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LA NOVENA REVELACIÓN

PONER EN CLARO DEL PASADO

James Redfield 

 

PONER EN CLARO EL PASADO

Más adelante, el camino se angostaba y se inclinaba abruptamente sobre la cara de la montaña. El camión dio varios saltos sobre piedras grandes y tomó la curva con lentitud. Abajo, los Andes se alzaban en macizos cordones grises sobre bancos de nubes blancas como la nieve.

Miré a Sánchez. Iba inclinado sobre el volante, tenso. La mayor parte del día había estado trepando pendientes escarpa­das y metiéndose en pasos obstaculizados por las rocas caídas. Yo quería abordar otra vez el tema de los dramas de control, pero el momento resultaba poco apropiado. Sánchez parecía necesitar cada gramo de energía para conducir, y además yo no tenía muy claro qué quería preguntarle. Había leído el resto de la Quinta Revelación y era un eco exacto de los puntos que Sánchez me había relatado. La idea de liberarme de mi estilo para controlar era tentadora, en especial si podía servir para acelerar mi evolución, pero todavía no lograba entender cómo funcionaba el drama del control.

—¿En qué está pensando? —me preguntó Sánchez.

—Terminé de leer la Quinta Revelación —dije—. Y pensa­ba en esos dramas. Teniendo en cuenta lo que usted dijo sobre mí, supongo que piensa que mi drama tiene que ver con el hecho de ser distante.

No respondió. Miraba el camino. A unos treinta metros, un vehículo grande de cuatro ruedas bloqueaba el paso. Un hombre y una mujer estaban parados sobre un precipicio rocoso a unos quince metros del vehículo. Nos miraron.

Sánchez detuvo el camión, los contempló un momento y sonrió.

—Conozco a la mujer —dijo—. Es Julia. Podemos hablar con ellos.

Tanto el hombre como la mujer eran de piel oscura y parecían peruanos. Ella era mayor, de unos cincuenta años, mientras que el hombre parecía de unos treinta. Cuando baja­mos del camión la mujer se acercó.

—¡Padre Sánchez! —exclamó.

—¿Cómo está, Julia? —respondió Sánchez. Se abrazaron y después el cura me la presentó, y la mujer, a su vez presentó a su compañero. Rolando.

Sin decir nada más, Julia y Sánchez nos dieron la espalda y caminaron hacia la saliente en la que antes se hallaban Julia y Rolando. Rolando me miró fijo y yo instintivamente me di vuelta y caminé en dirección a los otros dos. Rolando me siguió, mirándome siempre como si quisiera algo. Si bien su cabello y sus rasgos eran jóvenes, tenía la piel rubicunda. Por algún motivo me sentí angustiado.

Mientras caminábamos hasta el borde de la montaña, varias veces me dio la impresión de que iba a hablar, pero en cada oportunidad él desviaba la mirada y yo aceleraba el paso. Guardaba silencio. Cuando llegamos al precipicio, me senté en una saliente para evitar que se ubicara junto a mí. Julia y Sánchez estaban unos seis metros más arriba, en una piedra grande.

Rolando se sentó lo más cerca posible de mí. Si bien su mirada constante me molestaba, a la vez sentía cierta curio­sidad.

Me sorprendió mirándolo y me preguntó:

—¿Estás aquí por el Manuscrito? Tardé mucho en responderle.

—He oído hablar de él. Me miró perplejo.

—¿Lo viste?

—Una parte —repuse—. ¿Tienes algo que ver con el tema?

—Me interesa —contestó—, pero hasta ahora no vi ningu­na copia.

Se hizo un silencio.

—¿Eres de los Estados Unidos? —me preguntó. La pregunta me molestó, así que decidí no responderle. En cambio, le pregunté:

—¿El Manuscrito tiene algo que ver con las ruinas de Machu Picchu?

—No creo —respondió—. Salvo que fue escrito más o menos en la misma época en que se construyeron las ruinas.

Guardé silencio, mirando el increíble paisaje de los Andes. Si yo permanecía callado, tarde o temprano él divulgaría qué hacía allí con Julia y en qué se relacionaba con el Manuscrito. Seguimos sentados durante veinte minutos sin conversar. Al final. Rolando se puso de pie y fue hacia donde dialogaban Julia y Sánchez.

Realmente no sabía qué hacer. Había evitado sentarme con ellos porque tenía la clara impresión de que deseaban hablar a solas. Durante quizás otros treinta minutos, me quedé allí, contemplando los picos rocosos y esforzándome por oír la conversación de los otros. Ninguno me prestaba la más mínima atención. Por último, decidí reunirme con ellos, pero antes de que pudiera moverme los tres se levantaron y se dirigieron al vehículo de Julia. Corté camino por las rocas para alcanzarlos.

—Deben marcharse —me comentó Sánchez cuando me acerqué.

—Lamento que no hayamos tenido tiempo de hablar—dijo Julia—. Espero verte otra vez. —Me miraba con la misma calidez que a menudo mostraba Sánchez. Cuando asentí, sacu­dió ligeramente la cabeza y agregó: —En realidad, tengo la sensación de que nos veremos pronto.

Mientras caminábamos por el camino rocoso, sentí la nece­sidad de responder algo, pero no podía pensar. Al llegar a su vehículo, Julia dijo un rápido adiós. Rolando y ella subieron y el vehículo arrancó hacia el norte, por donde habíamos llegado Sánchez y yo. Me sentía confundido.

En cuanto subimos a nuestro camión, Sánchez me pregun­tó:

—¿Rolando le habló de Wil?

—¡No! —exclamé—, ¿Lo vieron? Sánchez se mostró sorprendido.

—Sí, lo vieron en un pueblo a unos cincuenta kilómetros de aquí.

—¿Wil les dijo algo sobre mí?

—Según me contó Julia, Wil mencionó que se había sepa­rado de usted. Pero habló sobre todo con Rolando. ¿Usted le dijo a Rolando quién era?

—No, no sabía si podía confiar en él.

La expresión de Sánchez era de total incredulidad.

—Le dije que con ellos se podía hablar. Hace años que conozco a Julia. Es dueña de un negocio en Lima, pero desde el descubrimiento del Manuscrito está buscando la Novena Revelación. Julia no viajaría con alguien que no fuera digno de confianza. No había peligro. Ahora perdió una información im­portante.

Sánchez me miró serio.

—ESTE ES UN PERFECTO EJEMPLO DE CÓMO INTERFIERE UN DRAMA DE Control —explicó—. USTED SE MOSTRÓ TAN DISTANTE QUE NO PERMITIÓ QUE SE PRODUJERA UNA COINCIDENCIA DE IMPORTANCIA.

Sin duda me vio a la defensiva.

—Está bien —dijo—, todos hacemos dramatizaciones de uno u otro tipo. Por lo menos, ahora entiende cómo funciona la suya.

—¡No entiendo! —exclamé—. ¿Qué estoy haciendo, exac­tamente?

—SU FORMA DE CONTROLAR SITUACIONES Y PERSONAS —expli­có—, PARA HACER QUE LA ENERGÍA VAYA PARA SU LADO, CONSISTE EN CREAR ESTE DRAMA EN SU MENTE DURANTE EL CUAL SE RETIRA Y SE MUESTRA MISTERIOSO Y RESERVADO. USTED SE DICE QUE ES CAUTO, PERO LO QUE EN REALIDAD HACE ES ESPERAR QUE ALGUIEN SE INCORPORE AL DRAMA Y TRATE DE IMAGINAR QUÉ LE PASA. CUANDO ESO OCURRE, USTED SE MUESTRA VAGO Y FUERZA AL OTRO A ESFORZARSE, HURGAR Y TRATAR DE DISCERNIR SUS VERDADEROS SENTIMIENTOS.

"AL HACERLO, LE PRESTA SU TOTAL ATENCIÓN Y LE ENVÍA SU ENERGÍA. CUANTO MÁS TIEMPO USTED LO MANTENGA INTERESADO E INTRIGADO, MÁS ENERGÍA RECIBE. POR DESGRACIA, MIENTRAS JUEGA A SER DISTANTE, SU VIDA TIENDE A EVOLUCIONAR MUY LENTAMENTE, PORQUE REPITE LA MISMA ESCENA UNA Y OTRA VEZ. SI SE HUBIERA ABIERTO a Rolando, LA PELÍCULA DE SU VIDA HABRÍA DESPEGADO EN UNA DIRECCIÓN NUEVA Y SIGNIFICATIVA.

Sentí que me deprimía. Aquello no era más que otro ejemplo de lo que Wil había señalado cuando vio que yo me resistía a darle información a Reneau. Era cierto. YO TENDÍA A OCULTAR LO QUE EN REALIDAD PENSABA.

