Tropeles
y hervideros y multitudes de gente, torrentes de seres humanos
precipitándose hacia un hombre colocado en el centro del
torbellino. Después, la muchedumbre se convirtió en un pcéano capaz
de ahogarle, pero él, en lugar de ahogarse, marchó sobre las aguas,
silbando, y desapareció. El océano de agua se trocó en otro de
hierba. Un Travel Air 4000 blanco y dorado bajo para posarse sobre
la hierba. El piloto salió de la carlinga y desplegó un cartel de
tela con la inscripción : VUELE - 3 DOLARES - VUELE.
Eran las
tres de la mañana cuando me desperté.
Se
interrumpió el sueño y lo recordé todo y por alguna razón me sentí
feliz. Abrí los ojos y la luz de la luna me mostró el enorme Travel
Air posado junto al Fleet. Shimoda estaba sentado sobre sus mantas
enrolladas, en la misma posición en que le vi la primera vez, con la
espalda apoyada contra la rueda izquierda de su avión. No es que le
viera claramente. Pero notaba que estaba allí...
- Hola,
Richard - dijo parsimoniosamente en la oscuridad -. ¿Te ha explicado
eso lo que esta ocurriendo ?
- ¿ Qué
es lo que me tiene que explicar algo ?- pregunté, aturdido. Aún
estaba recordando y no atiné a sorprenderme por el hecho de
encontrarle despierto.
- Tu
sueño. El hombre y las multitudes y el avión - explicó pacientemente
-. Yo avivé tu curiosidad y ahora lo sabes, ¿no ? Los periódicos se
ocuparon de mí : Donald Shimoda, a quien empezaban a llamar el
Mesías Mecánico, el Avatar Norteamericanao, el mismo que desapareció
un día delante de veinticinco mil atónitos testigos oculares.
Lo
recordé. Había leído la noticia en un anaquel de periódicos de una
aldea de Ohio, porque figuraba en primera plana.
- ¿Donald
Shimoda ?
- A ti
servicio - respondió -. Ahora ya lo sabes, de modo que no tendrás
que devanarte los sesos preguntándote quién soy. Sigue durmiendo.
Pensé
largamente en eso, antes de volver a conciliar el sueño.
- ¿Puedes
hacerlo... ? Yo no creía... Cuando te endilgan una tarea como esa,
la de Mesías, se supone que debes salvar al mundo, ¿no es así ? No
sabía que el Mesías podía devolver sencillamente las llaves, como
has hecho tú, y renunciar.
Estaba
sentado sobre el carenaje del Fleet y estudiaba a mi extraño amigo.
- ¿
Quieres hacerme el favor de pasarme una llave de dos bocas, Don ?
Hurgó en
la bolsa de herramientas y me la arrojó. Tal como había sucedido esa
mañana con las otras herramientas, la que acababa de lanzarme perdió
velocidad y se detuvo a treinta centímetros de mí, flotando como si
no la afectara la gravitación, después de hacer un perezoso giro en
el aire. Sin embargo, apenas la toqué, sentí su peso en la mano y
volvió a ser una vulgar llave de aviación de cromo vanadio. Bueno,
no tan vulgar. Una vez se me rompió en la mano una palanca barata y
desde entonces he comprado siempre las mejores herramientas que
había en plaza... Y ésta era una Snap-On que, como sabe cualquier
mecánico, no es una llave para usar todos los días. Por su precio,
podría ser de oro, pero es un placer empuñarla y puedes estar seguro
de que nunca se romperá, cualquiera que sea el trabajo para el que
la emplees.
