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Encarnación y sufrimiento

 
¿Por qué hay personas con alteraciones físicas que las limitan? ¿Por qué
nace un niño con un defecto congénito o hereditario? ¿Es una decisión
arbitraria del Creador? ¿Acaso es un castigo adelantado por una falta que
todavía no cometió? ¿Es el pago de una deuda contraída en una vida anterior?
Los motivos pueden ser tantos y variados como el número de almas que habitan
este planeta. Cada una de ellas tiene su historia y sus razones; sin
embargo, hay una premisa básica que se cumple en todos los casos. Aunque no
podamos verlo, la causa de la limitación no está en el plano físico. Lo que vemos o lo que experimentamos, la alteración o la discapacidad física, es el efecto de una causa anterior. Aun la anomalía genética obedece a una causa
anterior ya que, en definitiva, la alteración genética sólo es el medio para
que el alma se encuentre con la experiencia que tiene que vivir. Para que se
cumpla la escritura.
¿Y cuáles pueden ser los motivos por los cuales un alma tenga que
experimentar en el plano físico una condición de esta naturaleza?
A través de la experiencia clínica con la TVP, se me ocurren cuatro
situaciones básicas por las cuales una persona podría encontrarse en estas
condiciones. Esto no significa que no haya otros motivos; sólo estamos
tratando de comprender el porqué de la necesidad del alma para una situación
física semejante. Veamos a continuación cuáles son estas situaciones
básicas.

 Superar una tendencia arraigada en el espíritu
Imaginemos un alma con una tendencia violenta y agresiva. A lo largo de
varias vidas sucesivas esta violencia la llevó a verse envuelta en
situaciones de sufrimiento para ella misma y para los seres que la rodeaban.
Tal vez cometió actos criminales en forma reiterada, tal vez fue verdugo,
victimario o asesinaba por placer. Ahora llegó al punto de su evolución en
el que finalmente aprendió que no debe matar. Sabe que no es bueno matar o
destruir los cuerpos físicos de otras almas, pero aún no puede controlar su
agresividad. Es consciente que frente a una provocación puede reaccionar
violentamente y cometer un acto desdichado que habrá de lamentar toda su
vida. Es como la fábula de la rana y el escorpión. La rana ayuda al
escorpión a cruzar un río con la promesa de que no será picada. A pesar de
ello, cuando están en la mitad del río, el escorpión le clava su aguijón y
ambos se hunden irremediablemente.
-¿Por qué lo hiciste? -pregunta la rana.
-No pude evitarlo -contesta el escorpión-. Es más fuerte que yo.
Exactamente así ocurre en el plano espiritual. El alma encarna con el
propósito de mejorar su comportamiento en el plano físico y corregir los
errores de sus acciones pasadas, pero sabe que su tendencia agresiva aún es
muy fuerte en ella y que probablemente no sea capaz de controlarla. Por ese
motivo puede elegir o aceptar una discapacidad en su futuro cuerpo físico
que limitará la expresión de su violencia esencial.
Dice Jesús: "Si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de
ti. Mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos
pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer,
sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida que
teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego". (S. Mateo 18: 7-9)
La enseñanza es clara para quien puede penetrar en su significado. Obsérvese
que Jesús dice claramente "mejor te es entrar en la vida"; de modo que ya
nos está señalando la predeterminación de un defecto antes de nacer. Si un
alma violenta se encontrara en la plenitud de su integridad física, podría
cometer un crimen y luego tendría que sufrir a causa de ello. Por el
contrario, la minusvalía física limitará el accionar de su tendencia
agresiva a la vez que la obligará a depender del amor y de los cuidados de
los demás. A lo largo de esta vida, a través del amor y del contacto con su
prójimo, la energía violenta se irá transmutando asegurándose así el alma
una próxima encarnación más favorable.

 Aprender una lección en particular
Cada circunstancia difícil que nos toca vivir en la vida física, es una
oportunidad de aprendizaje. Las enfermedades y defectos congénitos, también
lo son. Tal vez sean las más difíciles de sobrellevar ya que en su gran
mayoría duran toda una existencia. A través de esta experiencia un alma
puede avanzar mucho en una vida desprendiéndose de actitudes que no le
permiten evolucionar.
Recuerdo el caso de un paciente que, en una regresión, revivió una
existencia en la que él era un muchacho con síndrome de Down. Al preguntarle
sobre el sentido de esa vida pasada expresó que, en una vida aún más lejana,
había sido muy soberbio despreciando a todos los que lo rodeaban. La vida
como niño con síndrome de Down le sirvió para comprender el sufrimiento que
él había ocasionado a los demás con su comportamiento soberbio al verse
ahora él mismo discriminado por su condición. Aprendió así que todos somos
iguales, que todos somos buenos en esencia y reconoció que en su vida
presente aún persistían vestigios de aquella soberbia.
Al igual que este paciente, muchas personas están sanando o limpiando su
alma a través de la experiencia difícil de vivir con un defecto físico o
mental. En ocasiones, el defecto es elegido por el alma misma. Otras veces,
son las jerarquías espirituales quienes determinan las condiciones físicas
más adecuadas para ese alma en particular. El alma puede o no estar de
acuerdo con lo que resuelven quienes la aconsejan. La actitud que adopte en
ese momento se verá reflejada más tarde en el plano terrestre. Quienes mejor
se adaptan a su condición física son aquellos seres que aceptaron de buen
grado la experiencia que les tocaba vivir. Quienes estaban en desacuerdo o
se rebelaban ante esta circunstancia, son los que más sufren y más
dificultades tienen para sobrellevar su prueba. Siempre que nos encontremos
con una persona en estas condiciones, preguntémonos: ¿Qué estará tratando de
aprender o resolver? ¿Qué puedo hacer para asistirla en su aprendizaje?

