El Poder
esta Dentro de Ti
Segunda
Parte
Romper las Barreras
Louise L. Hay |
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Comprender los obstáculos que nos traban
Las pautas de
odio a uno mismo, de culpa y de autocrítica elevan
los niveles de estrés y debilitan el sistema inmunitario.
Ahora que
sabemos algo más sobre el poder que hay en nuestro interior,
echemos una mirada a lo
que nos impide emplearlo. Pienso que casi todos tenemos
barreras de uno u Otro tipo. Incluso
cuando trabajamos muchísimo en nosotros mismos y despejamos
los obstáculos, siguen apareciendo
nuevas barreras.
Muchas personas se encuentran tantos defectos que llegan a
creer que no valen lo suficiente y
que nunca lo lograrán. Lógicamente, si encontramos cosas
malas en nosotros, también las
encontraremos en los demás. Si aún continuamos diciendo: «No
puedo hacer eso porque mi madre
me dijo…, o mi padre me dijo…», eso quiere decir que todavía
no hemos crecido.
De modo que ahora necesitas eliminar las barreras, y tal vez
aprender algo diferente, algo que aún
no sabes. Tal vez alguna frase que encuentres en este libro
te sirva para poner en marcha un nuevo
pensamiento.
¿Te imaginas lo maravilloso que sería que cada día
aprendieras una idea nueva que te ayudara a
dejar atrás el pasado y a crear armonía en tu vida? Cuando
tomes conciencia y comprendas el
proceso individual de la vida sabrás qué dirección tomar. Si
empleas tus energías en conocerte a ti
mismo, finalmente verás qué problemas y asuntos necesitas
disolver.
Todos tenemos desafíos en la vida. Todo el mundo. Nadie pasa
por la vida sin encontrárselos; si
no fuera así, ¿qué objeto tendría venir a esta escuela
particular llamada Tierra? Algunos tienen los
desafíos de la salud, otros los de las relaciones, los de la
profesión o los económicos. Algunos tenemos desafíos en
todas estas áreas, en mayor o menor grado.
Creo que uno de los mayores problemas consiste en que muchos
de nosotros no tenemos la
menor idea de qué es lo que necesitamos dejar atrás. Sabemos
lo que no funciona y sabemos lo que
deseamos, pero no sabemos qué es lo que nos mantiene
estancados. Así pues, dediquemos el
tiempo necesario a echar un vistazo a los obstáculos que nos
traban.
Tómate un momento para pensar en tus propias pautas de
comportamiento, en tus problemas y en
las cosas que te traban, y observa en cuál de estas
categorías entran: crítica, temor, culpa o
resentimiento. A estas categorías yo las llamo
Las Cuatro Grandes. ¿Cuál es tu predilecta? La mía es
una combinación de crítica y resentimiento. Tal vez la tuya
también sea una combinación de dos o
tres. ¿Es temor lo que siempre surge? ¿O es la culpa? ¿Eres
muy crítico o rencoroso? Permíteme
que te diga que el rencor es rabia acumulada. De modo que si
crees que no te está permitido
expresar la rabia que sientes, entonces es que has acumulado
muchísimo rencor.
No podemos negar nuestros sentimientos. No podemos
ignorarlos cómodamente. Cuando me
diagnosticaron el cáncer, tuve que mirarme con toda
claridad. Tuve que admitir algunas tonterías
sobre mí que no deseaba admitir. Por ejemplo, que yo era una
persona muy rencorosa y llevaba en
mi interior una enorme amargura por el pasado. «Louise —me
dije—, ya no tienes tiempo para
continuar permitiéndote eso. Tienes que cambiar, de verdad.»
O, como lo expresa Peter Mc Williams:
«Ya no puedes permitirte el lujo de tener ni un solo
pensamiento negativo».
Tus experiencias siempre reflejan tus creencias internas.