- ¡ Claro
que puedes renunciar ! Puedes renunciar a lo que quieras, si ya no
tienes ganas de hacerlo. Puedes renunciar a respirar si lo deseas -
hizo flotar un destornillador Phillips, sólo para entretenerse -. De
modo que yo renuncie a mi condición de Mesías, y si te parece que me
pongo un poco a la defensiva, tal vez sea porque éste es todavía mi
estado de ánimo. Es mejor que conservar el trabajo y aborrecerlo. Un
buen Mesías no aborrece nada y disfruta de libertad para recorrer
todos los caminos que se le antojen. Bueno, esto vale para todos,
por supuesto. Todos somos hijos de Dios, o hijos de lo que Es, o
ideas de la Mente, o como tú quieras llamarlo.
Ajusté
las tuercas de la base de cilindros del motor Kinner. El viejo B-5
es una buena fuente de energía, pero estas tuercas tienden a
aflojarse cada cien horas de vuelo y es prudente adelantarse a los
problemas. Menos mal : la primera tuerca que apreté con la llave dio
un cuarto de vuelta, y me felicité por haber tenido la sesatez de
verificarlas en su totalidad esa mañana, antes de cargar otros
pasajeros.
- Bien,
sí, Don, pero yo pensaba que el oficio de Mesías era distinto de los
otros, ¿sabes ? ¿Acaso Jesús volvería a clavar clavos para ganarse
la vida ? Tal vez sea simplemente que suena un poco raro.
Reflexionó, tratando de interpretar la idea.
- No
entiendo lo que quieres decir. Lo raro es que no renunciara cuando
empezaron a llamarle Salvador. En lugar de pensar en sí mismo al
recibir esa mala noticia, intentó razonar : "Muy bien, soy el hijo
de Dios, pero todos lo somos. Soy el salvador, ¡ pero también lo
sois vosotros ! ¡ Vosotros podéis ejecutar los prodigios que ejecuto
yo ! Eso lo entiende cualquiera que este en su sano juicio."
Hacia
calor en el carenaje, pero no sentía la sensación de estar
trabajando. Cuanto más deseo hacer algo, menos lo defino como
trabajo. Me complacía saber que lo que hacía era evitar que los
cilindros pudieran desprenderse del motor.
- Dime si
necesitas otra llave.
- No la
necesito - respondí -. Y he progresado tanto, desde el punto de
vista espiritual, que tus triquiñuelas me parecen simples juegos de
salón de un alma moderadamente evolucionada. O tal vez un aprendiz
de hipnotizador.
- ¡
Hipnotizador ! ¡ Vaya, eres cada vez más amable ! Pero más vale ser
hipnotizador que Mesías. ¡ Qué trabajo más tedioso ! ¿ Por qué no me
daría cuenta de que iba a ser así ?
- Te
diste cuenta - contesté sagazmente. El se limitó a reír.
- ¿ Has
pensado alguna vez - continué -, que quizás después de todo no sea
tan fácil renunciar, Don ? ¿ Que a lo mejor no consigues acomodarte
sencillamente a la existencia de un ser humano normal ?
Esta vez
no rió.
- Tienes
razón, sí - asintió, y se pasó los dedos entre el pelo negro -.
Cuando me quedaba demasiado tiempo en un lugar, más de un día o dos,
la gente se daba cuenta de que yo era un ser extraño. Rozas mi
solapa y te curas de un cáncer, y antes de que transcurrauna semana,
ahí estoy, nuevamente en medio de una multitud. Este avión me
mantiene en movimiento y nadie sabe de donde vengo ni a dónde iré a
acontinuación, lo cual me cuadra muy bien.
- Tu vida va
a ser más difícil de lo que piensas, Don.
- ¿ De
veras ?
- Sí, nuestra
época va claramente de lo material a lo espiritual... y aunque la marcha
es lenta, también es portentosa. No creo que el mundo te deje en paz.
- No es a mí
a quien quieren , sino mis milagros. Y puedo eseñarle a algún otro cómo
se ejecutan : que sea él el Mesías. No le explicaré que se trata de un
trabajo tedioso. Además : "No hay ningún problema que, por su magnitud,
sea ineludible".
