Los Pulmones
Representan nuestra capacidad
de recibir y dar vida. Los problemas pulmonares
suelen significar que tenemos
miedo de recibir la vida, o quizá que nos sentimos sin derecho a
vivir
plenamente.
Las mujeres se han
caracterizado tradicionalmente por su respiración superficial, y con
frecuencia
se han considerado ciudadanas
de segunda clase, que no tenían derecho a su propio espacio, y en
ocasiones, ni a vivir
siquiera. Hoy, todo eso está cambiando. Las mujeres están ocupando
su lugar
como miembros de pleno derecho
en la sociedad, y están respirando plena y profundamente.
A mí me agrada verlas
practicar deportes. Las mujeres siempre han trabajado en el campo,
pero
hasta donde yo sé, ésta es la primera vez en
la historia que se han incorporado al mundo del deporte. Y es un
placer ver cómo se forman esos cuerpos espléndidos.
El enfisema y el exceso de
tabaco son dos formas de negar la vida que enmascaran un profundo
sentimiento de ser totalmente
indigno de existir. Los reproches no harán que nadie deje de fumar.
Lo primero que tiene que
cambiar es esa creencia básica.
Los pechos
representan el principio de la
maternidad. Cuando hay problemas con ellos, eso
significa generalmente que nos
estamos «pasando» en nuestro rol de madres, ya sea en relación
con una persona, un lugar, una
cosa o una experiencia.
Parte del proceso que exige el
rol de madre es permitir que los hijos crezcan. Es necesario
saber cuándo tenemos que
cruzarnos de brazos, entregarles las riendas y dejarlos en paz. La
persona sobreprotectora no
prepara a los demás para enfrentar y manejar su propia experiencia.
A
veces hay situaciones en que
con nuestra actitud dominante cortamos las agallas a nuestros hijos.
Si el problema es el cáncer,
lo que está en juego es, además, un profundo resentimiento. Libérese
del miedo, y sepa que en cada
uno de nosotros reside la Inteligencia del Universo.
El
corazón
representa el amor, y la
sangre el júbilo. El corazón es la bomba que, con amor, hace
que el júbilo circule por
nuestras venas. Cuando nos privamos del amor y el júbilo, el corazón
se
encoge y se enfría, y como
resultado, la circulación se hace perezosa y vamos camino de la
anemia,
la
angina de pecho
y los
ataques cardíacos.
Pero el corazón no nos
«ataca». Somos nosotros los que nos enredamos hasta tal punto en los
dramas que nos creamos que con
frecuencia dejamos de prestar atención a las pequeñas alegrías
que nos rodean. Nos pasamos
años expulsando del corazón todo el júbilo, hasta que, literalmente,
el dolor lo destroza. La gente que sufre ataques cardíacos nunca es
gente alegre. Si no se toma el
tiempo de apreciar los
placeres de la vida, lo que hace es prepararse un «ataque al
corazón».
Corazón de oro, corazón de
piedra, corazón abierto, sin corazón,
todo corazón... ¿cuál de estas
expresiones es la que cree que
se ajusta más a usted?
El estómago
se lo traga todo, digiere las
ideas y experiencias nuevas que tenemos. ¿Qué (o quién)
es lo que usted no puede
tragar? ¿Y lo que le revuelve el estómago?
Cuando hay problemas de
estómago, eso significa generalmente que no sabemos cómo asimilar
las nuevas experiencias:
tenemos miedo.
Muchos recordamos aún la época
en que empezaron a popularizarse los aviones comerciales.
Eso de meternos en un gran
tubo metálico que debía transportarnos sanos y salvos por el cielo
era
una idea nueva y difícil de
asimilar.
En cada asiento había bolsas
de papel para vomitar, y casi todos las usábamos, tan discretamente
como podíamos, y se las
entregábamos bien dobladitas a las azafatas, que se pasaban buena
parte del tiempo recorriendo el pasillo para recogerlas.
Ahora, muchos años después,
sigue habiendo bolsas en todos los asientos, pero rara vez alguien
las usa, porque ya hemos
asimilado la idea de volar.