Miré por la ventanilla el camino que iba subiendo más arriba entre los picos. Sánchez volvió a concentrarse en evitar pozos fatales. Cuando la huella se tornó más angosta, me miró y dijo:

—EL PRIMER PASO EN EL PROCESO DE PONER LAS COSAS EN CLARO CONSISTE PARA TODOS EN TRAER A LA CONCIENCIA NUESTRO DRAMA PARTICULAR DE CONTROL. NO PODREMOS AVANZAR HASTA NO HABERNOS MIRADO BIEN Y DESCUBIERTO QUÉ HACEMOS PARA MANIPULAR Y ASÍ CONSEGUIR ENERGÍA. Es justo lo que le pasó a usted.

—¿Cuál es el próximo paso? —pregunté.

—CADA UNO DEBE REMONTARSE A SU PASADO, A LA VIDA FAMILIAR INICIAL, Y VER CÓMO SE FORMÓ ESE HÁBITO. VER SU APARICIÓN MANTIENE NUESTRA FORMA DE CONTROLAR EN EL NIVEL CONSCIENTE. RECUERDE: LA MAYORÍA DE LOS MIEMBROS DE NUESTRA FAMILIA REPRESENTABAN A SU VEZ UN DRAMA PARA TRATAR DE ABSORBER ENERGÍA DE NOSOTROS CUANDO ÉRAMOS CHICOS. ES POR ESO QUE TUVIMOS QUE FORMAR UN DRAMA DE CONTROL. NOS HACÍA FALTA UNA ESTRATEGIA PARA RECUPERAR LA ENERGÍA. SIEMPRE DESARROLLAMOS NUESTROS DRAMAS PARTICULARES EN RELACIÓN CON LOS MIEMBROS DE NUESTRA FAMILIA. NO OBSTANTE, UNA VEZ QUE RECONOCEMOS LA DINÁMICA DE LA ENERGÍA EN NUESTRA FAMILIA, PODEMOS IR MÁS ALLÁ DE ESTAS ESTRATEGIAS DE CONTROL Y VER QUÉ OCURRE EN REALIDAD.

—¿A qué se refiere con "lo que ocurre en realidad"?

—CADA PERSONA DEBE REINTERPRETAR SU EXPERIENCIA DE FAMI­LIA DESDE UN PUNTO DE VISTA EVOLUCIONISTA, DESDE UN PUNTO DE VISTA ESPIRITUAL, Y DESCUBRIR QUIÉN ES EN VERDAD. UNA VEZ QUE LO HACEMOS, NUESTRO DRAMA SE DESVANECE Y NUESTRA VIDA REAL DESPEGA.

—Entonces, ¿por dónde empiezo?

—Primero, entendiendo CÓMO SE FORMÓ SU DRAMATIZACIÓN.

Hábleme de su padre.

—Es un buen hombre, divertido y capaz, pero... —Vacilé. No quería dar la impresión de ser desagradecido con mi padre.

—¿Pero qué? —preguntó Sánchez.

—Bueno, SIEMPRE FUE MUY CRÍTICO. YO NUNCA HACÍA NADA BIEN.

—¿Cómo lo criticaba? —preguntó Sánchez.

Apareció en mi mente una imagen de mi padre, joven y fuerte.

—ME HACÍA PREGUNTAS Y SIEMPRE ENCONTRABA ALGO EQUIVO­CADO EN LAS RESPUESTAS.

—¿Y qué le pasaba a su energía?

—Supongo que me sentía despojado, así que trataba de evitar decirle cosas.

—Es decir, que SE VOLVÍA VAGO Y DISTANTE Y TRATABA DE HABLAR COMO PARA ATRAER LA ATENCIÓN DE ÉL PERO SIN REVELAR DEMASIADO Y ASÍ NO DARLE MOTIVO PARA CRITICAR. ¿ÉL ERA EL INTERROGADOR Y USTED LO ELUDÍA CON SU ACTITUD DISTANTE?

—Sí, creo que sí. Pero, ¿qué es un interrogador?

—ES OTRA CLASE DE DRAMA. LAS PERSONAS QUE USAN ESA FORMA DE OBTENER ENERGÍA MONTAN EL DRAMA DE HACER PREGUNTAS Y SONDEAR EL MUNDO DEL OTRO CON EL PROPÓSITO ESPECÍFICO DE ENCONTRAR ALGO EQUIVOCADO. APENAS LO HACEN, CRITICAN ESE ASPEC­TO DE LA VIDA DEL OTRO. SI ESTA ESTRATEGIA TIENE ÉXITO, LA PERSONA CRITICADA ES INCORPORADA AL DRAMA. DE REPENTE EMPIEZA A SENTIR­SE TÍMIDA RESPECTO DEL INTERROGADOR Y PRESTA ATENCIÓN A LO QUE ÉSTE HACE Y PIENSA, PARA NO COMETER ALGÚN ERROR SUSCEPTIBLE DE SER NOTADO POR EL INTERROGADOR. ESTA DEFERENCIA PSÍQUICA LE DA AL INTERROGADOR LA ENERGÍA QUE QUIERE.

PIENSE LAS VECES QUE ESTUVO CON ALGUIEN ASÍ. CUANDO QUEDA ATRAPADO EN ESE DRAMA, ¿NO TIENDE A ACTUAR DE MANERA TAL QUE ESA PERSONA NO LO CRITIQUE? EL INTERROGADOR LO SACA DE SU CAMINO Y LO DESPOJA DE SU ENERGÍA PORQUE USTED SE JUZGA A SÍ MISMO POR LO QUE ÉL PUEDA PENSAR.

Recordé con exactitud esa sensación, y la persona que me vino a la mente fue Jensen.

—¿Entonces mi padre era un interrogador? —pregunté. —Por lo que me contó, sí.

Durante un momento me quedé pensando en el drama de mi madre. Si mi padre era un interrogador, ¿qué era ella? Sánchez me preguntó en qué pensaba.

—Me preguntaba cuál es el drama de control de mi madre

—respondí—. ¿Cuántos tipos hay?

—Déjeme explicarle las clasificaciones mencionadas en el Manuscrito —dijo Sánchez—. CADA PERSONA MANIPULA PARA CONSEGUIR ENERGÍA EN FORMA AGRESIVA, FORZANDO DIRECTAMENTE A LA GENTE A QUE LE PRESTE ATENCIÓN, O PASIVA, JUGANDO CON LA SIMPATÍA O LA CURIOSIDAD DE LA GENTE PARA ATRAER LA ATENCIÓN. POR EJEMPLO, SI ALGUIEN LO AMENAZA, VERBAL O FÍSICAMENTE, USTED SE VE FORZADO, POR TEMOR A QUE LE PASE ALGO MALO, A PRESTARLE ATENCIÓN Y ASÍ A DARLE ENERGÍA. LA PERSONA QUE LO AMENAZA LO ARRASTRARÍA AL TIPO DE DRAMA MÁS AGRESIVO, LO QUE LA SEXTA REVELACIÓN LLAMA EL "INTIMIDADOR".

"SI, POR OTRA PARTE, ALGUIEN LE DICE TODAS LAS COSAS HORRIBLES QUE LE ESTÁN SUCEDIENDO, DANDO A ENTENDER, QUIZÁ, QUE USTED ES EL RESPONSABLE Y QUE SI USTED SE NIEGA A AYUDARLO ESAS COSAS CONTINUARÁN, ESA PERSONA TRATA DE CONTROLAR EN EL NIVEL MÁS PASIVO, CON LO QUE EL MANUSCRITO LLAMA EL DRAMA DEL “POBRE DE MÍ". Piénselo un momento. ¿NUNCA ESTUVO AL LADO DE ALGUIEN QUE LO HACE SENTIR CULPABLE CUANDO SE HALLA EN SU PRESENCIA, AUNQUE USTED SEPA QUE NO HAY NINGUNA RAZÓN PARA ESO?

—Sí.

—Bueno, ES PORQUE ENTRÓ EN EL MUNDO DRAMÁTICO DEL "POBRE DE MÍ". TODO LO QUE DICE Y HACE LO COLOCA A USTED EN UNA POSICIÓN EN LA QUE TIENE QUE DEFENDERSE DE LA IDEA DE QUE NO ESTÁ HACIENDO LO SUFICIENTE POR ESA PERSONA. POR ESO UNO SE SIENTE CULPABLE POR EL SOLO HECHO DE ESTAR CON ELLA.

Asentí.

