Resumen de la primera
revelación. |
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-Háblame
de ese Manuscrito -dije.
Se echó hacia atrás
en la silla como para ordenar sus ideas y luego volvió a mirarme a los
ojos.
-Creo que por
teléfono te conté que dejé el diario hace varios años y empecé a
trabajar en una empresa de investigación que estudia los cambios
culturales y demográficos para las Naciones Unidas. Mi último destino
fue en Perú. Mientras me hallaba allí, haciendo unos estudios en la
Universidad de Lima, oía muchos rumores sobre un viejo manuscrito que
habían descubierto. Pero nadie era capaz de darme detalles al respecto,
ni siquiera en los departamentos de arqueología o antropología. Y
cuando me puse en contacto con el gobierno, negaron tener conocimiento
alguno sobre el tema. Una persona me dijo que en realidad el gobierno
trataba de eliminar el documento por algún motivo. De todos modos, no
era una información directa. Tú me conoces -continuó-. Soy curiosa.
Cuando terminé mi trabajo, decidí quedarme unos días más para ver qué
conseguía averiguar. Al principio, cada pista que seguía resultaba otro
callejón sin salida, pero una vez que estaba almorzando en un bar en las
afueras de Lima, noté que un sacerdote me miraba. Después de un momento,
se acercó y admitió que, ese mismo día, me había oído hacer preguntas
sobre el Manuscrito. No me reveló su nombre, pero aceptó responder a
todas mis preguntas.
Vaciló un instante
sin dejar de mirarme intensamente.
-Dijo que el
Manuscrito se remontaba aproximadamente al año 600 antes de Cristo.
Predice una transformación total de la sociedad humana.
-¿A partir de cuándo?
-pregunté.
-Las últimas décadas
del siglo xx.
-¿¡Ahora!?
-Sí, ahora.
-¿Qué clase de
transformación se supone que es?-pregunté.
Me miró por un
instante, confundida, y luego dijo, con fuerza:
-El sacerdote me dijo
que es una especie de renacimiento de la conciencia, que se produce muy
lentamente. No es de naturaleza religiosa, pero sí espiritual. Estamos
descubriendo algo nuevo sobre la vida humana en el planeta, sobre qué
significa nuestra existencia y, según el sacerdote, ese conocimiento
provocará una alteración espectacular de la cultura.
Hizo otra pausa y
agregó:
-El sacerdote me dijo
que el Manuscrito está dividido en segmentos, o capítulos, cada uno
dedicado a una percepción particular de la vida. El Manuscrito predice
que en esta época los seres humanos comenzaremos a captar dichas
revelaciones (insights) en forma secuencial, una revelación tras
otra, a medida que vayamos pasando de donde nos hallamos ahora a una
cultura totalmente espiritual sobre la Tierra.
Meneé la cabeza y
alcé una ceja con aire cínico.
-¿De veras crees todo
eso?
-Bueno –dijo-.
Creo...
-Mira a tu alrededor
-la interrumpí, señalando a la gente sentada en el salón de abajo-. Éste
es el mundo real. ¿Ves que algo esté cambiando?
Justo cuando decía
esto, se oyó una observación airada en una mesa ubicada junto a la pared
opuesta; era una observación que no logré entender, pero que fue lo
bastante fuerte como para acallar todo el local. Al principio pensé que
el alboroto se debía a otro robo, pero enseguida me di cuenta de que no
era más que una discusión. Una mujer de unos treinta y tantos años
estaba de pie mirando con indignación a un hombre sentado frente a ella.
-No -gritó-, ¡el
problema es que esta relación no es como yo quería! ¿Entiendes? ¡No lo
es! -Se serenó, dejó su servilleta sobre la mesa y se fue.
Charlene y yo nos
miramos, impresionados porque el exabrupto se había producido en el
preciso instante que hablábamos de la gente de abajo. Al final, Charlene
señaló con un gesto la mesa en la que el hombre se había quedado solo y
comentó:
-Lo que está
cambiando es el mundo real.
-¿Cómo? -pregunté,
todavía un poco perplejo.