Las úlceras
no son más que miedo, un miedo
tremendo de «no servir para». Tenemos miedo de
no ser lo que quieren nuestros
padres o de no contentar a nuestro jefe. No podemos tragarnos tal
como somos, y nos desgarramos
las entrañas tratando de complacer a los demás. Por más im-
portante que sea nuestro
trabajo, interiormente nuestra autoestima es bajísima, y
constantemente
nos acecha el miedo de que
«nos descubran».
En este punto, la respuesta es
el amor. La gente que se aprueba y se ama a sí misma jamás tiene
úlceras. Sea dulce y bondadoso
con el niño que lleva dentro, y ofrézcale todo el apoyo y estímulo
que usted necesitaba cuando
era pequeño.
Los
genitales
representan lo que hay de más
femenino en una mujer, su feminidad, o lo que hay
de más masculino en un hombre,
su masculinidad; nuestro principio femenino o nuestro principio
masculino.
Cuando no nos sentimos cómodos
con nuestra condición de hombres o mujeres, cuando
rechazamos nuestra sexualidad,
cuando no aceptamos nuestro cuerpo por sucio o pecaminoso, es
frecuente que tengamos
problemas con la zona genital.
Rara vez me sucede encontrarme
con una persona que haya sido criada en una casa en donde
se llamara a los genitales y a
sus funciones por su verdadero nombre. Todos crecimos rodeados de
eufemismos. ¿Recuerda los que
usaban en su casa? Pueden haber sido tan leves como «allí
abajo», pero también pueden
haber sido términos que le hacían sentir que sus genitales eran
sucios
y repugnantes. Sí, todos hemos
crecido creyendo que entre las piernas teníamos algo que no
estaba del todo bien.
En este sentido, la revolución
sexual que estalló hace unos años fue algo positivo. Decidimos
apartarnos de la hipocresía
victoriana y, de pronto, estaba bien tener vanas parejas, y tanto
las
mujeres como los hombres
podíamos tener aventuras de una sola noche. Los intercambios
conyugales se hicieron más
abiertos, y muchos empezamos a disfrutar, de una manera nueva y
diferente, del placer y de la
libertad del cuerpo.
Sin embargo, pocos pensamos en
encararnos con lo que Roza Lamont, fundadora del instituto de
Comunicación Consigo Mismo,
llama el «Dios de mamá». Sea lo que fuere lo que su madre le
enseñó sobre Dios cuando usted
tenía tres años, eso sigue estando en usted en un nivel subcons-
ciente, a menos
que conscientemente haya
estado trabajando para liberarse de ello. ¿Era un Dios
colérico y vengador? ¿Qué
opinión tenía sobre los asuntos sexuales? Si todavía seguimos
andando
por el mundo con aquellos
primeros sentimientos de culpa por nuestra sexualidad y nuestro
cuerpo,
seguramente iremos en busca de
castigos.
Los problemas
anales y de vejiga,
las
vaginitis
y las
afecciones del
pene
y de la
próstata
pertenecen todos a la misma
dimensión, y provienen de falsas creencias referentes al cuerpo y a
la
«corrección» y la «propiedad»
de sus funciones.
Cada uno de nuestros órganos
es una magnífica expresión de la vida. Si no se nos ocurre pensar
que los ojos o el hígado sean
sucios o pecaminosos, ¿por qué hemos de pensarlo de nuestros
genitales?
El ano es tan hermoso como el
oído. Sin el no tendríamos manera de deshacernos de lo que el
cuerpo ya no necesita, y muy
pronto nos moriríamos. Cada parte y cada función de nuestro cuerpo
es perfecta y normal, natural
y hermosa.
A mis clientes con problemas
sexuales les digo que empiecen a relacionarse con órganos como el
recto, el pene o la vagina con
un sentimiento de amor, apreciando sus funciones y su belleza. Y si
usted comienza a ponerse tenso
o a encolerizarse al leer esto, pregúntese por qué. ¿Quién le dijo
que
negase una parte cualquiera de
su cuerpo? Dios no, ciertamente. Nuestros órganos sexuales fueron
creados no sólo para
reproducirnos, sino también para darnos placer. Negar esto es crear
sufrimiento y castigo. La
sexualidad no sólo está bien; es algo glorioso, maravilloso. Es
normal que
usemos nuestros órganos
sexuales, como lo es que respiremos o que comamos.
