E1 cielo no
es el mismo de hace una hora, pero sigue siendo perfecto. Su
gato cambia continuamente, y, sin embargo, no es menos
perfecto por ello. Usted puede evolucionar, cambiar y ser
distinto de mil modos, y, sin embargo, ser una criatura
perfecta. La esencia de su perfección es su propia
capaci¬dad para verse a sí mismo, para aceptar lo que ve
como perfecto en el momento presente, y ser luego capaz de
convertirse en algo completamente distinto, pero perfecto
aún. Resulta irónico que consideremos siempre perfectos a
los animales, y nos neguemos, por otra parte, esa misma
cualidad a nosotros mismos.
Somos las criaturas más perfectas que pueden crearse en este
planeta: de eso podemos estar seguros. Usted es el resultado
de millones y millones de años de evolución, la obra de Dios
y de todas las demás influencias que han conformado su
llegada aquí. Físicamente, no puede llegar usted a ser mejor
de lo que es. Su cuerpo y su mente (si quiere
diferenciarlos) son los modelos más perfectos de la
naturaleza hasta la fecha para asegurar la supervivencia y
la perfección de una especie viva en la Tierra. Debería
usted maravillarse todos los días de sus propias potencias y
capacidades.
Ser perfecto significa verse a sí mismo con ojos nuevos.
Significa permitirse llegar plenamente a la vida, en vez de
andar siempre dando vueltas, pensando que aún no es usted lo
bastante bueno para incorporarse a la Gran Competición.
Significa respetar su propia humanidad y su ilimitada
capacidad como ser humano. Significa concederse permiso para
desarrollarse y alcanzar los niveles más altos imaginables.
En este sentido, tiene usted capacidad para ser perfecto.
Puede considerarse usted una obra concluida (sin tener que
presumir ante los demás ni demostrar nada a nadie) si
cultiva el equilibrio, la confianza y la sensación de
orgullo interior de los que hablaré en estas páginas,
dándose al mismo tiempo la posibilidad de una plenitud
humana total.
ENFERMEDAD, SALUD Y SUPERSALUD:
EL MODELO MÉDICO
Si considera usted el modelo médico para el tratamiento de
la enfermedad en nuestra cultura, descubrirá que la mayoría
de los que practican la medicina operan entre el punto A y
el punto B, siguiendo el proceso de continuidad que se
índica a continuación:
A B C
Enfermedad "Salud normal" "Supersalud"
Tratamiento médico Medicina preventiva Iniciativa individual
El punto A representa la enfermedad que exige tratamien¬to
médico; que llevará a la recuperación de la salud normal o a
la enfermedad crónica o a la muerte del individuo. El punto
B representa una ausencia de síntomas de enfermedad, o lo
que llamamos "salud normal".
Casi toda la práctica médica de nuestra cultura se centra en
el tratamiento y la eliminación de la enfermedad. Entre los
puntos A y B hallará usted todas las enfermedades que
afligen a la especie humana, y una especie de programa para
tratar cada una de ellas. Buscamos obsesivamente medios para
hacer desaparecer la enfermedad, para hacer pasar al
individuo al punto B.
Entre el punto B y el punto C, lo que yo he denominado "Supersalud",
se extiende el fértil territorio de la "medici¬na
preventiva", que abarca desde la administración de vacunas y
la limpieza de los dientes, el fomento de un ejercicio
físico regular y una nutrición adecuada, pedir que los
trabajadores no aspiren amianto o polvo de carbón, a
consideraciones ambientales, como la contaminación, o el
agotamiento de la capa de ozono de la Tierra.
Hay, desde luego, muchos individuos que practican la
medicina con un sentido racional de su tarea y otros que
abogan o practican la medicina preventiva, y una minoría,
pequeña pero que crece esperanzadoramente, que desea ampliar
el campo e incluir todos los aspectos de nuestra existencia
que contribuyen a la mala salud, desde los factores físicos
a los mentales y los ambientales. Hay unos pocos que
empiezan a considerar seriamente las posibilida¬des de una
medicina de la conducta y los métodos para enseñar a las
personas a pensar, sentir y actuar de forma sana, desde el
principio mismo de sus vidas. Pero incluso los que quieren
ampliar la medicina preventiva son muy pocos y los que
controlan el sistema tienden a burlarse de ellos. La
práctica medica actual se sirve, en términos generales, de
tranquilizantes, antidepresivos y drogas de todo género. Los
gobiernos de Estados Unidos y otros países han denunciado
públicamente en sus informes, de los que se han hecho eco
los medios de información, la abusiva utilización de algunas
de estas drogas. Sin embar¬go, siguen lloviendo recetas y
siguen fabricándose y ven¬diéndose estas drogas en
cantidades ingentes. Es también alarmante, y está bien
documentado, el volumen de intervenciones quirúrgicas
innecesarias. Sin embargo, la práctica del tratamiento
médico entre los puntos A y B sigue incesante, y seguirá
siéndolo hasta que se opongan a ella los individuos en gran
número.
Casi nadie ha pensado actuar entre los puntos B y C hasta el
extremo de estudiar a los individuos que son sumamente
sanos, vigorosos, felices, plenos, que no tienen
dependencias químicas, etcétera, y determinar cuáles son sus
características, cuáles pueden ser sus "secretos para gozar
de su supersalud".
Esto puede deberse en gran medida a que la "supersa¬lud" es
un asunto de elección individual y de iniciativa personal.
Si ha empezado usted a hacer pedestrismo, a andar, a jugar
al tenis, o a realizar cualquier ejercicio parecido porque
su medico le ha advertido que debe adelgazar o cuidar su
corazón o aumentar su capacidad pulmonar, se trata de un
procedimiento de medicina preventiva destinado a conservar
la salud normal. Quizá la¬mente usted el tiempo necesario
para los ejercicios diarios y los realice pensando que
podría estar haciendo otra cosa. Pero si hace ejercicio a
diario "por propia iniciativa", porque le gusta, porque le
resulta agradable estar en contacto con su cuerpo y con su
asombrosa capacidad para devolver una pelota o correr quince
kilómetros, y no lo cambiará usted por ninguna otra cosa ni
echará de menos nada mientras lo hace, se trata de una
situación completa¬mente distinta. Lo que para otras es una
obligación más, para usted es un gozo, y no estará dispuesto
a prescindir de él ni siquiera temporalmente por considerar
que su "salud normal" ya está asegurada. Es difícil
determinar la dife¬rencia entre el ejercicio gozoso y sin
conflictos, y el ejercicio como "obligación" en lo que
respecta a la salud física; pero, en lo que respecta a la
salud mental (¿y quién sabe dónde acaba la salud física y
empieza la mental?) es la diferencia entre la personalidad
"normal" y la personali¬dad "Sin Límites".
Cuando haya suficientes individuos que lleguen al nivel en
que las personas piensan por sí mismas y no necesitan
médicos que se limiten a extenderles una receta que les
proporcione drogas para controlar "crisis de angustia",
entonces "el proceso de «A a B y vuelta atrás»" dejará de
ser la norma de la salud física en nuestra cultura. Una
persona SZE sabe ya que él o ella, y en una píldora, puede
curar su angustia, y, en consecuencia, mirará hacia su
interior y no hacia el exterior para curarla. La emoción de
practicar la medicina entre los puntos B y C supone que haya
médicos que desean que la gente deje de pensar y de vivir de
forma insana. Significa enseñar a los pacientes a desear
gozar de supersalud, a controlar su cuerpo en vez de
fortalecer sus enfermedades utilizando medios externos, como
las drogas y los fármacos como único método de tratamiento.
LA
PSICOLOGÍA COMO MEDICINA: ENFOQUE PATOLÓGICO
El campo de la psicología, tradicionalmente considera¬do en
un sentido básico como algo anejo a la rama de la medicina
denominada "tratamiento", también opera entre los puntos A y
B sobre su propio proceso de continui¬dad, que es más o
menos éste:
Casi todas las investigaciones sobre la conducta humana se
han hecho estudiando a individuos con síntomas entre los
puntos A y B que les hacen funcionar por debajo de la media,
del llamado nivel "normal" de sus sociedades. Los
psicólogos, con la notable excepción de algunos "rebeldes"
como Maslow, se han centrado tradicionalmente en sínto¬mas
neuróticos, en la depresión y en la ausencia de enfermedad
psicológica clínica como indicio de "normalidad". Han
escrito profusamente sobre la mala salud mental, pero muy
poco sobre la consecución de la sa¬lud mental. Han escrito
mucho sobre la necesidad de esforzarse; pero casi nada sobre
llegar alguna vez a alguna parte. Enfocan a los individuos
como seres que tienen siempre que mejorar en vez de
aceptarlos como individuos sanos, tal como son.
La profesión, como el conjunto de la sociedad, parece
obsesionada con el futuro y su planificación. No se presta
la menor atención al presente ni a cómo disfrutarlo. Todo se
centra en estar "bien adaptado" a las cosas tal como son, a
ser "normal" o "un individuo medio". ¡Prácticamente no se
presta atención a la capacidad innata de todo ser humano
para la grandeza! La psicología estudia a los que tienen
casi todos los síntomas, y crea luego una teoría de por qué
los individuos se comportan como se comportan, basada en la
ausencia de tales síntomas clínicos, como objetivo ideal
para todo. Los psicólogos analizan a quienes consiguen
seguir tirando, no se enredan en problemas y funcionan
(aunque no tengan la menor paz interior) y los utilizan como
el modelo que todos hemos de imitar.
