Cuando Jhasua entró en
sus 19 años, algo muy interno, cambió en él.
Pienso que para conocer
a fondo su gran personalidad, es necesario estudiarlo, al par que en su
vida externa, también en su mundo interno. Y para esto nos servirá de
espejo que lo refleja muy claramente, un diario que al entrar en
sus 19 años, sintió la necesidad de llevar minuciosamente.
La separación de Nebai,
la dulce y discreta confidente dé sus primeros años de joven, lo dejó
como sumergido en una gran soledad de espíritu. Jhosuelín y el tío Jaime
se hallaban en Nazareth ayudando a Joseph al frente de su taller de
carpintería, que cada vez se engrandecía y complicaba por el aumento de
obras y de operarios.
Sus maestros Esenios,
buscaban también de dejarle más tiempo consigo mismo, para que su
espíritu pesara bien las responsabilidades que tenía sobre sí, y más que
nada para que entregado más de lleno a sus propios pensamientos, se
orientase hacia su verdadero camino.
—Jhasua —le dijeron un
día—. Te hemos enseñado cuanto sabemos en la ciencia dé Dios y de las
almas. Creemos llegado el momento de que por ti mismo pongas en práctica
cuanto has aprendido, y que seas juez de ti mismo en lo que concierne a
tus facultades superiores y a todos los actos de tu vida.
— ¿Entonces me
abandonáis? —les preguntó alarmado.
—No hijo mío —le
contestó Tholemi, que era el de más edad de los diez instructores—. Nos
tienes a tu disposición ahora y mañana, y siempre. Pero así como la
madre, cuando es hora de que su niño sepa andar solo, no le lleva en
brazos, sino que le deja en tierra y, le impulsa a andar, así hacemos
tus maestros contigo, hijo mío, que has llegado antes que otros, no sólo
a andar en tierra sino a volar como esas águilas que en los días de
hermoso sol se remontan hasta perderse en el inmenso azul.
"Ahora ya eres libre de
estudiar lo que quieras, de hacer concentraciones, transportes,
desdoblamientos de tu Yo íntimo, irradiaciones de fuerza magnética a
distancia, o en presencia, sobre los seres, o los elementos según tu
criterio lo vea razonable y justo. Eso sí, en cualquier duda o tropiezo,
ya sabes lo que hacemos todos: en la concentración mental de la noche y
todos en conjunto hacemos una hora de consulta y comentarios. Hazte de
cuenta que eres unos de nosotros, el más joven en edad física, es
verdad, pero el más anciano como espíritu.
—Con esto me queréis
decir —dijo Jhasua— que ya me consideráis un hombre que en las cosas del
alma debe gobernarse solo.
— ¿Solo has dicho? No hijo mío —respondió
el Servidor—. Un Esenio nunca está solo puesto que camina guiado por la
Ley. En su vivo resplandor están todos nuestros grandes Maestros:
Isaías, Elías, Elíseo, Ezequiel,
Jeremías, Miqueas Daniel
y tantos otros que tú conoces y has leído como yo Y como nuestra Ley nos
enseña la forma de evocarles y recibir sus mensajes cuando es necesario,
el Esenio debe tener el convencimiento de que jamás está solo.
De esta conversación
tenida con sus Maestros, surgió en Jhasua la idea de llevar un diario
en su carpetita de bolsillo. Para sentirse menos solo, allí
escribiría día por día sus impresiones, sus luchas, sus ansiedades y
anhelos más íntimos.
Su diario comenzaba así:
"¡Señor Dios de los
grandes y de los pequeños! Los hombres me dejan solo porque juzgan que
soy ya un árbol fuerte que puedo afrontar sin apoyo ni postes, las
sacudidas del vendaval".
"Para Ti Señor soy
siempre el niño que comienza a andar".
"¡Padre mío que estás en
los cielos y en cuanto vibra en tu creación universal... que estás
dentro de mí mismo!. ¡Tu no me dejes en soledad como las criaturas me
dejan, porque Tú sabes lo que ellas olvidan: que mi corazón de hombre es
de carne, y necesita el calor de los afectos de familia, la ternura de
la amistad, la dulzura inefable de los amores puros y santos!
"¡Tú sabes Padre mío
cómo soy, cómo estoy formado con esencia tuya, con fibras tuyas, con
átomos tuyos!... ¡Y mi alma, burbuja de tu eterna luz, encerrada está en
una materia densa que camina por la tierra donde hay zarzales que se
prenden al vestido, y lodo que mancha los pies!...
"¡Padre mío eterno!
¡Amor mío infinito! ¡Luz mía inextinguible! ¡Verdad mía Suprema!...
Llena Tú mis vacíos insondables y que desborden tus manantiales en mí
en forma que lo tenga todo sin tener nada! ¡Que tu plenitud soberana
baste para todas mis ansiedades!
Otro día escribía:
"Hoy comencé mis
ejercicios de telepatía con José de Arimathea. Al transmitirle mi
pensamiento poniéndome en contacto con él, he sentido una vibración de
dolor, casi de angustia. Me pareció que debía tener uno de sus
familiares enfermo de gravedad. Luego me convencí que era así en
realidad.
"Me concentré hondamente
y después de un gran esfuerzo, pude transportarme espiritualmente a su
lado. Le encontré solo al lado del lecho de su única hijita mujer
atacada de fiebre infecciosa. Cuando yo irradiaba sobre ella fuerza
magnética, él pensó en mí con tanta intensidad que mi alma se conmovió
profundamente. Creo que la niña está salvada de la muerte.
"¡Padre mío que estás en
tus cielos y dentro de mí! Te doy gracias porque no me dejaste solo! Tú
estabas en mí cuando yo decía a la niña: "quiero que seas sana:
levántate".
"Sentado al borde de la
fuente donde tantas veces hablé y escuché a Nebai, le he transmitido mi
pensamiento a Ribla.
"He sentido una honda
vibración de tristeza y soledad.
"En la glorieta de las
glicinas la he visto con su madre que tocaba el laúd.
"He comprendido que aún
no me ve, pero que ha sentido la vibración de mi presencia espiritual,
porque vi correr dos lágrimas por su rostro que ocultó entre sus manos y
apoyó la cabeza en el hombro de su madre.
"Le di tanto amor,
consuelo y esperanza, que se animó rápidamente y buscando su carpeta
escribió estas palabras:
"Hoy he sentido a Jhasua como si me
hablara diciéndome que me acompaña a distancia, y que en la primera
caravana me enviará una epístola.
"¡Oh Jhasua!... qué
bueno es tu pensamiento que así ahuyenta del alma la tristeza y
desaliento".
"Pronto podré comprobar
si esto es realidad. La caravana pasa por Ribla mañana domingo. A mitad
de semana estará frente al camino del Santuario. ¿Vendrá epístola de
Nebai que me hablará de esto? Esperemos.
"¡Gracias Padre mío
Eterno, por el don divino del pensamiento hecho a vuestras criaturas!
"¡Son las alas para
volar que les habéis dado, y que ellas no quieren o no saben usar!
Dos días después Jhasua
escribía en su carpeta:
"Ha llegado a mí como un
grito de angustia, el pensamiento de Nicolás de Damasco. Una
concentración mental profunda me ha dado la clave de este asunto. Aunque
quise transportarme espiritualmente a su residencia de Jerusalén, me vi
impedido de entrar.
"Siendo en su casa las
asambleas de la Escuela Secreta, presiento que ha sido descubierto por
un discípulo traidor, y los esbirros del Pontífice han invadido el
recinto y aprisionado a algunos.
"Se empeñan en hablar de
la aparición del Mesías en esta tierra y el Sanhedrín que vive temeroso
de que la luz rompa las tinieblas que ocultan su vida delictuosa, la
emprendan a sangre y fuego contra los que pueden servir de instrumento
de la verdad.
"Me inquieta sobremanera
el impedimento de penetrar espiritualmente en la residencia de Nicolás.
Una fuerte intuición me dice que hay allí seres contrarios que forman
una espesa barrera de odios que no puedo romper, sin exponerme a un
trastorno nervioso o mental que a nada conduciría.
