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EL PAPIRO 79

El Archivo de Ribla con los 80 rollos de papiro que componían "Las Escrituras del Patriarca Aldis" entre las cuales se hallaba transcripta la breve escritura de la Princesa Sophía madre de Evana, fue como una formidable descarga de dinamita a la base de una fortaleza que guar­dara el fantasma de los siglos ignorados.

Y   la Razón, hija divina de la Suprema Inteligencia que la otorgó como un don a la criatura humana, se levantó con esplendores de diosa ante los absortos   lectores   de  aquellos   papiros  amarillentos,   que   una urna funeraria de las orillad del Nilo había devuelto a la humanidad que buscaba en las tinieblas.

Aparecía allí como un sol radiante, la Energía Divina transfor­mándolo todo en el correr de inmensas edades, y por la fuerza omnipo­tente de sus leyes inmutables, cuya perfección es. tal, que jamás son cambiadas ni interrumpidas por nada, ni por nadie.

Desde la nebulosa inmensa cerniéndose en el espacio infinito como un velo de ilusión, para luego disgregarse en burbujas de gas que serán los globos siderales, futura habitación de humanidades, hasta el imper­ceptible comienzo de su vida en la célula que será una larva primero, y un organismo después, todo desfiló como en un gigantesco escenario, ante los lectores estupefactos de aquel modesto Archivo sepultado en las grutas del Monte Tabor, donde ignorados hombres de grandes idea­les, luchaban en la sombra para dar luz a la humanidad.

¡Qué grande aparecía la Majestad Divina, ante ellos! ¿A qué que­daba reducido ese pobre Jehová pregonado por los textos hebreos que hace una figura de barro, la sopla y tiene vida; le saca una costilla y surge una mujer? Les parecía risible que seres con inteligencia y con razón, hubieran podido escribir una cosa semejante y entregarla como un dogma a la humanidad.

¡Es tan pequeña la criatura humana que difícilmente puede abarcar con su mentalidad la idea de lo Eterno lo que no tiene principio, ni tie­ne fin!

Y le es asimismo penoso y difícil, comprender y asimilar la idea de la lenta evolución y transformación de todos los seres y de todas las cosas, a través de una serie de procesos de perfeccionamiento que ocupan no sólo siglos, sino edades de millares de siglos.

El Pensamiento Eterno, condensó en el espacio infinito una nebu­losa que era energía emanada de Sí Mismo. Era lo bastante.

Esa nebulosa seguiría su evolución durante largas edades hasta llegar a formar un Sistema planetario, y en cada planeta surgiría a su tiempo la vida inorgánica primero, y orgánica después, hasta llegar, a través de millares de siglos a la perfección de la especie humana, admi­rable y magnífica semblanza del Eterno Creador: el alma humana ani­mada de los poderes excelsos de su Divino Hacedor, y capacitada para llegar hasta El, después de un largo proceso de perfeccionamiento me­diante el cultivo y uso de las facultades de que fue dotada.

Todo esto comprendieron los lectores de "Las Escrituras del Pa­triarca Aldis" en aquellos días serenos y plácidos del otoño Galileo, bajo un cielo de turquesa y en la dulce quietud de las grutas del Tabor.

Y para dar, como  diríamos, una forma claramente  comprensible a este relato, veamos lector amigo los papiros 79 y 80 que esbozan como en un espejo mágico la civilización de entonces, y relatan la muerte de Abel, y más tarde la de sus padres Adamú y Evana.

El lector sería el maestro Nasan, aquel que pasara 14 años en Ale­jandría buscando al lado de Filón, los rastros de la verdad perdida bajo los escombros amontonados por los siglos.

Los otros nueve Esenios que con él estaban encargados de instruir y guiar a Jhasua» en la conquista de la Sabiduría estaban allí presentes, más los cuatro doctores venidos de Jerusalén, el tío Jaime y Jhosuelín, era ya Un conjunto respetable de inteligencias y de voluntades puestas al servicio de la verdad.

El papiro 79 era como una apoteosis del Hombre-Luz, Abel, que continuó la obra de Bohindra en favor de la paz y la justicia.

El papiro 80 relataba la muerte del justo y más tarde la de sus padres Adamú y Evana.

Y   el maestro Nasan inició la lectura del rollo 79 que, decía así:

"Relata la gloria de Abel, que fue como una bendición-sobre los pueblos, y su trágica muerte por causa de Kaino, su hermano, adoptivo.

"La Luz- Divina estaba con él, porque siempre buscó el consejo de los Ancianos y jamás impuso su voluntad con violencia...

"Se creía un niño entre los hombres de experiencia y saber, y escu­chaba con amor la palabra de todos para obrar aquello que convenía a. todos.

"Nunca se buscó a sí mismo y parecía .haber olvidado que era el Thidalá, dirigente de innumerables pueblos que tenían toda sus espe­ranza en él.

"El mismo limitó el poder omnímodo, que los Príncipes de la Alian­za le dieron, y quiso a su lado una trilogía de mujeres que habían dado pruebas de prudencia y de sabiduría en los países que estaban bajo su tutela: Ada la admirable compañera de Bohindra, que por muerte de su padre, Jebuz de Galaad y. por pedido de su pueblo, era Matriarca y Reina del país de Galaad; Walkiria de Kiffauser, nieta del gran civili­zador de los países del norte, Lugal Marada, cuya muerte y la de sus hijos ocurrida al arrojar de su país la invasión de razas bárbaras, la colocó a ella en el alto puesto que la muerte dejó vacío. Los países del Ponto Euxino y del Cáucaso occidental gritaban a voces lo que ella era para sus pueblos.

"Y Solania de Van, que nacida, en las .agrestes orillas del Lago Van, era entonces Matriarca del norte Africano desde Corta —agua, hasta las Columnas de Hércules (desde Túnez hasta el Estrecho de Gibraltar.), después de haber llevado la Ley de la Gran. Alianza desde el Bajo Nilo hasta más allá de las Cataratas en el país de Artinon.    .

"Estas tres ilustres mujeres, tenían sus lámparas encendidas para alumbrar el camino de Abel en medio de los pueblos de tres Continentes.

''Venía después el Consejo de los diez. Ancianos Kobdas, conocedores de los países de la Alianza y de sus costumbres y leyes. Y por último la Junta de representantes de cada uno de los pueblos de la Gran Alianza que pasaban de los doscientos.

"Yo no hago más —decía él— que sellar con el anillo de Bohindra lo que todos vosotros habéis querido que sea. Tan sólo me opondré cuan­do queráis la injusticia y la guerra, que Son los más espantosos delitos que repudia la Bondad Suprema.

“Tasaron cien lunas sobre los países de la Alianza, y la barca dorada de la fraternidad se deslizaba suavemente por las aguas mansas de una paz que no alteraba ninguna borrasca.

"La serpiente voraz del egoísmo parecía haber 'sido exterminada para siempre.

"Luna tras luna llegaban los Koraforcas trayendo al Santuario de la Paz, los mensajes de los países aliados comunicando a la Gran Junta Central de Gobierno las innovaciones, los cambios, los proyectos, los progresos realizados, siempre dentro del marco augusto de la Ley que todos habían jurado.

"A veces el mensaje era portador de tristezas y desolaciones oca­sionadas por la furia de los elementos.

"Témpanos de hielo que habían azotado poblaciones de la costa del mar, inundaciones que habían perjudicado los campos de labranzas des­truyendo cosechas; epidemias en los ganados, erupción de volcanes, te­rremotos, etc., etc.

"Pero ahí estaba almacenado el Tesoro Sagrado que ordenaba la ley, aportado por todos los países año por año, en previsión de estos casos funestos inevitables sobre el planeta, pero remediables oportunamente, cuando el amor fraterno reina en los corazones de los dirigentes de pueblos.

"Y entonces era digno de verse, las caravanas de camellos, asnos y muías llevando el socorro a los pueblos que habían sido azotados por los elementos.

"Pero en este planeta de escasa evolución, no puede durar largo tiempo un estado semejante que ya fuera propio de un mundo de mayor adelanto.

"La serpiente feroz del egoísmo se despertó de nuevo, y acaso don­de menos se esperaba.

