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"El poder de la intención"

de Wayne Dyer

9. Es mi intención ser auténtico y pacífico con todos mis familiares

 
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"Tus amigos son la forma que tiene Dios de disculparse por tus familiares."
Wayne W. Dyer

Dejamos que las expectativas y las exigencias de los miembros de nuestra familia creen tensiones y malos ratos, cuando lo que queremos es ser realmente nosotros mismos y estar en paz con ellos. El conflicto parece plantearse con demasiada frecuencia entre ser auténtico, lo que significa no estar en paz con algunos familiares, o tener paz a cambio de no ser auténtico. Establecer la conexión con la fuerza de la intención para tratar a la familia puede parecer una contradicción, pero no lo es. Ser pacífico y auténtico puede definir la relación con tu familia, pero en primer lugar, quízá tendrías que evaluar la relación con tu pariente más cercano: tú.

 

Descubrirás que cómo te tratan los demás tiene mucho que ver con cómo te tratas a tí mismo y enseñar así a los demás a tratarte. Te tratan como enseñas a los demás a tratarte.

En un capítulo anterior te instaba a prestar atención a tu diálogo interior. Uno de los mayores obstáculos para conectarse a la intención es lo que piensas sobre lo que esperan o quieren los demás de ti.

Cuanto más te centres en lo mucho que te molesta que tu familia no te comprenda o no te valore, más atraerás los malentendidos o la infra valoración, ¿Por qué? Porque lo que piensas se expande, incluso cuando piensas en algo que te resulta molesto y en lo que no deseas en tu vida. Sí te atrae esa intención, lo más probable es que ya sepas qué miembros de tu familia te ponen nervioso, Si piensas que sus expectativas te influyen demasiado, o que eres víctima de su forma de ser, tendrás que empezar por cambiar de pensamientos, de lo que hacen ellos a lo que tú piensas. Debes decirte: «He enseñado a todas estas personas cómo tratarme porque estoy dispuesto a darle mayor importancia a sus opiniones sobre mí que a las mías». Podrías desarrollarlo afirmando enérgicamente: «¡Y mí intención es enseñarles cómo deseo que me traten a partir de ahora!». Asumir la responsabilidad de cómo te tratan los miembros de tu familia te ayudará a crear con todos ellos la clase de relación que concuerda con la mente universal de la intención.

Quizá te preguntes cómo puedes ser responsable de enseñar a la gente a tratarte. En gran medida, la respuesta consiste no solo en estar dispuesto a hacer caso a esas presiones familiares, algunas de las cuales son tradiciones que se remontan a incontables generaciones anteriores, sino a consentir desconectarte de tu Fuente divina y a entregarte a emociones de baja energía como la humillación, la culpa, la desesperación, el arrepentimiento, la ansiedad e incluso el odio. Tú y solamente tú has enseñado a los tuyos a tratarte gracias a tu disposición a aceptar comentarios críticos de esa tribu bien intencionada pero en ocasiones entrometida y pesada.

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Tus relaciones familiares están en tu mente. Cuando cierras los ojos desaparece tu familia. ¿Adonde ha ido a parar? A ninguna parte, pero este ejercicio te ayuda a reconocer que tus familiares existen como pensamientos en tu mente. Y recuerda que Dios es la mente con la que piensas. ¿Utilizas tu mente para tratar a tus familiares en armonía con la intención, o te has abandonado o te has separado mentalmente considerando a tu familia algo que se opone a la Fuente universal de la intención? Todas esas personas relacionadas contigo son ideas en tu cabeza. Si han adquirido poder es porque tú se lo has concedido, Si piensas que algo anda mal o que algo falta en esas relaciones, eso indica que re pasa algo, ya que, por lo general, cualquier cosa que veas en cualquiera es un reflejo de algún aspecto tuyo, porque, si no, no te importaría y ni siquiera te darías cuenta. Para cambiar el carácter de las relaciones familiares tendrás que cambiar tu forma de pensar sobre ellas y llegar hasta lo inconcebible con un salto mortal. ¿Y qué es lo inconcebible?

La idea consiste en que tú eres el origen de la angustia en tus relaciones y no el individuo al que le has colgado la etiqueta de insoportable, irritante y despreciable. Esos individuos te han tratado en el transcurso de los años precisamente como tú se lo has permitido con tus reacciones y tu comportamiento.

Todos ellos existen en tu cabeza como ideas que te han separado de tu fuente de la intención, algo que puede cambiar milagrosamente cuando decides estar en paz con todas las personas que hay tu vida y sobre todo con tu familia.