"¡Padre mío justo y
bueno!... Fortalece a tus elegidos para que ensanchen como el mar su
corazón, y perdonen a los perjuros, a los traidores, a los ingratos, que
habiéndolo recibido todo de tus santos, les traicionan, les olvidan, les
arrastran por el polvo para engrandecerse y gozar junto al dolor y el
llanto de quienes les dieron vida, luz, ternura y calor!
Al siguiente día
continuaba de este modo:
"Mi bueno y querido
Nicodemus me ha visitado en mi concentración espiritual de esta noche.
"De su mensaje mental
extraigo este resumen: "Nuestra Escuela de Jerusalén ha sido
descubierta, porque un joven Levita ha caído víctima de la sugestión
que ejerce el deseo de grandeza en ciertos seres.
"El Consejo de
Vigilancia del Sanhedrín, ha ofrecido grandes prebendas en el Templo a
todo Levita que dé aviso de sitios de reuniones cabalistas, donde se
hable de revisión de los Libros de Moisés, o de la aparición del Mesías
Libertador de Israel.
"Nicolás como dueño de
casa ha sido llamado a responder al alto Tribunal.
"Esperan que saldrá bien
en sus respuestas y que habrá benevolencia con él, porque forma parte
de ese tribunal, el tío de Gamaliel y un amigo de José de Arimathea.
"— ¡Qué oscuro enigma es
el alma del hombre!... pienso mientras voy anotando los mensajes
mentales de los que me son queridos y me aman.
"—Todo Israel, desde el solio pontificio
hasta el más infeliz leñador, vibra en un anhelo conjunto por el Mesías
Libertador, promesa de siglos hecha a los hebreos por sus guías y
protectores.
"Y los poderosos
magnates sienten una inquieta alarma cuando en medio del pueblo se
forman agrupaciones preparatorias para la llegada del Mesías. ¿Por
qué?... ¿qué temen?
"Todo el bien que él
traiga como Hijo de Dios, como Enviado Divino, será común para todos.
Será como la llegada del hijo del Rey, que le envía a su pueblo para
aliviar sus fatigas y cansancios, y brindarle con el festín eterno del
amor. ¿Cabe aquí el temor, la alarma, la inquietud?
"Deshojando como flores
mentales estas reflexiones, voy caminando hacia atrás en el panorama de
mis recuerdos, como si desandará un camino que hice a mis 12 años. Vi a
Jerusalén. Vi el templo desde los pórticos hasta lo más apartado de los
fosos, hasta la puertecilla de escape, y el portalón de los carros y de
las bestias.
"El Templo de Jehová era
un mercado y un degolladero. La sangre de las bestias inmoladas corría
por un acueducto de mármol labrado en el pavimento, desde el altar de
los sacrificios hasta el pozo blanco de donde la extraían con cántaros
para condimentar manjares que deleitan en los festines de los magnates.
"En los patios
interiores, cuadras, caballerizas y hasta entre los árboles, los
traficantes y mercaderes, con ropas ensangrentadas y manos inmundas, se
arrebatan las carnes aún calientes, la grasa, las vísceras humeantes, y
entregan bolsas de plata y oro a los agentes sacerdotales encargados de
tan lucrativo comercio.
"¿No será esta
abominación inmunda, esta sacrílega profanación de la Casa de Dios, lo
que engendra inquietud á los príncipes del clero, cuando el pensamiento
del Mesías cruza como un meteoro por el horizonte nebuloso de su
raciocinio?
"¿No vendrá el Mesías
con los poderes de Moisés, y azotará de múltiples maneras a los
dirigentes de Israel, como al Faraón egipcio por la dureza de su
corazón?
"¿No acabará con la
inicua matanza de bestias como símbolo de una fe sangrienta, nutrida y
alimentada con el horrendo suplicio de inocentes animales?
"Me parece que todos
estos interrogantes golpean en las mentes sacerdotales y pontificiales,
y de ahí la inquietud y alarma cuando se comenta que el Mesías ha
llegado para poner todo en su debido lugar".
Más adelante estaba
escrito en' la carpeta de Jhasua:
"Hoy llegaron al
Santuario los Terapeutas que peregrinaban por el Sur. Vienen desde el
Santuario del Monte Quarantana, trayendo un cargamento de epístolas que
me dedican los amigos de aquellas regiones. ¡Tan amorosas, tan tiernas,
tan llenas de nobleza, que he dejado caer mi llanto sobre ellas!
"Jacobo y Bartolomé, los
muchachos de la cabaña de Andrés, porteros del Santuario, la madre
Bethsabé enamorada de sus nietecillos para, quienes me pide muchos besos
por el aire; mis tíos Elcana y Sara de Bethlehen donde nací, mis
primeros amigos de recién nacido, Alfeo, Josías y Eleazar que me relatan
las mil encrucijadas de sus vidas laboriosas y justas, la tía Lía de
Jerusalén temerosa por sus hijas casadas con José de Arimathea y
Nicodemus, pertenecientes a la Escuela Secreta de la Cabala,
recientemente descubierta por el Sanhedrín.
"¡Oh Padre mío que estás
en tus cielos infinitos, y que ves la zozobra de tus hijos indefensos,
y débiles ante la prepotencia de los poderosos!
"¿Necesitas acaso de que
yo te lo pida para remediarles? Tú lo sabes, lo ves y lo sientes todo,
porque todos somos como las hebras del cabello de tu cabellera de luz
que todo lo penetra y lo envuelve!
"Todos ellos viven en tu
amor, Padre mío eterno, y Tú vives en ellos porque son tuyos como lo soy
yo para toda la eternidad!
Y el alma pura y
luminosa de Jhasua, seguía vaciándose como un vaso de agua clara sobre
las páginas de su carpeta de bolsillo.
La mayor parte de los
trabajos que se hacían en los Santuarios Esenios, consistían en aumentar
las copias de toda escritura antigua para que pudiesen ser conocidas por
todos los afiliados a la Fraternidad Esenia.
También labores
manuales, como muebles y utensilios necesarios; el cultivo del huerto
que les proporcionaba gran parte de su alimentación.
Los Ancianos sabían muy
bien por avisos espirituales, que la vida de Jhasua sería breve sobre la
tierra, le era necesario aprovechar bien su tiempo en ampliar más sus
conocimientos superiores para que cuando llegase la hora de presentarse
a la humanidad como su Instructor, no le quedase nada sin saber. Y así,
sin darle explicaciones lo destinaron con preferencia a las copias, pues
que al hacerlo, iba bebiendo gota a gota la Divina Sabiduría que subió
a tan extraordinarias alturas en lejanas épocas, en que otras Escuelas
y Fraternidades habían cooperado con el Espíritu-Luz, a la marcha
evolutiva de la humanidad.
Sin descuidar esta
tarea, el joven Maestro encontró siempre tiempo para sus ejercicios
espirituales, en los cuales demostró una perseverancia invencible,
hacer tres concentraciones mentales diarias: A la salida del sol, al
ocaso y a la segunda hora de la noche, que es la que en nuestros
horarios equivale a las diez de la noche.
Eran éstas sus citas
espirituales de amor, de tierna amistad, de hermandad ideológica, que
servían de estímulo al amante corazón del Cristo encarnado.
Habiendo venido a la
tierra para amar hasta morir, sentía más hondamente que nadie, la
necesidad de amar y ser amado con esa noble lealtad de las almas justas,
para quienes es un delito grave la traición a la amistad, al amor, a la
unión de almas destinadas a caminar juntas en la vida a través de la
eternidad.
Continuemos, amigo
lector, leyendo en el corazón puro del Hombre-Luz, reflejado en las
breves escrituras de su carpetita de bolsillo.
Sentado al borde dé la
fuente en la cabaña de piedra, poco antes bulliciosa y alegre con las
risas de Nebai, Jhasua escuchaba embelesado el arrullo de las palomas,
sus aleteos bañándose en la fuente, y el gorjeo de los mirlos azules,
que se sentían dueños del huerto solitario.
Su mirada se posó en
algo que el vientecillo de la tarde agitaba entre un jazminero cercano,
y vio pendiente de él una cestilla de juncos de donde caía el delantal
azul de Nebai, olvidado sin duda por ella misma en sus correrías por el
huerto, cuando jugaba a la escondida con su gacela favorita.