"En el papiro 62 de estas Escrituras, quedó relatado que Kaino fue reconocido como nieto de Etchebea por línea paterna, por cuya razón le correspondía una participación en el vasto territorio del país de Nairi en el alto Eufrates. Pero la larga esclavitud de su padre cuyo paradero se ignoró por mucho tiempo, puso aquellas tierras y pueblo bajo el do­minio de Iber, el soberano del país de Ethea, que las regía con toda la solicitud de un padre que se desvela par la felicidad de sus hijos. Y las tribus que poblaban aquella región no aceptaban la imposición de otro soberano. Y Kaino, que siempre se vio dominado por la ambición, no se conformaba con ser un Jefe de tercer orden en el principado pequeño de Shivara, cuya capital Nood estaba aún bajo la dependencia de su tío materno, su antiguo jefe y señor.

"Cuando se supo su origen y que era un descendiente directo del grande y querido Etchebea, su corazón se llenó de amargura al saberle repudiado por los pueblos que ocupaban los dominios que pertenecían a su padre.

"El genio conciliador de Bohindra había podido mantener en quie­tud relativa aquel espíritu turbulento como una tempestad, encomendándole misiones de importancia y muy arriesgadas en países lejanos, en los cuales pudiera hacer grandes méritos que lo hicieran conocido y amado de los pueblos.

"Mas, su carácter duro y dominante, entorpecía su propia camino, por más que la ternura maternal de Evana, la suavidad persuasiva de la reina Ada, y la sugestión que sobre él ejercía la Matriarca Walkiria, hicieron siempre un gran contrapeso a las violentas reacciones de su temperamento.

"Su tío materno, el Anciano Príncipe de Shivara, cayó postrado en cama para no levantarse más, motivo que dio origen a la perturbación de la paz en aquel país de la Gran Alianza. El Consejo del Anciano Prín­cipe juzgaba que Kaino debía presentarse al pueblo como sucesor, pero los jefes de las tribus no le querían para gobernante, sino que pedían a un nietecito del Príncipe, que sólo tenía 12 años de edad y sus padres ha­bían muerto.

"El niño se hallaba internado en el Pabellón del Rey, en el Santua­rio de La Paz, educándose como toda la noble juventud de su tiempo.

"Kaino se afianzó en las fuerzas guerreras del país, se conquistó con promesas a todo el cuerpo de arqueros que defendía el orden y cus­todiaba las fronteras, y pensó que con la fuerza dominaría a las tribus que le repudiaban.

"Y el Consejo de Gobierno de Shivara pidió auxilio a la Gran Junta Central, cuya sede habitual era el Santuario de La Paz. De inmediato comprendieron Abel y Ada que el origen del disturbio era Kaino, cuya ambición les había causado antes tantos sufrimientos. Y antes de que el desacuerdo tomara mayores proporciones, resolvieron ir a verle Evana y la Reina Ada, cuya autoridad maternal suavísima, le había desarmado en otras alteraciones semejantes.

"Una caravana de dos elefantes y 50 arqueros a caballo salió de La Paz en dirección al país de Shivara. Y mientras aquellas dos nobles mujeres, cada una en su pequeña tienda sobre el lomo de los elefantes, meditaban en el modo de vencer la rebeldía de Kaino, otra mujer va­lerosa, Walkiria, que se encontraba también en el Santuario de La Paz, meditaba a su vez sobre la forma justa y aceptable para los pueblos in­teresados de satisfacer los anhelos hasta cierto punto justos de Kaino, sin contrariar la voluntad de los pueblos.

"Postergado y humillado siempre por los acontecimientos que le salían al paso cortando sus caminos, Kaino había llegado a una exaspe­ración tan violenta, que se hacía insoportable para todos.

"La Matriarca Walkiria sabía perfectamente hasta qué punto ha­bía lastimado a Kaino el engrandecimiento de Abel, su hermano adop­tivo. Obligado a ser siempre a su lado una figura de segundo orden, se había empeñado en reconquistar por lo menos lo que según su modo de ver le correspondía por derecho, la herencia paterna que le adjudicaba en el país de Nairi, los pueblos que estaban colindantes con el país de Ethea gobernado por Iber, el dulce y paternal Iber, que era como un vaso de miel para sus súbditos.

"Todos aquellos pueblos se habían puesto por propia voluntad bajo su tutela cuando muerto el noble príncipe Etchebea y llevados como es­clavos sus hijos a los países del hielo, se vieron como rebaño sin pastor.

"Iber no hacía nada por tenerles bajo su mando; antes, al contrario, les aconsejaba aceptar al que, siendo heredero natural del viejo Príncipe, tenía derecho sobre el país.

"Le dejaremos sus tierras regadas tantos años con nuestro sudor decían algunos, y nos iremos con nuestros ganados al país de Ethea. Kaino traicionó a Bohindra, a la Gran Alianza, a los que le sirvieron de padres... ¿Qué confianza podemos tenerle?

"El conflicto estaba planteado, y así lo veía la Matriarca Walkiria, que retirada en su alcoba del Pabellón de la Reina meditaba buscando una solución.

"La fina intuición que le acompañó siempre, parecía decirle que tras de toda aquella niebla vendría algo terrible que estremecía su corazón de mujer.

"Y reunida en confidencias íntimas con Abel, Adamú y el que esto escribe, que éramos como su familia del Eufrates, seguía con el pensa­miento a Evana y Ada, que marchaban hacia el país de Shivara.

"Nuestro hermano Iber —decía Abel— ha mandado mensaje que casi todos los pueblos del país de Nairi se han hecho solidarios para resistir a Kaino. No le quieren allí bajo ninguna forma. Y si él persiste en presentarse con un cuerpo de arqueros, aquello será una matanza horrible, porque todos los hombres y hasta muchas mujeres, están arma­dos de flechas, de hachas, de catapultas para esperarle.

"Lo que haya de ser será —decía Adamú—. Esperemos que la Reina Ada y Evana logren convencerle.

"En esta incertidumbre se hallaban, cuando llegó jadeante un men­sajero de Shivara trayendo la noticia de que Kaino no se había dejado convencer. Que había puesto en prisión los 50 arqueros de la escolta de la Reina, y a ella y a Evana las guardaba como rehenes en el pabellón de palacio en que fueron hospedadas desde su llegada.

"—Iré yo —dijo Abel, apenas oyó la infausta noticia. "—Y yo —añadió Adamú juntamente conmigo, que también me creía obligado a acompañar a mi nieto.

—Conviene que os quedéis —dijo Abel— para que toda esta juven­tud y niñez hospedada en los Pabellones de los Reyes no se alarmen, viendo que faltamos todos los íntimos que hemos cuidado de ellos.

"—Iré yo, y creo que basta —añadió Abel.

"—Llevad mi escolta de arqueros —dijo Walkiria—, que yo respondo de su valor y de su capacidad. Les tengo experimentados desde los tiempos terribles de nuestras grandes luchas en el norte. Nadie os será más fiel que ellos.

"—Bien —dijo Abel—; os acepto, Matriarca. Podéis avisarles que saldré esta misma tarde.

"Mas la Matriarca ya había forjado rápidamente su plan de acción, según su costumbre.

"Como era riguroso invierno, aquellos cien hombres vestidos con casacones y gorros de piel de oso negro que apenas les dejaban los ojos al descubierto, parecían de una estatura gigantesca cuando se presen­taron a Abel ya montados en sus caballos de guerra.

"Sólo sabíamos de esta expedición de Abel, su padre, la Matriarca Walkiria y yo. Los tres le despedimos cuando ya él, vestido también de un casacón y gorro de piel negro, entró al recinto de oración. También entramos Adamú y yo. La Matriarca se dirigió a su alcoba.

"Nadie se dio cuenta que de allí salió en seguida otro arquero vestido igual que los demás. Cuando salimos con Abel al parque lateral del Santuario donde ocultaban las cabalgaduras, vimos uno de los arqueros que estaba desmontado y que otro de ellos le acercaba un caballo sobre el cual saltó con gran ligereza y se mezcló a los demás.

"¡Cuan lejos estábamos de pensar que aquel arquero retardado en montar era la Matriarca Walkiria en persona, pues ella a nadie había comunicado su intento.

"Aquel inmenso grupo de hombres vestidos de pieles negras se puso en movimiento a la mitad de la tarde con un sol velado de ligera niebla.

"—Padre —me dijo Adamú como en un sollozo—, ¡qué mal presagio tiene mi corazón en este viaje de mi hijo!

"—En verdad —respondí yo— que no vale Kaino con toda su pa­rentela la ansiedad que nos causa a todos.

"La angustia de la Reina y de Evana es bastante para que se le condene al Peñón de Sindi, como yo quería en la otra rebeldía que tuvo, y que casi costó la vida a Bohindra. ¡Oh la piedad! La piedad es buena paira los indefensos y los débiles, no para un rinoceronte siempre dis­puesto a clavar los dientes.

