EL PAQUETE DE
GALLETAS
Una noche estaba una mujer en un aeropuerto esperando varias horas antes de
que partiera su próximo vuelo. Mientras esperaba compró un libro y un
paquete de galletas para pasar el tiempo.
Buscó un
asiento y se sentó a esperar. Estaba muy absorta leyendo su libro, cuando de
repente notó que el joven que se había sentado a su lado estiraba la mano,
con mucha frescura agarraba despreocupadamente del paquete de galletas que
estaba entre ellos y comenzaba a comérselas, una a una. No queriendo hacer
una escena ella trató de ignorarlo.
Un poco molesta la señora comía las galletas y miraba el reloj, mientras que
el joven ladrón de galletas, sin vergüenza casi también se las estaba
acabando.
La señora se empezó
a irritar más y pensó para sí misma:
"Si no fuese yo
tan buena y educada, ya le hubiera dejado un moretón en el ojo a este
atrevido"
Cada vez que ella comía una galleta, él también comía otra. El diálogo de
sus miradas continuó y cuando sólo quedaba una, se preguntó que haría él.
Con suavidad y con
una sonrisa nerviosa, el joven alargó la mano, tomó la última galleta, la
partió en dos y le ofreció una mitad a la señora mientras él comía la
otra mitad.
Ella tomó la media galleta bruscamente de su mano y pensó:
¡Qué hombre
más insolente! ¡Qué mal educado! ¡Ni siquiera me dió las gracias!
"Nunca antes
había conocido a alguien tan fresco..."
Suspiró con ansias
cuando su vuelo fue anunciado. Tomó sus maletas y se dirigió a la puerta de
embarque rehusándose a mirar en dirección donde estaba sentado aquel ladrón
ingrato.
Después de haber abordado el avión y estar sentada confortablemente, buscó
otra vez su libro que ya casi había terminado de leer.
Al buscar su libro
dentro su bolsa se quedó totalmente sorprendida cuando encontró su paquete
de galletas casi intacto.
"Si mis
galletas están aquí, ella pensó muy apesumbrada, las otras eran
suyas, y él trató de compartirlas conmigo."
Demasiado
tarde para pedirle disculpas al joven, se dió cuenta con mucho pesar, que
ella había sido la insolente, la mal educada, la ladrona y no él.
¿Cuantas veces en nuestras vidas, hemos sabido con certeza que algo era de
cierta forma, solo para luego descubrir que lo que creíamos era la verdad. .
. no lo era?
Cuántas veces la
desconfianza instigada en nosotros hace que juzguemos injustamente a otras
personas con ideas preconcebidas, muchas veces alejadas de la realidad.
Por eso, pensemos
muy bien antes de juzgar a otros. Demos siempre el beneficio de la duda antes
de pensar mal de los demás.
Patricia