-La transformación
comienza con la Primera Revelación y, según el sacerdote, esta
revelación siempre aparece en forma inconsciente al principio, como una
profunda sensación de inquietud.
-¿Inquietud?
-Sí.
-¿Qué estamos
buscando?
-¡De eso se trata
justamente! Al principio no lo sabemos con certeza. Según el Manuscrito,
empezamos a vislumbrar un tipo de experiencia alternativa... momentos de
nuestra vida que son de algún modo diferentes, más intensos e
inspiradores. Pero no sabemos qué es esa experiencia ni cómo hacerla
durar, y cuando termina quedamos insatisfechos e inquietos, con una vida
que vuelve a parecernos común.
-¿Crees que detrás de
la ira de esa mujer estaba esta inquietud?
-Sí. Ella es como
todo el mundo. Buscamos una mayor plenitud en nuestra vida, y no
toleramos nada que nos tire abajo. Esa búsqueda constante es la que está
detrás de la actitud de “primero yo” que caracterizó las últimas décadas
y que nos afecta a todos, desde Wall Street hasta las patotas
callejeras.
Me miró directamente.
-Y en cuanto a las
relaciones, nos mostramos tan exigentes que las estamos volviendo casi
imposibles.
La observación me
trajo a la mente mis dos últimas relaciones. Ambas habían empezado con
gran intensidad y ambas, al cabo de un año, fracasaron. Cuando volví a
concentrarme en Charlene, ella esperaba con actitud paciente.
-¿Qué es exactamente
lo que hacemos con nuestras relaciones románticas? -pregunté.
-Hablé largo tiempo
con el sacerdote sobre el tema -respondió-. Dijo que cuando, en una
relación, las dos partes son demasiado exigentes, cuando cada uno espera
que el otro se adapte a su propio mundo y comparta siempre las
actividades que elija, se produce inevitablemente una batalla de egos.
Lo que dijo dio en la
tecla. Mis dos últimas relaciones habían degenerado, de hecho, en luchas
de poder. En ambas situaciones, habíamos desembocado en un conflicto de
actividades. El ritmo era demasiado acelerado. Teníamos muy poco tiempo
para coordinar nuestras ideas diferentes en cuanto a qué hacer, adónde
ir, qué intereses compartir. Al final, el tema de quién mandaría y
establecería las actividades del día se convirtió en una dificultad
insoluble.
-Debido a esa batalla
por el dominio -continuó Charlene-, el Manuscrito dice que nos resultará
muy difícil permanecer con la misma persona durante el tiempo que sea.
-No parece algo muy
espiritual -comenté.
-Eso es exactamente
lo que le dije al sacerdote -respondió-. Y él me contestó que, por lo
que él sabía, si bien la mayoría de los males recientes de la sociedad
derivan de esa inquietud y esa búsqueda, el problema es temporario, y va
a terminar. Por fin, vamos tomando conciencia de lo que buscamos en
realidad, de cómo es esa otra experiencia más plena. Cuando la captemos
en su totalidad, habremos alcanzado la Primera Revelación.
Llegó nuestra cena,
de modo que hicimos una pausa de varios minutos mientras el mozo nos
servía más vino y cada uno probaba la comida del otro. Al estirar el
brazo para tomar un trozo de salmón de mi plato, Charlene frunció la
nariz y se echó a reír. Me di cuenta de lo fácil que era estar con ella.
Muy bien –dije- ¿Cuál
es esa experiencia que estamos buscando? ¿Qué es la Primera Revelación?
Vaciló; al parecer,
no sabía muy bien cómo empezar.
-Es difícil de
explicar –repuso-. Pero el sacerdote lo expresó de la siguiente manera.
Dijo que la Primera Revelación se produce cuando tomamos conciencia de
las coincidencias que hay en nuestra vida.
Se inclinó hacia mí.
