Los primeros rayos del sol llegan
a la playa. Los ejércitos se han ordenado y todo está listo.
La batalla se desencadenará de un momento a otro. No existe alternativa.
Debes combatir.
Al hacerlo, pon todo tu espíritu
corazón y cuerpo en ello. Lucha centrado, unificado, alineado Lucha
incansablemente, día y noche si es preciso. Mantente vigilante a
las cuatro direcciones. Confia en el animal que vive en ti. La batalla
tendrá sus valles y sus cimas, sensibilízate y adáptate
a ello.
Una vez avanzar y otra retroceder.
Una vez atacar y otra defender. Disgrega a tu adversario, atácalo
mientras inspire. Avasállalo, no le des tiempo de reordenar sus
ejércitos. Cambia permanentemente tus estrategias. Ataca a lo alto
y luego a lo bajo y después al medio. Varia el ritmo de tus ataques.
Una vez rápido y otra vez lento. Una vez lento y otras vez inmóvil.
Sé un continuo cambio de
un animal a otro, de un elemento a otro. Agua contra roca. Fuego contra
metal. Madera contra tierra. De esa manera, jamás podrás
ser encasillado en patrón alguno y por lo tanto, serás imbatible.
Sigue a tu espontaneidad y mantente en estado gaseoso. Que tu adversario
no sea capaz de tocarte, pero que sienta el poder de tus golpes. Usa tus
manos, tus pies. Tus codos y tus rodillas. Esquiva, luego contraataca.
Adelántate a sus movimientos y neutralízalos antes de que
comiéncen a gestarse. Déjalo pasar y luego cae sobre él.
inutiliza sus armas. Acorta la distancia, ataca y luego sal de su radio
de acción.
Lucha con todos los bríos
de tu juventud.
Pero más importante que todo
lo anterior es combatir sin ira. Si el salvajismo y la crueldad se apoderan
de ti, no importa lo que hagas, estarás perdido. Te convertirás
en aquello que combates, y el lado oscuro tendrá un nuevo adepto
entre sus filas.
Así es que empuña
tu sable y entra en batalla. Luego de vencer, retírate en silencio.
Nada hay por lo que alegrarse. Nada hay que festejar. La muerte siempre
trae lágrimas aparejadas. Lágrimas por el que algún
día fue tu hermano y debió morir a manos tuyas porque el
destino así lo quiso. No porque tú lo quisiste. Nunca olvides
eso.
Del libro
"EL ORÁCULO DEL
GUERRERO"
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