Si el diálogo interior con los miembros de tu familia se centra en lo que hacen mal, así será precisamente como experimentes tu relación con ellos. Si tu discurso interior se centra en lo que te molesta de ellos, eso es lo que notarás. Por mucho que les culpes a ellos de tu irritación, esa irritación es asunto tuyo, y surge de tus pensamientos. Si tomas la decisión de dirigir tu atención interior, tu energía vital, hacia algo distinto, cambiará tu relación. En tus pensamientos, donde existen tus relaciones familiares, no te sentirás molesto, enfadado, herido ni deprimido. Si piensas: «Mi intención es ser auténtico y pacífico con este familiar», eso es lo que experimentarás, incluso si ese familiar sigue actuando como siempre.

Cambiar de forma de pensar significa cambiar tus relaciones. Ser auténtico y pacífico con tus familiares solo supone cambiar tu forma de pensar. Puedes aprender a cambiar tus pensamientos proponiéndote crear sentimientos auténticos y pacíficos en tu interior. Nadie puede molestarte sin tu consentimiento, y has dado tu consentimiento con demasiada frecuencia. Cuando empiezas a practicar la intención de ser auténtico y pacífico, dejas de dar tu consentimiento a estar en la energía más baja. Te conectas con la paz misma y decides llevarla a tu familia, de modo que adquieres inmediatamente el poder de cambiar la energía de las reuniones familiares. Piensa en los familiares a los que has culpado de tus sentimientos de ansiedad, irritación o depresión. Te has centrado en lo que te desagrada de ellos o en cómo te han tratado, y tu relación siempre ha tenido un toque desagradable. Imagínate haciendo esto desde otro punto de vista: en lugar de reaccionar ante su baja energía de hostilidad o jactancia con hostilidad o jactancia —bajando el campo de la energía para todos—lleva tu intención de paz a la interacción. Recuerda que es la alta energía del amor lo que puede disolver las bajas energías. Cuando reaccionas ante la baja energía con lo mismo, no eres auténticamente pacífico ni estás conectado a la fuerza de la intención. En la energía baja, dices o piensas frases como la siguiente: «No te respeto poique tú no me respetas. Estoy enfadado contigo por estar tan enfadado con el mundo. Me caes mal porque eres un fanfarrón». Al centrar tu atención en lo que tienes intención de manifestar en lugar de en la misma baja energía con la que te topas, tomas la decisión de conectarte a la intención y llevar los atributos de tu Fuente universal

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Ante la presencia de esa baja energía. Imagínate a Jesús de Nazaret diciéndole a sus discípulos: «Desprecio a quienes me desprecian y no quiero saber nada de ellos». O: «Me da rabia que la gente me juzgue. ¿Cómo puedo vivir en paz con tantas personas hostiles a mi alrededor?». Sería absurdo, porque Jesucristo representa el nivel de la energía del amor más alto del universo. Eso es precisamente lo que llevaba ante la presencia de personas hostiles, escépticas, y con su sola presencia elevaba la energía de quienes estaban a su alrededor. Ya sé que no eres Jesucristo, pero puedes aprender grandes lecciones espirituales de nuestros grandes maestros. Si tienes la intención de llevar paz a una situación y estás viviendo en el nivel de la intención, dejarás esa situación con una sensación de paz. Yo aprendí esa lección hace años, con la familia de mi esposa.

Antes de despertar a la fuerza de la intención, las visitas familiares eran acontecimientos que me deprimían por la actitud y el comportamiento de algunos miembros de la familia de mi mujer Me preparaba para estas visitas dominicales poniéndome nervioso y enfadándome por una experiencia que me imaginaba aburrida y horrible. Raramente me llevaba una decepción. Centraba mis pensamientos en lo que no me gustaba y así definía la relación con mi familia política. Poco a poco, a medida que fui comprendiendo la fuerza de la intención y dejando a un lado el ego, empecé a sustituir el enfado y el fastidio por la bondad, la receptividad, el amor e incluso la belleza. Antes de una reunión familiar, recuerdo que soy lo que yo decido ser en toda circunstancia, y decido ser auténticamente pacífico y pasarlo bien. En respuesta a algo que antes me molestaba, ahora le digo a mi suegra, con cariño: «Nunca me lo había planteado asi. Explícamelo mejor». En respuesta a un comentario que antes me parecía una estupidez, digo: «Es un punto de vista muy interesante. ¿Cómo te has informado de eso?». En otras palabras, llevo mi intención a un estado de paz para esos encuentros, y me niego a juzgar.