Literalmente, puedes mirar tus
experiencias y determinar cuáles son tus creencias. Puede
que resulte algo inquietante o perturbador
hacerlo, pero si observas a las personas con quienes te
relacionas, verás que todas ellas reflejan
alguna creencia que tienes acerca de ti mismo. Si
continuamente te critican en el trabajo, esto
probablemente se deba a que eres crítico contigo mismo o a
que alguno de tus padres te criticaba
cuando eras pequeño. Todo lo que nos sucede en la vida
refleja lo que somos. Cuando sucede algo
que no nos resulta agradable o cómodo, tenemos la
oportunidad de mirar dentro de nosotros y decir:
«¿De qué forma contribuyo a crear esta experiencia? ¿Qué hay
dentro de mí que piensa que me
merezco esto?».
Todos tenemos pautas de comportamiento que se iniciaron en
la familia, de modo que es muy fácil
echar la culpa a nuestros padres, nuestra infancia o nuestro
entorno, pero eso nos mantiene
estancados. No nos liberamos así, seguimos siendo víctimas y
perpetuamos los mismos problemas
de siempre, que siguen y siguen repitiéndose continuamente.
De manera que en realidad no importa lo que alguien nos
hiciera o nos enseñara en el pasado.
Hoy es un nuevo día. Ahora estamos al mando. Ahora es el
momento de crear el futuro en nuestra
vida y en nuestro mundo. Tampoco importa lo que yo diga,
porque sólo tú puedes hacer el trabajo.
Únicamente tú puedes cambiar tu forma de pensar, de sentir y
de actuar. Yo sólo digo que puedes
hacerlo. Categóricamente, puedes hacerlo, porque tienes un
Poder Superior dentro de ti que te
ayudará a liberarte de esas pautas si tú se lo permites.
Puedes recordarte a ti mismo que cuando eras un bebé te
amabas tal como eras. No hay ningún
bebé que critique su cuerpo y piense: «Oh, tengo las caderas
demasiado anchas». Los bebés están
encantados y entusiasmados por el solo hecho de tener
cuerpo. Expresan sus sentimientos. Cuando
un bebé está contento tú lo notas, y cuando está enfadado se
entera todo el vecindario. Los bebés
jamás tienen miedo de que la gente se entere de cómo se
sienten. Viven en el momento. Tú fuiste así
en una época. A medida que crecías, escuchabas a las
personas que te rodeaban y de ellas
aprendiste el miedo, la crítica y la culpa.
Si te criaste en una familia en la que la crítica era la
norma, entonces debes ser un adulto crítico.
Si te criaste en una familia en la que no estaba permitido
manifestar el enfado, entonces
probablemente te aterra enfrentarte a los demás y mostrar
rabia, y te la tragas y la acumulas en el
cuerpo.
Si te criaste en una familia en la que todos estaban
manipulados por los sentimientos de
culpabilidad, entonces lo más probable es que sigas siendo
igual de adulto. Posiblemente eres una
persona que se pasa la vida diciendo «Lo siento», y jamás se
atreve a pedir algo directamente.
Tienes la sensación de que para obtener lo que deseas
tendrías que manipular.
Cuando crecemos comenzamos a captar estas falsas ideas y
perdemos contacto con nuestra
sabiduría interior. Por lo tanto, necesitamos realmente
liberar esas ideas y volver a la pureza del
espíritu, donde de verdad nos amamos a nosotros mismos.
Necesitamos reinstaurar la maravillosa
inocencia de la vida y la alegría de existir momento a
momento, la misma alegría que siente el bebé
en su feliz estado de maravillado asombro.
Piensa en lo que deseas que se haga realidad. Decláralo en
afirmaciones positivas, no negativas.
Ahora, ve al espejo y repite tus afirmaciones. Observa qué
obstáculos se interponen en tu camino.
Cuando empieces a hacer una afirmación del tipo «Me amo y me
apruebo», presta atención a los
mensajes negativos que surjan, porque al identificarlos se
transforman en los tesoros que te abrirán la
puerta hacia la libertad. Generalmente el tema de los
mensajes es uno u otro de los Cuatro que
mencioné anteriormente: crítica, temor, culpa o
resentimiento. Y lo más probable es que aprendieras
esos mensajes de personas de tu pasado.
Algunas personas han elegido tareas bien difíciles de
realizar en esta vida, pero yo creo
firmemente que en realidad vinimos aquí a amarnos a nosotros
mismos a pesar de lo que los demás
digan o hagan. Siempre podemos superar las limitaciones de
nuestros padres y amigos. Si fuiste una
niña buena o un niño bueno, aprendiste la forma limitada de
mirar la vida que tenían tus padres. Tú
no eres una mala persona. Eras el hijo o la hija ideal.