Salté al
suelo y me dediqué a ajustar con mucho cuidado las tuercas del tercer y
cuarto cilindro. No todas estaban flojas, pero algunas sí.
- Creo que
citas al perrito Snoopy, ¿ no es verdad ?
- Cito la
verdad allí donde la encuentro, gracias.
- ¡ No puedes
evadirte, Don ! ¿Qué harás si empiezo a venerarte ahora mismo ? ¿ Qué
harás si me canso de trabajar en el motor y empiezo a suplicarte que te
ocupes de repararlo ? Escucha, ¡ te daré hasta el último centavo que
gane desde ahora hasta que se ponga el sol si me enseñas a flotar en el
aire ! Si no lo haces, sabré que tengo el deber de empezar a adorarte,
Santo Mensajero Enviado a Aliviar Mi Carga.
Se limitó a
sonreírme. Aún no creo que entendiera que no podía evadirse. ¿ Cómo
podía saberlo yo y él no ?
- ¿
Disfrutaste del espectáculo completo, como el que vemos en las películas
filmadas en la India ? Muchedumbres en las calles, miles de manos que te
tocan, flores e incienso, tarimas doradas con tapices plateados.
- No. Antes
incluso de conseguir el trabajo preví que no podría soportar eso. De
modo que escogí los Estados Unidos y solo tuve las aglomeraciones.
Para él era
doloroso recordar, y lamenté haber mencionado el tema.
Siguió
hablando, sentado en el heno, atravesándome con la mirada como si yo
fuera transparente.
- Quería
decirles: Por amor de Dios, si tanto anheláis la libertad y la dicha, ¿
cómo no os dais cuenta de que nada de eso esta fuera de vosotros ? ¡
Decid que lo tenéis y lo tendréis ! ¡ Comportáos como si fuera vuestro y
lo será ! ¿ Es que acaso es tan difícil, Richard ? Pero la mayoría ni
siquiera me escuchaban. Milagros... Así como la gente acude a las
carreras de coches para presenciar los accidentes, así también acudía a
mí para presenciar milagros. Al principio te defrauda, y al cabo de
algún tiempo simplemente te aburre. No entiendo como pudieron soportarlo
los otros Mesías.
- Cuando lo
planteas en esos términos, pierde un poco de su encanto - respondí.
Ajusté la última tuerca y guardé las herramientas -. ¿ A dónde iremos
hoy ?
Fuimos hasta
mi carlinga y en lugar de fregar el parabrisas, Don hizo un pase con la
mano y los insectos que estaban pegados cobraron vida y se alejaron
volando. Su propio parabrisas nunca necesitaba limpieza, claro está, y
ahora sabía que su motor jamás necesitaría mantenimiento.
- No lo sé -
respondió -. No sé a dónde vamos.
- ¿ Qué
significa eso ? Tu conoces el pasado y el futuro de todo. ¡ Sabes
exactamente a dónde vamos !
Suspiró.
- Sí. Pero
procuro no pensar en ello.
Durante un
rato, mientras me ocupaba de los cilindros me pude a pensar : Caray,
bastará que me quede al lado de este hombre y no tendré problemas, no me
ocurrirá nada malo y todo saldrá a las mil maravillas. Pero la forma en
que lo dijo - "Procuro no pensar en ello"- me tajo a la memoria la
suerte que habían corrido los otros Mesías enviados a este mundo. El
sentido común ,e ordenó enfilar hacia el sur inmediatamente después del
despegue y alejarme de él todo lo que pudiera.
Pero, como
dije, se siente uno muy solo cuando vuela sin compañía, como yo, y me
sentía contento de haberle conocido, de tener sencillamente un
interlocutor que sabía distinguir un alerón de un estabilizador
vertical.
Debería haber enfilado hacia el sur. Pero después del
despegue me quedé con él y volamos rumbo al norte y el este,
hacia ese futuro en el que Don procuraba no pensar.
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