El alma delicada y
sensitiva de Jhasua a los 19 años de vida física, encontró como un poema
mudo en aquellos objetos olvidados allí por su dueña, que hacía dos
semanas se encontraba ya en Ribla.
En su imaginación
ardiente y genial, se dibujó la imagen de la niña con su delantal azul y
su cestilla al brazo recogiendo jazmines y rosas para el altar hogareño,
donde según el uso esenio, se guardaba el libro de la Ley y los libros
de los Profetas.
Su espíritu se sumergió
profundamente en sí mismo, con esa facilidad maravillosa que tienen los
contemplativos por naturaleza y por hábito de hacerlo.
Y
pasada una hora, volvió a la realidad de ese momento y vació en su
Diario su sentir más íntimo y más tierno:
"Nebai —escribía
emocionado— tu cestilla de recoger flores y tu delantal azul, han sido
los hilos mágicos que esta tarde me han llevado hacia ti. Y te he visto,
dulce niña de mi adolescencia, no ya corriendo como entonces detrás de
tu gacela, sino tal como estás ahora, grave, meditativa, cantando versos
de Hornero acompañada por tu laúd.
"Cantabas el salmo en
que el poeta se queja, de que ninguna alma humana comprende el gemido de
su corazón en la soledad del destierro. ¡Oh Nebai!... ¡he comprendido
que tu alma lloraba en ese salmo como el poeta inmortal, de cuyo corazón
estás bebiendo tú, con avidez sedienta!
"Y al acercarme en
espíritu a ti te he oído decir: "¡Jhasua!... me siento en un destierro
porque he comprendido que para mí, la patria eres tú, el amigo
verdadero eres tú... el aire benéfico y el astro protector eres tú! ¡La
belleza de la fuente de las palomas, de los jazmineros en flor, de todo
aquel huerto que me parecía encantado, eras tú Jhasua que lo llenabas
todo con ese algo de cielo que tú tienes, y que no se encuentra en
ninguna parte sino en ti!
"Hice un esfuerzo
mental, y me sentí ayudado con fuerzas astrales y magnéticas, y mi
visión ante Nebai adquirió alguna densidad. Comprendí que llegó a verme
por un momento, porque soltó el laúd y abrió los brazos como para
abrazarse de algo que veía. La misma vibración fuerte de sus emociones
diluyó la visión, y ella comprendió que mi promesa empezaba a cumplirse
porque la oí decir:
"— ¡Gracias Jhasua por
tu primera visita! ¡Perdóname si había llegado a dudar de ti por la
tristeza de la larga espera! Creía que la pobre Nebai ausente, había
sido olvidada. Tú no olvidas Jhasua como los demás seres, porque eres
diferente de los demás.
"Nebai sólo tiene 15
años, demasiado pocos para pensar tan profundamente. Ya es capaz de
analizar la diferencia que hay de unos seres a otros. En 15 años no ha
podido conocer otras amistades. ¿Cómo sabe que soy yo diferente de los
demás seres? He ahí una prueba de que el alma viene desde muy lejos y
lleva andadas miles de jornadas en el eterno viaje. ¡Oh Nebai!...
pequeña Nebai, Nubia de los Kobdas, Esther dominadora de Asuero, Judit
vencedora de Holofernes... ¿qué serás en este y en los siglos
futuros?,...
"¡Dios te bendiga mujer
sublime, alma de luz y de fuego que en esta hora te has cruzado en mi
camino como una alondra blanca, para cantarme la estrofa inmortal del
amor, que vibra en los planos sutiles y puros donde es eterno,
inextinguible, sin sombras, semejante a Dios del cual emana!
"¡Gracias criatura de
Dios, por el don divino de tu amor que me das como se da una flor, un
vaso de agua, una redoma de esencias!... ¡Gracias, Nebai!".
Una noche, durante una
concentración mental en medio de los Ancianos Maestros, y cuando
irradiaba su pensamiento sobre todos los que su corazón amaba como un
incendio de luz desplegado en la inmensidad, sintió la tristeza íntima
de su madre que en ese momento pensaba en él.
Prestó atención, la
evocó, la llamó con su alma vibrando de emoción y de amor, y percibió
que ella creyéndolo presente a su lado, se incorporaba prontamente en su
lecho diciéndole: ¡Jhasua, hijo mío! ¿Cómo vienes a esta hora?
¡Tan intenso había sido
el llamado, que la ansiosa madre lo confundió con la voz física de su
hijo... el amado hijo que siempre estaba en su mente como una estrella
silenciosa que le alumbraba!...
Cuando ella se convenció
que era un ensueño de su amor según ella creía, rompió a llorar
silenciosamente para no ser sentida de los familiares que dormían en
alcobas inmediatas.
Pero cada sollozo de la
madre vibraba en el alma del hijo, como la elegía triste de un laúd que
lloraba en las tinieblas.
Jhasua se concentró más
hondamente aún, mientras oraba al Autor Supremo de toda luz.
"¡Padre mío!.. . ¡haz
que yo vea! Se transportó a su hogar y vio.
Más sigamos lector,
hojeando su carpetita donde él escribía esa misma noche ya vuelto a su
alcoba solitaria:
"En la concentración de
esta noche he visitado a mi madre, cuya tristeza recogí al irradiar mi
pensamiento sobre todos los que ama mi corazón. Debido a esto, pasó la
hora de concentración sin darme tiempo a irradiar el pensamiento sobre
todos los seres de la tierra según lo ordena la Ley!
'¡Padre mío que eres
Amor Eterno, inconmensurable!... ¡Perdón por mi debilidad y pequeñez!
Aun soy egoísta Padre mío, y mi corazón de carne lleno con el amor de
los míos... mi madre, me hizo olvidar de las demás criaturas... todas
tuyas... nacidas de Ti mismo, como mi cuerpo nació de mi madre!
Tranquilizada su
conciencia por esta confidencia a !a Divinidad, Jhasua escribía
nuevamente:
"Hay honda tristeza en
mi hogar. He visto a mi padre enfermo. Debe haber tenido algún grave
disgusto y su corazón se afecta profundamente. Jhosuelín no consigue,
con todos sus esfuerzos vigorizar su organismo que responde a su ley,
que le marca poca vida física en esta hora de su camino eterno.
"Ana, mi hermana,
entristecida también porque Marcos, perteneciente a la Escuela Secreta
ha sido detenido, contribuye aún más a formar el pesado ambiente de
angustia que encuentro en mi hogar.
"Al amanecer me pondré
en camino hacia Nazareth.
"Ahorraré el viaje que
los Terapeutas pensaban hacer pasado mañana. Lo que ellos debían hacer,
lo haré yo.
"¡Gracias Padre mío por
los dones divinos de que habéis llenado el alma humana!
"Tus poderes, tus
magnificencias, tu fuerza de amor, todo nos lo habéis dado sin
mezquinarnos nada...
"Y la infeliz criatura
humana pegada como un molusco al pantano, olvida su noble condición de
hija de Dios, para continuar indefinidamente su vida letárgica de
gusano!..."
Tal como lo vemos
escrito en su Diario, así lo hizo. Y dos horas después de salir
el sol, Jhasua abrazaba a sus padres que tuvieron la más hermosa
sorpresa. Era la primera vez que llegaba sin aviso previo.
—Orando al Señor por
vosotros —les decía— os vi tristes por muchas razones y he venido a
consolaros.
Ninguna de las cosas que
os afligen son irremediables.
— ¿Cómo lo sabes tú,
hijo mío? —le preguntaba su padre.
—La oración, padre mío,
es la comunicación íntima de nuestra alma con Dios. Y como El lo sabe,
lo ve y lo siente todo, el alma que se une a Dios en la oración puede
saber, sentir y ver mucho de lo que El ve, sabe y siente.
"En mi oración de anoche
comprendí vuestra tristeza y aquí estoy. Salí al amanecer, me vine por
el caminito de los Terapeutas que aunque es más áspero, es más corto
que el de las caravanas. Con 19 años, bien puedo saltar por entre los
peñascos.