Aprendiste exactamente lo que tus padres te
enseñaron. Y ahora que eres adulto, sigues haciendo lo
mismo. ¿Cuántos de vosotros os escucháis
decir lo mismo que solían deciros vuestros padres?
¡Felicitaciones! Ellos fueron excelentes maestros
y vosotros excelentes alumnos, pero ahora ya es hora de que
comencéis a pensar por vosotros mismos.
Es probable que muchas personas sientan resistencia al
mirarse al espejo y repetir las
afirmaciones. Sin embargo, la resistencia es el primer paso
hacia el cambio. Muchos deseamos que
cambie nuestra vida, pero cuando se nos dice que tenemos que
hacer algo diferente contestamos:
«¿Quién, yo? No quiero hacer eso».
Puede que otros experimenten sentimientos de desesperación.
Muchas veces, cuando uno se mira
al espejo y dice «Te amo», el pequeño niño interior
responde: «¿Dónde habías estado todo este
tiempo? He estado esperando que te fijaras en mí». Entonces
a uno le invade una oleada de tristeza
porque ha rechazado al pequeño durante mucho, mucho tiempo.
Una vez que hice este ejercicio en uno de mis talleres una
mujer me dijo que sentía mucho miedo.
Le pregunté qué le producía ese miedo y ella me confió el
hecho de que cuando era niña había
sufrido la experiencia del incesto. Muchos de nosotros hemos
pasado por esta experiencia llamada
incesto y estamos aprendiendo a superarla. Es interesante la
frecuencia con que ocurre en nuestro
planeta. Se lee mucho sobre el incesto en esta época, aunque
yo creo que no es más frecuente
ahora que antes. Hemos progresado y actualmente pensamos que
los hijos tienen sus derechos, y
nos permitimos ver esta fea herida en la sociedad. Para
poder trabajar en este problema con el fin de
liberarlo, primero tenemos que admitirlo.
La terapia es importantísima para las personas que han
sufrido esta experiencia. Necesitamos un
espacio de seguridad en donde poder trabajar con estos
sentimientos. Una vez que hemos dejado
salir la rabia, el dolor y la vergüenza, podemos pasar al
espacio en donde podemos amarnos a noso-
tros mismos. Sea cual fuere el problema en que estemos
trabajando, es necesario que recordemos
que los sentimientos que surgen son sólo eso, sentimientos.
Ya no estamos viviendo la experiencia.
Necesitamos trabajar para lograr que el niño o la niña
interior se sienta a salvo. Es preciso que nos
demos las gracias por haber tenido el valor de sobrevivir a
esa experiencia. Muchas veces, cuando
tratamos con un problema como el del incesto, nos es muy
difícil aceptar que la otra persona estaba
haciendo lo mejor que podía en ese momento, con el
entendimiento y el conocimiento que tenía. Los
actos violentos siempre proceden de personas que también
fueron tratadas con violencia. Todos
necesitamos sanar. Cuando aprendamos a amarnos y a
apreciarnos tal como somos, ya no haremos
daño a nadie.
Acabemos con las
críticas
En lo relativo al tema de la crítica, normalmente nos pasamos la
vida criticándonos por las mismas
cosas, una y otra vez. ¿Cuándo vamos a despertar y comprender que la
crítica no sirve de nada?
Ensayemos otra táctica. Aprobémonos tal como somos en este preciso
momento. Las personas
dadas a criticar, también suelen atraer muchas críticas, porque ésa
es su pauta: criticar. Lo que
damos, lo recibimos de vuelta. Puede que también necesiten ser
perfectas en todo momento. ¿Quién
es perfecto? ¿Has conocido a alguien perfecto? Yo no. Cuando nos
quejamos de otra persona, en
realidad nos estamos quejando de algún aspecto de nosotros mismos.
