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Yogi Ramacharaka

 

 

 

Yogi Ramacharaka (Willian Walter Atkinson)

 

Yogi Ramacharaka, el nombre que aparece como autor de este libro, en verdad corresponde a dos personas. Es el seudónimo que eligieron en homenaje al maestro de uno de ellos: Ramacharaka, un buscador, nacido en India en 1799, que recorre innumerables kilómetros a pie, buscando escritos de antigua sabiduría. Lamasterios, monasterios y bibliotecas privadas de varias realezas y familias muy ricas le permiten consultar sus tesoros bibliográficos.
En 1865, tras muchos años de búsqueda y visitas a lugares sagrados en los que puede ayunar, meditar y decantar la vasta información recogida, Ramacharaka encuentra las bases de su filosofía. Es en esa época que acepta como alumno a Baba Barata, un niño de ocho años provenientes de una familia de Brahmines. Juntos vuelven a recorrer los caminos que el maestro ha realizado en su juventud; en esos viajes, Ramacharaka adoctrina al muchacho con su filosofía.
En 1893, al percibir que su paso por esta vida se está cerrando, Ramacharaka da a su alumno una misión: “Lleva este conocimiento al nuevo mundo”.
Baba Barata llega a Chicago en 1893, mientras se prepara la Exposición Mundial de Columbia y es invitado a dar conferencias. Sus disertaciones son un éxito instantáneo. Personas llegadas de todas partes del mundo para visitar la Feria se entusiasman con lo que dice; muchos de ellos se convierten en sus seguidores y le piden que comience una nueva religión. Barata acepta escribir acerca de los temas sobre los que diserta.
Cerca de 1900, conoce a William Walter Atkinson (1862-1932), un abogado oriundo de Pensilvania. Acuerdan que Barata proveerá el material y Atkinson la habilidad para redactar, y que atribuirán sus textos a Yogi Ramacharaka. Los libros escritos en colaboración se vuelven muy conocidos en todo el mundo y se reeditan permanentemente en muchos idiomas.

La vida después de la muerte, para leer online o descargar

 

 
Índice
Prólogo de los editores : Acerca del más allá

Prólogo de los editores : Acerca del más allá

No es posible encender en otros seres la llama que iluminó todos los caminos del hombre sobre la tierra sin tener en cuenta -y de una manera viva- el problema de lo que vendrá después de la muerte. Es de todo punto imprescindible anotar que un vivo temor, fuera de toda lógica, asalta a los occidentales cuando se enfrentan con la proximidad de la otra orilla. Existen excepciones entre los místicos y entre aquellos que poseen una fe profunda; pero son excepciones. Lo corriente es que el ala del terror se apodere de aquellos que se hallan en el trance de abandonar el mundo.

Alguien dijo una vez que la tierra sólo es abandonada por quien quiere abandonarla. Esto lo conocen a fondo todos los filósofos orientales, muy en particular los hindúes. Este concepto fue en cierto modo inaccesible a las inteligencias de Occidente hasta que algunas mentalidades superiores de Oriente, quienes a su vez conocían a fondo la mentalidad occidental, se dedicaron a aclararnos el problema. Entre los que emprendieron esta tarea sobresalen hivekananda y Ramacharaka. El primero, para emplear una expresión occidental, se expresa en un idioma metafísico; el segundo, es eminentemente práctico, por cuanto ha comprendido más de cerca las necesidades de Occidente.

Por esta razón la obra que reeditamos hoy se considera una de 1as más accesibles a todas las inteligencias. No es difícil extenderse en largas divagaciones a propósito de la posición del yogi Ramacharaka, si las relacionamos con algunos de los grandes poetas ocultistas -como Dante Alighieri, Milton o Virgilio-; pero tal exposición exegética trascendería los límites de esta obra. Y, en último análisis, Ramacharaka lo ha comprendido así al eliminar todas aquellas expresiones que puedan oscurecer la comprensión del lector. A pesar de ello, nada de lo fundamental está excluido; y todos aquellos que sigan atentamente y sin precipitaciones e1 decurso de este libro podrán formarse una idea exacta del problema que nos ocupa. En todo caso, nada más confortador que llegar por anticipado al convencimiento de que la muerte no es otra cosa que un tránsito y que sólo depende de nosotros asomarnos a él sin que abrumadoras telarañas nos enturbien el espíritu. Y esto lo prueba el Yogi Ramacharaka de manera sencilla y concluyente. Como nos prueba también que existe una medida de la vida que es inseparable del paso postrero, porque tal paso no es más que el acceso a planos que nos llevan -como D'Annunzio quería- hacia una más vasta vida.

LOS EDITORES

 

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