Existen otras dimensiones, más emocionantes y más
significativas, para el estudio de los seres humanos. ¿Por
qué no analizar a los que son más felices, a los que
alcanzan mayores éxitos, a los individuos más creadores, más
cons¬tructivos y más productivos que hay entre nosotros y
ver lo que podemos aprender de ellos antes de hacer
generaliza¬ciones sobre lo que nos es posible? Sus ejemplos
ayudarían a proporcionar fértiles orientaciones que todos
podríamos seguir. Éste sería el enfoque positivo de la
psicología, y, sin embargo, parece existir una resistencia
generalizada al mismo. Maslow utilizó el análisis de la
grandeza en su investigación sobre la autoactualización,
pero aunque logró importantes aportaciones, sus propuestas
no se tienen en cuenta, en términos generales, en la
práctica psicológica actual, en parte porque no hay "datos
estadísticos seguros" que apoyen sus investigaciones. Pero
el hecho es que no puede haber "datos estadísticos firmes"
que sean fundamentales para el estudio de la grandeza
humana. En principio, es imposible predecir dónde o explicar
cómo brotarán en el mundo el genio, la imaginación o la
creatividad. No existe ninguna fórmula para llegar a teorías
originales o para crear obras de arte originales. Sería
absurdo intentar aplicar los instrumentos de medición de la
ciencia y los cálculos al estudio de la capacidad humana en
primer término. Podemos, claro está, generalizar sobre el
tipo de crianza, educación y entorno ambiental que favorecen
la aparición de individuos SZE, qué tipos de influencias,
actitudes y opciones crean individuos Sin Límites. Pero esos
juicios son profundamente subjetivos, pues se basan en la
tentativa de entender el funcionamiento interno de "las
grandes inteli¬gencias", y Maslow emprendió esa tarea del
único modo posible y legítimo, utilizando su mejor "sentido
común" para interpretar lo que leía y oía y sentía y veía:
el mismo enfoque que yo adopto en este libro.
De cualquier modo, los "científicos sociales" de hoy raras
veces se atreven a aventurarse fuera de los campos de
estudio en que los "datos" pueden cuantificarse, donde
puedan asignarse números a todo, y puedan trazarse gráficos
y mapas. Así que siguen con sus investigaciones
estadísticas, rellenando lugares en blanco en sus
cuestiona¬rios de sí o no, recibiendo sus subvenciones y
redactando sus proyectos de investigación y colocándolos en
publica¬ciones académicas para que los lean otros
investigadores. Si todo individuo es único y cambia
constantemente cada día, lo único que se puede decir sobre
cualquier dato de investigación social es que corresponde a
ese grupo de individuos en ese día concreto, y, teniendo en
cuenta la tendencia de los seres humanos a diferenciarse y
cambiar, es poco probable que puedan obtenerse los mismos
resulta¬dos si se repite el estudio. Estos "científicos" no
ayudan a los seres humanos a cambiar y conseguir ser más
felices y eficaces. Por el contrario, como muchos de sus
colegas de la medicina, vagan eternamente entre los puntos A
y B, sin atreverse a creer que realmente podrían estar en un
pun¬to C.
No tiene usted por qué caer en la trampa de trazar su
"progreso en la vida" únicamente entre "normalidad" y algo
peor. Si es usted psicológicamente "normal", es decir, si
afronta usted la vida tan bien como cualquiera, ¿por qué no
se considera entre los puntos B y C y se olvida de si está o
no está más enfermo hoy que ayer; por qué no deja de
compararse con todas las demás personas que deciden ser
desdichadas y neuróticas? Puede empezar a enjuiciarse a sí
mismo de formas nuevas, aunque las profesiones que tratan de
la conducta humana no dejen jamás de estudiar en exclusiva
lo que consideran enfermedad en otros, sin empezar a
centrarse nunca en lo que es posible para la humanidad como
objetivo máximo, incluso aunque la "ciencia de la conducta
humana" no haga jamás nada por ayudarle. No tiene por qué
esperar usted que los burócra¬tas de la profesión se pongan
al día. Puede empezar a considerarse a sí mismo y a su vida
de un modo emocio¬nante y original que hará que cada momento
de su existencia en este planeta merezca la pena vivirse.
DEL
PÁNICO AL CONTROL... Y LO QUE HAY EN MEDIO
Observará que al final de la tabla de la página 24 dice:
Hay varias formas de valorar su "status de desarrollo"
actual. Una es calcular su capacidad para resolver
proble¬mas o situaciones que se plantean en la vida diaria,
y que van desde lo ordinario a lo potencialmente agradable o
gozoso y hasta lo trágico. La escala anterior es una medida
bien conocida de salud mental. Se trata básicamente de una
escalerilla de cinco peldaños en la que usted puede reseñar
cómo reacciona normalmente al amplio espectro de situaciones
de su vida.
Pánico
El pánico asalta al individuo cuando se enfrenta con
problemas y cree no tener capacidad para resolverlos. El
pánico significa correr desorientado, no tener confianza
alguna en las propias reacciones en una situación
determi¬nada; ser impredecible, no merecer confianza a los
propios ojos.
Puede enfrentarse, por ejemplo, con el problema de tener que
cambiar por primera vez en su vida una rueda del coche
pinchada, de noche, en un lugar desierto. Su reacción
inicial podría ser el pánico. Quizá se limite a llorar o
salga del coche y se ponga a dar vueltas, primero en una
dirección y luego en otra. Puede ponerse histérico, gritar
obscenidades a la oscuridad, contra el neumático o contra el
clavo de la carretera. Gasta usted así mucha energía, pero
la gasta toda en cólera, frustración, confusión y conflicto,
y no dedica ni un ápice de ella a resolver el problema.
Cuando el pánico domina a los soldados en combate, algunos
se levantan de la trinchera y caminan en medio de un
enjambre de balas. La mayoría de los individuos que están
internados en instituciones mentales por razones de
protección, están allí porqué sus vidas físicas se hallan en
estado de absoluto pánico y no se puede confiar en que no se
dañen a sí mismos o a otros. Su conducta es incontrola¬ble e
impredecible.
Todos tenemos pánico en algún momento de nuestra vida, sobre
todo cuando nos vemos en un medio extraño y ante problemas
que no hemos resuelto nunca. La clave de si quedamos
totalmente inmovilizados es el tiempo que estamos dominados
por el pánico y cuantas veces ocurre.
Si se da usted un golpe en un dedo del pie por la noche, y
se dedica a lanzar gritos y saltar por casa a la pata coja
unos minutos, si llega incluso a aporrear las paredes, esto
se aproxima al pánico, pero no es grave (en realidad, es una
reacción natural) porque no está usted inmovilizado frente a
un problema que exige atención. No puede usted desgolpearse
el pie. Lo único que puede hacer es esperar que el dolor se
vaya.
Pero, claro, si sigue usted gritando sin control tres
semanas después, si acusa a su familia de desplazar
deliberadamente el mueble con el que se golpeó, si aún sigue
hostigando los objetos y a las personas mucho después de
haber desaparecido el dolor, sin duda es usted candidato a
la hospitalización, porque su pánico ha perdurado dema¬siado
y ha adquirido tonos extremos.
Algunas personas se pasan la vida acosadas por uña sensación
de pánico respecto a sus trabajos, sus relaciones, sus
desdichas financieras y muchos otros problemas. Vagan de un
problema a otro, sin saber nunca exactamente qué hacer ni
cómo reaccionar, con una especie de continuo torbellino en
su interior. Si se encuentra usted en esta situación, sepa
que sólo puede desplazarse en una direc¬ción: ¡hacia arriba!
Inercia
El término inercia describe un estado en el que el
indivi¬duo es incapaz de moverse, incapaz de actuar. En tal
estado se mantendrá usted inmóvil o será arrastrado "en la
misma dirección de antes" o según las directrices o las
presiones de otros. En lo que respecta a la solución de
problemas, la inercia suele seguir a un espasmo de pánico.
En el aspecto emotivo va normalmente asociada con la
depresión y /o el aburrimiento. Si la depresión es crónica y
profunda, o el aburrimiento es "existencial" (es decir, no
es aburrimiento o hastío por esta o aquella situación o
actividad, sino respecto a la vida en general) puede llevar
a la psicosis y /o al suicidio.
Sóren Kierkegaard captó la herencia del hastío existen¬cial
en 0 esto o lo otro:
No me interesa nada. No me interesa cabalgar, pues el
ejercicio es demasiado violento. No me interesa caminar;
caminar es dema¬siado trabajoso. No me interesa tumbarme;
pues debería perma¬necer tumbado, y no me interesa hacerlo,
o debería levantarme de nuevo, y tampoco me interesa. Summa
summarum: No me interesa nada en absoluto.
La depresión y el hastío producen una falta de iniciativa
generalizada, una conducta pasiva que empuja al indivi¬duo a
quedarse en la cama o en casa sin hacer nada más que
compadecerse de si mismo. No sólo padecen esta inercia los
individuos, sino también muchas relaciones entre individuos.
En él fondo, una pareja que ha tenido peleas escandalosas y
serías a diario durante veinte años, seguirá integrada
porque ambas partes tienen miedo de hacer algo, porque por
lo menos hay "seguridad" (en la forma de predecibilidad) en
saber que habrá una pelea a las tres y media esta tarde, y
el mundo en su conjunto ha pasado a resultar tan lúgubre que
los individuos no pueden imaginar ningún cambio que pudiera
significar diferencia apreciable. No pueden imaginar
siquiera la posibilidad de vivir a un nivel más alto.
La inercia es mucho más peligrosa y dolorosa que el pánico
para el individuo medio o "normal". Cuando carece usted de
capacidad de acción, es candidato al género más deprimente
de vida imaginable. E1 individuo, en esa situación, vegeta y
se deteriora. Puede que la causa principal de tensión y
angustia y desgaste del organismo humano no proceda de
cambios de trabajo o de emplaza¬miento, o del divorcio, ni
siquiera de la muerte, sino más bien de vivir día tras día
en relaciones no resueltas, sin saber hacia dónde se va pero
sintiendo una depresión crónica respecto a su vida.
La inercia convierte su interior en un torbellino. Y vela
con un telón gris el mundo externo.
