Este es el primer código moral no religioso basado completamente en el sentido común. Fue escrito por Ronald Hubbard como una obra individual y no es parte de ninguna doctrina religiosa.
Encontrarás en estos capítulos, breves y muy amenos, palabras para ayudarte a crecer expuestas de la forma en que Ronald Hubbard sabe hacerlo.
L. Ronald Hubbard es
el fundador de Scientology.
Describió su filosofía en más de
5.000 escritos, lo que incluye
decenas de libros, y 3.000
conferencias grabadas en cinta.
Quienes emplean regularmente sus
enseñanzas para mejorarse a sí
mismos y ayudar a sus semejantes
provienen de todos los ámbitos
de la vida, y se han establecido
misiones e iglesias de
Scientology en los cinco
continentes.
La aclamación universal por
este hombre, (lo cual incluye
miles de premios y
reconocimientos de individuos y
grupos, y la popularidad sin
precedente de sus obras entre
personas de todas las
profesiones) no es sino un
indicador de la efectividad de
su tecnología. Lo más importante
es que hay millones de personas
en todo el mundo que consideran
que no tienen un amigo mejor.
Aunque por mucho tiempo se
le elogió como escritor,
novelista y explorador, lo que
inicialmente centró la atención
del mundo en L. Ronald
Hubbard fue la
publicación de
Dianética: La ciencia moderna
de la salud mental
(editado en España en la
actualidad como Dianética: El
poder del pensamiento sobre el
cuerpo) en 1950. Este libro,
que marcó un punto decisivo en
la historia, proporcionaba el
primer enfoque funcional para
resolver los problemas de la
mente, la primera esperanza de
que se podía hacer algo acerca
de las causas del comportamiento
irracional (la guerra, el crimen
y la demencia). Dianética es
algo que cualquiera puede usar
para su propio mejoramiento y el
de sus semejantes.
De aquí que, cuando se publicó
el libro, el profesor de
Ciencias Políticas de la
Universidad de Amherst
(universidad privada en el
estado de Massachusetts, en EE.
UU.), Dr. Frederick L. Schuman
declaró en el New York Times:
“La historia se ha convertido en
una carrera entre Dianética y la
catástrofe. Dianética triunfará,
si suficiente gente es desafiada
para comprenderla a tiempo”.
1930 - 1931
La exploración de los enigmas de la existencia
Los años universitarios
Al
regresar
a
Estados
Unidos
en el
otoño de
1929,
Ronald
reanudó
su
educación
formal.
Después
de
asistir
a la
Escuela
Preparatoria
privada
de
Swavely
en
Manassas,
Virginia,
se
graduó
en la
Escuela
para
Varones
de
Woodward
en
Washington,
D. C.
Además de estudiar en uno de los primeros programas de física nuclear de Estados Unidos en la Universidad George Washington, Ronald escribió para The University Hatchet, escribió dramas para la radio, interpretó baladas e hizo reportajes para el Washington Herald.
Se
inscribió
en la
Universidad
George
Washington
donde
probablemente
debió
estudiar
etnología,
ya que
era un
experto
en
muchas
culturas
diferentes:
desde
los
pigmeos
de
Filipinas
a los
chamanes
kayan de
Borneo,
hasta
los
chamorros
de Guam.
Pero, en
lugar de
eso, el
destino
y su
padre lo
pusieron,
por
fortuna,
en
matemáticas
e
ingeniería.
Con su
conocimiento
de
tantas
culturas
y su
creciente
conciencia
acerca
de la
condición
humana,
sus
antecedentes
en
ingeniería
y
matemáticas
le
servirían
para
resolver
los
enigmas
de la
existencia
y el
potencial
espiritual
del
hombre
con un
enfoque
científico.
Se
inscribió
en uno
de los
primeros
cursos
de
física
nuclear
que se
enseñaron
en
Estados
Unidos,
sustentando
la
teoría
de que
era
posible
que el
mundo de
las
partículas
subatómicas
aportara
una
pista
para el
proceso
del
pensamiento
humano.
