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UNA MEJOR MANERA DE VIVIR

Regla numero 15

OG MANDINO

 

Uno no debe permitir nunca que nadie le eche a perder su desfile y de esa manera arroje una sombra de tristeza y derrota en todo el día. Hay que recordar que no se requiere nada de talento, ni abnegación, ni inteligencia, ni carácter, para estar en el equipo de los que encuentran fallas. Nada externo puede tener poder sobre una a menos que uno lo permita. El tiempo es demasiado precioso para sacrificarlo en días desperdiciados combatiendo las fuerzas rastreras del odio, los celos y la envidia. Usted debe proteger cuidadosamente su frágil vida. Únicamente Dios puede crear la forma de una flor, pero cualquier niño puede hacerla pedazos.

 

La vida, según nos dijo Montaigne, es algo tierno que puede lastimarse con facilidad. Siempre hay algo que puede marchar mal. A menudo, los contratiempos más ligeros y pequeños son los más inquietantes y, al igual que las letras pequeñas son las que más nos cansan los ojos, estas pequeñas vejaciones son las que más nos perturban y ensombrecen nuestro día, si lo permitimos.

     

Los humanos somos animales extremadamente frágiles. Podemos despertar con una canción en los labios y una gozosa anticipación de las horas por venir en nuestros corazones, y luego permitimos que palabra severas de otro humano o el embotellamiento del tránsito, o el derrame de una taza de café nos arruinen todo el día.


Uno no debe permitir nunca que nadie, ni nada, le arruine su desfile. Siempre habrá detractores, críticos o cínicos que sienten envidia de uno, de sus habilidades, de su trabajo y de su manera de vivir. No hay que tomarlos en cuenta. Son como una campana en un paso elevado, que tañe con durezas y en vano mientras pasa rugiendo el tren. Las horas y los días de uno son demasiado valiosos para molestarse con este grupo de envidiosos que nunca ven una buena cualidad en ningún ser humano pero que nunca dejan de ver una mala cualidad.

Son búhos humanos, vigilantes en la oscuridad y ciegos en la luz, al acecho de sabandijas pero incapaces de ver una buena presa.

Nadie puede nunca distraernos de ser felices o hacer lo mejor que podemos hacer... a menos que le demos permiso para ello. Hay que recordar que quien puede reprimir una ira momentánea puede impedir todo un día de tristeza.

Las pequeñas aventuras y los comentarios hirientes de cada día, si se les toma mucho en cuenta y se les magnifica, pueden hacerle un gran daño a uno, pero si uno los pasa por alto y los saca de su mente, gradualmente pierden toda su fuerza. Los detractores están en todas partes. Hay que recordar que la envidia, al igual que el gusano, siempre se siente atraída por la mejor manzana. Franklin dijo una vez que quienes se desesperan por alcanzar la distinción con sus propios esfuerzos, se sienten felices cuando es posible rebajar a otros a su nivel.

 

Uno no puede progresar en la vida si vive como ermitaño, así es que hay que entrar en contacto con el mundo y su desfile de desventuras y críticas, pero sin permitir nunca que le echen a perder su desfile. Hay que alejarse de los envidiosos.
Nunca debe responderse a su envidia y veneno con la misma moneda. Debe tenerse presente que incitar el fuego para el enemigo equivale a quemar toda la casa para deshacerse de una rata. No hay que rebajarse nunca a su nivel. Boooker T. Washington, quien se elevó desde la situación degradante y desesperada de la esclavitud, nos dio a todos una lección especial sobre cómo vivir una vida mejor cuando escribió:

"No permitiré que nadie rebaje mi alma haciéndome odiarlo". Piense usted, amigo lector, en estas palabras la próxima vez que alguien trate de rebajarlo hasta su nivel.
Nada externo puede tener poder sobre mí. Deje que este sea su lema, al igual que fue el de Walt Whitman, y con él se mantendrá tranquilo a lo largo de cualquier día.
Hace muchos años, un domingo muy temprano, estaba sentado en una cafetería tejana precisamente en las afueras de El Paso; disfrutaba mi desayuno y también me divertía con una camarera vivaz animada de rubia cabellera que sonreía y bromeaba con todos los clientes mientras corría de mesa en mesa con las órdenes. Era alguien que evidentemente disfrutaba su trabajo y su vida, y su actitud era contagiosa. Esa mañana, todos nos sentimos un poco mejor gracias a ella.

Mientras me tomaba mi segunda taza de café, pensando en el largo viaje que me esperaba, un hombre de edad con un portafolios abultado se dejó caer en el siguiente banquillo, echó un rápido vistazo a la carta e hizo señas a nuestra pequeña camarera. Ella se le acercó contoneándose, le lanzó su mejor sonrisa tejana y le dijo:

- Lindo día, ¿verdad?

El viejo caballero torció la boca y le contestó con un gruñido:
- ¿Qué tiene de lindo?

La sonrisa de la bella rubia no se inmutó:

- Vaya, señor, nada más intente perderse algo de un día como éste, ¡y ya verá!
 
Uno controla su vida. Si alguien le echa a perder su desfile y le arruina el día, es únicamente porque uno lo permitió. Nunca más, ¿de acuerdo?

 

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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