Si se halla usted en estado de inercia, cualquier paso,
cualquier acción que emprenda le ayudará a aliviar ese
torbellino. Volviendo a la rueda pinchada en un lugar
desierto: después de haber gritado, de haberle dado patadas
al coche, de haber maldecido el clavo y haber desahogado su
cólera, quizá pierda usted más tiempo aún en un estado de
inercia. Quizá se limite a sentarse en el suelo y a
mascullar para si. Puede que se meta de nuevo en el coche y
se dedique a cavilar un rato sobre su desdicha. Es evidente
que si la inercia se prolonga demasiado, nunca llegará a
arreglar el neumático... pero usted sabe también que lo de
permanecer inerte no resultará eficaz, así que pasa al
siguiente nivel de la salud mental en esta escalerilla de
cinco peldaños.
Competitividad
Competir significa, bien luchar contra alguien o algo, bien
dedicar un considerable esfuerzo o una dosis notable de
energía a algo. Competir supone pues, en ambos sentidos,
tener determinada dirección, orientarse hacia un objetivo.
Supone intentar hacer algo, ya sea eliminar sus zonas
erróneas o alcanzar una seguridad económica. Competir no es
triunfar, pero al menos se hace algo; es una actitud mucho
más positiva que dejarse dominar por el pánico o por la
inercia.
Por otra parte, muchas personas para las que competir es la
actitud vital dominante dedican su vida entera a competir y
a intentar lograr algo sin llegar a conseguirlo nunca. La
competición crónica o compulsiva implica un ajetreo
constante y un vivir continuamente orientado hacia el
futuro. Y muy bien puede mantenerle a usted siempre
oscilando de una tarea a otra, incapaz de gozar del presente
porque está considerando siempre el próximo objetivo, sin
activar plenamente una gran parte de su vida. Son muchos los
adultos y los jóvenes que sufren de esta compulsión, esta
"enfermedad de la urgencia", en un grado serio. Significa en
esencia correr tras algo que siempre se le escapará.
Ha de haber en su vida momentos periódicos en los que usted
este aquí, en los que haya llegado, en los que sea capaz de
gozar del momento. Pero eso les resulta a algunos imposible.
Algunos de estos perennes competidores ni siquiera pueden
disfrutar de unas vacaciones. Están dema¬siado obsesionados
por lo que han dejado atrás, o por lo que han de hacer
cuando vuelvan, así que quieren volver y empezar a planear
las vacaciones del año siguiente.
Volviendo a la rueda pinchada: quizá se canse usted de
cavilar y vuelva al maletero. Lo abre, y allí está la rueda
de repuesto y el gato, pero no sabe colocar el gato ni
quitar la rueda. Camina unos cien metros buscando una casa o
alguien que le ayude; vuelve luego porque no hay casas ni
luces a la vista y porque, en realidad, no le gusta hablar
con desconocidos. Quizá no pudiera encontrar una casa ni un
teléfono en esa dirección en quince kilómetros. Prueba en la
otra dirección, también sin resultado.
Vuelve al coche. Quizá se hunda de nuevo en el pánico o en
la inercia. Quizá saque el gato y la rueda de repuesto y
considere la posibilidad de interpretar las instrucciones, y
luego lo deje porque piensa que ha colocado mal el gato, o
ha colocado mal la rueda. Está usted debatiéndose, no
resolviendo el problema, pero luchando, compitiendo, y eso
es un paso positivo, aunque insuficiente, desde luego. La
competitividad puede transformarse en adaptación, en control
incluso, o puede fundirse en la inercia o el pánico, o puede
convertirse en una forma de vida. Es usted quien debe
elegir.
Ajuste
Estar adaptado significa que uno es capaz de seguir, que no
permite que las cosas le inmovilicen, que se convierte en un
individuo "bien ajustado", y tal parece ser el objetivo de
la mayoría de los padres y profesores del mundo. Pero esa
"adaptación" tiene una segunda connotación, aun más
importante a nuestros efectos, con la que estarán
familiari¬zados todos los que sepan lo que es una sierra de
marquete¬ría. Una sierra de marquetería es "una sierra en
forma de cinta que se tensa en un marco en forma de U y que
se utiliza para cortar modelos de madera complicados", y
aquí "recortar" significa "formar... conformar según la
forma de otro miembro"; ajustarse a una forma ya dada, o
adaptarse a un modelo ya establecido. En el campo
psicológico, esta adaptación a un modelo ha significado
siempre ajustarse al statu quo, conformarse a la imagen de
lo que uno debe ser que nos ofrece la sociedad "normal" o
"media". Si esto significa recortar algunas de nuestras
esperanzas, de nuestros sueños, de nuestras secretas
aspira¬ciones, y significa resignarse a que en el proceso
queden eliminadas algunas partes favoritas de uno mismo, se
dice que "así es la vida", que ése es el precio que hay que
pagar por el "éxito" convencional.
Esto aparece una y otra vez en los informes: "Sally es una
muchachita bien adaptada. Encaja perfectamente en su grupo.
Se defiende bien en los estudios y se relaciona bien con los
otros niños". En otras palabras: "Está apren¬diendo a ser
exactamente igual que todos los demás. Y a ser una persona
obediente que nunca constituirá un problema para nadie".
Volvamos una vez más a usted y a la rueda pinchada: Si
afronta la situación, quizá no logre arreglar del todo la
rueda, pero al menos no estará inmovilizado, no le
acongo¬jará el problema hasta el pánico.
Puede perder algún tiempo aterrado, inerte, o debatién¬dose
inútilmente, o puede decidir empezar a resolver la cuestión
de inmediato. En los primeros minutos, quizás haya razonado
ya: "Bueno, no hay nadie cerca, es una carretera tan
desierta que es muy probable que nadie pase por aquí en
muchas horas, y si me pongo a leer las instrucciones y actúo
meticulosamente, lo más probable es que yo solo resuelva el
problema antes de que aparezca alguien que pueda ayudarme".
O puede que decida usted: "Es demasiado arriesgado exponerme
a arreglarlo mal; encenderé las luces rojas y esperaré
pacientemente a que llegue alguien que me ayude. Si es
necesario, dormiré toda la noche en el coche". O puede que
decida usted ponerse a caminar en una u otra dirección y no
parar hasta en¬contrar ayuda, aunque tenga que caminar
treinta kilóme¬tros.
Decida lo que decida, si está "sólo adaptándose", su
decisión probablemente se ajuste a lo que la sociedad
"normal" esperaría de usted en tal situación. Si es usted un
joven que nunca ha cambiado un neumático, puede considerarse
cuestión de amor propio no buscar ayuda, resolverlo solo.
Quizá rechace la ayuda si alguien se la ofrece. Si es usted
una mujer que ha considerado siempre que la tarea de cambiar
el neumático es tarea de hombres, es posible que ni siquiera
considere la posibilidad de resolver el problema sola.
Buscará ayuda masculina o esperará a que aparezca un hombre
(o quizá tema que aparezca determinado tipo de hombre).
Puede que sea usted tan hábil que carezca de zonas erróneas
respecto a esta situación. Si alguien le ofrece ayuda
constructiva, usted la aceptará agradecido. En caso
con¬trarío, determinará usted, leyendo las instrucciones y
mediante tanteos, cómo resolver el problema solo. O puede
que decida: "No tengo prisa, no estoy cansado, es una noche
agradable: dormiré un rato en el coche y ya resolveré este
asunto luego si antes no aparece nadie".
No me opongo a que los individuos aprendan a adaptar¬se,
pero considero que no es el nivel óptimo para un ser humano.
Este nivel se considera con demasiada frecuencia el más alto
de la escalerilla de la capacidad humana, cuando en realidad
está aún a kilómetros y kilómetros de la altura máxima... si
es que existe altura "máxima" en realidad.
Habrá oído usted hablar muchas veces de aprender a
adaptarse. Los psicólogos de Norteamérica suelen hablar
interminablemente de enseñar a la gente a arreglárselas con
sus problemas: lo cual significa "eludirlos según las formas
convencionales de adaptación". Aunque no hay duda de que es
mejor adaptarse que no adaptarse, la mera adaptación está
muy lejos del dominio o del control auténtico de uno mismo y
de sus situaciones vitales, y aun más de la auténtica
plenitud, que entraña cambio, no adaptación.
En el sentido psicológico más amplio que incluye toda la
vida del individuo, ¿por qué el individuo ha de aprender
sólo a adaptarse, a ajustarse a los problemas o
enfermeda¬des del mundo? Adaptarse significa sólo seguir, no
permitir que las cosas le inmovilicen, y convertirse en un
individuo "bien adaptado", que parece ser el objetivo que la
mayo¬ría de los padres, profesores, dirigentes políticos y
otras figuras de autoridad de nuestro mundo nos tienen
señalado a los demás.
Aunque tuviese usted gran capacidad de adaptación, muy
superior a la de los que están hundidos en el pánico, la
inercia o el mero debatirse, aunque fuera usted el
presiden-te de los Estados Unidos, de la General Motors o de
la Universidad de Harvard, hay un lugar mucho más agrada¬ble
en el horizonte, un lugar en el que puede estar usted todos
los días si lo procura y si se cree capaz de estar allí.
Control
Señoras y señores, éste es el lugar. Control significa ser
el amo de su propio destino, ser la única persona que decide
cómo va a vivir, a reaccionar y a sentir prácticamente en
todas las situaciones que la vida le presenta.
Este libro trata precisamente de este tipo de control: el
paso del vivir SZE al vivir Sin Límites. Cuando haya
terminado de leerlo y controle su contenido de modo que
pueda aplicar su filosofía a su propia vida, deberá pasar
muchísimo tiempo en el peldaño más alto de la escalerilla.
No quiero decir con esto que un individuo esté siempre en
disposición de control, o en cualquier otro nivel de la
escalerilla expuesto aquí, en todas las áreas de la vida. En
el curso de nuestra existencia oscilamos muchas veces entre
el pánico y el control, y el mejor carpintero o tallista del
mundo puede ser un padre pésimo, mientras que "el mejor
padre del mundo" puede hallarse íntimamente en un estado de
desesperación crónica respecto a su vocación, su matrimonio
o cualquier otra cosa. Pero nos hallamos mejor o peor, en lo
que respecta a nuestra capacidad para abordar con eficacia
nuestros sectores de promesas o nuestro problema concreto,
según sea este problema o según sean estas zonas de promesa.