—PUEDE ANALIZARSE EL DRAMA DE CADA UNO DE NOSOTROS —continuó—, SEGÚN DÓNDE SE UBIQUE EN ESTE ESPECTRO QUE VA DE AGRESIVO A PASIVO. SI UNA PERSONA ES SUTIL EN SU AGRESIÓN, SI ENCUENTRA FALLAS Y LENTAMENTE SOCAVA SU MUNDO PARA OBTENER SU ENERGÍA, como vimos en el caso de su padre, ESA PERSONA SERÍA UNA INTERROGADORA. MENOS PASIVO QUE EL "POBRE DE MÍ" SERÍA SU DRAMA DE LA ACTITUD DISTANTE. DE MODO QUE EL ORDEN DE LOS DRAMAS ES: INTIMIDADOR, INTERROGADOR, DISTANTE Y POBRE DE MÍ. ¿Le parece lógico?

—Supongo que sí.

—Correcto. ALGUNAS PERSONAS USAN MÁS DE UN DRAMA EN DISTINTAS CIRCUNSTANCIAS, PERO LA MAYORÍA TENEMOS UN DRAMA DE CONTROL DOMINANTE QUE TENDEMOS A REPETIR, SEGÚN CUÁL FUNCIONÓ BIEN CON LOS MIEMBROS DE NUESTRA FAMILIA PRIMARIA.

De pronto vi todo muy claro. Mi madre me hacía exacta­mente lo mismo que mi padre. Miré a Sánchez.

—Mi madre. Ya sé lo que era. También era una interroga­dora.

—O sea que recibió una dosis doble —comentó Sán­chez—. Con razón es tan distante. PERO POR LO MENOS NO LO INTIMIDABAN. POR LO MENOS NUNCA TEMIÓ POR SU SEGURIDAD.

—¿Qué habría ocurrido en ese caso?

—HABRÍA QUEDADO CLAVADO EN UN DRAMA DE POBRE DE MÍ. ¿Ve cómo funciona? SI USTED ES UN NIÑO Y ALGUIEN LE QUITA SU ENERGÍA AMENAZÁNDOLO CON UN DAÑO FÍSICO, SER DISTANTE NO DA RESULTADO. NO PUEDE LOGRAR QUE LE DEN ENERGÍA HACIÉNDOSE EL TÍMIDO. A LOS DEMÁS LES IMPORTA UN RÁBANO QUÉ PASA EN SU INTERIOR. SON MUY FUERTES. ENTONCES, USTED SE VE OBLIGADO A VOLVERSE MÁS PASIVO E INTENTAR EL ENFOQUE DEL POBRE DE MÍ, APELANDO A LA MISERICORDIA DEL OTRO, HACIÉNDOLO SENTIR CULPABLE POR EL DAÑO QUE ESTÁ HACIENDO.

SI ESO NO FUNCIONA, DE CHICOS, AGUANTAMOS HASTA SER LO BASTANTE GRANDES PARA EXPLOTAR CONTRA LA VIOLENCIA Y COMBATIR LA AGRESIÓN CON AGRESIÓN. —Hizo una pausa. —Como la chica de la cual me habló, en la familia peruana que le servía la cena.

UNA PERSONA LLEGA A CUALQUIER EXTREMO NECESARIO PARA ATRAER LA ENERGÍA DE LA ATENCIÓN EN SU FAMILIA. Y, POSTERIORMENTE, ESA ESTRATEGIA PASA A SER SU FORMA DOMINANTE DE CONTROLAR PARA OBTENER ENERGÍA DE TODOS, EL DRAMA QUE REPITE EN FORMA CONSTAN­TE.

—Entiendo al intimidador —dije—, pero ¿cómo se desa­rrolla el interrogador?

—¿QUÉ HARÍA SI FUERA UN NIÑO Y LOS MIEMBROS DE SU FAMILIA NO ESTUVIERAN O LO IGNORARAN PORQUE VIVEN PREOCUPADOS POR SUS CARRERAS O ALGO ASÍ?

—No sé.

—SER DISTANTE NO ATRAERÍA SU ATENCIÓN; NO LO NOTARÍAN. ¿NO RECURRIRÍA A SONDEAR, ESPIAR Y POR ÚLTIMO ENCONTRAR ALGO MALO EN ESAS PERSONAS DISTANTES, PARA CONSEGUIR ATENCIÓN Y ENERGÍA? ESO ES LO QUE HACE UN INTERROGADOR.

Empecé a captar la revelación.

—¡LAS PERSONAS DISTANTES CREAN INTERROGADORES!

—Eso es.

—¡Y LOS INTERROGADORES HACEN QUE LA GENTE SEA DISTANTE! ¡Y LOS INTIMIDADORES CREAN LA ACTITUD POBRE DE MÍ, O, SI ESO NO RESULTA, OTRO INTIMIDADOR!

—Exacto. ES ASÍ COMO SE PERPETÚAN LOS DRAMAS DE CONTROL. PERO RECUERDE: HAY UNA TENDENCIA A VER ESTOS DRAMAS EN LOS DEMÁS Y PENSAR QUE NOSOTROS ESTAMOS EXENTOS DE ESOS MECANIS­MOS. CADA UNO DE NOSOTROS DEBE TRASCENDER ESTA ILUSIÓN PARA PODER SEGUIR ADELANTE. CASI TODOS TENDEMOS A QUEDARNOS AFERRADOS A UN DRAMA, AL MENOS POR UN TIEMPO, Y DEBEMOS RETROCEDER Y OBSERVARNOS HASTA DESCUBRIR CUÁL ES.

Me quedé un rato en silencio. Al fin, miré a Sánchez y le pregunté:

—UNA VEZ QUE UNO COMPRENDE SU DRAMA, ¿qué pasa? Sánchez redujo la velocidad para poder mirarme a los ojos. —QUEDAMOS REALMENTE LIBRES PARA SER MÁS QUE ESA ACTUA­CIÓN INCONSCIENTE QUE REPRESENTAMOS. Como le dije antes, PODE­MOS ENCONTRAR UN SENTIDO MÁS ELEVADO PARA NUESTRA VIDA, UNA RAZÓN ESPIRITUAL PARA HABER NACIDO EN NUESTRAS FAMILIAS PARTICU­LARES. PODEMOS EMPEZAR A PONER EN CLARO QUIÉNES SOMOS EN VERDAD.

—Ya casi llegamos —dijo Sánchez. El camino subía entre dos picos. Cuando pasamos la enorme formación de la derecha, vi más adelante una casita, apoyada en otro majestuoso pi­náculo de piedra.

—El camión no está —observó el cura.

Estacionamos y caminamos hasta la casa. Sánchez abrió la puerta y entró mientras yo me quedaba esperando. Respiré hondo varias veces. El aire era fresco y liviano. El cielo estaba gris oscuro y cubierto de nubes. Parecía que iba a llover.

Sánchez volvió a la puerta:

—No hay nadie adentro. Debe de estar en las ruinas.

—¿Cómo hacemos para ir?

De pronto me pareció que se sentía cansado.

—Están más arriba, a unos ochocientos metros —dijo, y me entregó las llaves del camión—. Siga el camino hasta pasar el próximo cordón, y las verá abajo. Lleve el camión. Quiero quedarme aquí y meditar.

—Está bien —asentí y subí al vehículo.

Atravesé un vallecito y después subí el cordón siguiente, con la expectativa de ver el paisaje. El panorama no me decepcionó. Al subir la montaña vi todo el esplendor de las ruinas de Machu Picchu: un templo complejo y macizo, rocas de varias toneladas cuidadosamente apoyadas unas sobre otras en la montaña. Pese a la luz mortecina y nebulosa, la belleza del lugar era abrumadora.

Detuve el camión y absorbí la energía durante diez o quince minutos. Varios grupos de personas caminaban por las ruinas. Vi que un hombre con cuello de sacerdote salía de los restos de una construcción y caminaba hacia un vehículo estacionado en las cercanías. Debido a la distancia, y debido a que el hombre llevaba una campera de cuero y no sotana, no podía estar seguro de que fuera el padre Carl.

Puse en marcha el camión y me aproximé. En cuanto oyó el ruido, levantó la vista y sonrió, como si reconociera que era el vehículo de Sánchez. Cuando me vio adentro, al parecer sintió interés y se acercó. Era petizo y achaparrado, de pelo castaño oscuro, rasgos rellenos, ojos azul oscuro. Tendría unos treinta años.

—Estoy con el padre Sánchez —dije, a guisa de presenta­ción, mientras me bajaba del camión—. Se quedó arriba en la casa.

Me tendió la mano.

—Soy el padre Carl.

Miré las ruinas que se elevaban por detrás de él. La piedra cortada era más impresionante aún en la proximidad.

—¿Es la primera vez que viene? —me preguntó.

—Sí —respondí—. Durante años oí hablar de este lugar pero nunca pensé en algo así.

—Es uno de los centros de energía más elevada del mundo —dijo.