"Desde la torre mayor del Santuario continuamos viendo aquella mancha negra que corría por la pradera a la luz pálida de un sol brumoso de invierno.

"—Extraño que no esté aquí la Matriarca Walkiria —dije yo, que había creído encontrarla en la torre.

—Estará desconsolada —me contestó Adamú—, pues ella no quería la partida de Abel por juzgarla muy peligrosa.

"—A ella no le ha pasado desapercibido el odio disimulado de Kaino para mi hijo. Fue un mal que apareció en la niñez, cuando el nacimiento de Abel, y ese mal ha crecido juntamente con él.

"—Abel ha querido evitar una matanza terrible si de aquí salían cuerpos de ejército a rescatar a la Reina y a Evana. De hacerlo así, era ya una guerra declarada.

"—El cree que aún será posible un razonamiento con Kaino.

"—Dios te oiga —le contesté, y ambos nos dirigimos al Pabellón del Rey, donde se oía la algarabía de los muchachos que se hallaban en el recreo de la tarde.

"En el Pabellón de la Reina se escuchaban los alegres cantares de las doncellas, bajo la custodia de sus regentes, las Kobdas auxiliares de la Reina Ada en la educación de la juventud femenina hasta la edad de que tomaran esposo.

"Nada hacía sospechar en el Santuario que una gran tempestad se cernía sobre él.

"Cuando ya cerrada la noche entré en mi alcoba particular, encontré sobre un retazo de papiro esta breve escritura:

"Pangrave Aldis: valor! La hora llega. No decaiga vuestro ánimo, pues debéis ser la fortaleza de todos. -Senio".

"No necesité más para comprenderlo todo.

"La breve escritura había sido dejada allí por el sensitivo que la re­cibió en el recinto de oración, en el momento en que yo me despedía de Abel y mi angustiado corazón sentía ansiedades de muerte.

"¿Qué pasó allá en Shivara en los tres días que siguieron al de su partida?

"Vamos a verlo.

"Evana y la reina Ada habían agotado todos los recursos de su ternura y bondad para convencer a Kaino de que no sería más feliz por asumir el mando de los pueblos de Nairi en contra de la voluntad de los mismos.

"La sangre que se derramara por su causa caería sobre él, aplas­tándolo como a una sierpe venenosa.

"Su ambición desmedida que lo llevó a desertar del Santuario protector a los 15 años, le daba ahora el amargo fruto que saboreaba. Ninguno de los pueblos que por herencia le pertenecían accedía a ser gobernados

"Ya que mi hermano Abel ha subido tan alto —decía—, que me ayude a subir también a mí, que me veo desposeído de todo como un ani­mal dañino del cual todos huyen.

"Ningún soberbio comprende que su mal lo lleva en sí mismo, y se empeña en cargar sobre otro la causa y la culpa que sólo está en él.

"Convencido de que Abel podía forzar a los pueblos de Nairi y de Shivara a aceptarlo como soberano, mandó clausurar con fuertes cerrojos el pabellón en que estaban hospedadas la Reina y Evana, y puso guardias de toda su confianza. Y despachó mensajero a La Paz de que ambas habían sido tomadas como rehenes para obligar al Alto Consejo de la Alianza a pactar con él las condiciones del rescate.

"Cuando Abel llegó, y antes de entrar en Nood, se levantó bandera blanca para anunciar misión de paz y que nadie se alarmara por aquel centenar de arqueros que le escoltaban.

"La gran Fortaleza estaba al final de una avenida abierta en el espeso bosque que rodeaba el edificio, y que poblado de fieras encadenadas, ofre­cía un pavoroso aspecto en la noche iluminado por antorchas que chispo­rroteaban.

"Ya clareaba el nuevo día cuando Abel llegó a la plazoleta de la fortaleza.

"Viajeros de] Santuario de La Paz —anunció la bocina del heraldo, y esta voz llegó al pabellón de la Reina y Evana, que comprendieron lo que sucedía.

"Mas no pensaron que era Abel mismo quien venía

"Kaino salió a recibirle escoltado por una decena de guerreros ar­mados de lanzas. Abel hizo una señal a los suyos de que se mantuvieran a distancia, y sólo se acercó a su hermano.

" Traigo mensaje de paz"—le dijo afablemente, como si nada ocu­rriera y tocándole el pecho con su diestra, según el saludo de práctica.

" La paz no me interesa, sino la justicia —contestó secamente Kaino.

"_ La justicia y la paz son hermanas, y siempre están juntas. Para hablar contigo he venido, Kaino, y sólo me anima el deseo de llegar a un acuerdo...

"—Deja que entren a la fortaleza tus hombres —dijo dulcificando Kaino su voz.

"A una señal de Abel, los cien arqueros entraron en la plazoleta y se desmontaron.

"—Esperadme aquí, que yo hablaré con mi hermano.

"Y en el pórtico exterior de la fortaleza, Abel y Kaino hablaron.

"Uno de los arqueros de Abel, habló al oído al que tenía a su lado y disimuladamente y ocultándose en la sombra de los grandes árboles que enredaban sus ramas con las columnatas, se acercaron al edificio todo cuanto les fue posible.

El lector habrá comprendido que el primer arquero era la Matriarca Walkiria y el otro el que mandaba la centuria que era aquel capitán Crisanto, segundo del velero Añade que había salvado la vida de Abel en una oportunidad ya relatada en otra parte de estas Escrituras.

"—Mi viejo tío está para morir —decía Kaino y si tú quieres, él me nombrará su heredero del país de Shivara.

"—Bien hermano mío, yo trataré el asunto con tu tío. Te doy mi palabra y ya sabes que nunca te he engañado.

"—Quiero que obligues a Iber a que abandone a los Nairitas para que me acepten como su único soberano, puesto que lo soy por derecho paterno.

"—Bien sabes que Iber, nunca te ha resistido. Quien te resiste es el pueblo y tendrías que conquistar su amor con tus hechos Kaino.

Procúrate que el pueblo de Nairi, se entere de que has tomado como rehenes a la reina Ada y a tu madre para conseguir tus deseos. ¿Efe acción ésta que conquista el amor de los pueblos? ¿No ves Kaino que la violencia engendra odios y que el odio es una fuerza destructora?

"—No es hora de filosofía sino de obrar —contestó Kaino. Vamos a ver a mi tío. Cuando Abel pasó, Kaino tiró detrás de él tan hábilmente una lazada de cuerda encerada, que Abel quedó atado por la cintura y con sus brazos sujetos.

"Pero los dos arqueros que se habían escondido en el pórtico hicieron lo propio con Kaino, que sin saber como, se vio amarrado por dos cuerdas que se apretaban más y más a su cuerpo.

"— ¡Miserables! —gritó viendo los dos arqueros que le seguían.

"—Vos lo fuiste antes, y a vuestra traición hemos respondido como se merecía —contestó Walkiria con fuerte voz.

"— ¡Esa voz, esa voz! —exclamó Kaino tratando de mirar a los ojos a aquel arquero, pero como aparecía tan cubierto de piel y a más estaba detrás de él 210 logró su deseo.

"—Esta voz es de la Justicia que va a pediros cuenta de lo que habéis hecho.

"— ¡La Matriarca Walkiria! —dijeron al mismo tiempo Abel y Kaino, volviendo el rostro hacia ella.

"— ¡Sí, la Matriarca Walkiria —respondió tirando hacia atrás el ca­puchón de piel que le ocultaba el rostro—. ¿Ereis vos el descendiente de Etchebea que reclama el puesto de su ilustre abuelo? Si se levantara de su tumba sería para maldeciros por vuestra infamia sin nombre. ¡Apri­sionar a la Reina Ada, la compañera de Bohindra, que fue el padre de todos!... ¡Aprisionar a vuestra madre que os conservó la vida para que hoy la uséis en contra de ella!... ¡No merecéis ver la luz del sol, ni pisar la tierra santa que nos alimenta a todos!

"La vibración de su voz y sus palabras, era tan intensa que refrenó por un momento la cólera de Kaino.

"—Vos Matriarca —dijo— no tenéis nada que ver en este asunto. Es gratuita vuestra intervención.

"— ¿Habéis olvidado el pacto que hicimos en Kiffauser por el cual quedaba obligaría yo a teneros en cuenta en toda empresa importante que quisiera realizar, y a vos, a no hacer nada sin consultarme? ¿Lo habéis olvidado? Yo que soy mujer he cumplido mi palabra, pero vos no habéis cumplido la vuestra. Estaría por negar que corriera por vuestras venas la sangre noble de Etchevea.