Ser un individuo SZE o un individuo Sin Límites significa
hallarse más tiempo en situación de control, menos tiempo en
los peldaños más bajos de la escalerilla, en más áreas de la
vida. En consecuencia, el individuo Sin Límites total
controlaría del todo sus propios mundos emotivos. Según
Maslow, estos individuos son muy escasos y están muy
dispersos, pero existen. Maslow creía que la persona
autoactualizada o, según mi versión, el individuo SZE /Sin
Límites, tenía que ser raro en nuestro planeta. En realidad,
creía que "son muchos los llamados y pocos los escogidos", y
que sólo una casta especial de individuos podía lograr lo
que yo llamo control total de la vida.
En esto discrepo de Maslow. Yo creo que todos pueden negarse
a aceptar actitudes paralizantes ante situaciones y
problemas. Y que son ellos, y no una fuerza mística de la
herencia, o un signo solar astrológico, o una psicología
personal, quienes controlan sus pensamientos y, en
conse¬cuencia, sus sentimientos.
Volvamos a la escena de la rueda pinchada para observar lo
que es el control. Aunque no haya tenido que vérselas
previamente con una rueda pinchada,sabe que esto no es un
motivo para que ahora no pueda cambiar la rueda Usted sabe
que sabrá hacerlo. Aunque tenga que hacer tanteos y pueda
cometer errores, la tarea supone también emoción y aventura
y enseña algo nuevo, algo que le será útil para la próxima
vez que se le pinche una rueda.
Confié usted plenamente en que podrá dominar la situación,
porque cree usted en sí mismo. No hay tiempo para
compadecerse de uno mismo o para la idea pesimista de que no
será capaz de resolver el problema. Sabe que hay un manual
en la guantera, con planos y gráficos e instrucciones
detalladas. Ése es el camino.
Los problemas son la sal de la vida. Deberíamos darles la
bienvenida con los brazos abiertos. Un individuo Sin Limites
no dirá: "Hurra, he pinchado, he aquí la oportuni¬dad de
divertirme un poco resolviendo un problema". Si aparece
alguien que sepa cambiar un neumático y ofrece ayuda, nadie
le dirá: "Váyase, váyase, quiero resolverlo solo". El
individuo SZE aceptará la ayuda agradecido y cordial. Y lo
mismo el individuo Sin Límites. La diferencia es que el
individuo SZE puede alejarse diciendo: "Vaya, qué suerte,
podría haber sido un lío", después de haberse quedado
sentado al borde de la carretera prestando escasa atención
mientras el desconocido cambiaba la rueda, charlando con la
mayor cordialidad posible..., mientras el individuo Sin
Límites, pedirá al extraño que le enseñe a cambiar la rueda
o seguirá el proceso paso a paso para cerciorarse de que el
mismo sabrá hacerlo la próxima vez.
Control es el nivel de ser en el que usted es para su propia
vida, para su destino, lo que un maestro artesano es para su
creación (no un artista).
El control es un nivel que todos podemos disfrutar mucho más
tiempo del que nos imaginamos. Este libro trata de cómo
lograr el control de nuestro propio mundo, en vez de
conformarse con menos. Trata de la búsqueda de lo que usted
desea realmente y siente dentro de sí mismo, en vez de
resignarse a lo rutinario y permanecer en esos escalones
inferiores de la escalerilla. Trata de confiar en uno mismo
y de correr riesgos. Trata de alcanzar el éxito del único
modo en que puede hacerlo el individuo Sin Límites:
persiguiendo lo que es importante para él.
Henry David Thoreau lo expresó de este modo: "Si uno avanza
con confianza en la dirección de sus propios sueños y
objetivos, para llevar la vida que ha imaginado, se
encontrará con un éxito inesperado en tiempos normales".
¿QUIÉN PUEDE SER UN INDIVIDUO SIN LÍMITES?
Muchas personalidades del campo de la conducta huma¬na han
utilizado terminologías propias para describir nive¬les
superiores de evolución emotiva humana, entre ellos el
hombre de mi profesión al que más admiro, Abraham H. Maslow.
Maslow utilizó el término "autoactualización" para describir
a los que él consideraba más evolucionados en cuanto a salud
mental. Carl Rogers hablaba de "indivi¬duos que funcionan
plenamente"; Eric Fromm hablaba del "individuo autónomo".
David Riesman hablaba del "hombre internamente dirigido" y
Carl Jung de la "perso¬na individualizada". Hay muchas
coincidencias en las características que cada uno de estos
investigadores atribu¬yen a la que yo llamo persona Sin
Límites, pero existe también desacuerdo respecto a detalles
concretos y no hay en sus escritos la menor indicación de
cómo puede un individuo alcanzar estos niveles.
Como ya he dicho antes, mi principal desacuerdo con la
concepción que tiene Maslow de la grandeza humana del
"individuo autoactualizado" se refiere exactamente a quién
puede alcanzar esos escalones superiores de la escalera
humana. Maslow viene a decir que el estar "completamen¬te
evolucionado" queda reservado a una categoría muy especial
de individuos selectos. Mi experiencia en mi propia vida,
así como mis tareas profesionales de ayuda a los demás, me
han mostrado que todo individuo puede alcanzar su propio
"nivel máximo de evolución". Estoy convencido de que si
usted desea de verdad alcanzar un estadio de vida superior
continuo, puede consagrarse a ello sistemáticamente y no
existe ninguna razón que le impida conseguirlo. No tiene que
ser necesariamente una "persona especial", con la buena
suerte de haber heredado "genes autoactualizados", para ser
una persona SZE o Sin Lími¬tes. Estoy seguro de que todos
los habitantes de este planeta tienen capacidad innata para
vivir la vida de un modo satisfactorio y espontáneamente
estimulante. Todos pode¬mos liberarnos de los pensamientos
depresivos y de las conductas negativas y convertirnos en
seres humanos que viven plenamente día a día. En suma, todos
los que realmente deseen lograrlo, pueden alcanzar un
elevado nivel de salud física y mental, y nadie tiene más
posibilida¬des de llegar a ser más autoactualizado o de
funcionar más plenamente que los demás.
No debe decirse usted a sí mismo que no puede hacer nada
para cambiar su situación porque "siempre ha sido así". No
tiene usted que decirse a sí mismo que no puede cambiar
realmente o que le es casi imposible alcanzar un estadio
superior de existencia debido a que está excesiva¬mente
encerrado en sus hábitos. Puede perseguir lo que quiera para
sí mismo si se decide a trabajar, día a día, adoptando una
filosofía de la vida que le proporcionará el máximo grado de
plenitud y felicidad, independientemen¬te de sus
circunstancias o de los problemas que haya tenido que
afrontar hasta hoy.
¿POR
QUÉ SEGUIR AQUÍ, EN PRIMER LUGAR?
¡Parece que lo tenemos todo predeterminado y estableci¬do!
Nos hemos convencido a nosotros mismos de que el verdadero
fin de la vida es intentar superar a todos los demás y
perseguir interminablemente objetivos que siem¬pre se nos
escapan. Por todas partes vemos a individuos que se debaten
y luchan y se preocupan y convierten la vida en un juego
consistente en adquirir posesiones o estatus social en vez
de satisfacciones internas. El objetivo de la vida en la
sociedad contemporánea parece ser el logro de metas
orientadas hacia el futuro, determinadas desde el exterior
del individuo: complacer a papá o a mamá o sacar buenas
notas, diplomas de las universidades "selectas", títulos
profesionales y ascensos, premios, dinero, tres coches, dos
televisores, abrelatas eléctricos y por último, unos
ahorrillos para la jubilación. Y parece que nadie alcanza
nunca el objetivo marcado. Todos buscamos afanosamente
objetos externos de uno u otro género hasta el punto en que
no nos queda tiempo para disfrutar de la vida.
¿Por qué estar aquí, en primer lugar? Ésta es la primera
pregunta que debe formularse usted si persigue una filosofía
de la vida que cambie de veras su forma de vivir.
¡Recuerde que no tiene por qué seguir aquí! Como han
demostrado innumerables suicidas, si uno quiere largarse
ahora mismo, no hay ninguna autoridad, ninguna "ley contra
el suicidio", ningún predicador que sermonee sobre la
santidad de la vida, que pueda detenernos. "Ser o no ser, he
ahí el dilema", y, lo comprenda usted o no, responde a ese
dilema diario por el simple hecho de no suicidarse.
Pero: "... os he ofrecido la vida y la muerte, la bendición
y la maldición. Por tanto elige la vida..." (Deuteronomio,
30:19). Para mí esto significa mucho más que "No te
suicides" o "Sé un superviviente". Significa elegir la vida
en toda su gloriosa riqueza y su potencial ilimitado,
eligiéndola por lo que es realmente, el milagro más
extraordi¬nario del universo.
"Por tanto, elige la vida..." E1 asunto tiene una carga de
absurdo embriagadora Si alguien le dijese: "He colocado ante
ti zanahorias y espinacas; por tanto elige las zanaho¬rias",
usted muy bien podría decir: "¿Por qué?" La pro¬puesta
carece de un "pequeño elemento", algo que indique que las
zanahorias son mejores que las espinacas, y que le mueva, en
consecuencia, a aceptarlas preferentemente.
Pero suponga que en vez de eso, le hubiesen dicho: "Pongo
ante usted zanahorias salteadas con mantequilla y espinacas
hervidas con gasolina. En ese caso, la camarera no tendría
necesidad alguna de decirle: "Le recomiendo las zanahorias",
pero si dijese: "Por tanto, elija las zanaho¬rias", usted
podría decir: "¡Por supuesto!".
Y lo mismo sucede con lo de "por tanto, elige la vida". Un
ser vivo no tiene más que conocer la diferencia entre la
vida y la muerte, que sólo los seres humanos adultos parecen
capaces de olvidar, para saber lo que es mejor. Lo
verdadera¬mente importante del pasaje bíblico, en mi
opinión, es que sólo a los seres humanos adultos se les
ofrece la elección entre la vida y la muerte. Somos los
únicos seres de la Tierra capaces de decirnos a nosotros
mismos: "Algunas vidas, sencillamente, no merecen la pena
vivirse. La mía es una de ellas, por tanto, elijo la
muerte".