Lo miré. Obviamente, hablaba de la energía en el mismo sentido con que se la usaba en el Manuscrito. Asentí y dije:

—Llegué al punto en que estoy tratando conscientemente de generar energía y manejar mi drama de control. —Me sentí un poco pretencioso al hablar así, pero bastante cómodo como para ser franco.

—No parece demasiado distante —observó. Me sorprendí.

—¿Cómo sabía que ése es mi drama? —pregunté.

—He desarrollado un instinto al respecto. Por eso estoy aquí.

—¿Ayuda a las personas a comprender la forma en que controlan?

—Sí, y su verdadero yo.

Los ojos le brillaban con sinceridad. Era absolutamente directo, sin una pizca de incomodidad por revelarse a un extranjero.

Permanecí en silencio y él preguntó:

—¿Comprende las cinco primeras revelaciones?

—Leí la mayoría —respondí—, y he hablado con varias personas.

En cuanto terminé de decir esto, me di cuenta de que había sido demasiado impreciso.

—Creo que entiendo las cinco primeras —agregué—. La sexta no la tengo muy clara. Asintió y dijo:

—La mayoría de las personas con las que hablo no han oído hablar del Manuscrito. Vienen aquí y quedan encantados con la energía. Solamente eso ya hace que se replanteen sus vidas.

—¿Cómo conoce a esa gente? Me miró con expresión astuta.

—Al parecer, me encuentran.

—Usted dijo que ayuda a las personas a encontrar su verdadero yo. ¿Cómo?

Respiró hondo y dijo:

—Hay una sola manera. TODOS DEBEMOS REMONTAMOS A NUESTRA EXPERIENCIA FAMILIAR, AL TIEMPO Y LUGAR DE LA INFANCIA, Y REVISAR LO QUE PASÓ. UNA VEZ QUE TOMAMOS CONCIENCIA DE NUESTRO DRAMA DE CONTROL, PODEMOS CONCENTRARNOS EN UNA VERDAD SUPERIOR EN CUANTO A NUESTRA FAMILIA, EL HILO DE PLATA, POR ASÍ DECIRLO, QUE YACE MÁS ALLÁ DEL CONFLICTO ENERGÉTICO. UNA VEZ QUE LA DESCUBRIMOS, ESTA VERDAD PUEDE ENERGIZAR NUESTRA VIDA, YA QUE NOS DICE QUIÉNES SOMOS, EL CAMINO QUE VAMOS RECORRIEN­DO Y QUÉ ESTAMOS HACIENDO.

—Eso fue lo que me dijo Sánchez —señalé—. Quiero saber más sobre la manera de hallar esa verdad.

Ya empezaba el frío del atardecer. Se subió el cierre de la campera y me dijo:

—Espero que podamos volver a hablar de esto después. Ahora me gustaría saludar al padre Sánchez. Miré las ruinas y él agregó:

—Siéntase libre para mirar todo el tiempo que quiera. Lo veré más tarde en mi casa.

Durante la hora y media siguiente, caminé por ese sitio antiguo. En algunos puntos me demoraba, pues la emoción que me hacían sentir era más profunda que en otros. Me pregunta­ba, fascinado, cómo sería la civilización que había construido esos templos. ¿Cómo transportaron esas piedras hasta ahí arri­ba y las pusieron unas sobre otras? Parecía imposible.

Cuando mi intenso interés por las ruinas empezó a men­guar, mis pensamientos se volvieron hacia mi situación perso­nal. Si bien mis circunstancias no habían cambiado, ahora estaba menos asustado. La confianza de Sánchez me había tranquilizado. Había sido una estupidez dudar de él. Y ya me agradaba el padre Carl.

Como ya estaba oscuro, caminé hasta el camión y regresé a la casa del padre Carl. Cuando iba acercándome vi a los dos hombres parados uno cerca del otro. Al entrar, oí risas. Los dos se hallaban atareados en la cocina, preparando la comida. El padre Carl me saludó y me escoltó hasta una silla. Me senté perezosamente frente a un gran fuego que ardía en la chimenea y miré alrededor.

La habitación era grande y estaba revestida con tablones anchos ligeramente manchados. Vi dos cuartos más, en apariencia dormitorios, unidos por un pasillo angosto. La casa estaba iluminada con lamparitas de bajo voltaje y creí detectar el débil ruido de un generador.

Terminados los preparativos, me invitaron a sentarme a una mesa rústica. Sánchez dijo una breve oración y cuando empezamos a comer los dos hombres siguieron hablando. Después nos sentamos juntos frente al fuego.

—El padre Carl habló con Wil —dijo Sánchez.

—¿Cuándo? —pregunté, lleno de excitación.

—Wil vino hace varios días —respondió el padre Carl—. Yo lo conocí el año pasado y vino a traerme una información. Dijo que tenía idea de quién andaba detrás de la acción guber­namental contra el Manuscrito.

—¿Quién? —pregunté.

—El cardenal Sebastián —intervino Sánchez.

—¿Qué está haciendo?

—Al parecer —repuso Sánchez—, utiliza su influencia con el gobierno para aumentar la presión militar contra el Manus­crito. Siempre prefirió trabajar en silencio a través del gobierno antes que generar una división dentro de la Iglesia. Ahora está intensificando sus esfuerzos. Por desgracia, podría darle resul­tado.

—¿A qué se refiere? —pregunté.

—Exceptuando a los pocos sacerdotes del Concilio del Norte y otras personas más, como Julia y Wil, ya casi nadie tiene copias.

—¿Y los científicos de Vicente? —pregunté.

Ambos hombres permanecieron callados un momento, hasta que el padre Carl respondió:

—Wil me dijo que el gobierno lo clausuró. Arrestaron a todos los científicos y confiscaron los datos de sus investigacio­nes.

—¿La comunidad científica va a permitirlo? —pregunté.

—¿Qué alternativa tienen? —replicó Sánchez—. Además, la mayoría de los científicos no aceptaba esa investigación. El gobierno trata de difundir la idea de que esa gente estaba infringiendo la ley.

—No puedo creer que el gobierno salga bien parado con eso.

—Al parecer, sí —dijo el padre Carl—. Hice algunas llamadas para cerciorarme, y me contaron la misma historia. Si bien lo mantienen muy callado, el gobierno intensifica las medidas enérgicas.

—¿Qué creen que va a pasar? —les pregunté a los dos. El padre Carl se encogió de hombros; el padre Sánchez dijo:

—No sé. Tal vez dependa de lo que encuentre Wil.

—¿Por qué? —inquirí.

—Según parece, está a punto de descubrir la parte que falta del Manuscrito, la Novena Revelación. Tal vez, si lo logra, despierte suficiente interés como para suscitar una interven­ción en un nivel mundial.

—¿Adónde dijo que iba? —le pregunté al padre Carl.

—No lo sabía con exactitud, pero dijo que la intuición lo llevaba más al norte, cerca de Guatemala.

—¿La intuición lo guiaba?

—Sí. LO ENTENDERÁ CUANDO COMPRENDA QUIÉN ES y pase a la Séptima Revelación.

Los miré, sorprendido por la increíble serenidad de ambos.

—¿Cómo pueden quedarse tan tranquilos? —pregunté—. ¿Y si irrumpen aquí y nos arrestan a todos?

Me miraron con paciencia. El que habló fue el padre Sánchez.

—NO CONFUNDA TRANQUILIDAD CON INDIFERENCIA. NUESTRA ACTITUD PACÍFICA TESTIMONIA LO BIEN QUE NOS CONECTAMOS CON LA ENERGÍA. PERMANECEMOS CONECTADOS PORQUE ES LO MEJOR QUE PODEMOS HACER, INDEPENDIENTEMENTE DE LAS CIRCUNSTANCIAS. Entiende, ¿no?

—Sí, por supuesto. Supongo que soy yo el que tiene proble­mas para mantenerse conectado. Los dos sonrieron.

—MANTENERSE CONECTADO —dijo el padre Carl— LE RESULTARÁ MÁS FÁCIL UNA VEZ QUE ACLARE QUIÉN ES.

El padre Sánchez se levantó y se fue, anunciando que lavaría los platos.

Miré al padre Carl.

—Está bien —dije—. ¿Cómo empiezo a verme con clari­dad?

—El padre Sánchez me comentó que USTED YA ENTIENDE LOS DRAMAS DE CONTROL DE SUS PADRES —respondió.

—Así es. Los dos eran interrogadores y eso me volvió distante.

—Muy bien. AHORA DEBE MIRAR MÁS ALLÁ DE LA COMPETENCIA POR LA ENERGÍA QUE EXISTÍA EN SU FAMILIA Y BUSCAR LA VERDADERA RAZÓN POR LA QUE USTED ESTABA ALLÍ.

