Por medio de esta facultad, uno puede compaginar viejos conceptos,
ideas o planes en nuevas combinaciones.
Esta facultad no crea. Funciona con el material de la
experiencia, la educación y la observación con que se la alimenta.
Es la facultad que más usa el inventor, con la excepción del
«genio», que recurre a la imaginación creativa cuando no puede
resolver su problema mediante la imaginación sintética.
La imaginación creativa
A través de la facultad de la imaginación creativa la mente finita
del hombre tiene comunicación directa con la Inteligencia Infinita.
Es la facultad mediante la cual se reciben los «presentimientos» y
las «inspiraciones». Por medio de esta facultad, un individuo puede
«sintonizarse» o comunicarse con el subconsciente de otros hombres.
La imaginación creativa funciona de forma automática, de la manera
que se describe en páginas siguientes.
Esta facultad funciona sólo cuando la mente consciente está
trabajando a un ritmo extremadamente rápido, como, por ejemplo,
cuando es estimulada por medio de la emoción de un deseo
poderoso.
La facultad creativa se vuelve más alerta en proporción con el
desarrollo que adquiere a través del uso. Los grandes líderes de los
negocios, la industria y las finanzas, y los grandes artistas,
músicos, poetas y escritores han llegado al lugar que ahora ocupan
porque han desarrollado la facultad de la imaginación creativa.
Tanto la imaginación creativa como la sintética se agudizan cada vez
más por el uso, de la misma forma que lo hace cualquier músculo u
órgano del cuerpo.
El deseo es sólo un pensamiento, un impulso. Es nebuloso y efímero.
Es abstracto, y no tiene valor hasta que se ha transformado en su
contrapartida física. Si bien la imaginación sintética es la que se
usará con más frecuencia en el proceso de transformar el impulso del
deseo en dinero, usted debe tener presente el hecho de que puede
afrontar circunstancias y situaciones que exijan el empleo de la
imaginación creativa.
EJERCITE SU IMAGINACIÓN
Su facultad imaginativa puede haberse debilitado a causa de la falta
de actividad. Se la puede revivir y estimular mediante el uso. Esta
facultad no muere, aunque puede llegar a la inactividad total por
falta de uso.
Centre su atención en el desarrollo de la imaginación sintética
porque es la facultad que usted usará más en el proceso de convertir
el deseo en dinero.
La transformación del impulso intangible, del deseo, en una realidad
tangible, el dinero, exige el uso de un plan o más. Este plan debe
realizarse con la ayuda de la imaginación, y, sobre todo, con la
facultad sintética.
Léase todo el libro, y luego vuelva a este capítulo, y empiece en
seguida a poner a trabajar la imaginación en la construcción de un
plan, o planes, para la transformación de su deseo en dinero. Casi
en cada capítulo se han dado detalladas instrucciones para
elaborarlos. Siga las instrucciones que mejor se ajusten a sus
necesidades. Ponga su plan por escrito, si todavía no lo ha hecho.
En el momento en que complete eso, habrá dado forma definitiva y
concreta a un deseo intangible. Lea una vez más el enunciado
anterior. Léalo en voz alta, muy lentamente, y, a medida que lo
hace, recuerde que en el momento en que reduce la afirmación de su
deseo y planifica su realización sobre un papel, ha dado el primero
de una serie de pasos que le permitirán convertir ese pensamiento en
su contrapartida física.
LAS LEYES QUE CONDUCEN A LA FORTUNA
La Tierra sobre la que usted vive y todas las otras cosas materiales
son el resultado de los cambios de la evolución, mediante los cuales
las partículas microscópicas de materia se han organizado y
acomodado de una manera ordenada.
Por otra parte (y esta afirmación es de fundamental importancia),
este planeta, cada una de los miles de millones de células del
cuerpo de usted, y cada átomo de materia, empiezan como una forma
intangible de energía.
¡El deseo es el impulso del pensamiento! Los impulsos del
pensamiento son formas de la energía. Cuando empieza a acumular
dinero con un impulso del pensamiento, el deseo, usted está poniendo
a su servicio el mismo «material» que la naturaleza empleó para
crear este planeta y todas las formas materiales del universo,
incluido el cuerpo y el cerebro en los que los impulsos de
pensamiento funcionan.
