El
pecado original
consiste en limitar
el
Ser.
No lo
cometas.
Era
una plácida tarde de calor, entre dos chaparrones, y las aceras por
las que salíamos del pueblo estaban húmedas.
- ¿Puedes
andar por las paredes, no, Don ?
- No.
- Cuando
contestas negativamente una pregunta cuya respuesta sé que es
afirmativa, supongo que no te gustan los términos en que la hice.
- ¿Somos
observadores, he ? - dijo.
- ¿Dónde
está el problema ? ¿En el andar o en las paredes ?
- Sí, y
peor aún. Tu pregunta supone que existo en un espacio-tiempo
limitado y que me traslado a otro espacio-tiempo. Hoy no estoy de
humor para aceptar tus suposiciones acerca de mí.
Fruncí el
entrecejo. Don sabía que era lo que yo preguntaba. ¿ Por qué no se
contentaba con responder claramente, dejando que yo averiguara a
continuación como se las apañaba ?
- Este es
mi modesto sistema para ayudarte a pensar con precisión - explicó
afablemente.
- Ya. Si
lo deseas ¿puedes producir la impresión de que eres capaz de pasar a
través de las paredes ? ¿Así está mejor enunciada la pregunta ?
- Sí.
Mejor. Pero si quieres ser preciso...
- No me
lo digas. Sé como expresar lo que pienso. He aquí mi pregunta. ¿Cómo
es que puedes desplazar la ilusión de un sentido limitado de
identidad, que en esta concepción de un continuum espacio-
tiempo se define como tu "cuerpo", a través de la ilusión de
restricción material que recibe el nombre de "pared" ?
-
¡Excelente ! - exclamó -. Cuando formulas la pregunta correctamente
se contesta sola, ¿ no es cierto ?
- No, la
pregunta no se ha contestado sola, ¿cómo haces para atravesar las
paredes ?
-
¡RICHARD ! Casi lo había conseguido y ahora lo has echado todo a
perder. No puedo atravesar las paredes... cuando tú dices que
supones cosas que yo no supongo en absoluto, y si las supongo, la
respuesta es : "No puedo".
- Pero es
tan difícil expresarlo todo con tanta exactitud, Don. ¿No sabes que
es lo que quiero decir ?
- ¿De
modo que porque algo es difícil renuncias a hacerlo ? Al principio
era difícil andar, pero practicaste y ahora consigues que parezca
fácil.
Suspiré.
- Sí.
Está bien. Olvida la pregunta.
- La
olvidaré. Ahora te pregunto yo : ¿podrás olvidarla tú ?
Me miró
como si no tuviera en el mundo nada de lo que preocuparse.
- De modo
que dices que el cuerpo es ilusión y la pared es ilusión, pero la
identidad es real y que las ilusiones no la pueden aprisionar.
- No lo
digo yo. Lo dices tú.
- Pero es
cierto.
- Desde
luego - asintió.
- ¿ Cómo
lo haces ?
-
Richard, no haces nada. Lo ves ya hecho, y está hecho.
- Caray,
parece fácil.
- Es como
andar. Te preguntas como alguna vez puede haberte resultado difícil
aprender.
- Don,
ahora no me resulta difícil atravesar las paredes. Es imposible.
-
¿Piensas que si repites y repites mil veces la palabra imposible las
cosas difíciles te resultarán súbitamente más fáciles ?
-
Perdona. Es imposible y lo haré cuando llegue el momento de hacerlo.
- Anda
sobre el agua, señores, y está desalentado porque no atraviesa las
paredes.
- Pero
eso fue fácil, y esto...
-
Justifica tus limitaciones y te quedarás con ellas - entonó -.
¿Acaso hace una semana no nadaste en la propia tierra ?
- Lo
hice.
- ¿Y
acaso la pared es algo más que la tierra en posición vertical ?
¿Tanto te importa la dirección en que se desarrolla la ilusión ?
