La concentración es importante tanto en la práctica
del Dharma como en la vida diaria. La palabra tibetana para la práctica de la
concentración es shi-né, donde shi significa paz y ne
significa habitar, luego shi-né es, morar en la paz o no estar atareado.
Mientras no observemos la mente en detalle
tenderemos a pensar que ella está tranquila. Sin embargo, cuando de verdad
miramos en su interior, nos damos cuenta que no lo está. La mente no permanece
en un sólo objeto ni siquiera por un segundo. Se agita en rededor como una
bandera batiendo en el viento; no acaba de fijarse la mente sobre un objeto
cuando ya es arrastrada por otro. Aun cuando vivamos en una cueva en lo alto de
una montaña la mente se mueve sin cesar.
Cuando nos situamos en lo alto de un gran
edificio podemos mirar hacia abajo y ver cuan agitada está la ciudad, pero si
estamos caminando por sus calles somos conscientes tan solo de una fracción de
dicho ajetreo. De forma similar, si no investigamos en forma apropiada nunca
seremos conscientes de cuan ocupada está la mente.
La conciencia primaria per se es pura e
inmaculada, pero reuniéndose en torno suyo hay 51 elementos mentales
secundarios, algunos positivos, otros negativos y otros neutros. En los seres
ordinarios estos elementos secundarios negativos son más fuertes que los
positivos. La mayoría de las personas nunca intentan ganar control de estos
elementos mentales secundarios; si lo hicieran estarían admirados de cuán difícil
es dicha tarea. Dado que los elementos negativos han dominado la mente durante
un número incontable de vidas, superarlos requerirá un tremendo esfuerzo.
Ahora bien, no es posible experimentar el shi-né si estos no han sido
dominados por completo.
Pero el atareamiento de la mente es producido por
la mente, lo cual significa que el esfuerzo requerido para eliminarlas es de
tipo mental y no de tipo físico. Sin embargo, cuando nos entregamos a un
esfuerzo intenso para desarrollar shi-né es importante hacer uso de
ciertos factores secundarios de naturaleza física. Por ejemplo, el sitio donde
uno practica debe ser limpio, silencioso, cerrado a la naturaleza y placentero a
la mente. Además, los amigos que nos visiten han de ser pacíficos y virtuosos.
Nuestro cuerpo debe estar fuerte y libre de enfermedades.
La práctica de la concentración requiere
sentarse en la postura apropiada la cual tiene siete puntos:
1. Las piernas cruzadas y los pies apoyados
sobre los muslos con las plantas dirigidas hacia arriba. Si esta postura es
muy dolorosa la persona se distraerá de su concentración, en cuyo caso deberá
sentarse con la pierna izquierda doblada debajo del muslo derecho y el pie
derecho descansando sobre el muslo izquierdo
2. El tronco estará tan derecho y recto como
sea posible
3. Los brazos forman una especie de arco sin
que los codos se recuesten sobre los lados o sobre el cuerpo, ni que tampoco
estén exageradamente separados. La mano derecha descansa en la palma
izquierda, con los dedos pulgares tocándose suavemente formando un óvalo
4. El cuello está derecho pero ligeramente
curvado con el mentón dirigido hacia dentro
5. Los ojos están dirigidos hacia abajo con el
mismo ángulo que forma la línea de la nariz
6. La boca y los labios están relajados sin
que estén abiertos ni cerrados apretadamente
7. La lengua suavemente apoyada contra el
paladar
Estos son los siete puntos para la correcta
postura meditativa cada uno de los cuales simboliza una etapa diferente del
sendero. Además, existe un fin práctico en cada uno de los siete:
1. Tener los pies cruzados mantiene el cuerpo
en una posición de aseguramiento. Uno eventualmente podría sentarse en
meditación por un período largo de tiempo, incluso por semanas o por meses
en una sola sentada. Con las piernas así aseguradas uno no se caería.
2. Mantener el tronco derecho, permite el máximo
funcionamiento de los canales que portan las energías vitales a lo largo de
todo el cuerpo. La mente viaja sobre estas corriente de energía, luego
mantener los canales en buen funcionamiento es muy importante para una
meditación exitosa.
3. La posición de los brazos también
contribuye al flujo de las corrientes de energía.
4. La postura del cuerpo mantiene abiertos los
canales de energía que van a la cabeza y evita que se generen calambres.