Para aquellos felices
padres, ningún galardón podía igualar al amor de tal hijo. Había saltado
riscos y piedras entre arroyuelos que cortaban el paso, en la semi
oscuridad del amanecer, para llegarse hasta su tristeza como un rayo de
sol en la tiniebla de un calabozo.
Joseph olvidaba su
afección del corazón, Myriam no lloraba más, Jhosuelín sentía nuevas
energías en su organismo agotado. Ana veía ya libre a Marcos, y el tío
Jaime previsor en todo, traía un gran fardo de harina, miel y manteca
del mercado porque adivinaba que en tal día, debía haber grandes
actividades en la cocina de Myriam.
Una luna permaneció
Jhasua en el hogar llenándolo todo de paz y de amor.
Al explicarles
detalladamente cómo en la oración había percibido sus angustias, surgió
en todos ellos el deseo de cultivarse más esmeradamente en la
transmisión y percepción del pensamiento, ese mensajero divino dado por
Dios a toda criatura humana.
Y en el gran cenáculo
que sólo se usaba cuando había numerosos huéspedes, formaron un
compartimiento dividido por espesas cortinas de tejidos de Damasco, que
era lo más suntuoso que podía permitirse un artesano de posición media.
Aquel sería el recinto
de oración donde los familiares se reunirían a las mismas horas en que
Jhasua hacía las concentraciones diarias, con el fin de que sus almas se
encontrasen unidas en el seno de Dios en los momentos de elevación
espiritual.
—Si así nos encontramos
tres veces cada día ¿a qué queda reducida la ausencia? —decía él.
"Vosotros me hablaréis
en el silencio del Pensamiento y yo os contestaré.
Tal lo hicieron siempre
nuestros maestros los Profetas, que debido a su gran unión con la
Divinidad se convertían en mensajeros de Ella para con los hombres. Y de
allí ha surgido la equivocada idea de que el Señor tiene hijos
privilegiados a los cuales manifiesta su voluntad con luces especiales.
En realidad lo que hay,
es que unos hijos piensan en unirse al Padre Celestial por la oración, y
otros no lo piensan jamás.
Los que se acercan a El
con el corazón limpio de toda maldad, son iluminados y de su
perseverancia en este acercamiento, vienen necesariamente las elevadas
percepciones del alma que sumergida en Dios por la oración, adquiere
gran lucidez en todo y para todo.
Durante los últimos días
de su visita al hogar, Jhasua hizo sus concentraciones espirituales
juntamente con sus familiares, a los cuales recomendó el colocarse
siempre en el mismo lugar en torno a la pequeña mesa, sobre la cual
colocó él mismo la Ley y los libros de los Profetas.
Idéntico trabajo realizó en las casas familiares
de Simón y de Zebedeo, sus amigos del lago, de donde debían salir un día
dos de sus discípulos íntimos: Pedro y Juan. Y les dijo: "Como lo hice
yo con vosotros, hacedlo con vuestros amigos íntimos y así me ayudaréis
a extender sobre la tierra el velo blanco del amor y de la paz".
"¿No decís que soy un
Profeta? Cooperad conmigo en acercar a Dios esta humanidad, es la misión
de los Profetas.
A la madrugada del
trigésimo día emprendió el regreso al Santuario acompañado del tío
Jaime, hasta mitad del camino.
Escuchemos su
conversación.
—Jhasua —le dijo su tío—
debes saber que tu padre quiso que fuera yo el administrador de tus
bienes, y como ya estás en los 19 años creo que debo darte razón de
ellos.
— ¿Bienes?... ¿pero,
tengo yo bienes, tío Jaime? —preguntó extrañado.
— ¡Cómo! ¿No lo sabes?
Son los aportes acumulados desde tu nacimiento, de aquellos tres
hombres justos y sabios venidos del oriente, traídos a este país por el
aviso de los astros.
"Gaspar, Melchor y
Baltasar no han fallado ni un solo año de enviar el oro que prometieron
para cooperar a tu educación y bienestar de tu familia.
"Tu padre, delicado en
extremo, sólo se permitió tomar una pequeña suma cuando tenías creo 17
meses. Dejó el taller a mi cuidado para huir contigo y Myriam al Hermon,
a ocultarte de la persecución de Rabsaces, el mago de Herodes.
—Si de esto me hubieses
hablado, tío Jaime, antes de salir, yo habría convencido a mi padre de
que esos bienes son suyos y puede disponer de ellos como le plazca.
—Los hijos de Joseph
—añadió Jaime— ignoran por completo estos aportes de los astrólogos
orientales. No quiere Joseph que lo sepa, a excepción de Ana y Jhosuelín,
que son alma y corazón contigo.
—Bien, tío Jaime, ya que
mi padre te nombró administrador de ese oro donado a mí, te diré mi
voluntad acerca de él.
"He visto que el taller
necesita reparaciones indispensables para preservar de las lluvias y del
sol las maderas para las obras. Esos cobertizos de caña y junco están
cayéndose. También el muro que rodea el huerto está ruinoso. ¡Es lástima
dejar que se destruya todo mientras el oro está en la bolsa!
"¿Para qué sirve el oro
si no ha de emplearse en tener un poco más de comodidad y de bienestar?
—Y tú, Jhasua, ¿nada
quieres para ti? ¿No necesitas nada? —le preguntó Jaime.
— ¿Qué quieres que
necesite en el Santuario? Mi vestuario, me lo dan mis padres, y el
alimento, lo da el Padre Celestial. ¿Qué más necesito?
"Mira tú, que en los
refugios que tienen los Terapeutas no sufran hambre y desnudez los
refugiados. El Padre Celestial no te perdonará, tío Jaime, si teniendo
ese oro en la bolsa, sufren hambre algunas criaturas suyas.,
"Igualmente, no permitas
que mi padre sufra inquietudes en el pago de sus deudas con los
proveedores y con los jornaleros. La prolongación de su vida depende de
su mayor tranquilidad.
"Entre tú y Jhosuelín,
bien pueden arreglarse para descargarle de todo peso.
—i Oh Jhasua! ¡No
conoces a tu padre! Es tan escrupuloso en cuestión de pagos que quiere
saberlo todo.
—Bien, que sepa que yo
te autorizo para cubrir cualquier déficit que pueda traerle a él
inquietudes.
"Tú habrás de
acompañarme, tío Jaime, a visitar un día a esos tres hombres de Dios que
velan por mi bien desde que nací —añadió Jhasua después de unos momentos
de silencio.
_
¿Cuándo será ese viaje?
Recuerda que hay uno en proyecto para cuando tengas 21 años.
_
Sí, el de Egipto, a
reunimos con Filón en Alejandría.
"Entonces podré visitar
a Melchor en Arabia. Tiene su Escuela cercana al Sinaí.
"A Baltasar en Susan, le
visitaremos el año próximo; es el más anciano y temo que la muerte me
gane la delantera. Quizá a Gaspar le visitaré entonces también.
"A los tres les enviaré
epístolas en este sentido.
"Hasta ahora fueron los
Ancianos del Tabor quienes les enviaban noticias mías por ser yo un
parvulito. Pero ahora que soy ya hombre, debo hacerlo por mí mismo.
Luego de encontrarse
Jhasua en el Santuario, confió a los Ancianos en la reunión de la noche
sus deseos de visitar a los sabios astrólogos de Oriente, que desde su
nacimiento se habían preocupado de su bienestar material.
Hijo mío —le dijo el
Servidor—; según convenio hecho con ellos, tus padres y nosotros, de
estos asuntos debíamos enterarte a los 20 años que aún no tienes. Pero,
puesto que lo has sabido antes, hablemos de ello, ya que sólo faltan
meses para entrar en la edad fijada.
"No creas que hayas
quedado mal ante ellos por tu silencio, que ellos mismos lo han querido.
"Ahora quieres
visitarles porque tu delicadeza, sabiéndote favorecido por ellos, te
apremia en tal sentido, y esto era lo que ellos quisieron evitar, a fin
de que nada perturbase la quietud de tu espíritu durante el crecimiento
de la infancia y el desarrollo de la adolescencia.