Todas las personas son un reflejo de nosotros mismos, y lo que vemos
en los demás, también lo
vemos en nosotros. Muchas veces nos sucede que no queremos aceptar
algunos aspectos de
nuestra forma de ser. Nos maltratamos con alcochol, drogas o
cigarrillos, o comiendo en exceso o de
cualquier otra manera. Son formas de castigarnos por no ser
perfectos; pero, ¿ser perfectos para
quién? ¿Las exigencias y expectativas de quién queremos satisfacer?
Decídete a dejar atrás eso.
Sencillamente «sé». Descubrirás que eres una persona maravillosa tal
como eres en este mismo
momento.
Si siempre has sido una persona crítica que ve la vida con ojos muy
negativos, te va a llevar
tiempo dar un giro completo para amar y aceptar más. Aprenderás a
tener paciencia contigo mismo a
medida que te ejercites en eliminar la crítica, que sólo es un
hábito, no la realidad de tu ser.
¿Te imaginas lo maravilloso que sería que pudieras vivir sin que
jamás nadie te criticara? Te
sentirías totalmente a gusto, cómodo. Cada mañana sería un hermoso
nuevo día
porque todo el mundo te amaría y aceptaría y nadie te criticaría ni
te despreciaría. Tú te puedes proporcionar esa felicidad acogiendo y
aceptando las cosas que hacen de ti un ser único y especial.
La experiencia de vivir contigo mismo puede ser la experiencia más
maravillosa que puedas
imaginar. Al despertar por la mañana, siente la alegría de pasar
otro día contigo.
Cuando te ames verdaderamente a ti mismo, despertarás lo mejor que
hay en ti. No quiero decir
con eso que serás mejor de lo que eres ahora, porque eso equivaldría
a suponer que ahora no eres
tan buena persona. Pero sí descubrirás formas más positivas de
satisfacer tus necesidades y de
expresar con más plenitud lo que realmente eres.
La culpa nos hace sentir inferiores
Muchas veces los demás nos envían mensajes negativos porque ésa es
la manera más fácil de
manipularnos. Si alguien intenta hacerte sentir culpable,
pregúntate: «¿Qué desea esta persona?
¿Por qué hace esto?». Plantéate estas preguntas en lugar de decirte
interiormente: «Sí, soy culpable,
debo hacer lo que me dicen».
Muchos padres manipulan a sus hijos mediante la culpa porque también
ellos fueron educados de
este modo. Mienten a sus hijos para producirles sentimientos de
inferioridad. Hay muchas personas
que al hacerse mayores siguen siendo manipuladas por sus familiares
y amigos, en primer lugar
porque no se respetan a sí mismas; si se respetasen, no dejarían que
esto ocurriera. En segundo
lugar, porque ellas también son manipuladoras.
Mucha gente vive bajo una nube de culpa. Siempre piensan que hacen
mal las cosas, que no se
comportan correctamente, y se pasan la vida pidiendo disculpas. Se
niegan a perdonarse algo que
hicieron en el pasado, se reprenden y denigran por las cosas que les
suceden. Deja que se disuelva
la nube. No es necesario que continúes viviendo así.
Aquellos de vosotros que se sienten culpables pueden ahora aprender
a decir «no» y ensenar a la
gente que la culpa es algo absurdo. No se trata de enfadarse, pero
no hay por qué seguirles el juego.
Si te resulta muy extraño decir simplemente «no», dilo de esta
manera: «No, no puedo hacer eso».
No des explicaciones ni trates de excusarte, porque entonces el
manipulador tendrá municiones para
convencerte y hacer que cambies tu decisión. Cuando los demás vean
que ya no les da resultado
manipularte, no lo intentarán más. Los demás sólo pueden controlarte
mientras tú lo permitas. Es
posible que te sientas culpable la primera vez que digas no; pero te
resultará más fácil a medida que
vayas practicando.
Una mujer que asistió a una de mis charlas tenía un bebé que nació
con una enfermedad cardíaca.
Ella se sentía culpable porque creía que había hecho algo mal, que
le había hecho daño a su bebé,
que era culpa suya que estuviera enfermo. Lamentablemente, la culpa
no soluciona nada. En su
caso, nadie había hecho nada mal. Le dije que yo pensaba que la
enfermedad podía haber sido una
elección del alma del bebé. Mi respuesta fue que amara a su hijo y
se amara a sí misma y dejara de
pensar que había hecho algo mal. Ese tipo de culpa no sana a nadie.