Pero con este valor añadido a la conciencia humana adulta,
llega un dividendo aún mayor, porque se ha añadido una
dimensión a nuestra capacidad de apreciar la vida. Puede que
el significado más profundo del pasaje bíblico sea: "Sólo tú
eres capaz de medir la plena diferencia entre vida y muerte,
porque sólo tú tienes una visión de las plenas opciones de
la vida. El futuro de toda la vida en la tierra ha sido
puesto en tus manos. Por tanto, elige la vida". Son
relativa-mente pocos los individuos que se suicidan
físicamente de forma directa, consciente, "meditada". Estos
pocos son los que, sean o no psicóticos, o por la razón que
sea (creo que algunos tienen razones que pueden ser
legítimas) se han preguntado: "¿Por qué seguir aquí, en
primer lugar?" y se han dado esta respuesta: "Para mí ya no
existe ninguna razón sólida".
Pero del mismo modo que sólo usted puede contestar: "Ninguna
razón sólida", puede usted también decir: "¡To¬das las
razones del mundo!"... y hallar más razones para elegir la
vida que cualquier otro ser del universo (que yo sepa). Así
que, si está usted suicidándose lentamente, o tiene plena
conciencia de que en realidad no está viviendo (se siente
usted como "un muerto en vida"), puede que no esté
"eligiendo la muerte" de un modo directo, pero tampoco está
eligiendo verdaderamente la vida; es decir, está usted
"varado", como un barco en un arrecife, entre el pánico y la
adaptación; y no sabe si la próxima vez que la marea suba
flotará o se hundirá.
¿Por qué seguir aquí, en primer lugar? Si decide usted ser
creativo al respecto, podría enumerar un número infinito de
razones. Pero dado que ya ha elegido usted la vida
(considerando que sigue usted aquí), comencemos con una
consideración filosófica muy simple: la versión más sencilla
que puedo ofrecer de la filosofía de la vida que propongo.
Finjamos que el objetivo real de estar aquí, en primer
término, es recorrer la vida gozando al máximo, sin
maltratar a nadie y realizando tareas que hagan de este
planeta un lugar mejor para todos los que hoy viven en él y
para los que lo habiten cuando nosotros nos vayamos.
Quizás esto parezca demasiado, pero, como filosofía de la
vida, creo que no es "demasiado ambiciosa" para ningún ser
humano, y su elemento clave es que parte de usted disfrute
de su propia vida. Un distinguido educador, Nevitt Sanford,
lo expresó de este modo: "En lo que respecta al equilibrio
de los valores humanos, yo colocaría el goce de la vida como
prioridad esencial y lo justificaría basándome en que si uno
no sabe gozar de la vida, inevitablemente será una carga
para los demás".
SZE,
ZEN Y "MUGA": EL ARTE DE VIVIR AHORA
Futurización: ese círculo vicioso
Si se propone usted de veras pasar de un estado vital SZE a
un estado vital Sin Límites, debe reconsiderar
meticulosa¬mente en qué emplea el número limitado de días de
que dispone en su vida. Si persigue usted interminablemente
los símbolos, distintivos o enseñas que utiliza la gente
"normal" para valorar el "éxito" en la vida (cuyo símbolo
primario es el dinero), posponiendo indefinidamente su goce
de la vida tal como se le ofrece ahora y esperando "vivir de
verdad" en una época futura, ¡nunca vivirá usted
verdade¬ramente en el presente!
"Futurizar" puede convertirse en el más destructivo de los
hábitos. El presente se desperdicia siempre en la
planificación del futuro, que nunca llega del todo. Si se
propone usted conseguir suficiente dinero para así poder ser
siempre feliz, nunca alcanzará la felicidad. Esa
persecu¬ción se convertirá en el objetivo único de la vida.
Si lo que le estimula en realidad es esa tarea de caza, de
persecución, cuando alcalice un cierto nivel de renta
elevará el índice de sus aspiraciones y entonces creerá que
está necesitado de más dinero.
Si se ha marcado usted como objetivo de la vida el
prestigio, el dinero, los premios, la fama o cualquier otra
de la multitud de lo que yo llamo compensaciones "externas"
que la sociedad intenta venderle continuamente, está usted
atrapado en una carrera sin fin en pos del "éxito", lo cual,
desde un punto de vista práctico, es la raíz de todas las
enfermedades "neuróticas" modernas, entre las que se
incluyen la angustia aguda, la tensión, la hipertensión, las
úlceras, las depresiones, las' obsesiones, las jaquecas, los
calambres, los tics, los trastornos cardíacos y traumas
emocionales, así como unas relaciones familiares
insatisfactorias, un estilo de vida "defensivo", una falta
de amor en su vida y así sucesivamente ad nauseam.
Sin lugar a dudas el futurizar es una de esas grandes zonas
erróneas sociales que infestan nuestra cultura. Un individuo
SZE puede hacer varias cosas para superarlo y empezar a
vivir ahora. Lo primero es reconocer plenamen¬te que el
ahora es el único momento que realmente tiene. Es una verdad
tan fundamental y tan sencilla que resulta extraño que haya
tan pocas personas que sepan vivir en el presente. A menos
que se llegue a inventar la máquina del tiempo de la ciencia
ficción, y hasta que se invente, en realidad nadie podrá
huir del presente y vivir en ningún otro tiempo; pero si
deja usted que su pensamiento vague constantemente por todo
"el mapa del tiempo", ora lamentando el pasado o sintiéndose
culpable por él, ora angustiándose por el futuro, puede
usted vivir, literalmente, toda la vida inabsentia: ausente,
separado incluso del único tiempo en el que puede "estar
viviendo realmente"
"Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa
desesperación", dijo Henry David Thoreau. Esto puede
aplicarse aún mejor a los que vivimos a finales del siglo XX
que a los que vivieron en el siglo XIX. Y, siendo así,
significa que el círculo vicioso que lo causa, y que Wendell
Johnson en People in Quandaries llamaba la enfermedad IFD
(Idealización, Frustración, Desmoralización) está en alza
entre nosotros... y de ahí nuestra necesidad de entender
cómo actúa y cómo se puede superar.
En el punto 1 del círculo figura la tendencia a idealizar el
futuro; a creer que cuando pase esto o aquello, el futuro
será muy distinto y superior al presente. "El viernes que
viene me lo pasaré muy bien en el baile; cuando me licencie;
cuando me case; cuando consiga ese ascenso; cuando nazca
nuestro primer hijo; cuando tengamos la casa nueva; cuando
consiga esa prima; cuando lleguen por fin las vacaciones;
cuando lleguen nuestros amigos; cuando se vayan; cuando
apruebe los exámenes; cuando haya terminado de tramitarse el
divorcio"; y así sucesivamente, siempre esperando algo del
futuro y empleando el instante presente en planificar,
imaginar, esperar, desear y soñar un "futuro tiempo
feliz".Como el círculo sigue hacia el punto 2, el resultado
predecible es frustración. El futuro nunca se ajustará del
todo a sus sueños. En cuanto se convierte en presente, queda
"destruido". "El baile no fue tan divertido, en realidad; la
licenciatura fue un latazo; la luna de miel se acabó en
cuanto se acabó la ceremonia de boda; gasté la prima casi
antes de que me la pagaran; las vacaciones fueron aburridas
y estaba deseando que terminasen".
El tercer punto del círculo es la desmoralización que siente
cada vez que el futuro se convierte en presente y le
"desilusiona". Puede derivar en una depresión grave y
prolongada, o, si ha llegado a acostumbrarse lo bastante a
soportar la desilusión, puede "resignarse" en seguida, e
intentar convencerse de que no debe esperar gran cosa de la
vida en el futuro. De cualquier modo, ¿qué es lo que hace
luego? Vuelve a idealizar el futuro y de nuevo se inicia el
proceso. Acaba adaptándose plenamente a una vida de
silenciosa desesperación. La única manera de salir de esa
trampa, que mantiene inmovilizados a millones de individuos,
es deshacer ese círculo y empezar a vivir plenamente su vida
HOY.
Para
trascender el pasado
Aunque pueda parecer demasiado dolorosamente eviden¬te
mencionarlo, lo cierto es que el pasado ha pasado, y, sea lo
que sea lo que haya sucedido "entonces", nunca volverá, y
nunca podrá recuperarlo. Siempre que se sorprenda
mal¬gastando sus momentos presentes paralizado por algo que
ocurrió en el pasado, está usted castigándose
innecesaria¬mente. El primer paso para superar su pasado es
prescindir de las actitudes hacia él que le paralizan ahora.
Esto supone cambiar sus actitudes hacia el presente, más que
intentar borrar de modo artificial cualquier cosa de su
pasado real.
Si ha decidido usted derrochar el presente vagando por el
pasado, lamentando las oportunidades perdidas o reme¬morando
"los buenos tiempos", lamentándose de que "todo ha
cambiado", o deseando poder revivir su vida anterior, no
hará más que "asesinar" su presente. Pero si decide usted
abandonar el pasado siempre que le impida pensar, sentir o
actuar eficazmente en el presente, "su pasado" se integrará
en seguida en la perspectiva SZE/Sin Límites.
Quiero insistir en que "abandonar el pasado" no signifi¬ca
eliminar su recuerdo, o que deba olvidar usted lo que ha
aprendido y que pueda hacerle más feliz y eficaz en el
presente. He citado antes pensamientos (filosóficos y
poéticos) del pasado lejano y. próximo de la humanidad que
creo que son dignos de recordarse, porque contienen verdades
que pueden iluminar la belleza potencial de nuestras vidas
presentes. A lo que me refiero es a liberarse inmediatamente
de esas actitudes aprendidas que le impiden funcionar
eficazmente y ser feliz hoy.
Por ejemplo, si acaba de morir una persona a quien usted
amaba, es natural que se sienta afligido durante un tiempo.