"Como superiores
maestros de almas, los sabias orientales dan d valor que tienen las
inquietudes prematuras en los cuerpos que están en formación y
crecimiento, y tratan de evitar la repercusión en el espíritu.
"Y para que tu espíritu
llegase a la plenitud a que está llamado a llegar, trataron ellos de
evitarte angustias y terrores, comunes en los hogares azotados por todo
género de contingencias.
"En nuestras crónicas
que ahora ya puedes conocer, encontrarás con detalles la correspondencia
que la Fraternidad Esenia ha tenido con los tres sabios astrólogos que
te visitaron en la cuna.
"Los mensajes llegaban
por las caravanas al Santuario del Monte Hermón en el Líbano, con los
envíos anuales de treinta monedas de oro, diez por cada uno de tus tres
protectores.
"Es una pobre casita del
suburbio de Ribla, hospedaje habitual de nuestros Terapeutas peregrinos,
eran recibidos, los mensajes y el donativo, que venía a nosotros y
pasaba a tus padres llevado siempre por nuestros Terapeutas.
— ¿Por qué no me
dijisteis de esa casita refugio en Ribla, para visitarla como se visita
un templo? —preguntó Jhasua.
—Por las
razones antedichas hijo mío. El silencio, cuando se promete
guardarlo, es sagrado para todo esenio. Se esperaba que entrases en la
madurez de tu juventud, a la cual has llegado con toda la plenitud de tu
espíritu que hemos procurado para ti entre todos.
"Jhasua—... Eres el
Enviado del Altísimo para remedio dé la humanidad en esta hora de su
evolución, y todo cuanto hiciéramos por tu personalidad espiritual,
nunca sería demasiado.
"En la primera vez que
vayas a Ribla, podrás visitar el Refugio.
"El don de tus
protectores está como ya lo sabes en manos de tus padres. Pero los
mensajes de orden espiritual y las epístolas cruzadas entre los
astrólogos orientales y nosotros, están en nuestras crónicas, y son
copias de los originales que se encuentran en el Gran Santuario de Moab,
según manda nuestra ley.
"El hermano cronista,
queda autorizado para enseñarte todo cuanto hemos recibido referente a
ti, de tus sabios protectores y amigos.
— ¡Gracias Servidor!
—exclamó el joven Maestro—. Veo que soy deudor de todos y por todo, y
que no me bastará una vida para pagaros a todos.
—No te preocupes, ya
está todo pagado con tenerte entre nosotros y haber sido designados por
la Eterna Ley para formar tu nido espiritual en esta hora de tu carrera
mesiánica.
Jhasua, en una explosión
de amor de las que solo él era capaz, se arrodilló sobre el pavimento en
plena reunión y levantando al cielo sus ojos y sus brazos exclamó:
—Padre mío que eres amor
eterno!... Seas tú, dueño de cuanto existe, el que pague por mí a todos
cuantos me han hecho bien en la Tierra.
El Servidor lo levantó
de su postración y le abrazó tiernamente.
—Este abrazo y este
momento —le dijo— se ha anticipado en nueve lunas que faltan para entrar
a tus 20 años. El Dios del Amor lo quiso así.
Los otros Ancianos le
abrazaron igualmente, diciéndole todos, frases llenas de ternura y de
esperanza para que le sirvieran de aliento y estímulo, al entrar en la
segunda etapa de su misión como Instructor y Enviado Divino:
Uno de ellos, originario
de Pasagardo en Persia, que por mayor conocimiento de aquella lengua
era el que había sostenido la correspondencia con el sabio astrólogo
Baltasar, dijo a Jhasua:
—En una de sus epístolas
decía, que un momento de grandes dolores que hubo en su vida por la
ignorancia humana, tuvo la debilidad de pedir la muerte por falta de
valor para continuar la vida en la posición espiritual en que estaba. Y
tú Jhasua en el sueño le visitaste cuando tenías trece años de vida
física. Aún perduraba en ti la impresión sufrida en tu visita al Templo
de Jerusalén y para consolar a Baltasar de las miserias humanas que le
atormentaban, le referiste tu dolor por igual causa a tan corta edad.
"El pidió aquí la
comprobación de que tú le habías visitado durante tu sueño. Por el
Terapeuta que te visitaba cada luna, sabíamos bien tus impresiones en el
Templo de Jerusalén.
"Te refiero esto para
que sepas hasta qué punto estás ligado espiritualmente con ese noble y
sabio protector tuyo, Baltasar.
"Tu visita a él sería
oportuna en Babilonia donde pasa los meses de verano.
El Servidor anunció que
era llegada la hora de la concentración mental y un silencio profundo se
hizo de inmediato.
Velada la luz del recinto, en la suave
penumbra violeta, impregnada de esencias que se quemaban en los
pebeteros, con las melodías de un laúd vibrando delicadamente, las almas
contemplativas de los solitarios con facilidad se desprendían de la
tierra para buscar en planos superiores, la luz, la sabiduría y el amor.
Por la hipnosis de uno
de los maestros, fue anunciado que algunas inteligencias encarnadas iban
a manifestarse mientras su cuerpo físico descansaba en el sueño.
Este aviso indicaba que
debían extremarse las medidas para una mayor quietud y serenidad de
mente, a fin de no causar daño alguno a los durmientes cuyo espíritu
desprendido momentáneamente de la materia, llegaría hasta el recinto.
El hilo mágico de la
telepatía tan cultivada por los maestros espirituales de todos los
tiempos, había captado la vibración del pensamiento de Jhasua hacia sus
tres protectores y amigos a larga distancia, y después de un suave
silencio en la sombra, la hipnosis se produjo en el maestro Asan, persa,
luego en Bad Aba el cronista, después en el más joven de los Terapeutas
peregrinos, que estaba en un descanso de sus continuados viajes. Se
llamaba Somed y era de origen árabe.
Las Inteligencias
superiores, guías de la última encarnación Mesiánica de Jhasua, habían
sin duda recogido los hilos invisibles de los pensamientos, los habían
unido como cables de oro en la inmensidad infinita, y la unión de las
almas se efectuaba natural y suavemente bajo la mirada eterna de la
Suprema Inteligencia, que hizo a la criatura humana los dones divinos
del pensamiento y del amor.
Los tres sabios
astrólogos que hacía 19 años se unieron sin buscarse en el plano físico
para visitar el Verbo recién encarnado, acababan de unirse en el espacio
infinito para acudir al llamado de su amorosa gratitud, inquieta ya por
desbordarse en ternura hacia aquellos que a larga distancia tanto le
habían amado.
El mago divino del Amor
es siempre invencible cuando busca el amor.
Y en la penumbra violeta
de aquel santuario de rocas, se oyeron estos tres nombres pronunciados
por los tres sujetos en hipnosis:
"Baltasar. Gaspar.
Melchor.
Tu amor Jhasua nos trae
enlazados, con hilos de seda —dijo Baltasar que habló el primero.
—Bendigo al Altísimo que me ha permitido verte entrar en la segunda
etapa de esta jornada tuya para la salvación espiritual de esta
humanidad. No veré tu apostolado de Mesías desde este plano físico, sino
desde el mundo espiritual al que tornarás triunfador a entrar en la
apoteosis de una gloria conquistada con heroicos sacrificios de muchos
siglos.
"Tu amor lleno de
gratitud hacia tus amigos de la cuna, proyecta, ya lo veo, una visita
personal, y aunque ella no entraba en nuestro programa, si la Ley lo
permite, bendita sea.
"En el abrazo supremo de
dos soles radiantes en el infinito, llegaste a la vida Luz de Dios, que
en ti desbordó su amor eterno para lavar la lepra de esta humanidad.
—"Gaspar de Shrinagar se
acerca a ti en espíritu en el segundo portal de tu vida física; has
terminado tu educación espiritual aún antes de que tu Yo se haya
despertado a la conciencia de tu misión. La luz que traes encendida en
ti, te deslumbra a ti mismo, y se diría que la velas para no cegar con
sus vivos resplandores. Pero la hora llega ineludiblemente de la suprema
clarividencia de tu Yo Superior. Para entonces estaremos contigo como en
tu cuna, pero acaso desde el espacio infinito, a donde entrarás en
gloriosa apoteosis, mientras tus magos del oriente desintegrarán
en átomos imperceptibles, la materia que te sirvió para tu última
jornada en la Tierra.