"—Matriarca —dijo Abel—, podríais haberos ahorrado este grave disgusto. Hablemos tranquilamente y todo llegará a buen término.

"Walkiria sacó de su pecho un pequeño puñal y cortó la cuerda que sujetaba a Abel.

"— ¡Gracias Matriarca!... ahora yo cortaré al de mi hermano. "— ¡No, Grandeza! y perdonad! A él se le debe tratar como se trata a los traidores. Me habéis hecho compartir con vos la autoridad suprema. Dejadme ejercerla en este instante. ¡Vuestra alma no puede medirse con los buitres!

"Dio tres silbidos en su voz-quía de plata, y los cien arqueros entraron a la fortaleza.

"—Las llaves del encierro de la Reina y de vuestra madre —dijo a Kaino con una voz que causaba terror.

"Kaino estaba rojo de furor, pero los cien arqueros le rodeaban con sus puñales desenvainados y estaba sujeto por dos fuertes lazadas de cuerda.

"—Buscad en mi bolsillo —dijo—. El capitán Crisanto se acercó y sacó las llaves.

"—Yo abriré —dijo Abel— pues más de una vez estuve en esta for­taleza.

"Dos arqueros siguieron tras de Abel y otros dos sostenían las cuerdas que sujetaban a Kaino.

"—Sabíamos que vendrías —exclamaban a un mismo tiempo Ada y Evana abrazándose de Abel con una angustia indecible.

"—Hay que libertar a nuestra escolta —decía Ada— para defendernos de Kaino que tiene hombres armados entre el bosque.

"Los viejos criados del Príncipe salieron al ruido causado por todo este movimiento, y ellos indicaron a Abel donde estaban los arqueros. En los calabozos de la fortaleza habían sido encerrados cuando la Reina y Evana lo fueron también.

"— ¡Calma! —Les dijo Abel—, viéndoles enfurecidos. Preparadlo todo para que llevéis a la Reina y a mi madre a La Paz, inmediatamente.

"Volvamos hacia Kaino.

"—Habéis nacido príncipe de Nairi y de Shivara, y vuestras obras de aventurero y de forajido entorpecen vuestro camino que pudo ser de justicia y de gloria —decía Walkiria cuya exaltación nerviosa la iba llevando a ese estado en que ella solía ponerse en las situaciones culmi­nantes. ¿Qué puede hacerse con vos que no se haya hecho ya? Sois en verdad un ser dañino que no puede gozar de libertad entre las gentes de bien.

"La Reina y Evana se negaban a partir sin Abel, el cual volvió a donde había quedado Kaino.

"Ambas le siguieron sin que él se diera cuenta y grande fue su sor­presa al encontrar a la Matriarca Walkiria como un ángel de justicia de pie ante Kaino sujeto con cuerdas.

"—Venís a tiempo Reina Ada, para confirmar la sentencia que ya tengo dada contra este vil traidor que ha pisoteado cuanto hay de noble y santo en la vida. Irá al Peñón de Sindi amarrado a una roca para toda bu vida.

"Evana se echó a llorar amargamente y la Reina Ada acercándose a Kaino le dijo con indecible dulzura.

"— ¡Hijo mío, más dolor me causa ejercer justicia contigo, que el que me ha causado tu mala acción paira mí. ¿Cómo olvidaste otra vez nuestro amor para ti? Kaino guardó silencio.

"Mientras tanto los hombres de su guardia habían sido avisados de lo ocurrido y como gatos monteses trepándose a los árboles, llegaron a los techos de la fortaleza por los cuales se deslizaron como culebras en busca de presa.

"Walkiria y Kaino se apercibieron, y ambos se aprestaron a la lucha.

"Los hombres de Kaino caían de los techos como frutas maduras cuando el viento sacude el árbol, y los arqueros de Walkiria les apresa­ban vivos o muertos según se presentara el caso.

"Los silvos de Kaino dieron a entender a los suyos que se trataba de una lucha a muerte, y se tornaron como fieras rabiosas.

De nada valía la palabra de paz de Abel que llamaba a la calma, mientras apartaba a su madre y a la Reina a un rincón del pórtico.

"—Llevadlas al interior de la Fortaleza —decía Walkiria a Abel— que mis arqueros bastan paira restablecer el orden.

"En realidad lo que más deseaba la Matriarca, era alejar de allí a Abel, pues había visto las miradas de Kaino que les señalaban a sus hombres la persona de Abel, por lo cual la intención de ellos era apode­rarse de él.

"Ada y Evana abrazadas de Abel le arrastraban también hacia dentro.

"Casi todos los hombres de Kaino estaban ya maniatados, cuando de pronto entró silbando una flecha que hirió al centurión de los arque­ros en el hombro izquierdo, luego otra y otra más. Eran disparadas desde el espeso bosque que llegaba hasta la plazoleta delantera.

"—Adentro Príncipe Abel, adentro —gritaba Walkiria.

"—Idos vos también Matriarca —le dijo Kaino, y yo pondré calma en mis hombres. Y diciéndolo se tiró con todo su peso sobre ella para arrojarla a tierra.

"Entonces Walkiria que parecía un dios guerrero, le puso el pie so­bre la espalda pues había caído boca abajo.

"—Muerde la tierra reptil venenoso —le dijo— y que la Justicia de Dios caiga sobre ti.

"En ese preciso instante uno de los hombres de Kaino que espiaba desde el techo, arrojó con fuerza su puñal sobre Abel, que se inclinaba a socorrer a su madre presa de un desmayo. El arma aguda y de doble filo penetró como un punzón en la espalda de Abel por el lado izquier­do tocándole el corazón. Walkiria corrió hacia él y le sacó el puñal que destilaba sangre.

"— ¡No es nada, no es nada! —Decía Abel— procurando tenerse en pie sostenido por Walkiria y la Reina.

"—El odio es fuerza destructora. ¡El amor es vida y es paz!

"—Piensa en el amor Kaino y que Dios te perdone.

"— ¡Madre!... Reina mía, Walkira, sed clementes con los que aún no saben ser buenos!...

"Fueron sus últimas palabras.

"Kaino no había vuelto en sí del golpe recibido y yacía aún tendido entre los cuerpos de sus hombres heridos, y otros amarrados con cuerdas.

"Abel fue llevado al lecho de la Reina y Evana al suyo. Cuando la madre volvió al conocimiento, el gran hijo, el amado hijo que había sido su gloria y su dicha, ya no vivía más sobre la tierra.

"Se abrazó a su cadáver aun tibio y la escena que allí tuvo lugar no es para ser descripta sino para ser sentida y vivida por aquellos que se­pan lo que es un amor como el que aquella madre tuvo a ese hijo.

"Kaino fue mandado al Peñón de Sindi, condenado a cadena perpe­tua por la intercesión de la Reina Ada que recordaba las últimas palabras de Abel: "Sed clementes con los que aun no saben ser buenos". To­dos los príncipes y caudillos de la Alianza querían para él una terrible muerte: Ahorcado, descuartizado, quemado vivo, todo les parecía poco para su crimen. Las últimas palabras de Abel le salvaron la vida.

"Era el Hombre-Luz, el Hombre-Amor, el Hombre-Dios, y su amor para todos los seres envolvió también a Kaino, que amarrado a una roca en el pavoroso Peñón de Sindi, comprendió por fin, que teniéndolo todo, lo había perdido todo, y que habiendo nacido junto a la luz, se había rodeado de tinieblas, por su soberbia y desmedida ambición.

"¡Qué doloroso regreso el de las tres amantes mujeres que reci­bieron el postrer suspiro del Hombre-Luz!

"Sobre el lomo de un elefante, bajo colgaduras de púrpura, regresó Abel al Santuario de La Paz, acompañado de su madre, la Reina Ada y Walkiria.

"Había salido tres días antes a todo el correr de su caballo, a salvar a su madre y a la Reina de las furias de Kaino, y volvía traído por ellas, que aunque estaban con vida, tenían la muerte dentro del alma.

"—Mi niño rubio —decía Evana besándole los cabellos— ya no veré más tus ojos color de hoja seca.

"— ¡Aquí estoy madre!... y estos mismos ojos te miran desde el inmenso infinito! —le dijo una suave voz apenas perceptible.

"Evana levantó sus ojos inundados en llanto, y vio junto a ella la visión resplandeciente de Abel.

"Ese mismo día le vimos todos en el recinto de oración, cuyo am­biente saturado de angustia, no permitía otra vibración que la de aquel nombre tan amado, que parecía le llevábamos todos grabado a fuego en el corazón".