-¿Alguna vez tuviste
un presentimiento o cierta intuición en cuanto a algo que querías hacer,
o a una medida que quisieras tomar en tu vida? ¿Y te preguntaste cómo
podía ocurrir? ¿Y después de haberlo casi olvidado para concentrarte en
otras cosas, de repente te encontraste con alguien o leíste algo o
fuiste a alguna parte que llevaba precisamente a la oportunidad que
buscabas? Bueno -continuó-, según el sacerdote, esas coincidencias se
producen cada vez con mayor frecuencia y, cuando eso ocurre, nos da la
impresión de que es algo que está más allá de lo que podría esperarse
por pura casualidad. Es una experiencia que provoca una sensación de
misterio y excitación y, por consiguiente, nos sentimos más vivos. El
sacerdote me dijo que ésa es la experiencia que hemos vislumbrado y que
ahora tratamos de manifestar todo el tiempo. Cada día son más las
personas convencidas de que este movimiento misterioso es real y que
significa algo; de que, por debajo de la vida cotidiana, está sucediendo
otra cosa. Esta conciencia es la Primera Revelación.
Me miró expectante,
pero no dije nada.
-¿No te das cuenta?
–preguntó-. La Primera Revelación es una reconsideración del misterio
inherente que rodea nuestra vida individual en el planeta.
Experimentamos esas misteriosas coincidencias, y aunque todavía no las
entendamos, sabemos que son reales. Estamos volviendo a sentir, como en
la infancia, que hay otro lado de la vida que todavía tenemos que
descubrir, algún otro proceso que opera entre bambalinas.
Charlene estaba más
inclinada hacia mí y, mientras hablaba, hacía gestos con las manos.
-Estás metida en
esto, ¿no? -pregunté.
-Recuerdo una época
-contestó con severidad- en que hablabas de esta clase de experiencias.
El comentario me
sacudió. Tenía razón. Durante un período de mi vida yo había
experimentado esas coincidencias e intentado incluso entenderlas
psicológicamente. En algún momento, mi visión había cambiado. Empecé a
considerar que esas percepciones, por algún motivo, eran inmaduras y
poco realistas, y hasta dejé de notarlas.
Miré fijo a Charlene
y dije, a la defensiva:
-Es probable que en
esa época estuviera leyendo sobre filosofía oriental o misticismo
cristiano. Eso es lo que recuerdas. De todos modos, sobre eso que tú
llamas Primera Revelación se ha escrito muchas veces, Charlene. ¿Qué
diferencia hay ahora? ¿De qué manera una percepción de circunstancias
misteriosas va a traer aparejada una transformación cultural?
Charlene miró la mesa
por un instante y luego a mí.
-No me malinterpretes
-dijo-. Es indudable que esa conciencia ya fue experimentada y descripta
antes. De hecho, el sacerdote insistió en que la Primera Revelación no
es algo nuevo. Dijo que los individuos han sido conscientes de esas
coincidencias injustificadas a lo largo de la historia, y que ésa ha
sido la percepción subyacente en muchos grandes intentos de la filosofía
y la religión. La diferencia, ahora, radica en los números. Según el
sacerdote, la transformación se produce ahora debido a la cantidad de
individuos que experimentan esa conciencia al mismo tiempo.
-¿Qué quiso decir
exactamente? -pregunté.
-Según él, el
Manuscrito afirma que la cantidad de personas conscientes de esas
coincidencias empezaría a aumentar considerablemente en la sexta década
del siglo xx. Y que ese aumento continuaría hasta algún momento cercano
al comienzo del siglo siguiente, cuando alcanzaríamos un nivel
específico de dichos individuos. Un nivel que considero como una masa
crítica.
"El Manuscrito
predice Continuó- que una vez que alcancemos esa masa crítica, toda la
cultura empezará a tomar en serio esas experiencias coincidentes. Nos
preguntaremos, en masa, qué proceso misterioso se halla implícito en la
vida humana sobre el planeta. Y esta pregunta, formulada al mismo tiempo
por suficiente cantidad de personas, permitirá que otras revelaciones
lleguen también a la conciencia. Porque, de acuerdo con el Manuscrito,
cuando un número suficiente de individuos pregunte seriamente qué pasa
en la vida, empezaremos a averiguarlo. Las demás revelaciones irán
manifestándose... una tras otra.
Hizo una pausa para
comer un bocado.
-¿Y cuando captemos
las otras revelaciones la cultura cambiará? -pregunté.
-Eso es lo que el
sacerdote me dijo -respondió.