Además,
estaba
preocupado
por la
seguridad
del
mundo, y
se daba
cuenta
de que
si el
hombre
iba a
manejar
el átomo
con
cordura
para
obtener
el
máximo
beneficio,
tendría
que
aprender
primero
a
manejarse
a sí
mismo.
Su meta,
entonces,
era
sintetizar
y poner
a prueba
todo el
conocimiento
de lo
que era
observable,
de lo
que era
funcional,
y de
todo lo
que
podría
ayudar,
en
verdad,
a
solucionar
los
problemas
del
hombre.
Con ese
fin, se
dispuso
a
determinar
con
precisión
cómo
funcionaba
la
mente.
En
uno de
sus
experimentos
iniciales
sobre el
tema,
empleó
un
aparato
para
medir
las
ondas de
sonido
llamado
fotómetro
de
Koenig.
Dos
estudiantes
leyeron
poesía
frente
al
aparato
en dos
idiomas
muy
diferentes:
japonés
e
inglés.
Encontró
que el
aparato
identificaba
el habla
como
poesía
sin
importar
el
lenguaje.
Cuando
se leyó
un haikú
en
japonés
original,
las
longitudes
de onda
producidas
por el
fotómetro
de
Koenig
eran las
mismas
que
aquellas
producidas
cuando
se leía
el verso
inglés.
A
partir
de esto,
concluyó
que
había
evidencia
científica
de que
la gente
no era
tan
diferente
como le
habían
hecho
creer,
que en
realidad
había un
punto de
enlace y
que
todas
las
mentes,
en
realidad,
respondían
en forma
idéntica
al mismo
estímulo.
Ronald
llevó
estos
descubrimientos
al
departamento
de
psicología,
pues
razonó
que
aquellos
a
quienes
se les
pagaba
por su
conocimiento
acerca
de la
mente
podrían
contestar
mejor
las
preguntas
que
surgían
de sus
experimentos.
Más que
respuestas,
sin
embargo,
encontró
que los
psicólogos
de la
Universidad
George
Washington
no sólo
no
tenían
comprensión
ni
entendimiento
de los
resultados,
sino
que, más
importante
todavía,
ni
siquiera
se
interesaban
en tales
asuntos.
Completamente
atónito,
pronto
llegó a
darse
cuenta
de que
nadie
sabía
cómo
funcionaba
la
mente;
además,
nadie en
el campo
de la
psicología
o de la
psiquiatría
tenía
interés
en
averiguarlo.
No
solamente
no había
respuestas
en
Oriente,
no se
podía
encontrar
ninguna
en
ningún
centro
de
cultura
de
Occidente.
“Para
ser
terminante”,
escribió,
“era muy
obvio
que
estaba
tratando
y
viviendo
con una
cultura
que
sabía
menos
acerca
de la
mente
que la
tribu
más
primitiva
con la
que
hubiera
estado
en
contacto
antes.
Al saber
también
que la
gente en
Oriente
no era
capaz de
llegar a
los
enigmas
de la
mente,
en forma
tan
profunda
y
predecible
como yo
hubiera
esperado,
supe que
tendría
que
investigar
mucho”.
1932 - 1938
Investigación y revelaciones
Expediciones y fama literaria
L.
Ronald
Hubbard
dejó la
universidad
en lo
más
intenso
de la
Depresión;
al
decidir
que el
estudio
formal
no tenía
nada más
que
ofrecer,
llevó de
nuevo su
búsqueda
al mundo
para
aprender
acerca
de la
vida.
Sobre
este
período
dijo:
“Mis
escritos
financiaron
la
investigación
y esto
incluyó
expediciones
que se
condujeron
para
investigar
pueblos
primitivos
con el
fin de
ver si
podía
encontrar
un
factor
común de
la
existencia,
que
fuera
funcional”.
Dirigió
dos
expediciones:
la
Expedición
Cinematográfica
del
Caribe,
que duró
dos
meses y
medio y
fue un
viaje de
9.200
kilómetros
a bordo
de la
goleta
de
cuatro
mástiles
Doris
Hamlin,
y la
Expedición
Mineralógica
de las
Indias
Occidentales,
que
completó
el
primer
estudio
mineralógico
de la
isla de
Puerto
Rico
bajo el
dominio
de
Estados
Unidos.