Lo miré desconcertado.

   

—EL PROCESO DE DESCUBRIR NUESTRA VERDADERA IDENTIDAD ESPIRITUAL IMPLICA CONTEMPLAR TODA NUESTRA VIDA COMO UNA LARGA HISTORIA, TRATANDO DE ENCONTRAR UN SIGNIFICADO MÁS ELEVA­DO. EMPIECE HACIÉNDOSE ESTA PREGUNTA: ¿POR QUÉ NACÍ EN ESA FAMILIA EN PARTICULAR? ¿CUÁL PUEDE HABER SIDO EL PROPÓSITO?

—No sé —dije.

—Su padre era un interrogador ¿Qué más era?

—¿Se refiere a qué postura tiene en la vida?

—Sí.

Pensé un momento y dije:

—Mi padre cree auténticamente en disfrutar de la vida y vivir con integridad, pero tomando el máximo de lo que la vida puede ofrecer. Ya sabe, vivir la vida plenamente.

—¿Ha podido hacerlo?

—Hasta cierto punto, sí, pero de alguna manera siempre parece tener una racha de mala suerte justo cuando cree que está por disfrutar de la vida al máximo.

El padre Carl fijó la mirada en un punto, como en contem­plación.

—¿Cree que la vida es para divertirse y disfrutar, pero no ha logrado aprovecharla?

—Sí.

—¿Pensó alguna vez por qué?

—En realidad, no. Siempre pensé que era desafortunado.

—¿Es posible que no haya encontrado la forma hasta ahora?

—Tal vez.

—¿Y su madre?

—Ya no vive.

—¿Puede ver qué representaba su vida?

—Sí, su vida era la iglesia. Defendía los principios cris­tianos.

—¿De qué manera?

—Creía en el servicio a la comunidad y en obedecer las leyes de Dios.

—¿Ella obedecía las leyes de Dios?

—Al pie de la letra; al menos, lo que su iglesia enseñaba.

—¿Pudo convencer a su padre de hacer lo mismo? Me reí.

—Para nada. Mi madre quería que fuera a la iglesia todas las semanas y que participara en las actividades comunitarias. Pero, como le dije, él era más bien un librepensador.

—¿Y eso dónde lo coloca a usted? Lo miré.

—Nunca lo había pensado.

—¿Los dos querían que les obedeciera? ¿No era por eso que lo interrogaban? ¿Para asegurarse de que usted no adhería a los valores del otro? ¿No pretendían ambos que pensara que la posición de cada uno era la mejor?

—Sí, tiene razón.

—¿Cómo respondía usted?

—Simplemente trataba de evitar tomar posición, creo.

—Los dos lo controlaban para ver si respondía a sus opiniones particulares, y como era incapaz de complacer a ambos, usted se volvió distante.

—Algo así —dije.

—¿Qué le pasó a su madre? —preguntó.

—Tuvo mal de Parkinson y murió después de estar mucho tiempo enferma.

—¿Se mantuvo fiel a su fe?

—Totalmente —dije—. Todo el tiempo.

—¿Y qué sentido le dejó?

—¿Cómo?

—USTED ESTÁ BUSCANDO EL SENTIDO QUE TIENE SU VIDA PARA USTED, LA RAZÓN POR LA QUE NACIÓ DE ELLA, Y QUÉ DEBÍA APRENDER ALLÍ. CADA SER HUMANO, SEA CONSCIENTE O NO, ILUSTRA CON SU VIDA CÓMO SUPONE QUE DEBE VIVIR UNA PERSONA. USTED DEBE TRATAR DE DESCUBRIR QUÉ LE ENSEÑÓ Y AL MISMO TIEMPO QUÉ COSA RESPECTO DE LA VIDA DE ELLA PODRÍA HABER SIDO MEJOR. EL QUÉ HABRÍA CAMBIADO USTED EN SU MADRE ES PARTE TAMBIÉN DE AQUELLO EN LO QUE USTED ESTÁ TRABAJANDO.

—¿Por qué sólo parte?

—Porque LA OTRA PARTE ES CÓMO MEJORARÍA A PARTIR DE LA VIDA DE SU PADRE.

Seguía confundido. Me apoyó la mano en el hombro.

—NO SOMOS SIMPLEMENTE LA CREACIÓN FÍSICA DE NUESTROS PADRES; TAMBIÉN SOMOS LA CREACIÓN ESPIRITUAL. USTED NACIÓ DE ESAS DOS PERSONAS, Y SUS VIDAS EJERCIERON UN EFECTO IRREVOCABLE EN QUIÉN ES USTED. PARA DESCUBRIR SU VERDADERO YO, DEBE ADMITIR QUE SU REALIDAD EMPEZÓ EN UNA POSICIÓN ENTRE LAS VERDADES DE ELLOS. POR ESO USTED NACIÓ AHÍ: PARA ADQUIRIR UNA PERSPECTIVA SUPERIOR RESPECTO DE LO QUE REPRESENTABAN. SU CAMINO CONSISTE EN DESCUBRIR UNA VERDAD QUE SEA UNA SÍNTESIS SUPERIOR DE LO QUE ESAS DOS PERSONAS CREÍAN. Asentí.

—Entonces, ¿CÓMO EXPRESARÍA LO QUE SUS PADRES LE ENSEÑA­RON?

—No estoy seguro —respondí.

—¿Qué le parece?

—Mi padre pensaba que la vida consistía en maximizar el hecho de estar vivo, su alegría por ser quién era, y trató de perseguir ese objetivo. Mi madre creía más en el sacrificio y en pasar el tiempo sirviendo a los demás, negándose a sí misma. Pensaba que ése era el mandato de las Escrituras.

—¿Y usted qué piensa al respecto?

—Realmente no sé.

—¿Qué punto de vista elegiría para usted? ¿El de su madre o el de su padre?

—Ninguno de los dos. Quiero decir, la vida no es tan simple.

Se rió.

—Su respuesta es vaga.

—Supongo que no sé.

—¿Pero si tuviera que elegir uno u otro?

Vacilé, tratando de pensar con honestidad, y me vino a la mente la respuesta.

—Ambos son correctos —dije— e incorrectos.

Alzó los ojos.

—¿Cómo?

—No estoy muy seguro. Pero pienso que una vida correcta debe incluir las dos visiones.

—La cuestión para usted es cómo —dijo el padre Carl. ¿CÓMO VIVE UNO UNA VIDA QUE SEA LAS DOS COSAS? De su madre recibió el conocimiento de que la vida tiene que ver con la espiritualidad. De su padre aprendió que la vida es crecimiento personal, diversión, aventura.

—Entonces —lo interrumpí—, ¿mi vida consiste de alguna manera en combinar los dos enfoques?

—Sí, para usted, la cuestión es la espiritualidad. Toda su vida tendrá que ver con descubrir una espiritualidad que le permita crecer. ÉSE ES EL PROBLEMA QUE SUS PADRES NO FUERON CAPACES DE CONCILIAR Y QUE LE DEJARON A USTED. ÉSE ES SU TEMA EVOLUCIONISTA, SU BÚSQUEDA EN ESTA VIDA.

La idea me sumergió en una profunda reflexión. El padre Carl dijo algo más, pero yo ya no podía concentrarme. El fuego, ya menos intenso, tenía un efecto sedante. Me di cuenta de que estaba cansado.

El padre Carl se incorporó en la silla y dijo:

—Creo que se ha quedado sin energía por esta noche, pero permítame dejarlo con un último pensamiento. PUEDE IR A DORMIR Y NO PENSAR NUNCA EN LO QUE HABLAMOS. PUEDE VOLVER A SU VIEJO DRAMA O DESPERTARSE MAÑANA Y ADHERIR A ESTA NUEVA IDEA DE QUIÉN ES USTED. SI ES ASÍ, ENTONCES PUEDE INICIAR LA SIGUIENTE ETAPA DEL PROCESO, QUE CONSISTE EN MIRAR ATENTAMENTE TODAS LAS COSAS QUE LE PASARON DESDE QUE NACIÓ. SI VE SU VIDA COMO UNA HISTORIA, DESDE SU NACIMIENTO HASTA AHORA, DESCUBRI­RÁ CÓMO HA ESTADO TRABAJANDO TODO EL TIEMPO EN ESA CUESTIÓN. PODRÁ VER CÓMO FUE QUE LLEGÓ AQUÍ, A PERÚ, Y QUÉ DEBERÍA HACER AHORA.

Asentí y lo miré atentamente. Tenía una mirada cálida y afectuosa y la misma expresión que a menudo había visto en las caras de Wil y Sánchez.

—Buenas noches —dijo el padre Carl, fue hasta su dormi­torio y cerró la puerta. Extendí mi bolsa de dormir en el piso y enseguida me quedé dormido.