El Esenio lector Nasan dejó caer el papiro sobre el pupitre y ex clamó como en un suspiro muy hondo:

—¡Así paga siempre la humanidad a los grandes seres que le traen la luz y el amor!

Jhasua con una palidez mate en su semblante, parecía absorbido por un pensamiento profundo que hacía incierta y vaga su mirada.

Los cuatro doctores de Israel parecían volver a la realidad de su vida suspendida unas horas viviendo el pasado remoto, a donde les había llevado la lectura de los papiros del "Patriarca Aldis".

— ¿Qué opináis de esto? —preguntó por fin Jhasua a sus amigos.

—Que sobrepasa a cuanto podíamos esperar —contestó José de Arimathea.

—La sencillez de la narración —añadió Nicolás de Damasco— le da el tinte inconfundible de los hechos vistos, palpados y vividos. Sólo un testigo ocular relata de ese modo.

—Y es sólo el rollo 79 que hemos leído —observó Nicodemus—. Es un pequeño fragmento de las Escrituras que constan de 80 rollos.

—Y todos desde el primero al último tienen el mismo estilo sencillo y claro sin contradicciones ni subterfugios —dijo el maestro Melkisedec, que era quien lo había traducido al sirio-caldeo, como otro maestro lo había vertido al griego que era su lengua nativa.

—Necesitamos sacar copias —decía Gamaliel para que podamos es­tudiar a fondo estos asuntos.

—Se están sacando, ya lo veis —replicó el Servidor—. Por lo menos ya tenemos dos: una en sirio-caldeo y otra en griego.

—Falta una en latín —dijo Nicolás— y esa si me permitís la sacaré yo.

—Ya está comenzada —dijo otro de los maestros de Jhasua— y creo que para la luna próxima estará terminada.

—Pero vosotros trabajáis como máquinas —observó el tío Jaime—. Decidme ¿cuándo dormís y cuándo coméis?

—Comer y dormir —contestó el Servidor— es cosa muy rápida y que nos lleva poco tiempo. Nuestra vida entera, es el trabajo por la Verdad Eterna que hará buenos y justos a los hombres.

— ¿Creéis pues que el mayor mal de la humanidad es la ignoran­cia? —preguntó Nicodemus.

—Justamente. Y la obra máxima de los hombres de ideal, es dar la Verdad a las muchedumbres como el pan de cada día.

—La humanidad mata a los predicadores de la Verdad —observó Gamaliel— y de ahí viene la dificultad para su divulgación-

—Los mártires de la Verdad, surgen de nuevo a la vida y vuelven a morir por ella, y la siguen pregonando a través de los siglos que la sepultan luego bajo los escombros de falsedades que por sí mismas se. derrumban —observó Tholemi otro de los sabios maestros de Jhasua.

—Hay que tener en cuenta —dijo Nicolás de Damasco— que no toda la humanidad tiene el mismo desarrollo intelectual que es necesario para comprender la Verdad Divina.

—En cuanto a la comprensión de la Grandeza Divina, tenéis razón —contestó el Servidor— pero todos podemos comprender un relato como las Escrituras del Patriarca Aldis, que son como un retazo de vida hu­mana clara y lógicamente vivida hace 8.300 años antes de la hora actual. ¿Qué necesidad había de desfigurar los hechos naturales y sencillos, con lo inverosímil y maravilloso menos comprendidos aún?

—He pensado muchas veces, que lo más indispensable que hay para predisponer a la humanidad a la comprensión de la Verdad, es familia­rizarla con la ley de evolución en los mundos y en los seres —dijo Gamaliel.

"La escuela de Sócrates y Platón tuvo esa tendencia, pero fue aho­gada al nacer, por los materialistas epicúreos que encontraron más có­modo disfrutar la alegría de la vida llena de realidades palpables y hala­gadoras, dejando lo intangible, lo invisible, para los siglos futuros o para la vida de ultratumba.

No obstante que estos comentarios absorbían la atención general, todos percibieron que Jhasua había quedado como sumido en profunda meditación. Y José de Arimathea le sacó de ese estado.

—Jhasua ¿en qué piensas que así te encierras en ese silencio? —le preguntó.

—Pensaba en Kaino —contestó—. ¿Qué extraña fuerza indomable será esa que le dominaba aún en medio de un ambiente como el que ha­bía entre los Kobdas? ¿Por qué él fue insensible a la influencia divina del bien y del amor, que subyugaba y atraía a todos? ¿Por qué sus tor­cidas tendencias no se equilibraban con el peso de tanto bien, como vio a su alrededor desde la niñez? Ser malo entre los malos puede ser fácil; pero ser malo entre los buenos, es ya una monstruosidad del mal.

—Del relato mismo del Patriarca Aldis —dijo Melkisedec— se des­prende en varios pasajes, que los Kobdas se preocuparon mucho por él, debido a que por revelaciones espirituales conocieron su pasado desde remotas edades, y en casi todas sus encarnaciones anteriores había obra­do mal, en contra de los obreros del bien y de la justicia, impulsado por la ambición.

—Además —añadió el Servidor— sabemos que hay seres que desde lejanos comienzos de vida física en especies inferiores, y por aconteci­mientos espirituales o por influencias astrales, tienen más predisposición al bien que al mal. En cambio hay otros que conservan por más tiempo las tendencias propias de sus lejanos comienzos en la materia orgánica, lo cual les dificulta sacudir el yugo de los instintos feroces y brutales.

"A esto hay que añadir, que cuando el ser llega a la capacidad de comprensión y razonamiento, está la ley del libre albedrío que abre al alma horizontes muy amplios, los cuales acepta o rechaza libremente.

"Somos libres de aceptar lo mejor, o lo peor, pero estamos sujetos a las consecuencias que trae el bien o el mal, elegido.

"La variedad de los seres es infinita, y así como no hay dos fisono­mías perfectamente iguales, no hay tampoco dos inteligencias iguales en evolución.

"Kaino comprendía únicamente la grandeza del poder del oro, de la fuerza y la quería poseer a toda costa. Como no podía conquistarla por sus obras dignas del amor de los pueblos, la buscaba por la violencia y por la fuerza. Tuvo evolución intelectual, pero no le interesó la evolu­ción moral.

"Y ¿cuántos Kainos hay en el mundo Jhasua, que teniendo a su lado el bien, la justicia, el amor, se enredan en los caminos del mal, lle­vados por una ambición material que acaso les de lo que anhelan, pero a costa de su propio espíritu que se retrasa inmensamente en su camino hacia el Bien Supremo, que es Dios.?

Además, el bien trae consigo la luz divina, como el mal trae las ti­nieblas para el alma que se entrega a él.

"De ahí viene que no todas las almas comprendemos de igual manera al Bien Supremo, al Ideal Eterno.

"Somos muchos los que creemos que ese Bien Supremo del cual emana toda vida, existe con vida eterna, pero somos muy pocos los que nos de­dicamos al estudio de esa Causa Suprema. Y somos pocos porque para llegar sólo a despertar en nosotros el deseo de estudiarlo y conocerlo en todas sus fases y aspectos, en toda su grandeza y poderes supremos, ya es necesario que tengamos una evolución avanzada, por lo menos que hayamos entrado de lleno en el camino de nuestro perfeccionamiento. Para desear conocer a Dios, es porque ya van muriendo en nosotros las ambiciones de grandeza material y los groseros deseos.

"Cuando a la humanidad le baste su pan en la mesa y su túnica para cubrirse, entonces seremos muchos los buscadores de Dios y los que com­prenderemos sus leyes divinas y eternas, que ahora aparecen como hermo­sas creaciones fantásticas para la gran mayoría, debido a su atraso mo­ral y espiritual.

—Muy bien Servidor —dijeron varias voces a la vez—. Vuestra filosofía sobre Kaino, debe ponernos en guardia a todos los que sentimos ya demasiado fuerte el impulso de dar un gran vuelo hacia la Verdad Suprema —añadió Nicodemus.

— ¿Ponernos en guardia? ¿en qué sentido? —preguntó Jhasua que pareció volver a la realidad de esos momentos.

—En saber escoger los seres que han de compartir con nosotros esos vuelos sublimes y atrevidos hacia la Divinidad, a la cual queremos penetrar desde nuestro oscuro destierro —contestó Nicodemus.

Todas las más antiguas Escuelas de Divina Sabiduría han tenido esta vigilante cautela. Y por eso la Fraternidad Esenia tiene los Siete Grados de educación y desarrollo espiritual, en los cuales vamos pulién­donos a nosotros mismos y dando pruebas de nuestro adelantamiento en los caminos de Dios —contestó el Servidor.