A su
regreso
a
Estados
Unidos,
y con
escasas
subvenciones
científicas,
comenzó
su
camino
como
escritor
hacia la
fama y
la
fortuna;
esto
mantuvo
su
investigación
y lo
convirtió
en uno
de los
escritores
más
populares
de la
década
de 1930.
El
editor
de la
revista
Thrilling
Adventures
(Aventuras
apasionantes),
una de
las más
de 30
publicaciones
en que
aparecían
sus
titulares,
escribió
en
octubre
de 1934:
“L.
Ronald
Hubbard
no
necesita
presentación.
Por las
cartas
que
ustedes
envían,
sus
historias
se
encuentran
entre
las más
populares
que
hemos
publicado.
Algunos
de
ustedes
se
habrán
preguntado
cómo
consigue
ese
colorido
espléndido
que
siempre
caracteriza
sus
relatos
de
lugares
lejanos.
La
respuesta
es: él
ha
estado
ahí,
amigos;
ha
estado,
ha visto
y ha
hecho, y
no se ha
quedado
corto en
ninguno
de estos
tres
aspectos”.
“De alguna forma Ronald sabía cosas que no se esperaba que alguien de 25 años supiera: cómo pensaba el hombre, qué había en su corazón y las metas por las que luchaba. Y sabía cuándo era hora de aceptar una paliza si iba a ganar al final”.
Richard Kyle, editor de la revista Argosy
Mientras
escribía
relatos
para sus
editores
de Nueva
York y
guiones
cinematográficos
para
Hollywood
como
El
Secreto
de la
Isla del
Tesoro,
nunca
detuvo
sus
investigaciones
vitales
sobre el
hombre.
L.
Ronald
Hubbard
buscaba
un
principio
que le
condujera
a la
unificación
del
conocimiento
y
explicara
el
significado
de la
existencia,
algo que
otros
filósofos
se
habían
propuesto
encontrar
en el
pasado y
en lo
que
habían
tenido
diversos
grados
de
éxito.
De
hecho,
muchos
filósofos
de
Occidente
habían
descartado
la idea
de que
los
diversos
pueblos
tuvieran
algo en
común y
ni
siquiera
continuaban
haciendo
preguntas
acerca
de la
fuerza
de la
vida o
la
esencia
de la
vida. El
hombre
se había
convertido
simplemente
en otro
animal,
sólo
carne y
huesos.
Sin
embargo,
el Sr.
Hubbard
vio al
hombre
desde
otro
punto de
vista
muy
diferente.
Aunque
aún no
sabía
cómo
llamarla,
creyó
cierto
que la
vida era
algo más
que una
serie de
reacciones
químicas
y que
algún
tipo de
impulso
inteligente
existía
bajo
nuestras
acciones.
Después
de
organizar
el
tremendo
cuerpo
de datos
que
había
adquirido
en sus
viajes,
investigaciones
y
experimentos,
se
embarcó
en una
nueva
trayectoria
experimental,
en esta
ocasión
para
determinar
cómo
funcionaban
las
células.
A
principios
de 1938
y
llevando
a cabo
una
elaborada
serie de
experimentos,
hizo un
descubrimiento
de gran
magnitud:
aisló el
factor
común de
la
existencia:
SOBREVIVIR.
Que
el
hombre
sobrevivía
no era
una idea
nueva.
Que este
era el
único
factor
común
básico
de la
existencia,
sí lo
era.
La
teoría
predominante
de la
época
sostenía
que la
vida era
simplemente
una
reacción
en
cadena
fortuita
en un
mar de
amoniaco.
Sus
hallazgos
se
compilaron
en el
manuscrito
filosófico
Excalibur,
escrito
durante
las
primeras
semanas
de 1938
donde
refutaba
esta
creencia
materialista
y
formaba
las
bases
para su
obra
posterior.