"La Eterna Ley que nos
mandó cooperar con ella desde tu nacimiento, nos manda también destejer
como un velo sutil tu envoltura de carne, y que sus átomos envuelvan el
planeta que fue el ara santa de tus holocaustos de Redentor. ¡Paz de
Dios, Avatar divino en tu segunda etapa de vida terrestre!
Melchor, el humilde
Melchor, el príncipe moreno que vivía llorando aquel pecado de su
juventud, no osó hablar de pie, sino que arrodillado el sensitivo en el
centro de la reunión, dirigió al Verbo encarnado estas breves palabras:
"—La suprema dicha de mi
espíritu me la dio la Eterna Ley al permitirme, Hijo de Dios, besarte
en la cuna, ampararte en tu vida, y acompañarte en tu salida triunfal
del plano terrestre.
"Esta gloria, esa
felicidad suprema basta a mi espíritu para su eternidad de paz, de luz
y de vida.
"¡Hijo de Dios!...
¡bendice a tu siervo que no pide otra gloria, ni otra compensación que
la de tu amor inmortal!
Jhasua no pudo
contenerse más y llorando silenciosamente se acercó al sensitivo que
tendía sus brazos hacia él con viva ansiedad, y poniéndole sus manos
sobre la cabeza le bendijo en nombre de Dios.
Entre los brazos de
Jhasua, el alma de Melchor se desprendió de la materia que por la
hipnosis había ocupado breves momentos.
Los tres sensitivos
volvieron al mismo tiempo a su estado normal, y Jhasua se encontró de
pie, solo al centro de la reunión. Con su cabeza inclinada sobre el
pecho, parecía como agobiado por un gran peso que fuera superior a sus
fuerzas.
Sus maestros lo
comprendieron de inmediato.
El Servidor se levantó y
fue el primero hacia él.
La luz se va haciendo en
tu camino y te embarga el asombro que casi llega al espanto —le dijo a
media voz.
Le tomó la diestra y le
sentó a su lado.
Ante las palabras del
Servidor, todos prestaron su fuerza mental para que aquel estado
vibratorio demasiado intenso se tranquilizara poco a poco.
Aquella poderosa
corriente durmió a Jhasua durante todo el tiempo de la concentración
mental.
Cuando se despertó
estaba tranquilo y pudo desarrollar lúcidamente el tema de la
disertación espiritual acostumbrada, y que esa noche le correspondía
por turno. El asunto se hubiera dicho que fue elegido ex profeso, y
había sido sacada por suerte la cedulilla que decía:
"La zarza ardiendo que
vio Moisés". Y al escuchar su comentario de ese pasaje, todos
comprendieron que Jhasua acababa de ver también en su camino como una
llamarada viva, la encrucijada primera que decidiría su senda final.
Aunque en el fondo de su
espíritu había gran serenidad, no pudo dormir esa noche y muy de
madrugada salió de su alcoba al vallecito sobre el cual se abrían las
grutas.
Caminando sin rumbo fijo
por entre el laberinto de montañas y bosquecillos, se encontró sin
pensar, en la pobre cabaña de Tobías donde sus cuatro moradores estaban
ya dedicados a sus faenas de cada día.
Los dos muchachos Aarón
y Seth curados que fueron de su parálisis en las extremidades
inferiores, ordeñaban activamente las cabras, mientras el padre, Tobías,
las iba haciendo salir de los establos y encaminándolas a los sitios de
pastoreo.
Beila, la buena madre, rejuvenecida por la
alegría de sus dos hijos fuertes y sanos, adornada de su blanco
delantal, soberana en la cocina, sacaba del rescoldo los panes dorados
con que la familia tomaría el desayuno.
Estos hermosos cuadros
hogareños llevaron una nueva alegría de vivir al meditabundo Jhasua.
Tobías le acercaba el
cabritillo más pequeño que llevaba en brazos. Aarón le ofrecía un
canterillo de leche espumosa y calentita, y Beila salía de la cocina
llevando en su delantal panecillos calientes para el niño santo
como ella le llamaba.
Aquel amor tierno y
sencillo como una égloga pastoril, llenó de emoción el alma sensible de
Jhasua que les sonreía a todos con miradas de indefinible sentimiento de
gratitud.
Y en el dulce amor de
los humildes, se esfumó suavemente la penosa preocupación que los
acontecimientos de la noche anterior le habían producido.
En aquella cocina de
piedra rústica, alrededor de la hoguera en la que ardían gruesos troncos
de leña, Jhasua se sintió de nuevo adolescente, casi niño, y compartió
el desayuno familiar con gran alegría.
La familia no cabía en
sí de gozo con la inesperada sorpresa, pues hacia ya tiempo que Jhasua
no les visitaba.
Los amigos de Jerusalén,
las copias, el archivo, el viaje a Nazareth, le habían ocupado todo su
tiempo.
—Sólo os veíamos de
lejos —decíale Tobías— y con eso nos bastaba.
El escultor antes de
marcharse a Ribla nos dijo que estabais muy ocupados con gentes venidas
de Jerusalén —añadió Seth.
Sí, es verdad —respondió
Jhasua— pero hay otro motivo y me culpo de ello grandemente. Como ya os
sabía tranquilos y dichosos, juzgué sin duda que no precisabais de mi, y
quizá por eso se me pasó más tiempo sin venir.
— ¿Quién no precisa de
la luz del sol, niño de Dios? —dijo riendo Beila que se había sentado
junto a Jhasua, para pelarle las castañas recién sacadas del fuego y
ponerle manteca en las tostadas.
—En este caso, madre
Beila, sois vosotros la luz del sol para mí les dijo Jhasua alegremente—
y acaso con el interés de que me la deis, será que he venido.
— ¿Cómo es eso? ¿Qué luz
hemos de daros nosotros, humildes campesinos, perdidos entre estas
montañas? —preguntó Tobías.
— ¡Sí Tobías, sí! No
creáis que el mucho saber trae mucha paz al espíritu. Las profundidades
de la Ciencia de Dios, tiene secretos que a veces causan al alma miedo
y espanto, como en las profundidades del mar se encuentran maravillas
que aterran.
"Yo estaba anoche bajo
una impresión semejante, y salí a la montaña pidiendo al Padre Celestial
la quietud interior que me faltaba. Sin pensar llegué aquí, y en
vosotros he encontrado la paz que había perdido. Ya veis pues, que soy
vuestro deudor.
—Pero vos curasteis
nuestro mal —díjole Aarón, y sanasteis nuestro rebaño y desde entonces,
hace dos años, nuestro olivar y el viñero y todo nuestro huerto parece
como una bendición de Dios.
—Hasta los castaños que
estaban plagados —añadió Beila— se han mejorado y mirad que buenas
castañas nos dan.
—En verdad —respondió
Jhasua— que se comen maravillosamente. ¡Mirad cuántas ha pelado para mí
la madre Beila!
—Todo bien nos vino a
esta casa con vos niño santo —decía encantada la buena mujer— y aún nos
decís que nos quedáis deudor.
—Yo sé lo que me digo madre Beila. Salí de
mi alcoba entristecido y ahora me siento feliz.
"Vuestro amor me ha
sabido tan bien como vuestra miel con castañas. Que Dios os bendiga
Tobías
—Gracias, y a propósito
¿sabes que tengo una idea?
—Vos lo diréis, vos
mandáis en mi casa.
—En el Santuario nos
hemos quedado sin porteros, y ya sabéis que tal puesto es de una extrema
delicadeza. El viejo Simón fue llevado al lago donde tiene toda su
familia. Quiere morir entre ellos. Yo le visité hace tres días y allí
quedaron dos de nuestros Ancianos asistiéndole.
"Creo que el Servidor
estará contento de que ocupéis vosotros ese lugar. ¿No os agradaría?
—Y ¿cómo dejamos esto?
—preguntó Tobías.