—En los grados primero y segundo —añadió Nasan— ya se vis­lumbra en cada alma si podrá volar de frente a la Luz Eterna, o si de­berá quedar por más tiempo sin poder desprenderse de los prejuicios de ideas preconcebidas desde existencias anteriores.

—Hay que contar también con otras fuerzas que atan a las almas al pesado carro de) atraso espiritual —observó José de Arimathea— y son las emanadas de la ley de afinidades, con las cuales debe luchar el interesado mismo y no sus maestros.

"Quiero decir que al formar nuestra aula para la divulgación de estos conocimientos, poco fruto conseguiremos si aceptamos entre los alumnos seres que tienen sus afinidades en otras corrientes adversas a la nues­tra. Para la mejor comprensión, pondrá un ejemplo: el de la fuente.

. "Dos hombres llegan a beber; la linfa cristalina y serena les refleja su imagen en el terso espejo de la superficie. Se arrodillan sobre el mus­go. Inclinan la cabeza hasta tocar con sus labios el agua y beben. Llegan otros montados en bestias y para no molestarse en bajar, entran con ellas, se remueve el lodo del fondo y el agua se enturbia. ¿ Qué agua más desagradable la de esta fuente! —exclaman.

"Así pasa con la Divina Sabiduría, fuente de luz y de verdad eter­nas. Muchos nos acercamos a beber, pero no todos llegamos a Ella con la túnica limpia, y muchos llegamos montados en la bestia de las pasio­nes, de los egoísmos humanos, y de los prejuicios que hemos traído de otros ambientes y de otras ideologías.

"Los idólatras por ejemplo, que hicieron su dios de un becerro de oro o de una serpiente, o de un cabrón con cuernos de oro y rubíes, di­fícilmente aceptarán la idea de un Dios invisible que vive como una esencia en todo cuanto tiene vida. Y por largas edades continuarán bus­cando dioses materiales visibles y palpables.

"Tengo un amigo educado en la escuela griega y aun cuando ha lle­gado a conocer y aceptar nuestra filosofía, no puede olvidar las hermosas fantasías en las cuales nació y vivió.

"— ¡Cómo me cuesta pensar! —me decía— que el astro de la noche no es la lámpara de Diana que busca a Endimión perdido en el bosque, sino un pequeño mundo de montañas y lagos, donde aún no viven seres or­gánicos.

— ¡Es así amigos, es así la lucha formidable que se presenta en los campos en que se debaten los hombres! —Dijo Nicolás de Damasco—. Nuestro Hillel inolvidable, llevado de su ardoroso entusiasmo por la suprema "Verdad conquistada, tomó discípulos sin estricto control y eso le restó fuerza espiritual para defenderse de sus adversarios.

"Mal interpretadas sus doctrinas sobre la Causa Suprema, fue to­mado como un hebreo paganizado que encontraba a Dios en el aire, en el agua, en todo cuanto existe. Y más todavía fue juzgado como un vul­gar embaucador.

—Cuando una Escuela de Divina Sabiduría es homogénea y de una perfecta armonía de pensar y de sentir, esa fuerza invencible la defiende del exterior, y le forma como una barrera que nadie puede romper. Por eso las Antiguas Escuelas vivieron largos siglos, hasta que la flaqueza humana o una imprudencia impensada, traían el desequilibrio de ese am­biente sutil y elevado, y como un castillo de naipes se derrumbaba todo de un soplo.

Estas palabras del Servidor pusieron en el ambiente un dejo de tristeza que se esfumó en el suave silencio esenio en que cada cual pensaba:

"Esta flor de la Divina Sabiduría, es de tan elevada naturaleza, que los vientos de la ambición o del atraso impiden que se abra en este plano físico".

—Que la Divina Sabiduría —dijo el Servidor terminando aquella reunión— no aparte su luz de nosotros, que de verdad queremos llegar hasta Ella.

— ¡Así sea! —dijeron todos, y salieron del Archivo a los vallecitos perfumados de flores que rodeaban las grutas del Santuario.

Llenos como estaban de las grandes verdades recientemente des­cubiertas, las conversaciones volvían sin poder apartarse de aquel pié­lago de luz que de pronto les había inundado.

—Mi afán es tanto —decía Nicodemus— que no me soporta la es­pera a tener la copia para continuar sabiendo. Decidme, la muerte de Abel ¿trajo el desequilibrio de aquella magnífica organización de pue­blos fundada por Bohindra?

—No —contestó el maestro Tholemi que con Milkesedec y Jhasua acompañaba a los huéspedes. El Patriarca Aldis dice en los siguientes papiros, que los príncipes de la Alianza eligieron a Adamú para reem­plazarlo y que éste quiso ser asesorado por su padre, por lo cual el Patriarca Aldis entró a formar el Consejo de los Cinco que estaba compuesto de ellos dos, y las tres Matriarcas designadas antes por Abel. Y fue a más el Patriarca del Santuario de la Paz, que de allí le quedó ese nombre de Patriarca, que era como un título de gran honor para su significación de equidad y justicia.

—Evana —añadió Jhasua— sólo sobrevivió tres años a la muerta de Abel, pues el amor de Seth su segundo hijo, no pudo llenar en su corazón, el gran vacío dejado por el primero. Y Adamú entristecido por este nuevo dolor, dejó en su lugar a su hijo Seth que ya entraba a sus 18 años, y cuya clara inteligencia y maduro juicio lo hacía parecer un hombre de cuarenta.

—Era la reencarnación de Senio, aquel gran Senio que había sido una lámpara viva entre los Kobdas y que desencarnó a los 12 años de Abel —añadió el maestro Tholemi.

— ¿Qué fue de Adamú? —preguntó José de Arimathea.

—Se fue a Neghadá sobre el Nilo, donde vistió la túnica azulada y fue un Kobda de gran prudencia y sabiduría. Fue elegido Pharahome de Neghadá cuando cumplía 60 años.

Su hijo Seth al cumplir los 20 años se unió en matrimonio con una hermana de la Matriarca Walkiria, y fue el fundador de una noble y sana dinastía en la Escandinavia, juntamente con otra pareja salida de Neghadá hacia aquellas regiones.

—Noruega y Suecia tienen en su lejano origen los nobles princi­pios de la Civilización Kobda —observó Melkisedec— no obstante de estar tan apartadas de las regiones que fueron la cuna de aquella gran corriente civilizadora.

—No podíamos haber deseado otro mejor relator que el Patriarca Aldis —decía Gamaliel— que estuvo en el centro de toda aquella acti­vidad, y cuya larga vida de 103 años parece que le fue dada para que lo viera todo y después lo contara todo a la humanidad futura.

—Y no obstante eso —observó Nicolás— la humanidad ha vivido en el engaño hasta ahora, porque malgasta y pisotea los dones divinos y apaga la luz que se le brinda.

—Es que hay cierta porción de humanidad que tiene miedo de los conocimientos superiores —observó juiciosamente Jhasua— y parece preferir la vida sin inquietudes espirituales, lo cual le resulta más có­modo.

—Es que la inquietud espiritual por saber la verdad de todas las cosas, viene cuando el espíritu humano ha pasado la línea divisoria en­tre el consciente despierto y el consciente dormido. Cuando la conciencia se ha despertado a la Eterna y Divina Realidad, ya no hay nada que le detenga en su ascensión a las cumbres donde hay luz.

Mientras que cuando el consciente está aún dormido, no piensa por sí mismo, pues está a gusto aceptando lo que otros han pensado y su­gerido a la humanidad, ya por ignorancia o ya porque juzgaron que era demasiado nueva para comprender la verdad en toda su amplitud soberana.

— ¡Exacto maestro Melkisedec! —Dijeron varias voces a la vez—. Ha­béis hablado como un maestro que sois —añadió Jhasua cuyo sentir y pensar vibraba a tono con sus sabios maestros.

Pocos días después, los cuatro doctores de Israel regresaron a Jerusalén llevándose el tesoro para ellos de gran valor de una copia de las Escrituras del Patriarca Aldis, para la escuela secreta que tenían en la ciudad de los Reyes.

En su estadía en el Santuario del Tabor, habían planeado además las bases para un Aula pública en la ciudad de Damasco, donde Nico­lás, originario de allí, ponía a su disposición la vieja casa paterna para tal objeto. Ellos tomaron el camino del Sur, y Jhasua al despedirlos se internó en el laberinto de la montaña hacia la casita de piedra.