Al
recordar
su
trabajo
en este,
el
primero
de sus
muchos
manuscritos
sobre el
tema de
la vida,
apuntó:
“Comencé
a
trabajar
con
ahínco
en ese
secreto
y cuando
había
escrito
diez mil
palabras,
entonces
comprendí
incluso
con más
claridad.
Destruí
las diez
mil y
empecé a
escribir
otra
vez”.
La
respuesta
de
quienes
leyeron
este
manuscrito
fue
impresionante,
y no
pocos
editores
intentaron
con
ansiedad
publicarlo.
Él se
negó.
“Excalibur
no
contenía
terapia
de
ninguna
clase,
era una
simple
exposición
de la
composición
de la
vida.
Decidí
ir más
adelante”,
añadió.
1945 - 1949
El desarrollo de una ciencia de la mente
En 1945, el Sr.
Hubbard fue internado en
el Hospital Naval de Oak
Knoll en Oakland,
California, al quedar
parcialmente ciego y con
los nervios ópticos
dañados e incapacitado
por lesiones en la
cadera y en la espalda.
Entre los 5.000
pacientes navales y de
Infantería de Marina en
Oak Knoll había cientos
de ex prisioneros
americanos liberados de
los campos japoneses de
las islas del Pacífico
Sur. Muchos estaban en
una condición terrible
por inanición y otras
causas, incapaces de
asimilar proteínas.
En un intento por
resolver este problema,
los médicos de la Marina
les administraban
testosterona, la hormona
masculina. Este
tratamiento médico, sin
embargo, no lograba
resultados efectivos en
todos los pacientes y el
Sr. Hubbard aprovechó la
oportunidad no sólo para
ayudar a sus compañeros
de servicio, sino para
probar, en la práctica,
una teoría que había
desarrollado.
“Todo lo que trataba de establecer”, escribió, “era si la mente controlaba al
cuerpo o si el cuerpo
controlaba la mente. Por
lo tanto, si en algunos
de estos pacientes las
hormonas no funcionaban
y en algunos de ellos lo
hacían, podría haber una
razón mental. Si
aquellos pacientes en
los que no funcionaban
tuvieran un bloqueo
mental grave, entonces
era obvio que sin
importar la cantidad de
hormonas o tratamiento
médico que cualquier
persona recibiera, no se
pondría bien. Si la
mente fuera capaz de
imponer tanta
restricción sobre el
cuerpo físico,
obviamente el hecho, que
comúnmente era
considerado verdad, de
que la estructura
regulaba la función,
sería falso. Me propuse
probar esto... No estaba
interesado en
endocrinología sino en
resolver si la función
controlaba a la
estructura o si la
estructura controlaba a
la función”.
Caso tras caso,
encontró que al utilizar
las técnicas que había
desarrollado, pacientes
que previamente no
respondían, mejoraban de
inmediato con el
tratamiento médico una
vez que se eliminaban
los bloqueos mentales.
De hecho, la función
controlaba a la
estructura. Como el Sr.
Hubbard observó en ese
momento: “El pensamiento
es el que manda”.
Este fue un concepto
revolucionario,
contrario a las
concepciones equivocadas
que habían plagado la
filosofía oriental y la
ciencia durante siglos.
Cuando se restableció
la paz al final de la
guerra, el Sr. Hubbard
inició inmediatamente
pruebas posteriores
sobre lo funcional de
sus asombrosos
descubrimientos. Esta
fue una investigación
intensiva. Seleccionó
como sujetos a personas
de todas partes: de
Hollywood, donde trabajó
con actores y
escritores; de Savannah,
Georgia, donde ayudó a
pacientes de un hospital
para enfermos mentales
profundamente
perturbados y de
Washington, D. C., de la
ciudad de Nueva York, de
Nueva Jersey, Pasadena,
Los Ángeles y Seattle.
En total, antes de 1950,
había ayudado
personalmente a más de
cuatrocientas personas,
con resultados
espectaculares. Usó los
mismos procedimientos
para curar las lesiones
y heridas que él había
recibido, y en 1949
recuperó la salud por
completo.
