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COMPROMISO FINAL
Ofrezco..., Juro...

 

Prometo... no olvidarme jamás de que el mayor talento que Dios me ha
conferido es el poder de orar. A través del triunfo y la desesperación, del
amor y la abrumadora angustia, del éxtasis y el dolor, del aplauso y el
rechazo, del éxito y el fracaso, siempre puedo encender la lámpara de la fe
en lo más profundo de mi corazón, con ayuda de una plegaria, y esa luz me
guiará a salvo a través de las brumas de la duda, de la tenebrosa oscuridad
de la ineficacia, de los angostos y espinosos senderos de la enfermedad y
la pesadumbre, ayudándome a cruzar los traicioneros lugares en donde se
encuentra la tentación.

Ahora sé que Dios sólo escuchará lo que le diga mi corazón.

Por la mañana, la oración es la llave que me abrirá las puertas del tesoro
en donde se guardan las bendiciones de Dios, y por la noche es la llave que
me coloca bajo Su protección.

En tanto que sea posible orar, siempre habrá esperanza y valor. Sin la
plegaria puedo lograr muy pocas cosas; con ella, todas las cosas son
posibles. Dejaré que esta décima y última promesa me guíe siempre para
gobernar mi vida:

Siempre me mantendré en contacto con mi Creador, a través de la oración...

Mientras menos sean las palabras, mejor será la oración.

Entre mis plegarias siempre pronunciaré estas sencillas palabras...

Plegaria a un amigo invisible:

Mi amigo especial, te doy las gracias por escucharme. Tú sabes lo mucho que
me estoy esforzando por cumplir con la fe que Tú has depositado en mí.

También te doy gracias por el lugar en donde habito. Nunca permitas que ni
el trabajo ni el juego, no importa lo satisfactorios o lo gloriosos que
sean, alguna vez lleguen a separarme, durante mucho tiempo, del amor que
mantiene unida a mi valiosa familia.

Proporcióname algunos amigos que me comprendan y que a pesar de todo sigan
siendo mis amigos.

Concédeme un corazón que sepa perdonar y una mente que no tenga miedo de
viajar, aun cuando la senda no esté marcada.

Concédeme un poco de sentido del humor y unos cuantos ratos de ocio en los
que no tenga nada que hacer.

Ayúdame a esforzarme para alcanzar la suprema recompensa legítima del
mérito, la ambición y la oportunidad y, sin embargo, nunca permitas que me 
olvide de tenderles una compasiva mano de ayuda a todos aquellos que necesitan
aliento y ayuda.
 


Concédeme la fortaleza necesaria par enfrentarme a lo que venga, para que
pueda ser valeroso frente al peligro, constante en la tribulación, templado en la
cólera, y que siempre esté preparado para cualquier cambio de fortuna.

Permíteme mostrar una sonrisa en vez de un entrecejo fruncido, pronunciar
una palabra amable a aliento en vez de frases duras y amargas.

Concédeme que sea compasivo con el dolor de los demás, comprendiendo que hay
desdichas ocultas en todas las vidas, sin importar lo elevadas que sean.

Consérvame siempre sereno en todas y cada una de las actividades de la
vida, ni indebidamente jactancioso ni entregado al pecado más grande del 
menosprecio hacia mí mismo.

En el dolor, que mi alma se eleve con el pensamiento de que si no hubiese
sombras, tampoco habría rayos de sol.

En el fracaso, consérvame la fe.

En el éxito, haz que siga siendo humilde.

Haz que sea juicioso para desempeñar mi cuota completa de trabajo, y
todavía más, tan bien como pueda hacerlo y una vez que haya terminado,
deténme, págame el salario que sea Tu voluntad y permíteme decir, desde el
fondo de un corazón amante... un agradecido

Amén.

OG MANDINO

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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