También
sorprendió a Hayward, porque no se trataba en absoluto de un sistema
de altavoces. Repatingando en su taburete de madera, detrás del
mostrador, observaba al mesías mientras este hacía vibrar las notas
en una barata guitarra de seis cuerdas tomada de un estante. Era un
sonido hermoso y yo permanecí en silencio mientras pagaba mis
setenta y tres céntimos y me sentía perseguido nuevamente por la
melodía. Quizá fuera todo producto de la cualidad metálica del
instrumento, pero evocaba la lejana y brumosa Inglaterra de otro
siglo.
- ¡Es
maravilloso, Donald ! ¡ No sabía que supieras tocar la guitarra!
- ¿No lo
sabías? Entonces, ¿es que piensas que, si alguien se hubiera
acercado a Jesucristo con una guitarra, este habría contestado "no
sé tocarla"? ¿Lo habría hecho?
Shimoda
dejó la guitarra en su lugar y salió conmigo a la calle soleada.
- ¿ O
piensas - continuó -, que si alguien interpelara en ruso o en persa
a un maestro digno de su aura, podría ser que éste no entendiera lo
que le dicen? ¿ O que si quisiera desmontar un tractor D-10 o
pilotar un avión, no sabría hacerlo?
- ¿De
modo que en verdad lo sabes todo, eh?
- Tú
también lo sabes, claro. Sencillamente, sé que lo sé todo.
- ¿Podría
tocar así la guitarra?
- No,
tendrías tu propio estilo, diferente del mío.
- ¿Cómo
iba a hacerlo?- no pensaba volver corriendo a la tienda y comprar la
guitarra. Sólo lo preguntaba por curiosidad.
- Bastará
que deseches todas tus inhibiciones y todas tus certidumbres de que
no puedes tocar. Pulsa el instrumento como si fuera parte de tu
vida, cosa que en realidad es, dentro de otra existencia
alternativa. Convéncete de que es lógico que la toques correctamente
y deja que tu personalidad inconsciente se adueñe de tus dedos y
arranque la melodía.
Había
leído algo sobre el tema: el aprendizaje hipnótico, sistema que
consistía en inculcar a los alumnos la idea de que dominaban el
arte, merced a lo cual ejecutaban música, o pintaban, o escribían
como artistas magistrales.
- Es
difícil, Don, renunciar a mi convicción de que no sé tocar la
guitarra.
-
Entonces te resultará difícil tocarla. Necesitarás años de práctica
para autorizarte a hacerlo bien, para que tu subconsciente te diga
que has sufrido bastante y te has ganado el derecho a hacerlo bien.
- ¿Porqué
tardé tan poco en aprender a volar? Eso es difícil, pero yo aprendí
enseguida.
-
¿Querías volar?
- ¡Era lo
único que me interesaba! ¡Más que cualquier otra cosa! Veía las
nubes debajo de mí, y el humo de las chimeneas que se elevaba
rectamente en medio de la placidez matinal, y veía… Ah. Ya entiendo.
Vas a decir: "Nunca has alimentado el mismo sentimiento respecto de
las guitarras, ¿no es cierto?"
- Nunca
has alimentado el mismo sentimiento respecto de las guitarras, ¿no
es cierto?
- Y esta
sensación de zozobra que experimento ahora, Don, me dice que así
aprendiste a volar. Un día subiste sencillamente al Travel Air y lo
pilotaste. Nunca habías estado antes en un avión.
- Vaya,
si que eres intuitivo.
- ¿No
tuviste que presentarte al examen para obtener la licencia? No,
espera. Ni siquiera tienes la licencia, ¿verdad? Una licencia
oficial d e piloto.