Al volver a
Washington, D. C., el
Sr. Hubbard compiló sus
dieciséis años de
investigación sobre la
condición humana,
escribiendo el
manuscrito Dianética:
La tesis original
(publicado en la
actualidad bajo el
título Las dinámicas
de la vida), un
ensayo que describía los
principios que usaba. No
lo ofreció para que se
publicara; dio una copia
o dos a algunos de sus
amigos, quienes le
hicieron copias
rápidamente y lo
enviaron a sus amigos,
quienes, a su vez, lo
copiaron y lo enviaron a
otros. De esta manera,
Dianética pasó de mano
en mano y llegó a ser
conocida en todo el
mundo. Corrió la voz de
que había hecho un
sorprendente
descubrimiento
revolucionario.
L. Ronald Hubbard
había encontrado la
fuente de la aberración
humana y había
desarrollado una técnica
funcional acerca de la
mente. Dianética había
nacido.
Poco después, se
encontró literalmente
inundado de cartas donde
le pedían más
información sobre la
aplicación de sus
notables
descubrimientos. Con la
esperanza de ponerlos a
la disposición del
público en general, y
debido a la insistencia
de los que estaban
trabajando con él en
aquel entonces, ofreció
sus descubrimientos a la
Asociación Médica
Americana y a la
Asociación Psiquiátrica
Americana. La respuesta
fue de lo más
instructivo. Las
instituciones de salud
no sólo afirmaban no
tener interés en su
obra, sino que se
rehusaban a siquiera
examinar sus resultados.
1950
El libro que inició un movimiento:
Dianética: El poder del pensamiento sobre el cuerpo
Los
amigos y
asociados
de L.
Ronald
Hubbard
estaban
horrorizados
con las
respuestas
de los
defensores
de la
salud.
Por un
lado,
había
cientos
de
historias
de caso
con
testimonios
entusiastas
de
aquellos
que
habían
estudiado
y usado
Dianética
y miles
de
cartas
de gente
que
quería
saber
más. Por
otro
lado,
había
unos
cuantos
“expertos”
que
habían
recurrido
a 220
voltios
de
corriente
eléctrica
para
curar
los
problemas
de la
mente,
que
nunca
habían
estudiado
el tema
de
Dianética,
pero que
a pesar
de todo,
no lo
querían.
Y así
se tomó
la
decisión.
L.
Ronald
Hubbard
iría
directamente
al
público
con un
manual,
detallando
sus
descubrimientos
y las
técnicas
que
había
desarrollado.
Nunca
antes
había
existido
un texto
semejante
acerca
de la
mente,
una obra
escrita
expresamente
para el
hombre
de la
calle.
“Va a
aparecer
algo
nuevo en
abril
que se
llama
Dianética”,
escribió
el
columnista
nacional
Walter
Winchell
el 31 de
enero de
1950.
“Una
nueva
ciencia
que
funciona
con la
invariabilidad
de la
ciencia
física
en el
campo de
la mente
humana.
Por
todos
los
indicios,
demostrará
ser tan
revolucionaria
para la
humanidad
como el
primer
descubrimiento
y
utilización
del
fuego
por el
hombre
de las
cavernas”.
La
predicción
de
Winchell
resultó
ser
correcta.
Dianética:
El poder
del
pensamiento
sobre el
cuerpo
se
publicó
el 9 de
mayo de
1950. La
respuesta
fue
instantánea
y
abrumadora.
Casi de
la noche
a la
mañana
el libro
se
convirtió
en un
best-séller
y al
editor
le
llegaron
nada
menos
que
25.000
cartas y
telegramas
de
felicitación,
que
llegaban
a
raudales
a la
editorial
no sólo
de
Estados
Unidos,
sino
también
de
Canadá,
el Reino
Unido,
Francia,
Alemania,
Italia y
Japón.
El libro
llegó
a la
lista de
best-séllers
del New
York
Times,
donde
permaneció
semana
tras
semana,
mes tras
mes.