Pero por muy dolorosa que pueda ser la pérdida, el mundo le
recuerda a usted la diferencia inconmensurable existente
entre vida y muerte, y ése es un mensaje que no puede
ignorar. Está obligado en este momento a soportar el dolor;
no sentirlo sería inhumano, no expresarlo sería
psicológicamente catastrófico para usted.
Pero si se aferrase usted indefinidamente a ese dolor, si no
permitiese usted nunca que se disipase y no siguiese
viviendo en el ahora, estaría condenándose a vivir
eterna¬mente en el pasado, reacción compulsivamente
negativa. El dolor no puede hacerle recuperar a la persona
amada; únicamente puede purgar su aflicción por la pérdida
de esa persona, y, como mucho, conducirle a una entrega aún
más decidida a la vida.
Asimismo, si reconoce usted que se ha comportado mal en una
situación determinada, que ha herido usted descui¬dada e
innecesariamente a otra persona, sin duda puede disculparse,
manifestando su aflicción por tal comporta¬miento. Pero si
permite que el remordimiento constante no le deje funcionar
AHORA, si persiste indefinidamente en ese sentimiento de
culpabilidad y sigue obsesionado por algo ya pasado, se está
comportando de un modo improductivo. Su vida no mejorará por
el hecho de sentirse culpable. Puede usted aprender de sus
errores, puede hacer voto de no volver a repetir esa acción
que es causa del remordi¬miento, y seguir viviendo en el
presente.
Haga
las maletas
La historia de su propia vida puede ser para usted una
poderosa fuerza positiva o puede interponerse en su camino e
impedirle vivir plenamente en el presente, depende de cómo
decida usted utilizarla ahora.
El hecho triste es que la psicología, desde Freud, ha
enfocado el pasado de los individuos casi exclusivamente en
función de las influencias destructivas. Un terapeuta puede
pasar meses o años con un paciente intentando sacar a flote
traumas olvidados, identificar lo que le hicieron sus padres
en la niñez para traumatizarle tanto, etc. Sin duda, puede
haber cosas muy válidas para muchas personas en este
planteamiento, aunque ojalá los psicólogos fueran tan
eficaces ayudando a la gente a superar las influencias
destructivas del pasado como lo son para sacarlas a la luz.
Pero, como tan a menudo sucede con el "modelo médico" del
tratamiento, psicológico, este planteamiento sólo desentraña
la mitad de la historia. Supongamos que el padre de un
individuo fue rígido, dominante, demasiado estricto y que el
individuo puede atribuir algunas de sus "zonas erróneas"
actuales a esa negativa influencia. Es evidente que el
individuo debe eliminar esas zonas de su conciencia. Pero,
¿tiene que acabar odiando a su padre por haberle hecho todo
eso, tiene que acusarle por no haber sido "perfecto"? ¿Ha de
responsabilizarse a ese padre de cosas que sólo el individuo
puede cambiar? El resentimien¬to puede convertirse en una
zona errónea por sí solo, en una reserva de vergüenza y
malevolencia que no sólo es destructiva para ese padre
supuestamente responsable, sino también para el individuo.
Y hay otra cuestión igualmente importante y que casi nunca
se menciona: ¿Qué valores concretos ha recibido usted de su
padre? Quizá su padre le llevara con frecuencia a pescar,
quizá le enseñase a pescar, y a usted todavía le gusta
hacerlo. ¿Recuerda a su padre con cariño y afecto cuando se
divierte hoy pescando?
Quizá la "rigidez" paterna abarcase una devoción
absolutamente generosa a la honradez personal, y tal ve/ se
lo inculcara a usted. Tal vez algún amigo de la infancia
esté hoy en la cárcel por haber caído víctima de la
tentación de salirse un poco de la legalidad, pero usted
sabe que eso nunca le pasará porque, por alguna razón, tales
tentaciones jamás afloran a su pensamiento. Su honradez
básica es el orgullo de su vida; pagaría cualquier precio
por conservarla; y que nadie se atreva a ponerla en
entredicho o a atacarla, porque chocará con una fortaleza
inexpugnable.
Pues bien, ¿quién le enseñó a construir esa fortaleza?
Si de veras desea usted convertirse en una persona Sin
Límites, el mirar hacia atrás, hacia el pasado, ha de
incluir el recoger y apreciar toda la sabiduría, la
veracidad y la belleza, todas las fuentes de inspiración,
que la historia de su vida le haya proporcio¬nado. ¿De dónde
extraerá usted una filosofía de la vida creadora e
inspiradora, si no es de la reserva que ha acumulado durante
las experiencias de su vida?
Para trascender o superar su pasado, quizá deba empe¬zar por
admitir que "lo hecho, hecho está", y prescindir de esas
"fijaciones" que le han tenido apresado en el espejis¬mo del
ayer y apartado del AHORA; pero tal proceso sin duda
culminará cuando haga las maletas, cuando recoja de su
pasado todo lo que realmente desee llevar consigo. Una vez
"hechas las maletas", sólo tendrá que hacer un breve viaje
en autobús hacia el presente.
SZE,
zen y "muga"
Rara vez aparece en nuestra cultura el arte de vivir
plenamente el instante presente. De hecho, ni siquiera
tenemos una palabra corriente o frase constructiva para el
arte de vivir completamente en el presente. Los filósofos
existencialistas han utilizado el concepto de inmediatez de
Kierkegaard para describir ese estado en el que el individuo
se halla en contacto directo con su presente: un estado
infantil en el que nada obstaculiza su vivencia del instante
presente, nada (ni pesares por el pasado ni ilusiones por el
futuro) "media" entre usted y el ahora en el que vive. Pero
demasiado a menudo esta "inmediatez" se asocia con un estado
pueril en el que el individuo no tiene conciencia del mundo
más amplio que le rodea. Suele pensarse que cuando uno pasa
de la niñez a la edad adulta pierde para siempre este estado
de "inocencia", esta alegría infantil de la "inmediatez", y
no puede recuperarlo verdaderamente nunca.
Si creemos que todos podemos "vivir ahora" y decidi¬mos
buscar ejemplos concretos de cómo cultivar tal arte, hemos
de recurrir a otras culturas que han estudiado el asunto con
más profundidad que nosotros. El individuo que está
dispuesto a vivir ahora puede hallar en el zen un puente
fácil para ello.
El zen y el SZE pretenden lograr la paz interior
persiguiéndola por direcciones exactamente opuestas.
Mientras que el zen se basa en una instrucción de
inteli¬gencia a inteligencia entre el maestro y el alumno
para lograr el satori, el "despertar" (o la conciencia total
del instante presente), el SZE aborda el mismo objetivo sin
basarse en otro maestro que usted mismo para dilucidar el
camino.
El zen conduce, teóricamente, a una tranquilidad mental
absoluta. Hace algún tiempo, la revista Newsweek publicó un
artículo titulado "El arte japonés del instante", en el que
se analizaba el sistema que sigue la cultura japonesa para
cultivar ese vivir pleno en el instante presente: la antigua
ceremonia del té, llamada chanoyu.
Durante un instante, no existe otra cosa en la vida más que
la sensación del cuenco y del té. Lo que en realidad siente
el bebedor de té se resume en el término intemporal japonés
mu. En un sentido literal, mu significa "nada" o "cero",
pero connota mucho más una concentración intensa y fija en
la tarea o el placer inmediato. Se eliminan todas las
distracciones. En este "estado cero", el pensamiento sólo se
centra en lo inmediato. Lo que caracteriza el triunfo
japonés en todas las artes es precisamente esta capacidad
para centrarse, para hacer que cada segundo, cada milímetro,
cada pincelada o cada raya de las trazadas por una pluma
cuenten.
Abraham Maslow decía que la cultura japonesa basada en el
zen alcanzaba un nivel mucho más alto que las culturas
occidentales en el arte de vivir el instante presen¬te.
Maslow utilizaba la palabra japonesa muga para descri¬bir la
conciencia plena del instante presente, y definía muga de
este modo:
Es el estado en el que usted hace lo que esté haciendo con
una entrega total, sin pensar en ninguna otra cosa, sin
ninguna vacilación, sin críticas, dudas ni inhibiciones de
ningún género. Es actuar de un modo espontáneo, puro,
perfecto y total, sin ningún tipo de bloqueo. Sólo es
posible lograr esto cuando el yo se trasciende u olvida. (1)
Si logra usted el estado muga en cualquier actividad humana
alcanzará un nivel de paz interior y de satisfac¬ción
personal que quizá nunca haya experimentado. Si es usted
capaz de aprender a concentrar todo su pensamiento presente
en un partido de tenis, una larga carrera, una experiencia
sexual, un concierto, una tarea creadora, o la obra de su
vida, comprobará que experimenta un gozo, un éxtasis
("saliendo de sí mismo") que nunca había creído posible.
Muga, el vivir con plenitud el instante presente, no supone
utilizar un truco o un ardid mental para engañarse a sí
mismo, ni exige un adiestramiento especializado en el zen o
en cualquier otra disciplina. Lo único que ha de hacer es
prescindir de las actitudes y las conductas negati¬vas que
le han impedido gozar sus instantes presentes durante unos
cuantos de esos momentos al día. Todo el proceso de
incorporación al presente se inicia con la renuncia al
pasado y al futuro en favor del ahora, en el mayor número
posible de sus experiencias vitales.
VIVIR AHORA
Supervivencia: hay que vivir ahora
Nuestras vidas son muy frágiles. Querámoslo o no, pueden
acabar bruscamente en cualquier momento sin previo aviso.
Miles de individuos mueren cada año en accidente de
automóvil. Puede que tenga usted amigos o conocidos que han
muerto repentinamente de ataques al corazón, o que padecen
enfermedades incurables y "les han dado" seis meses de vida.
Quizás haya sido testigo de la amarga ironía que significa
que la muerte caiga sobre personas que parecían tener por
delante una vida larga y prometedora.