Por un momento, intente
visualizar la vastedad del Universo. Es algo que excede nuestra
comprensión. Ni siquiera los
científicos más importantes, con los equipos más avanzados, pueden
llegar a medir su tamaño.
Dentro de este Universo hay muchísimas galaxias.
En una parte de las galaxias
más pequeñas, en un rincón apartado, hay un sol muy de segundo
orden, alrededor del cual
giran unos cuantos granos de arena. Uno de ellos es el planeta
Tierra.
A mí se me hace difícil creer
que la vasta, increíble Inteligencia que creó la totalidad de este
Universo no sea más que un
anciano sentado sobre una nube, por encima de la Tierra, y que
esté... ¡vigilando mis órganos
sexuales!
Y, sin embargo, cuando éramos
niños, a muchos nos enseñaron este concepto.
Es vital que nos liberemos de
esas ideas tontas y pasadas de moda, que no nos sirven de apoyo
ni nos alimentan. Yo siento
con todas mis fuerzas la necesidad de creer que Dios está
con nosotros, y
no contra nosotros. Son tantas
las religiones que hay para elegir, que si usted ahora tiene una que
le dice que es un pecador y un
gusano abominable, puede buscarse otra.
No estoy exhortando a la gente
a que ande por ahí a todas horas buscando contactos sexuales
sin freno alguno. Lo que digo
es que algunas de nuestras normas no tienen sentido, y por eso tanta
gente las viola y vive según
sus propias normas.
Cuando liberamos a alguien de
la culpa sexual y le enseñamos a que se ame y se respete,
automáticamente tenderá a
tratarse -y a tratar a los demás— de la manera que le resulta más
gratificante y que más gozo le
proporcione. La razón de que muchas personas tengan tantos
problemas con su sexualidad es
que sienten rechazo y repugnancia hacia ellas mismas, y por eso
se tratan mal... y tratan mal
a los demás.
No basta con que en la escuela
se enseñe a los niños la parte mecánica de la sexualidad. Es
necesario que, en un nivel muy
profundo, se les convenza de que su cuerpo, sus genitales y su
sexualidad son algo de lo que
hay que regocijarse. Yo creo realmente que las personas que se
aman y, por lo tanto, aman su
cuerpo son incapaces de abusar de sí mismas m de nadie más.
Considero que la mayoría de
los problemas de
vejiga
provienen de que uno se siente
irritado,
generalmente, por su pareja.
Estamos enfadados por algo que tiene que ver con nuestra condición
de mujeres o de hombres. Las
mujeres tienen más problemas de vejiga que los hombres porque son
más propensas a ocultar sus
agravios. También la
vaginitis
significa generalmente que una
mujer ha
sido afectivamente herida por
su pareja. En los hombres, los problemas de
próstata
tienen mucho
que ver con la autovaloración
y con la convicción de que, a medida que envejecen, van siendo
menos hombres. La
impotencia
añade un elemento de miedo, y
a veces se relaciona incluso con el
despecho hacia una pareja
pasada. La
frigidez
se origina en el miedo o la
convicción de que está mal
disfrutar del cuerpo. Puede
venir también del autorrechazo e intensificarse en el contacto con
un
compañero poco sensible.
El
síndrome premenstrual,
que ha llegado a adquirir
proporciones epidémicas, coincide con el
incremento de cierta clase de
anuncios en los medios de comunicación. Me refiero a los que nos
acosan continuamente con la
idea de que al cuerpo femenino hay que lavarlo, limpiarlo,
desodorizarlo, ungirlo de
cremas, empolvarlo, perfumarlo y volverlo a limpiar de mil maneras
para
que llegue a ser por lo menos
aceptable. Al mismo tiempo que las mujeres van llegando a un
status de
igualdad, se las bombardea
negativamente con la idea de que los procesos fisiológicos femeninos
no llegan a ser del todo
aceptables. Esto, unido a las enormes cantidades de
azúcar que se
consumen en la actualidad,
crea un terreno fértil para la proliferación del síndrome
premenstrual.