Empezó a ocurrir algo increíble: me encantaba que esos miembros de la familia vinieran a casa. Empecé a considerarlos más inteligentes. Incluso disfrutaba con su compañía, y cada vez que surgía algo que antes me molestaba lo dejaba pasar y respondía con amor y bondad. En una etapa anterior de mi vida, las expresiones de prejuicios religiosos o raciales disparaban mí ira y mi rencor. Ahora reacciono tranquilamente, exponiendo mis opiniones con amabilidad, y paso a otro asunto.

En el transcurso de los años he observado no solo que los comentarios racistas han ido disminuyendo hasta reducirse prácticamente a cero, sino que mi familia política tiene expresiones de tolerancia, e incluso de cariño, hacia las minorías y hacía quienes practican religiones diferentes a la suya.

Aunque mi intención consistía en principio en mantenerme en un estado de paz, descubrí que al no sumarme a las bajas energías de mi familia política, no sólo nos sentíamos todos más en paz, sino que teníamos conversaciones divertidas e incluso inteligentes. Tenía tanto que aprender de esos familiares como yo que enseñarles. Incluso cuando me sentaba mal una crítica, si recordaba mi intención de mantener una relación pacífica con ellos, lo hacía. Dejé de pensar en lo que me molestaba, en lo que echaba en falta o en lo que siempre había ocurrido. Me centraba en que aquellas reuniones me resultaran divertidas, cariñosas y, lo más ímportante pacíficas.

Veamos a continuación los pasos que hay que dar para hacer realidad la intención que se expresa en este y los siguientes capítulos.

orn1Primer paso. Reconoce tu intención verbalmente y por escrito, y deséala de todo corazón. Cuando creas un gran deseo de vivir la experiencia de una familia pacífica, todo empezará a desarrollarse de tal modo que ese deseo se cumpla de una forma espontánea y natural. En lugar de encomendarte a Dios o a un santo para que se produzca un milagro, ruega para que se obre el milagro del despertar interior, que jamás te abandonará. Una vez experimentado, el despertar de esa luz interior te acompañará siempre, independientemente de con quién o dónde estés. La fuerza dinámica está dentro de tí, y notarás esa fuerza como una gran alegría que recorre tu cuerpo. Al final tu pensamiento se hará sublime, y tu mundo interior y exterior se harán uno. Desea ese despertar a la luz interior, desea que se manifieste tu intención.

orn1Segundo paso. Desea para tus familiares lo que deseas para ti Cuando alguien te critica, te juzga, se enfada contigo, te demuestra odio o te censura, no está en paz consigo mismo. Deséale esa paz aún más que a ti mismo. Con tal intención hacia esas personas dejas de centrarte en ti mismo. Es algo que no requiere ni que hables ni que actúes. Simplemente tienes que imaginarte a las personas de tu familia con las que no te sientes en paz y sentir la paz que deseas para ellas. Cambiará tu discurso interior y empezarás a experimentarla pacífica autenticidad de tus dos seres.

orn1Tercer paso. Sé tú la paz que buscas en los demás. Si lo que falta en la relación con tu familia es la paz, eso significa que en tu interior hay un lugar que ocupa la ausencia de paz. Ese lugar pueden ocuparlo la ansiedad, el miedo, la ira, la depresión, la culpa y cualquier emoción de baja energía. En vez de intentar librarte de esos sentimientos, dales el mismo tratamiento que a los miembros de tu familia.

Acógelos tranquilamente y déjalos estar. Así envías un sentimiento pacífico al sentimiento de la ausencia de paz. Las bajas energías que experimentas se fortalecerán con ese pacífico «hola» y acabarán por desvanecerse a medida que lo divino se desarrolle en tu interior. Se alcanza esta paz mediante cualquier forma de tranquilidad y meditación que te funcione. Aún si sólo puedes tomarte un descanso de dos minutos en silencio, concéntrate en el nombre de lo divino o repite el sonido «aaah» como mantra interior.

orn1Cuarto paso. Correspóndete con las siete caras de la intención. Por si has olvidado las características de la mente universal de la intención, es creativa, bondadosa, amante, bella, en continua expansión, infinitamente abundante y receptiva a toda la vida. Participa en el juego de las correspondencias del que hablo en este libro, y tranquilamente y con firme decisión lleva el rostro de la Fuente universal ante la presencia de cuantos crees que te rebajan o te molestan. Esta clase de energía espiritual te transformará, pero no sólo a ti, también a tu familia. Tu intención de mantener relaciones pacíficas está adquiriendo forma—primero en tu mente, después en tu corazón—, y finalmente se materializará.

