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BUSCANDO VIDA EN OTROS  LUGARES: UNA CALIBRACIÓN, de Carl Sagan.

En nuestros días, naves espaciales procedentes de la Tierra se han aproximado a docenas de planetas, lunas, cometas y asteroides, equipadas con cámaras, instrumentos  para medir ondas de calor y de radio, espectrómetros para determinar la composición química y un buen número de otros sistemas. Pero no hemos encontrado indicios de vida en ningún otro lugar del sistema solar. No obstante, hay quien puede mostrarse escéptico respecto a nuestra habilidad para detectar vida, especialmente si se trata de vida diferente a la que conocemos. Hasta hace poco, nunca se había llevado a cabo el test más obvio de calibración: aproximar una astronave interplanetaria a la Tierra y comprobar si somos capaces de detectarnos a nosotros mismos. Dicha circunstancia cambió el 8 de diciembre de 1990.

  Galileo es una nave espacial de la NASA diseñada para explorar Júpiter, el planeta gigante, sus lunas y sus anillos.  Lleva el nombre del heroico científico italiano que desmpeñó un papel tan capital en el derribo de las pretensiones geocéntricas. Fue él el primero en considerar a Júpiter como un mundo, y también quien descubrió sus cuatro grandes lunas. Para llegar a Júpiter, la nave debía pasar cerca de Venus, (una vez), y de la Tierra, 
(dos veces), y dejarse acelerar por las gravedades de estos planetas, pues de otro modo no dispondría de la energía necesaria para llegar a su destino. Esta necesidad en el diseño de su trayectoria nos permitió, por primera vez, observar sistemáticamente la Tierra desde una perspectiva extraterrestre.

   Galileo pasó a sólo 960 kilómetros de la superficie de la Tierra. Exceptuando las imágenes que muestran una
definición inferior a un kilómetro y las nocturnas, -obtenidas por otra nave en órbita-, la mayoría de los datos recabados por una nave espacial que aparecen en este capítulo fueron obtenidos por la nave Galileo. Gracias a ella pudimos deducir una atmósfera de oxígenos, agua, nubes, océanos, hielo polar, vida e inteligencia. La aplicación de os instrumentos y protocolos desarrollados para explorar los planetas al control de la salud medioambiental del nuestro, - algo que la NASA está llevando a cabo con ahínco en la actualidad -, fue bautizada por la astronauta Sally Ride como "Misión al planeta Tierra".

   Otros miembros del equipo científico de la NASA que trabajaron conmigo en la detección de vida en la Tierra por la nave Galileo fueron el doctor W. Reid Thompson, de la Universidad de Cornell; Robert Carlson, del JPL; David Gurnett, de la Universidad de Iowa, y Charles Hord, de la Universidad de Colorado.

   El éxito que obtuvo la misión en su sondeo de la Tierra, sin efectuar suposiciones de antemano acerca del tipo de vida de que podía tratarse, incrementa nuestra confianza en que el resultado negativo que ha arrojado hasta ahora la búsqueda de vida en otros planetas es altamente significativo. ¿ Es este razonamiento antropocéntrico, geocéntrico, provinciano ? No lo creo. No nos limitamos a buscar la biología que conocemos. Cualquier pigmento fotosintético extendido, gas en fuerte desequilibrio con el resto de la atmósfera, transformación de la superficie  mediante modelos altamente geometrizados, constelación de luces en el hemisferio nocturno o fuente no astrofísica de emisión de radio revelaría la presencia de vida. Naturalmente, en la Tierra hemos hallado solamente nuestro tipo de vida, pero muchas otras clases habrían sido detectables en otros lugares. No las hemos encontrado. Esta exploración del tercer planeta refuerza nuestra conclusión provisional de que, de todos los mundos del sistema solar, solamente el nuestro ha sido agraciado con la vida.

   No hemos hecho más que empezar a buscar. Quizá la vida se esconda en Marte o Júpiter, Europa o Titán. Puede que la galaxia esté llena de mundos tan ricos en vida como el nuestro. Es posible también que estemos a punto de efectuar esa clase de descubrimientos. No obstante, en los términos del conocimiento actual, en este momento la
Tierra es única. No hay otro mundo del que se sepa que alberga un triste microbio, y mucho menos una civilización tecnológica. "

"Un punto azul pálido", de Carl Sagan, cap. 5, p.78, ed. Planeta.
Web de "La Linterna Roja".

 
 

 
 

 
         
         
       
       
       
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