía un remolino blancuzco de ámbar movedizo que extraía su fuerza de la luz brillante del fondo. Yo experimentaba la energía como un nivel profundamente sentido, casi orgásmico, de amor y vibra­ción. Más abajo, la pareja se unía y en el momento del orgasmo una energía blanco-verdoso pareció brotar de la luz pasando a través de Maya y su grupo de almas para entrar en la pareja. Con precipitación orgásmica, la energía atravesó sus cuerpos empujando al esperma y al óvulo hacia su unión irrevocable.

Mientras observábamos, vimos el momento de la con­cepción y la unión milagrosa de las dos células en una. Con lentitud, al principio, y luego más rápido, las células empezaron a dividirse y diferenciarse, hasta dar forma a un ser humano. Cuando miré a Maya, me di cuenta de que con cada división celular se volvía más difusa y fuera de foco. Por último, al madurar el feto, desapareció por entero de la vista. Su grupo de almas permaneció.

Parecía haber más información sobre lo que había­mos presenciado, pero me desconcentré y la perdí. De pronto hasta el grupo de almas había desaparecido, y Wil y yo nos quedamos mirándonos uno al otro. Wil parecía muy excitado.

—¿Qué fue lo que vimos? —pregunté.

—Todo el proceso del Nacimiento de Maya a su vida actual —respondió Wil—, mantenido en la memoria de su grupo de almas. Llegamos a ver todo: la conciencia de sus futuros padres, lo que sintió que podía realizar, y luego la forma real en que fue llevada a la dimensión física en la concepción.

Asentí para que Wil continuara.

"¿Viste cómo fue? —preguntó—. El acto de amor en sí abre una puerta de la Otra Vida a la dimensión terre­nal. Los grupos de almas parecen existir en un estado de amor extremo aun más allá de lo que tú y yo podemos experimentar, extremo al punto de ser de naturaleza orgásmica. La culminación sexual crea una apertura a la Otra Vida y lo que experimentamos como orgasmo no es más que un vistazo del nivel de amor y vibración de la Otra Vida cuando se abre la puerta y la energía se precipita a través de ella trayendo potencialmente una nueva alma. Observamos cómo ocurría eso. La unión sexual es un momento sagrado en el cual una parte del cielo fluye a la Tierra.

Asentí, pensando en las derivaciones de lo que habíamos visto, y dije:

—Maya parecía saber cómo sería su vida si ésos eran sus padres.

—Sí, en apariencia, antes de nacer cada uno de nosotros experimenta una visión de lo que puede ser nuestra vida, que se completa con visiones sobre nues­tros padres y nuestras tendencias a desarrollar dramas de control específicos, incluso cómo podemos superar esos dramas con esos padres y seguir adelante con nuestra preparación para lo que queremos realizar.

—Vi la mayor parte de eso —dije—, pero me resultó extraño. De acuerdo con lo que ella me contó de su vida verdadera, su visión previa a la vida era más ideal de lo que ocurrió en realidad; por ejemplo, la relación con su familia. No fue tal como Maya quería. Su madre nunca la comprendió ni enfrentó su enfermedad, y el padre era tan distante que no supo qué investigaba hasta después de su muerte.

—Pero es lógico —señaló Wil—. La visión constituye, al parecer, una guía ideal de lo que nuestro yo superior pretende que pase en la vida, la mejor situación imaginable, por así decirlo, si alguien siguiera sus intui­ciones a la perfección. Lo que se produce en realidad es una aproximación de esta visión, lo mejor que cada uno puede hacer en las circunstancias reales. Pero todo esto constituye más información de la Décima Revelación sobre la Otra Vida que esclarece nuestra experiencia espiritual en la Tierra, en especial la percepción de las coincidencias y la manera en que actúa realmente esa sensación de fluir.

"Cuando tenemos la intuición o el sueño de ir tras determinado rumbo en nuestra vida, seguimos esta guía y se producen algunos hechos que parecen coincidencias mágicas, nos sentimos más vivos, más estimulados. Los hechos parecen predestinados, como si supiéramos que debían ocurrir.