Oigamos ahora una conversación de él con Nebai, la hermosa jovencita hija del escultor que debía emprender viaje a Ribla con su fa­milia. El lector recordará que el viejo sacerdote de Hornero, Menandro, quería consagrarla sacerdotisa del templo de Hornero que se acababa de construir.

—Esta fuente y esta pequeña casita de piedra quedará solitaria y triste con nuestra ausencia —decía la niña a Jhasua esa tarde después de la instrucción que sobre asuntos de Dios y de las almas le había hecho él, según costumbre.

—Mira Nebai; para los amantes de Dios, todas las bellezas de Dios están a su alcance.

—Esta fuente y esta casita no estarán solitarias ni tristes, porque tu recuerdo, tu pensamiento, la llenarán de luz y de alegría.

"Además, yo he pensado hacer aquí mi gabinete de estudio y me­ditación.

— ¿De veras? ¡Oh qué bonita idea!

"¡Entonces Jhasua, a esta misma hora yo pensaré en la casita y en la fuente, en las palomas y los rosales, en los jazmineros nevados de flores y así mi destierro será menos triste.

— ¿Cómo Nebai?... ¿Le llamas destierro a Ribla? ¡Ay! ¡No sabes lo que dices hermana mía! Cuando estés allá, todo esto que encuentras tan bello, te parecerá pobre y mezquino comparado con aquello.

"En vez de esta fuente, tendrás el hermoso río Orontes con sus platanares y sus florestas, pasando al pie de aquel venerable castillo que será tu habitación. En vez de estas palomas, garzas blancas y ro­sadas irán a comer a tu mano en aquel gran jardín solitario, donde el blanco templo de Hornero, delicado y pequeño como un tabernáculo de mármol, te recordará a ese ser de los cantos inmortales. En vez de es­tas serranías galileas, el panorama imponente y grandioso de las mon­tañas del Líbano, cuyas cumbres cubiertas siempre de nieve, se confun­den con las nubes del cielo. ¿Es eso un destierro Nebai?

—Todo eso es hermoso en verdad —contestó la adolescente— pero no estarás tu Jhasua, que has llegado a ocupar un lugar tan grande en mi vida! ¿A quién le preguntaré yo todas las cosas y quién me dará las respuestas que me das tú?

—Ya sabía yo que me dirías esto y por eso te dije al comenzar esta conversación, que "para los amantes de Dios, todas las bellezas de Dios están a su alcance".

—Belleza de Dios es tenerte cerca de mí Jhasua y oír tu palabra. Y eso no lo tendré en Ribla. ¡Estoy tan acostumbrada a esta vista tuya todas las tardes!

—Pero tampoco la tendrías cuando yo me volviera a Nazareth con mi familia —le observó Jhasua—. Y los servidores de Dios tenemos que sobrepasar todos estos inconvenientes creados por la materia que revestimos.

— ¿De qué manera? —preguntó Nebai.

—Ya sabes que la Eterna Ley tiene hilos invisibles que atan las almas unas a otras, como atas tú las flores para formar una guirnalda.

— Y ¿por qué la Ley Eterna se empeña en atar las almas con hilos invisibles? —preguntó la niña.

Porque las almas que son afines, o sea que piensan y sienten de igual manera, forman Unidas una poderosa corriente que las Inteligen­cias guías de la evolución humana, utilizan, para impulsar las masas de seres poco evolucionadas a dar un paso en su camino, o apartarles del mal en que se hallan sumidos.

"En los Santuarios Esenios donde he pasado casi el mayor tiempo de mi vida, se observan a diario cosas que al común de las gentes les parecerían maravillosas. Y es debido a la fuerza que tiene esa corriente que se llama afinidad, formada por la igualdad de pensar, de querer y de sentir entre almas que se unen para un determinado fin.

"Por ejemplo: del Santuario sale uno o varios hermanos en mi­sión benéfica y justa sobre un determinado lugar. Los que quedan, les siguen con su pensamiento y su amor. Y en las horas del sueño les evo­can y les llaman para alentarles y ayudarles al cumplimiento de lo que se proponen. En las crónicas que llevan los solitarios, se encuentran relatadas muchas de estas bellezas de Dios. En el Monte Quarantana, hubo un esenio que yo he conocido y que ya no vive en la tierra. Le lla­maban Hussin aunque su nombre de familia era Publio Virgilio Marón, originario de Italia. Un tío materno suyo era Gran Servidor en el San­tuario de Moab, y como éstos grandes maestros sabían que se acercaba el tiempo de la llegada del Mesías, querían que el ambiente terrestre se sutilizara un tanto para poder darle entrada. Hussin era un buen su­jeto para intermediario, debido a su gran facultad sensitiva. Era un Esenio de tercer grado, joven todavía, y los Maestros encontraron en él las condiciones necesarias y fue enviado a la Roma de los Césares.

"La Ley Eterna no había dejado ver aún el sitio preciso en que el Espíritu Luz tomaría la vida física. Y siendo Roma la que tenía el ti­món de la civilización humana, los Maestros pensaron que toda la fuerza del bien y del amor debían impulsarla en aquella dirección. Y Hussin dejó la soledad del Santuario y fue a Roma llevando en sí toda la fuerza de amor, de paz y de justicia que los Esenios de todos los Santuarios emitían por medio de él.

"Y Augusto César se enamoró de los cantos divinos y proféticos de Virgilio, fue su poeta favorito; y la llamada larga paz romana per­mitió el acercamiento del Hombre-Luz al plano terrestre.

—Y ¿dónde está ese Hombre-Luz? —preguntó Nebai con marcado anhelo.

—Parece que los Maestros Esenios lo han descubierto ya; pero yo no lo sé todavía. Cuando lo sepa Nebai, te lo diré.

—Volvamos al asunto que veníamos tratando.

—Sí —dijo Nebai— el de los hilos invisibles.

—Bien: te decía que al igual que hacen los Maestros Esenios cuando salen algunos hermanos en misión, debemos hacer nosotros. Tu tienes que ir a Ribla con tu familia, y si tú y yo queremos, tu viaje y estadía allí puede ser de gran beneficio para muchos. Tú y yo podemos en­contrarnos durante el sueño, o enviarnos el pensamiento que la ley de la telepatía llevará del uno al otro, como un delicado mensaje de nues­tras almas unidas por un lazo invisible de la afinidad.

—A ver, a ver Jhasua, explícame bien eso que no lo he comprendido.

—Escúchame Nebai: el alma humana, cuando ha llegado a la evolu­ción que tú tienes, puede desprenderse de su materia para ir hacia donde el hilo invisible de la afinidad la lleve. Tú puedes hacer hermosos ensayos, que serán como ejercicios espirituales para desarrollar la facultad de trans­portarse en espíritu a un determinado lugar. Por ejemplo: yo vendré a esta fuente que te es tan querida todas las tardes, al ponerse el sol. Tú que sabes esto, te tiendes en tu lecho a esa hora y te duermes pensando que el hilo invisible de la Ley te traiga a la fuente en espíritu. El grado de mi desarrollo espiritual me permitirá escuchar tu mensaje, y a veces verte como puede verse una visión mental o una visión materializada.

"En otras épocas lejanas, tú has hecho estos ejercicios, porque viviste años en una gran Escuela de Divina Sabiduría que se llamó Fraternidad Kobda. Fuiste maestra de otras almas más nuevas que la tuya, y tu nombre era, Nubia de Manh.

— ¡Oh Jhasua! ¿Cómo lo sabes tú?...

—Por las historias del pasado que estudio en el Santuario con mis maestros.

— ¿Nunca oíste decir que tenemos muchas vidas sobre este plano físico?

— ¡No, jamás oí tal cosa!

—Es que tienes tan pocos años Nebai que no has tenido oportunidad de aprenderlo aún.

"La Ley Eterna es así: Todo ser en la Creación Universal, nace y muere innumerables veces. Ni tú ni yo tendremos tantos cabellos en la cabeza como vidas físicas hemos tenido en este mundo o en otros.

"Hemos recorrido en largas edades, toda la escala del progreso eterno, y aun no sabemos cuántos siglos tardaremos en llegar al fin.

— ¿A cuál fin Jhasua, a cuál fin?

—A la Suprema Inteligencia, de la cual salimos un día como sale una chispa de una hoguera, y a ellos hemos de volver convertidos en llama viva, dice nuestra ciencia divina.

"Pues en aquella vida tuya en que fuiste una maestra Kobda con el nombre de Nubia de Manh, tenías, entre otras facultades, la de transpor­tarte en espíritu a distancias, y llevada por el hilo invisible de la afinidad. De aquella vida tuya han pasado largos siglos, en los cuales habrás pro­gresado mucho. Las facultades adquiridas en una vida, pueden ser desper­tadas en otra con el ejercicio y la voluntad.