Me desperté pensando en Wil. Quería preguntarle al pa­dre Carl qué más sabía de sus planes. Mientras me hallaba acostado, pensando, envuelto todavía en la bolsa de dormir, el padre Carl entró en el cuarto sin hacer ruido y empezó a avivar el fuego.

Abrí la bolsa y él me miró, alertado por el ruido.

—Buen día —me saludó—. ¿Cómo durmió?

—Muy bien —respondí mientras me levantaba.

Puso unas ramitas sobre el carbón y después pedazos más grandes de troncos.

—¿Qué dijo Wil que iba a hacer? —pregunté.

El padre Carl se puso de pie y se volvió para hablarme.

—Dijo que iba a la casa de un amigo para esperar cierta información que estaba aguardando; supongo que es informa­ción sobre la Novena Revelación.

—¿Qué más dijo? —pregunté.

—Wil piensa que el padre Sebastián se propone encontrar personalmente la última revelación y que anda bastante cerca. Cree que la persona que controle la última revelación determi­nará si el Manuscrito llegará alguna vez a ser distribuido y comprendido en forma generalizada.

—¿Por qué?

—En realidad no lo sé con certeza. Wil fue uno de los primeros en reunir y leer las revelaciones. Puede entenderlas mejor que nadie. Para mí, él piensa que la última revelación hará que todas las demás resulten más claras y sean aceptadas.

—¿Cree que tiene razón? —pregunté.

—No sé —respondió—. No entiendo tanto como él. Lo único que entiendo es lo que debo hacer.

—¿Qué es?

Hizo una pausa momentánea y después contestó:

—Como le dije antes, mi verdad es ayudar a las personas a descubrir quiénes son en realidad. Cuando leí el Manuscrito, esta misión se volvió muy clara para mí. La Sexta Revelación es mi revelación especial. Mi verdad consiste en ayudar a otros a captarla. Y soy eficaz porque yo mismo viví ese proceso.

—¿Cuál era su drama de control? —le pregunté.

Me miró divertido.

—Era un interrogador.

—¿CONTROLABA A LAS PERSONAS ENCONTRANDO ALGO MALO EN LA FORMA COMO VIVÍAN?

—Eso es. MI PADRE ERA UN "POBRE DE MÍ" Y MI MADRE, DISTANTE. ME IGNORABAN POR COMPLETO. LA ÚNICA FORMA EN QUE PODÍA ATRAER ENERGÍA DE ATENCIÓN ERA ESPIAR LO QUE HACÍAN Y SEÑALAR ALGÚN ERROR.

—¿Y cuándo superó ese drama?

—Hace unos dieciocho meses, cuando conocí al padre Sánchez y empecé a estudiar el Manuscrito. Después de anali­zar bien a mis padres, descubrí para qué me había preparado mi experiencia con ellos. ¿Sabe? Para mi padre lo importante era la realización. Se manejaba con objetivos. Planificaba su tiempo minuto a minuto y se juzgaba a sí mismo de acuerdo con lo que lograba hacer. Mi madre era muy intuitiva y mística. Creía que cada uno de nosotros recibía guía espiritual y que la vida consistía en seguir ese rumbo.

—¿Qué pensaba su padre sobre eso?

—Pensaba que era una locura. Sonreí pero no dije nada.

—¿Ve a qué me llevó eso? —preguntó el padre Carl. Meneé la cabeza. No lograba captarlo.

—Gracias a mi padre —explicó—, estaba sensibilizado a la idea de que la vida tenía que ver con la realización: tener algo importante para hacer, y hacerlo. Pero al mismo tiempo, allí estaba mi madre para decirme que la vida tenía que ver con una dirección interna, algo así como una guía intuitiva. ME DI CUENTA DE QUE MI VIDA ERA UNA SÍNTESIS DE LOS DOS PUNTOS DE VISTA. Trataba de descubrir cómo somos guiados internamente hacia la misión que sólo nosotros podemos cumplir, sabiendo que es de máxima importancia llevar a cabo esa misión si queremos sentirnos felices y plenos.

Asentí.

—Y —continuó— ya ve por qué me entusiasmó tanto la Sexta Revelación. En cuanto la leí, supe que mi trabajo era ayudar a las personas a ver claro para poder desarrollar ese sentido de propósito.

—¿Sabe cómo llegó Wil al punto donde se halla?

—Sí, me lo contó. El drama de Wil era ser distante, igual que usted. E igual que en su caso, ambos padres eran interrogadores y cada uno tenía una fuerte filosofía que quería que Wil adoptara. El padre de Wil era un novelista alemán para el cual el destino último de la raza humana era perfeccionarse. Su padre no defendió nunca otra cosa que los más puros principios huma­nitarios, pero los nazis usaron su idea básica de perfeccionarse para legitimar su liquidación criminal de las razas inferiores.

La corrupción de su tema guía destruyó al viejo y lo llevó a trasladarse a América del Sur con su mujer y Wil. La esposa era una peruana que se crió y estudió en los Estados Unidos. Era escritora también, pero básicamente oriental en sus creen­cias filosóficas. Sostenía que la vida consistía en alcanzar una iluminación interior, una conciencia superior marcada por la paz mental y el desapego de las cosas del mundo. Según ella, la vida no tenía que ver con la perfección, sino con librarse de la necesidad de perfeccionar lo que fuere, de ir a alguna parte... ¿Ve dónde dejó esto a Wil? Meneé la cabeza.

—Quedó en una posición difícil —continuó el padre Carl—. El padre era un paladín de la idea occidental de trabajar para el progreso y la perfección, y la madre sostenía que la vida consistía en alcanzar la paz interior y nada más.

Esas dos personas prepararon a Wil para trabajar en la integración de las principales diferencias filosóficas entre las culturas oriental y occidental, aunque en un primer momento no lo hizo. Se recibió de ingeniero y se dedicó a progresar y luego se convirtió en un simple guía que buscó la paz trayendo a la gente a los bellísimos y conmovedores lugares de este país.

No obstante, lo que despertó todo eso en él fue el estudio del Manuscrito. LAS REVELACIONES SE REFIEREN DIRECTAMENTE A SU CUESTIÓN PRINCIPAL. REVELAN QUE EL PENSAMIENTO ORIENTAL Y EL OCCIDENTAL PUEDEN REALMENTE INTEGRARSE EN UNA VERDAD SUPE­RIOR. NOS MUESTRAN QUE OCCIDENTE TIENE RAZÓN CUANDO AFIRMA QUE LA VIDA ES PROGRESO, QUE ES EVOLUCIÓN HACIA ALGO SUPERIOR. SIN EMBARGO. ORIENTE TAMBIÉN TIENE RAZÓN CUANDO ENFATIZA QUE DEBEMOS ABANDONAR EL CONTROL DEL YO. NO PODEMOS PROGRESAR USANDO SOLAMENTE LA LÓGICA. DEBEMOS ALCANZAR UNA CONCIENCIA MÁS PLENA, UNA CONEXIÓN INTERIOR CON DIOS, PORQUE SÓLO AS NUESTRA EVOLUCIÓN HACIA ALGO MEJOR PUEDE SER GUIADA POR UN PARTE MÁS ELEVADA DE NOSOTROS MISMOS.

"Cuando Wil empezó a descubrir las revelaciones, toda su vida empezó a fluir. Conoció a José, el sacerdote que halló el Manuscrito y lo hizo traducir. Al poco tiempo conoció al propietario de Vicente, y eso contribuyó a iniciar las investigaciones allí. Y más o menos por la misma época, conoció a Julia, que era empresaria pero que también trabajaba como guía llevando gente a las selvas vírgenes.

Justamente con Julia era con quien más afinidad tenía. Congeniaron enseguida debido a la semejanza de las cuestiones que perseguían. Julia se crió con un padre que hablaba de ideas espirituales pero de una forma caprichosa e inconsistente. La madre, por su parte, era profesora de oratoria en la universidad, un as en el arte de la discusión, que exigía pensar con claridad. Naturalmente, Julia terminó buscando información sobre la espiritualidad, aunque siempre con la condición de que fuera inteligible y precisa.

"Wil quería alcanzar una síntesis entre Oriente y Occidente que explicara la espiritualidad humana, y Julia quería que esa explicación fuera absolutamente clara. Algo que el Manuscrito les dio a los dos.

—El desayuno está listo —gritó Sánchez desde la cocina. Me di vuelta, sorprendido. No sabía que Sánchez estaba levantado. Cortamos la conversación y nos reunimos con él para tomar un desayuno de frutas y cereales. Después, el padre Carl me invitó a ir caminando a las ruinas. Acepté, ya que tenía muchas ganas de volver a verlas. Le sugerimos la idea al padre Sánchez, pero cortésmente dijo que no, explicando que debía bajar la montaña para hacer algunas llamadas.