Los procesos femeninos -todos,
incluso la menstruación y la menopausia- son normales y
naturales, y como tales
debemos aceptarlos. Nuestro cuerpo es bello, magnífico y
maravilloso.
Estoy convencida de que las
enfermedades venéreas
expresan casi siempre culpa
sexual.
Provienen de un sentimiento, a
menudo subconsciente, de que no está bien que nos expresemos
sexualmente. El portador de
una enfermedad venérea puede tener contactos sexuales con muchas
personas, pero sólo aquellas
cuyo sistema inmunitario mental y físico sea débil serán
susceptibles
de contagio. Además de las
afecciones clásicas, en los últimos años se ha dado, entre la
población
heterosexual, un incremento
del herpes
, una enfermedad que hace
continuas recidivas para
«castigarnos» por nuestra
convicción de que «somos malos». El herpes tiene tendencia a
reaparecer cuando estamos
emocionalmente perturbados, y eso ya es muy significativo.
Ahora traslademos esta teoría
a los homosexuales, que tienen los mismos problemas que los
heterosexuales, sumados al
hecho de que gran parte de la sociedad los señala con un dedo
acusador y les llama
pervertidos... un calificativo que generalmente también les aplican
sus propios
padres. Y ésa es una carga muy
pesada de llevar.
A muchas mujeres les aterra
envejecer porque el sistema de creencias que nos hemos creado se
centra en la gloria de la
juventud. A los hombres no les preocupa tanto porque unas cuantas
canas
los hacen más distinguidos. El
hombre mayor suele ser más respetado, y hasta es posible que lo ad-
miren por su experiencia.
No sucede lo mismo con los
homosexuales, que se han creado una cultura que pone un énfasis
tremendo en la juventud y la
belleza. Es cierto que todos empezamos por ser jóvenes, pero sólo
unos pocos satisfacen las
normas de la belleza. Se ha dado tanta importancia a la apariencia
física del cuerpo que se pasan
totalmente por alto los sentimientos. Si uno no es joven y hermoso,
es casi como si no contara. Lo
que cuenta no es la persona entera, sino solamente el cuerpo.
Esta manera de pensar es una
vergüenza, porque es otra forma de desvalorización.
Debido al modo en que suelen
tratarse entre sí los varones homosexuales, la vivencia de
envejecer es algo que
horroriza a muchos de ellos. Es casi mejor morirse que envejecer. Y
el SIDA
es una enfermedad que con
frecuencia mata.
Muchos hombres homosexuales,
cuando se hacen mayores, se sienten inútiles y no queridos. Casi
es mejor destruirse antes de
llegar a eso, y muchos se han creado un estilo de vida destructivo.
Algunos de los conceptos y las
actitudes que forman parte del estilo de vida
gay
el exhibicionismo,
las críticas constantes y
despiadadas, la negativa a una intimidad real- son monstruosos. Y el
SIDA
es una enfermedad monstruosa.
Ese tipo de actitudes y de
pautas de comportamiento no pueden menos que provocar culpa en
algún nivel muy profundo, por
mucho que podamos parodiarlas en forma afectada. Esa afectación,
que puede ser tan divertida,
puede ser también sumamente destructiva, tanto para quien la
practica
corno para quien la padece. Es
otra manera de evitar la intimidad y el acercamiento.
De ninguna manera es mi
intención crear culpas a nadie. Sin embargo, es menester que miremos
las cosas que necesitamos
cambiar para que nuestras vidas funcionen con amor, júbilo y
respeto.
Hace cincuenta años, casi
todos los hombres homosexuales se mantenían en la sombra, pero en la
actualidad disponen de núcleos
sociales donde pueden manifestarse, al menos relativamente. Yo
creo que es lamentable que
gran parte de lo que han creado sea causa de tanto dolor para sus
propios hermanos homosexuales.
Aunque con frecuencia es deplorable la forma en que los hombres
«normales» tratan a los gays,
la forma en que muchos gays
tratan a los de su misma
condición es trágica.