— ¿Y por qué lo habéis
de dejar? El Santuario está tan cerca que sin dejar esto, podéis
servirnos allá. Puedes acudir a la mañana y a la tarde unas horas. Los
muchachos y la madre Beila creen que bastan para cuidar esto. ¿Qué decís
vosotros?
—Que sí, que está todo
bien lo que vos digáis —decía Beila—. No faltaba más que nos opusiéramos
a vuestro deseo. Si los Ancianos lo quieren, no hay más que hablar. Al
Santuario debemos cuanto tenemos.
—Está bien, mañana os
traeré la resolución definitiva.
"Y será también el
momento oportuno de que Aaron y Seth entren a la Fraternidad Esenia, ya
que sus padres lo son desde hace años.
"La familia portera del
Santuario debe estar unida espiritualmente con él. Conque amigos míos
—les dijo Jhasua a los muchachos— si queréis ser mis hermanos, ya lo
sabéis, yo mismo os entregaré el manto blanco del grado primero.
—Y ¿tendremos mucho que
estudiar? —preguntó Seth que era un poco remolón para las letras.
—Un poquillo, y para que
no te asustes seré yo tu primer maestro de Sagrada Escritura.
"Ya veis, algo bueno
salió de esta mi visita a la madrugada. No todo había de ser comer miel
con castañas y panecillos dorados. No sólo de pan vive el hombre.
Cuando Jhasua se
despidió, un aura suave de alegría y de paz les inundaba a todos.
También el joven
Maestro, había olvidado su penosas preocupaciones. Tobías y sus hijos
le acompañaron hasta llegar al Santuario, mientras la buena Madre Beila
repetía sentada en el umbral de su puerta:
— ¡Es un Profeta de
Dios! Donde él entra, deja todo lleno de luz y de alegría! Que Jehová
bendiga a la dichosa madre que trajo tal hijo a la vida!
Acaso pensará el lector
que en la vida de un Mesías, Instructor de la humanidad de un planeta,
es demasiado insignificante el sencillo episodio que acabo de relatar.
Lo sería, si no estuviera él relacionado con acontecimientos que más
adelante fueron piedras firmes en los cimientos del Cristianismo. La
Eterna Ley se vale de seres humildes y pequeños, ignorados de la
sociedad para levantar sus obras grandiosas de sabiduría y de amor.
La colocación como
porteros del Santuario del Tabor de la familia de Tobías, trajo el
acercamiento de un niño huérfano de madre, de 10 años de edad, hijo de
padre griego, radicado en Sevthópolis de Samaría, cuyo nombre era
Felipe. Su madre fue hermana de Beila esposa de Tobías la cual tomó al
niño a su cuidado, y los maestros del Tabor cultivaron su espíritu. Como
era muy turbulento y travieso, divertía grandemente a Jhasua, que acaso
no pensó que aquel parvulito de diez años, sería un ferviente predicador
de su doctrina años después, con el nombre muy conocido del Diácono
Felipe, fundador de la primera Congregación Cristiana de Samaría.
Volvamos nuevamente a la
intimidad de Jhasua, santuario secreto v divino al cual entramos en
silencio y mediante su Diario que es el espejo en que se
reflejaba.
Los nueve meses que
faltaban para llegar a los veinte años, los pasó dialogando consigo
mismo en la profundidad de su espíritu que buscaba su ley con una ansia
indescriptible.
Durante ese tiempo,
vivió tan intensamente su vida interna, que asombra ver el alto grado a
que llegaron sus facultades espirituales.
Los Ancianos afirmaban
que desde los tiempos de Moisés no se había visto nada semejante, ni
aún en las Escuelas más consagradas a las experiencias supra-normales.
Durante este tiempo
ocurrió también un hecho que vamos a conocer a través del Diario de
Jhasua.
"En mis tres
concentraciones espirituales de este día —escribe en su carpeta— he
sentido, visto y oído algo muy singular. Desde el fondo de unas grutas
muy semejantes a éstas, me llamaban por mi nombre, añadiendo los
calificativos mesiánicos que algunos gozan en darme.
"Es un llamado
espiritual sin voces y sin sonidos que sólo el alma percibe en los
silencios hondos de la meditación.
"Los que llaman son
encarnados y las grutas que habitan están en Samaría, entre las
escarpadas montañas que quedan a la vista de la ciudad de Sevthópolis,
punto de conjunción de todas las caravanas.
"Esas voces clamorosas y
dolientes me piden que les consiga el perdón de la Fraternidad Esenia.
Somos Esenios —me dicen— del tercero y cuarto grado. La soberbia hizo
presa en nosotros que quisimos erigir aquí un templo como el de
Jerusalén con su deslumbrante pontificado. Como eso era salimos de
nuestra ley, la protección divina se alejó de nosotros y en vez de un
templo, nuestro Santuario se convirtió en madriguera de forajidos que
nos amarraron con cadenas reduciéndonos a las más tristes condiciones.
No quedamos ya sino tres de los veinticinco que éramos. Casi todos han
perecido de hambre y de frío, y otros han huido.
¡Mesías, Salvador de
Israel ten piedad de nosotros!
"Jamás oí decir
—continuaba escribiendo Jhasua —que en Samaría hubiera un santuario
Esenio entre las montañas al igual que los demás.
"Oí hablar y conozco el
del Monte Hermón, donde estuve oculto en mi niñez; el del Carmelo donde
me curé de mis alucinaciones de niño; el del Monte Quarantana, donde
recibí la visita de los Ancianos del gran Santuario del Monte Moab, y
éste del Tabor en que he recibido mi educación espiritual de joven.
"¿Qué santuario es éste
desde el cual piden socorro? Los Ancianos nunca me lo dijeron para no
descubrir, sin duda, el pecado de sus hermanos rebeldes a la ley.
"No me agrada penetrar
así como a traición el secreto que ellos han guardado referente a esto,
mas ¿cómo he de comprobar si esto es una realidad, o un lazo engañoso
que me tienden las inteligencias malignas para desviarme de mi camino?
"Forzoso me es
preguntarles confiándoles lo que me ocurre.
"Mi espíritu está condolido profundamente
de estos llamados angustiosos.
"En mi última
concentración esta misma noche, no he podido menos que prometerles
mentalmente que trataré de remediarles".
Y el Diario se
cerró por esa noche.
A la mañana siguiente,
después de la concentración mental matutina, Jhasua pidió al Servidor
que le escuchase una confidencia íntima.
El Anciano le llevó a su
alcoba, donde animado de la gran ternura que guardaba en su corazón para
el joven Maestro, le invitó a hablar.
Jhasua le refirió cuanto
le había ocurrido en sus concentraciones mentales del día anterior.
Oigámosle:
—En cumplimiento de
nuestra ley y de lo que vosotros me habéis enseñado, después de unirme
con la Divinidad, extiendo mi pensamiento de amor hacia todos los que
sufren, primero entre los conocidos y los lugares cercanos y luego hacia
todo el planeta.
"Como algo, me ocupo de
Felipe, el hijo adoptivo de Beila, el pensamiento se posó, en
Sevthópolis donde vive su padre, que en el concepto de Tobías, nuestro
actual portero, ha tomado un comercio muy delictuoso: la compra de
esclavos.
"Del padre del niño me
ocupaba en mi oración, cuando sentí angustiosos llamados de unos
Esenios amarrados en unas grutas cercanas a esa ciudad.
"Tales voces me piden
que les consiga el perdón de la Fraternidad Esenia porque reconocen
haber pecado en contra de la ley.
"Tan insistentes
llamados me causan una angustia indescriptible, que hasta me lleva a
pensar si seré víctima de inteligencias perversas que quieren perturbar
mis caminos espirituales.
—Hijo mío —le contestó
el Anciano— puede haber una realidad en cuanto me dices.
"Jamás te hablamos de
ese desdichado Santuario nuestro de Samaría, que se salió de su ley y
pereció. Pero ya que el Señor ha permitido que por revelación
espiritual lo sepas, no debo ocultártelo por más tiempo.
"Debe ser llegada la
hora en que seas de verdad la luz de Dios sobre todas las tinieblas.