Dianética
entonces
se
publicó
en el
extranjero:
primero
en el
Reino
Unido e
Italia,
para
siempre
cambiando
la vida
de L.
Ronald
Hubbard
y, como
veremos,
la vida
de
millones
de
personas.
La
publicación
de
Dianética:
El poder
del
pensamiento
sobre el
cuerpo
marcó el
comienzo
de una
nueva
era de
esperanza
para la
humanidad,
y con
ello una
nueva
fase en
la vida
de L.
Ronald
Hubbard.
El
primer
indicio
de que
iba a
ser una
figura
pública
llegó
inmediatamente
después
de la
publicación
de
Dianética.
Aunque
el Sr.
Hubbard
ya tenía
planeada
otra
expedición
después
de
terminar
su
libro,
fue tan
grande
la
respuesta
popular
a su
obra que
tuvo que
cambiar
esos
planes.
Así, en
vez de
explorar
las
islas
cercanas
a
Grecia,
pronto
se
encontró
dando
conferencias
sobre
Dianética
en salas
llenas
de gente
por toda
la
nación.
Fue
también
entonces
cuando
se formó
en
Elizabeth,
Nueva
Jersey,
la
primera
Fundación
Hubbard
de
Investigación
de
Dianética
y la
gente
empezó a
llegar
en
tropel
desde
Norte y
Sudamérica
y Europa
para
estudiar
las
nuevas
técnicas
y
descubrir
más
acerca
del
tema.
1945 - 1949
El desarrollo de una ciencia de la mente
En
1945, el
Sr.
Hubbard
fue
internado
en el
Hospital
Naval de
Oak
Knoll en
Oakland,
California,
al
quedar
parcialmente
ciego y
con los
nervios
ópticos
dañados
e
incapacitado
por
lesiones
en la
cadera y
en la
espalda.
Entre
los
5.000
pacientes
navales
y de
Infantería
de
Marina
en Oak
Knoll
había
cientos
de ex
prisioneros
americanos
liberados
de los
campos
japoneses
de las
islas
del
Pacífico
Sur.
Muchos
estaban
en una
condición
terrible
por
inanición
y otras
causas,
incapaces
de
asimilar
proteínas.
En un
intento
por
resolver
este
problema,
los
médicos
de la
Marina
les
administraban
testosterona,
la
hormona
masculina.
Este
tratamiento
médico,
sin
embargo,
no
lograba
resultados
efectivos
en todos
los
pacientes
y el Sr.
Hubbard
aprovechó
la
oportunidad
no sólo
para
ayudar a
sus
compañeros
de
servicio,
sino
para
probar,
en la
práctica,
una
teoría
que
había
desarrollado.
“Todo lo que trataba de establecer”, escribió, “era si la mente controlaba al
cuerpo o
si el
cuerpo
controlaba
la
mente.
Por lo
tanto,
si en
algunos
de estos
pacientes
las
hormonas
no
funcionaban
y en
algunos
de ellos
lo
hacían,
podría
haber
una
razón
mental.
Si
aquellos
pacientes
en los
que no
funcionaban
tuvieran
un
bloqueo
mental
grave,
entonces
era
obvio
que sin
importar
la
cantidad
de
hormonas
o
tratamiento
médico
que
cualquier
persona
recibiera,
no se
pondría
bien. Si
la mente
fuera
capaz de
imponer
tanta
restricción
sobre el
cuerpo
físico,
obviamente
el
hecho,
que
comúnmente
era
considerado
verdad,
de que
la
estructura
regulaba
la
función,
sería
falso.
Me
propuse
probar
esto...
No
estaba
interesado
en
endocrinología
sino en
resolver
si la
función
controlaba
a la
estructura
o si la
estructura
controlaba
a la
función”.
Caso
tras
caso,
encontró
que al
utilizar
las
técnicas
que
había
desarrollado,
pacientes
que
previamente
no
respondían,
mejoraban
de
inmediato
con el
tratamiento
médico
una vez
que se
eliminaban
los
bloqueos
mentales.
De
hecho,
la
función
controlaba
a la
estructura.
Como el
Sr.