Tradicionalmente, los hombres
han tenido siempre más parejas sexuales que las mujeres, y
naturalmente, entre hombres
habrá muchos más contactos sexuales. No creo que haya nada de
malo en eso. Hay sitios
previstos para satisfacer esta necesidad y me parece bien, a menos
que
estemos dando a nuestra
sexualidad un uso equivocado. A algunos hombres les gusta tener
muchas
parejas para satisfacer su
profunda necesidad de autoestima, más bien que por el placer que
deriva
de ello. No creo que haya nada
de malo en tener varias parejas, y tampoco censuro el uso
«ocasional» del alcohol. Sin
embargo, si todas las noches terminamos sin sentido y si
«necesitamos»
varias parejas por día nada
más que para estar seguros de nuestro valor, entonces hay algo en
nosotros que no ancla bien, y
es preciso que hagamos algunos cambios mentales.
Ha llegado el momento de la
búsqueda del ser en su totalidad, el momento de la sanación y no de
la condenación. Debemos
superar las limitaciones del pasado. Todos somos parte de la
divinidad,
todos somos magníficas
expresiones de la vida. ¡Exijamos esto ahora!
El
colon
representa nuestra capacidad
de soltar y liberar aquello que ya no necesitamos. Para
adaptarse al ritmo perfecto
del fluir de la vida, el cuerpo necesita un equilibrio entre
ingesta,
asimilación y eliminación. Y
lo único que bloquea la eliminación de lo viejo son nuestros miedos.
Aunque las personas estreñidas
no sean realmente mezquinas, generalmente no confían en que
siempre vaya a haber lo
suficiente. Se aterran a relaciones antiguas que las hacen sufrir,
no
animan a deshacerse de prendas
que guardan desde hace años en el armario por temor a
necesitarlas algún día,
permanecen en un trabajo que las limita o no se permiten jamás
ningún
placer porque tienen que
ahorrar para cuando vengan días malos. ¿Acaso revolvemos la basura
de
anoche para encontrar la
comida de hoy? Aprendamos a confiar en que el proceso de la vida nos
traerá siempre lo que
necesitemos.
En la vida, las
piernas
son lo que nos lleva hacia
adelante. Los problemas en las piernas suelen
indicar un miedo a avanzar o
una renuncia a seguir andando en cierta dirección. Corremos, nos
arrastramos, andamos como
pisando huevos, se nos aflojan las rodillas, somos patituertos o
pati-
zambos y nos quedamos
patitiesos. Y además, tenemos los muslos enormes, coléricamente
engrosados por la celulitis,
llenos de resentimientos infantiles. Con frecuencia, no querer hacer
algo produce algún problema menor
en las piernas. Las
venas varicosas
significan que nos
mantenemos en un trabajo o en
otro lugar que nos enferma. Las venas pierden su capacidad de transportar alegría.
Pregúntese si está marchando
en la dirección en que quiere ir.
Las
rodillas,
como el cuello, se relacionan
con la flexibilidad, sólo que ellas hablan de inclinarse y
de ser orgulloso, del yo y de
la obstinación. Con frecuencia, cuando avanzamos, nos da miedo
inclinarnos y nos ponemos
tiesos. Y eso vuelve rígidas las articulaciones. Queremos avanzar,
pero
no cambiar nuestra manera de
ser. Por eso las rodillas tardan tanto en curarse, porque está en
juego nuestro yo. El tobillo
también es una articulación, pero si se daña puede curarse con
bastante rapidez. Las rodillas tardan
porque en ellas están en juego nuestro orgullo y nuestra
autojustificación.
La próxima vez que tenga algún
problema con las rodillas, pregúntese de qué está justificándose,
ante qué está negándose a
inclinarse. Renuncie a su obstinación y aflójese. La vida es
fluencia y
movimiento, y para estar
cómodos debemos ser flexibles y fluir con ella. Un sauce se dobla y
se mece y ondula con el viento, y está
siempre lleno de gracia y en armonía con la vida.
Los
pies
tienen que ver con nuestro
entendimiento, con la forma en que nos entendemos y
en que entendemos la vida,
tanto el pasado como el presente y el futuro.
A muchos ancianos les cuesta
caminar. Su entendimiento se ha vuelto parcial y
retorcido, y con frecuencia
sienten que no tienen adonde ir. Los niños pequeños se mueven
con pies alegres, danzarines.
Los ancianos suelen arrastrarlos como si se negaran a
moverse.