¿Las ilusiones horizontales son vulnerables, pero las verticales
no ?
- Creo
que te entiendo, Don.
Me miró y
sonrió.
- Si me
entiendes, ha llegado el momento de dejarte solo.
El último
edificio del pueblo era una barraca para forraje y granos, una gran
construcción de ladrillos anaranjados. Fue como si el hubiera
resulto volver a los aviones por un camino distinto, internándose
por el atajo de un callejón secreto. El atajo pasaba a través de la
pared de ladrillo. Don giró bruscamente hacia la derecha, se
introdujo en el muro y desapareció. Ahora pienso que si yo hubiera
girado inmediatamente, junto con él, también podría haber pasado.
Pero lo que hice fue quedarme parado en la acera y mirar el lugar
donde él había estado. Cuando estiré la mano y toqué el ladrillo,
comprobé que era sólido.
- Algún
día Donald - dije -. Algún día...
Recorrí
solo el largo camino hasta donde estaban los aviones.
- Donald
- dije, cuando llegue al campo - Me he convencido de que
sencillamente no vives en este mundo.
Me miró
sorprendido desde lo alto de su ala, donde estaba aprendiendo a
verter gasolina en el depósito.
- Claro
que no. ¿Puedes citar a alguien que sí viva ?
- ¿Cómo
me preguntas tú eso ? ¡YO ! ¡Yo vivo en este mundo !
-
Excelente - respondió, como si merced a un estudio realizado por mi
propia cuenta hubiera revelado un misterio oculto -. Recuérdame que
hoy te pague la comida... Me asombra la forma en que nunca cesas de
aprender.
Sus
palabras me dejaron intrigado. No había en ellas sarcasmo ni ironía.
Realmente lo pensaba.
- ¿Qué
quieres decir ? Por supuesto que vivo en este mundo. Yo y
aproximadamente cuatro mil millones de personas. Eres tú quien...
- ¡Dios
mío, Richard ! ¡Hablas en serio ! Anula esa comida. Nada de
hamburguesas, ni de ...¡absolutamente nada ! Y yo que pensaba que
habías llegado a un nivel superior de conocimiento... - se
interrumpió y me miró desde arriba con colérica compasión -. Estas
seguro de eso. ¿ Vives en el mismo mundo, por ejemplo, que un... un
agente de bolsa ? Entonces, la nueva disposición de la Comisión de
Valores y Bolsa, que obliga a examinar todas las carteras de valores
en las que el accionista a perdido más del cincuenta por ciento de
su inversión, habrá trastornado y cambiado tu vida, ¿no ? ¿Vives en
el mismo mundo que un campeón de ajedrez ? ¿Qué haces en un campo de
Maitland, en Ohio, cuando esta semana se celebra en Nueva York el
torneo abierto, y cuando Petrosian, Fischer y Browne se enfrentarán
en Manhattan con un premio de medio millón de dólares ? Tú, con tu
biplano Fleet modelo 1929 posado en una granja, tienes una orden de
prioridades encabezado por la autorización de los propietarios para
aterrizar, por los pasajeros interesados en realizar vuelos de diez
minutos, por el mantenimiento de los motores de aviación Kinner, y
por un miedo mortal a las tormentas de granizo... ¿Cuántas personas
supones que viven en tu mundo ? ¿Dices que cuatro mil millones ? ¿Me
dices, ahí parado en el suelo, que cuatro mil millones de personas
no viven en cuatro mil millones de mundos independientes ?
¿Pretendes hacerme creer semejante patraña ?
Habló tan
deprisa que quedó resollando.
- Casi
había empezado a sentir el sabor de esa hamburguesa, con el queso
derretido...
- Lo
siento, habría sido un placer convidarte. Pero...ah, lo pasado,
pasado. Es mejor olvidarlo.
Aunque
fue la última vez que lo acusé de no vivir en este mundo, tardé
mucho en comprender las palabras que leí en la página por la que se
abrió el libro :