5. Si los ojos están dirigidos en un ángulo
muy alto la mente fácilmente se agita; pero si el ángulo es muy bajo la
mente rápidamente se siente adormilada.
6. La boca y los labios se sostienen así para
estabilizar la respiración. Si la boca está cerrada muy fuertemente la
respiración se obstruye siempre que la nariza se congestiona. Si la boca se
mantiene muy abierta, la respiración se vuelve muy fuerte aumentando el
elemento fuego y elevando la presión sanguínea.
7. Mantener la lengua contra el paladar evita
un exceso de salivación y hace que la garganta no se seque. Además de esto
los insectos no podrán meterse ni en la boca ni en la garganta.
Estos son sólo las razones más obvias para
adoptar la postura meditacional de los siete puntos. Las razones secundarias son
demasiadas para que las estudiemos ahora. Debe anotarse que la naturaleza de las
corrientes de energía de algunas personas no les permite usar esta posición y
debe dárseles una posición alternativa. Esto sin embargo, es muy raro.
Aun cuando con solo sentarse en la postura vajra
se produce un buen marco de referencia para la mente, esto no es suficiente. El
principal trabajo, aquel que es hecho por la mente, ni siquiera ha comenzado. La
forma para sacar a un ladrón que se ha metido en una habitación es entrar a la
casa y echarlo afuera y no sentarse afuera y gritarle. Si nos sentamos en la
sima de una montaña y nuestra mente constantemente está pendiente del pueblo
situado en su base, poco logramos.
La concentración tiene dos enemigos, la agitación
mental o atareamiento y el entumecimiento mental o letargo.
Por lo general, la agitación surge del deseo; un
objeto atractivo aparece en la mente y ésta deja de atender al objeto de
meditación siguiendo al otro.
El letargo surge de una apatía sutil que se
desarrolla en la mente.
Con el fin de obtener una firme concentración
estos dos obstáculos tienen que ser eliminados. Un hombre necesita una vela
para poder ver en la oscuridad la pintura que aparece en la pared de una
habitación. Si hay una corriente de aire la vela ondeará mucho impidiendo que
el hombre vea en forma apropiada y si la vela es muy pequeña, su nombre será
muy débil. Cuando la llama de la mente no es obstruida por el viento de la
agitación mental y no es debilitada por la pequeñez del letargo, se puede
concentrar en forma apropiada sobre la pintura del objeto de meditación.
En los estados iniciales de la práctica de la
concentración, la agitación mental es mayor obstáculo que el letargo. La
mente continuamente vuela alejándose del objeto de concentración. Esto puede
verse al tratar de mantenerse fija en el recuerdo de un rostro. La imagen del
rostro es rápidamente reemplazada por alguna otra cosa.
Detener este proceso es difícil, puesto que
hemos construido el hábito de sucumbir en él durante un largo período de
tiempo y no estamos acostumbrados a concentrarnos. Tomar lo nuevo y dejar atrás
lo viejo es siempre difícil. No obstante, puesto que la concentración es
fundamental para todas las formas de alta meditación así como para toda alta
actividad mental, uno debe hacer el esfuerzo. La agitación es superada
principalmente por la fuerza de la atención y el letargo por la aplicación
atenta.
En el diagrama que representa el desarrollo del shi-né,
hay un elefante que simboliza la mente del meditador. Una vez que el elefante es
domado, nunca vuelve a desobedecer a su maestro volviéndose útil para
desarrollar numerosos trabajos. Lo mismo se aplica a la mente. Más aún, un
elefante salvaje y sin domar es peligroso causando a menudo una terrible
destrucción. De la misma manera, una mente que no ha sido entrenada puede
causar cualquiera de los sufrimientos de los seis reinos.
En la base del diagrama, el desarrollo de la
concentración del elefante es totalmente negro. Esto se debe a que en la etapa
inicial de desarrollo del shi-né el letargo mental permea la mente. En frente
al elefante hay un mico que representa la agitación mental. El mico no puede
quedarse quieto ni siquiera un momento y siempre está charlando y con alguien,
siendo atraído por cualquier cosa.
El mico conduce al elefante. En este estado de la
práctica la agitación mental guía a la mente hacia todos lados.
Detrás del elefante sigue el meditador, quien
trata de obtener control de la mente. En una de sus manos sostiene un lazo
simbolizando la atención y en la otra un garfio simbolizando el estado de
alerta.En este estado el meditador no tiene control sobre su mente. El elefante
sigue al mico sin prestar la más mínima atención al meditador.