La miré un instante,
analizando la idea de la masa crítica, y luego dije:
-¿Sabes? Esto suena
muy complejo para un Manuscrito redactado en 600 antes de Cristo.
-Ya lo sé -replicó-.
Yo misma planteé el tema. Pero el sacerdote me aseguró que los
estudiosos que tradujeron por primera vez el Manuscrito estaban
totalmente convencidos de su autenticidad. Sobre todo porque fue
redactado en arameo, el mismo idioma en que está escrito gran parte del
Antiguo Testamento.
-¿Arameo en
Sudamérica? ¿Cómo llegó allí en esa época?
-El sacerdote no
sabía.
-¿Su iglesia apoya el
Manuscrito? -inquirí.
-No -respondió-. Me
dijo que la mayor parte del clero estaba haciendo todo lo posible por
eliminarlo. Por eso no podía revelarme su nombre. Al parecer, el solo
hecho de hablar del Manuscrito era peligrosísimo para él.
-¿Aclaró por qué la
mayor parte de la jerarquía eclesiástica estaba en contra?
-Sí. Porque cuestiona
la integridad de su religión.
-¿Cómo?
-No lo sé con
exactitud. No habló mucho al respecto, pero, al parecer, las otras
revelaciones amplían las ideas tradicionales de la Iglesia de tal
manera que alarma a los ancianos de la iglesia, para los cuales las
cosas están bien como están.
-Entiendo.
-El sacerdote dijo
-prosiguió Charlene- que, para él, el Manuscrito no menoscaba ninguno de
los principios de la Iglesia. Llegado el caso, aclara exactamente qué
significan esas verdades espirituales. Está convencido de que los
dirigentes de la iglesia comprobarían este hecho si trataran de volver a
ver la vida como un misterio y avanzaran luego a través de las demás
revelaciones.
-¿Te dijo cuántas
revelaciones hay?
-No, pero sí mencionó
la Segunda Revelación. Me dijo que es una interpretación más correcta de
la historia reciente, que explica con mayor profundidad la
transformación.
-¿Se explayó sobre el
tema?
-No, no tenía tiempo.
Debía irse para encargarse de un asunto. Acordamos volver a vernos esa
misma tarde en su casa, pero cuando llegué no estaba. Lo esperé durante
tres horas y no apareció. Al final, tuve que irme para no perder mi
vuelo de regreso.
-¿Quieres decir que
no pudiste volver a hablar con él?
-Eso es. No lo vi
más.
-¿Y no recibiste
ninguna confirmación sobre el Manuscrito por parte del gobierno?
-Ninguna.
-¿Y cuánto hace que
ocurrió eso?
-Alrededor de un mes
y medio.
Durante varios
minutos comimos en silencio. Al fin Charlene levantó la vista y me
preguntó:
-¿Y? ¿Qué piensas?
-No sé -respondí. Una
parte mía seguía siendo escéptica en cuanto a la idea de que los seres
humanos pueden cambiar, pero otra parte estaba fascinada ante la
posibilidad de que existiera realmente un Manuscrito que hablara en esos
términos.
-¿Te mostró una copia
o algo por el estilo? -pregunté.
-No. Lo único que
tengo son mis apuntes.
Otro silencio.
-¿Sabes? -dijo-.
Pensé que estas ideas te entusiasmarían.
La mire.
-Supongo que necesito
alguna prueba de que lo que dice ese Manuscrito es cierto.
Volvió a sonreír.
-¿Qué pasa?
-pregunté.
-Fue exactamente lo
que yo dije, también.
-¿A quién, al
sacerdote?
-Sí.
-¿Qué te contestó?
-Dijo que la
experiencia es evidencia.
-¿Qué quiso decir con
eso?
-Quiso decir que
nuestra experiencia convalida lo que afirma el Manuscrito. Cuando
reflexionamos de verdad sobre la manera en que nos sentimos en nuestro
interior, sobre cómo evoluciona nuestra vida a esta altura de la
historia, vemos que las ideas del Manuscrito son lógicas, que suenan a
verdad. -Vaciló. -¿A ti te suenan lógicas?