 Preparación para una futura encarnación
De la misma manera que en nuestra vida actual nos preparamos con
anticipación para determinadas tareas a realizar, un alma puede elegir una
vida con una limitación física para adquirir una experiencia que le será de
utilidad en una encarnación venidera. Un espíritu evolucionado puede planear
con anticipación lo que va a realizar recién dentro de dos, tres o cuatro
existencias físicas. En cada encarnación obtendrá un aprendizaje que lo
capacitará para su propósito final. Para el Ser superior la vida no se
extingue con el cuerpo. Cada encarnación sólo es una etapa en su vida
eterna. Un ejemplo podría ser el caso de una entidad que haya decidido
dedicarse en una próxima existencia física a asistir a deficientes mentales.
Podría entonces elegir la experiencia de ser ella misma un deficiente mental
como paso previo a la encarnación en la cual desarrollará su trabajo de
asistencia. De esta manera estará mejor capacitada para llevar a cabo su
tarea asistencial por haber experimentado ella misma esa deficiencia.

 Enseñanza para los padres
Cuando hay un integrante con una disfunción física en una familia la prueba
es para todos. En realidad, la prueba es para toda la sociedad. El Universo
ordena y nada queda librado al azar o a la improvisación; todos se
benefician con la prueba.
En ocasiones, la experiencia está dirigida fundamentalmente a los padres. Ya
sea porque éstos necesitan aprender algo en particular o porque puede
decidir el destino de una pareja o porque puede accionar una capacidad
dormida en los padres o bien decidir un curso de acción determinado en
ellos. ¿Cuántas veces un médico o un investigador han desarrollado una
especialidad o inventado algún procedimiento o ideado algún aparato
acuciados por las necesidades de un hijo enfermo? ¿Cuántas personas se
acercaron al camino espiritual buscando un consuelo o impulsados por la
búsqueda de una explicación diferente y la comprensión del sentido de su
dolor?
Los seres discapacitados que llevan adelante este tipo de experiencias
pueden ser almas evolucionadas que aceptan este sacrificio con amor y
entrega porque están al servicio de la humanidad. Estos son seres muy
especiales. Basta ver la sabiduría y la comprensión que despliegan a
temprana edad para darse cuenta de esto. Para ellos, la enfermedad o la
discapacidad no es ni un castigo ni una prueba, sino una misión a cumplir.
Alguien tiene que hacerla y el mérito y los créditos son para ellos. Lo que
nosotros vivimos como dolor o como una incomodidad, para ellos es el pasaje
al mundo celestial.
Cuando un niño con estas condiciones, muere a edad temprana, es casi seguro
que vino a cumplir una misión. Finalizada la misión, no tiene sentido su
permanencia en el plano físico. Prolongar su existencia es prolongar su
sacrificio inútilmente. Y no se trata del sacrificio de la discapacidad,
sino del sacrificio de tener que estar en un cuerpo físico para que alguien
más aprenda lo que tiene que aprender. Estas almas son estrellas fugaces que
vienen, cumplen su tarea y se van.
Otras veces, ésta puede ser la forma en que algunas almas se ganen el
derecho a una existencia física mejor y hasta es posible que vuelvan a
encarnar en la misma familia. Si la muerte de uno de estos niños es seguida
el poco tiempo por un nacimiento dentro de la misma familia, es probable que
se trate del mismo ser que retorna para una nueva experiencia en mejores
condiciones.
Personalmente, no creo en el castigo como una razón valedera para justificar
una discapacidad física. Es más, la experiencia de las personas que han
trabajado con la TVP me ha convencido de que no existe el concepto de
castigo para el Todo o para la Conciencia Divina. Somos nosotros, en nuestra
ignorancia, los que experimentamos como castigo las diversas pruebas que se
nos presentan para crecer y evolucionar. Ser discapacitado es, antes que
nada, una lección de vida. Y muchas veces, la lección de vida no es para el
discapacitado sino para los que estamos en la plenitud de nuestra condición
física. Bien podría ser que el discapacitado fuese un maestro que está
tratando de enseñarnos algo. Depende de nosotros aprender o no. Tan sólo
nuestra actitud frente a estos seres es un índice del nivel evolutivo que
hemos alcanzado. De modo que de ahora en más, cuando nos encontremos frente
a un discapacitado, pensemos en la dura prueba que está sobrellevando y
tratemos de asistirlo y ayudarlo en su experiencia de la mejor manera. Y no
olvidemos preguntarnos a nosotros mismos:

¿Qué puedo aprender yo de su
experiencia? Si fuese un maestro oculto bajo el disfraz de un discapacitado,
¿qué es lo que está tratando de enseñarme?

Dr. José Luis Cabouli

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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