Usted puede amasar una fortuna mediante la ayuda de leyes que son
inmutables. Pero primero debe familiarizarse con esas leyes, y
aprender a usar las. A través de la repetición, y ofreciendo la
descripción de estos principios desde todos los ángulos concebibles,
el autor desea revelarle el secreto mediante el cual se han
conseguido todas las grandes fortunas. Por extraño y paradójico que
pueda parecer, el «secreto» no es tal. La propia naturaleza nos lo
pone delante, en la Tierra donde vivimos, en las estrellas, en los
planetas suspendidos en sus órbitas, en los elementos que nos
rodean, y en todas las formas de vida que tenemos a nuestro alcance.
Los principios que presentamos a continuación le abrirán el camino a
la comprensión de la imaginación.
Asimile los que consiga entender, a medida que lee por primera vez
esta manera de ver las cosas; luego, cuando relea el texto y lo
estudie de nuevo, descubrirá que ha pasado algo que clarifica las
cosas y le da una comprensión más amplia de todo. Pero, sobre todo,
no se detenga, no dude en sus estudios de estos principios, hasta
que haya leído el libro al menos unas tres veces, porque,
para entonces, ya no querrá detenerse.
CÓMO HACER USO PRÁCTICO DE LA IMAGINACIÓN
Las ideas son el punto inicial de todas las fortunas. Las ideas son
productos de la imaginación. Examinemos algunas bien conocidas que
han dado origen a fortunas inmensas, en la esperanza de que estos
ejemplos transmitirán la información precisa de lo que se refiere al
método a través del cual se puede utilizar la imaginación para
acumular riquezas.
LA TETERA ENCANTADA
Hace cincuenta años, un viejo médico rural se fue a caballo hasta el
pueblo, ató su montura, entró sigilosamente en la droguería por la
puerta trasera y empezó a «regatear» con el joven dependiente.
Durante más de una hora, tras el mostrador, el viejo doctor y el
dependiente hablaron en voz baja. Después, el doctor salió. Fue
hasta el caballo y regresó a la tienda con una gran tetera antigua,
y con una paleta de madera (que se usaba para revolver el contenido
de la tetera), y las depositó en la parte trasera de la tienda. El
dependiente inspeccionó la tetera, buscó en su bolsillo interior,
sacó un rollo de billetes y se lo alargó al doctor. El rollo
contenía quinientos dólares, ¡todos los ahorros del dependiente! El
doctor le dio un trocito de papel en el que aparecía escrita la
fórmula secreta. ¡Las palabras de aquel trozo de papel bien valían
el rescate de un rey! ¡Pero no para el doctor! Esas palabras
mágicas eran necesarias para que la tetera empezara a hervir, pero
ni el doctor ni el joven dependiente sabían qué fortunas fabulosas
estaban destinadas a brotar de aquella tetera. El viejo médico
estaba contento de vender esos objetos por quinientos dólares. El
dependiente se arriesgaba mucho apostando todos sus ahorros a un
trocito de papel y a una tetera vieja. Nunca había soñado que su
inversión comenzaría con una tetera que rebosaría de oro y que un
día sobrepasaría el milagroso fenómeno de la lámpara de Aladino.
¡Lo que el dependiente había comprado en realidad era una idea!
La vieja tetera, y la cuchara de madera y el mensaje secreto escrito
en el trocito de papel eran cosas incidentales. Las curiosas
cualidades de aquella tetera empezaron a manifestarse después de que
su nuevo propietario mezclara, según las instrucciones secretas, un
ingrediente sobre el cual el doctor no sabía nada. Trate de
descubrir qué fue lo que el joven añadió al mensaje secreto, que
hizo que la tetera rebosara de oro. Ésta es una historia de hechos,
más extraños que la ficción, de hechos que se inician en la forma de
una idea. Echemos una ojeada a las vastas fortunas que esta idea ha
producido. Ha rendido, y sigue rindiendo, fortunas inmensas a
hombres y mujeres que se ocupan de cultivar caña de azúcar y de
refinar y comercializar el azúcar.
La vieja tetera consume, anualmente, millones de botellas,
proporcionando trabajo a un enorme número de trabajadores del
vidrio. La vieja tetera da empleo a un ejército de dependientes,
taquígrafos, escritores y expertos en publicidad en toda la nación.