En la segunda etapa el meditador ha casi
alcanzado al elefante.
En la tercera etapa el meditador lanza el lazo
sobre el cuello del elefante. El elefante mira hacia atrás, simbolizando que
aquí la mente está un poco controlada por el poder de la atención. En esta
etapa un conejo aparece sobre el lomo del elefante. Este es el conejo del
letargo mental sutil, el cual antes era muy sutil como para ser reconocido pero
que ahora es obvio para el meditador.
En estas etapas tempranas tenemos que aplicar la
fuerza de la atención más que la fuerza de la aplicación atenta puesto que la
agitación tiene que ser eliminada, antes de poderse eliminar el letargo.
En la cuarta etapa el elefante está bastante más
obediente. Muy raramente tiene que recibir el lazo de la atención.
En la quinta etapa el mico va detrás del
elefante quien en forma sumisa sigue el lazo y el garfio del meditador. La
agitación mental no perturbará más la mente en forma pesada.
En la sexta etapa, tanto el elefante como el mico
siguen mansamente al meditador. Ahora el meditador no necesita ni siquiera
voltearse para mirarles. El ya no tiene más que enfocar la atención para poder
controlar la mente. El conejo ha desaparecido.
En la séptima etapa se deja que el elefante siga
a su propia voluntad. El meditador ya no necesita darle ni el lazo de la atención
ni el garfio de la aplicación atenta. El mico de la agitación ha desaparecido
completamente de la escena. La agitación y el letargo nunca más se presentarán
en forma burda e incluso, solo ocasionalmente, en forma sutil.
En la etapa octava el elefante se ha vuelto
completamente blanco. El sigue detrás del hombre puesto que ahora la mente es
completamente obediente. Sin embargo, un poco de energía es todavía requerida
para poder mantener la concentración.
En la novena etapa el meditador se sienta en
meditación y el elefante se duerme a sus pies. La mente ahora puede permanecer
concentrada sin ningún esfuerzo por períodos largos de tiempo, incluso días,
semanas o meses.
Estas son las nueve etapas del desarrollo de shiné.
La décima etapa es el logro del shi-né real representado por el meditador
montando calmadamente sobre el lomo del elefante.
Más allá de ésta, hay una undécima etapa, en
la cual el meditador es dibujado como montando sobre el elefante quien ahora
camina en otra dirección. El meditador sostiene una espada flameante. Ha
entrado ahora en un nuevo tipo de meditación denominada vipasyana, o la
más alta interiorización (en Tibetano: Lhag-mthong). Esta meditación
se simboliza por la espada flameante, el afilado y penetrante implemento que
corta hacia la realización de la vacuidad.
En varios sitios de este diagrama aparece un
fuego. Este fuego representa el esfuerzo requerido para la práctica del shi-né.
Cada vez que este fuego aparece es menor que el anterior y eventualmente
desaparece. En cada etapa sucesiva de desarrollo menos energía se requiere para
mantener la concentración y eventualmente no se necesita ningún esfuerzo. El
fuego reaparece en la etapa undécima, cuando el meditador ha tomado la meditación
en el vacío.
También en el diagrama aparecen las imágenes de
comida, vestido, instrumentos musicales, perfumes y un espejo. Ellos simbolizan
las cinco fuentes de agitación mental como son los cinco objetos sensuales:
aquellos del gusto, el tacto, el sonido, el olor y la vista respectivamente.
La mayoría de las personas toman como su objeto
de concentración para desarrollar el shi-né la imagen mental de la forma de un
Buda. Primero, uno debe familiarizarse ampliamente con el objeto sobre el cual
va a enfocarse. Esto se hace sentándose enfrente a la estatua o al dibujo
escogido y observándolo durante unas pocas sesiones. Luego se ensaya sentándose
en meditación y manteniendo en la mente la imagen de la forma sin la ayuda de
la estatua o el dibujo. Al comienzo la visualización que se haga de este no va
a ser muy clara, ni tampoco podrá uno mantenerla, por más de unos pocos
segundos. Sin embargo, traten de mantener la imagen en forma clara y por el
mayor tiempo que les sea posible. Así persistiendo, pronto podrán mantener la
imagen por un minuto, luego por dos minutos y así sucesivamente. Cada vez que
la mente abandone el objeto apliquen la atención y tráiganla de nuevo.