Hubbard
observó
en ese
momento:
“El
pensamiento
es el
que
manda”.
Este
fue un
concepto
revolucionario,
contrario
a las
concepciones
equivocadas
que
habían
plagado
la
filosofía
oriental
y la
ciencia
durante
siglos.
Cuando
se
restableció
la paz
al final
de la
guerra,
el Sr.
Hubbard
inició
inmediatamente
pruebas
posteriores
sobre lo
funcional
de sus
asombrosos
descubrimientos.
Esta fue
una
investigación
intensiva.
Seleccionó
como
sujetos
a
personas
de todas
partes:
de
Hollywood,
donde
trabajó
con
actores
y
escritores;
de
Savannah,
Georgia,
donde
ayudó a
pacientes
de un
hospital
para
enfermos
mentales
profundamente
perturbados
y de
Washington,
D. C.,
de la
ciudad
de Nueva
York, de
Nueva
Jersey,
Pasadena,
Los
Ángeles
y
Seattle.
En
total,
antes de
1950,
había
ayudado
personalmente
a más de
cuatrocientas
personas,
con
resultados
espectaculares.
Usó los
mismos
procedimientos
para
curar
las
lesiones
y
heridas
que él
había
recibido,
y en
1949
recuperó
la salud
por
completo.
Al
volver a
Washington,
D. C.,
el Sr.
Hubbard
compiló
sus
dieciséis
años de
investigación
sobre la
condición
humana,
escribiendo
el
manuscrito
Dianética:
La tesis
original
(publicado
en la
actualidad
bajo el
título
Las
dinámicas
de la
vida),
un
ensayo
que
describía
los
principios
que
usaba.
No lo
ofreció
para que
se
publicara;
dio una
copia o
dos a
algunos
de sus
amigos,
quienes
le
hicieron
copias
rápidamente
y lo
enviaron
a sus
amigos,
quienes,
a su
vez, lo
copiaron
y lo
enviaron
a otros.
De esta
manera,
Dianética
pasó de
mano en
mano y
llegó a
ser
conocida
en todo
el
mundo.
Corrió
la voz
de que
había
hecho un
sorprendente
descubrimiento
revolucionario.
L.
Ronald
Hubbard
había
encontrado
la
fuente
de la
aberración
humana y
había
desarrollado
una
técnica
funcional
acerca
de la
mente.
Dianética
había
nacido.
Poco
después,
se
encontró
literalmente
inundado
de
cartas
donde le
pedían
más
información
sobre la
aplicación
de sus
notables
descubrimientos.
Con la
esperanza
de
ponerlos
a la
disposición
del
público
en
general,
y debido
a la
insistencia
de los
que
estaban
trabajando
con él
en aquel
entonces,
ofreció
sus
descubrimientos
a la
Asociación
Médica
Americana
y a la
Asociación
Psiquiátrica
Americana.
La
respuesta
fue de
lo más
instructivo.
Las
instituciones
de salud
no sólo
afirmaban
no tener
interés
en su
obra,
sino que
se
rehusaban
a
siquiera
examinar
sus
resultados.
L. Ronald
Hubbard, previendo ya en
1950 hacia dónde se dirigía
este mundo, escribió: “El
hombre puede recuperar para
sí mismo algo de la
felicidad, de la sinceridad,
del amor y de la bondad con
que fue creado”. Y pasó a
proporcionarnos las
soluciones. Ve los detalles
en este sitio de web.
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“Tenemos las respuestas
al sufrimiento del hombre”,
declaró muy verazmente L.
Ronald Hubbard, “y están
disponibles para
cualquiera”.
En particular, L. Ronald
Hubbard habló de la manera
de reemplazar la
intolerancia con bondad, la
criminalidad con decencia,
la degradación con dignidad
y honor. En resumen, L.
Ronald Hubbard dijo que todo
eso es posible con sus
herramientas para la ética
personal y su código moral
no religioso, El camino a la
felicidad, y de esa forma,
todo con lo que se
identificaba el mismo L.
Ronald Hubbard, como el
filántropo más destacado de
este siglo.