Afuera, el cielo estaba transparente y el sol brillaba radiante sobre los picos. Caminamos a paso ligero.

—¿Cree que hay alguna forma de ponerme en contacto con Wil? —pregunté.

—No —respondió—. No me dijo quiénes eran sus amigos. La única forma sería ir en auto hasta Iquitos, una ciudad cercana a la frontera norte, y considero que en este momento resultaría peligroso.

—¿Por qué allí? —pregunté.

—Pensaba que su búsqueda lo llevaría a esa ciudad. Hay muchas ruinas cerca. Además, el cardenal Sebastián tiene una misión por ahí.

—¿Le parece que Wil va a encontrar la última revelación?

—No sé.

Caminamos en silencio durante varios minutos. En un momento, el padre Carl me preguntó:

—¿Ya decidió algo respecto de lo que hará personalmente?

—¿A qué se refiere?

—El padre Sánchez dijo que al principio usted habló de regresar enseguida a los Estados Unidos pero que últimamente parece interesarle más explorar las revelaciones. ¿Cómo se siente ahora?

—Precario —respondí—. Sin embargo, por alguna razón también quiero seguir adelante.

—Tengo entendido que mataron a un hombre frente a usted.

—Así es.

—¿Y no obstante quiere quedarse?

—No —dije—. Quiero irme, salvar mi vida... y pese a eso, aquí estoy.

—¿Por qué cree que es así? —preguntó. Escudriñé su expresión.

—No sé. ¿Y usted?

—¿Recuerda dónde dejamos la conversación anoche? Lo recordaba con exactitud.

—HABÍAMOS DESCUBIERTO LA CUESTIÓN QUE ME DEJARON MIS PADRES: ENCONTRAR UNA ESPIRITUALIDAD QUE ME PERMITA CRECER, QUE ME DÉ UN SENTIDO DE LA AVENTURA Y PLENITUD. Y DIJO QUE SI ANALIZABA CÓMO HABÍA EVOLUCIONADO MI VIDA, ESTA CUESTIÓN LE DARÍA A MI EXISTENCIA SU EXACTA PROPORCIÓN Y ME ACLARARÍA LO QUE ESTÁ PASÁNDOME AHORA.

Sonrió con aire misterioso.

—Sí, según, el Manuscrito, así ocurre.

—¿Cómo ocurre?

—TODOS DEBEMOS VER LOS CAMBIOS SIGNIFICATIVOS EN NUESTRA VIDA Y REINTERPRETARLOS A LA LUZ DE NUESTRA CUESTIÓN EVOLUCIONISTA.

Sacudí la cabeza, sin comprender.

—TRATE DE PERCIBIR LA SECUENCIA DE INTERESES, AMIGOS IM­PORTANTES Y COINCIDENCIAS QUE SE PRODUJERON EN SU VIDA. ¿NO LO LLEVABAN A ALGUNA PARTE?

Pensé en mi vida desde la infancia pero no encontré ningún esquema.

—¿Cómo ocupaba su tiempo mientras crecía? —preguntó.

—No sé. Fui un chico típico, supongo. Leía mucho.

—¿Qué leía?

—Sobre todo novelas de misterio, ciencia ficción, historias de fantasmas, ese tipo de cosas.

Pensé en la presencia de mi abuelo y le conté al padre Carl lo del lago y las montañas.

Movió la cabeza en señal de comprensión.

—¿Y ya de grande, qué pasó?

—Fui a la universidad. Mi abuelo murió cuando yo estaba ausente.

—¿Qué estudió?

—Sociología.

—¿Por qué?

—Tuve un profesor que me encantó. Su conocimiento sobre la naturaleza humana me interesó y decidí estudiar con él.

—¿Qué ocurrió entonces?

—Me recibí y empecé a trabajar.

—¿Le gustaba?

—Durante mucho tiempo, sí.

—¿Y después las cosas cambiaron?

—Empecé a sentir que lo que hacía no era completo. Trabajaba con adolescentes con trastornos emocionales y creía saber cómo podían trascender su pasado y dejar el acting out que era tan autodestructivo. Pensaba que podía ayudarlos a seguir adelante en la vida. Por último, me di cuenta de que en mi enfoque faltaba algo.

—¿Y luego?

—Dejé.

—¿Y?

—Y en ese momento una vieja amiga vino a verme y me habló del Manuscrito.

—¿Fue entonces cuando decidió venir a Perú?

—Sí.

—¿Qué piensa de su experiencia aquí?

—Pienso que estoy loco —repuse—. Pienso que van a matarme.

—¿Pero qué piensa de la forma en que ha avanzado su experiencia?

—No entiendo.

—Cuando el padre Sánchez me contó lo que le había pasa­do desde su llegada a Perú —dijo—, me asombró la serie de coincidencias que lo pusieron cara a cara con las distintas revelaciones del Manuscrito justo cuando las necesitaba.

—¿Qué significa eso para usted? —pregunté. Dejó de caminar y me miró.

—SIGNIFICA QUE ESTABA LISTO. ESTÁ COMO TODOS LOS QUE NOS HALLAMOS AQUÍ. LLEGÓ A UN PUNTO EN EL QUE NECESITABA EL MANUSCRITO PARA CONTINUAR SU EVOLUCIÓN VITAL.

PIENSE CÓMO ENCAJAN ENTRE SÍ LOS HECHOS DE SU VIDA. DESDE EL COMIENZO, LE INTERESARON LOS TEMAS MISTERIOSOS Y ESE INTERÉS AL FINAL LO LLEVÓ A ESTUDIAR LA NATURALEZA HUMANA. ¿Por qué cree que conoció a ese profesor en particular? El cristalizaba sus intereses y lo llevó a prestar atención al mayor misterio: la situación de la humanidad en el planeta, la cuestión de qué es la vida. Entonces, en algún nivel, usted sabía que el sentido de la vida estaba conectado con el problema de trascender el condicionamiento de nuestro pasado y llevar nuestra vida adelante. Por eso trabajaba con esos chicos.

Pero, como bien lo entiende ahora, fueron necesarias las revelaciones para aclarar qué faltaba en su técnica con esos jóvenes. Para que los chicos con trastornos emocionales evolu­cionaran tenían que hacer lo que debemos hacer todos: conec­tarse con suficiente energía como para superar su intenso drama de control, lo que usted llama acting out, y seguir adelante en lo que resulta ser un proceso espiritual, un proceso que usted ha tratado de entender todo el tiempo.

OBSERVE LA PERSPECTIVA MÁS ELEVADA DE ESOS HECHOS. TODOS LOS INTERESES QUE LO LLEVARON ADELANTE EN SU PASADO, TODAS ESAS ETAPAS DE CRECIMIENTO, SIMPLEMENTE LO PREPARABAN PARA ESTAR AQUÍ, AHORA, EXPLORANDO LAS REVELACIONES. Trabajó en su búsqueda evolucionista de una espiritualidad enriquecedora durante toda su vida, y la energía que adquirió de ese lugar natural en el que creció, una energía que su abuelo trataba de mostrarle, al final le dio el coraje necesario para venir a Perú. USTED ESTÁ AQUÍ PORQUE ES DONDE NECESITA ESTAR PARA CONTINUAR LA EVOLUCIÓN. TODA SU VIDA HA SIDO UN LARGO CAMINO QUE LO CONDUJO DIRECTAMENTE A ESTE MOMENTO.

Sonrió.

CUANDO INTEGRE POR ENTERO ESTA VISIÓN DE SU VIDA, HABRÁ LOGRADO LO QUE EL MANUSCRITO LLAMA UNA CONCIENCIA CLARA DE SU CAMINO ESPIRITUAL. SEGÚN EL MANUSCRITO, TODOS DEBEMOS PASAR TODO EL TIEMPO QUE SEA NECESARIO ATRAVESANDO ESTE PROCESO DE ACLARAR EL PASADO. LA MAYORÍA DE NOSOTROS TENEMOS UN DRAMA DE CONTROL QUE DEBEMOS TRASCENDER, PERO EN CUANTO LO HACEMOS PODEMOS COMPRENDER EL SENTIDO MÁS ELEVADO DE POR QUÉ NA­CIMOS DE NUESTROS PADRES Y PARA QUÉ NOS PREPARABAN TODOS LOS VIRAJES Y LAS VUELTAS DE NUESTRA VIDA. TODOS TENEMOS UN PROPÓ­SITO ESPIRITUAL, UNA MISIÓN, QUE HEMOS PERSEGUIDO SIN SER DEL TODO CONSCIENTES DE ELLO, Y UNA VEZ QUE LO TRAEMOS TOTALMENTE A LA CONCIENCIA, NUESTRAS VIDAS PUEDEN DESPEGAR.