Ha obtenido fama y fortuna para muchísimos artistas que han creado
cuadros magníficos que describen el producto.
La vieja tetera ha convertido un pequeño pueblo del sur de los
Estados Unidos en la capital sureña de los negocios, donde ahora
beneficia directa o indirectamente cada negocio y casi a cada
residente de la ciudad.
La influencia de esta idea beneficia ahora a todas las ciudades
civilizadas del mundo, vertiendo un flujo continuo de oro para todo
aquel que la toca.
El oro de la tetera construye y mantiene una de las universidades
más importantes del sur de los Estados Unidos, donde millares de
jóvenes reciben el entrenamiento esencial para el éxito.
Si el producto de esa vieja tetera de bronce pudiera hablar, nos
contaría escalofriantes historias de novela, en todos los idiomas.
Novelas de amor, novelas de negocios, novelas de hombres y mujeres
profesionales, que se ven estimulados a diario por ese producto. El
autor está seguro de una de esas novelas por lo menos, pues tiene
parte en ella, y todo empezó no muy lejos de donde el dependiente le
compró al médico la vieja tetera. Allí fue donde el autor conoció a
su esposa, y ella le habló por primera vez de la tetera encantada.
Era el producto de aquella tetera lo que estaban bebiendo cuando él
le pidió que lo aceptase «para lo mejor o lo peor».
Sea usted quien fuere, viva en donde viva, y sea cualquiera la
ocupación a la que se dedique, recuerde en el futuro, cada vez que
vea las palabras Coca Cola, que su vasto imperio de riqueza e
influencia ha surgido de una sola idea, y que el misterioso
ingrediente con que el dependiente de la droguería -Asa Candler-
mezcló la fórmula secreta era... ¡la imaginación! Deténgase a
pensar en ello por un momento.
Recuerde, además, que los pasos hacia la riqueza que se describen en
este libro han sido los medios por los que la influencia de
Coca-Cola se ha extendí do a cada ciudad, pueblo, aldea y
encrucijada del mundo, y que cualquier idea que usted pueda crear,
tan buena y meritoria como la Coca-Cola, tiene la posibilidad de
duplicar el récord de ese refresco mundialmente difundido.
QUÉ HARÍA YO SI TUVIESE UN MILLÓN DE DÓLARES
Esta historia demuestra la veracidad de aquel antiguo adagio: «Donde
hay una voluntad, hay un camino». Esto me lo decía ese apreciado
educador y clérigo, el extinto Frank W. Gunsaulus, que comenzó su
carrera de predicador en los corrales de ganado de la región de
Chicago.
Mientras el doctor Gunsaulus estudiaba en la universidad, observó
muchos defectos en nuestro sistema educativo, defectos que creía que
podría corregir, si fuera director de un colegio.
Se propuso organizar un nuevo colegio donde llevar a cabo sus
propias ideas, sin los obstáculos de los métodos ortodoxos de la
educación. ¡Necesitaba un millón de dólares para poner su proyecto
en marcha! ¿Hacia dónde necesitaría tender las manos para obtener
semejante suma de dinero? Ésa era la pregunta que absorbió la mayor
parte de las reflexiones de ese joven y ambicioso predicador.
Pero no parecía que consiguiese progreso alguno. Todas las noches se
acostaba pensando en lo mismo, y al día siguiente se levantaba con
la misma idea. Siguió dándole vueltas, hasta que se convirtió en una
obsesión.
Al ser un filósofo además de un predicador, el doctor Gunsaulus
reconocía, tal como todos aquellos que tienen éxito en la vida, que
un propósito definido es el punto inicial desde donde se ha
de comenzar. Reconocía, además, que esa definición del propósito
adquiere animación, vida y poder cuando está respaldada por un deseo
ardiente de traducir ese propósito en su equivalente material.
Él conocía todas esas grandes verdades, y, sin embargo, no sabía
dónde, ni cómo encontrar un millón de dólares. El procedimiento
natural hubiera sido ceder y olvidarse del asunto, diciendo: «En
fin, mi idea es buena, pero no puedo hacer nada con ella porque
nunca podrá producir un millón de dólares». Eso es exactamente lo
que la mayoría de la gente hubiese dicho, pero no es lo que el
doctor Gunsaulus dijo. Lo que dijo e hizo son cosas tan importantes
que ahora se lo presento al lector, para que él mismo sea quien lo
explique.