Si haces algo que sabes que vas a lamentar, deja de hacerlo. Si en
el pasado hiciste algo por lo
cual aún te sientes culpable, perdónate. Si puedes enmendarlo, hazlo
y no vuelvas a repetir la acción.
Cada vez que surja la culpa en tu vida pregúntate: «¿Qué sigo
creyendo de mí mismo?», «¿A quién
deseo agradar?». Fíjate en las creencias de tu infancia que afloran.
Cuando acude a mí alguien que se ha visto involucrado en un
accidente de coche, generalmente
veo que hay culpa en lo más profundo de su interior, y necesidad de
castigo. También puede que
haya mucha hostilidad reprimida porque esa persona piensa que no
tiene derecho a defenderse. La
culpa busca castigo, de modo que nos convertimos literalmente en
nuestro propio juez, jurado y
verdugo; nos condenamos a prisión. Nos castigamos y no hay nadie a
nuestro alrededor que acuda
en nuestra defensa. Es hora de perdonarnos y de otorgarnos la
libertad.
Una mujer que
asistía a uno de mis seminarios tenía un enorme sentimiento
de culpabilidad con
respecto a su hijo de mediana edad. Era su único hijo y
tenía un carácter muy reservado, muy
encerrado en sí mismo. Ella se sentía culpable porque había
sido muy estricta con él en la época de
crecimiento. Le expliqué que había hecho lo mejor que sabía
hacer en ese tiempo. Yo creo que él la
escogió como madre antes de encarnarse en esta vida, de modo
que en un plano espiritual, él sabía
lo que hacía. Le dije que estaba malgastando toda su energía
al sentirse culpable por algo que no
podía cambiar.
—Es una pena que él sea así —suspiró ella—, lamento tanto
haber hecho un mal trabajo...
Esta mujer desperdiciaba su energía porque de ese modo no
ayudaba a su hijo ni evidentemente
se ayudaba a sí misma. La culpa se convierte en pesada carga
y hace que nos sintamos inferiores.
Le dije que cada vez que sintiera aflorar la culpa dijera
algo como: «No, ya no quiero sentir eso.
Estoy dispuesta a aprender a amarme. Acepto a mi hijo tal
como es». Si continuamente afirmaba
esto, la pauta de culpabilidad se iría marchando.
Aun cuando no sepamos cómo amarnos, el hecho de estar
«dispuestos» a hacerlo hará el cambio.
Sencillamente no vale la pena aferrarse a estas pautas. La
enseñanza es siempre «amarse a uno
mismo». La enseñanza para esa mujer no era sanar a su hijo
sino amarse a ella misma. Su hijo
también vino a esta vida a amarse a sí mismo. Ella no puede
hacer eso por él, y él no lo puede hacer
por ella.
Las religiones organizadas suelen ser excelentes para hacer
que la gente se sienta culpable. Muchas
montan números bien opresivos para mantener a la gente a
raya, sobre todo a los jóvenes. Pero ya
no somos niños, no tenemos por qué obedecer a nadie. Somos
adultos que podemos decidir lo que
queremos creer. El niño que hay en nosotros se siente
culpable, pero también está ahí el adulto que
hay en nosotros para enseñarle sentirse de otra manera.
Causamos estragos en nuestro interior cuando contenemos o
reprimimos las emociones. Ámate lo
suficiente como para permitirte sentir tus emociones. Deja
aflorar tus sentimientos. Puede que te
pases días enteros llorando o enfadándote a cada momento.
Tal vez necesitas procesar muchísimo
material antiguo. Te sugiero algunas afirmaciones que te
facilitarán el proceso y harán que sea más
cómodo, más distendido:
Ahora
libero tranquilamente todas mis viejas creencias.
Me resulta fácil y cómodo cambiar.
Ahora mi senda está allanada.
Estoy libre del pasado.
No añadas juicios a tus sentimientos. Lo único que
conseguirás con eso es ahogarlos más. Si
estás pasando por dilemas o momentos de crisis, afirma que
te encuentras a salvo y dispuesto a
sentir.
El hecho de
afirmar sentimientos positivos te traerá cambios
beneficiosos.
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