"EN SU CASO, USTED DESCUBRIÓ ESE PROPÓSITO. AHORA DEBE SEGUIR ADELANTE, PERMITIR QUE LAS COINCIDENCIAS LO GUÍEN HACIA UNA IDEA CADA VEZ MÁS CLARA DE CÓMO PROSEGUIR SU MISIÓN A PARTIR DE ESTE PUNTO, Y DE QUÉ MÁS DEBE HACER AQUÍ. Desde que está en Perú, se dejó llevar por la energía de Wil y del padre Sánchez. Ya es hora de que aprenda a evolucionar solo... conscientemente.

Estaba a punto de decirme algo más, pero los dos nos distrajimos al ver el camión de Sánchez que venía detrás de nosotros. Nos alcanzó y bajó la ventanilla.

—¿Qué pasa? —preguntó el padre Carl.

—Debo volver a la misión en cuanto empaque mis cosas —dijo Sánchez—. Están las tropas del gobierno... y el cardenal Sebastián.

Subimos los dos al camión y Sánchez arrancó rumbo a la casa del padre Carl. En el camino nos contó que las tropas habían ido a la misión para confiscar todas las copias del Manuscrito y tal vez para cerrarlo.

Llegamos a la casa y entramos enseguida. El padre Sánchez empezó a guardar sus pertenencias. Yo me quedé de pie, pensando qué hacer. Mientras observaba, el padre Carl se acercó al otro sacerdote y le dijo:

—Creo que debería ir con usted. Sánchez se volvió.

—¿Está seguro?

—Sí, creo que debo hacerlo.

—¿Para qué?

—Todavía no lo sé.

Sánchez lo miró un instante y continuó empacando.

—Si cree que es lo mejor...

Yo estaba apoyado en el marco de la puerta.

—¿Qué debo hacer? —pregunté. Ambos me miraron.

—Es cosa suya —repuso el padre Carl. Seguí mirando.

—Tendrá que tomar una decisión —intervino Sánchez. No podía creer que fueran tan indiferentes respecto de mi decisión. Ir con ellos implicaba ser capturado por las tropas peruanas. ¿Pero cómo podía quedarme ahí, solo?

—Miren —dije—, no sé qué hacer. Tienen que ayudarme. ¿Hay alguna otra persona que pueda esconderme? Ambos hombres se miraron.

—Creo que no —respondió el padre Carl.

Los miré; sentía un nudo de angustia cada vez más grande en el estómago.

El padre Carl me sonrió.

—MANTÉNGASE CENTRADO. RECUERDE QUIÉN ES —me aconsejó.

Sánchez fue hasta donde había un bolso y sacó unas hojas.

—Ésta es una copia de la Sexta Revelación—dijo—. Tal vez lo ayude a decidir qué hacer.

Cuando tomé la copia, Sánchez miró al padre Carl y preguntó:

—¿Cuánto tiempo necesita para partir?

—Tengo que ponerme en contacto con algunas personas —respondió el padre Carl—. Más o menos una hora. Sánchez me miró.

—Lea y piense por un rato. Después hablamos. Los dos hombres volvieron a sus preparativos. Salí, me senté afuera, en una roca grande, y abrí el Manuscrito. Era un eco perfecto de las palabras del padre Sánchez y el padre Carl. ACLARAR EL PASADO ERA UN PROCESO PRECISO PARA TOMAR CONCIENCIA DE NUESTRAS FORMAS INDIVIDUALES DE CONTROL APRENDIDAS EN LA INFANCIA. Y DECÍA QUE UNA VEZ QUE PUDIÉRAMOS TRASCENDER ESE HÁBITO ENCONTRARÍAMOS NUESTRO YO SUPERIOR, NUESTRA IDENTIDAD EVOLUCIONISTA.

Leí todo el texto en menos de treinta minutos y cuando terminé al final comprendí la revelación básica: PARA PODER ENTRAR PLENAMENTE EN ESE ESTADO DE LA MENTE QUE TANTAS PERSO­NAS VISLUMBRABAN —LA EXPERIENCIA DE NOSOTROS MISMOS AVAN­ZANDO POR LA VIDA GUIADOS POR MISTERIOSAS COINCIDENCIAS—, TENÍAMOS QUE DESPERTAR A QUIÉNES ÉRAMOS REALMENTE.

En ese momento el padre Carl salió de la casa, me divisó y se acercó adonde yo estaba sentado.

—¿Terminó? —me preguntó. Su modo era cálido y amis­toso como siempre.

—Sí.

—¿Le molesta que me siente aquí un momento?

—Es un placer.

Se instaló a mi derecha y después de un momento de silencio me preguntó:

—¿COMPRENDE QUE AQUÍ ESTÁ EN SU CAMINO DE DESCUBRI­MIENTO?

—Sí, eso supongo, ¿pero qué hago ahora?

—AHORA DEBE CREERLO REALMENTE.

—¿Cómo, con el miedo que tengo?

—Debe entender qué está en juego. La verdad que busca es tan importante como la evolución del universo mismo, pues permite que la evolución continúe.

¿No se da cuenta? El padre Sánchez me habló de su visión de la evolución en la cima de la montaña. Usted vio cómo evolucionó la materia a partir de la simple vibración del hidrógeno hasta llegar a la humanidad. Se preguntó cómo los hom­bres llevaron adelante esa evolución. Ahora descubrió la res­puesta: LOS HUMANOS NACEN EN DETERMINADAS SITUACIONES HISTÓ­RICAS Y ENCUENTRAN ALGO QUE DEFENDER. FORMAN UNA UNIÓN CON OTROS SERES HUMANOS QUE TAMBIÉN ENCONTRARON ALGÚN PROPÓSITO.

LOS HIJOS NACIDOS DE ESA UNIÓN RECONCILIAN ENTONCES ESAS DOS POSICIONES BUSCANDO UNA SÍNTESIS MÁS ELEVADA, GUIADOS POR LAS COINCIDENCIAS. Como sin duda ya aprendió en la Quinta Revelación, CADA VEZ QUE NOS LLENAMOS DE ENERGÍA Y OCURRE UNA COINCIDENCIA QUE NOS LLEVA ADELANTE EN LA VIDA, ESTABLECEMOS ESE NIVEL DE ENERGÍA EN NOSOTROS MISMOS, Y ASÍ PODEMOS EXISTIR EN UNA VIBRACIÓN SUPERIOR. NUESTROS HIJOS TOMAN NUESTRO NIVEL DE VIBRACIÓN Y LO ELEVAN MÁS TODAVÍA. DE ESA FORMA CONTINUAMOS LA EVOLUCIÓN COMO SERES HUMANOS.

"LA DIFERENCIA AHORA, CON ESTA GENERACIÓN, ES QUE YA ESTA­MOS LISTOS PARA HACERLO EN FORMA CONSCIENTE Y ACELERAR EL PROCE­SO. INDEPENDIENTEMENTE DEL MIEDO QUE LE DÉ, YA NO TIENE ALTERNATIVA. UNA VEZ QUE UNO APRENDE QUÉ ES LA VIDA, NO HAY FORMA DE BORRAR EL CONOCIMIENTO. SI TRATA DE HACER OTRA COSA, SIEMPRE TENDRÁ LA SENSACIÓN DE QUE LE FALTA ALGO.

—Pero, ¿qué hago ahora?

—No sé. Sólo usted lo sabe. Pero le sugiero que primero trate de obtener algo de energía.

El padre Sánchez salió de la casa y se nos acercó, evitando mirarnos o hacer ruido, como si no quisiera interrumpirnos. Traté de concentrarme y miré los picos de roca que rodeaban la casa. Respiré hondo y me di cuenta de que desde que había salido mi actitud había sido totalmente egocéntrica, como con el campo visual restringido. Me había aislado de la belleza y la majestuosidad de las montañas.

Mientras observaba los alrededores, tratando consciente­mente de apreciar lo que veía, empecé a experimentar esa sensación de proximidad, ahora ya familiar. De repente, todo parecía tener una presencia mayor y un leve resplandor. Em­pecé a sentirme más liviano con el cuerpo más elástico.

 

Miré primero al padre Sánchez y luego al padre Carl. Ambos me observaban atentamente y me di cuenta de que veían mi campo de energía.

-¿Qué aspecto tengo? –pregunté. Quédese. Parecería que se siente mejor -dijo Sánchez- Quédese aquí  y aumente todo lo posible su energía. Tardaremos unos veinte minutos más con el equipaje.

Sonrió con ironía

- Después de esto -continuó-, estará listo para empezar.

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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