«Un sábado por la mañana me senté en mi habitación pensando maneras
de conseguir el dinero necesario para llevar a cabo mis planes.
Durante casi dos años había estado pensando, ¡pero no había hecho
otra cosa que pensar!
»¡Había llegado el momento de la acción!
»En aquel momento decidí que reuniría ese millón de dólares en el
plazo de una semana. ¿Cómo? Eso no me preocupaba. Lo más importante
era la decisión de conseguirlo en un plazo determinado, y
quiero destacar que en el instante en que alcancé esa decisión, una
extraña sensación de seguridad se apoderó de mí, de una manera que
jamás había experimentado. Algo en mi interior parecía decir: "¿Por
qué no has tomado esa decisión antes? Hace tiempo que ese dinero te
espera".
»Los acontecimientos se precipitaron. Llamé a los periódicos y
anuncié que a la mañana siguiente
pronunciaría un sermón titulado "Qué haría si tuviese un millón de
dólares".
»Me puse a trabajar de inmediato en el sermón, pero debo decir, con
franqueza, que la tarea no era difícil, porque había estado
preparándolo durante casi dos años.
»Mucho antes de la medianoche lo había terminado. Me fui a la cama y
me dormí con un sentimiento de confianza, porque podía verme a mí
mismo en posesión del millón de dólares.
»A la mañana siguiente me levanté temprano, me metí en el baño, leí
el sermón y me arrodillé para pedir que mi sermón despertara la
atención de alguien que me proporcionase el dinero que necesitaba.
»Mientras estaba rezando volví a sentir la seguridad de que el
dinero estaba a punto de aparecer. En mi excitación, salí sin el
sermón, y no descubrí mi descuido hasta que estuve en el púlpito,
dispuesto a leerlo.
»Era demasiado tarde para volver por mis notas, ¡y fue una suerte
que no pudiese hacerlo! En vez de las notas, mi propio subconsciente
me proporcionó el material que necesitaba. Cuando me puse de pie
pronunciar mi sermón, cerré los ojos y hablé con todo el corazón y
el alma de mis sueños. No sólo hablé para mi audiencia, también me
dirigí a Dios. Dije lo que haría con un millón de dólares, si
Alguien me pusiera esa suma en las manos. Describí el plan que había
ideado para organizar una gran institución educacional, en la que la
gente joven aprendería a hacer cosas prácticas, al mismo tiempo que
acumulaban conocimientos.
»Cuando terminé y me senté, un hombre se levantó lentamente de su
asiento, a unas tres filas de los asientos traseros, y se acercó al
púlpito. Me pregunté qué pensaría hacer. Entró en el púlpito, me
tendió la mano y me dijo: "Reverendo, su sermón me ha gustado. Creo
que puede hacer todo lo que usted ha dicho que haría si tuviera un
millón de dólares. Para demostrarle que creo en usted y en su
sermón, si viene a mi oficina mañana por la mañana, le daré el
millón de dólares. Me llamo Phillip D. Armour".»
El joven Gunsaulus acudió a la oficina del señor Armour y le dieron
el millón de dólares. Con ese dinero fundó el Armour Institute of
Technology, que en la actualidad se conoce como Illinois Institute
of Technology.
El millón de dólares necesario surgió como resultado de una idea.
Detrás de esa idea estaba el deseo que el joven Gunsaulus había
abrigado en su interior durante casi dos años.
Observe este importante hecho: consiguió el dinero al cabo de
treinta y seis horas de haber alcanzado la decisión definitiva de
obtenerlo ¡y de decidir un plan definido para ello!
No había nada nuevo ni peculiar en la vaga idea del joven Gunsaulus
en lo que se refería al millón de dólares, y en sus débiles deseos
de conseguirlo. Otros antes que él, y muchos más desde entonces, han
tenido pensamientos similares. Pero hubo algo muy especial y
diferente en cuanto a la decisión que alcanzó aquel sábado
memorable, cuando dejó de lado toda indecisión, y se dijo,
convencido: «Conseguiré ese dinero en el plazo de una
semana». Además, ¡el principio por el cual el doctor Gunsaulus
obtuvo el millón de dólares todavía tiene vigencia! ¡Está a su
disposición! La ley universal funciona hoy con tanta eficacia como
cuando el joven predicador la empleó de manera tan provechosa.