orn1Quinto paso. Examina todos los obstáculos que se han interpuesto en tu camino para conseguir la paz familiar. Presta atención a cualquier diálogo interior que gire sobre lo mucho que te molesta lo que los demás esperan de ti. Recuerda que cuando piensas sobre lo que te molesta, actúas en consecuencia con lo que piensas, y atraes otro tanto de lo mismo. Examina tu nivel de energía para comprender tu tendencia a reaccionar ante tus bajas energías del mismo modo, y recuérdale a tu ego que ya no vas a optar por sentirte ofendido ni a necesitar llevar siempre la razón en esas relaciones.

orn1Sexto paso. Actúa como si. Inicia el proceso de actuar como si lo que tienes intención de manifestar ya fuera realidad. Ve a todos los de tu familia a la luz y con el amor que son su verdadera identidad. Cuando alguien le preguntó a Muktananda, gran santón indio: «¿Qué ves en mí cuando me miras, baba», contestó: «Veo la luz». «¿Cómo es eso?», replicó aquella persona. «Me enfado mucho, soy terrible. Tienes que verlo». Baba insistió; «No; yo veo luz». (Esta historia la cuenta Swami Chidvilasananda Gurumayi en Kindle my Heart.)

Eso debes hacer: ver la luz en los demás, y tratarlos como si eso fuera lo único que vieras.

orn1Séptimo paso. Deslígate de los resultados. No dejes que tu actitud auténtica y pacífica dependa de la conducta de tu familia. Mientras te mantengas conectado a la intención e irradies la alta energía, alcanzarás la paz. No es cosa tuya que todos los miembros de tu familia piensen, sientan o crean lo mismo que tú. Lo más probable es que observes cambios drásticos en tus familiares cuando les enseñes con tu ejemplo cómo quieres que te traten, pero si no cambian, y si continúan con actitudes no pacíficas, olvídate de la necesidad de verlos transformados. Todo funciona según un orden divino, y te ayudará recordar el dicho «Déjalo en manos de Dios». Así garantizas tu propia paz y aumentas espectacularmente las posibilidades de ayudar a los demás a hacer otro tanto.

orn1Octavo paso. Afirma: sólo atraigo paz a mi vida. Recuerdo esta afirmación muchas veces algunos días concretos, sobre todo con mis hijos y otros miembros más lejanos de la familia. También me lo repito en las tiendas, cuando saludo a los auxiliares de vuelo, cuando voy a Correos y mientras conduzco mi coche. Lo digo para mis adentros como una verdad absoluta con firme determinación, y siempre me funciona. La gente me responde con una sonrisa, con agradecimiento, con gestos amistosos y saludos. También recuerdo una convincente observación de A Course in Miracles [Curso de milagros] cuando no me siento precisamente en paz con mí familia en un momento dado: «Puedo elegir la paz en lugar de esto».

orn1Noveno paso. No le guardes rencor a nadie y practica el perdón. La clave para que reine la paz en todas tus relaciones familiares consiste en el perdón. Tu familia se limita a hacer lo que les han enseñado a hacer toda la vida, y lo que les enseñaron a hacer a sus antepasados. Que tu corazón los colme de comprensión y perdón.

Las siguientes líneas de A Course in Miracles ofrecen gran ayuda para hacer realidad esa intención:
¿Deseas la paz? El perdón te la ofrece. ¿Deseas la felicidad, una mente tranquila, la certeza de un objetivo y un sentido de la valía y la belleza que trasciende el mundo? ¿Deseas una tranquilidad que no se puede perturbar, una ternura que jamás puede ser herida, un consuelo profundo y duradero, y un descanso tan perfecto que no se puede alterar?

Todo eso te lo ofrece el perdón.

Décimo paso. Mantente en un estado de gratitud. En lugar de mantenerte en un estado de ausencia de paz con los miembros de tu familia, reza una oración de gratitud por su presencia en tu vida y por todo lo que pueden enseñarte.

Estos son los diez pasos que puedes practicar a diario. Mientras intentas alcanzar el conocimiento absoluto de que esta intención se manifestará, recuerda también a diario que no se puede solucionar una mala relación condenándola.

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"El poder de la intención"

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de Wayne Dyer

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