Mientras tanto, mantengan una aplicación atenta continua para ver si surgen
perturbaciones que no habían notado
Tal como un hombre que carga un recipiente lleno
de agua, descendiendo por un camino sinuoso, tiene que mantener una parte de su
mente en el agua y otra en el camino, en la práctica del shi-né, una
parte de la mente tiene que aplicar la atención para mantener una concentración
firme y otra parte tiene que utilizar la aplicación atenta para hacer guardia
en contra de las perturbaciones. Más tarde, cuando la agitación mental se haya
disminuido un poco, la atención no tendrá que ser aplicada tan a menudo. No
obstante, la mente entonces se fatiga al haber estado peleando por tan largo
tiempo contra la agitación y consecuentemente el letargo hace su aparición.
Con el tiempo, vendrá una etapa en la cual el
meditador sentirá un tremendo gozo y paz. Esto es tan solo letargo, en extremo
sutil, pero a menudo se le confunde con el verdadero shi-né. Con
persistencia, esto también desaparecerá. Gradualmente la mente se volverá más
clara y fresca y la duración de cada sesión de meditación aumentará
correspondientemente. En este punto el cuerpo podrá ser por completo sostenido
por la mente Uno deja de desear comida o bebida. El meditador puede ahora
meditar por meses, sin ningún descanso. Eventualmente alcanzará la etapa
novena del shi-né en la cual, según dicen las escrituras, el meditador no podrá
ser perturbado ni siquiera si una pared se cayera detrás suyo. El continuará
meditando y sentirá un placer físico y mental más allá de cualquier
descripción, el cual está representado en el diagrama por un hombre volando.
Aquí su cuerpo se suaviza inagotable y sorprendentemente. Su mente, en profunda
paz, puede ser dirigida a cualquier objeto de meditación, justo como un delgado
alambre de cobre puede doblarse hacia cualquier dirección sin que este se
rompa. La décima etapa del shi-né - o el verdadero shi-né- es
obtenida. Cuando él medita es como que la mente y el objeto de meditación se
vuelvan uno.
Ahora el meditador puede mirar profundamente en
la naturaleza de su objeto de meditación mientras que mantiene todos los
detalles del objeto en su mente. Esto le produce un gozo extraordinario.
Aquí, mirar en la naturaleza de su objeto de
meditación, significa que él lo examina para ver si es o no puro, si es o no
permanente, cuál es su verdad última, etc. Esta es la meditación conocida
como vipasyana, o intuición profunda. A través de ésta, la mente
obtiene una percepción más profunda del objeto, que la obtenida con la sola
concentración.
El solo hecho de tener shi-né produce una
tremenda satisfacción espiritual; pero no continuar, para todavía obtener
mejores cosas, es como haber construido un aeroplano y luego nunca volarlo. Una
vez que se obtiene la concentración, la mente debe ser aplicada a prácticas más
altas. Por un lado, debe ser aplicada para superar el karma y la distorsión
mental y por el otro, para cultivar las cualidades de un Buda. Con el fin de
obtener estos objetivos, el objeto de meditación tomado debe ser vacío él
mismo. Las otras formas de meditación se utilizan solo para preparar la mente
para aproximarse a la vacuidad. Si usted tiene una antorcha con la capacidad de
iluminar todas las cosas debe utilizarla para encontrar algo importante. La
antorcha del shi-né debe ser dirigida a la realización de la vacuidad
porque es solo la experiencia directa de la vacuidad la que saca las raíces del
sufrimiento.
En la undécima etapa del diagrama dos líneas
negras salen del corazón del meditador. Una de estas representa klesavarana,
los oscurecimientos del karma y las distorsiones mentales. La otra representa a jneyavarana,
el oscurecimiento de los instintos de la distorsión mental. El meditador
sostiene la espada de la sabiduría de la meditación vipasyana con la
cual él planea separar estas dos líneas.
Una vez que el practicante ha comprendido de
cerca la vacuidad, estará en el camino de la perfección de la sabiduría. Prajna-paramita,
el último objetivo del desarrollo de la concentración.
Traducido por Gonsar Rinpoché.
Preparado por Glenn Mullin y Michael Lewis. Impreso en Tushita, el centro de
la FPMT en Nueva Delhi, India. Traducido al castellano en Bogotá, en el
Centro de Meditación Budista Yamantaka de la FPMT en Colombia.
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