CÓMO TRANSMUTAR LAS IDEAS EN DINERO EFECTIVO
Observe que Asa Candler y el doctor Frank Gunsaulus tenían una
característica en común. Ambos conocían la sorprendente verdad de
que las ideas se pueden transmutar en dinero efectivo por medio del
poder de un propósito definido, y de unos planes concretos.
Si usted es de los que creen que el trabajo duro y la honradez, por
sí solos, le proporcionarán riqueza, ¡está muy equivocado! La
riqueza, cuando aparece en grandes cantidades, nunca es sólo como
resultado del trabajo duro. Cuando aparece, la riqueza es el
resultado de exigencias definidas, basadas en la aplicación de
planes definidos, y nunca se debe a la suerte ni al azar.
Una idea es un impulso de pensamiento que incita a la acción por
medio de un llamamiento a la imaginación.
Todos los vendedores expertos saben que, cuando las mercaderías no
se pueden vender, las ideas sí. Los vendedores del montón lo
ignoran, y, precisamente por eso, son «del montón».
Un editor de libros baratos hizo un descubrimiento de gran valor
para todos los editores en general. Aprendió que mucha gente compra
el título y no el contenido de los libros. Por el solo hecho de
cambiar el título a un libro que no se vendía, sus ventas aumentaron
en más de un millón de ejemplares. Las «tripas», como es llamada en
la jerga de los editores la parte que queda entre las cubiertas, no
habían cambiado. Se limitaron a arrancar las cubiertas en que
figuraba el título que no se vendía, para aplicar a los ejemplares
una cubierta nueva con un título que tenía un valor más
«taquillero». Por sencilla que pueda parecer, ¡ésa era una verdadera
idea! Era imaginación.
No existe un precio estándar para las ideas. El creador de ideas
pone su propio precio, y, si es listo, logra imponerlo.
La historia de casi cada fortuna comienza el día en que el creador y
el vendedor de ideas se conocen y empiezan a trabajar en armonía.
Carnegie se rodeó de hombres capaces de todo lo que él no podía
hacer, hombres que creaban ideas, y hombres que ponían esas ideas en
práctica, y tanto él como los demás llegaron a ser fabulosamente
ricos.
Hay millones de personas que se pasan la vida esperando un «golpe de
suerte» favorable. Tal vez eso pueda proporcionarnos una
oportunidad, pero el plan más seguro consiste en no depender de la
suerte. Un «golpe de suerte» favorable fue lo que me ofreció la
mejor oportunidad de mi vida, pero tuve que dedicar
veinticinco años de esfuerzos en una misma dirección para que
esa oportunidad se convirtiese en algo real.
El «golpe de suerte» consistió en conocer a Andrew Carnegie y
obtener su cooperación. En aquella ocasión, Carnegie me sugirió la
idea de organizar los principios de los logros y los triunfos
en una filosofía del éxito.
Miles de personas han aprovechado los descubrimientos que se han
hecho durante estos últimos veinticinco años de investigación, y se
han acumulado varias fortunas mediante la aplicación de esta
filosofía. El comienzo fue sencillo. Era una idea que cualquiera
hubiera podido poner en práctica.
El golpe de suerte favorable surgió con Carnegie, pero ¿qué hay de
la determinación, la definición de los propósitos y el deseo de
alcanzar el objetivo, y el esfuerzo perseverante de veinticinco
años? No era un deseo ordinario el que sobrevivió a los
contratiempos, a los desalientos, a los fracasos temporales, a las
críticas y a los constantes recordatorios de que aquello era una
«pérdida de tiempo». ¡Era un deseo ardiente! ¡Una obsesión!
Cuando Carnegie me sugirió la idea por primera vez, fue alimentada,
alentada y abrigada para mantenerla viva. Gradualmente, la
idea llegó a ser gigante por su propio poder, y entonces me
alimentó, me alentó y me condujo. Las ideas son así. Primero
nosotros les damos vida, acción y orientación, y luego ellas
adquieren su propio poder y arrasan con cualquier tipo de oposición.
Las ideas son fuerzas intangibles, pero tienen más poder que el
cerebro físico en donde nacen. Tienen el poder de seguir viviendo,
aun después de que el cerebro que las ha creado haya regresado al
polvo.