—Y ¿cómo has podido saber tú Jhasua, que esa Nubia de Manh y yo, somos el mismo espíritu?

—Cuando los maestros Esenios trajeron aquí a tus padres y tus dos hermanos mayores, lo hicieron al principio llevados por el deseo de librar a tu madre de una horrible persecución que sufría de parte de un poderoso magnate, y por proporcionar medios honrosos de vida a tu padre y her­manos. Pero no bien estuvieron ellos instalados en esta cabaña, los maestros recibieron tu visita espiritual. Tú eras un alma sin materia, vibrando como una luz en el espacio infinito y te diste a conocer a ellos como compañera de largas edades y en particular en esa vida de Nubia de Manh. Les dijiste que ibas a entrar de nuevo en la vida física en este hogar en que has nacido. Los maestros Esenios esperaban tu llegada. ¿Has comprendido ahora?

¿Cómo no he de comprenderlo si me lo explicas con tanta claridad?

Otros con menos evolución que tú, no lo comprenderían y si yo te lo explico a ti, es porque sé que puedes entenderme.

"Si comprendes y aceptas esta sublime fase de la Ley Eterna, para ti será fácil comprender, asimismo que en cada una de tus vidas pasadas te has probado y ejercitado en todas las formas y aspectos imaginables; porque es así, como el alma se forja y se perfecciona. Habrás sufrido horrores, habrás cometido desaciertos, habrás hecho obras buenas, habrás subido a posiciones encumbradas, y habrás sido esclava, vendida y comprada como una bestezuela indefensa. Esa es la Ley Eterna de la evolución Nebai, así la queramos como la neguemos; así la aceptemos como que la rechacemos.

"Yo por ejemplo he sido pastor, labriego, picapedrero, marino y he sido también rey, filósofo y médico, en un país que hoy yace en el fondo de los mares, a donde fue sepultado por un gran cataclismo hace 14 mil años.

"Y hoy, ya lo ves, soy el hijo de un artesano en una ignorada co­marca del mundo, mucha parte del cual ignora hasta el nombre de Nazareth.

"Cuando fui labriego o pastor, cuando rompía con mi brazo las rocas que regaba con mí sudor ¿quién podía reconocer allí al Rey Anfión de Orozuma, que ocupó la atención del mundo civilizado de entonces?

—Si hemos vivido muchas vidas, esas personalidades humanas,- han tenido un nombre,  ignorado  de muchos o conocido de  todos. Por las facultades espirituales cultivadas, podemos llegar a legren el más remoto pasado como en el presente.

— ¡Oh Nebai!... La grandeza de Dios tiene magnificencias de sa­biduría y de poder, y tratar de conquistarlas con nuestro esfuerzo; es el deber de las almas que han llegado a una mediana evolución. De no hacerlo así, más nos valdría haber permanecido sumidos en la obscuridad inconsciente de las especies inferiores, donde aún no se ha desper­tado por completo la inteligencia que vive allí en embrión, y que se le llama instinto; razón por la cual no existe la responsabilidad, ni el li­bre albedrío.

—De aquí a seis días saldremos para Ribla según lo he oído a mi padre —dijo Nebai— y perdona Jhasua que interrumpa tu explicación sobre las vidas sucesivas que creo haber comprendido bien.

"Ahora dime ¿encuentras bien que yo acceda a ser consagrada sa­cerdotisa de Hornero?

—Sí, Nebai, porque eso es un simple accidente de tu vida que no te obliga a cambiar tu senda espiritual, y te pone en una posición muy ven­tajosa para hacer el bien en medio de la porción de humanidad que te rodea.

"Hornero fue un genio inspirado por la belleza divina que recordaba a momentos, como si en ellos volviera a vivir en el plano superior de la legión de Amadores a la que pertenece. De esa elevada personalidad, han hecho en su país natal, Grecia, algo así como un genio benéfico y protector, al cual invoca sobre las mieses, los viñedos, los olivares, huertos y jardines, porque creen que él flota como un céfiro suave sobre cuanto hay, bello y bueno.

"Le levantan templos formados de columnatas, por entre los cuales todos podemos entrar. Y no hay más altar que un pedestal de mármol con un gran pebetero de lo mismo, donde se pone fuego para quemar perfumes y yerbas aromáticas.

"De la techumbre cuelga una lámpara de aceite de oliva que no se apaga mas. Tu cuidado será ese Nebai: quemar perfumes de Arabia, y alimentar la lámpara que debe arder siempre. Es un símbolo de la glo­riosa inmortalidad de Hornero, y de los pensamientos de amor que desde la tierra suben hasta él en busca de protección.

"Homero vivirá eternamente" dice la luz de su lámpara.

"Hacia él va siempre la ofrenda de nuestro amor" dicen las esencias que se queman en las ascuas ardientes.

"A la doncella elegida para sacerdotisa, se le asigna una renta vita­licia mientras se mantenga en estado de doncella, o sea sin tomar esposo, pero no le está prohibido casarse si así lo desea. Otra doncella la reemplazará.

"Debe cantar cada día a la salida o a la puesta del sol, una estrofa de los cantos de Hornero. Debe ser la depositaría y guardiana de las ofrendas o votos que los amantes del genio tutelar le llevan a su templo. Y cuando consisten en frutas, olivas, aceite o jugo de vid, la sacerdotisa puede distribuirlos entre los niños menesterosos, que por tales dones, quedan bajo la tutela del genio benéfico.

"Tal es la tradición entre los descendientes del poeta inmortal.

"Como ves, no hay nada oneroso ni indigno en todo esto, antes al contrario, una aureola de respeto te rodeará, Nebai. Ayudarás con esto a tu propia familia, que podrá con más facilidad abrirse un camino honrado de trabajo, en un medio ambiente de equidad y rectitud.

"Ya verás Nebai, ya verás qué ancho campo se abre ante ti para derramar el bien a manos llenas.

— ¿Me ayudarás Jhasua, me ayudarás a cumplir con mi deber, en ese ancho campo en que tú me ves? —le preguntó Nebai como si le causara alarma verse sola en la nueva vida que iba a comenzar.

— ¡Claro que sí! ¿Cómo lo has puesto en duda? Te ayudaré a dis­tancia, y una vez cada año iré acompañando al anciano Menandro que mientras viva, no te descuidará.

"Además, con una madre como la tuya, nunca debes creerte sola.

"Mírala. Viene en dirección a nosotros trayéndonos una cestilla de frutas y golosinas.

La suave y dulce mujer se sentó con ellos al borde de la fuente di­ciendo:

—Hermoso hijo de Myriam: ¡cuánto echaremos de menos en Ribla, estas horas de amor y de paz, que traes contigo a esta cabaña!

—Acabo de enseñar a Nebai la forma de no echarme de menos —le contestó Jhasua sonriente—. Es una excelente discípula vuestra hija, y ya hemos quedado de acuerdo en todo y para todo. Ella os lo explicará, y yo os ruego que le ayudéis con vuestra tierna vigilancia, para que ella tenga firmeza en sus nuevas actividades.

—Ya os dije —continuó diciendo Jhasua— que mi madre vendrá a despediros según vos lo habéis pedido.

Sí, sí, la estoy esperando. Myriam es el único lazo de familia que me une a estas tierras, que dejaré sin pena porque en ellas he padecido tanto!..

¿Lo oyes, Nebai? Tu madre va a Ribla feliz y contenta. Y yo lo estoy también de que vayáis, porque hay algo en mí mismo que me dice o me anuncia, que vosotros vais abrir el camino de la luz hacia Antioquía.

"El Orontes pasa besando vuestros jardines, y acaricia también los muros de aquella gran capital que encierra para mí como una promesa de grandes cosas. Aun no acierto a definir lo que se encierra en este sentir mío, pero creo que muy pronto os lo podré decir. Acaso en la primera visita que os haga en la próxima primavera.

Pocos momentos después, Jhasua tornaba al Santuario a pasos lentos, mientras dejaba correr su pensamiento sobre un futuro que comenzaba a ver levantarse como entre una bruma de oro pálido, hacia aquella popu­losa ciudad, hermosa cortesana lúbrica que vivía en un eterno festín, pero que una voz íntima le decía:

"Más fácil es prender el fuego del amor divino en la cortesana que ríe porque ignora el dolor ajeno, que en la rígida Jerusalén que conoce el dolor de los humildes, y levanta sobre él su pedestal de oro!.."

 
 
 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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