Si hay algo que pueda movernos a apreciar el vivir ahora,
cuando realmente disponemos de la vida, es comparar la
fragilidad de la vida individual, tal como hemos dicho
antes, y la capacidad de supervivencia que parece poseer
nuestra especie en su conjunto. Pero, en realidad, la
capacidad de supervivencia de la especie humana parece
basarse en la capacidad de algunos individuos para vivir
plenamente el instante presente cuando sus vidas se ven
amenazadas.
Terrence des Prés, en su libro El superviviente: Una
anatomía de la vida en los campos de la muerte, nos habla de
algunas de las experiencias más horribles de que han sido
víctimas los seres humanos: la experiencia de los judíos en
los campos de exterminio nazis de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque nuestros problemas cotidianos nos resul¬ten muy
reales, normalmente no estamos sujetos a torturas físicas u
ofensas morales destinadas a hacernos abandonar toda
esperanza. Pero podemos aprender algo sobre el vivir ahora
de las almas esforzadas que sobrevivieron en condi¬ciones
que liquidaban a casi todos los que vivieron en aquellos
campos de muerte.
La conclusión que extrae Des Prés sobre cómo sobrevivieron
algunos, es la siguiente:
Sólo una vuelta radical y rebelde a la vida elemental podía
mantenerles en movimiento en un universo lóbrego y muerto;
minuto a minuto, día a día, mes á mes, año a año. El tiempo
se detuvo (cesaron los ciclos menstruales); el lugar perdió
significa' do. La inteligencia se encapsuló, como medida
defensiva.
Cuando se plantea la necesidad de defender la vida, la
reacción natural y espontánea es ir resolviendo la situación
día a día, minuto a minuto o segundo a segundo. £1 pasado y
el futuro se esfuman. La única base para la supervivencia es
el presente. Des Prés nos habla con elocuencia de los que
sobrevivieron al Holocausto, de los seres humanos que se
vieron encerrados como ganado camino del matadero, que
padecieron años de torturas:
El superviviente logró serlo gracias a que poseía capacidad
vital. Reducido a la condición de un protozoo informe, se
debatió y luchó en el mar. Aguantó porque, arrojado
bruscamente a las bases biológicas de la vida, la vida
pareció digna de vivirse. La vivió instante a instante en un
estado de lucha elemental, centrándose en el pequeño
elemento infinitesimal de existencia que tenía ante si: una
mano auxiliadora cuando alguien cae, un abrigo que le
regalaba alguien que tenía dos, una cabeza de pescado, un
cuenco de alubias, un rayo de sol matutino que brilla sobre
una hoja de yerba vislumbrado mientras pasan lista, un
desahogo del vientre, una colilla, un minuto de descanso al
borde del camino. No eran consuelos maravillosos, y los
supervivientes tampoco eran una especie de supervivientes
zen. Estos consuelos fueron millonésimas de segundo de
cordura en una prolongada locura. Puntos de luz en una larga
oscuridad.
Parece ser que los que no sobrevivieron cuando aún tenían
una oportunidad, fueron los incapaces de refugiarse en el
primitivismo total del presente y, en consecuencia,
consideraron la vida agradable y prefirieron la muerte.
Normalidad: vivir ahora a veces
Si desea usted realmente recordar lo que es realmente vivir
en el presente, absorbido del todo por lo que pasa en este,
instante concreto, observe a los niños pequeños. Un niño
pequeño puede seguir a un insecto diez minutos, olvidándose
de todo lo que no sea la forma fascinante del insecto, su
color, sus movimientos. Cuando se cansa de perseguir al
insecto, puede pasar a jugar con un compañero y luego
dedicarse a tirar piedras a un árbol. Haga lo que haga, está
absolutamente sumido en el presente. Esta misma fascina¬ción
por el presente es posible para todos nosotros porque todos
nosotros llevamos en nuestro interior un niño y un
superviviente.
Todos hemos experimentado lo que llamamos "momen¬tos
mágicos" en nuestra vida adulta: momentos que en el recuerdo
nos resultan perfectos, gloriosos, arrebatadores,
beatíficos; estados de entrega total al presente. Es
frecuente que "los momentos mágicos" se relacionen con el
inter¬cambio erótico; y hay quien puede experimentar esa
magia en encuentros deportivos, conferencias, conciertos.
Otros pueden alcanzar estos gozos construyendo una sala de
juegos nueva, vagando por los bosques o conversando con
personas estimulantes. Algunas mujeres me han contado que
sus momentos de experiencia muga más intensos se presentaron
en el parto, o al tomar por vez primera en brazos a su hijo
recién nacido. Algunos pintores me han hablado de la
experiencia de trabajar muchas horas seguidas con la
fascinación plena de verse totalmente inmersos en su obra.
Otras personas con desahogos creado¬res bien definidos me
han explicado que pueden pasar doce horas trabajando en una
máquina de coser para hacer una prenda nueva, o escribiendo
un poema o un libro.
Todos hemos experimentado alguna vez esa sensación de
entrega total a lo que estamos haciendo en la que se pierde
el sentido del día, la hora, el lugar y cualquier otra
medida cuantitativa de "dónde estamos". Trascendemos el
tiempo durante un rato. Una reacción típica a una
experiencia muga es mirar atrás y darse cuenta del tiempo
transcurrido "realmente" cuando en realidad no teníamos
ninguna sensación de que pasaba el tiempo. Las horas
transcu¬rrieron como si fuesen minutos. Tan perdidos
estábamos en el presente, que en realidad llegamos a
trascender el tiempo y el espacio.
Todos sabemos lo que es volver a la entrega total al
presente. El problema es que, aunque todos hemos
experi¬mentado lo que es "vivir ahora" algunas veces, la
mayoría hemos tenido muy pocas veces esa experiencia en
nuestra vida adulta. El paso del vivir SZE al vivir Sin
Límites, supone: (a) cultivar el arte de vivir ahora hasta
el punto de poder entrar en el estado muga siempre que
queramos; y, (b) entrar en él cada vez con mayor frecuencia
y por periodos más largos.
Quiero insistir en que "vivir ahora" no significa negarse a
planear el futuro, aunque suponga reducir la planifica¬ción
al mínimo posible, ni eliminar toda "planificación" que sea
en realidad una experiencia muga, mientras planea unas
vacaciones, un proyecto de trabajo o, en realidad, cualquier
cosa que se proponga hacer. Siempre que no "ponga usted su
corazón" en las compensaciones que va a proporcionarle una
experiencia predeterminada o ideali¬zada, y, en su lugar,
disfrute de su tarea planificadora (examinando folletos de
agencias de viaje, averiguando cosas de los lugares que se
propone visitar, buscando el lugar que le parezca más
adecuado para usted) en función de lo que es (una
experiencia ahora, y no una "apuesta" por el futuro
rechazando el presente), hasta el hecho de planear puede
convertirse en un placer del momento presente.
Pero aprender a entrar en el estado muga a voluntad y de
esta forma aumentar las experiencias muga en la propia vida
exigirá a la mayoría de las personas un gran esfuerzo de
autodisciplina, una remodelación básica de actitudes e
ideas.
Compromiso
La etapa final de vivir el instante supone la realización
práctica de ese objetivo, el compromiso de entregarse a la
tarea. Los existencialistas franceses tenían un término para
expresarlo... engagé. Significa estar comprometido en algo
que tiene un significado tan profundo para el individuo que,
cuanto más profundamente se permita dedicarse a ello, más
creador se permitirá ser en su consecución, más recursos
internos consagrará a "trabajar en ello'', más vivirá ahora
el individuo.
Mi experiencia personal me ha demostrado que mi trabajo (el
asesoramiento, los libros, las conferencias, las actuaciones
en defensa de lo que creo que es lo mejor en el campo de la
salud mental) ha sido la fuerza más constante, el motor
básico de mi propia dinámica personal, lo que más me ha
empujado a convertirme en una persona Sin Límites.
Ya hablaré más adelante de la importancia del significa¬do y
el objetivo en la vida Sin Límites. Pero ahora quiero
subrayar que "vivir ahora" en el propio trabajo, carrera,
vocación, "profesión" o como se quiera denominar la forma en
que uno pasa la esencia de sus días, suele ser (no siempre
lo es) básico para lograr un nivel de existencia Sin
Límites. Es decir, si no ha hallado usted un medio de
satisfacer su vocación, es muy probable que se sienta
aburrido, frustrado, deprimido. Quizás haya encontrado un
medio de "compensar" la falta de contenido de su trabajo de
nueve a cinco encontrando un propósito, un contenido y un
compromiso en los papeles que interpreta en sus horas
libres. En un pasatiempo, que es una actividad independiente
de su vocación que le saca de su tarea primaria y le
proporciona goce y satisfacción, como una afición, un
trabajo voluntario de unas horas, o lo que sea. Robert Frost,
uno de los grandes poetas Sin Límites de este siglo, expresó
de modo perfecto el ideal de unir lo que uno ama a aquello
en lo que uno "trabaja".
Pese a lo que pueda rendir su separación,
mi objetivo en la vida es unir
mi pasatiempo y mi vocación
igual que en la visión se funden los dos ojos.
Sólo donde necesidad y amor se unen,
y el trabajo tiene intereses mortales,
se crea de veras
en pro del Cielo y en pro del futuro. (1)
No obstante, es evidente que no todos pueden ser lo bastante
afortunados como para conseguir concretamente el trabajo que
quieren realizar. Puede que a usted le gusten los animales y
quiera colocarse ayudando a un veterinario, pero tal vez
ningún veterinario en cien kilómetros a la redonda necesite
ayudante. Quizá tenga que "conformar¬se" con otra cosa, por
lo menos temporalmente. Si lo hace, ¿puede usted permitirse
perder el tiempo en su trabajo odiándolo y futurizando el
momento en que consiga el trabajo que realmente desea hacer?
Claro que no... pero, por suerte, la unión de vocación y
pasatiempo y el logro de ese compromiso en su trabajo
depende tanto de su capacidad de amar lo que hace como de su
capacidad para hacer lo que ama: si ha cultivado usted lo
suficiente el arte de vivir ahora, puede hallar sentido,
emoción y plenitud en cualquier trabajo.
