Durante
los últimos tres años, setecientos cincuenta enfermos de
corazón, nueve hospitales, más de veinte cardiólogos y doce
grupos de creyentes, desde Estados Unidos a Nepal, pasando
por Europa e Israel, han participado en el mayor experimento
sobre la oración de la historia, con la finalidad de obtener
datos científicos sobre su capacidad curativa.
“¿Puede curar la oración?” sigue a paso a paso la marcha de
este interesante ensayo que intenta comprobar cómo afecta a
la salud de determinados pacientes el que recen por ellos
creyentes de todo el mundo. Durante los últimos tres años,
los autores del documental han estado siguiendo de cerca
esta prueba científica, entrevistando a pacientes,
profesionales de la medicina, miembros del grupo de oración
y voluntarios de todo el mundo.
El
ensayo, conocido como el Estudio MANTRA, ha sido diseñado
por dos norteamericanos, el cardiocirujano Mitch Krucoff y
la enfermera Suzanne Crater, del Hospital Universitario Duke
de Durham, una ciudad de Carolina del Norte, conocida como
la ciudad de la medicina, porque allí se realizan una buena
parte de los ensayos clínicos de los Estados Unidos.
Krucoff y Crater habían creído detectar, en un experimento
anterior, que sus pacientes tenían una mejor recuperación si
procedían de un entorno religioso que rezaba por ellos.
Crater, especialista en terapias complementarias, creía
notar además cierto beneficio en la salud de los pacientes
que practicaban técnicas de imaginación, oían música y
recibían masajes. Ambos decidieron aplicar el método
científico y diseñar un ensayo en el que la oración y esas
terapias complementarias fueran utilizadas de manera
sistemática y regulada.
Todos
los pacientes del Estudio MANTRA son voluntarios, y no
importa que ellos sean creyentes o no. Todos van a pasar
exactamente por la misma intervención: un procedimiento para
desbloquear las arterias, conocido como angioplastia
coronaria, en el que se juegan la vida.
Al
igual que en cualquier ensayo farmacológico, el experimento
se realiza a doble ciego, lo que significa que ni el
personal del hospital, ni los propios pacientes, ni sus
familiares, saben si han sido seleccionados para que se rece
por ellos.
Sus conclusiones podrían poner en tela de juicio la manera
actual de ver el universo.