"Tinieblas del espíritu
son las que envolvieron a esos hermanos nuestros, que cansados de la
vida ignorada y sin aparato exterior, quisieron brillar en el mundo con
los esplendores del Templo de Jerusalén.
"Las donaciones que los
hermanos hacían para el sostenimiento de nuestro refugio de enfermos y
de ancianos, las emplearon en adquirir maderas del Líbano y mármoles y
plata para el templo que se proponían levantar en Sebaste, entre las
hermosas construcciones hechas por Herodes el Grande, con los tesoros
que fueron sudor y sangre del pueblo hebreo. El Sanhedrín de Jerusalén
que está alerta siempre, llegó a saberlo, y por medio de sus hábiles
aduladores para con el Rey, los que dirigían los trabajos fueron
detenidos, los materiales acaparados por orden del Rey, el Santuario
invadido y robado, hasta que bandas de malhechores de los que tanto
abundan en las montañas de Samaría, tomaron las inaccesibles grutas como
antro de ocultamiento para sus crímenes.
"Creíamos que ningún
esenio quedaba y que todos habían huido. Los que no estuvieron de
acuerdo con la idea que los perdió, fueron cuatro y esos se retiraron al
Santuario del Carmelo, donde tú les has conocido y donde aún permanecen.
"Nosotros les avisamos que se salían de su
ley que mandaba para esta hora una obra puramente espiritual y de alivio
a los que sufren.
"Nuestra misión era
preparar los caminos al Enviado Divino desde nuestro retiro, pues que
siendo ignorados del mundo, gozábamos de la santa libertad que nos era
necesaria. En toda la Palestina y Siria están diseminados nuestros
hermanos, y son pocos los hogares donde no haya un esenio con una
lucecita inextinguible dando claridad sin que nadie se aperciba.
y ahora ¿qué hacemos?
—Preguntó Jhasua—. ¿Cómo comprobar que tres seres están amarrados en
las grutas y que piden perdón y socorro?
Hace tres días llegó uno
de nuestros Terapeutas peregrinos que conoce mucho las montañas de
Samaría., porque es natural de Sichen v que estuvo más de una vez en
aquel santuario.
Llamado que fue el
Terapeuta, dijo que en Sevthópolis había gran alboroto entre el pueblo,
porque habían sido capturados los malhechores que habitaban en las
montañas y que pronto serían ejecutados.
_
Si aun hay Esenios en
las grutas —añadió— deben ser los que oí decir que los bandidos tenían
secuestrados para evitar que dieran aviso a la justicia. Por otros
Esenios que huyeron antes y dieron aviso, es que la justicia empezó a
buscarles y por fin los han encontrado.
— ¿Entonces las grutas
estarán solas? —preguntó Jhasua.
Probablemente, con los
tres amarrados en ellas según el aviso espiritual —contestó el
Servidor.
—Si vosotros me lo
permitís, yo desearía ir allá para salvar a esos infelices hermanos que
tan terriblemente pagan su culpa —dijo Jhasua al Servidor.
—Tu anhelo es digno de
ti, hijo mío —le contestó el Servidor, pero debemos usar de mucha
cautela y prudencia.
"En la concentración
mental de mediodía consultaremos el caso con nuestros hermanos. Y lo que
entre todos resolvamos será lo que más conviene. Queda pues tranquilo,
hijo mío, que hoy mismo tendrás la respuesta.
De todo esto resultó que
Jhasua con Melkisedec, con el Terapeuta samaritano como guía, con los
dos hermanos Aarón y Seth y el niño Felipe, se pusieron en camino cuando
pasó la caravana que venía de Tolemaida.
Ambos hermanos y el niño
iban con el objeto de convencer al padre de este, de abandonar su
indigno comercio y entregarse a una vida tranquila y honrada. Beila
padecía hondamente con el pensamiento de que el marido de su hermana y
padre de Felipe, cayera un día como un vulgar malhechor en poder de la
justicia, causando la deshonra de toda la familia. El comercio de
esclavos llevaba a veces a inauditos abusos.
Al pasar la caravana por
Nazareth y Naim donde se detuvo unas horas, Jhasua aprovechó para volver
a ver a sus amigos de la infancia Matheo y Myrina, aquellos dos niños
que tanto le amaron cuando él era un parvulito de 10 años y estaba
curándose en el Santuario del Carmelo.
Fue también a su casa
paterna, donde les encontró alrededor de la mesa junto al hogar para la
comida del mediodía.
Myriam dejó apresuradamente la cazuela de
barro con el humeante guiso de lentejas, cuando vio en el caminito del
huerto la figura blanca dé Jhasua como un recorte de marfil entre el
verde oscuro del follaje.
— ¡Otra sorpresa
hijo!... ¿qué pasa? —le preguntó abrazándole tiernamente.
—Algo muy bueno, madre.
Llegué con la caravana de paso para Sevthópolis. Ya te explicaré.
Ambos entraron en la
casa donde todos los rostros parecieron iluminarse con esa íntima
alegría del alma que nunca es ficticia, porque se desborda como un
manantial incontenible.
— ¡Jhasua en nuestra
comida de hoy!... —fue la exclamación de todos.
Sentado a la mesa entre
Joseph y Myriam, hizo la bendición de práctica, que su padre le cedió
como un gran honor hecho a su hijo, Profeta de Dios.
Les refirió lo que había
ocurrido y que iba con dos Esenios más y los hijos de Tobías a restaurar
el abandonado Santuario en las montañas de Samaría.
La dulce madre se llenó
de espanto, pues sabían todos allí, que las grutas se habían convertido
en guarida de malhechores.
— ¡No temáis nada madre!
—decía Jhasua tranquilizándola. Los bandidos fueron apresados todos, y
allí sólo hay tres Esenios muriendo de hambre y miseria, amarrados en
una gruta. Son ellos los que han pedido socorro.
"Salvarles y reconstruir
un santuario de adoración al Señor y de trabajos mentales en ayuda de la
humanidad, es una obra grandiosa ante Dios, y merece cualquier
sacrificio.
La conversación siguió
con estos temas, y las preguntas de todos daban motivo al joven Maestro
para que él mismo y sin pretenderlo, fuera delineando cada vez más
grande y más hermosa su silueta moral y espiritual de apóstol
infatigable de la fraternidad y el amor en medio de la humanidad.
Cuando terminó la
comida, el tío Jaime hizo un aparte con Joseph.
—Acompañaré a tu hijo en
este corto viaje —le dijo— porque temo sus entusiasmos juveniles y
quiero cuidarle de cerca.
—Bien, Jaime, bien. No
podías haber pensado nada mejor. ¡Cuánto te agradecemos tus solicitudes
para con él —le contestó Joseph.
—A más —añadió Jaime—
para cualquier eventualidad, si estás de acuerdo daré a Jhasua algo de
sus dineros. El acaso lo necesita y lo merece. Aquel santuario habrá
sido despojado de todo.
"¡Hace tantos años que
fue asaltada por los bandidos!
—Habla esto con Jhasua y
él lo resolverá —dijo el anciano al propio tiempo que Jhasua doblaba
cuidadosamente una túnica v un manto nuevos que su hermana le había
tejido. La madre le acomodaba en una cestilla cerrada, una porción de
golosinas y frutas. ¡Dulce escena hogareña, repetida cien veces en todo
hogar donde hay madres y hermanas conscientes de su misión suavizadora
de todas las asperezas en la vida del hombre!
Toda la familia le
acompañó hasta el camino donde se veía desde el huerto la caravana
detenida. Al verles llegar, Felipe corrió hacia Jhasua diciéndole:
—Creí que no volvías
más. ¡Qué susto pasé!
Jhasua acariciándole
explicaba a sus familiares quién era este niño y por qué le llevaban.
—Esto te interesa a ti
—le dijo Jhasua entregándole la cestilla.
"Entre los dos daremos buena cuenta de
todo esto, Felipe, si te place.
El chiquillo que ya
había husmeado el olor de pasteles y melocotones puso una cara de
gloria que hizo reír a todos.
El tío Jaime se
incorporó a la caravana que partió mientras la familia agitaba las manos
y los pañuelos, despidiendo a Jhasua y los amigos que le acompañaban.