¿Por qué un basurero es hosco, golpea los cubos con rabia y
deja basura por la acera, mientras otro es siempre cordial,
limpio, y nos dice: "Es fascinante comprobar lo que tira la
gente; el arqueólogo que excave los montones de basura de
aquí a mil años se va a divertir mucho intentando descubrir
qué es todo esto", o: "Sabe, van a abrir un nuevo centro de
reciclaje para latas y botellas unas manzanas más allá"? La
basura, los camiones, el jefe y la paga son iguales para
ambos, así que juzgue usted mismo y determine por qué uno de
ellos es feliz y constructivo y el otro desgraciado y
destructor.
Aunque comprometernos con nuestra vocación sea esencial para
el arte de vivir ahora para casi todos, y ha impulsado a
muchos a crear nuestras grandes obras de arte, a lograr
nuestros mayores descubrimientos científicos y a convertirse
en benefactores de la humanidad, la persona Sin Límites es
capaz de entregarse por entero virtualmente a todo lo que
pueda hacer, desde arreglar unos zapatos a aterrizar en la
luna.
Dije antes que el SZE enfoca el "vivir ahora" desde una
dirección y que el zen lo aborda desde la contraria. Esto se
debe, en parte, a que el individuo SZE no se apoya en ningún
"maestro" que le enseñe el camino, sino que él solo crea su
propio camino. Pero lo que quizá sea aún más significativo
es que el zen se apoya en periódicas huidas del mundo para
alcanzar estados muga, mientras que la persona Sin Límites
busca un compromiso más pleno con el mundo para alcanzar
esos mismos estados.
No quiero decir con esto que el alivio, el vigor y la paz
interior que proporciona la meditación zen no puedan
exteriorizarse en el mundo; se puede hacer y se hace, con
resultados muy saludables. Si la experiencia muga, tal como
yo la he explicado, no tiene sentido para usted, pues le
cuesta mucho trabajo imaginar (o recordar) lo que es vivir
ahora, quizá sea oportuno que pruebe si el zen, el yoga u
otras artes orientales de cultivo del muga pueden
proporcio¬narle las ideas y sentimientos que necesita usted
para cruzar el puente y vivir sin límites. Pero yo creo que
el zen no es más que uno de los posibles puentes para vivir
ahora, y que, como filosofía, está lejos del lugar al que
queremos llegar: de nuevo al mundo, en toda su gloria.
Compromiso: la riqueza de este concepto es tal que abarca
desde el pensamiento de los existencialistas al fenómeno del
parto.
Un punto crítico en la etapa final del embarazo humano es el
del "compromiso", en el que el feto deja de flotar en el
claustro y encaja la cabeza en la pelvis de la madre,
preparándose para el parto. La comadrona sabe que la vida se
dispone a salir al mundo.
Eso es lo que yo realmente pienso del "compromiso": dejas de
flotar en el claustro y sitúas la cabeza, disponién¬dote a
vivir en un mundo completamente nuevo que está a punto de
abrirse a tu alrededor. Te preparas para encon¬trar ese
mundo con el asombro boquiabierto del recién nacido y la
sabiduría acumulada de su madurez. Compro¬miso significa que
estará viviendo ahora antes de darse cuenta.
Un ejemplo del poder práctico del compromiso en la vida
cotidiana: ¿Le ha sucedido alguna vez que estuviera muy
acatarrado y no dejase de toser, estornudar y mo¬quear, y
tuviera al mismo tiempo algo muy importante que hacer? ¿Qué
sucedió?
Su organismo bloqueó el catarro hasta que terminó esa tarea
importante. Quizá tuviera usted que pronunciar un discurso
decisivo. Quizás estuviera usted haciendo subma¬rinismo por
primera vez, o tuviera un examen que no podía aplazarse. Una
vez pasada la prueba, el catarro continuó. Tenía mocos, tos,
estornudaba, etc. Pero mien¬tras estaba usted consagrado
plenamente a su actividad, no había ni síntomas de catarro.
¿Por qué?
¿Ha advertido alguna vez lo mucho que se cansa cuando tiene
que hacer algo desagradable, y que en cambio apenas advierte
la fatiga cuando está entregado a un proyecto estimulante?
Puede pasar días y días durmiendo muy poco si está
redecorando la casa, escribiendo un libro importan¬te,
aprendiendo a pilotar un avión o viajando por lugares nuevos
e interesantes. Y, sin embargo, se queda exhausto en seguida
cuando tiene que afrontar un proyecto que le aburre. ¿Por
qué?
Creo que la respuesta es muy simple: cuando está usted
creadoramente entregado a su vida, no tiene tiempo para la
enfermedad ni el cansancio. Del mismo modo, cuando está
usted ocupado, activo y vive sus instantes presentes, el
tiempo parece pasar con excesiva rapidez; no hay,
eviden¬temente, tiempo para la depresión o la angustia. Está
usted libre de cuidados aunque el "telón de fondo" de su
vida pueda ser exactamente igual de real aun. Cuando trato
en el asesoramiento a una persona que sufre depresión,
descubro invariablemente que el antídoto es algún tipo de
actividad satisfactoria. La decisión final no consiste en
"desmenuzar" la niñez del individuo, en acusar a sus padres
o a otras personas de sus problemas, sino en ayudarle a
encontrar el medio a entregarse más a la vida. La gente que
está ocupada, raras veces tiene tiempo para inhibir
problemas emotivos. Estar demasiado ocupado puede
convertirse por sí solo en una enfermedad, no cabe duda,
pero lo esencial aquí es que estar vivo en el presente es el
antídoto más poderoso que existe para la confusión emotiva o
la depresión, y la capacidad de vivir en el presente es, en
esencia, una habilidad que ha de cultivar usted en el curso
de su vida cotidiana.
Si está usted, por ejemplo, esperando en una cola para coger
gasolina, maldiciendo contra la escasez de combusti¬ble y
cada vez más furioso contra los jeques de Oriente Medio, las
artimañas de las empresas petroleras y los manejos de las
burocracias de Washington, habrá usted elegido la vía de
desperdiciar este instante presente de un modo inútil y
negativo. Seguirá esperando en la cola, si es que decide
hacerlo, pero de usted depende cómo decida esperar. ¿Podría
utilizar el tiempo de modo productivo, dedicarse a escribir
cartas, a leer una novela, a hablar con otros sobre la
estructuración de otros estilos de vida y liberarse así y
dejar de ser rehén de los ejecutivos petroleros del mundo?
¿Es que no puede encontrar ningún medio para que la
situación actúe en su favor y no contra usted?
En mi campaña personal para cultivar el arte de vivir ahora
he descubierto que el aumentar la frecuencia de mis
experiencias muga en los últimos años dependía sobre todo de
que consiguiera estar más predispuesto a abandonar las
formas tradicionales según las cuales otros consideraban que
yo debía vivir mi vida. He descubierto que cuanta más
libertad me concedo para experimentar lo que es impor¬tante
para mí, más se han ampliado mis periodos muga.
Soy mucho más capaz de concentrarme plenamente en los
deportes (cuando hago deporte), en lo que estoy haciendo si
vacío mi mente de todo lo demás: el consulto¬rio, el libro,
el cliente al que voy a ver por la mañana. Para poder pasar
horas disfrutando una partida de tenis muy movida en una
cálida tarde de verano sin preocuparme por la temperatura
"sofocante", por la humedad, el sudor, la fatiga o cualquier
otra interferencia, necesito decirme a mí mismo: "Me da
igual que otros piensen que debería estar en la oficina á
las dos el martes 3 de agosto, sólo porque es un «día
laborable»". Cuanta más libertad me concedo para jugar
ardorosamente y entregarme del todo al juego, más trasciendo
el tiempo y el espacio y vivo del todo en el presente, más
consciente soy de que estoy aprendiendo a vivir ahora.
Por el mismo motivo, cuando el siguiente individuo cruce la
puerta de mi consultorio seré más hábil para borrar de mi
pensamiento el partido de tenis y concentrar-me en aquél sin
decirme a mí mismo en silencio: "Si hubiese ajustado aquel
tiro, habría ganado el segundo juego", o "seguro que la
próxima vez le ganaré".
Y cuando llega el momento de escribir algo, puedo contar
también con mi capacidad para pasarme un día entero sentado
a la máquina olvidándome por completo del paso del tiempo,
sin ninguna sensación de fatiga, hambre, aburrimiento, o
cualquier otra distracción; per¬mitirme simplemente poner
por escrito lo que considero importante decir.
Cuanto más permiso me doy a mí mismo para vivir en el
instante y gozarlo sin sensación de culpa y sin juicios
sobre cualquier otro tiempo, mejor me siento respecto a la
calidad de toda mi obra. No me preocupa cómo enjuicien los
críticos mi trabajo; y como escribo, en primer término, para
complacerme a mí mismo y, en segundo, por si complazco a
algún lector, me siento satisfecho. Sé en mi interior, por
ejemplo, que aun cuando nadie leyera jamás lo que escribo,
lo que digo es tan importante para mí que está justificado
que lo formule y lo conserve para mi propio uso. El
entusiasmo que me proporciona el hecho de escribir muchas
horas seguidas es mi mejor recompensa. Que me paguen por
escribir libros, tener lectores cuya vida mejore por lo que
yo he escrito, figurar en la lista de éxitos de ventas,
etc., son cuestiones azarosas, "accidentes que suceden" como
consecuencia de que vivo los instantes presentes de un modo
significativo para mí.
De hecho, la decisión que llevó a dar a este libro el título
que tiene fue resultado de una de las experiencias muga más
inmediatas de mi propia vida.
Hace algún tiempo, hice un viaje en un globo de aire
caliente. Pasaron dos horas en lo que parecían cinco minutos
flotando sobre la tierra mientras el viento nos arrastraba a
su antojo. Entre el infinito cielo sobre nosotros y a
nuestro alrededor y la soledad de la buena tierra verde
abajo, compartiendo la experiencia con una persona a la que
amo, me encontré más plenamente en el presente de lo que lo
había estado en toda mi vida.