"Lo que acabamos de ver coloca todo esto en una perspectiva superior. Cuando tenemos una intuición, una imagen mental de un futuro posible, lo que recibimos en realidad son chispazos de recuerdo de nuestra Visión del Nacimiento, lo que querríamos estar haciendo con nuestras vidas en ese momento particular de nuestro viaje. Puede no ser exacto, porque las personas tienen libre albedrío, pero cuando sucede algo que se acerca a nuestra visión original, nos sentimos inspirados porque reconocemos que nos hallamos en un camino de destino que queríamos recorrer.

—¿Pero dónde encaja nuestro grupo de almas?

—Estamos conectados con ellas. Ellas nos conocen. Comparten nuestras Visiones del Nacimiento, nos siguen a lo largo de la vida y después permanecen con nosotros mientras revisamos lo que pasó. Actúan como un depósito para nuestros recuerdos, manteniendo el cono­cimiento de quiénes somos al evolucionar.

Hizo una pausa momentánea y me miró directamente a los ojos.

—Y en apariencia, cuando estamos en la Otra Vida y una de ellas nace a la dimensión física, actuamos con ellas del mismo modo. Pasamos a ser parte del grupo de almas que las apoya.

—Entonces, mientras estamos en la Tierra, ¿nuestros grupos de almas nos marcan nuestra intuición y nuestro rumbo?

—No, en absoluto. A juzgar por lo que pude captar de los grupos de almas que he visto, las intuiciones y los sueños son nuestros y provienen de una conexión superior con lo divino. Los grupos de almas simplemente nos envían energía adicional y nos elevan de una manera especial, una manera que hasta ahora no he podido detectar. Al elevamos de esta forma, podemos recordar mejor lo que ya sabíamos.

Estaba fascinado.

—Entonces eso explica lo que pasaba en mi sueño y el de Joel.

—Sí. Cuando soñamos nos reunimos con nuestro grupo de almas y eso activa la memoria de lo que en verdad queríamos hacer en la situación de nuestra vida actual. Vislumbramos brevemente nuestra intención original. Luego, cuando volvemos a lo físico, retenemos ese recuerdo aunque a veces se exprese a través de sím­bolos arquetípicos. En el caso de tu sueño, como estás más abierto al significado espiritual, pudiste recordar la información del sueño en términos muy literales. Re­cordaste que en tu intención original nos veías encon­trándonos de nuevo al imaginar mi cara en la roca, y por eso soñaste casi exactamente eso.

"Por otro lado, Joel estaba menos abierto; su sueño se manifestó de una manera más simbólica y confusa. Su memoria era borrosa, y su mente consciente acomodó el mensaje al simbolismo de una guerra, transmitiéndole sólo el mensaje general de que en su Visión del Naci­miento él pensaba quedarse y prestar su ayuda en el problema actual en el valle, lo cual evidenciaba que si escapaba lo lamentaría.

—Entonces, ¿los grupos de almas nos envían energía constantemente con la esperanza de que recordemos nuestras Visiones del Nacimiento? —pregunté.

—Así es.

—¿Y por eso el grupo de Maya estaba tan feliz? La expresión de Wil se volvió más adusta.

—Estaban felices porque ella recordaba por qué había nacido de sus padres y de qué manera sus vivencias la habían preparado para una carrera rela­cionada con la sanación. Pero... ésta fue sólo la primera parte de su Visión del Nacimiento. Todavía tenía que recordar más.

—Yo vi la parte en que volvía a encontrarse en esta vida con el hombre junto al cual la habían asesinado en el siglo XVIII. Pero hubo otras partes que no pude entender. ¿Cuánto de todo eso pudiste captar?

—No todo. Había más sobre el Miedo en ascenso. Confirmó que ella forma parte del grupo de los siete que Williams vio regresar. Y ella vio al grupo capaz de recordar una especie de visión más amplia relacionada con detener el miedo y sea lo que fuere que esté pasando en el valle.

Estaba a punto de responder cuando se me cortó la respiración debido al dolor de un calambre que volvió a darme en el estómago. Al mismo tiempo, otro chillido agudo me hizo tambalear hacia atrás. Como antes, me estiré para aferrarme a Wil y vi cómo su cara se salía de foco. Luché por mirar una vez más, luego de lo cual perdí del todo el equilibrio y volví a desplomarme en caída libre.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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